Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

How To Save A Life por Sabaku No Ferchis

[Reviews - 140]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡HOLA! 

No me voy a echar excusas de nuevo, porque me excedí de los seis meses xD 

En fin, también me esforcé mucho por traer la continuación de esta historia en el cumpleaños de Sasuke. Hubo un momento de bloqueo terrible, pero seguí adelante porque le tengo mucho cariño a este fanfic que ha documentado mi evolución como escritora desde el 2013 (¡¡OMGGG SON 8 AÑOS Y AUN NO PUEDO TERMINAR!!). 

Así que muchas gracias a toda la gente que ha leído y comentado. Ustedes me han motivado mucho a continuar. En especial, quiero agradecer a: 

Thalis: Por expresarme su apoyo, por compartir el amor a la pareja y por haberme pasado ese SasuGaa tan hermoso que me sacó suspiros. 

Sky d: Por haber leído y comentado mis fanfics SasuGaa y preocuparse por la continuación de esta historia :3 ¡MUCHAS GRACIAS! Pensé que no terminaría el capítulo a tiempo, pero tu review de hace dos días me motivó a hacerlo <3 

Mary-sempai: ¡Por último, pero no menos importante! Porque sempai me ayudó a salir del bloqueo y darle rumbo :3 Sempai es genial.

Sin más, les dejo con el capítulo. 

 

[CAPÍTULO 23]

When love comes 

 

When love comes, honey, take it.

Only one in a hundred make it

 

Interpol – My blue supreme

 

Cuando los ojos de Sasuke se clavaron en aquel niño, su corazón se detuvo por un segundo y fue como si todo el peso del mundo azotara sobre él. Respirar ahora era igual que haberse quedado sin oxígeno en el espacio exterior.

Desde el regazo de la rubia, el niño le devolvía una mirada adormilada. Sus ojos, grandes e infantiles, reflejaban la misma laguna aguamarina encerrada en el iris de Gaara.

Sasuke dio un paso hacia delate y el taheño se echó para atrás, frunciendo el ceño como un gato huraño.

—Vete, Uchiha—sus palabras frígidas fueron un recuerdo de todas aquellas veces que rechazó al moreno, cuando eran dos adolescentes de instituto—. Ya.

Gaara hacía un esfuerzo enorme por contenerse. Estaba pálido, su manzana de Adán retenía el nudo en su garganta y él apretaba los puños con fuerza, cual presa indefensa en su último arranque de valentía.

Sasuke sintió una punzada ante aquella imagen. ¿Tanto daño le hacía tenerlo cerca?

La rubia de ojos esmeralda sujetó el brazo del taheño con cuidado.

—Tranquilo, hermanito—su tono de voz reflejaba preocupación y cariño—. ¿Por qué no pasan a la casa para…

—No, Temari—cortó Gaara severamente.

Ella lanzó un suspiro, dedicándole a Sasuke una disculpa muda. Luego, puso su atención en el niño entre sus brazos.

—Vamos, Natsu-chan. Gaara necesita hablar a solas con el caballero. Te prepararé algo caliente antes de que vayas a dormir.

Cuando ella desapareció con el pequeño tras la puerta de la casa, Gaara sintió que parte de su escudo le fue arrebatado. Le costaba horrores contenerse ante la mirada del Uchiha. Tenía la humedad de las lágrimas acumulada en sus ojos y el corazón le golpeaba el pecho terriblemente.

Ya no tenía caso continuar con la farsa de que eran dos extraños, y que no formaban una parte importante del pasado del otro. Ambos conocían a la persona que tenían enfrente; sin embargo, su mente estaba en blanco. ¿Qué debería decirle, después de tanto tiempo?

Natsu, todo lo que pasó aquella noche... ¡Oh, la cara que pondría Sasuke y su familia! Gaara sabía que su simple existencia no era el único error: Él también era un asesino.

El constante canto de los grillos entre los arbustos fue, durante unos segundos, lo único que perturbó el silencio.

—Creo que he sido muy claro contigo, Uchiha. No tienes nada que hacer aquí—aquello fue solo una parte del susurro constante dentro de su cabeza: “No está bien que estés aquí. No está bien que sigas amándome”. Hacerse esa idea era como enterrarse una daga en el corazón, sí, pero al final era lo mejor que Sasuke podía haber—. Será mejor que te vayas. Lamento decirte que tu búsqueda fue una total pérdida de tiempo.

El Uchiha exhaló. Parecía esperar esa reacción del taheño. Abrió la boca, su voz salió entrecortada y excesivamente controlada.

—¿Es lo único que sabes decir? —La pregunta tembló en su garganta. Apretó los puños, buscando las palabras adecuadas. Gaara, por otro lado, lucía ecuánime, aunque su mirada era furibunda—. La última vez que nos vimos me prometiste que siempre estaríamos juntos, y de repente te esfumaste—carraspeó. Iba recuperando la compostura a medida que se acercaba al otro—. Siempre me pregunté por qué te fuiste. ¿Hice algo para alejarte de mí… para que no me confiaras lo que te estaba pasando?

No hubo respuesta. En algún momento, alguien había convertido a Gaara en una estatua. El afligido rostro petrificado por toda la eternidad.

—Todo lo que pasó ese día… los policías, Deidara…—Sasuke infló el estómago, listo para soltar la bomba—, todo estaba relacionado contigo, ¿verdad?

Gaara tragó saliva. El tono en la voz del moreno, afligido y melancólico, logró abrir viejas heridas en su corazón, dándole la certeza de que en cualquier momento flaquearía y apartaría la mirada del Uchiha, antes de que el mar acumulado en sus ojos se desbordara por completo. Sin embargo, tantos años reprimiendo sus emociones le permitieron mantenerse firme y seguir encarando al otro un poco más. No sabía cuánto dudaría su escudo.

—Qué perspicaz eres—masculló.

Sasuke aguardó un instante. El cinismo de Gaara le provocó una mueca de impotencia. Se la ponía difícil, como siempre.

—Bien—cedió—. Carajo, está bien. No es necesario que me expliques nada de lo que sucedió. No te pediré razones—Inhaló hondo. Por primera vez desde su reencuentro, sus ojos se cargaron con una determinación que los hizo lucir intimidantes—. Solo quiero que me respondas una cosa, Gaara… —una pausa. Gracias a la luz de la luna, Sasuke pudo ver palidecer el rostro del muchacho—: ¿Ese niño es nuestro hijo?

Al lanzar la pregunta, el corazón de Sasuke latió dolorosamente. ¿Qué haría con la respuesta? Lo cierto es que nunca se detuvo a analizarlo. Había ocupado tanto tiempo, tantos recursos para encontrar a Gaara y a su hijo que, ahora que los tenía en frente, no sabía qué hacer.

Ni siquiera era capaz de retener al taheño, que le dio la espalda con la intención de entrar a la casa.

—No tengo que responderte nada.

Sasuke reaccionó tan rápido como pudo. No quería que Gaara volviera a desvanecerse entre sus manos como granos de arena desparramándose. Se lanzó hacia el joven y lo sostuvo de la muñeca con firmeza.

—¿Puedes pensar en mí al menos un instante?

 —¿Pensar en ti? —Repitió Gaara, encarándolo. Sasuke vio su mirada totalmente quebrada y fúrica. Por un segundo, temió que el color de sus irises se tornara amarillo, pero el tono aguamarina permaneció, con un montón de finos hilos rojos en la parte blanca del ojo—. Tú mismo ocúpate de ti, Sasuke. ¿Por qué necesito darte explicaciones?

» Lo único que tienes que saber es que me fui, y no necesito… no necesitamos esto —su voz se quebró por un momento. El otro tensó los labios, la mano que sostenía la muñeca de Gaara perdió fuerza —. Solo vete. Ten una buena vida y déjame vivir la mía, ¿de acuerdo?

“¿No puedes verlo? ¿No comprendes que estarás mejor si no te involucras conmigo?”

¿Era tan difícil decirle la verdad? ¿Por qué no podía deshacerse de su amor?

“Al menos, si tú lo consigues, serás feliz”.

El moreno lo miraba con rostro afligido, impotente. Gaara no lo soportó y se soltó del agarre con brusquedad, igual que si estuviera tocando fuego.

Tragó saliva. No le quedaba mucha voluntad, las lágrimas temblaban en el rabillo de sus ojos, su escudo estaba quebrándose.

En realidad, no tenía tanto miedo a liberar a Shukaku como a exponerse a sí mismo, frente a Sasuke. Era terror a todas las cosas que había hecho, todo lo que implicaba para el moreno haberse relacionado con él.

Quizá, también estaba siendo egoísta, pues el amor que todavía latía dentro de él se quebraría, junto su corazón y su alma, si Sasuke llegaba a verlo con asco.

No quería estar frente a él ni un momento más.

—No quiero—la súplica del moreno llegó a sus oídos solo para acrecentar su agonía—. No quiero que esto termine.

Los ojos de Gaara se clavaron una última vez sobre el Uchiha. Nadie podría adivinar que estaba destrozado por dentro.

—Hace tiempo que se acabó.                

Sasuke parpadeó, sintiendo nuevamente el peso del mundo sobre sus hombros. Estaba arrastrándolo a un abismo.

Para cuando se dio cuenta, Gaara había entrado a la casa. El canto de los grillos era lo único que perturbaba la tranquilidad de la noche.

 

 

Temari contempló la figura del moreno antes de atravesar el umbral de la puerta. Él estaba sentado sobre la orilla de la banqueta, de espaldas a la casa. Sus hombros caídos y la espalda encorvada daban la impresión de que estaba sujetándose el rostro con las manos, en un intento por calmar su miseria.

Al principio, ella obedeció a su hermano e intentó ignorar al joven, creyendo que no tardaría en desistir y marcharse luego de los primeros veinte minutos. Sin embargo, Sasuke había permanecido en esa posición por más de una hora.

La chica suspiró y salió de la casa. Cuando el moreno escuchó el ruido de la puerta, reaccionó como un resorte y se giró en su dirección. Ella sonrió ladina, aunque con un pinchazo de ternura interno, al ver que la expresión del Uchiha se decepcionaba de verla a ella y no a su pelirrojo hermano.

—¿Piensa quedarse aquí toda la noche, Uchiha-san? —preguntó Temari. Todo lo que recibió fue un gesto alicaído. Parecía que el chico se resistiría si intentaban echarlo. Ella, en cambio, le extendió la taza de té que llevaba consigo—. Tenga, le gustará tomar algo caliente. Está haciendo frío.

Sasuke entrecerró los ojos por un momento. Al final, aceptó el ofrecimiento de la chica.

—Gracias—Él intentó hacer una sonrisa de agradecimiento, aunque solo logró que le temblaran las comisuras de los labios.

Luego, se quedó estático, cual mascota esperando la instrucción de su amo. Aquello era sorprendente (pensó la rubia), sobre todo viniendo de alguien que aparentaba carácter tan fuerte.

—Usted es…—Sasuke dejó la oración a la deriva.

—La hermana de Gaara—completó ella, cruzándose de brazos. Sus ojos eran dos esmeraldas que no dejaban de inspeccionar, con disimulo, al pelinegro—: Sabaku no Temari.

—Uchiha Sasuke—se presentó él.

¿Era idea suya, o ese muchacho en verdad parecía un cachorro regañado?

—Sí, he oído hablar de usted—A través de la intriga en los ojos del otro, Temari notó una pequeña chispa de esperanza. “Oh, está suponiendo que Gaara me habló mucho sobre él”, pensó con ternura. Sin embargo, mantuvo una expresión estoica. Debía ser sincera con el Uchiha—. Sabe que Gaara no va a salir, ¿verdad?

» ¿Está aquí en Francia solo por mi hermano?

Él negó con la cabeza.

—También vine por trabajo.

—¿Así que se quedará por un tiempo?

—Unos meses—dijo él, antes de dar el primer sorbo a su taza humeante.

Temari asintió, guardando el dato. Dejó pasar algunos segundos mientras se preparaba para hacer la siguiente pregunta.

—¿De verdad pasaste cinco años buscando a Gaara? —A pesar de abandonar la formalidad con el moreno, su tono de voz fue más suave, casi maternal—. Quiero decir, ¿no paraste de buscarlo desde que él abandonó el instituto?

Un sonrojo trepó por el apuesto rostro del joven, quien apenas pudo aguantarle la mirada.

Él se limitó a asentir antes de beber nuevamente de su taza. Ella no pudo evitar enmarcar una sonrisa. Desde su sitio, miró hacia la ventana que daba a la habitación de su hermano.

“De verdad, eres muy afortunado”.

—¿Cómo están ellos? —preguntó el Uchiha de pronto—. Gaara y…

—Excelente—respondió la chica, sonriéndole—. Bueno, Gaara sabría arreglárselas incluso sin mi ayuda. Tiene dos trabajos, sabe cocinar, evita perder el control y no se mete en problemas. Pero Natsu-chan…—hizo una pequeña pausa, encogiéndose de hombros. Sasuke la miraba con un montón de dudas plantadas en el rostro—. Gaara hace lo que puede.

» Lo sabes, ¿verdad? Sobre Natsu. Gaara sabe que lo sabes.

» No sé lo que pasó entre ustedes a detalle, pero quiero creer que eres sincero y de verdad te preocupas por ambos. Gaara no sabe cómo demostrar su afecto y… Natsu necesita cariño. Ambos lo necesitan.

Sasuke tensó los labios.

—Si no me preocupara por ellos, no tendría ninguna razón para estar aquí—dijo; la voz como un murmullo, pero perfectamente audible para la de ojos verdes—. Hice que mi hermano abogara con mi padre para que me permitiera venir.

» Si tan solo Gaara me permitiera…

—Deberías ir a descansar—interrumpió Temari—. Ojalá pudiera invitarte a pasar, pero ambos sabemos que no es buena idea.

» ¿Por qué no lo intentas mañana? Ve a buscarlo a la biblioteca Salle Labrouste durante el día. Ahí trabaja como traductor.

 

 

La opresión en su pecho no desapareció ni siquiera cuando estuvo lejos de la mirada de Sasuke. Gaara entrecerró los ojos, preguntándose si algún día aprendería a olvidarlo.

Él estaba tratando de ser fuerte y deshacerse de todos los sentimientos que por poco se desbordaron cuando lo volvió a ver. No obstante, el Uchiha se empeñaba por hacer las cosas más difíciles y esperarlo ahí, en el frío de la calle.

El pelirrojo contempló, junto al marco de la ventana, a su hermana charlar con Sasuke. El joven lucía un aspecto deplorable incluso ataviado en esas ropas tan finas.

Gaara se tensó cuando Temari lanzó una mirada en su dirección. Temió que el moreno también volteara, dejándolo a merced de esos ojos negros.

¿Sasuke sería capaz de ver a través de él? ¿Notaría que su amor seguía intacto y que Natsu era la prueba viviente de ello?

El Uchiha no volteó. Aun así, Gaara se alejó de la ventana. Sabía que continuar viéndolo solo lo haría más complicado de olvidar.

Gaara sabía que podía volver a perder el control de Shukaku, estando tan cerca de deshacerse de él.

 

 

Había pensado que sumergirse en la rutina del trabajo, bajo la tranquilidad y el silencio de la biblioteca, le ayudaría a seguir adelante con su vida. Pero cada segundo que pasaba era un cruel recordatorio de que Sasuke Uchiha había vuelto a asegurar un lugar constante en su mente, para siempre.

Gaara frunció el ceño y entrecerró los ojos, incapaz de concentrarse en la nueva traducción. Miraba el cursor en la computadora, esforzándose por hacer a un lado el asunto del moreno.

Durante el desayuno, Temari le echó miradas furtivas, sin decir nada en particular. Era obvio que quería preguntarle sobre Sasuke, aunque probablemente se abstuvo porque Natsu estaba con ellos. El pequeño comía su pan francés mientras veía televisión, completamente ajeno a la tensión que había entre los adultos.

Gaara pensó que podría distraerse en el camino a la biblioteca. Mal pronóstico; los pensamientos revolotearon feroces dentro de su cabeza: ¿Qué le había dicho su hermana a Sasuke? ¿Qué le dijo él a ella? ¿Hablaron sobre Natsu?

¿Sasuke volvería a buscarlo? Dios, ¿qué haría entonces?

¿Siquiera le importaba?

¿Shukaku se aprovecharía de su debilidad?

Miró el reloj en la parte inferior de la pantalla. Eran las once y media. Su estómago había comenzado a gruñir minutos antes, pues la intensa mirada de Temari no le permitió disfrutar su desayuno completo. Además, tampoco había dormido bien. No sería mala idea adelantar su hora de almuerzo e ir por un café y algo bueno para comer.

Oh, ¡quizá así podría dejar de pensar en el Uchiha!

Guardó el documento en su memoria, colocó los libros que utilizaba en el estante y salió de la biblioteca, siendo recibido por un aire agradable. El trayecto al pequeño restaurante donde almorzaba no era largo, así que decidió caminar lento para distraerse, mirando a su alrededor.

Cuando faltaban pocos metros por llegar, Gaara notó que, frente a la fachada del restaurante, estaban por iniciar una nueva construcción.

“Probablemente sea un hotel”, pensó, considerando las proporciones del espacio y que la zona era muy cercana al centro de la ciudad.

Aquello hubiese quedado en su mente como un dato insignificante, de no ser porque entre el grupo de hombres reunidos en el lugar, una figura le llamó la atención, provocándole un tirón en la boca del estómago.

Gaara se quedó como una estatua. Esa persona no era muy diferente al chico que fue a buscarlo la noche pasada, excepto que ahora se miraba más… ¿cómo describirlo?

Sasuke lucía pulcro y recto, el traje negro le daba un aspecto profesional que Gaara solo habría podido imaginar. El Uchiha hablaba con los hombres (ingenieros y maestros de construcción, a juzgar por los cascos), mirando ora a la zona de construcción, ora al plano que sostenía en sus manos. No quedaba rastro de la expresión afligida que le había mostrado antes, ¿verdad?

“Así que no vino solo por mí. Él continuó con su vida".

Pese a las circunstancias, el pensamiento hizo que una pequeña sonrisa trepara a los labios de Gaara. Sin embargo, ésta duró menos de lo que habría esperado, pues cuando dio un paso para seguir con su camino, la mirada pétrea de Sasuke se clavó sobre él.

“Diablos".

Gaara frunció el ceño. Por supuesto, fingió que no había visto nada (o que, en todo caso, no le importaba) y continuó su camino, con el corazón golpeándole el pecho como un taladro.

—Gaara—escuchó su nombre—. ¡Hey, Gaara!

La voz de Sasuke le provocó escalofrío por todo el cuerpo, pero no se detuvo. Caminó más rápido, pasando de largo por el restaurante. No podía entrar, no quería que el Uchiha lo encarara. Lo único que se le ocurrió fue alejarse lo suficiente y entrar al primer local con el que se topó.

Un suave olor a mantequilla y café inundó sus narices. Se trataba de una cafetería.

Gaara miró alrededor, procesando la situación. Como necesitaba hacer tiempo, decidió que sería buena idea comer ahí para variar. Tal vez, también compraría un bizcocho para Natsu, pues el pequeño no había probado otros además de los que horneaba el viejo Ebizō.

El pelirrojo tomó asiento en uno de los lugares hasta el fondo del local. Una camarera joven se acercó a tomar su pedido. Cuando estuvo solo, Gaara se llevó las manos a la cara, soltando todo el aire que había acumulado al chocar miradas con el moreno.

Estuvo así durante unos minutos.

Dios, ¿qué le estaba pasando? La imagen de Sasuke, tan realizado y apuesto, hizo latir su corazón tan fuerte que por un momento creyó que explotaría. No podía dejarse llevar por ese sentimiento tan fácilmente; Sasuke vivía una vida diferente a la suya y Gaara se sentía feliz por él. No podría…

—Aquí tiene su orden.

La camarera cortó el hilo de sus pensamientos. Gaara levantó una ceja lampiña cuando ella dejó los alimentos sobre la mesa.

—Yo no pedí los macarrones—dijo él.

La chica miró el postre y le dedicó al taheño una sonrisa juguetona.

—Son de parte del caballero de la otra mesa.

Antes de irse, ella señaló discretamente hacia una mesa ubicada en la misma fila que la del taheño, pero en el extremo contrario. Ahí, bebiendo de una taza de café, estaba Sasuke Uchiha.

 

 

Sasuke levantó la mirada hacia Gaara y dejó su taza sobre la mesa, con cuidado. Los ojos aguamarina se clavaban sobre él como lanzas cargadas de veneno. No obstante, él se mantuvo serio, esperando la siguiente reacción.

Quizá había sido mala idea gritar el nombre de Gaara frente a su equipo de trabajo; quizá, ellos se quejarían con Itachi de que los había abandonado en medio de una explicación. Quizá también fue una locura ir tras el taheño de esa forma tan ridícula, pese a que había meditado sobre ello toda la noche. Quizá por eso decidió que abordarlo directamente (como sucedió antes) no traería nada bueno, así que fue más sensato y decidió llamar su atención de otra manera.

Tal vez tampoco fue la mejor opción, a juzgar por la expresión de Gaara.

El pelirrojo empujó a un lado el plato que contenía el postre y se dispuso a comer sus alimentos, ignorando a Sasuke soberanamente, pero con un montón de arruguitas en el entrecejo.

El Uchiha suspiró, sintiéndose un imbécil. Bebió nuevamente de su café. En ese momento, la pantalla de su celular mostró un nuevo mensaje de parte de su hermano.

En él, Itachi avisaba que llegaría por la tarde al hotel donde Sasuke estaba hospedado. El Uchiha menor entrecerró los ojos, reevaluando nuevamente sus acciones.

Sí, era probable que la noticia de que actuó por impulso al seguir a un extraño en la calle llegaría a los oídos de Itachi. Pero su hermano sabía lo importante que era Gaara para él, ¿verdad? Además, no se había ido sin antes dejar instrucciones a los ingenieros. Un pequeño percance no ameritaba la ira de Itachi ni la desacreditación suya como parte del proyecto.

Sasuke terminó su café antes de levantarse y caminar hacia Gaara, quien lucía tan concentrado en cortar la lechuga que sobresalía de su baguette. No obstante, cuando miró al Uchiha, sus ojos se volvieron filosos.

El moreno tomó aire. Gaara apartó la mirada de él.

—Los pedí de frambuesa—comentó Sasuke, echando una mirada hacia el plato con los macarrones—. Es de tus frutas favoritas, lo recuerdo perfectamente. ¿Por qué no pruebas uno?

Silencio.

Parecía que hablaba con un fantasma. ¡Peor aún! Gaara lo trataba como si él fuese el fantasma.

Sasuke dejó pasar unos segundos; en vista de que el pelirrojo no le dedicaba ni palabras ni miradas, sacó la silla que estaba frente al otro y se sentó.

—Escucha, sé que todo esto es difícil y es obvio que tú no tienes ni el más mínimo deseo de verme—comenzó, con cuidado. Gaara se tensó ante esas palabras; sus dedos hicieron temblar la taza que sostenía, por poco derramando el líquido. Pese a ello, Sasuke continuó. No iba a lograr nada si seguía conteniéndose cada que Gaara mostraba señales de querer huir—. Lo respeto, pero no lo entiendo. Si hubo algo que te hiciera alejarte de mí, al menos…

En ese momento, Gaara hizo amago de levantarse con brusquedad; Sasuke fue lo suficientemente rápido para sostenerlo firmemente por la muñeca.

—No dejaré de buscarte hasta que accedas a hablar conmigo—sentenció, los ojos negros potentes sobre los de color aguamarina—. Así que, si quieres terminar con esto rápido, será mejor que te sientes.

—No hay…

—No termines esa frase—interrumpió el Uchiha—. No digas que no hay nada de qué hablar; tú y yo sabemos que no es verdad.

Sasuke liberó al bermejo y éste lo miró receloso, con el ceño fruncido y el rostro convertido en un mohín (Dios, ¿Gaara se enfadaría si Sasuke le apachurraba la piel entre sus cejas desnudas para deshacer aquel gesto?).

Sabaku volvió a sentarse, cruzando los brazos.

—¿Qué quieres? —preguntó.

El Uchiha sabía que no podía preguntar por Natsu de golpe, así que decidió comenzar despacio.

—¿Cómo has estado, Gaara? —tanteó, con genuino interés en su voz.

El otro no borraba el gesto ceñudo. Sasuke tuvo que esperar algunos segundos por una respuesta cortante, por supuesto.

—Bien.

—Tu hermana me contó que tienes dos trabajos—Gaara asintió—. ¿Cómo te va?

—Bien.

Sasuke entrecerró los ojos.

—¿Cómo está tu salud?

—Bien.

—¿Has dormido bien?

—Sí, bien.

—¿Quieres volver conmigo?

—Bie…

Gaara se detuvo a media palabra y fulminó al Uchiha con una mirada que claramente lo mandaba a la mierda.

Sasuke no pudo evitar pensar en sus días de instituto, cuando el pelirrojo era un gato huraño que huía cada que lo veía cerca, aventándole veneno con la boca y los ojos.

Gaara no entendía, ¿verdad? Si Sasuke no desistió todas aquellas ocasiones, ¿por qué lo haría ahora?

—Eres un imbécil—escupió el pelirrojo.

—Bien, estamos progresando.

Sasuke se apoyó sobre el asiento. Gaara estaba recto como una estatua.

—Dijiste que lo nuestro se acabó—continuó, despacio—. ¿Por qué no empezamos de nuevo? Dime quién eres, de dónde vienes, por qué estás aquí en Francia y quién es el pequeño con el que estabas ayer.

—¿Por qué le contestaría eso a un extraño?

—¿Quieres que me presente de nuevo? Bien: Mi nombre es Sasuke Uchiha. Vengo de Japón. Estoy aquí por trabajo y por cuestiones personales—Hizo un ademán hacia el chico—. Es tu turno.

Pasaron unos segundos. Las voces de los demás comensales y el golpeteo de cubiertos impedían el silencio absoluto.

Al final, Gaara exhaló y se sobó las sienes.

—Uchiha…—mustió, como quien no quiere la cosa—. Sasuke, ¿alguna vez te pusiste a pensar en todo lo que implica el que estés aquí, conmigo?

» Me fui por ti, porque sabía que era lo mejor para ambos a largo plazo. ¿Qué habrían dicho de ti si me hubiera quedado? Además, las cosas que hice…—sus palabras se atoraron a la mitad del camino; traían contagios recuerdos que deseaba enterrar en lo más profundo. Bajó la mirada hacia su taza de café, cuyo humo se había desvanecido—. Deberías volver a tu trabajo. Nada de lo que pasó entre nosotros puede funcionar ahora.

Sasuke apretó los músculos de la cara.

—¿Lo mejor según quién? ¿Según tú? ¿De quién es la opinión que te importa tanto?

» No sé lo que hiciste. ¿Cómo esperas que acepte que te fuiste? No confiaste en mí, me dormiste.

» Yo te conozco, Gaara… puede que…

Sasuke paró en seco y tomó una bocanada de aire.

—Leí tu diario…—el nudo creciente en su garganta le hizo difícil tragar saliva—. Me habría quedado a tu lado a pesar de todo.

Gaara no dijo nada. El chico no lo estaba mirando, pero Sasuke notó que sus ojos estaban nublados; la tensión de su cuerpo era evidente por el sonrojo y la forma en la que temblaban sus hombros.

Por un momento, Sasuke se preguntó si la mirada aguamarina cambiaria a amarillo, asomando la presencia del demonio. Quizá no había medido el impacto de sus palabras en el corazón del pelirrojo.

Esto no sucedió. El Uchiha lanzó un suspiro.

—Si querías que te olvidara, hubiera sido mejor que me borraras la memoria.

No hubo nada más tras las palabras de Sasuke. Gaara permaneció en silencio, dubitativo. El moreno pensó en contenerse un poco más. Estaba intentando ser tan paciente como Gaara lo necesitara. No quería obligarlo a librarse de algo que todavía no estaba listo para soltar.

Se quedaron ahí sentados por otros veinte minutos, mientras el pelirrojo terminaba su café y su comida.

¿El Sabaku ignoraba la presencia del otro? Quien sabe. Sasuke era como un adorno en esa silla, sin embargo, ya no sentía que Gaara le expirara un rechazo latente.

Esa era una buena señal, por ahora.

Gaara pagó su comida y se levantó sin mediar palabra con Sasuke. El Uchiha tomó el paquete con los macarrones (que la camarera le había puesto para llevar) y fue tras el muchacho.

—¿Por qué me sigues? —Gaara encaró a Sasuke, quien había estado caminando a su lado durante los últimos minutos—. Es incómodo, Uchiha.

—Entonces hablemos.

Gaara arrugó el gesto, devolviendo la mirada al frente.

—Vete. ¿No tienes trabajo que hacer?

—Tengo un tiempo—atajó el moreno—. Yo no soy directamente el responsable. Estoy a cargo del proyecto solo mientras mi hermano llega.

—¿Así de serio eres con tus responsabilidades?

Sasuke encogió los hombros. Como Gaara había tomado otra ruta, le evitó al Uchiha (sin saberlo) la vergüenza de tener que pasar frente a los colegas que había dejado abandonados.

—Quiero pasar tiempo contigo, Gaara.

Sasuke curvó una sonrisa hacia el taheño, tan encantadora como lo había sido desde siempre. Gaara no se extrañó de que el moreno atrapara las miradas de las mujeres que pasaban a su lado.

Sin embargo, dejó morir el comentario del Uchiha.

Sasuke acompañó a Gaara hasta la biblioteca. Cuando cruzaron el umbral, Gaara volvió a pedirle (en tono de orden) que se fuera, pero Sasuke se hizo de oídos sordos y lo acompañó hasta su lugar de trabajo. Incluso se había ofrecido a cargar los libros que el pelirrojo usaba, esperando de antemano el inminente rechazo.

Tomó asiento a un lado de Gaara. Mientras éste escribía en la computadora, Sasuke ojeaba los demás libros.

Habían estado así por veinte minutos, hasta que la suave voz de Gaara quebró el silencio, para sorpresa del otro.

—¿Por qué leíste mi diario?

Sasuke sintió un frío en la boca del estómago. Se giró hacia el chico, que lo observaba con reproche. Tragó saliva antes de responder.

—Lo encontré en tu habitación una vez—carraspeó un poco—, cuando estábamos… cuando sucedió lo de Naruto.

—¿Entraste a mi habitación y lo hurtaste?

El Uchiha se relamió los labios.

—Lo siento.

—No tenías derecho, Uchiha—sentenció Gaara.

—Lo sé—respondió el moreno con un gesto alicaído—. No intentaré justificarme, pero tampoco me arrepiento. Si no lo hubiera tomado, habría sido casi imposible que diera contigo.

—¡Entonces no debiste hacerlo! —Gaara alzó la voz un poco, respetando que estaba en una biblioteca pública—. Ese era el propósito. Que no me encontraras.

El moreno lo meditó por un momento. Abrió y cerró la boca; necesitaba decir las cosas con cuidado.

—Sé que no estás aquí en París solo por huir de mí, Gaara.

» El señor Ebizō…

—Veo que también hiciste un buen trabajo investigándome, ¿no es así, Uchiha? —interrumpió el taheño.

—Sí, claro que la hice. Tú te escabulliste sin dejar rastro y con un bebé en el vientre. ¿Qué esperabas que hiciera?

Los colores treparon por el rostro de Gaara, lo cual evidentemente contrastaba con su expresión de enfado. Cuando el bermejo notó que Sasuke se había percatado de esto, devolvió la mirada hacia la computadora.

—¿Por qué no te vas y me dejas trabajar a gusto?

—No te estoy interrumpiendo—señaló el moreno—. Tú comenzaste a hablar, aunque me alegro de que lo hayas hecho. Estamos progresando.

» Además puedo quedarme el tiempo que me plazca. Esta es una biblioteca pública—Sasuke se recargó en el asiento y continuó ojeando el libro que tenía.

No transcurrieron más de diez minutos antes de que el moreno volviera a hablar, intrigado.

—Así que por la noche trabajas en un hotel y por el día eres traductor de textos antiguos—comenzó, sin apartar la atención del libro; estaba seguro de que, de todas formas, Gaara no lo estaba viendo a la cara—. ¿Cómo fue que…? Quiero decir, nunca mencionaste que supieras hablar el mandarín y el francés. ¿Cuándo aprendiste?

Gaara dejó pasar un silencio antes de contestar. Parecía que debatía consigo mismo entre hablar o no.

—No lo hice… es decir, tomé un par de clases de francés cuando llegué aquí—hizo una pequeña pausa, tensando los labios—. Sin embargo, la mayor parte de la debo a Shukaku. El demonio habla muchas lenguas.

Sasuke expandió la mirada.

En ese momento, Gaara se percató de algo y buscó algo entre su mochila. Era su celular, que estaba vibrando.

—Hola, ¿qué pasa? —preguntó Gaara a la persona tras el teléfono. Sasuke prestó atención, aunque fingía lo contrario regresando su mirada a las páginas del libro—. ¿Estás aquí? — una pausa; Sasuke no era capaz de escuchar lo que decía la otra persona—. Ah, sí, espera. En un momento bajo.

Gaara cortó la llamada, levantándose. Sasuke lo siguió con la mirada y rápidamente imitó su acción.

—¿Quién era?

El pelirrojo no contestó. Sasuke repitió su pregunta cuando iban bajando las escaleras hacia la salida.

—Mi hermana—dijo el chico—. Oh, olvidé que ya es tu amiga.

El Uchiha torció los labios; sin embargo, la expresión fue rápidamente reemplazada por una mezcla de estupor y sorpresa al ver que bajo los escalones de la entrada a la biblioteca, la hermana de Gaara sostenía al pequeño Natsu de la mano.

—Vaya—dijo Temari—. No esperaba que estuvieras con el Uchiha, hermanito.

Sasuke, que no podía dejar de notar los —hermosos— ojos que el niño había heredado de Gaara, se giró hacia el taheño. Éste lucía tan incómodo que probablemente se había olvidado de respirar; sus mejillas eran tan rojas como dos manzanas.

—¿Por qué lo trajiste? —preguntó el pelirrojo.

—Necesito que cuides de él el resto de la tarde—dijo la chica—. Shikamaru está aquí. No me avisó que venía, y tengo que ir a recogerlo al aeropuerto.

—Pero estoy…

—Anda, Natsu—interrumpió la de ojos verdes, inclinándose y palmeando la espalda del pequeño pelinegro—. Ve con Gaara, estoy segura de que más tarde él y el caballero de ahí te llevarán a comer algo rico. Uh—miró a su hermano—, deberías comprarle un helado. Sabes que le encanta el de frambuesa.

Natsu caminó hasta el pelirrojo y cuando estuvo a su lado, buscó la mano del joven para aferrarse a ella. Sasuke sintió una calidez en el corazón que por poco suelta un ruidito.

—Bien, nos vemos más tarde—Temari se giró hacia el moreno—. Hasta luego, Uchiha-san.

Cuando estuvieron solos, Natsu contempló a Sasuke con sus ojos curiosos. La corriente eléctrica que sacudió el cuerpo del moreno lo paralizó en su intento por sonreírle al pequeño, que terminó por hacer una pequeña mueca y girarse hacia Gaara.

—¿Me llevarás por helado de frambuesa, Gaara-san?

El pelirrojo miró al niño, luego a Sasuke y nuevamente a Natsu. El nerviosismo en su rostro era completamente evidente.

—Claro—mustió en un hilito de voz—. Acompáñame a recoger mis cosas y luego nos vamos.

Natsu asintió. Sasuke, por otro lado, se mordió los labios.

—Gaara—los dos pares de orbes aguamarina se fijaron en él—. Tu hermana dijo que ambos lo llevaríamos, ¿verdad?

—Yo, ah…

—¿Quién es él, Gaara-san? —la voz de Natsu se alzó sobre la del taheño, curiosa e infantil, pero un tanto recelosa.

Esta vez, Sasuke no esperó reacción de Gaara. Se hincó frente a Natsu y le sonrió, cuidando que el fuerte golpeteo de su corazón no se hiciera evidente.

Dios, ¡estaba frente a su hijo!

—Mi nombre es Sasuke Uchiha.

Notas finales:

¡¡Muchas gracias por leer y comentar!! 

Intentaré no demorar tanto como esta vez para el próximo capítulo :3 

Con suerte, lo tendré antes del cumpleaños de Gaara xD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).