Gone (Not around any longer)
Capítulo 2
- Feliz cumpleaños, Sehunnie- susurré sobre su nuca, abrazándolo de atrás y apoyando mi mentón en su hombro. Mirando el precioso lago que se extendía adelante nuestro. Me sentía extrañamente tranquilo a pesar de lo que habíamos hecho la noche anterior... Había sido la primera vez que alguien más tocaba ahí y, a la vez, la primera vez que yo le hacía eso a otra persona que no fuera yo mismo.
- Gracias, LuHannie. Lo es, porque estamos juntos- respondió, estirando su mano hacia atrás y acariciando mi pelo unos segundos antes de darse vuelta, todavía entre mis brazos, y robarme un beso. Era la mañana de su cumpleaños y no hacía mucho que nos habíamos levantado contracturados, como siempre que dormíamos en bolsas de dormir, pero felices.
- Vení, quiero darte tu regalo- le pedí, tomándolo de la mano y caminando hasta la carpa y sacando de adentro de mi mochila un pequeño paquete cuadrado envuelto en papel de regalo.
- ¿Para mí?- sonrió, contagiándome.
- Por supuesto, ¿Pensabas que no te iba a hacer un regalo?
- Creía que el venir acá era mi regalo- confesó tímidamente.
- Eso es algo que hacemos siempre... Quería regalarte algo más- le expliqué mientras nos sentábamos en el césped -Dale, abrilo a ver si te gusta- sonreí, viéndolo rasgar el papel con emoción.
- ¡LuHan!- exclamó encantado -¡El nuevo CD de Justin Bieber! ¡Y autografiado!- sus ojos brillaron por la emoción -¿Cómo lo conseguiste?- cuestionó, abrazando su regalo.
- Por internet- me limité a decir y le guiñé un ojo. La verdad me había costado todos mis ahorros y un aporte de dinero por parte de mi mamá. No iba a decirle de la exagerada suma de dinero que me había costado para ser un simple CD con una firma hecha con marcador permanente.
- Gracias, gracias- murmuró, envolviéndome con su brazo que no se aferraba al CD- Es justo lo que quería.
- No es nada, te lo merecés- me estiré para darle un rápido beso en sus suaves labios.
Lamentablemente el viaje pasó más rápido de lo que nos hubiera gustado, y de vuelta teníamos que ir al colegio. Bostezaba con la boca abierta mientras esperaba a Sehun en la estación de tren. Cerré los ojos y dejé que la cálida luz del sol me diera en el rostro.
Me atraganté con mi propia saliva por el susto que me llevé al sentir como me acariciaban una mejilla, y abrí los ojos alarmado, encontrándome con el precioso rostro sonriente de Sehun.
- Hola, perdón que te asusté... Es que te veías muy lindo- le sonreí tímidamente mientras que con un gesto le indicaba que empezáramos a caminar.
- Casi me da un paro, pero no hay problema- bromeé, mirándolo de reojo.
- Lu... Mirame bien- pidió, al tiempo que salíamos a la calle -Perdón- dijo con voz algo infantil cuando lo miré y, con un puño al costado de su rostro y un puchero, agrandó su ojos -¡Bbuing bbuing!- exclamó. Mis mejillas y orejas se pusieron coloradas por la tierna escena que acababa de presenciar.
- Si hacés eso, más que perdonarte quiero pellizcarte, y tal vez morderte un poco- le avisé, haciéndolo soltar una carcajada mientras retomábamos nuestra tranquila caminata.
- ¿Lu?
- ¿Sí?
- ¿Y si faltamos a clases hoy y vamos al negocio de Bubble tea?- sugirió.
- No podemos faltar, Sehunnie, ya lo sabés...
- ¿Lu?- repitió, interrumpiéndome. Volví a mirarlo -¿Bbuing bbuing?- suspiré pesadamente, rindiéndome a su ternura.
- Vamos, yo invito- sonreí. Sehun siempre lograba que yo hiciera lo que él quería.
- ¡Sii!- festejó, colgándose de la parte de arriba de la manga de mi abrigo.
Ya en el negocio, cada uno con un bubble tea, nos sentamos en la mesa más alejada de la gente.
- Te quería dar algo, también por eso quise faltar- comentó Sehun, sacando algo de su mochila. Lo miré curioso, antes de abrir la pequeña bolsa de papel que me había entregado. Saqué un sencillo, aún así precioso, marco con una foto ya colocada. Estábamos los dos sonriendo a la cámara, él pasando un brazo sobre mis hombros. La primer fotografía que habíamos sacado en el último campamento -Quería que vos también las tuvieras- sonreí y lo miré.
- Me encanta, gracias- me mordí el labio al ver lo tierno que se veía tomando gustoso de su bubble tea de chocolate.
- Me alegra mucho... Pero te falta mirar algo- fruncí el ceño -Atrás de esa foto, hay más- me guiñó un ojo. Saqué la parte de atrás del marco, observando que habían tres fotos más: En una se podía ver mi rostro con una sonrisa sincera y él dándome un beso en la mejilla, en otra los dos mirándonos a los ojos y sonriendo con el brillo del primer amor en la mirada, y la última era de nosotros dos besándonos -Pensé que esas no querrías que estuvieran a la vista, por eso elegí otra para que esté adelante de todo, y escondí esas para que las pudieras ver cuando quisieras- explicó. El pecho se me infló de felicidad ante su gesto, y al ver lo mucho que me conocía. Estiré una mano para acariciar levemente la suya que estaba apoyada sobre la mesa.
- Gracias- repetí. Y con los labios, sin emitir sonido alguno, agregué: -Te quiero.
- Yo más- fue su silenciosa respuesta, pronunciada también sólo con los labios. Ambos sonreímos.
- Sehun...- empecé a hablar cuando paseábamos por el parque un rato más tarde -Creo que voy a tener que ir al oculista...
- ¿Por qué?- me miró sorprendido.
- No estoy viendo bien...- entrecerré los ojos al ver un cartel verde clavado sobre el césped -¿Ves eso?- lo señalé.
- Sí...
- No llego a leer lo que dice... Y antes sí podía, no estamos tan lejos- sentí su mano despeinarme y lo miré.
- Decile a tu mamá... Y cuando tengas que ir al médico, yo te acompaño- finalizó, sonriendo.
Unos pocos meses después ya me había acostumbrado a usar anteojos. El médico había dicho que los iba a necesitar permanentemente por el momento, pero que cuando fuera más grande tal vez me podría operar para ya no tener que usarlos. Sin embargo, me gustaba cómo me quedaban. Y me parecía que a Sehun mucho más. Además de los anteojos nuevos, en un arranque de locura, me había teñido el pelo de rubio; y mi novio no parecía querer quitar su vista de mi persona. Siempre había sido así, pero últimamente era más notorio.
Un martes por la mañana, que se veía igual a cualquier otro excepto por el hecho de que me había quedado dormido, tenía que verme con Sehun. Era feriado y queríamos aprovechar para adelantar unas materias.
Me bañé rápidamente y me puse un pantalón de jean azul oscuro, una remera blanca y un buzo gris, y corrí a la estación de tren para buscarlo y volver juntos a mi casa. Estaba llegando bastante tarde, y deseaba que él no hubiera esperado tanto.
La estación era un caos. Al entrar al sector de los trenes, me costó procesar lo que estaba viendo y escuchando: Sonidos fuertes, gritos, gente por todos lados, humo y llantos. Una alarma se encendió en mi cerebro y mi corazón latió muy fuerte mientras buscaba lo que más me importaba en el mundo. Un nudo enorme se formó en mi garganta al no encontrar a Sehun en ninguna parte. Sólo alcanzaba a ver el tren destrozado, personas llorando, lastimadas o desmayadas, médicos, policías y bomberos. Pero ningún rastro de Sehun. En cierto modo agradecí el caos, porque nadie se fijó cuando me colé en un vagón, el que sabía que él siempre elegía para viajar. Y entonces lo encontré, y un grito desgarrador se escapó de mi garganta. Sehun estaba desmayado en el suelo, con un profundo corte en la cabeza y un pequeño charco de sangre alrededor de ésta. Sentí un leve destello de esperanza adentro mío al ver que estaba entero, que sólo era un corte. Un corte que sangraba mucho. Corrí en su dirección.
El sudor corría por mi rostro y espalda, haciendo que mi ropa se pegase a mi cuerpo mientras intentaba no llorar. La mamá de Sehun estaba a mi lado, sentada en la sala de espera del hospital, sollozando sin parar. Pasé una mano de manera ascendente por mi frente, llegando al flequillo y tirándolo hacia atrás. Mis anteojos se deslizaron hasta la punta de mi nariz por lo sudado que estaba. Una puerta a nuestra izquierda se abrió y ambos nos paramos rápidamente. Un hombre con expresión sombría caminó hasta nosotros.
- ¿Familiares de Oh Sehun?- preguntó.
- Sí, soy su... su mamá- dijo SunAh entrecortadamente, debido a los espasmos del llanto. El médico le ofreció un paquete de pañuelos descartables, con un deje de tristeza en la mirada. Y, antes de que él hablara, lo supe. Comencé a caminar de espaldas lentamente, sin despegar mis ojos del hombre que me daría la peor noticia de mi vida.
- De verdad lo lamento, no pudimos hacer nada... Tuvo un TCE... Eso es...- dejé de escuchar al médico, que le explicaba a la mamá de Sehun lo que había sucedido mientras ella no dejaba de llorar.
Corrí, corrí con todas mis fuerzas hasta mi casa y subí las escaleras para me encerrarme en mi habitación, llorando desgarradoramente. Casi no pudiendo respirar por lo acelerada que estaba mi respiración y el compulsivo llanto que quería salir todo junto, sin darle tregua a mis ojos, pulmones y corazón.
Me dejé caer al suelo al no verme capaz de mantenerme en pie y me senté, abrazando mis piernas y hundiendo mi cabeza entre ellas. Sentí mi celular vibrar en mi bolsillo pero no le hice caso hasta que sonó por cuarta vez. Atendí enseguida al ver el nombre de mi mamá en la pantalla.
- Luhan, ¿por qué no atendías el...?- se calló al escuchar un sollozo mío -¿Estás llorando?- no le respondí, simplemente dejé que mi pesada y angustiosa respiración golpee el micrófono del celular -Hijo, ¿por qué lloras?- preguntó con tono preocupado.
- Sehun... Sehun se murió, mamá- le respondí con la voz quebrada, y retomé el llanto mientras me limpiaba la nariz con la manga de mi buzo.
- ¿Estás en casa?- hice un sonido de afirmación -Ya voy para allá- corté la línea apenas terminó de hablar.
Miré la pantalla del celular, y noté que tenía un mensaje de texto sin leer. Sabiendo de quién era, y con las lágrimas aún cayendo, lo abrí.
"¡LuHannie! Se me hizo tarde, así que no pude tomar el tren en el mismo horario de siempre. Si llegas antes que yo, esperame. Ya quiero llegar y verte... ¡Te extrañé mucho a pesar de que nos vimos ayer! Aunque siempre escuché decir que uno no puede amar de tan chico, que no tiene forma de saber con seguridad lo que siente, yo puedo decir que tengo catorce años y lo sé. ¡Te amo, LuHan! Y eso no va a cambiar. Espero poder pasar el resto de mi vida a tu lado, y ser el único que te bese y ame. No es lo mejor decir esto por acá, pero sentí que tenía que decírtelo ahora. Que este era el momento. Este mensaje ya es muy largo, jaja. Nos vemos en un ratito y no te olvides, ¡Te amo! ¡Mucho!"
Empecé a hiper ventilar, ya sin poder ver por las incontrolables lágrimas. Los recuerdos llegaron a mi mente, amontonándose y haciendo una agujero en mi alma y corazón.
Su rostro, su piel, su pelo, sus mejillas sonrojadas, su voz, su leve ceceo, su sonrisa, sus labios, su olor, sus besos, el brillo en sus ojos. Su aegyo, su obsesión por el bubble tea de chocolate, cómo siempre me convencía de todo. Esa hermosa mueca que hacía cuando se concentraba, o cuando sabía que yo tramaba algo. Los campamentos. Nuestro primer beso. La primera vez que lo vi, cómo me había insistido en que me quedara con su lápiz para colorear naranja.
Mi mano dejó caer el celular, y me acosté en el suelo. Grité, pateando con furia varias veces la silla de mi escritorio y dejé que el dolor se apoderara de mi.
Al otro día, enterraron a Oh Sehun y a mi felicidad con él.
- LuHannie...- dijo mi mamá entrando al cuarto con una bandeja. Mis ojos ardían de tanto llorar y las palabras "Oh SeHun, amado hijo y hermano” se repetían en mi mente. Seguía creyendo que esas simples palabras no le hacían justicia. “Mejor persona que alguna vez existió” “El mejor novio del mundo” “Oh Sehun, el chico más tierno que hubo” u “Oh Sehun, la persona que Xi LuHan más amó” Eran algunas opciones válidas para haberle agregado a su lápida. Aún llevaba puesto el pantalón negro y la remera roja que había usado en el velorio. Las personas me habían mirado mal por el color de mi ropa, como juzgándome, pero sólo yo y su madre entendíamos el por qué de mi colorida prenda superior: Esa remera era de Sehun, y él me la había regalado porque creía que a mí me quedaba mejor. Le gustaba verme con esa ropa puesta -Te traje comida... pizza, lo que más te gusta- habló mi mamá bajito, sentándose a mi lado sobre la cama. Mi mirada estaba perdida en la pared.
- No tengo hambre- respondí.
- Hijo, tenés que comer- depositó la bandeja en mi mesa de noche. Suspiré.
- Está bien- agarré el plato, le dí un pequeño mordisco a la porción de pizza y lo dejé en donde estaba antes -Está rico, gracias- volví a mirar a la pared, sintiendo unas caricias en mi pelo. Mis ojos se llenaron de lágrimas ante el dulce gesto de mi mamá. Dulce, como Oh Sehun.
- LuHan...- la miré, con las lágrimas cayendo -Sehun... no era sólo tu amigo, ¿No?- a pesar de la aplastante angustia, que apenas me dejaba pensar y reaccionar, me sorprendí. Negué con la cabeza.
Lloré en brazos de mi mamá hasta muy entrada la madrugada, cuando la convencí de que se fuera a dormir a su cama porque la veía realmente cansada. Sin embargo, yo no tenía sueño. El dolor que sentía me impedía dormir, comer, ver, e incluso respirar normalmente.
Y no le pude responder a su "Te amo" pensé con un nudo en la garganta. Había sido la primera vez que me lo decía, y yo no había tenido la oportunidad de responderle. De decirle que yo también lo amaba muchísimo. Sentía que tenía que sacar algo de adentro mío. De inmediato, o no iba a poder seguir.
Fui al baño y abrí el botiquín, buscando algún analgésico para un dolor de cabeza que no me dejaba tranquilo. Estaba casi vacío, pero algo llamó mi atención. Algo que todavía quedaba de las pertenencias de mi papá, que se había ido hacía unos meses.
Una hoja de afeitar. Chiquita, plateada y brillante. La miré fijo y, lentamente, acerqué mi mano. Vacilé un momento pero finalmente la sostuve entre los dedos de mi mano derecha. La volví a mirar, casi con morbosa fascinación, para luego fijar mis ojos en mi muñeca izquierda.
Sin siquiera pensarlo, acerqué la hoja de metal a mi piel e hice un pequeño corte un poco más abajo de la zona de las venas. Suspiré de alivio, sintiendo como si todo el dolor de mi corazón fuera reemplazado por el que sentía en la muñeca. Hice otro pequeño corte, creando una línea recta que lentamente se volvió roja. Me sentía libre. Otro corte, pero esta vez más grande y profundo. Viendo la sangre correr, comencé a llorar de nuevo. Pero no menos vacío.
Con un pobre vendaje en mi muñeca izquierda, volví a mi habitación. Me puse un pijama de manga larga, para tapar la venda y las heridas, me saqué los anteojos y me acosté bajo las gruesas mantas para intentar dormir; ignorando el intenso dolor en mi muñeca. No estaba orgulloso de lo que acababa de hacer, pero me había ayudado a sentirme aunque sea un poco más relajado, y sentía menos peso en mi cabeza y pecho. Tal vez fue por la “liberación” o tal vez por la pérdida de sangre, pero esta vez logré dormirme.
El fuerte sonido de un tren. La sensación de que me faltaba algo más importante que mi propia vida y después oscuridad. Oscuridad absoluta. Y ya nada quedaba.