Poder.
—Repite lo que acabas de decir.
Minato miró a Fugaku midiéndolo con sus ojos como nunca antes. Las deliciosas curvas de los labios de su rubio estaban rígidas de ira.
—Me preguntaron quién de los dos lleva los pantalones.
—¿Y tú qué has respondido?
—No me digné a responder esa pregunta.
—Pero pensaste en una respuesta.
—Minato, por fav-
—¿Qué respuesta se te vino a la mente? Dices que no has contestado nada a la pregunta que te hicieron, pero sé que has pensado en algo. Si te hubieran obligado a dar una respuesta en ese momento, ¿qué hubieras dicho? Dilo.
—¿Realmente quieres que responda eso?
—Te escucho —el siseo de su voz acompañado de su cruce de brazos le decía que era una petición con toda seriedad.
—¿Qué pasa si digo que los pantalones los llevo yo? —dijo el Uchiha tentativamente.
—Te digo que eso no es cierto.
—¿Y si digo que los llevas tú?
—Te diría que eso tampoco es cierto.
—Exacto, por eso no tengo una respuesta. Tanto tú como yo llevamos las riendas de esta relación, a nadie más le importa, nadie más necesita saber.
Minato enarcó una ceja lenta y peligrosa.
—Sigues tan astuto como siempre, ¿verdad? —murmuró acercándose al otro.
—Gracias —susurró Fugaku dándole la bienvenida a la cercanía.
—Aunque seamos sinceros, cariño: puede tenerte cuando yo quiera, como yo quiera y donde yo quiera~
—¿Es eso una amenaza? Porque me gustaría verla en marcha…
Minato sonrió maliciosamente y con agilidad felina empujó a Fugaku contra la pared más cercana. Le cercó la cintura con ambas manos y se inclinó sobre él sin apartar su mirada ardorosa de los ojos negros. El Uchiha sintió escalofríos, similares a latigazos en su espalda. Como si un par de heladas arañas se hubieran dado a la tarea de salpicar su piel, tensando cada músculo que tocaban, haciendo que se pegara al cuerpo de su rubio.
El rostro de Minato se veía cada vez más cerca y un segundo antes de que sus labios se rozaran, cerró los ojos.
Los labios que se acariciaban contra los suyos siempre eran suaves, se sentían idílicos, cálidos y su sabor era maravilloso. Sintió que algo presionaba de repente. Separó los labios para recibirlo, y antes de poder procesarlo, tenía la lengua del otro dentro, bailando contra la suya, logrando que viera fuegos artificiales bajo los párpados cerrados. Aflojó el cuerpo entre los brazos de Minato y ladeó la cabeza, completamente a merced del beso.
Fugaku se notó respirando dificultosamente dentro de aquel beso, donde su dulce Minato acariciaba descaradamente el interior de su boca, adueñándose de cada uno de sus suspiros con una fuerza y una pasión devoradora. Minato capturó su lengua y se la succionó, igual si fuera un caramelo, acariciándola por debajo y luego chupándosela un poquito en la punta. Minato nunca antes había hecho eso. Fue ahí cuando su cuerpo lo traicionó.
Mientras su rubio seguía enloqueciéndolo con esa sensación tan placentera y demencial, el moreno llevó las manos a los costados del ojiazul, apresando aquella cintura esbelta y flexible. Invirtiendo la posición, atrapó al otro contra la pared, se hizo un lugar entre sus piernas y comenzó un vaivén cada vez menos inocente, donde sus sexos se presionaban y frotaban con un deseo profundo, con una alegría feroz.
Minato tomó con ambas manos el rostro del Uchiha y le dio un último beso que le arrebató todo el aire, todavía completamente pegado a él. Liberó su boca, mas no su rostro, mirándole depredador y absoluto.
—¿Me quieres, Fugaku? —inquirió con risa cristalina y contagiosa, con las mejillas exquisitamente arreboladas.
—Sí.
—¿Qué tanto me quieres?
—Tanto como… —el aire quemaba en su garganta—… como para hacerte el amor contra esta misma pared.
—Esta es nuestra casa y estamos solos… ¿qué esperas?
Fugaku respondió a su pregunta volviéndolo a besar con brío renovado.