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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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Querer.

Se desea lo que se sabe que no va a durar.

Se quiere lo que es eterno.

 

Nunca pensó que hacer una doble ronda en medio de la noche le traería tantos problemas.

Estaba revisando la zona norte de la aldea por su cuenta, tratando de retrasar el momento en que debía llegar a casa, pensando en que seguramente Mikoto estaría dormida. Aún no tenían hijos así que probablemente no estaba despierta.

Saltando en las copas de los árboles mientras agradecía al viento que silbaba en sus oídos y a la calma de la noche que se cernía sobre el mundo como un manto silencioso, reparó en dos sombras que se movían rápidamente en la penumbra, con rumbo a la mansión del Hokage.

Por precaución y porque su instinto se lo pedía, los siguió. Cuando el par se detuvo en la entrada y comenzó a ascender la escalera de caracol que rodeaba la pared, él se encontraba justo a sus espaldas. Guardó una distancia prudente y se dispuso a oír.

 

—¿Ya escuchaste? —dijo uno en susurros.

—¿El qué?

—Dicen que el Hokage no aguanta el alcohol, con varias copas se pone dócil como un corderito.

—¿Qué estás pensando? —musitó el otro en un tono nervioso.

—Tú sabes lo que estoy pensando.

—Pero…

—¿Qué?, ¿te entró miedo?

—Estás loco, te matará cuando se entere.

—Tú también estás en esto.

—¡No creí que estuvieras planeando semejante cosa cuando lo invitaste a beber!

—Baja la voz, estúpido. Además, aunque se entere, estaría demasiado avergonzado como para denunciarlo así que no te preocupes y solo-

El tipo se detuvo en seco cuando vio un par de profundos orbes color rojo detrás de su compañero.

El odio que transmitían era inhumano, lo suficiente como para congelar la sangre dentro de las venas. Eran un espectáculo terrible de oscuridad y destrucción.

—Se creen muy valientes, ¿no? —dijo el recién llegado con suavidad peligrosa.

Ambos quedaron paralizados en su sitio. Dios sabría si era por el doujutsu del Sharingan o por el miedo que había embotado sus cerebros.

—Si se atreven a ponerle un dedo encima… los mataré.

 

 

Por fin había terminado de leer, las páginas gruesas y llenas de polvo habían sido sus mejores amigos desde mucho tiempo atrás. Aún tenía su olor a sabiduría en las manos.

Minato estaba poniendo algunos libros en las estanterías cuando escuchó que alguien abría y cerraba la puerta de la estancia. A pesar de saber de quién se trataba, dejó que la sorpresa lo invadiera.

—No esperaba verte hoy, el informe me lo debías entregar hasta mañana Fugaku.

El susodicho no respondió y se apoyó en una pared aledaña, mirando el suelo con fijeza.

—¿Tenías la noche ocupada?

—Bueno, unos ninjas me invitaron a beber cuando regresaron de su misión, pero lo cancelaron de repente y se disculparon mucho… ¿por qué?

—Nada, solo preguntaba.

Minato lo miró largamente mientras se cruzaba de brazos pero él fingió que no se daba cuenta.

—¿Pasa algo? —preguntó a modo de insistencia. El Hokage sabía que le sucedía algo.

—Solo un pequeño consejo —contestó el Uchiha a medida que acortaba la distancia entre ellos—. Sé más cuidadoso, rubio tonto.

—¿De qué estás hablando?

Minato se mantuvo firme a pesar de que tenía el rostro de Fugaku a escasos centímetros de separación.

—Esos subordinados tuyos, ¿sabes lo que planeaban? Querían violarte. No te preocupes, no les he matado todavía, aunque estuve a punto de hacerlo.

Fugaku notó como Minato daba un par de pasos hacia atrás.

—¿Estás seguro?

—Completamente.

En ese momento, el corazón del Uchiha se aceleró por la adrenalina que corrió por su cuerpo que ya era presa del  pánico.

Todo el ser y la presencia de Minato había cambiado radicalmente en cuestión de segundos, pero lo más notable eran sus ojos que se habían endurecido y rasgado hasta parecer dos rendijas.

Lentamente, sus puños se iban cerrando en una muestra de ira controlada.

Lo más escalofriante no era el ninja en sí, si no lo que hacía a su alrededor. Era eso lo que provocaba la perturbación en todos los que se enfrentaban al Rayo Amarillo. Ver de primera mano la fuerza que poseía tanto en su cuerpo como en su mente.

Las libreras comenzaron a estremecerse, haciendo que la madera crujiera con dolor. Algunos libros cayeron, desparramando sus páginas sobre el suelo. El piso bajo sus pies parecía temblar como una hoja al viento y las paredes se agrietaron con la fragilidad del papel.

—¿Qué has hecho? —inquirió el Hokage fríamente.

—Les he dado una pequeña advertencia, nada más.

—¿Por qué no dejaste que me encargara de ellos? Les habría enseñado una lección.

—Planeaban emborracharte.

—¿Ah sí? Pues creo que has cometido el mismo error que ellos, Uchiha… Subestimarme.

—Estás desperdiciando chakra —dijo Fugaku con la intención de apaciguarlo.

—¿Tienes miedo? ¡Eso significa que ahora comprendes! ¡¿Realmente creíste que un poco de sake podría derrotarme?! ¡¿A mí?!

Minato le dio la espalda mientras un rugido azotaba por última vez la habitación.

Luego todo se quedó quieto.

El rubio enterró el rostro entre las manos y Fugaku percibió sus hombros temblorosos. Estaba llorando. El moreno dio unos pasos hacia él pero inmediatamente escuchó:

—Si llegas a tocarme, te romperé el brazo.

Lo próximo que Minato supo es que Fugaku lo apretaba contra su pecho.

—Nunca te he obedecido y sería un desperdicio empezar a hacerlo.

—Uchiha idiota —dijo el rubio con voz amortiguada contra los latidos de su corazón—. ¿Por qué lo has hecho…? ¿Acaso no confías en mí?

Fugaku se asombró al escuchar a Minato, pues no había pensado en eso cuando detuvo a aquel par de libidinosos.

—Confío en ti, es solo que no soportaría compartirte con alguien más.

Minato se abrazó a él con más fuerza al acordarse de Kushina y Fugaku no pudo hacer nada para hacer que el otro dejara de sentirse tan culpable.

El Uchiha sonrió con amargura, pero permitió que su cuerpo se relajara cuando puso un beso en los cabellos rubios y meció con ternura el cuerpo prisionero de sus brazos.

 

El Uchiha nunca se lo ha dicho a nadie pero siempre lo ha pensado.

Porque Fugaku tiene un deseo de posesión exclusiva.

Tiene miedo de que Minato lo odie si se entera. Por eso no se lo ha dicho a nadie.

Quiere encerrar a Minato, no dejar que ninguna otra persona lo mire y hacerlo suyo para siempre.

 

Notas finales:

"Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, 
que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 
y aunque no hubiera infierno, te temiera."

(Anónimo)


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