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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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  Autobús

 

 

Fugaku no estaba acostumbrado a llevar los audífonos puestos para oír música en la calle. Se desconectaba del mundo con extrema facilidad al escuchar música, ocasionando que le pasaran un par vergonzosos accidentes mientras iba en el bus o caminando al trabajo. Pero ese día decidió hacer una excepción porque era lunes, era una mañana calurosa e iba incómodo bajo el traje y la corbata.

El autobús se llenaba de pasajeros en cada parada, el bullicio y la cercanía humana lo asfixiaban. Un hombre de pelo blanco le pidió permiso para sentarse a su lado, Fugaku le ofreció el asiento junto a la ventana. Él se sentó a la orilla, encendió su reproductor de música, tomó los audífonos, escogió una canción y cerró los ojos. Transcurrieron unos minutos de relativa calma, hasta que el conductor hizo un viraje brusco en una calle y el peso de una persona cayó sobre su regazo.

El Uchiha pegó un pequeño brinco por la sorpresa, abrió los ojos y los audífonos cayeron descuidados en sus hombros. Miró con asombro al hombre sobre sus piernas, que estaba disculpándose frenéticamente mientras trataba de erguirse. Fugaku lo ayudó a ponerse de pie.

—Por Dios, que pena. Lo siento mucho, pero es que no queda mucho espacio donde pararse. Realmente lo lamento, creo que arruiné su traje.

—No se preocupe —dijo el moreno con voz suave.

Iba a colocarse los audífonos para seguir en lo suyo cuando escuchó una risita mal disimulada, proveniente del peliblanco que iba a su lado. Lo miró de reojo y el tipo rápidamente se concentró en el paisaje que se veía por la ventana.

Fugaku se resignó a su suerte y guardó el reproductor. Ningún otro pasajero pareció darle importancia al incidente así que volvió a cerrar los ojos, relajándose. El peliblanco comenzó a tararear una canción. El viaje continuó sin problemas por cinco minutos más, hasta que el bus dio vuelta por una esquina. El viraje fue tan violento y tan inesperado, que los pasajeros de pie colisionaron unos con otros provocando un efecto dominó.

El hombre que había intentado por todos los medios no perder el equilibrio, volvió a caer sobre el regazo de Fugaku debido a la marea de gente. El Uchiha maldijo al conductor y al idiota que diseñó las calles. El peliblanco volvió a ahogar un par de risas sin éxito, y fue el otro quien le lanzó una mirada amenazante.

Otra vez, Fugaku iba a ayudarle a ponerse de pie pero las personas que se subían en cada parada, junto a los que estaban desesperados por salir, hacían inútiles todos los esfuerzos. Los pasajeros se apretujaban unos con otros, quitándole la posibilidad al hombre de pararse. Sin embargo, el moreno agradeció sus intentos con una pequeña sonrisa que lo hizo desistir.

Por otro lado, el peliblanco iba casi ahogándose de la risa.

«¿Qué es tan gracioso, imbécil?», pensó Fugaku con intenciones claras de golpearlo, pero una voz –demasiado cerca– lo interrumpió.

—Lo siento muchísimo —volvió a disculparse el extraño sobre sus piernas.

Fue entonces cuando Fugaku realmente miró su rostro. Le rehuyó a sus ojos un segundo después.

—No ha sido su culpa —respondió, un poco cortante pero sin querer.

Pretender que no tenía a alguien cómodamente instalado en su regazo no era sencillo, mucho menos cuando se trataba de un rubio tan atractivo, al que asaltaba un sonrojo de lo más deleitable cuando el autobús giraba por las esquinas y se apretaba contra el pecho del moreno. El cabello del otro rozaba su mejilla en cada una de esas vueltas y Fugaku no podía contener un escalofrío. Olía a frescura y a algo dulce que desbarataba el pensamiento.

El conductor iba disfrutando de lo lindo, atravesando deliberadamente una de las zonas de la ciudad que estaban en reconstrucción, por lo que daba más giros de lo normal. El extraño se aferró a su hombro en más de una ocasión para no resbalar. La otra mano se agarraba del asiento. Fugaku podía sentir perfectamente el cuerpo del rubio que no paraba de moverse sobre su…

—Espero que no le moleste, necesito sujetarme de algo.

—Está bien.

El peliblanco estaba poniéndose colorado por culpa de las carcajadas contenidas. Faltaban casi veinte minutos hasta su próxima parada y él iba a desintegrarse en el aire en cualquier momento.

Fugaku se planteó la posibilidad de dejar de funcionar cuando sus manos fueron a parar a la cintura del rubio para sostenerlo, debido al salto que pegó la parte trasera del bus al pasar por encima de un túmulo. El extraño estuvo a punto de caerse y él actuó por puro reflejo y nada más.

El moreno ya no sabía qué hacer. Iba a entrar en un estado de pánico interno porque su parada iba acercándose y el extraño no parecía tener intenciones de levantarse. Abrió la boca para decir algo, pero sus palabras murieron en su garganta cuando las manos del rubio se apoyaron en sus hombros y se levantó con cuidado. En un instante, su regazo estuvo vacío.

—Por favor, le ruego que me disculpe —fue lo último que Fugaku le escuchó decir.

El misterioso y avergonzado rubio caminó hacia la puerta, para bajarse en la próxima parada.

—¡Hasta luego, Mina-chan~! —dijo el peliblanco como despedida cuando lo vio salir del bus.

Genial, se conocían. Ahora Fugaku sospechaba que podrían haberse estado burlando de él. Aunque ese lindo carmín que estuvo presente durante casi todo el camino en su rostro no podría haber sido fingido… ¿o sí? Quería creer que era de verdad. Después de todo, aquel era un rubio precioso. Sin mencionar que sería humillante haberse sentido tan inquieto por una simple broma.

Fugaku iba rezándole y pidiéndole a cualquier ente espiritual que el peliblanco se marchara pronto, para dejar de pensar en él (o en su amigo) y no volver a verlos. Por ir pensando en esto, no vio al tipo escribiendo un par de cosas en una pequeña nota. El bus volvió a detenerse y el peliblanco se paró del asiento y puso firmemente el dichoso papel en una mano de Fugaku, pillándolo por sorpresa. Estaba escrito un número de teléfono.

—Se llama Minato, Minato Namikaze —dijo con un guiño y un pulgar en alto—. Y por cierto, yo soy Jiraiya. Recuerda mi nombre porque me lo agradecerás.

Y finalmente, también desapareció de su vista.

Fugaku se quedó patidifuso mirando el número escrito sobre el trozo de papel. Pasó una mano por su rostro.

¡Qué manera de conseguir una cita!

 

Notas finales:

 
“Suéñame, que me hace falta.”
 


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