Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sexo no lo es todo... o sí por Misakiyeah

[Reviews - 149]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El despertador, maldito despertador. Era mi mayor enemigo desde que comencé a trabajar repartiendo periódicos por mi barrio, levantarse a las cuatro de la mañana era toda una tortura para un joven nocturno como yo. Bueno, nocturno...más que nada, pereza.

Saqué un jersey de color gris, adornado por un champiñón con ojos y cara de color verde bastante mono, y lo combiné con unos pantalones azules, lo complementé con una gorra para aguantar el sol que saldría dentro de poco y salí intentando no hacer ruido de la casa. Divisé mi pequeña gran amiga, la bicicleta, que esperaba paciente a que la montase.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que dejé la gran ciudad? La verdad es que estos dos meses y medio me habían venido muy bien, recuperé la noción de que las cosas no son tan gigantes como pensaba. Aquí había mayoritariamente casas, en lugar de rascacielos de cincuenta plantas, las cafeterías eran pequeñitas, siendo casi familiares, muy distintas a los grandes establecimientos de ocio que había en Nueva York. Se podría decir que recuperé el instinto de pueblo.

Me sentó bien distanciarme de todo ese aire glamuroso y lleno de falsedad que había en la ciudad que nunca duerme. Extrañaba, pero solo a personas, nada material. Christian o RiRi se pasaban a menudo por mis pensamientos, para producirme una nostalgia indescriptible. Sentía que quería volver a verlos, pero no era el momento adecuado, además de que seguramente a estas alturas, ya me odiarían por desaparecer y no dejar ningún rastro.

Entré a la oficina local de periodismo de mi pequeño barrio, cogiendo rápidamente los montones de periódicos que tenían que ser entregados en las casas. Iba tarde, para variar. Salí, siendo casi eclipsado por la montaña de papel que llevaba encima para chocarme contra él, quien me había hecho ver estrellas en el camino oscuro durante el último mes.

-¿Dónde va este angelito? -preguntó, dándome un beso en la frente después de levantar mi flequillo.

-A trabajar como un esclavo -sonreí cerrando los ojos, para arrebatarle un pequeño beso en los labios-. Nos vemos, Diego -recalqué, me sonaba raro pronunciar nombres españoles.

Hice la jornada lo más rápido posible, Diego me había invitado el día anterior a tomar un helado a una de las cafeterías del barrio. Aunque terminaba derrotado, me gustaba tener la sensación de hacer algo por la comunidad, al fin y al cabo todos nos conocíamos, éramos como una gran familia.

Pasé por mi casa para comer con mis padres, estaban bastante contentos de tenerme ahí. Mi madre me mimaba como si hubiese ido a la guerra, cada día me preparaba lo que quisiese para comer mientras mi padre intentaba compensar su culpa de haberme hecho volver haciendo planes cada día, hacer manualidades, abrazos, todo como a un niño pequeño de cinco años.

-Mamá, entro a la ducha -avisé, levantándome de la mesa, limpiándome con la servilleta-. La pasta estaba riquísima, gracias.

-Está bien hijo, cuando vuelvas te tendré hecho un bizcocho, ¡para chuparte los dedos! -sonrió efusivamente, moviendo hasta su moño rubio.

-Hijo, si quieres cuando vengas hacemos una casa de madera para los pájaros, que se acerca el frío y no los podemos dejar así, ¿no crees? –preguntó mi padre, mientras encendía la tele.

-Sí, sí, sí -respondí a todo entrando a mi habitación, sacando lo primero que vi en el armario mientras me desnudaba para entrar al lavabo. Una de las ventajas de vivir en familia y tener una habitación para mí solo, era que me podía quitar la ropa cuando quisiese sin problemas, sin ningún tipo de reparo.

La ducha era una especie de terapia para mí, me relajaba, me desinhibía, era como si todas las especies de lazos que ataban mi cuerpo y mi mente se desvanecieran por un momento, un momento corto, pero nada despreciable.

Salí, solo con unos bóxers, para divisar a mi novio sentado en el sofá de casa mientras yo me secaba el pelo. Me dedicó una sonrisa un poco fingida, cosa que me extrañó, aparte de lasciva por las pintas que llevaba. Mis padres se asomaron por la cocina, esos ojos eran de que algo me ocultaban.

-¿Qué está pasando aquí? -pregunté alzando una ceja, no me olía demasiado bien todo esto.

-Queríamos que fuese una sorpresa, pero creo que va a ser inevitable guardarlo por más tiempo, hijo mío, ¡Te vas a estudiar a la universidad de Nueva York! -exclamó mi padre, lanzándose a darme un abrazo que casi me estruja, para oír un "perdón" en mis oídos que solo yo pude escuchar.

Me quedé parado, un poco congelado por la noticia. Era una sensación extraña, agradable, a la vez que no... No sabía cómo definirlo de manera correcta. Diego miraba al horizonte, entendía que él no estaría muy contento con la noticia, nuestra relación apenas estaba comenzando.

-Muchísimas gracias papá, mamá...de verdad, no me lo puedo creer -sonreí, abrazando a mi madre también, que lloraba de la alegría-. Creo que saldré un momento con Diego a pasear, ¿nos vemos después para ultimar los detalles, vale?

Mis padres solo asintieron, mientras cogía a Diego de la mano para salir rápidamente de la casa. Estuvimos un largo tiempo sin hablar, hasta llegar al parque al que solíamos ir para divertirnos un poco.

-Vale, ya sé que no te gusta la idea -dije acariciándole la mejilla de manera suave, me encantaba esa barbita de tres días que casi no se percibía-. ¡No me pongas esos ojos de cachorro, jo! -sonreí, revolviéndole el cabello lacio de color negro que tenía.

-No es que no me alegre por ti, pero creo que no es de extrañar que te quiera solo para mí -respondió, para darme un beso-. Conmigo -volvió a besarme, esta vez agarrándome del cuello-. Y solo, solo, solo, conmigo. Es que Nueva York, ¿no te da un poco de miedo volver?

Cuando volví a oír Nueva York, algo en mi cabeza se activó que no se había despertado hasta el momento. Nueva York, la gran ciudad... era otra vez ser libre por completo, otras sensaciones, pero era otra vez Bill.

No tenía por qué verlo, pero, ¿sería suficiente querer no verlo para no hacerlo? Conocía a Bill, Chad... no sé por qué le seguía llamando Bill, si su nombre real era Chad. De todas formas, si algo sabía es que si él quería verme, lo conseguiría aunque yo intentase lo contrario. Me asustaba un poco tener la posibilidad volver a encontrarme con él. También podría volver a ver a Christian y a RiRi, pero me aterraba pensar en la posibilidad de que me odiasen.

Tenía que volver. Volver a Nueva York, para empezar otra vez. Esta vez iría, pero iría con el libro ya aprendido. Comenzaría nuevamente mi vida, como otro Sam dispuesto, esta vez, a comerse el mundo sin escrúpulos.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).