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Demoníaca obsesión por Lady York

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Capitulo 2: Tentaciones

 

Sebastian caminó al rededor de la cama, la mañana fría y grisácea llenaban el ambiente de una contagiosa melancolía, se detuvo observando, admirando el habitual teatro que montaba el pequeño semi-demonio aparentando dormir plácidamente.

—Haces honor a tu nombre, Sebastian— dijo desde la cama el pequeño.

—Puedo preguntar el porqué joven amo.

—Sebastian era mi perro y acostumbraba dar vueltas alrededor de mí— rió calladamente, qué más podía detestar su sirviente que ser comparado con un perro, animal que detestaba sobre todas las cosas. El alto hombre curvó sus cejas en desagrado detrás de su amo que se acomodaba sobre la cama en espera de su ayuda, le vistió con una amplia sonrisa, ya habría tiempo para disfrutar del caído orgullo de su amo cuando lograra su cometido.

—Quiero que hoy prepares un espléndido desayuno— mencionó el niño mientras su mayordomo terminaba de ataviarlo.

—Como desee mi lord. 

                                                           *****

La mañana para el joven escritor no era menos tétrica, no había logrado conciliar el sueño durante la noche pues la inspiración había llegado a él abruptamente, su personaje principal seria un niño en torno a él y una vieja mansión se desatarían terribles maldiciones familiares, si bien era una idea estupenda no logró escribir más de unas cuantas líneas pues su mente estaba realmente perdida, entre remolinos de fantasía, no podía dejar de pensar en el encuentro con aquel misterioso muchacho. Trató de dormir un poco, dio algunas vueltas en la cama hasta que decidió levantarse para dar su habitual paseo matutino por los alrededores, lo acostumbraba para observar a las personas e imaginar las escenas que escribiría, salvo que en ese momento lo que más deseaba era repetir el fugaz encuentro que se había suscitado tan abruptamente esa madrugada. Salió de su habitación y al pasar por la puerta contigua esta se abrió de repente llevándose un buen golpe en el rostro.

—En verdad está ciego— dijo Ciel al mirar con qué había topado la puerta de su habitación.

—Es posible— pronunció Daniel con una mano sobre su nariz haciendo un sonido parecido al de un gangoso.

—Amo el desayuno está listo— la voz del mayordomo llamó la atención del escritor quien se giró para verlo mientras el jovencillo revisaba con ojo crítico su aspecto, realmente era muy parecido a su mayordomo pero una inexplicable frescura irradiaba de aquel hombre.

—¿Ya ha desayunado Daniel?—  preguntó el muchacho fingiendo desinterés.

 —Aun no.

—Entonces permítame invitarlo, le aseguró que nunca probará mejores pastelillos que los que prepara mi mayordomo— le dijo haciéndolo pasar al saloncito de la habitación.

—¿Acaso no es tu padre?— se permitió tutearlo.

—Por supuesto que no.

—El padre del joven amo, el antiguo conde Phantomhive, era un hombre muy respetado— interrumpió Sebastian, no le agradó que ese hombre llamara tan personalmente a Ciel, así que dejó  en claro con quien trataba ese escritor ante una furtiva mirada de Ciel en desacuerdo por su intromisión.

La revelación de un linaje en aquel niño causó una impresión de asombro en Daniel y sería un nuevo atributo para su personaje, cada segundo que pasaba cerca de Ciel era como una droga deseaba saber más y más de él de esa vida galante y fastuosa que llevaría la nobleza. El desayuno servido por Sebastian era exquisito el agradable aroma del té invadía el lugar, por un momento Ciel añoró ser nuevamente humano podía ver aquellas sensaciones enmarcadas en el rostro tan expresivo de Daniel, la amena charla del escritor y el conde se extendió por un buen rato haciendo participe también a Sebastian cuando la conversación lo ameritaba sobre todo al referir el tremendo parecido de los mayores. Daniel sin embargo no lograba despegar sus ojos de Ciel sus bellos modales y su elegancia al hablar eran propios de un adulto, pensamiento extraño, pero  que no estaba  alejado de la realidad, Ciel poseía más de veinte años, pero ¿qué es el tiempo para un demonio?, nada, solo la esencia de la eternidad.

Sebastian observaba la plática parado a lado de su amo que sonreía una y otra vez para el humano, sí, coquetearle tan descaradamente era una buena técnica, Ciel deseaba esa alma, lo sabía, hacia mucho que su amo no quería comida humana pero que aquella alma le interesara tan repentinamente tenía un trasfondo "su gran parecido" y claro como mayordomo siempre acataría cualquier orden, sin embargo como demonio le mostraría a su pupilo que la experiencia puede resultar muy ventajosa, ¿que son los humanos ante fuerzas sobrenaturales?.

—¿Sabe tocar algún instrumento Daniel?— Ciel continuaba la conversación.

—El piano, mi madre me instruyó bien antes de morir junto con mi padre— aquellas palabras removieron en Ciel viejos recuerdos marchitos.

—Lo lamento mucho.

—Gracias pero fue hace mucho tiempo así que está bien.

—Entonces tendrá que enseñarme pronto, últimamente Sebastian me aburre con sus melodías.

—Será un placer, es más podríamos comenzar hoy mismo.

Ciel asintió y decidieron que más tarde se verían en el salón de música dentro del gran hotel. Por la tarde después de la hora del té los tres se hallaron en el bien iluminado lugar repleto de espejos para comenzar las prácticas frente al piano. Ciel se encontraba sentado al lado de Daniel fingiendo no saber tocar apropiadamente las melodías de Schubert tan conocidas para él, en respuesta Daniel tomó sus delgadas manos mostrándole como debía ser ejecutada la melodía y en una acción aparentemente inocente Ciel subió a su regazo provocando en el joven escritor asombro y un inexplicable nerviosismo, la cercanía con el niño era toda una tentación, el aroma de su azulado cabello, su pequeño y frágil cuerpo, su temperatura comenzó a elevarse, los suaves e imperceptibles movimientos de Ciel contra su entrepierna parecían surtir efecto, Ciel miró al gran espejo detrás del piano de cola, ubicado frente a él, recordando súbitamente las imágenes de su demonio y ese niño sintiendo la creciente erección de Daniel rozar su trasero deseando por primera vez que tomara su cuerpo. Sebastian sonrió al cruzar la mirada en el espejo con su amo, conocía a ese pequeño demonio, caminó hasta ellos, la música había cesado y tomó a Ciel de las manos de Daniel.

—Joven amo ya debemos retirarnos.

—Suéltame quiero seguir practicando

—No debe ser desconsiderado con el joven Daniel, mire su rostro esta sonrojado y sus manos temblorosas, tal vez esté enfermo y necesite descansar.

—Creo…creo que Sebastian tiene razón, tal vez podríamos continuar mañana.

—De acuerdo pero debe prometer que me enseñará todo lo que sabe— dijo con aire inocente e infantil.

—Así será— Daniel se levantó del banquillo con dificultad ante la burlona mirada de Sebastian que bien podía descifrarse como "pobre y estúpido humano". Camino a su alcoba el escritor se sentía enfermo por la clase de pensamientos que cruzaban por su mente sentía la incontrolable necesidad de apoderarse de Ciel al parecer permanecería una noche más en vela.

El pequeño conde estaba molesto, ¿desde cuando Sebastian se tomaba las libertades para truncar sus deseos?

—¿Por qué me alejaste de Daniel?— preguntó de manera sería recargado sobre una de las paredes tapizadas de su recamara.

—Porque si desea su alma, debe ser moldeada al antojo del comensal y sacarle el mayor provecho, no sucumbir ante ella— dijo el demonio acercándose a su oído mientras colocaba una de sus manos sobre la ligera erección del muchacho acorralándolo.

—Ahh, Sebastian, no...

—Como ordene— se alejó con una sonrisa satisfecha. Su amo ya había hecho su primer movimiento ahora sería su turno, cada demonio tiene tácticas propias para corromper a los humanos y su una vez contratista aun tenía mucho que aprender.

 


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