Se acercaba navidad y Baekho puso a los niños a pintar dibujos de Santa Claus, árboles de navidad y bolas rojas.
- ¡Profeee!!!! Minseok me ha roto mi dibujooooo!!!
- ¡Cállate chivata!
- A ver, a ver. – se acercó corriendo – Minseok, pídele perdón a Joori.
- No, es tonta.
- Tonto tu. Ya no quiero casarme contigo.
- Pues mejor. No te soporto.
- Minseok, o le pides perdón o te irás a pintar en la clase de al lado con los mayores.
- ¡Noooo!!!
- Pues pídele perdón.
- Lo sieeeento…
la niña le giró la cara sin responder.
- Joori, tienes que aceptar sus disculpas. Le respondes perdón y le das la mano. Y yo te traigo otro papel para hacer otro dibujo ¿vale?
- Vale. Te perdono. – y se dieron la mano. – pero sigo sin querer casarme contigo.
El niño le sacó la lengua, pero ella le ignoró y la cosa no fue más allá. “Menos mal” pensó Baekho.
Se giró al oír a un niño sorbiéndose los mocos. Había ruido, pero sus oídos ya estaban preparados para seleccionar las cosas importantes y en esa época había muchos resfriados. Se acercó armado con los kleenex. Era Minki.
- Minki, ¿tienes moquitos?
El niño negó, apartando la mirada.
No estaba resfriado. Lloraba.
¿Que clase de niño de cuatro años (bueno, ya tenía cinco) lloraba en silencio?
- Eh, eh, ¿que pasa? – le cogió por los hombros, apartándole el pelo de la cara. – ¿te encuentras mal?
- No…
- Está llorando.
- Minki es una neenaa…
- Jajajaja
- Ya, seguid dibujando.
Se lo llevó de allí, al lavabo junto a la clase a falta de un sitio mejor. Le ayudó a lavarse la cara y le limpió los mocos (que si tenía).
- ¿Que te pasa Minki?
- Nada…
- Quieres que llame a tus padres?
- No…
- Pueden venir a buscarte…
- No. No quiero.
- Bueno… – Seguía llorando. – ¿Quieres que me quede aquí contigo?
Asintió. Y Baekho le abrazó y le acunó mientras lloraba.
A veces se sentía como un padre. No terminaba de gustarle la sensación. No con Minki. Y un así era tan tierno… Le acarició el cabello, tan suave, incluso se decidió a cantar para él.
Terminó durmiéndose.
Le dejó en la sala de profesores, con su chaqueta como manta, y le pidió a la maestra que había allí, la de cuarto de primaria, que le avisara si despertaba.
Volvió con sus niños, pero no pudo quitarse de la cabeza a Minki. ¿Por qué lloraría?
Cuando despertó la maestra lo trajo. No quería estar en clase con los demás y se quedaba en un rincón, pero tampoco quería que llamaran a sus padres. Baekho se moría por estar con él y intentar animarle, peor no podía descuidar al resto de los niños, no todo el rato.
Les reunió a todos para leerles un cuento, y obligó a Minki a sentarse en su regazo, ya que así el niño parecía más calmado. Este se acurrucó como un gatito entre sus piernas, y unos cuantos niños más fueron también a sentarse casi sobre él. Les contó la historia lo mejor que supo, haciéndoles reír y asustarse cuando era necesario, consiguió terminarla cuando solo faltaban quince minutos para la hora. Pasó un rato más preguntándoles cosas sobre lo que habían leído para ver que habían aprendido, y pronto ya empezaron a llegar los primeros padres.
Como siempre, los de Minki los últimos.
Mientras esperaba, y como sabía que iba para largo, empezó a colgar de las paredes los adornos que habían hecho los niños, y Minki le ayudó.
- ¿Lo pongo aquí?
El niño negó con la cabeza, y Baekho movió el arbolito un poco a la derecha.
- ¿Aquí?
Negó.
- ¿Aquí?
Negó.
- Ash… ¿dónde lo pongo pues?
Minki estiró los bracitos, y él lo comprendió y le aupó, dándole el árbol. El niño lo puso en la pared, donde le gustaba, y Baekho lo pegó con una chincheta al corcho.
- Venga, tráeme otro. – le pidió dejándole en el suelo.
Se lo trajo y volvió a auparle para que lo pusiera él. Estuvieron decorando el aula por lo menos durante veinte minutos, Baekho le hacía bromas para que riera y al cabo de un rato funcionó. El orgullo que sintió de haber sido capaz de hacerle reír solo era comparable a la ternura que le causaba su sonrisa.
Hasta que finalmente le vinieron a buscar. Fue su madre esa vez. Cuando la vio Minki se abrazó a las piernas de Baekho y se escondió detrás suyo.
- Minki… – le llamó su madre.
- No, no quiero.
Baekho no comprendía que estaba sucediendo, la mujer le lanzó una mirada de disculpa y se acercó.
- Vamos cielo.
- No quiero ir a casa. Quiero ir con papá.
Su madre suspiró, triste, y se agacho a su lado.
- ¿No quieres estar conmigo?
- Si, los dos.
- Pero los dos no puede ser cielo…
- No quiero. Yo quiero a los dos.
- ¿Os separáis?
Ella levantó la mirada a Baekho, se puso en pie y sonrió algo avergonzada, triste.
- Si, hace tiempo que lo decidimos, pero se lo dijimos ayer a los niños. – suspiró – Ellos no pueden verlo ahora, pero es lo mejor. Ahora las cosas empezarán a ir mejor…
- ¡No! ¡No! ¡No! Yo quiero que papá vuelva a casa. ¡Quiero que vuelva!
- Minki… podrás ir a verle cuando quieras, todos los fines de semana. Será como tener dos casas, con dos habitaciones. ¿Eh?
- No.
Se aferraba a las piernas de Baekho, enterrando la cabeza para esconderse.
- Eh Minki. – le llamó. – ¿Es que se esconden los niños valientes?
- No… – respondió sorbiéndose las lágrimas.
- Claro que no. – sonrió – Los niños valientes no lloran. Y van a casa cuando se lo dice su mamá.
- Pero yo quiero estar con los dos…
- Pero vas a seguir viéndoles. Siguen queriéndote mucho y podrás estar con ellos cuando tu quieras. Solo que en casas diferentes.
Seguía con ganas de llorar, pero ya no berreaba. Miro a su madre, le tendió sus bracitos y la abrazó.
- Vale…
- Gracias.
Se fueron, pero antes de salir de la clase Minki se soltó de su madre y regresó con él. Le tendió los brazos y Baekho se agachó a su lado.
- Adiós Profe.
Le abrazó y le dio un beso en la mejilla. Se fue corriendo tras su madre, dejando a Baekho pasmado y con una sonrisa de estúpido impresa en su cara.
“Demasiado tierno…”