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Pluma y Tinta por Marcianita

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Notas del capitulo:

Esta es la segunda parte… espero que a alguien le guste. Una advertencia a tomar en cuenta, este episodio contendrá más spoilers que el anterior episodio, - siento no haber advertido antes – espero no se confundan con esto.

Pluma y Tinta – Segunda Parte.


13. Alma.

Se acabó.

Cuando Kanda abrazó el delgado cuerpo de su amada sintió que por primera vez en su vida podía respirar en paz, siempre la tuvo, al menos la conoció, no todo fue una ilusión, ella fue la primera persona importante en su segunda vida, y si bien las cosas eran diferentes, - ella era hombre - y esto seguía doliendo, quedaba esa dicha mezclada con frustración, que lo envolvía, pero no era tan malo… quería creer que no lo era.

Cuando se escapó de todo, absolutamente todo, de la Orden, de los Noé, de esa vida de mierda, de tanta frustración, envolviendo contra su pecho a lo único que de verdad le importó, la única razón que lo tenía atado a la vida, y lo hacía reacio a dejarla, sintió paz. Estaba listo para morir, con ella, por ella, solo ella, Alma, pero no todo acaba de eso, hubiera sido un dulce final amargo, pero tendría algo de feliz al fin y al cabo, mas no, las cosas no son así, no es tan fácil.

Cuando él con voz agónica, que casi desaparecía de su garganta, casi no se escuchaba, eran solo murmullos, dijo lo siguiente:

— Ese chico es un Noé.

Fue tras esas palabras que la culpa tomó un papel relevante, era su culpa que el idiota de Moyashi acabara por despertar en su totalidad a esa parte que tenía enclaustrada, y todo por jugarse el papel de Cupido, y el maldito niño bueno, tan idiota, tan idiota que al final le debía más de un favor.

Fue por la estúpida culpa que volvió.

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14. Consuelos.

Perfecto.

Kanda frunció los labios, mientras veía su mano, esas jodidas grietas, el presentimiento no erróneo de que estaba a poco o nada de ser un Caído. Bien, fue a ayudar, mas no estaba consiguiendo mucho de su objetivo ya que su tiempo de vida cada vez se acortaba más, así que encontró como una vía el presentarse para General ahora que había más de un cupo disponible.

Cuando llegó a la organización muchos lo vieron con reproche, pensaron que los traicionó, mas Kanda nunca tuvo la intensión de hacerlo – aunque aún odiaba a la Orden – pero Lenalee le abrazó, le estrujó entre sus brazos y Kanda no se pudo alejar del acto de cariño, y cuando ella lloró en su pecho y preguntó un:

— ¿Cómo está él?

Kanda miró al suelo, todo estaba mal, el Noé estaba tomando poco a poco el cuerpo del albino, y no es como si se podría hacer gran cosa con ello. Él había ido para saldar su deuda, pero así mismo estaba seguro que si llegando el momento necesario tendría que matarlo, lo haría sin chistar, pero decir aquello a Lenalee no traería nada bueno, era mejor que ella pueda seguir teniendo al menos un poco de esperanza, que ella siga siendo la única luz real dentro de los confines de ese oscuro lugar.

— Estará bien.

Ella intentó sonreír, pero pequeñas lágrimas que se deslizaban por sus ojos, y poco a poco empañaban sus mejillas, la china no estaría contenta hasta tener a todos sus preciados amigos con ella, de nuevo, y mientras no sucediera eso no podría volver a sonreír de verdad, de nuevo.

— Al menos tú estás aquí — dijo, las palabras se agrietaron en su garganta, pero era sincera — Allen se fue, y… y no hay rastros de Lavi.

Fue ahí donde se enteró, el pelirrojo fue secuestrado, no había rastros de él ni su mentor por más de tres meses, cabía la posibilidad de que no lo hacían porque hayan sido asesinados, al igual que también podría ser que la organización seria traicionada por el amplio conocimiento de los Bookman. Kanda intentó creer que ninguna de esas dos opciones era posible.

— El conejo volverá, tiene una suerte de mierda.

Lenalee rió bajito, y ella sabía que el consuelo no era solo para ella. Kanda a su vez quería creer que él mismo no intentaba aliviarse de todo, no quería entender que desde ese preciso momento no pudo sacárselo de la mente, porque eso significaba una traición para lo que se supone establecido.


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15. Desesperanza.

Todo iba de mal en peor. Hubo un ataque de masivo de Akumas - y un par de Noés - en el Cuartel General de Europa, esta vez no fueron con ganas de dar un paseo, y solo intimidar a toda la Orden, esa vez la cosa fue en serio, atacaron a Hevlazka y robaron cuanta Inocencia pudieron, más bien las destruyeron en el acto. Casi toda la rama científica pereció, Komui no pudo salir ileso, tomaron su cabeza como una amenaza hacia toda la orden, y gracias a ello el caos bullió más rápido por todo el lugar.

Kanda llegó un par de días tras el acontecimiento, encontró el lugar hecho ruinas, mucho peor que cuando el Akuma de nivel 4 atacó la organización, gran parte del edificio se había derrumbado, y aún habían rastros de sangre en el suelo, el llanto ahogado estaba presente en cada miembro que seguía de pie, él mismo sintió como poco a poco iba deprimiéndose, mucho más cuando no encontró rastro de Lenalee, ella estaba en su cuarto encerrada mientras se deshacía en llanto, sabiendo que no pudo defender a su querido hermano.

Solo tenía que hacer guardia, he hizo el trabajo por tres días continuos, sin dejar su puesto un segundo, su cuerpo cada vez se debilitaba más, la muerte estaba cerca, escuchaba la sonata fúnebre cada día de forma más fuerte y estridente, ahora se daba cuenta que cuando llegase su hora no habría más que Lenalee para lamentarse su muerte, esa era la realidad. En el tercer día vino Miranda, y le dijo con esa voz suave, igual de amable que de la china, aún así más vulnerable, que ella lo relevaría por unas cuantas horas, y que él se fuera a dormir. Kanda no quería hacer caso, pero acabó por acceder por el cansancio, y al poco tiempo maldición el hecho de que su cuarto no haya sido destruido, que su cama siga intacta, de que su memoria no fuese mala ya que ese lugar traía a su mente vivos recuerdos que no deseaba desentrañar. No quería hacerlo, no ahora, no cuando se suponía tenía que fiel a algo, pero su mirada se fijó en la puerta, como lo hacía cada noche cuando estaba en la organización y también estaba Lavi. Mas no había esperanza, esta no era factible, Lavi seguía perdido, a lo mejor muerto, o tal vez no muerto, - no quería creer que esa opción era posible, - pero puede que jamás volvería a ver, y eso en sentidos que él no quería descifrar dolía. Se dio cuenta que aquello estaba empezando a lastimarlo.

Pero esa noche, esa oscura noche pasó algo inesperado, su puerta fue abierta. No, alguien no había ganado más agallas en este tiempo, tampoco Lenalee había dejado su habitación e invadió su privacidad, así mismo no hubo una emergencia, paso algo aún más fantástico. Por la puerta no entró nada más, ni nada menos que un demacrado Lavi. Una sonrisa rota se dibujó en los labios del pelirrojo, y parecía tan indefenso, tan fuera de ese papel establecido, tan fuera de sí, se dio cuenta que en ese preciso momento ya no veía a la máscara de Lavi, más bien era otro ente, ese mismo que usaba las caretas. Sus ojos verdes le vieron, y no había parche, tampoco una cuenca vacía, ahí estaba el reflejo de dos gemas de hipnótico esmeralda, ojos que ya no brillaban, ahora eran opacos, casi apagados. Kanda quería decir algo, lo que sea, quería hacerlo en ese preciso momento, no quería insultarlo, al menos no ahora, pero antes de que cualquier sonido saliera de su garganta, el pelirrojo solo dijo su nombre, su nombre que no se perdía de su dialecto, al parecer eso nunca pasaría. Fue justo en ese momento en que toda defensa, toda barrera fue totalmente quebrantada, y se quedó indefenso.

Ahora solo quedaba respirar, y esperar, solo esperar. Lo peor es que ya sabía el fin de todo esto.


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16. Resignación.

 

Nunca lo hubiera querido así, la verdad es que jamás deseo que esto pasara. Pero el esfuerzo de dos años, casi tres, se fue al drenaje, con una sola palabra, en un momento de flaqueo.

Cuando Lavi llegó, puso muy en claro que su ayuda sería momentánea, y que no tenía entre sus planes derrochar su vida, que ahora como Bookman – ya no un aprendíz, ese puesto quedó enterrado, como no pudo serlo el mentor de este – su vida le resultaba lo más importante, así mismo por ahora no quería escapar y ayudaría en lo que hiciera falta, eso le dijo a todos, sin simular sonrisas amistosas, y las bromas murieron, así mismo su felicidad fácil y ligera. Aunque a pesar de eso, ayudo en lo que pudo, y fue el sopor emocional de Lenalee, estuvo con ella día y tarde, pero en las noches, todas las noches se acostó con Kanda.

Eso era sexo, a veces duro, otras veces más lento, a veces si existían esos besos furtivos en los labios, muchas veces un buen número de palabras se murieron en los labios, casi todas las noches daba la sensación de que Lavi quería llorar, mas nunca lo hacía, y siempre volvía. Y había tanta rabia, y tanta pena, mucha estupidez transcrita en sus acciones, cuando Lavi lo miraba a los ojos, y robaba algo que no le pertenecía, se daba cuenta que estaba perdido, y casi todas las noches golpeaba de una forma u otra al pelirrojo para que este entendiese su rabia, Lavi que aprendió a fingir sonrisas cordiales algunas veces agarraba sus manos, e intentaba detenerlas, en su mayoría recibía peor trato que el planeado. A veces Kanda sentía que lo odiaba, que odiaba ser el juguete sexual de ese idiota, de ser el capricho egoísta de Lavi, odiaba haber caído ante alguien que siquiera existe. Pero fue en la noche en que el joven Bookman se levantó de la cama y se sentó en la horilla de esta, mientras encendía un cigarrillo y se lo ponía en los labios, pareciendo más viejo que nunca, la abundancia de años que no pasaron encima de él, aunándose en su expresión, dijo la siguiente frase:

— Te enamoraste de mi, ¿verdad?

El japonés hubiera deseado rehusarse, pero no lo hizo, tampoco lo aceptó porque las frases de amor iban ligadas a solo una persona en su vida, y esa no era Lavi; pero ahí estaba el sentimiento más vivo que nunca, y aquel sentir lo comía vivo, no se negó porque tenía certeza de lo que sentía, y quería que al menos Lavi tuviese una idea. Y cuando este mismo se captó la indirecta, dio otra calada al cigarrillo, cerró los ojos, y dibujo una sonrisa triste en sus labios.

— Soy un idiota.

Lo era, tal vez uno diferente. Lavi no era el idiota adorable que creían todos, era otra cosa, tal vez muy distinta. A pesar de esa certeza el sentir se transcribió con más precisión.


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17. Pérdidas.

 

Kanda estaba seguro que nació para perder. Parecía ser una ley ligada a su vida.

Nació siendo consciente de que en otra vida perdió al amor de su vida, y por ironías de la cruel vida cuando la reencontró – siendo así mismo la imagen de su amigo de infancia – volvió a marcharse, su vida se escapaba en cada respiro, toda batalla representaba el desperdicio de todas sus fuerzas, el fin de todo - la guerra que perduró tantos años, la muerte que se resguarda en la esquina, la desdicha venida e esta - parecía estar cerca, a pesar de eso sentía que su vida se iba a la basura, como si se tratase de un desperdicio, y no quería pensar que entre toda su lista de cosas que se desvanecen entre sus manos estaba el estúpido – o no mucho al final de cuentas – pelirrojo. Pero a veces lo veía, fingiendo otra vez ser Lavi, mientras caminaba hacia adelante rodeado de cuanta gente lo creía una persona simpática, y él era una mentira con vida, y siempre sería un Bookman, - nunca jamás dekaría ese puesto- y era un hecho que resaltaba a la vista, él, Lavi, sin lugar a dudas se marcharía.

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Aquello se hizo realidad. Kanda seguía tocándose el rostro inconscientemente, mientras notaba que la cicatriz de su mano se había perdido, y no creía estar vivo, una parte suya estaba demasiado decepcionada con ese resultado. La última noche el joven Bookman no vino, no apareció en su habitación, ni por un segundo y con el transcurso de la noche cayó en cuenta que ya lo había perdido, y después movio su cabeza de forma negativa, dándose cuenta que siquiera eso había pasado.

El chico de ojos verde esmeralda no se despidió de él de forma diferente de la que hizo con Lenalee y Allen, no tenía por qué hacerlo en primera instancia, solo se acercó, y le extendió la mano, en signo de despedida, pero Kanda no tomó la extremidad del otro, y lo miró como si le tuviera asco, en ciertos sentidos lo hacía. Lavi al final dejó de insistir, y fingió una sonrisa – y el japonés empezó a odiar tanto verlo con esa jodida careta de mierda – y dijo lo más sorprendente que puede haber salido de sus labios: "Adiós, Kanda."

Y no hubo un "Yu" que salia de sus labios en una sonata casi cantada, o el sonido casi doloroso de ese pequeño nombre monosílabo de parte de Lavi, solo quedo aquello que tanto había exigido por años, solo eso. Y eso significa el fin abrupto. Kanda ante todo esto solo se volteó, sabiendo que algo le dolía, y no quería saber qué era - prefería hacerse al loco con eso - y no respondió a nada, solo se fue. No vio como los labios de Lavi temblaron un momento, y después salió del lugar sin ver a nadie realmente.


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18. Tinta.

 

Lavi frente a todas las personas parecía haber tomado de buena forma la pérdida de su tutor, pero en las noches se aferraba a él como un infante, aquella vez que volvió no pudo evitar sollozar hundiendo su rostro en la almohada, y Kanda nunca preguntó, no quería hacerlo, porque temía si eso pasaba Lavi desentrañaría de él cosas que no deseaba contar. Y él no deseaba empezar a narrar cuan horrible le parecía perder a la persona amada una y otra vez, como si ese fuera el destino impuesto, tampoco deseaba hablar de que estaba a punto de perder la vida. Ellos en su mayoría no preguntaban nada, pero existían certezas que ellos mismos descubrían mientras más tiempo pasaban juntos. Lavi se dio cuenta de su sentir, y al poco tiempo captó que Kanda no era tan insensible, ni tan invencible, así mismo el japonés era una mejor persona que el pelirrojo, y en esos momentos Lavi reía entre feliz y triste, mientras escondía su rostro en los cabellos azabaches del portador de Mugen, en cambio Kanda no era tan analítico, pudo leer muy poco de Lavi, solo notaba que a veces ese sujeto era él, no era esa actuación fingida de "Lavi", era solo una persona más, también pudo ver que estaba muy cansado, tal vez de la vida misma, y se sintió identificado con ese pequeño aspecto.

Pero habían muchas dudas, y se sentía entre indignado y curioso, de que Lavi haya betado el tema de sus sentimientos al vació, pero él no reclamaría, no era una nena llorica ni nada, solo que a veces - sin quererlo siquiera - era molesto pensar en eso. Así que solo dejó fluir de sus labios la primera y última pregunta directa que él compartiría en su habitación.

— ¿Qué es lo que deseas?

Lavi que estaba recostado de estómago se volteó de lado, y ambos se miraron a los ojos, por un momento dio la sensación de que en verdad eran amantes, pero no lo eran, ese puesto estaba muy alejado de su realidad, aun así - y con todas las negaciones de parte de ambos - a veces parecía que rosaban el término. Lavi contrajo los labios, y su expresión se volvió muy suave, no era ni efusivo, ni parecía fruncir el ceño molesto, siquiera daba la sensación de que estaba queriendo buscar una mentira de su gran repertorio, esa vez parecía sincero, solo era sincero.

— Quiero ser algo así como la tinta indeleble en la historia personal de alguien — y una sonrisa se promulgo en sus labios, era un poco triste, y sus ojos brillaban en la oscuridad como nunca lo habían hecho antes, acercó su rostro al contrario, y las respiraciones se entrecruzaron, y se encontraron bebiendo el aliento ajeno, — quiero ser lo imborrable en tu historia Yu. — tras esas palabras lo besó.

Kanda no entendió dicha respuesta en ese preciso momento.


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19. Pluma.

— Idiota.

El de cabellos azabaches se sentó en una banca de un parque cercano, era de noche, y el cielo era estrellado, no había una luna en el cielo, esta se encontraba pérdida, y en su mente ese día recién - al fin - se dio forma la peculiar respuesta del pelirrojo. Todo tenía sentido, por fin caía en la realidad abrupta de que fue totalmente usado por aquel chico con sonrisa alegre, y cara de bobalicón, él acabo como el idiota que fue despedazado por un simple sentimiento.

— Supongo que a mí me toca el papel de una pluma. — Susurró, y parecía un loco, pero estaba harto de intentar mantenerse dentro de sus casillas después de tanto, déjenlo vivir así mientras su vida se agotaba, además de que estaba seguro que su sentencia de muerte tampoco estaba muy lejos, él mismo agotó sus fuerzas en la batalla. — me diste tu trabajo imbécil.

Y después de eso rió, pero él era Kanda y sus risas no mostraban felicidad, aunque en esta ocasión pasó el raro acontecimiento de que era una risa muy triste, casi dolida. Había querido a Lavi, de una forma muy profunda, tal vez, pero jamás fue correspondido, de eso estaba seguro, y ahora solo le quedaba dejar pasar su vida, con el nombre del chico calcado en su alma, la tinta escurriéndose en sus recuerdos, y él mismo escribiendo esa tonta historia entre las líneas de su vida, siendo que de nuevo le tocaba narrar otro de los tristes finales en su vida - que patético. Y lo odiaba, de verdad odiaba haber caído ante caprichos tan absurdos e idiotas, de ese jodido conejo de mierda. Pero… estaba seguro que habría más de una mañana en que despertaría, y al ver ese lugar vacío en la cama, quisiera recuperar lo nunca obtenido.

Notas finales:

Bien, sé que la historia fue triste, y… ups, creo que mi narración fue un poco distinta – de eso hay que echarle la culpa a mi musa – aún así, doy las posibilidades, si quieren hago la versión de Lavi de esta misma historia, para explicar un poco al otro personaje, y tal vez arreglarlo a él, o tal vez como soy yo, fregarlo más, y si se dan las cosas dar un final digamos que feliz, todo depende de ustedes, jajaja.

Espero que les haya gustado esta historia, yo disfruté haciéndola, mucho siendo sincera, me siento contenta con lo que hice. Nos leemos en otra.


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