Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Red Lotus and a Swallowtail of Glass por Kyokawiichan

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Primer capítulo oficial de esta historia. 

Como primera cosa, me gustaría recordarles que, como está escrito de a dos, a veces hacemos saltos de una escena a otra sin hacerlo demasiado obvio (por ejemplo, sin poner "mientras..." ni nada por el estilo, porque resultaría repetitivo). En este caso puntual trataré de poner en negrita la primera letra de cada cambio de escena, por eso les recomiendo leer con mucha atención y, en caso de que resultara muy confuso, pido disculpas anticipadamente y pido que no se desesperen a la primera XD siempre tratamos de mencionar el nombre para que se den cuenta de dicho cambio. Aunque quienes me han leído con anterioridad estarán ciertamente acostumbradas a este tipo de escritura (espero). 

En fin :) les dejo para que lo disfruten, bienvenidas las que no me hayan visto la semana pasada y saludos a los que vienen a seguir la historia en lo que va a ser su segunda semana.

Espero que les guste mucho y se tomen un minutito para darme algún mensaje, lo apreciaría enormemente. Muchas gracias!

 

out~

[2 semanas después]

 

-Puedo solo, Reita, no estoy inválido –le aclaró riendo, mientras bajaba por sus propios medios del auto-

 

Aún así, el mayor le tomó la mano antes de entrar al edificio y en el trayecto por el ascensor, hasta su tan añorado hogar… Como siempre, el rubio lo dejó pasar primero, y al hacerlo no pudo más que sonreír. Era un lugar cálido, era suyo y era especial en cada rincón. Por más que lo hubiesen cuidado, no extrañaría el hospital de ninguna manera. Respiró profundamente antes de sentir unos fuertes brazos rodeando su cintura desde atrás.

 

-¿Mejor así? –Susurró en su oído-

-Totalmente… -con los ojos cerrados, hasta que se sobresaltó al recordar un detalle que, por un momento, había olvidado- Reita… ¿y mis diseños?

-Tal y como los dejaste

-¿Puedo ir? –preguntó como un niño entusiasmado-

-¿Por qué me lo preguntas? –Sonrió besándolo fugazmente- Prepararé algo para almorzar.

 

Antes de que pudiese terminar la última frase, el menor ya desaparecía tras la puerta de su pequeño estudio.

 

Encontró la pequeña habitación exactamente como antes. Desordenada, llena de dibujos alborotados, telas por doquier, colores.

 

-¿Enserio hay un escritorio ahí? –Preguntó al aire, sentándose y quitando con cuidado y adoración sus dibujos para organizarlos mejor, encontrando la madera brillante debajo-

 

Los ojeó uno a uno, eligiendo en cuál se pondría a trabajar de inmediato. Todos eran especiales, en cada uno colocaba una parte de su corazón y permanentemente se le ocurrían ideas nuevas. Llegó hasta uno que, a pesar de llevar menos de la mitad, le encantaba. Era difícil plasmar en un papel una imagen mental, elaborarla y lograr finalizarla de forma exacta, pero con ese se daría el trabajo.

 

No era bueno en la cocina, generalmente esa labor era del menor. Pero por ese día quería consentirlo, al menos preparando algo relativamente comible. Cerca de media hora después tenía listo el spaghetti para ambos y colocaba la mesa con dedicación.

 

-¡Ruki! –Lo llamó mientras finalizaba su tarea-

-Qué…

-Oh, estás aquí –viéndolo apoyado en el marco de la puerta- … ¿Pasa algo?

-No…supongo que no es importante –forzando una sonrisa mientras se sentaba, pasando por alto la comida que el rubio había preparado y que yacía sobre una encimera-

-¿Estás seguro? Sabes que puedes decirme.

-No es nada, es sólo que…no puedo concentrarme.

-¿Y eso?

-No sé…Todo este tiempo estuve tan ansioso por continuar mis diseños, pero ahora…me siento frente a ellos y es como si no pudiese pensar bien. Todas mis ideas se esfumaron.

-Puede que sea sólo un mal día –acariciando las puntas de su cabello mientras se sentaba a su lado-

-Mh…

 

Pero él sabía que no era un mal día. Sabía lo que no le dejaba concentrarse desde hace semanas, ni se lo permitiría en el futuro, hasta resolverlo.

 

 

- No hay problema, si quieres aplazarlo… -

- No te pediré que hagas eso - dijo posando en la mesa la taza de café para el otro.

- De todos modos -

- Lo que ocurrió no tiene porque detener nada, así que no es necesario - sentándose frente a él.

 

Entre las manos del mayor estaban algunas hojas impresas de las cosas en las que había estado trabajando las últimas semanas, en los tiempos libres que tenía. Se aseguraba de no tener demasiado tiempo de ocio, porque eso siempre terminaba mal. Tomó un poco de su té, apoyando su mentón en una de sus manos y mirándolo, sonriendo ante la seriedad del otro.

 

- ¿Por qué la insistencia? - preguntó tranquilo - ¿No te gustan? - fingiendo haberse ofendido.

- No, no - se apresuró en decir, bajando los papeles - Deslumbrante, como siempre… pero cambió, y no me refiero a que sea malo - se adelantó - Pero cambió. -

 

Kyo abrió sus labios para decir algo, pero no supo que responderle, así que los apoyó en la orilla de la taza para tomar de nuevo. Era obvio que iba a darse cuenta, Daisuke, su editor, leía cuidadosamente todas las cosas que él escribía. Más que nada porque le gustaba comentárselas, pero jamás dudaba en comenzar a trabajar con ellas.

 

- ¿Qué me sugieres? - dijo finalmente.

- Deberías ir a ver alguien - respondió, haciéndolo fruncir su ceño.

- Estoy bien - aseguró - Sigo trabajando con normalidad. Ya lo-- -

- No lo has asimilado. Dime lo que quieras, Kyo, pero esa es mi observación - interrumpió.

 

Se sintió estudiado por la mirada del joven castaño.

 

- ¿Has llorado siquiera? -

- No voy a discutir esto contigo - finalizó levantándose y yendo a lavar su taza.

- No te digo que vayas con cualquiera, yo conozco gente - pero solo recibió silencio - Bien, como quieras… - poniéndose de pie también, sacó su billetera y de ella un papel, dejándolo sobre la mesa - Considéralo -

 

No volteó a despedirse, simplemente apoyó sus manos en el borde del lavadero, algo enfadado. Pero no podía molestarse con su amigo por solo mencionar la verdad. Ni siquiera durante el funeral había conseguido descargar su pecho. Sonrió de lado, seguramente eso había levantado rumores entre toda la gente que asistió. Pero más allá de las apariencias, la extrañaba tanto. Cada rincón de ese lugar estaba lleno de recuerdos de los años que habían vivido juntos… era tal la angustia que no sabía como desahogarla. Suicidarse sería un insulto. Una ofensa eterna a la muerte de su mujer.

 

Apenas si volteó para mirar el papel sobre la mesa.

 

Un día, dos días, hasta el tercero no pudo soportar más. Horas sentado frente a sus diseños, lápiz en mano, totalmente en blanco y malhumorado, mordiendo sus uñas. Era demasiada la ansiedad, injustificada por cierto. De ninguna manera pretendía congelar su trabajo por culpa de esa molesta sensación. Incluso conciliar el sueño era difícil. En la oscuridad del cuarto, más fácil e inevitable era recordar el momento en que cruzó su mirada con la del sujeto en el hospital. Sólo había una forma de tranquilizar sus alborotados pensamientos. No perdía nada intentando...

 

- Reita… - apareciendo una tarde tras él, abrazándolo por el cuello mientras el rubio veía sus adoradas y ruidosas películas de acción en la tv, las cuales él no podía tolerar - ¿Tienes un momento?

- ¿Eh? – Percatándose recién de su presencia, bajando considerablemente el volumen del aparato- Claro, ¿qué pasa?

- Apágala – pidió tímidamente, tampoco quería hacerle creer que era algo muy grave -

 

El mayor obedeció y lo invitó a sentarse junto a él. Más bien, sobre él, donde comenzó a acariciarlo tiernamente.

 

- Yo… Bueno, no sé si lo recuerdes, pero aún así quisiera…

- Sólo dilo –sonrió-

- ¿Recuerdas aquel día en el hospital…el mismo día de la operación, cuando estaban mis padres afuera del cuarto junto al médico, y tú también saliste?

- Eso creo –asintió- ¿Qué pasa con eso?

- Junto a ustedes había alguien…un chico, creo que de cabello negro… ¿Recuerdas?

 

Pudo advertir la extraña sombra de complicación en el antes tranquilo rostro del rubio. Prefirió hacer como si nada, dependiendo de lo que respondiera.

 

- Sí. Sí, me acuerdo.

- ¿Quién es? ¿Y por qué estaba ahí?

- ¿Por qué es tan importante? –Se acomodó mejor en el sofá-

- Yo pregunté primero.

- No era nadie, Ruki…ni siquiera lo recuerdo con claridad.

- Reita, no me mientas. Acabas de decir que sí lo recuerdas – sin dejar de mirarlo desde su posición, cuando el otro se levantó - 

- Era el familiar de otro paciente, ¿quieres? Ya está.

 

Lo observó desaparecer tras la puerta de la cocina, escuchando luego el sonido del abrir de una lata de cerveza. El hecho de hacerlo enfadar con aquella simple pregunta no hizo más que aumentar su curiosidad, y por ende, la ansiedad. Quizás por ese día era mejor dejarlo así.    

 

 

- No puedo creer que me haya convencido -

 

Unos días después de que el joven le hubiera dejado la tarjeta en su casa, había decidido que tal vez lo mejor sería ir a ver a una de esas personas tan solo para demostrarle a Daisuke que no lo necesitaba como había insinuado. Suspiró, entonces mirando a su lado con un poco de molestia.

 

- Y menos puedo creer que hayas venido conmigo - le dijo al mayor que a su lado simplemente se dedicaba a leer una de las revistas que estaban a disposición en la sala de espera.

- Simplemente nos preocupamos por ti - pasando la hoja.

- No necesito niñera, Kaoru… - cruzándose de brazos.

 

No recibió respuesta. No se sentía bien, sentía que todos estaban encima suyo, a pesar de que trataba de convencerles de que no había problemas con él. Bajó la cabeza, supuso que debería agradecer la preocupación, pero en esos momentos, solo deseaba poder continuar su vida normalmente…

 

- Te ves bien. ¿Por qué no vienes tú al psicólogo también? - preguntó burlándose de cómo la idea se le había sido sugerida cuando no estaba llorando sangre ni nada tan grave que les hiciera suponer su depresión.

 

Pero tal vez fue un error mofarse en un momento como aquel. El moreno bajó la revista y lo miró con seriedad.

 

- No fue mi esposa la que murió. - soltó secamente - Yo lo saqué de mí. Ya lo lloré todo -

 

No pudo responder a eso, a pesar de que buscó palabras en su cabeza con las que defenderse, así que tras su silencio, su amigo volvió a la lectura y él volvió a sentarse correctamente. Tal vez para cualquiera habría sido algo muy duro de decir, pero así era como la verdad a veces debía dejarse ver. A veces habían ocasiones en que simplemente no podía apaciguarse el golpe de ésta.

 

Tenía razón. Su esposa había muerto. Y él aún no hacía nada por eso.

 

- Lo siento - murmuró.

- Está bien - dijo con un tono más familiar esta vez.

- ¿Nishimura Kyo san? -

 

La joven llamó tranquilamente, invitándolo a ingresar a la oficina del joven psicólogo.

 

Era un caso perdido. Ya no gastaba más su tiempo sentándose frente a sus dibujos, buscando la inspiración que, sabía, ya no le llegaría desde ningún lado. Simplemente, intentaba matar su tiempo en otra cosa. Leyendo, viendo películas con Reita, aprendiendo a tolerarlas, o incluso durmiendo lo que algunas noches le faltaba, debido a la susodicha sensación. Pero nada lo llenaba ni le devolvía su paz.

 

Desde que había hecho enfadar al rubio, no había insistido más. Aunque ambos sabían que el menor sacaría el tema de nuevo, y lo haría con frecuencia, hasta no recibir la respuesta que exigía. Recurriría a todos sus métodos. Los más inmaduros eran los que siempre funcionaban. 

 

- ¿Puedes decirme qué te sucede? – Siguiéndolo con paso firme por el departamento -

- Nada.

- Oh, Ruki. Por favor…

- No me sucede nada. Déjame pasar – le exigió seriamente al encontrárselo obstruyéndole el paso en el umbral de la puerta -

- Es por ese tema, ¿verdad? – Haciéndose a un lado -

- No lo sé… ¿Por qué es tan importante? – recitó las mismas palabras irónicas que habían salido de los labios del otro-

- ¿Y qué quieres saber? Ya te dije que no tiene importancia alguna. Por favor deja de comportarte como un niño.

-Como quieras.

 

Se encerró en su estudio. Sabía que el otro no insistiría para entrar, al conocer cómo era cuando deseaba estar solo. El castaño, por su parte, conocía perfectamente al mayor como para saber cuánto detestaba que se encerrara y lo ignorara. Continuaría comportándose como un perfecto inmaduro hasta que diera frutos. Por su salud mental, debía lograr sacar lo que fuera que Reita evidentemente quería esconderle.    

 

 

- Terachi Shinya, mucho gusto Nishimura san. Por favor, tome asiento - invitó tras presentarse con cortesía.

 

No se sentía muy confiado, y no se le ocurría como el chico frente a él podría ayudarlo. No parecía saber nada de la vida, era una persona muy joven aún. De todos modos, no esperaba que pudiese darle algo útil, solo estaba allí para comprobar que no lo necesitaba. Un par de sesiones, hasta que determinara que en realidad nada estaba fuera de lo ordinario. Se sentó en el cómodo sofá frente al sillón donde estaba el otro, en su lugar tras un escritorio. La oficina era un lugar relativamente acogedor, pero no se sentía cómodo de tener que discutir sus cosas con gente extraña…

 

- Dígame, ¿Qué lo trae por aquí, Nishimura san? - inquirió sacándolo de su ensimismamiento.

- ¿No habló con Daisuke? - le preguntó a su vez, provocando que el menor sonriera.

- Solo me dio una idea muy general - admitió.

- Entonces ya lo sabe - determinó.

- ¿Por qué no me lo dice usted? Parece disentir de la opinión de Andou san -

- … No necesito esto - comentó tras una pausa, sin mirarlo.

 

El moreno se había extrañado por un momento, que ventajoso sería poder decir el por qué de que todos pensaran que a él le hacía falta ese tipo de cosas, pero se había encontrado con que era en realidad muy difícil lograr que de sus labios pudiera escapar la frase. No lo había pensado, ni siquiera desde el día en que había ocurrido. Todos lo decían, todos lo repetían. Eran solo palabras, pero decirlo lo haría todo más real…

 

- Tal vez no lo necesite - apoyando su mentón en  su mano.

 

Kyo levantó la mirada.

 

- Claro, tal vez solo está perdiendo su tiempo. Y tal vez sus amigos también estén perdiendo energías en preocuparse por usted - decía con calma - Seguramente puede solo - empuñó sus manos, ¿de verdad tenía el derecho de decirle esas cosas? Era un insulto. Sin perder la calma, Shinya lo miró mejor - No lo sé, pero usted pierde tiempo tratando de convencerme… yo no creo que usted pueda solo…

- ¿Cómo podría estar seguro? No me conoce en lo absoluto - un poco molesto.

- Bueno… - se rio un poco por lo bajo - Primero, porque soy de los que creen que nadie es tan fuerte…  y segundo, porque creo que si no se aferrara tan fuerte a algo, - mirando su mano, y el anillo que Kyo no había dejado de usar - si no tuviera miedo de dejar de ocultar lo que podría sentir realmente, Nishimura san, usted no me rehuiría a la pregunta que lo trajo aquí en primer lugar… - sentándose mejor - No puedo ayudarlo si no me lo permite. Puede que no sepa nada de usted, pero conozco a Daisuke san, y se que no renunciará tan fácil -

 

Kaoru se sorprendió cuando la puerta del consultorio se abrió más pronto de lo esperado. Kyo salía de la oficina con un aire un poco fastidiado. No le sorprendía, había ido allí casi obligado, la idea de que alguien se metiera en su vida tras algo tan difícil era obvio que no le agradaría y probablemente había ido con todas las de pelear contra el pobre sujeto tras la puerta que no tenía culpa de nada. Se levantó, pero Kyo se acercó a la mesa donde estaba la secretaria.

 

- Quiero una hora para la próxima semana… -

 

Llevaba un buen tiempo encerrado ahí, pensando…Aunque al principio únicamente lo había hecho por orgulloso, estar solo en su estudio sí que le ayudaba. De todos modos, no había forma de evitar seguir dándole vueltas al tema, y prefería hacerlo en donde sabía no sería molestado. Podía sentir, en ese lugar, lo más cercano a la calma.

 

Alzó la vista al techo, preguntándose una vez más qué podía querer ocultarle el otro…

 

No había encendido la luz en el cuarto y la única luminosidad en él era la que se colaba por la ventana, amortiguada por la cortina. Sabía que se hacía tarde. Comenzaba a darle hambre y tendría que salir. Bufó y se levantó, asomándose por la puerta entreabierta.

 

No había rastro del mayor en ningún lugar. Ni luces ni el sonido del televisor. Caminó sigilosamente hasta la cocina, por alguna razón sin muchas ganas de encontrárselo. Lo halló bebiendo un café iluminado por la blanquecina luz de esa cálida habitación. No le dirigió una mirada.

 

Aún así, algo le llevó a acercarse y buscar su mirada.

 

- Es tarde… - ¿Por qué había dicho eso? -

- Hm… - asintió sin verlo -

 

Suspiró, buscando qué decir.

 

- ¿Quieres… algo de comer?

- No, gracias – habló con calma, casi inexpresivamente -

- Reita…

- Dime.  

- Estás molesto… - no fue una pregunta - Escucha, no debí ser así de… inmaduro. Pero es que no entiendo por qué tú-- - calló ¿Para qué comenzar otra vez? - Ya no insistiré… Pero no estés así, ¿sí? Lo siento…

- Ruki – por vez primera lo miró a los ojos, de forma grave - Lo que tú llevas… aquí - tocó su pecho suavemente -   pertenecía… a una mujer – soltó con dificultad - El chico que viste era su marido. Eso es lo que querías saber…

 

Luego de que hubieran abandonado el consultorio, Kaoru invitó al menor a tomar algo para que pudiera relajarse, a pesar de que había aceptado tener otra cita con el joven terapeuta, no podía hacer la vista gorda a la mirada algo molesta que había lucido al salir de la oficina.

 

- ¿Qué te pareció? -

- Mm.. sinceramente, creo que es muy joven… pero Dai no me dejará tranquilo si no lo veo de nuevo -

- ¿Sólo lo haces por él? - riendo.

- …Por un momento estuve a punto de decirlo… - dijo un poco más serio, revolviendo su taza de té.

- ¿El qué? - preguntó agudizando su mirada.

 

El moreno tan solo lo miró, aunque fuera un broma, aunque fuera fácil decirlo, no habría caído tan fácil en el truco de la pregunta. Simplemente sonrió de soslayo y llevó la taza a sus labios. Su amigo sonrió también, estaba seguro de que no lo hacía a propósito. Se debía sentir como un nudo en la garganta, como una alergia prácticamente psicosomática a las palabras que en su mente, sin embargo, rondaban tal vez más de una vez al día. Jamás podría saber que era lo que cruzaba por la cabeza del poeta frente a él, solo podía observar lo mal que le hacía ser tan secretivo. Todos tenían maneras diferentes de vivir las cosas, por supuesto… pero el chico frente a él no las estaba viviendo todavía.

 

- Oye, Kyo - le llamó.

- Dime -

- ¿Tenías que firmar un papel, cierto? - preguntó casualmente.

 

Recibió una mirada curiosa del menor, quien luego la bajó hasta la infusión.

 

- Si… - dijo de manera distraída -

- ¿Ellos también? -

- Si, ya lo firmaron.  Los conocí ese mismo día - un poco más rápido, pero también más molesto.

- ¿Qué estabas pensando? - preguntó suspirando.

- ¿Qué quieres decir con eso? -

 

No recibió respuesta, tampoco la necesitaba. Él tampoco tenía una para la pregunta ajena. Tal vez pensó que nadie aceptaría a nada como eso, pero había gente tan o más extraña como él que decidió conocer y agradecer a alguien que acababa de salvar a un ser queriendo, perdiendo uno propio. Apoyó mejor su espalda en el respaldo de la silla, resbalándose un poco hasta quedar algo recostado.

 

- De todos modos, hasta ahí quedó… - murmuró -  No hay razón para mantener un contacto - algo más duro, cerrando sus ojos y levantando sus hombros en un gesto desinteresado - Solo fue un descuido, tal vez. No tiene importancia -

- Tal vez - tomando un poco de su café.

 

-¿Y bien…?

 

No respondió. No sabía cómo pronunciarlo, por un momento se le había olvidado incluso pestañear. Tampoco sabía describir lo que había sentido al escuchar al rubio confesar aquello, eso que había esperado tanto oír, y que, sin embargo, jamás pensó podría ser algo por el estilo.

 

Aquel que había visto y cuya mirada triste era la fuente de su ansiedad, era quien había entregado de forma desinteresada lo que ahora lo mantenía vivo. Vivo… y fuera de ese hospital. ¿Qué podía pensar…? ¿Qué podía decir? ¿Podía acaso molestarse con Reita por habérselo escondido? ¿Qué habría hecho él en su lugar? No sabía si hubiese preferido saberlo o no. Ni siquiera estaba satisfecho. Esta noticia lo mantendría en vela incluso más que antes...

 

Negó con la cabeza, en una vaga señal al rubio de que sus sentidos no funcionaban al cien por ciento en ese momento.

 

- ¿Cómo… se llama? – logró formular, por alguna razón al borde de las lágrimas -

- Kyo… No recuerdo su apellido. Pero puedes averiguarlo, si quieres… - De todos modos, no sería posible retener al menor si este decidía hacerlo -

- Ah… - asintió -

 

Su garganta se oprimió. Ya no deseaba decir nada más, ni podría hacerlo aunque quisiera. Se refugió entre los brazos del mayor y su llanto comenzó a fluir, de forma reprimida. Era difícil llorar por una razón que desconocía casi en su totalidad. Sólo podía pensar en él y en sus ojos oscuros. Se sentía mal…terriblemente mal…portando una vida ajena, en cuya partida había dejado destrozada el alma de quien había decidido salvarlo a él, a quien no conocía y seguramente no deseaba conocer tampoco. Se sentía casi como un asesino.

 

- ¿Qué piensas?… - luego de un momento acariciando sistemáticamente su espalda, el más alto se atrevió a preguntar, al notarlo un poco más tranquilo. Intentaba reprimir su llanto inútil -

- No sé… - rió suavemente de sus pensamientos tortuosos -

- Lamento no habértelo dicho antes… Tienes todo el derecho a saberlo… tú más que nadie, más que yo, más que cualquiera.

- Reita… - se apartó sólo un poco - Dime… ¿Tú… qué pensarías en su lugar?

 

Seguramente el otro no esperaba esa pregunta. Por lo mismo, responderla era difícil y rió nerviosamente. Era una situación poco usual…

 

- Bueno… se me hace más fácil ponerme en el tuyo – lo miró de forma paternal - Por cómo te conozco… sé lo que estás pensando. Sientes como que le robaste algo… ¿verdad?

 

Bajó la mirada levemente avergonzado.

 

- Le quité a quien amaba.

- No, no es cierto… deja de pensar así – con cariño buscó su mirada - Era su voluntad… él decidió hacerle caso, hacer lo que ella hubiese deseado. Tú no le has hecho daño a nadie, Ruki, y estoy muy seguro de que Kyo, dentro de todo, siente un alivio…por poder regalar…vida…Esa vida... ¿No crees?

 

 

- ¿Estarás bien? - preguntó levantándose.

 

Era ya de noche, y desde hacía un rato que estaban descansando en la sala del departamento del menor. Kaoru se levantó, pero antes de siquiera mencionar que ya se iría, lo examinó minuciosamente con la mirada.

 

- ¿Uh? - levantó la vista hasta toparse con los ojos amables de su amigo y sonrió de lado - Si. Gracias por acompañarme - respondió.

- ¿Seguro? - apoyando una de sus manos en el cabello corto y oscuro del otro.

 

La apartó con suavidad, eran amigos de hace muchos  años por lo que existía una gran confianza entre ellos.

 

- Vete ya - dijo riéndose un poco - Lamento haberte retenido,  pero es tarde y todos tenemos trabajos -

- ¿Trabajo? - repitió - ¿No te tomaste unos días en la Universidad? - preguntó.

- El mundo no ha dejado de girar, Kaoru - tranquilamente, poniéndose de pie y dirigiéndose hacia la puerta a despedirlo.

 

Sabía que seguramente no le agradaba la idea, pero hiciera lo que hiciera, el moreno tenía el derecho de elegir, ¿no? Estaba bien ocuparse así, demasiado tiempo libre era malo, ya lo había dicho ya, comenzaba a pensar en cosas en las que realmente no quería detenerse a pensar. Volteó para verlo suspirar, pero el mayor sabía que era una batalla perdida tratar de que el joven se tomara los días que se negaba a necesitar, solo esperaba que, eventualmente, los tuviera.

 

- Haz lo que quieras - sonriendo y encogiéndose de hombros, saliendo de departamento. - Cuídate -

- Nos vemos - cerró la puerta, pero instantáneamente volvió a abrirla. - ¡Kao! - lo llamó antes de que se fuera.

- ¿Extrañándome ya? - asomándose por las puertas metálicas.

- ¿Puedes venir por mi mañana? Gracias - omitiendo la otra pregunta, y sin darle tiempo a contestar volvió a cerrar la puerta.

 

Al voltear, cayó en la cuenta de que volvía a estar solo en ese departamento. Tal vez lo mejor sería evitar esas cosas, pero no podía atar a nadie a permanecer a su lado haciéndole compañía todo el día… además, jamás había sido dependiente de nada. Tomó de la mesa de entrada los cigarrillos y el encendedor. Admitir que necesitaba a alguien en esos momentos no era algo que iba a permitirse… 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).