Azar.
Felicidad—. Ver a Minato jugando con Itachi, Sasuke y Naruto por toda la casa, haciendo que las alegres risas hicieran eco en todas las paredes, llenaba su corazón de felicidad.
Inicio—. Siempre el inicio era hermoso. Los suspiros, el tomarse de las manos, esos besos que todavía pedían permiso, eran detalles que lo sumergían en el paraíso. Pero la caballerosidad del Uchiha a veces lo ponía al borde de la desesperación.
Confianza—. Tenerlo a su lado, al frente, cubriéndole las espaldas o donde sea que lo necesitara era muy reconfortante para Fugaku. Sobre todo cuando se enfrentaban a cientos de enemigos y solo ellos dos quedaban en pie.
Despertador—. Ambos coincidían en que odiaban el despertador, así que desde hace un tiempo que no tenían uno. Además, no hacía falta ahora que tenían unos peques que se levantaban con el sol a hacer travesuras.
Oscuridad—. Fugaku sabe que el rubio siempre se pregunta por qué hacen el amor en la penumbra pero aún no es capaz de decirle que se siente vulnerable cuando Minato lee sus sentimientos a plena luz del día.
Aire—. Minato amaba la Tierra, tenía sus cosas favoritas: los árboles, los animales, el chocolate… La excepción era el aire. Si iba a separarlo de los labios de Fugaku, estaba en primer lugar en la lista de cosas que odiaba.
Frío—. Le entraba un miedo irracional cada vez que Minato le miraba con ojos gélidos. Era peor que tener un kunai presionando su garganta. Mucho peor.
Marcas—. La primera vez que un amigo de Minato notó las marcas detrás de su cuello, se acercó a Fugaku lleno de ira infundada, preguntándole si había sido él quien las había hecho. El moreno simplemente respondió que eso le pasaba por acercarse demasiado al rubio. Estaban escondidas a los ojos de Minato, pero visibles a la peste que rondara peligrosamente cerca.
Impaciencia—. Minato se divierte mucho cuando Fugaku decide rodar sobre su espalda y ponerlo encima de su miembro cuando hacen el amor. Le fascina ver el rostro de Fugaku lleno de impaciencia cuando él lleva el ritmo.
Ternura—. Al llegar a casa pensó que era muy extraño encontrarla en silencio. Recorriéndola de punta a punta, terminó encontrando a su familia en la habitación principal. Se derritió de ternura al ver a todos sus hijos totalmente dormidos rodeando a Fugaku.
Negación—. No era su costumbre lucir un yukata, en realidad encontraba engorrosa y complicada esa manera de vestir. Tampoco le gustaba asistir a los festivales ni a lugares abarrotados de gente. Ni le gustaba comer ramen, ni pasear de noche… ¿Por qué no podía negarse cuando Minato le pedía algo?
Almuerzo—. Sus compañeros de trabajo eran molestos y entrometidos. Todos los días almorzaban con él, solo para curiosear y ver su bento. Decían que era injusto que él tuviera una linda esposa que le hiciera comida. Minato les dejaba hablar. Si tan solo conocieran las verdaderas habilidades culinarias de Fugaku…
Nuevo—. Llevó infinidad de días y discusiones encontrar una casa donde podrían vivir juntos y que les gustara a ambos, pero cuando por fin la encontraron no podrían haber estado más satisfechos de su nuevo hogar. Solo hacía falta bautizarla.