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Detestably unstable por Ornela

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Notas del capitulo:

Creo que no me tardé tanto(? Aunque es más porque este capítulo, y aviso, es uno complementario al anterior, pero centrado en Mello y qué fue de él. 

Aún así, gracias por leer.

-¿Dónde estoy?

-En la enfermería.-

-¿Y qué diantres hago aquí?-

-Tenías fiebre.-

 

Por unos instantes breves, Mihael Keehl quiso recordar sus últimos momentos lúcidos, pero al vislumbrar tantas sombras, tanta voz irreconocible y tantas cosas que por  ningún motivo entendía en el interior de su cabeza revuelta y estrellada, como los huevos de la cocinera, recostó la cabeza, como en los inicios, de vuelta al almohadón oloroso a destilación. Y no sólo oloroso, si no apestoso a todos esos materiales limpios, casi de tortura.

Si le habían dado de agujas, realmente no lo sabía. Como tampoco nada de lo que le habían hecho en general. Y qué iba a saber, si no sabía nada más de lo que Matt le decía. Pero eso no significaba una tranca a la tranquilidad a la cual sucumbía  falsamente, que más que sucumbir por necesidad, lo hacía por tener qué. Y a pesar de que Matt estaba ahí, ni siquiera parecía estarlo. Más que en la realidad, estaba inmerso en un  mundo animado y pixeleado.  Y había sido inteligente al darle “Mute”.

Sopló las chasquillas que le caían por la frente con un hastío flojo, dejándose descansar en la camilla como el paciente que era hoy. Comenzó, al poco tiempo de no hacer nada, a girar los ojos a todo lo que podía observar. El reloj rojo en una pared asquerosamente blanca. Blanca como las baldosas del piso, como las sábanas. Pronto comenzó poco a poco encontrar defectos. Manchas amarillentas y grisáceas por todas las manos que dejaron su marca de suciedad. La pintura estaba trisada en las esquinas, y no se le había pasado que ahí se almacenaba polvo de forma que podía ser algo ya casi sólido.  En momentos así, recordaba muchas veces todas las cosas que L les contaba desde otro continente muy lejano por una laptop. 

- “La higiene de los hospitales es plástica; es superficial. Intentan hacer que el blanco lo cubra todo con sus aires de pulcritud, pero eso es sólo una mentira para cubrir sus defectos y su mala higiene, en la mayoría de los casos. Creen que el blanco tranquilizará a los pacientes con una supuesta paz, pero tampoco es así. No me gustan los hospitales.”- 

-¿Impaciente?- Oyó de Matt sentado desde su asiento junto a su camilla, y tras reaccionar a su voz y entornar los ojos a él, en la misma posición boca arriba; Irrompible como una posición petrificada, guardó un poco de silencio, pensando en ello, hasta llegar a la conclusión que no. Sólo estaba aburrido; harto de algo que, hondamente le acongojaba desde el momento en que abrió los ojos casi con espanto, y eso le intuía con mal sabor.

 

-Te lo dije.-

 

-¿El qué?- Enarcó una ceja sin ganas, a lo que resultó más una mueca graciosa de pereza que una apremiadora de la interrogativa irónica.

 

-Eso. He estado esperando todo el día a que despertaras para decirte que eres un tonto. ¿Por qué crees que el gato de la señora Luisia murió hace un mes?-

 

-Matt, ¿a qué mierda viene eso?-

 

-Ya sabes, lo atropellaron los camiones. Porque era un gato arisco que no dejó que lo tomaran los niños. Salió huyendo a pesar de que estaba mojado por la ducha que le dieron los chicos, y tras enfermar, lo atropellaron. O moría de Neumonía o por las ruedas. Fue algo inevitable-

 

-¿Insinúas que enfermé porque salí fuera luego de ducharme?-

 

-Bueno, la una de la mañana nunca es una buena hora para tomar un baño.-

Casi rió con aquello, pero no. Mantuvo las gestualidades rígidas, volviendo al momento en que no quiso volver al cuarto, usando la ventana de su cuarto para escapar de Wammy's un momento, y de lo mucho que hablaba Matt sobre el cómo iba a enfermar por ser arriesgado a lo tonto, a lo que, tras sentirse ignorado, sólo prendió un cigarrillo bajo las estrellas, como él masticaba ansioso una tableta de chocolate.

Aquella noche había tenido un sueño, no recordaba qué era, pero lo sentía como una pesadilla angustiante. Y, tras irse a las duchas a escondillas, oyó antes a alguien mear, pues no iba a mentir al decir que no escuchó nada, y seguramente por algún efecto dominó raro, también le dieron ganas, y terminó pasándose antes a los baños, y qué sorpresa le tocó al ver esa cabeza roja de Matt, ligeramente inclinada hacia el techo.

Sonrió con sorna, eso sí lo recordaba bien, y acercándose a él con sigilo gatuno, típico del él, posó con fuerza ambas manos en los hombros de su compañero, sintiendo con la sensibilidad de sus palmas el sobresalto de su amigo, y si no se equivocaba, un grito ahogado que luego lo acompañó con una tos terrible; seguramente por haberse ahogado  con su propia saliva.

 

-Maldito seas, Mello. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Sabes que es más de media noche?-

 

Rió entre dientes mientras Matt se dirigía al lavamanos y escupía allí.

 

-¿Y entonces?- Reiteró Matt aún en su labor.

 

-Por favor. ¿A qué crees que vine, Matt?-

 

Y tras bajarse la bragueta con masculinidad de muchacho, esperó a orinar sin preocuparse por estar Matt allí, ahora apoyado en el lavamanos frío.

 

-Me siento mal, creo que tengo nauseas.- Comentó al aire Mello, alcanzando la atención de su amigo.

 

-¿Y vas a tomar una ducha?-

-Creo.-

Lo sabía, claro. Mello siempre tomaba duchas cuando decía sentirse mal, agitado, enojado, o cualquier emoción fuerte. Según éste, decía que podía mentalizarse y pensar buenas soluciones, aunque siempre, luego o antes dé, le veía con los mismos humos. Y el chorro del agua corrió cuando apenas el rubio se puso bien los pantalones, y así, no tenía otra alternativa que esperarlo, acompañándolo hasta que dijera que si bien tenía nauseas, no era nada. Pero ésta vez le creía, o algo así; Estaba realmente pálido, algo raro para un chico energético y fuerte como era su colega.

 

-Matt, hoy los campanazos suenan fuertes.-

 

Por un momento, pensó que éste le estaba tomando el pelo, y ya casi veía mentalmente a Mello riéndose desde dentro de la cabina vaporosa en la cual se encerraba, y, si bien quiso reír a pesar de que no le encontraba rumbo a la broma, no lo hizo por el simple hecho de que Mello tampoco. Usualmente, si decía algo para confundirlo, pronto le decía que dejara de martirizarse con estupidez de algo poco elocuente, pero el silencio prolongado le decía que esta no era de esas veces.

 

-Yo no oigo nada.- Le informó extrañado, intentando de algún modo escuchar dichos campanazos, que si realmente sonaran, despertarían a todos en Wammy's.

 

-¿De veras?- Oyó rasposa y floja la voz de Mello, como si aún estuviera dormitando, pero sabiendo aún lo vivo que estaba el rubio. Bueno, quién sabe. Quizás hasta estaba cabeceando de sueño en la ducha.

Pero aún con esas suposiciones, no tuvo fuerzas para responder algo a la pregunta, extrañado por la actitud peculiar que llevaba especialmente hoy Mello. Y para cuando éste salió de su ducha reponedora, se puso instantáneamente la ropa a pesar de llevar el cuerpo mojado, y antes de que Matt pudiese decirle algo al respecto, éste hizo una seña con la mano, ya saliendo del cuarto que en comparación al resto de la casa, era un cálido horno a fuego bajo.

Y ni siquiera sabía cómo el rubio no se congelaba los pies si ni siquiera estaba usando calcetines. Parecía que del frío se le podrían caer los dedos, pero el rubio lo negaba sin palabras pisando con confianza y caminando hacia su habitación, pero a pesar de eso algo le decía que no iba precisamente a dormir. No por nada lo estaba dirigiendo a él también, y podía suponer qué era. Algo que pronto confirmó al ver a su amigo abrir de par en par la ventana de su cuarto, y, antes de tener intenciones de lanzarse por ahí, tomó de la mesa con rapidez unas tijeras a punta larga, tal cual como las que utilizan los peluqueros, y por el hecho de que pronto  la lanzó por la ventana, con fuerza como para hacer que no cayera donde ellos caerían, le dijo sin nada más que las utilizarían para algo.

La figura de Mello se escabullía ágil por la ventana, primero tomándose del marco antes de saltar afuera. Por un momento, antes de seguirlo, había notado cómo el pelo aún le goteaba, algo que, por alguna razón, le daba un toque casi, casi femenino, culpa del viento y la noche con sus estrellas que se parecían un montón al goteo de sus hebras rubias.  

Sacudió la cabeza, y siguió los pasos de Mello, saltando fuera de la misma forma, menos cuidadosa, pero saliendo fuera de todos modos. Cuando se dejó caer, se dio cuenta que la altura no era gran cosa desde la ventana al césped frío.

 

Volteó hacia atrás y miró atento cómo la cortina se blandía a ventana abierta con el viento, algo así como una bandera, y si no hubiese sido porque el chasquido de Mello lo hubiese llamado, no habría avanzado. Pero al voltear nuevamente a Mells, éste descansaba sentado en el pasto un poco más allá, con las tijeras ya en mano.

 

-Oye, ¿no quieres por casualidad secarte el pelo?-

 

Y como si sus palabras nunca hubieran llegado a oídos de nadie, no hubo ni por si acaso una respuesta. Insistió un par de veces más, de distintos modos, e incluso las advertencias no faltaron, recalcando por sobre todo que cuando estuviera enfermo, le recalcaría lo estúpido y arriesgado que era mientras se lamía los labios con gesto de disfrute, aunque realmente no le deseaba ningún mal. Pero nada. A Mello parecían rebotarle sus palabras, pues ni siquiera alcanza a recibir sus palabras para luego lanzarlas lejos por su otro oído. Parecía que su receptor no viviera en este planeta, ni en la galaxia. Vivía en un mundo lejano en donde comer chocolate era más vital que respirar, al parecer. Porque respiraba tan lento y suave, tanto que parecía no consumir oxígeno.

 

-¿Estás bien?- Preguntó Matt sentándose a su lado, y al ver que aún no recibía nada oralmente, prendió un cigarrillo que guardaba muy bien en los bolsillos. No muchos en Wammy's sabían que fumaba, y aún no llegaba a oídos de Roger. Y esto había comenzado hace poco. Mello estaba más ausente de lo normal, más perdido y más pendiente de asuntos que, extrañamente, no lo incumbían.

Exhaló e inhaló profundamente entre el humo, soltando y reservando humo en una especie de ritual para cargarse la vida. Aunque algo le decía que no iba a morir por él, pero si bien iba como iba, moriría con él.

De pronto, se le ocurrió algo que quizás, si tenía suerte, enojaría a Mello. No iba a hacer que las cosas comenzaran de buen modo, pero algo es algo y si hacía que el gato escupiera la lengua de Mello, lo creyó bien.

 

-Anda, Mello. ¿Quién es la afortunada?-

 

Y como si fuese magia, la mirada profunda y aguda le atravesó con fuerza. Una fuerza que por cosas psicológicas, dolía. Y sostuvo la mirada buen rato, hasta que con un bufido enojado y refunfuñante, la elevó a la negrura de la noche.

 

-Déjate de estupideces, Matt.-

 

Sus palabras sonaban dolidas, como el eco que deja el sonido de un plato romperse, pero que venía de sus húmedas entrañas. Mello sabía que en efecto, cada vez más se le rompía el orgullo un poco cada día que pasaba. El orgullo masculino, el orgullo con el cual uno debe pararse y seguir adelante, y el orgullo religioso también. Porque desde hace un tiempo estaba temiendo levantar la cabeza ante las Deidades, que seguramente estaban más allá del cielo. Ya no iba a reflexionar, porque sentía que esas figuras pintadas lo miraban con sus ojos gélidos de estatua. Los campanazos lo remecían en miedo, como si anunciaran el pecado que seguramente estaba cometiendo. Creía que quizás el sonido de las campanas alertaban a María, en quien confiaba plenamente por sentirla como la madre que no tenía, y que ésta iba a dejar de acunarlo, iban a alejarlo del buen camino y jamás volvería a mirarlo. Sentía la lástima en los ojos cándidos de una virgen que no podía hacer más por él.

 

-Quiero empezar desde cero, Matt. Quiero largarme de aquí.-

 

No hizo faltar interrogar la respuesta de Matt con los ojos para enterarse de ella, porque sintió de todos modos la alarma que se encendió en su rostro, el sobresalto más que extrañado, como si hubiera oído algo que temiese desde los orígenes de su existencia.

 

-Oyee, no bromees, Mello. ¿Qué hay de ser el número uno? ¿Acaso ya no quieres ganarle a Near?-

 

No evitó el chasquido molesto que salió de sus labios tornados al morado pálido, sintiendo una explosión estúpida en su estómago. Como si alguien se estuviese colgando de sus intestinos, columpiándose y rompiendo todo de paso. Vomitando ácido en sus entrañas. Algo que le afectaba dolorosamente desde dentro. Pero Matt tenía razón. No podía dejar la carrera a medio camino. No cuando aún tenía posibilidades de ganar, entonces todos sus planes de escape y supervivencia callejera se fueron a la mierda, como pensó  en planos dramáticamente literalmente.

-Tienes razón.- Por momentos, pensó seriamente qué hacer. Había planeado empezar de nuevo, algo que le marcara espiritualmente, un cambio que pudiera notar con orgullo. Entonces llegó a algo que no había pensado hacer antes, pero que de seguro lo hubiera hecho en cualquier momento.

 

-Matt, creo que haré un voto monástico a la obediencia.- Comentó con firmeza, sin flaquear un momento.

 

Esto provocó cierta gracia en su amigo, que no rió por respeto a Mello más que a la religión, que no seguía a diferencia de él, pero estando tan acostumbrado a la corriente religiosa que Mello se había auto-inculcado, impulsado por Wammy's House que también promovía ésta religión, ya no le sorprendía tanto como los primeros meses.  Y es que nadie se imaginaría que éste muchacho, tan quebranta-sistemas, podría siquiera ser fiel a la religión. Y es que la mayoría habían de pensar que ser religioso es como cometer un suicidio intelectual, algo que Mello podía discutir por horas. 

 

-¿Y harás algo por ello? No sé. ¿Te irás acaso a las montañas a pasarte un año ahí sin chocolate? ¿Te raparás el cabello y comenzarás un proceso de chakras, mantras, y esas cosas?-

 

-No me tomes del pelo.- Advirtió el rubio con el entrecejo fruncido, que a pesar de todo había captado muy bien la burla de su amigo, más por el hecho de que algo de lo que había dicho, cobraba sentido para él.

Dirigió sus delgadas y maltratadas manos a la punta de sus cabellos, sintiendo atentamente aquella extensión que conservaba desde, al  parecer, siempre, pero que ahora había crecido más de la cuenta. ¿Había estado descuidando su aspecto físico?  

Pensó un momento, y decidiendo efectuar lo que llegaba tiempo ideando, informó a Matt antes dé.

 

-Matt, córtame el cabello. Córtalo lo suficientemente corto como para que llegue a ser como el de los chicos.-

 

 

Por un momento se imaginó con el típico cabello a corte normal, y supuso que no se vería mal. Pero eso no importaba, lo importante era que su acto ayudaría en su causa, y eso sí que era lo importante aquí.

 

-¡¿Qué?! Oye, tranquilo hombre. No es necesario llegar a eso. No necesitas un cambio de look para comenzar tu voto. Si algo te tiene mal, sólo aléjate de eso. Ese será tu maldito voto.-

 

Y, si decía la verdad, le encontró sentido. Qué resultado iba a dar su voto si seguía contactando con Near, si seguía intimidando a ese enano que volteaba las cosas en su contra con sólo una mirada a ojos de alquitrán, con su respiración casi nula, con su maldito olor a limpio, con su color de muertos, con su voz que prácticamente no oía. Con su molesta presencia, con sus juguetes tontos, con su piel suave como de leche, y con su cabello suave y extraño. Con el tacto de sus dedos lentos, con su aliento cálido casi humano, y con...

 

-No importa. Córtalo de todos modos.- Dijo hastiado, rojo de ira, o de vergüenza.

 

Lo había dicho con un tono rabioso que decaía, agarrando hierbajos con los puños, quitándolos a tirones violentos y bruscos. Y qué asco se tuvo descubriéndose pensando "mierda sin sentido".

Creía que todas esas malditas cualidades las había inventado, las había sacado de su mente mientras ésta creaba una imagen agradable de un enano que no tenía nada de agradable.

Y, en medio de su masacre natural, estornudó estruendosamente entre la parte interna del codo, como solía por asco a estornudar con la mano encima y luego tocar otras cosas más, como el chocolate.

 

-Yo digo que vas a enfermarte para mañana.-  Le informó Matt, esperezando en que Mello olvidara rápido la orden que le había dado. Y así fue. Pero no porque éste se olvidara, si no, por posponerlo para otro día. De modo que en cualquier caso, practicaría mejorar el pulso para entonces.

 

Mihael respiró la última bocanada de aire, algo sucio por el cigarrillo de Matt que para ese momento reventaba contra el césped y guardaba la colilla en la cajetilla para no dejar evidencia, y se levantó del césped, sintiendo algo mojado el trasero por la humedad fría natural de éste.

Anunció a Matt que tenía sueño ya, y éste sin decir nada, se levantó también. Notó, caminando de vuelta a la ventana que los había sacado, que la luna de esa noche menguaba, y que, por razones que siempre había oído en Wammy's House, la vio como una sonrisa. Y no evitó preguntarse de quién o de qué se estaba riendo con tanto afán.

 

Y ahora, que estaba postrado en una maldita camilla a sabanas heladas, podía suponerlo.

El reflejo del sol le llegaba a los ojos a través de una ventanilla elevada y cerrada. No hacía calor, y por el contrario apenas serían las nueve de la mañana, si el reloj andaba bien.

Pero sentía la punzada invisible de algo más, más irritante que el sol que lo cegaba, y más insistente que éste. Y no dudó de su origen, que por experiencia, ya sabía qué podría ser.

 

-Matt, ¿tienes algo que decirme?- Preguntó con filudo tono mafioso, delicado y suave. Raspante al que recibía sus palabras. Algo elegante, y aún así intimidante. Y Matt ya reconocía bien ese tono.

 

-Nada en especial.- Respondió elevando los hombros, para luego bajarlos sin atención; sin mirarlo a la cara, atento a su videojuego.

 

-¿Desde cuándo estoy aquí?- Inquirió, esperando conducir la charla a lo que sentía debía indagar. Y con ello, Matt pausó su videojuego, situando los codos en sus  rodillas, y ésta vez, mirando el piso y sus múltiples líneas creando cuadros, habló.

 

-Bueno, ayer te ingresaron en la tarde. Estabas sudando como un cerdo. Y yo creo que eso no era normal, eh.-

 

¿Qué era eso? No era tonto. Matt le estaba esquivando la pregunta, ingeniosa y sutilmente, pero no tanto como para desviarlo de lo que realmente estaba preguntando, aunque el plan de Matt funcionaba, si podía admitir algo de derrota; ahora también quería saber qué tanto había sucedido en el paso de tiempo libre de inconsciencia. E incómodo, se puso el antebrazo en el rostro de modo que la luz no transparentara más el azul oscuro de sus ojos, pensando cómo poder seguir el interrogatorio.

 Y una sonrisa casi nula se trazó en sus labios ligeramente partidos, pues no había pérdida de diversión en algo por el estilo.

 

-Dime, ¿cómo y cuándo es que supiste que no estaba en todos mis sentidos?-

 

Si Matt lo había mirado, no lo sabía. Pero suponía que debía estar zapateando el piso, por lo que podía oír. Sus botas siempre hacían el mismo sonidillo al caminar, y de tanto darse de mafiosos por los pasillos viejos de Wammy's, ya los reconocía bien.

 

-Como no habías ido a desayunar pensé que te las habías dado de flojo. Pero debiste ver mi cara cuando entré a tu cuarto. Estabas rojo como una manzana, una manzana rara. Y pensé que no estabas respirando. Viejo, me diste un susto bueno, sabes. Eras como una gran granada-

 

-¿Y ahora me dirás que me diste respiración boca a boca?-

 

Oyó la risa nerviosa de Matt, y evitó reírse él mismo por la ocurrencia que de seguro lo había incomodado. Quizás había oído algo como "Qué bromista" que apenas había sonado como ello. Más parecía un susurro satánico y una risa extraña, casi hacia dentro. Y en ese momento, supuso que algo realmente iba mal. Había saboreado ese amargo pánico desde el despertar, y a pesar de que quiso dejar las pesadillas como pesadillas, al parecer no sólo eran tácticas de horror mental.

 

-Oye, Matt. Creo que soñé con Near.-

 

Mintió, pues la verdad no sabía ni qué había soñado, pero ésta vez, disimuladamente, quitó parte del brazo sobre su rostro, examinando a su amigo. Y si no fuese porque podía leer sus expresiones físicas muy bien, no hubiera notado la incomodidad que estaba sintiendo ese cuerpo que se encogía sobre la silla. ¿O era que él mismo se estaba encogiendo en su camilla?

 

-...Dime qué pasó, Matt.-

 

Entonces un largo suspiro, en derrota total, llegó a sus oídos. Entonces levantó su torso echado en la camilla, dejándose sentado en la camilla. Pudo ver la montaña que dejaban sus pies bajo las sábanas, y en esa posición se quedó mientras que  la boca de Matt se movía para dejar oír una historia. Había empezado con lo que ya sabía, con lo del desayuno, aunque era verdad que en un inicio lo creyó una mentira inventada. Pronto, cuando la historia avanzó más allá de su poco conocimiento, sintió lamentable el hecho de habérselo ordenado.

 

Pronto dejó la montaña,  fijándose en el temblor leve de su mandíbula, en cómo se corregía las palabras para expresarse de una manera más suave que de costumbre, y a veces, no creyó esa historia, porque parecía más historia fantasiosa muy bizarra.

Ese, el Mello del cuento tonto, no era él, pero actuaba tal y cómo quería en su cabeza, cuando pensaba por las noches qué realmente quería hacer.

Y hubo momentos en que no pudo decir nada, ni un suspiro, ni una carcajada, pero su muda quietud no  había durado por siempre ni aunque así lo quisiese, y ya descarrilado, enojado por tanta palabrería que no podía, ni quería comprender.

No, si había llegado al punto de abrazar al enano, como los testigos veían que era, no podía hacer algo por sí mismo, ni por la persona que se hacía ver al resto, y menos por alguien como Matt, y enredado en las consecuencias de su propia inconsciencia, había soltado, quizás apropósito y en busca de ser una navaja verbal, soltó hiriente maldiciones a Matt, y al enano inmundo.

Y, gritándole, terminó por colmar la paciencia de su amigo como había querido hacerlo. ¿Estaban peleando? ¿O era que el portazo tan fuerte que había oído era otra cosa de su mente?

No. Podía oler los pasos que Matt había dejado, con lágrimas de rabia, y un ligero olor a algo roto. La cara de Matt parecía tan herida, y podía entenderlo. No era culpa de Matt, pero tenía que culpar a otros, o se volvería loco. Tenía que gritarle, tenía que sentir asco por él antes que por sí mismo. Si no, se iba a desmoronar. Iba a caerse a pedazos lo que estaba quedando de Mihael Keehl, pero antes tenía que hacer caer al otro.

 

- "Como un estúpido juego de dominó"- Pensó, pero quizás se había pasado. Había escupido incluso a los pies de éste con una rabia que no sabía de dónde la había sacado hacia él.

Había gritado tantas tonterías que ahora le costaba esfuerzo recordar cada una. Se había auto-convencido de que Matt, a medida del transcurso de su historia, quería etiquetarlo de Homosexual.

Entonces le había dicho que él era el marica, el maricón entre los chicos, por no salir a jugar con el resto y estar siempre con él, y quizás esa acusación injusta, el derroche de una amistad leal que lo había estado soportado, había llegado a su límite. ¿Lo estaba perdiendo todo? Y la culpa era...era de Near.

Si fuese él otra persona que hubiera estado como protagonista en una situación así, no le importaría actuar como un tonto en estado fuera de sí, pero porqué él, Mello, y porqué Near. Porqué en frente de todos, y por qué esa calidez que tanto quería no podía ser algo secreto entre su inconsciente y un poco de consiente. Por qué tenía que manifestarse físicamente. Porqué no podía ser algo menos aberrante y tan poco natural.

Los chicos iban a creer que ahora era raro ¡y no lo era! Cómo iba a serlo, si odiaba tanto ese error de naturalezas. Esa  confusión estúpida. Eso sólo le ocurría los...gays, y él no era uno de esos. Él no andaba donando el culo. No andaba de mariposón por la vida, no manchaba aún más el historial de la humanidad. No andaba ensuciando el nombre de Dios con su cuerpo. Entonces, por qué. Todos iban a entenderlo mal, todo iba a estar mal; iba a estar raro. Tanto como las vueltas que le daba la cabeza.

 

Y sencillamente, Mihael Keehl había vuelto a desmayar.

 

Al cabo de tres horas, abría los ojos como ventanas oxidadas, con una pesadez de plomo y un ardor por la luz, y las imágenes del mundo.

Pronto le dijeron que podía marcharse, que su temperatura había normalizado mientras dormía, pues había sido algo así como una sobrecarga por estrés, y que el resto sólo podría ser cansancio, pero suponía que los pequeños atisbos de su condición le habían justificado el hecho de que le dieran un par de pastillas, en casos de seguir con esa cara de anemia.

Evitó con el ceño fruncido a las demás personas que se lo habían topado, y el signo de que llevaba las manos en los bolsillos indicaba que no estaba para saludar a nadie. Aunque no podía evitar pensar que si se encontraba a Matt, qué iba a hacer.

Sentía que debía frenarlo antes de que pasara por él, pero no sentía las fuerzas para hacerlo, y el hecho de que tenía que disculparse con él no era la traba. La traba estaba siendo él mismo. Pero por suerte, o desgracia, no topó con él. Y quizás era ese hecho el que lo había hecho pasearse innecesariamente por otros sectores de Wammy's House que el propio camino a su habitación, como el despacho de Roger.

 

-¿Buscas a alguien, Mello?- Roger, arreglando sus gafas, se cruzó de manos en el sitial que soportaba diariamente el peso de un hombre que cada vez se volvía más viejo.

Miró a librería detrás de él por unos momentos, pensando realmente a qué venía, y por quién.

Roger y él lo sabían, Mello no entraría a su despacho por algo simple, porque normalmente se hacía cargo él mismo. Pero preguntar por Matt levantaría unas sospechas como nunca, porque todos en la casa sabían que eran inseparables, y no tardarían en detectar problemas que no vendrían siendo suyos.

Comenzó con bajar la mirada de la estantería al viejo, que, sonriendo de forma cansada como sólo él podía, esperaba lo que él quería preguntar.

Y, tras comenzar con una frase lenta como lo era comenzar citando los acontecimiento del día anterior, que de seguro Roger recordaba muy bien, éste interrumpió con su voz vieja y rasposa, tan desgastada que sonaba rara.

 

-Mello, si te sientes tan turbado por eso, ¿por qué no pruebas otros métodos para descargarte? Matt vino hace aproximadamente tres horas también.-

 

Chasqueó la lengua. Maldito viejo que no se le iba nada. Y con ello en mente, Roger sonrió como si leyera lo que estaba pensando.

 

-Solías ir diario a la capilla, Mello.-

 

Y así fue como las horas se le hacían realmente cortas cuando se lanzaba una la oración personal con alguien en quien confiaba con un cariño que un hijo podría tener a una madre. Y no era como si nunca hubiera tenido familia. Mihael Keehl había nacido en el seno de una familia, no como Near, que era huérfano de nacimiento, pero esa era otra historia aparte.

Sentía que María habría sido una madre suave, y delicada, como seguramente había sido en tiempos remotos. Y lloró silencioso por él, sentado en unas bancas solitarias de madera. Los codos, acomodados en un apoyo que siempre brindaban éstas, se formaban en las manos unos puchos a dedos entrelazados.

A veces, podía sentir los brazos de una mujer perdonarlo por todas sus maldades, y otras veces sólo estaba perdiendo la cordura tras horas y horas junto a la mirra quemada.

Pronto se hizo algo habitual, y aún así irregular. Los días en que no apareció por Wammys House, estaba presente entre santos.

 No eran horas de martirio, tampoco. Si no de una pura purgación, según lo que quería creer.

Matt era el único que, tras las horas de desaparecido de su amigo, intuyó qué era de él, y aún así, no fue a visitarlo ni una sola vez. Suponía que esto ya no era su asunto. Que un testarudo lo sería hasta la muerte, y como bien Keehl había empezado ese ciclo, debía cerrarlo por igual.

Si decía la verdad, Keehl había repasado, en un lapso de casi tres días, todas sus acciones. Las pesaba, las medía, las reflexionaba y les daba un sentido. Preguntaba a María, en una oración, si es que las aprobaba; si es que lo perdonaba. Porque a cada acción, encontraba los defectos en el brillo de la moneda.

Y por motivos que, incluso el más idiota entendería, repasó todas las acciones inútiles que podría recapacitar de su vida antes que las que había cometido con Near hasta hace pocas semanas atrás.

Y es que sentía vergüenza, y sentía miedo. Se sentía tan, tan bien de tener la lentitud y la suavidad del chico, que simplemente tenía que ser un engaño del diablo para llevarlo por malos caminos. Costaba tanto, tanto acordar que eso era algo malo. No porque no lo fuera en sí, si no porque quería volver a ir tras los pijamas blancos del niño, y disfrutaba tranquilo en su anhelos con ello.

Se encontró más de una vez a sí mismo llorando por algo que no podía tener, por ser sucio y asqueroso, y, haciendo memoria de todas las charlas de sexualidad y religión que le habían inculcad.

Y de algún modo, en alguna hora específica, en alguno de los tres días, en algún momento del espacio, Mihael Keehl pudo convencerse, falsa pero funcionalmente, de sentirse diferente.

Podía sentir qué estaba mal, y qué estaba bien. Y ese chiquillo estaba mal. Ese sentimiento estaba mal. Todo su interés por otro chico estaba mal, así como recordaba que se lo habían enseñado alguna vez.

 

"Es antinatural", "No está a favor de nuestra especie", "Es sucio", "Es raro", "Es una aberración a los ojos de Dios".

 

Auto-convencimiento. Eso era lo que había estado practicando tan arduamente, de día y de noche entre las cuatro paredes de la capilla de Wammys. Había logrado un lavado de cerebro a sí mismo, con éxito sólo si no volvía a mirar atrás, y no volvía a cuestionarse si realmente estaba mal. Ahora estaba mal, y nada podía hacerlo dudar ni con los mejores argumentos en contra. Oídos sordos para las aberraciones, se dijo.

Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió limpio, y casto. Pudo respirar un aire limpio que nunca había respirado antes, y se sintió libre de pecado. Aunque todo  hubiese sido una muy buena recreación de auto-convencimiento de ello. Si lo pensaba con fervor, su mente se haría cargo del resto.  Del sentir un bien estar pleno, y el equilibrio que fingía sentir. Aunque si decía verdad, vaya qué real se sentía. "La mente es maravillosa, y muy poderosa", se halagó con serenidad, levantando el cuerpo por primera vez en días del asiento primero de madera. Se había estado sintiendo tan cálido, que al recibir un golpe en la nariz del mundo exterior, recordó, habiéndose olvidado por primera vez, que hoy era el aniversario de Wammy's House. Y qué dicha sintió  al saber que podría mostrarse ante L con un gozo tan brillante, tan nuevo. ¿L podría ver las fugas de su juego que él estaba ignorando?

 

Hoy se sentía bien, se dijo al salir a caminar por el patio y ver a los chicos jugar al futbol de lejos, pero suponía que para dentro de un rato no estarían ahí, si no todos amontonados en las duchas, preparándose, enseñando sus mejores pintas y sus mejores ropajes para recibir a L, y para seguir con la tradición.

Pero él se dirigía ahora. No es que tuviera pudor de que lo vieran desnudo, si no, quería tiempo para disfrutar del agua, como disfrutaba del césped entre sus dedos desnudos, tirando de ellos a propósito al caminar.

No tardó en sentir las ganas de ir con Matt, y seguramente de volver a la rutina, pero quizás había sido el orgullo que aún guardaba sin perecer en sus adentros que no le permitió ir a buscarlo directamente. Quería, aún, que él fuera por él. Así fue como terminó caminando directamente a las duchas que ya tan bien conocía, al agua, y sus efectos rejuvenecedores, y otros reparadores. 

Al verse al espejo, se sintió guapo. Se sintió que tenía estilo, y ver su rostro sin manchas de enojo, de furia, o estrés, le parecía casi un Don. Pues, sin darse cuenta, estaba viendo todo con ojos falsos. Todo intentando darle un sentido religioso y espiritual.

Peinó tranquilo sus cabellos largos que quiso cortar no hace mucho, y pensó en hacerlo esta vez sin intenciones de desesperación, si no por intentar algo nuevo, pero prefirió seguir acicalándose de la mejor manera sin tener que tardar tanto en cada tarea. Pero acordó rebajarlo un poco, quizás otro día, pues estaba realmente más largo de lo que siempre solía mantener a raya. No se veía mal, pero sí muy femenino para ser él.

Y ni siquiera sabía cuánto tiempo se había tardado, pero, al notar que toda la manada de chicos, que al verlo lo saludaron a coro, salió tras unas cuantas palabras de jugarretas con ellos.

 

Tomó una chaqueta que usaba sólo en casos especiales, una algo azulada que le habían regalado, y partió de Wammy's House, renovado, a la capilla. Siempre le había gustado ser el primero aunque sea en aquello, y eso hacía todos los años.

Pero antes había pasado, ojeando, la sala común, y por extraño que le pareciese, Near no estaba ahí. Ni sus juguetes, ni nada más que unos cuantos niños con la intención de decorar el salón.

Así sucedió mínimo seis veces en la tarde, antes de marcharse definitivamente, antes de seguir con aquello que lo enfermaba.

Sacudió la cabeza con brusquedad, en el que ya tenía el conocido semblante torcido. Y dio media vuelta sobre sus pies para salir de esa casa maldita.

El césped aún estaba cálido por la tarde que no tardaría más que minutos en marcharse para dejarlo vulnerable a sus extraños efectos, y sintió, muy a fondo, que el tiempo se deformaba, que las horas eran segundos, los segundos a penas tiznes de algo cronológico, y los minutos casi días completos.

Sabía que pronto encararía a Near dentro de estas próximas horas, ya sea entre las palabras de L, o en la capilla. Como efectivamente así sucedió. Pero por algún motivo, no pudo sostener esa mirada que en algún trayecto se cruzaron con los suyos, y si había visto bien, había visto a Matt con él. Cosa bastante rara, pero prefirió dejarlo así.

La noche siempre le había infundido una extraña exasperación. Podía sentirse, entre la oscuridad, capaz de hacer y decir más de lo que podría entre la luz. De modo que siempre todo se reducía a aquello, a refugiarse entre la noche como en una máscara, absorbiéndose entre la oscuridad de un árbol, de la misma casa, o de su propia sombra.

Y, mientras sentía que las campanas le rebotaban en la cabeza, una y otra, y otra vez, haciéndole evocar, sin saber muy bien porqué, a un Near sorprendido de algo que no sabía qué era. Pero pronto lo supo: Le estaba aclarando asuntos a Near.

Le estaba, escondido entre la oscuridad y entre la imposibilidad de que oídos ajenos lo escucharan, diciendo cosas que si bien quería decirlas sin avergonzarse, para  hacer entender a medio mundo de todas las aberraciones, por ejemplo, de algún modo no quería decírselos a él. Como si algo le avergonzara también de sus palabras, dividiéndose su corazón y su mente en dos. Una parte gritaba que se detuviera, que no hiciese más daño. Pero otra, lo necesitaba.

Necesitaba herir a ese engendro, antes de continuar con un suicidio espiritual muy truculento. Para seguir construyendo su propia utopía, aún comprendiendo que no son más que fantasías del hombre.  Pero ahora que lo recordaba, ¿no había soñado con esa escena antes?

No importaba. De cualquier modo,  se mantuvo alto, y sin hacerse temblar, realmente sintió por momentos lo que estaba diciendo ese momento fatídico en que encaró a Near luego de la celebración que realmente no atendió.

Pero de paso quebró lo que quedaba de él cuando, sin habérselo esperado, pudo notar un brillo raro en los ojos de alquitrán del menor. Entonces, sabiendo qué significaba aquello, se alejó. Primero caminando con elegancia, y luego corriendo de un monstruo que iba a devorárselo si no corría lo más lejos posible de ese niño. De ese fenómeno del cual, hoy y ahora, tenía miedo. Un pánico de no  querer verle jamás la cara.

Verdaderamente, no podía tener asco por ese niño, pero, desde hoy, se había prometido (rompiendo todas las rayas de lo que podría hacer) que se encargaría de sentirlo aunque fuese a golpes, a llantos, arrepentimientos, y malos pesares. Era su destino, se convenció.

Y había sido, el deseo de dejar al Mello pasado, por dejar todas esas intenciones mal intencionadas, y todo lo sucio que hubiese querido dejar atrás, que dejó una fotografía de él, o supuestamente, el antiguo él. Se la había sacado un chico extraño no hace mucho, ahora que recordaba. Parecía buen chico.

 

-¿Vas a estar bien?- Oyó a Matt que lo acompañaba por los pasillos de Wammy's al final del día. Se habían vuelto a hablar sin decir nada de su discusión, aunque tampoco ahora  lo captaba con atención, pues se encontraba aún tan inmerso en las palabras de su ídolo, que aún no podía pensar apretadamente más allá de aquello. Esas palabras, por primera vez, le habían sacudido el mundo, y las expectativas de ello.

Él nunca creyó que L fuera un superhéroe, como muchos decían, pero, al sentirlo tan cercano, con palabras que le habían afectado, se sintió...extraño. Esas palabras, que tan bien  guardadas se encargó de almacenar, desde hoy, podía recordárselas con claridad cuando las necesitaras. Pero aún muy inmerso en unas aguas desconocidas, tuvo fuerzas para responder a Matt. Algo como un "¿De qué hablas?" con un tono realmente flojo.

Pero Matt no respondió a su pregunta. Algo que no le afectó, pues algo le decía que tampoco quería entenderlo. Como tampoco quería entender qué significaba esa escena tan patética que segundos luego tuvo que presenciar a la lejanía.

Pudo ver interpretados en los labios de Linda sus propios labios, acariciando casi sin tocar las mejillas de Near.

 

Paró en seco en ese momento, y Matt igual. Para llegar a su habitación, tenía que cruzar por ellos, pero prefirió que Near desapareciera por su puerta de madera antes que cualquier otra cosa.

Pudo sentir la mirada fija de Matt a la altura de su rostro, que extrañamente enrojecía, no sabía si de furia, o de vergüenza ajenas. Pero pudo hacer entender la segunda opción, haciéndose entender así abiertamente cuando hizo sonidos de vómito atrancado en su garganta, en un tono realmente burlón. O resentido, quién sabe.

 

-Niñas.- Dijo antes de avanzar como el jefe que siempre era. Y por momentos olvidó todo lo espiritual y mágico del mundo que lo rodeaba, volviendo a grandes pinceladas a ser el mismo Mello incapaz de reconocer algunas cosas. Como el Shock.

Matt rió para su compañía, divertido, pero con el sentimiento de haber sido una muy mala actuación. Y así, se despidieron uno del otro con algunos ademanes amigables.

Y para cuando Mello volvió al conocido silencio de su habitación, su espalda resbalaba por la puerta cerrada a sus espaldas, cayendo sentado en el piso.

Tiró de sus cabellos, hasta arrancarse varios de ellos, y mordió sus labios hasta caer en un incurable llanto cortado. De impotencia, y de rabia. De celos, seguramente, pero eso era de lo cual Mello no estaría aún ni cerca de comprender ni de atisbar. Para él, sólo era odio, cubierto por el hecho de que ese fenómeno de circo obtuviera chicas antes que él, o algo así. Temas de hombres, se gritó mentalmente.

Y, "por temas de hombres", necesitó marcar territorio en algo que si bien decía no querer para él, besaba con tanto afán por querer borrar otras huellas en esa piel tersa; lechosa. Había aprovechado el sueño del niño para ir tras su casería, y si bien su intención principal había sido ahogarlo con la almohada, al verlo respirar tan suave, suavemente, al escabullirse por los pasillos y terminar deslizándose con una expresión casi asesina por su puerta, no evitó aquello que siempre le había sido inevitable.

Y para cuando se percató de su pecado, corrió. Corrió todo lo que necesitaba hasta su habitación, y, con el poder extraordinario de la mente, se hizo creer a sí mismo que todo aquello había sido una pesadilla. Así, a la mañana siguiente, sólo atinó a sentir repulsión por un sueño tan detestable. "Obra del inconsciente". Y así  prefirió dejarlo, en medio de una sensación de satisfacción realizada por su hazaña, y por otro lado, un encubrimiento vil y táctico.

Pero no evitó lamerse los labios por el resto de la semana, con una delicia dulce, que quiso, pecaminosamente, volver a probar.

Y ver a Linda ahora parecía una burla de la cual sentía poder reírse en su cara con victoria. Y así sucedió un par de veces, en que, al pasar Linda por su lado, no comprendía de qué reía ese rubio. ¿Tenía algo en la cara, acaso? 

Notas finales:

Gracias por su atención.


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