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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

La idea #5

 

Apareces Tú

>>: Por Stig Al-sayf e ItaDei_SasuNaru fan :<<

 

 

Minato llega a casa un día y no espera gran cosa, después de todo, había quedado con Fugaku que ese día –por culpa de tanto trabajo– no podían celebrar su aniversario y habían acordado celebrarlo el fin de semana, lo cual era en simples palabras una putada. Porque en un día como aquel hace ya unos seis años se habían conocido; no de la mejor forma, ninguno estuvo muy contento de trabajar en equipo pero un quince por ciento era un maldito quince por ciento.

 

—Los juegos de rol son estúpidos —había dicho Fugaku mientras terminaban una presentación para el día siguiente ya que tenían una exposición.

—Pues llorar por el final de una serie es aún más estúpido.

Ambos estaban al límite, fuera por estrés o quien sabe, pero dichas esas palabras (un ferviente jugador de rol y un ferviente seguidor de las series sobrenaturales, de detectives u otras), se fueron a los puños.

 

Pero ya había paso bastante tiempo desde que aquella pelea. Varias discusiones llevaron a invitaciones a tomar café, a cenas y a una relación que pese a todo seguía en pie, por mucho que la rutina quisiera imponerse entre ellos.

O al menos eso pensaba Minato cuando buscó por toda la casa al Uchiha y no le encontró. Por mucho que le llamó nadie respondió, su celular tampoco fue de gran ayuda porque se iba directo al buzón de voz.

Una sensación pesada se apoderó de Minato, Fugaku no desaparecía de tal forma. Para cuando llegó al último lugar que no había revisado –su cuarto–, los pies por poco no le respondieron.

Había una carta junto con un anillo –un anillo de compromiso, de una vida juntos, de un amor eterno– en la cama.

Minato pasó varios minutos a la deriva, con los ojos fijos en la sortija. Para cuando reunió el valor de leer la carta, las palabras que había en ella le dejaron paralizado:

 

«Feliz aniversario o eso creo.
No sé tú pero me cansé de tanta rutina y trabajo… Se supone que hoy teníamos que celebrar algo muy importante y solo decidimos aplazarlo.
No me gustó esa decisión. Por lo tanto, Minato…

Se me hace hasta difícil escribirlo. Creo que nunca sería capaz de decirte esto personalmente. Anda, llámame cobarde pero…

En motivo de nuestro aniversario, llamé a tus antiguos colegas del Rol y dado que te gusta tanto ‘El Señor de los Anillos’ y que nunca pudiste hacer una recreación en la universidad, pues te estamos esperando en el parque (ese que está bajando la calle) para hacer el juego de rol más espectacular y, ¿sabes?

Solo nos hace falta el portador del anillo, el que lo llevará hasta Mordor.
Yo seré lo que tú quieras; tu señor oscuro, Mago, enano y solo si lo deseas.

Seré aquel que sigue pensando que los juegos de rol son estúpidos pero que teniendo a un rubio tan sexy como tú de protagonista, vale la pena hacer uno para celebrar el día en que nos conocimos.

Ahora puedes hacer dos cosas: cuidar ese anillo con tu vida pues eres el elegido y quemar esta carta.
Mira que aceptar hacer un juego de rol… mmm… sigue siendo estúpido.
Pese a todo, te amo.»

 

Minato no pudo contener las lágrimas, Fugaku nunca haría algo semejante por otra persona y él no podía sentirse más especial en aquel día tan importante, tan único en su especialidad.

No había que perder ni un segundo. Fue a guardar la carta en un lugar seguro y querido a su corazón, para que el Uchiha jamás atentara contra aquella muestra de romance descomunal. Luego se dirigió a tomar el anillo, sosteniéndolo fuertemente en la mano y salió de su casa en una carrera apasionada hacia el parque.

El aro se sentía caliente contra su palma, como si fuera la metáfora de Tolkien haciéndose realidad: Minato sentía un irresistible deseo de poseerlo, de portarlo, de saber que era suyo y solamente suyo, tanto el objeto como su significado.

Llegó a su destino y reconoció a sus antiguos colegas del Rol aun en la penumbra de la tarde. Ellos le llamaron con voces extravagantes y jalaron a Fugaku al frente y al centro, para que saliera a su encuentro. No hicieron falta las risas amenas y estruendosas por parte de los muchachos, ni un par de silbidos coquetos y alegres, junto a los besos lanzados al aire.

Minato traía la respiración agitada por el trote pero se apresuró un poco más. Cuando por fin estuvo uno frente al otro y cruzaron las miradas, Minato sostuvo el anillo mientras sonreía con demasiadas emociones a la vez y se quedaba expectante.

Fugaku carraspeó, sonrojado hasta las orejas y mirándolo a los ojos.

—Debería ponértelo —dijo bajito, solo para que el otro lo escuchara.

—Sí, deberías —respondió Minato, con una de esas sonrisas que opacan al sol.

—¿Me arrodillo o…? —dice, empezando a ponerse nervioso de verdad debido la insistencia de la animada audiencia.

—No sé, como tú quieras~

Minato escuchó a sus amigos cantando “Can You Feel The Love Tonight” en el fondo pero no se podía reír, o a Fugaku le daba un soponcio. Un par de personas en el parque también parecían haberse dado cuenta de lo que sucedía y querían ver el desenlace.

Fugaku agarró el anillo y tomando la mano izquierda de Minato entre las suyas –un poco temblorosas–, deslizó la sortija por su dedo, que encajó a la perfección. El Uchiha llevó a la mano a sus labios y besó aquella promesa.

—No te hagas esperanzas, sigo pensando que los juegos de rol son es- ¡Mph!

Minato lo calló robándole el aliento con un beso espacial, espacial porque Fugaku sabía que no había ni habrá cosa igual en todo el planeta. Un beso con un ritmo tan despacio que aceleraba sus corazones en un galope liberal, porque lo tenía atrapado con solo una caricia.

—¿No pensaste que podría decir que no? —preguntó uno afirmando cada palabra con un beso.

—Ni por un segundo.

—Bien hecho.

Detuvieron las caricias, que iban tornándose más frenéticas y más íntimas, porque había niños en el parque y porque había que llevar a cabo un juego de rol de lo más espectacular.

Ambos sabían que más tarde no se darían besos de buenas noches… sería noche tras noche de buenos besos.

Por el momento, a Fugaku se le podía ver contemplando a los fanáticos guerreros de la Tierra Media, batallando con furor y con poca elegancia. Sonreía cada vez que Minato lo miraba.

—¿Ve a ese que mató a Saruman? Ese es mi pareja —le decía a los espectadores, en especial a una ancianita entusiasta que estaba a su lado—. Sí, no es como en los libros, pero por mí puede matar a todos.

Algunas fechas son imposibles de olvidar.

 

Notas finales:

Me alegro cuando apareces, porque todo se vuelve mejor y extrañarte ya no duele, porque le pones principio a lo que yo creía fin. Desde entonces sólo sueño contigo porque ahí apareces tú.


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