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Detestably unstable por Ornela

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Notas del capitulo:

De veras, de veras me sentí mal cada fin de semana que no actualizaba :'v Había estado de viaje un tiempo, y cuando podía y tenía tiempo, no lo hacía. Y ya sabrán que si no hay ganas, no hay continuación. Pero por suerte, ya entrada al cole de nuevo, se me ocurrió tomar el siguiente pedazo asqueroso de la historia que hace tanto escribí, corregirlo y darle cohesión, y bueno, el resultado es éste capítulo. Aunque, aveces se me olvida parte de mi propia historia, y no sé si se unen los hilos de los capítulos tan bien como quisiera. Pero en fin. Gracias por su paciencia, linduras.

No podía creerlo, no le cabía bien en la mente qué clase de broma era esa; como intentar cruzar un cuadrado dentro de un triángulo: Imposible. Siempre, todo era su culpa, siempre era SU culpa, no de sí mismo, si no de ÉL. Él y su existencia, él y su ocupación de espacio en el mundo, él y su sitio en esa casa de locos, él y su primer puesto, él, el primero en sucesión, él, y su todo. Siempre él, rebajándolo. Siempre en su mente, contaminádolodo todo a su paso, y claro, si podía regalarse el lujo de culparlo así, de esa forma al albino, no iba a negarse la maravilla. 
 
De todos modos, y en planos enfermizos, su mente no podía estar más repleta de él. Tan, tan repleta de ese blanco tóxico y vomitivo que era el veneno de Near, tan blanco, como si fuese demasiado blanco para ser común, algo como..."blanco Near", y sí, ahora el "blanco Near", en su cabeza desdichada, vendría siendo un nuevo tono de color, una nueva categoría muy presente en su vida. Y de la peor calaña.  
 
-Te odio...- Se dijo, y más que decirse a sí mismo, se lo decía a él, aún sin presencia; caminando los largos pasillos de Wammy's House: Huyendo. Sin saber dónde huir, ni saber exactamente de qué, y porqué, pero huyendo. 
 
Y no fue la última vez que a cada paso maldecía, ni la primera, ni la penúltima vez. Porque volvía a repetir, apretando los dientes y degradando el sonido del odio, cuánto y cuánto más lo odiaba. Lo odiaba por sólo odiar. Altos y bajos, categorías del odio verbal. Eso le correspondía a Near, una tragedia verbal. Un discurso bien merecido a su mal nacimiento. 
 
-Tú no sabes cuánto te odio...- Y qué iba a saber ese cabeza de alga blanca de odio, de resentimientos y celos. De cosas de la vida que, en efecto, no debieran porqué ocurrir. Y por qué a ellos, Santos Dioses. Justamente los dos idiotas más brillantes que jamás debieron involucrarse entre travesuras sucias. 
 
Continuó así, dándose pláticas del odio, de su profundidad, aveces dudando, otras ocasiones asegurándoselo por ver rodar su cabeza, sin una duda de por medio, siempre llegando al mismo punto: Lo odiaba. Y se raspaba la garganta con algunos gritos desesperados, ahogados.
 
Su mente por igual le gritaba, le gritaba palabras con toda la potencia de una voz real gritar sin cuidado, golpeando su cráneo desde dentro, sin dejarlo pensar. Buscaba calma, una ayuda entre tormentas eléctricas, algo que, tan bloqueado como tal, no lograba por más puertas que abriera; puertas al azar, como buscando algo, lo que sea. Prácticamente, una aguja en un pajar, o peor aún, un filamento de paja en un agujar, y por más paredes que pateara, por más perdido que se encontrara a sí mismo entre los pasillos, no hallaba a nadie, ni nada. 
 
Sin reparar bien en todas sus acciones, sin pensarlas antes de hacer ni medir consecuencias, pisaba fiero la falda del territorio enemigo, territorio del mismísimo Near; La habitación de albino.
 
Cuando percibió en la piel de la mano el frío del pomo, fue cuando, a pesar de la indiferencia que perfeccionaba sus acciones, se sorprendido de sí mismo más que de cualquier otra cosa.
 
Se dio enseguida media vuelta con los talones, y al sentir la punzada de la tentación, de vuelta a los sentimientos revueltos, y estrellados, volvió al pomo, acariciándo con la punta de los dedos el suave metal, como acariciaria la cabeza de un gato, decidiendo qué hacer ahora que estaba ahí, de vuelta en esa habitación por segunda vez en su vida. Y nuevamente estuvo a punto de marcharse, indignado de aquellas cuatro paredes sin color. Sólo a punto.
 
Seguramente, era que no soportaba de ninguna manera esa voz en su cabeza que tanto le gritaba, pinchándole ese tejido blando y rosa que le había servido para sobrevivir a ojos bien abiertos, brillante.
 
Le gritaba en tonos tan altos que le daban profundas, profundísimas jaquequeas, interminables dolores de cabeza. La necesidad de paz era lo que le gritaba, algo muy contradictorio, pero tan necesario como lo era comer y respirar. Así es como llegó allí. De espaldas a la puerta cerrada detrás de sí, resbaló la espalda hasta topar con el suelo, y allí, dentro de sus aposentos, muy ordenados aposentos de Near, abrazó parte de sus piernas.  Rodeándose las rodillas, y respirando como si fuese la primera bocanada de oxígeno en años.
 
Una vez allí, miró todo como si fuese la primera vez que lo veía, y de todos modos, no difería mucho de esa primera vez. Sintió bien la sensación de la madera limpia del piso de Near, ese frío tan cómodo, ese olor tan de él, volvían a su ser; siempre volvían de un modo u otro. 
 
Como si fuera su habitación, se lanzó a la cama boca arriba, cerrando los ojos con una fuerza tan pesada, que dolía. Podía a través de sus párpados sentir la luz del sol impactarle encima, ni siquiera quería correr las cortinas, que daban a cierto lugar del patio. Sólo quería sentir y no actuar, no ahora. 
 
Suspiró tranquilo por primera vez en el día: Near estaba en clases, todo el mundo estaba encerrado en una prisión de números y letras. Y no había problemas de ser así. Si actuaba en secreto, si Near finjía no saber nada, todo estaba bien, en una aparente calma ensoñada.  
 
-Qué sucede...- Se susurró, sumido en su poca fuerza de voluntad. Se había dicho no volver allí, lo recordaba, era así, ¿no es así? Dioses, qué estaba pensando: Ni él mismo lo sabía. Nunca sabía nada cuando se trataba de Near, y de él mismo, cuando éste se involucraba demasiado en su vida. Realmente, no sabía qué estaba pensando, y seguramente era eso: No estaba pensando. Si hubiese estado bien de la cabeza, Dios iba a saber qué escándalo le recrearía en la habitación. Estaba seguro que lanzaría todo por los aires. Un llamado violento de advertencia...Un llamado de advertencia, ¿para quién? ¿Para quién debía ser la advertencia? 
 
A fin de tontas cuentas, que asqueroso era ésto, tan asqueroso, y tan bizarro, que le encantaba. La fascinación por Near, tan enfermiza, se sentía ahora tan bien en su cuerpo, en su mente. Esto era algo que sólo podría admitir en situaciones así, en que se encontraba alma a alma consigo mismo, oliendo el aroma de Near, sintiendo la colcha de su cama tras su espalda como la primera vez, transmitiendo su calor a las pertenencias inertes del mismo Near, tan inertes y carentes como él.
 
Sus cabellos rubios se le desordenaban contra la almohada en un total desorden dorado, y qué importaba ya, si estaba tan encantado en un hechizo de ingenio que ahora ni podía controlarlo. Dió un largo suspiro, no sabía bien si de agonía o de alivio, pero fue esto lo que dio paso a tomar confianza, a que le impulsara a optar por acomodarse de costado, cara a la pared; Espalda al mundo.
 
Y allí quedó, directo a la inconsciencia misma. No entendía cómo la delgadez de los párpados podía pesar tanto, tanto. Se sentía cómodo, en realidad, podría decir que hasta a gusto, todo el sazón que en el descanso podría considerar, estaba en esa cama, como estúpidamente terapéutica.
 
Algo, a su vez, le quemaba por el exterior la carne, quizás un presentimiento, obligándolo a abrir los ojos lenta y nuevamente; le ardían de cansancio.
 
Parpadeó un poco, un tanto enojado, y un tanto necesitado a hacerlo. Volviendo a darle la cara al mundo, de vuelta a él, y no a una pared represiva; racapitulando bien las cosas, y lo que perturbaba su vida, pero aquella vista extra y en blanco que,  suponiendo que no debía ser así, se le sumaba a la vista, e impedía el proceso correcto de la corcondancia, le confundía aún.
 
Estiró la mano, alcanzando aún entre la conciencia y la inconciencia esa...tela blanca, tan blanca y tan suave ahora que la sentía y la agarraba con el puño, con esas intenciones asesinas de quitarla de su camino, y a la vez, no querer hacerlo.
 
-...Buenas noches, Mello.-
 
Atinó desmesuradamente a abrir los ojos en gigantesco par. Reconocía esa voz (Del demonio) donde sea. Ahora todo comenzaba a encajarle con recuerdos y suposiciones: Estaba en la habitación de Near, y ÉSTO era Near. Ahora que lo reconocía mejor.
 
Giró brusca la cabeza al ventanal, recordaba haber dejado las cortinas sin correr, y ahora era ésto lo que le indicaba la veracidad en las palabras del muchacho: Ya era de noche. Una noche oscura, sin estrellas y sin luna; sin brillo. Como una capa de negro espeso, tan frío, tan infinito.
 
El tiempo, volvía a jugar en contra otra vez más.
 
-"Otra vez..."-
 
Se vio aún tomando firme la camisa del niño, y mirándola un segundo más, quitó la mano como si le quemase, escondiéndola tras la espalda con algo de asco. 
 
Se levantó a pies sobre la tierra, teniendo a un Near sentado en la orilla de la cama en que había estado descansando, eso le daba suposiciones de que lo había tenido dándole infaltablemente la esbelta espalda suya, tan suya, tan menuda y curva.
 
Pudo haberle dicho algo, excusas, mentiras, groserías, ALGO, pero no. La mudez volvía a callarlo, y la hoja de papel que descansaba inerte sobre la almohada a su lado tenía la capacidad suprema de enumederlo aún más: Ese...perfecto diez, y no era a su nombre.
 
Cuando viró la mirada al albino, muy a pesar de que éste tampoco hubiera dicho nada para alarmarlo, enrrulaba tranquilo un mechón en su dedo. Éstos eran los resultados del exámen de Ciencias, aquel por el cual dio prácticamente la vida al estudio, por el cual estuvo días indagando en la computadora de la librería, gastando noches y días, incluso por el cual se había involucrado con él por el maldito libro, y la...maldita escenita en la biblioteca. Ahí mismo había perdido el orgullo de hombre.
 
 
-Primera ley de Johan Mendel. Ley intermedia...- Oyó la voz del albino mascullar, sacándolo de sus pensamientos airosos como si le aventara agua fría.
 
Lo observó en silencio, con horror que sólo la deformación de sus facciones explicarían con precisión. Eso sólo decía...que había fallado, de nuevo.
 
Tragó duro, y no se tomó más tiempo. Sin más, salió de ahí con sequedad, sin mirarlo, sin demasiadas reacciones. Sólo salió de allí, y, caminando luego, y nuevamente presuroso por los pasillo, dió pasos largos y firmes, aplastando y quemando a fuego vivo la madera bajo sus pies desnudos; alarmando a algunos niños que ya se venían ver esto desde la entrega de puntajes, durante las horas en que Mello no había aparecido. Y más de alguno se sintió dichoso de no estar allí para apreciarlo.
 
Cuando entró sin tocar a la oficina de Roger, cerró la puerta a sus espaldas, suponiendo que le habían estado esperando, dejando atrás todo asunto con Near. El hecho de que lo estaba esperando se lo decía la hoja en el escritorio del anciano, a su nombre: Un nueve, punto ocho. Si bien Roger yacía revisando unos libros en la estantería a sus espaldas, al ver llegar al pequeño genio ablandó las facciones; sentándose paciente en el genero marrón de su silla mullida. Antes de que hablara, Mello se le adelantó.
 
-¿Qué estuvo mal, Roger?- Moderó su tono de voz, guardando las emociones negativas del momento. Roger se mantuvo callado, hasta el momento en que vio en Mello el fuego de las llamas en sus ojos agudos y resentidos.
 
-Ley intermedia, Mello.- Y no mencionó nada más. Cerrando los ojos de paso, con resignación.
 
En un impulso, tomó rápidamente las hojas del examen, revisando cada pregunta con la mira hasta hallar el error, ese único error marcado en rojo. Y no pudo sentir más amargo el sabor de la derrota. Near se lo había comentado con anterioridad, esa ley. Sabía que iba a fallar en ello, Near lo sabía, se lo había advertido ¿Había
intentado hacer que se le grabara en la mente? No, ese no era ninguna ayuda por parte de Near. Todo se reducía a ésto, a la superioridad de Near al hacerse marcar su saber de todo a su alrededor. 
 
Apretó entonces en sus manos cerradas las hojas que pronto se arrugaban en sus dedos, mordiendo la inferioridad de sus labios, apretándolos. Sentía que si decía algo, por más pequeñas palabras que fueran, se ahogaría, la picazón en la nariz se le haría entonces insoportable, y lloraría de impotencia. No podía permitirse hacerlo allí, por eso es que, en silencio absoluto, salió de allí, ahora, apretando los ojos.
 
Se apoyó un tanto en la puerta de Roger, dejándose descansar cabizbajo, con la sombra de la noche envolviéndolo, refugiándolo de los mirones que le daban algunas miradillas antes de entrar en sus habitaciones.
 
Quería llorar, y no se permitía dar ni un suspiro de derrota. Quién sabe, si es que lo hacía, quizás se derrumbaba, y no estaba ahí para probar la resistencia de sí mismo ante la tristeza. Ésta era su vida. Siempre había sido así, sin ninguna ocasión en que podría haber podido saborear el dulzor de la victoria en nada, absolutamente nada. Era una vida infeliz, lo era sin duda. Días intentando alcanzar algo que no lo obtenía, no porque no quisiera, si no porque no podía. Porque no era lo suficientemente bueno, e intentar serlo inutilmente, era algo peor que el mismo infierno. Él verdaderamente, se consideraba una persona infeliz. Y seguramente, lo sería aún más en el futuro. Podía suponer lo que le deparaba, y no se alegraba en nada saberlo. Sólo...una pieza más para ascender a Near a la victoria. De seguro iba a morir como un perro, y sin ninguna gloria.
 
-Maldito...- Se limpió los ojos con el antebrazo, susurrando, sin reprimir sus ansias de querer oírse maldecir a Near, aunque comenzara a dejar correr lágrimas que si no fueran de agua, serían de una espesa cosa negra como el alquitran caliente.  
 
Respiró profundo, secándose bien el rostro que se le empapaba antes de caminar por los pasillo directo al baño.
 
Agradeció el hecho de que nadie estuviera allí a esas horas, podía asegurar de que serían más allá de las nueve y media. y allí, él sin compañía, se miró bien el rostro.
 
Momentos como el de ahora, en que frente al espejo se miraba tan atentamente, simplemente no se reconocía como tal. Si bien sabía que él mismo era Mello, el del espejo no era alguien conocido para nada. Podía ver ahí un niño, con una mirada tan fija que olvidaba que ese era él. Podía mirarse tan de cerca todas las facciones que incluso veía claro el pasar incoloro que las lágrimas dejaron. Sentía incluso el rozar de su cabello con su rostro, ese dorado tan llamativo y vivo en un rostro tan fruncido, que sin duda era atractivo.
 
Sonrió un poco de lado ante la estupidez de las reflexiones que se daba para reanimarse, porque eso era, una reanimación. Auto-ayuda.
 
Cuando se dio cuenta de lo que hacía, estaba apretando la orilla del lavamanos con tanta fuerza que sus dedos le ardían, blancos. Intentaba por igual enterrar las uñas en esa superficie tan dura, rompiéndose la orilla de éstas. Sediento de las ansias de enterrar esas mismas uñas y encerrar esas manos en la blanda piel de Near. Y, sin tocar a la puerta, habiendo caminado de vuelta a su pesadilla, sólo la abrió de una, esa puerta...la puerta de la habitación de Near.
 
No recordaba en qué momento se había dirigido allí, y tampoco reconocía aún muy bien qué hacía. Sólo sabía que su objetivo estaba ahí, sentado en la cama tal y como lo recordaba al salir, enrrulando sus cabellos. 
 
-Near...- Entrecerró los ojos, tomando la atención del albino aunque este no se moviera de su sitio.
 
-Mello.- Respondió con neutralidad. Sabía qué le esperaba a partir de ahora. Lo estaba esperando, por como veía.
 
 
Apagó las luces con uno de sus dedos, muy lentamente, antes de caminar felinamente hacia el albino. Podían oírse los pasos que daba, algo que sólo ambos podrían escuchar. Y se acercaban, se acercaban al chico sentado, quien apoyaba una pierna sobre la cama, y la otra colgaba sin llegar a tocar completamente el suelo. Y, aprovechándose de esa posición, Mello posó una mano en su rodilla, acariciándola con afán, con erotismo incluso. Y por el contrario, el albino no respondía a las caricias, mas, cuando comenzaron las uñas a enterrarse en su carne, se estremeció ligeramente.
 
Tiritó bajo el cuerpo de Mello quién se le iba montando poco a poco, haciéndolo bajar la pierna que mantenía por comodidad en su posición. Así, el rubio pronto se encontró sentado en el regazo del albino, frente a frente con él, y éste, tan incómodo debajo del cuerpo del rubio, no notaba, por muy extraño que pareciera, ninguna clase de emoción en ese rostro hecho para muecas disgustadas y retorcidas.
 
Keehl, sin una pizca de vergüenza aparente, si no más bien de morbo, movió lentamente las caderas hacia delante, creando cierto roce que comenzaba ya a incomodar perfectamente al albino.
 
Suspiraba a su oído, jadeaba incluso, todo con el fin de destruir la perfecta capa del albino, tan inquebrantable, tan bien pulida e implacable. Y esto era sólo el comienzo.
 
Posicionó las manos en el cuello de Near, masajeándolo, haciendo pequeños circulos en su piel, recibiendo de Near estremecimientos.
 
Este chico y su cuerpo sensible le comenzaban a servir tal cual. Y, cuando menos alguien se lo esperaría, apretó con toda la fuerza que le daban las manos el cuello de Near, ahorcándolo con todo lo que podía dar.
 
Oyó los jadeos de Near, la falta de aire le estaba llevando la contraria a su fachada fría, y él, continuaba. No iba a estar satisfecho hasta ver esos ojos cerrarse de dolor. Que llorara, que sintiera el miedo de que alguien maneje tu vida, que alguien te hiera.
 
Near pataleaba ahora, uno de los ojos se le cerraban con dificuldad. Ahora, con su debilidad innata, tomaba las muñecas de Mello, intentando quitárselas de encima. Lástima que el rubio le superaba en fuerza, y ante él, no podía competir.
 
Cuando transcurrieron los segundos, Near dejó de patalear, dejó de quejarse, y dejó de moverse bruscamente. Inerte, le sostenía la mirada con unos ojos tan abiertos y expectantes, que Mello se resistió a continuar ahogándolo, quitándo ahora las manos del cuello que ahora tomaba colores violáceos, muy lentamente.
 
¿Había matado a Near? Lo miró un poco más, ciertamente sombrío, en cierta parte quería creer que lo había hecho, que se había liberado del infierno mismo, y por otra parte, gritaba por Near, que siguiera respirando.
 
Cuando, tomó sus pulsaciones, sorprendió su persona, aguantándose las emociones que le golpeaban el pecho. Esto era... ¿adrenalina? Manejar una vida de forma tan frágil, le daba cierta...satisfacción, sólo, si era Near el caso. Pero por lástima, o suerte, este aún vivía. Sus pulsaciones le indicaban lo vivo de su ser, de forma muy lenta, pero aún vivía. Era sólo que la respiración que tomaba se le hacía débil, muy débil. Sí...había estado a punto de matarlo. ¿Y si no se hubiera detenido? En este momento Near ya no estorbaría su vida.
 
Volvió a mirarlo, esta vez de reojo. El pecho del albino se inflaba y se desinflaba con el oxígeno, con una respiración escasa, alterada. Y aún, no decía nada.
 
-Near...- El susodicho no respondió al llamado. Ausente al rubio, quién, recostándolo en la cama como si el niño necesitara de él, lo acomodaba bajo de su cuerpo.
 
-No me ganarás a la próxima...- Y, levantándose de la cama, dejó al albino recostado, medio cubierto con las mantas de la cama, y medio ausente.
 
Éste le miraba de reojo, el cómo Mello se marchaba, y, antes de cerrar la puerta, se atrevía éste a continuar hablando.
 
-Voy a volverme el número uno...- Pausó, estático con el pomo en la mano, girándolo lentamente para luego marcharse.
 
-Y voy a volverte un desquisiado, como yo...- Y sin más, cerró la puerta sin ruido. Caminando de vuelta a su habitación.
 
Por primera vez, tuvo la sensación de haberse ido con el corazón en la mano. Nunca antes le había latido tan rápido. Y quizás Near, estaba a la par con él.
 
-"Defectos cardíacos"...- Susurró, con el corazón a mil. Y por extrañas fuerzas globales y mundiales, Near también. 

Notas finales:

Bueno, espero desde el fondo del abismo en que cayó mi resposabilidad con mi F.F(?, que hayan disfrutado, al menos un poco, otro pedazo de éste pastel medio amargo. Admítanlo, éstos dos siguen siendo unos bombones(? Bueno, comenzaré a darme descanso los fin de semana para ir corrigiendo ésta cosa, y subirla más rápido. 

Gracias por leer, y dejen comentarios, que los aprecio mucho. Hasta entonces.


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