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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

A leer. Les dejaré información abajo.

Capítulo 38

“Necesitamos hablar”

La noche se sentía fría, seca y poco iluminada por las farolas. No había estrellas en el cielo y las calles seguían en silencio. Todos dormían, soñaban y descansaban en sus camas, a excepción de Nicolás y El rubio. Éste primero seguía caminando en dirección a La Bajada. Tal lugar quedaba en los barrios bajos, ciertamente pobres y con alto porcentaje de delincuencia en aquellos tiempos.

Había pasado poco más de un mes que Nicolás no  visitaba ese lugar. Ahora le parecía extraño, sin luz, poco llamativo y mayormente espacioso. Estaba completamente vacío. Ya no era como antes. Ya todo había cambiado. El porcentaje  de delincuentes y adolescentes drogadictos estaba bajando considerablemente, tanto, que incluso Nicolás se sentía inseguro al pisar  el pavimento.

Ya nada era como antes.

Las calles pintadas con grafitis estaban mudas.

Ya no había gente consumiendo cocaína en las esquinas. Tampoco existía el dueño del basurero que se situaba en la entrada del lugar. No había nadie. No música. No botellas de alcohol. No nada. Sólo quedaban rasguños en las paredes, polvo en las esquinas de cada banqueta y enormes manchas de aceite sobre el cemento y un poco más en las paredes de las fábricas que se formaban parte del sitio. 

La suela del zapato de Nicolás logró pisar un vidrio, proveniente de una botella de cerveza. Más al fondo había latas de pintura, y botellas llenas de resistol, periódico, cigarrillos, inyecciones y condones. Todo se encontraba abandonado justo cerca de un contenedor de basura, el del fondo. Parecía como si los pandilleros de esa zona hubieran cambiado de territorio, ya que inclusive el jefe del lugar ya no estaba ahí. Las bandas criminales y sus autos caros no llenaban el estacionamiento privado del fondo y aunque la estancia estuviera solitaria, por primera vez yacía un  pestilente olor.

Olía a muerto. Olía a podrido. El olor que manaba del fondo era profundo y era la primera vez que olía de esa manera. O era que quizá Nicolás nunca estuvo en sus cinco sentidos para percibir el hedor. Ahora podía oler lo que las partículas de aire concentraban. Nunca había olido algo tan horrible como en esos momentos, y lo asqueaba.

Las napias de Nicolás parecieron desfallecer por el aroma, pero siguió caminando para llegar al centro de lo que seguía llamándose La Bajada, aunque parecía que ese nombre de barrio ya no se comparaba como antes era. La Bajada fue nombrada por el jefe, demandando que ésta era el territorio más fuerte. Y lo era. En La Bajada se trabajaban asuntos con gran peso: se prostituían adolescentes que eran separados de sus madres y que estaban ligados con las familias que se implicaban en los asuntos de la élite, vendían gran cantidad de narcóticos a toda hora del día, tenían sexo público, sometían a castigos a quienes metieran sus narices en asuntos privados, y pocas ocasiones ese mismo lugar se utilizó para asesinar a gente que fuera peligrosa para el bando.

Todos los que eran apuntados en la lista negra eran asesinados, torturados y en muchas ocasiones eran carnada. A las mujeres embarazadas las asesinaban, incluyendo al bebé que todavía cargaban en sus entrañas. Dependiendo el castigo las amarraban y las torturaban. En algunas ocasiones las asfixiaban, otras veces les inyectaban aceite en las venas hasta hacerlas hincharse. El castigo dependía del daño que éstas hacían. Si hablabas de más, les cortaban la lengua y les cocían la boca. Si se acostaban con alguien más, las violaban, y luego la apuñalaban cuando los hombres estaban a nanosegundos de correrse. Muchos eran nacrofilicos. Poseían cuerpos muertos hasta que éstos olieran mal y luego los destazaban para quemarlos.  Los hombres que incumplían con el reglamento les quemaban los pies y se los comprimían con dos láminas gruesas, hasta que sangraran. A las niñas que hablaban de más y que abrían las piernas a cualquiera, les cocían la boca y la vagina, pero antes eran violadas por más de seis hombres. Y los niños que llegaran a hacer desorden e inmiscuirse en asuntos íntimos también los violaban, pero no los mataban, era por eso que al pasar los años, muchos de esos niños se volvían prostitutos o gays. El castigo para las mujeres era más sádico ya que al hombre se le consideraba más importante. 

El rubio mucho tiempo había pertenecido a esa élite, pero luego logró cambiarse de territorio junto a su hermana. Él y su hermana tenían la historia de la mayoría. Provenían de gente pobre, ambientes delincuentes y familia violenta. Ambos eran apodados “Rubios” La rubia y El rubio. Y aunque parecieran tímidos y nobles, eran pura mierda.

Nicolás conoció primero a La rubia, se acostó con ella una noche y luego todo el problema se armó. Nicolás pertenecía al territorio de la Bajada y El rubio al de La entrada. Ellos no debían cruzarse y si se cruzaban era bajo una enorme responsabilidad. La mujer acusó a Nicolás de violación  y fue entonces que su hermano lo buscaba. Varias veces trató de matarlo, pero todas sus oportunidades se perdieron tras la desaparición de Nicolás. Éste se había casado y perdido por un tiempo, hasta que logró encontrarlo.

Para El rubio, encontrar el número de móvil del pecoso fue bastante difícil, y le costó torturar a algunos para que hablaran y confesaran. En todo caso, Nicolás ya no solía recordar a sus colegas de calles.

Ahora un sentimiento inexplicable se escondía en su garganta, torturándolo muy lentamente. Y era difícil. Era sorprendente. Nicolás nunca antes había sentido ese sentimiento que parecía llamarse angustia. Noah Nicolás Trimmer Valois jamás había tenido miedo. Sólo ahora. Esa noche el miedo se estaba apoderando de su cuerpo. El terror le llenó cada poro de piel y los pensamientos comenzaron a escurrirle, convirtiéndose en sudor. Era como si fuera otra persona.

Antes podía enfrentarse, formar parte y crear dolor. Actualmente no podía si quiera encontrar un porqué de su antigua vida. ¿De verdad él se había drogado varias veces en esa esquina mientras al frente violaban a las personas? No podía entenderlo.

¿Ese había sido el Nicolás de antes?

En esos momentos podía comprender por qué su padre lo regañaba, lo acusaba e incluso lloraba en su habitación.

¿Cómo había caído en ese oscuro hoyo?

No sabía.

No podía si quiera comparar al antiguo Nicolás con el actual. No debía. No era justo hacerlo. Pero ahora estaba cambiado y lo que antes no pudo ver y reflexionar, ahora lo angustiaba.

Cuando llegó al centro del lugar, lo observó bien. Esa había sido su cueva varios años. Esa había sido su salvación y no podía creérselo. Lo que tanto lo había ayudado a sanar, era inhumano. ¿Cómo era que se sentía como en familia en un ambiente como aquel? ¿Hasta qué punto había llegado?

El corazón le dio una punzada.

Le dolía volver a pisar lo que mucho tiempo lo acobijó. Odiaba recordar a su yo pasado. Se odiaba, pero luego recordaba a Oliver. 

Pero qué era lo que había pasado exactamente ahí. ¿Por qué no había nadie? ¿Por qué ya no era el lugar que antes solía ser? ¿Dónde estaba todo el mundo, sus colegas, las drogas? ¿Dónde estaba toda la mierda? No la encontraba por más que viera con toda la intensión de encontrar a alguien. Sus ojos rodaban,  buscando lo que estaba enterrado en su pasado, sin embargo siguió sin encontrar aquella luz que tanto tiempo le ayudó a ser fuerte.

Ser perteneciente de aquella élite lo hacía desligarse de cargos o castigos. Nicolás no podía morir, él y otros eran visitantes. Algunas veces vendían drogas, saturaban el mercado de los autos robados y enfrentaban  a otros bandos para cuidar su territorio y hacerlo cada vez más abundante. Nicolás podía salir en cualquier momento, podía ser libre y volver cuando quisiese, pero aunque quisiera ya no había nada ni nadie a cargo.

Sólo le faltaba librarse de El rubio para ser completamente libre.

 Tras Noah se escucharon unos pasos, aquello le informó que  ese canalla había llegado.

—Vino la policía —espetó El rubio, parándose frente a Nicolás —. Soltaron a los secuestrados y mientras que algunos murieron, otros fueron a la cárcel —le comentó, riéndose—.Si hubieras estado aquí, entonces podrías estar en cualquiera de esos lugares —. Los narcotraficantes se fueron del país.  También vinieron con nosotros, haciendo prácticamente lo mismo, pero ¿Sabes cuál es la diferencia? Que aunque mi hermana está muerta, yo logré escapar. 

Los ojos de Nicolás se abrieron de golpe. El rubio nunca se separaba de su hermana. Era su única familia, su único amor: la persona que lo acompañaba a todos lados sin importar qué tan angustiante fuese la misión. La mujer que Nicolás se había follado estaba muerta, y su vengador vivo.

—¿Sólo me dirías esto? —El pelirrojo habló, abriendo las manos para señalar el lugar. Sonrió de lado, burlándose de la situación aunque en el fondo sus emociones lo destrozaran.

—Y a saldar lo pendiente —añadió, sacándose una pistola de la chamarra. Apuntó directo a Nicolás y torció la boca, sonriendo en grande. Había esperado tanto tiempo para tener a Nicolás de esa manera, apresado y completamente solo para saciar su dolor.

Y no era suficiente con la antigua mentira de La rabia, era que ésta se encontraba muerta y aunque pareciera injusto culpar a Nicolás, aquel hombre lo hacía.

—No tenemos nada pendiente. No violé a tu hermana y tampoco la maté —Nicolás alcanzó a articular, pensando en cómo le haría para que El rubio dejara de apuntarlo.

Si el pecoso hubiese sido el mismo de antes en esos momentos El rubio estuviera sangrando, pero Nicolás esta vez no se pudo ni mover. Sus huesos estaban congelados, tiesos y su pecho no dejaba de acelerarse. Tenía miedo y odiaba tener miedo.

Nicolás era bastante rápido, pero aunque pudiera correr, estaba seguro que no se libraría. El rubio tenía buena puntería; en donde ponía el ojo, ponía la bala. Nicolás se había equivocado en llevar una navaja consigo, pero las armas que había conseguido estaban en su casa y bajo llave.

No sabía cómo defenderse, no tenía ni puta idea de cómo lograr que aquel canalla dejara de apuntarlo. Pero aunque pensara que era injusto, al final de cuentas se calmó, dándose por vencido; porque el que se metía en el pozo nunca salía, porque las ratas eran ratas y después de muertas seguían siendo ratas. Nicolás había pertenecido a ese lugar  y aunque nadie siguiera ahí, seguía siendo parte del bando; el que entraba ya no salía y si lo hacía, viviría con el recuerdo toda la vida. 

De los labios de Nicolás no salió nada más en su defensa. Estaba resignado y dejaría que su línea de vida hablara por sí sola. Sí, pensaba en Oliver, en los planes que ya había hecho con él, incluso pensó en su padre y Tomás, en Ana, en Olivia. En todas las personas que le abrieron los brazos y lo apretaron fuerte. Pero si la vida hacía la jugada, entonces de nada servía buscar cambiar el trazo de su destino.  

Si a Nicolás le había tocado eso, entonces lo aceptaría. Era humano y tenía el derecho a equivocarse, a la vez que también  la justicia  debía reprenderlo. Pero en esa ocasión la luz de su propia justicia y una oportunidad nueva, aparecieron. Justo cuando El rubio disparó, las sirenas de dos patrullas se encendieron, anunciando su llegada. Nadie había llamado a la policía, pero éstos hacían sus rondines y eso fue la ayuda que Nicolás recibió. 

Sintiéndose renovado, Nicolás corrió para esconderse en los pasillos del lugar, pero el segundo disparo que hizo El rubio, le dio en el brazo derecho. La bala le había rosado, y no era nada grave, pero dolía de igual modo, sin embargo por la adrenalina del momento, Nicolás no logró sentir tal cosa, de hecho fue más rápido en su escapatoria, logrando recargarse en una pared.

Nicolás pudo escuchar que la policía había disparado, dándose cuenta de ese modo que habían matado a su acompañante. El rubio se las había puesto difícil y le había disparado a un policía, pero ahora estaba muerto. No tenía pulso según el mensaje que escuchó  por parte de uno de los armados. Pero Nicolás estaba bastante seguro que si lo encontraban, entonces estaría preso por todo su historial, así que  pensó en cómo huir de ahí. Fijó la vista a la barda y a como pudo la saltó, aprovechando que las sirenas de las patrullas seguían sonando. Al cruzar al otro lado de la cuadra, corrió a como pudo, escondiéndose en los jardines de su casa. Estaba justo abajo, cerca de la alberca y Oliver se encontraba arriba.

Encontró mala la idea de llegar a casa. Oliver le preguntaría cosas y en todo caso era mejor mantener todo en secreto, de igual modo El rubio y su hermana ya estaban muertos y nadie lo había visto en La bajada, pero sentía una enorme necesidad de contárselo todo a su esposo. Él era su marido y tenía que saber todo, debía estar enterado y aunque Nicolás fuera regañado, debía decirle; ese era su deber como esposo. Y no sólo necesitaba decirle a Oliver, también a su padre.

Sin saber todavía qué hacer, Nicolás cerró los ojos, agradeciendo de ese modo la oportunidad que estaba dándole la vida. Nicolás sabía que no era sencillo cambiar y que tampoco resultaba fácil la aceptación, no obstante,  se sentía muy complacido. Si él fuera el destino, entonces se hubiera dejado morir, porque aunque sonara horrible, sentía que se lo merecía. Nicolás era malo, poseía malicia y se aprovechaba de los demás, pero ahora esa lección además de marcarlo, lo ayudó.  

Ahora el pelirrojo pensaría dos veces o tres veces antes de actuar. Lo que ahora le aterraba era el hecho de haberla cagado. No fue para nada bueno que se arriesgara a ir, aunque tenía una buena excusa para hacerlo. Nicolás necesitaba dejar las cosas en claro y eliminar los problemas, y aunque fue horrible la manera en que terminó aquello, al final se solucionó. Ahora Nicolás ya podía ser libre, sin miedo a que El rubio le sacara un arma y lo matara.

Pero por el momento tenía el problema y debía enfrentar a Oliver y decirle, pero no sabía cómo. No podía pensar en una buena idea, y lamentablemente seguía asustado por lo antes sucedido. Nicolás necesitaba consuelo y aunque él lo anhelara, su cuerpo y su corazón le decían que no merecía ser comprendido, porque había hecho mal en salir de casa tan tarde, porque quizá algo malo le hubiera pasado.

Más sin embargo estaba a salvo, pero con el corazón exaltado, martillando en exceso.

Si estar casado era difícil, más difícil era aprender a ser una buena pareja. En todo caso, Noah debía intentarlo. Él necesitaba contárselo a alguien, así que entró a la casa, encontrándose a Oliver frente a él. Su esposo estaba en la sala, dando vueltas en círculos, pensando a fondo en la situación.

El pelinegro abrió la boca, aliviado. Lo observó con esmero, encontrándose con un poco de sangre en el brazo del pecoso, así que fue inmediatamente hasta él, todavía sin preguntarle qué era lo que había pasado. Lo llevó hasta el baño del primer piso y lo desinfectó. Luego   habló, preguntándole lo más importante del momento:

—¿Estás bien?

Nicolás se encogió en su lugar, asentando con la cabeza. Su esposo no mostraba molestia, sólo preocupación. Quizá Oliver estaba demasiado preocupado como para gritarle, o quizá era algo más. O a lo mejor luego le gritaría, pero cuando ya estuviera desinfectado…

—¿Qué te pasó? —Con calma, siguió interrogándolo. Su voz sonaba neutra, aunque su mirada demostraba otra cosa: miedo —. ¿Por qué te fuiste así? Pensé que me habías abandonado… que algo muy malo te había pasado.

Los orbes grises de Yael se oscurecieron, brillando en el proceso. Oliver había llorado, se le notaba. Nicolás quiso preguntarle, pero prefirió callar; se sentiría peor si se enterara de situaciones dolorosas.

—Recibí una llamada —dijo, contestándole—. Entonces fui.

Oliver lo evadió, escondiendo de ese modo el montón de sentimientos que estaban por desbordarse. La piel se le estremeció y el pecho le dolió como nunca antes le había dolido.

—Pero eso todavía no contesta mi primer pregunta —terció, tensando la mandíbula.

El rubio me llamó —anunció, mirándolo directamente a los ojos. Oliver desvió la vista hasta el brazo lastimado y lo terminó de limpiar —. Me citó en un lugar y fui.

Oliver conocía a ese canalla, algo le habían platicado de él, pero Nicolás nunca profundizó el dato.  

—¿Entonces qué sucedió?

—Su hermana murió y deseaba venganza por nuestros problemas. Su hermana le dijo que yo la había violado, pero en realidad tuvimos sexo ya que ella accedió. Desde ese día me busca, supongo que ya sabías eso —aludió con calma y respirando profundamente. Oliver ladeó la cabeza, asentando después —. Tenía una pistola, pero gracias a una patrulla estoy aquí. La herida es porque recibí un roce de bala, pero logré irme antes de que los policías me encontraran.

Los labios de Oliver se torcieron, apretándose a la vez. Nicolás lo notó de inmediato, pero Oliver tenía una causa para molestarse. Era lógico que Yael se enojara después de la tontería que había hecho Nicolás.

—Nosotros tenemos que hablar —Oliver le dijo, alejándose de él y abriendo después la puerta del baño.

Nicolás salió después de él, siguiéndolo hasta la habitación.

El pequeño no tenía ni la menor idea de lo que le diría Oliver, pero se miraba tan serio que de nuevo la angustia lo enredó.

Lo único que Nicolás deseaba era ser feliz, pero algo le decía que esa noche sería la peor de su vida.

Notas finales:

¿Qué les puedo decir? Joder... hay tantas cosas que pueden pasar después. ¿De qué le hablará, Oliver? ¿Le contará una moraleja? ¿Lo abrazará fuerte? ¿Lo golpeará? ¿Tendrán sexo? 

Les quiero decir que esta historia la dividiré en dos. Creo que es mucho contenido y cuando lleguemos a los 40 capis, seguiré como con la segunda parte, pero con un nuevo nombre, ósea, abriré otra historia, puede que se llame "Casado con el mismo hombre" y será la continuación. Nada cambiará, sería como el segundo libro, por así decirlo. 

GRACIAS POR LEER Y ESPERO QUE COMENTEN, PORQUE LO QUE VIENE ES MUUUUUY IMPORTANTE. Trataré dos temas importantes y reflexivos, así que NO SE LO PIERDAN. 

SI no veo comentarios, no subo el otro fin...


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