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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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Las cosas que nunca te dije.

 

 

Una mano impaciente barrió por completo los papeles que había en su escritorio y luego su espalda impactó contra la mesa.

Fugaku tomó su boca posesivamente, sin delicadeza, desbordando lujuria. Sus labios se mordían, se besaban, se acariciaban de la manera más desesperada y erótica de todas.

Las mismas manos jugaron con su pantalón, despojándolo de él, y abriéndole las piernas.

El infierno que ardía en su pecho colmaba su corazón y hacía correr fuego por sus venas de una forma que no era capaz de detener. Gimió con desespero cuando una lengua traviesa comenzó a delinearle la línea del cuello y la chaqueta de su uniforme fue retirada.

Era brutal, por no decir inhumana, la necesidad de hacer el amor que les invadía cada vez que se daban algún roce accidental o cuando conectaban las miradas. Que era prácticamente a cada momento.

—Fugaku —suspiró el Hokage tomando el cabello del Uchiha entre sus manos que no sabían qué hacer.

Minato sintió la tela del uniforme del moreno rozando contra su piel sensible y desnuda, causando una fricción que dolía y disfrutaba a un tiempo. Las manos de Fugaku continuaron acariciando sus caderas mientras su boca se ocupaba de sus pezones.

Cuando dejó escapar un gemido largo y sonoro, Minato sintió una sonrisa dibujada contra su corazón.

Este secreto y estos encuentros espontáneos constituían su mayor secreto. Uno solo de ellos dos.

Y les daba risa. Nadie parecía notar su comportamiento antes y después de. Ninguno de sus amigos o personas cercanas parecía darse cuenta. La situación era obvia para quien tuviera el coraje de observar con atención.

Los dos desaparecían o aparecían al mismo tiempo. Las miradas disimuladas, los toques bajo la mesa, las sonrisas furtivas… Siempre eran los últimos en salir al terminar una reunión.

¿Qué dirían los altos mandos si supieran que, nada más y nada menos, el Hokage mantenía una relación con el líder del clan Uchiha, la más grande amenaza que existía en ese momento?

Minato estaba muy seguro de que si entraba alguno de esos vejetes a su despacho en ese preciso instante, probablemente moriría de un infarto instantáneo. Y no quería evitarlo.

De parte de ambos, era un desafío hacer el amor justo en sus caras.

El rubio aruñó la blanca espalda, ya despojada de ropa, cuando sintió unos dedos prepararlo para lo que vendría.

—Minato —ronroneó Fugaku en su oído, abriéndose camino entre su calor.

Simplemente se abrazó al cuello del hombre que lo sostenía y se mordió los labios por el dolor.

Las caderas del Uchiha inmediatamente comenzaron un ritmo fuerte, duro, enterrándose en sus entrañas hasta el punto de tocar un lugar que hacía serpentear el cuerpo de Minato de puro placer.

Una y otra vez Fugaku tocaba ese maravilloso punto en su interior mientras le acunaba entre sus brazos. Su fino oído escuchaba los pequeños jadeos que salían de su boca, quizás inconscientemente.

Los ojos negros se cerraron cuando el dueño de estos apoyó la frente contra la suya y sus manos se afianzaron en la curva de sus caderas, presionando con firmeza, provocando marcas que durarían por lo menos una semana.

Los ojos azules de Minato continuaron viendo a su amado mientras todos los deseos, pensamientos, anhelos y ruegos se concentraban en Fugaku, que devastaba su mente de la forma más hermosa y apasionada que podía imaginar.

El moreno atacó sin tregua la boca que gritaba su nombre; arañó, exploró y tocó el cuerpo que se arqueaba solo para él. Parecía que su rubio se había olvidado de donde estaban y gemía con demasiado gusto.

Y es que Fugaku no solo estaba haciendo lo más impensable del mundo con uno de los mayores enemigos de su familia, sino que Minato había cometido traición hacia su villa entregándose en cuerpo y alma al hombre del linaje maldito.

Pero en ese segundo metafísico en el que el orgasmo los agarró con la guardia baja y les golpeó de una manera tal, que cuando repararon en él, se sintieron en el cielo… no les pudo importar menos. Lo único real era el otro ser que amaban hasta la locura.

Por unos segundos, todo fue nada. Un calor blanco y cegador estremeció cada parte de sus cuerpos, electricidad maniática nublando cada uno de sus sentidos.

Los labios de Fugaku se movieron sobre el cuello de Minato con gracia y serenidad mientras la euforia del clímax dejaba sus cuerpos relajados.

Cuando se miraron a los ojos, descubrieron las emociones que estaban a flor de piel debido a lo que acababan de hacer. Emociones que no decían en voz alta por miedo a romper el misterio del amor que se profesaban.

Fugaku intentó decir algo, pero Minato le calló dándole un beso que duró varios minutos, un beso con un deseo y unas ganas que si no fuera porque dentro un ratito tenía que asistir a una reunión, habría obligado al otro a que lo tomara nuevamente.

 

—Te veo más tarde —dijo Minato con un último piquito en medio de un pasillo oscuro.

—Hasta luego —respondió Fugaku relamiéndose los labios.

Ambos se fueron en direcciones contrarias con una sonrisa que nada ni nadie podría borrar.

 


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