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El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo!!

Me siento feliz de haber conseguido actualizar antes de lo que había dicho n_n

Así que les dejo el capítulo y los veo en las notas finales!!!

Por cierto que me disculpo de antemano si se me fuealgún error -. - "

Al despertar lo primero que noté fue mi cuerpo que seguía dolorido después de las inusuales circunstancias a las que había sido sometido en el último día; me sentía agotado de sólo recordar las veces que mi vida había peligrado en tan corto lapso. No obstante, el dolor físico era fácilmente eclipsado por la alegría que me causaba tener una nueva oportunidad de estar entre los brazos de Allen, siendo que tan pronto como se cruzaron nuestras miradas me sonrió cálidamente.

 

— ¿Cómo te encuentras Emi? —preguntó acercándose para besarme la frente cariñosamente.

—Mejor —aseveré, depositando esta vez un beso en su mejilla.

— ¿De verdad? —insistió con un gesto de incredulidad—. Siento mucho lo ocurrido, no podrás caminar durante un tiempo —suspiró con pesar, volviendo a abrazarme.

—Estaré bien… Te tengo a ti y es lo único que me importa —dije en tanto me removía acomodándome sobre su pecho.

 

¿Qué tan complicado podía ser tener lastimada una pierna?

 

…Desgraciadamente no tardé mucho en averiguarlo.

 

Me trataban igual que si me hubiera quedado sin piernas. No se me permitía levantarme si no tenía ayuda y ni pensar en salir de la habitación más de lo estrictamente necesario. El médico había mencionado en más de una ocasión que no eran necesarios tantos cuidados pero nadie lo estaba escuchando y no podía evitar sentir que la sobreprotección me estaba asfixiando.

 

Allen hacía todo lo posible por mantenerse a mi lado, pero tras la muerte del rey el palacio era un caos total y el pobre pelirrojo no conseguía un segundo de paz. 

El primer asunto del que se ocupó fue “Victoria Allard”, aquella mujer que se había atrevido a poner sus manos encima de Allen y que Mía había conseguido detener con ayuda de los guardias del palacio, poco después de que los encontráramos compartiendo el lecho.

 

Ahora mismo era prisionera en una de las mazmorras y aún cuando la chica pertenecía a la nobleza, Allen se había negado a dejarla ir hasta que no pagara por todo el daño hecho. El pelirrojo me había mencionado que su motivo principal obviamente era todo lo que me había hecho pasar, sin embargo más allá de eso y a la vista de todos, estaba el hecho de que había drogado al príncipe con dudosos motivos.

 

Por donde sea que se viera era un atentado directo contra la familia real y puesto que las noticias se habían esparcido rápidamente por todo el pueblo, había una gran cantidad de gente indignada por lo ocurrido y que gustosa habría disfrutado presenciar un castigo público para la culpable. Me alegraba en demasía saber que aún si el palacio parecía estar lleno de traidores, al menos el pueblo era leal a su príncipe.

 

En cuanto al guardia que me había herido…

El sujeto parecía realmente arrepentido por lo que había ocurrido y no podía culparlo puesto que únicamente estaba intentando proteger a Allen; probablemente cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo  después de ver que alguien corría precipitadamente hacía el príncipe llevando una daga en mano. Luego de una disculpa y de una larga charla con Allen para que perdonara la vida del guardia, el asunto quedó olvidado.

 

Por otra parte estaba el tema de la coronación de Allen, la cual era un hecho inminente ahora que su padre había muerto; sin embargo puesto que aún había asuntos internos por atender todo indicaba que se postergaría un poco más, situación que no me parecía conveniente en lo más mínimo. Seguro que todavía existían algunos que seguían viendo a Allen como un indefenso e inútil príncipe al cual podían hacer a un lado sin mucho esfuerzo… Todavía había muchos que podían entrometerse en nuestro camino…

 

*

 

La tarde comenzaba a caer y por más que intentaba distraerme, no podía dejar de sentir que el aburrimiento iba a matarme; quería salir al menos al jardín y hacía rato que nadie venía a verme. Entonces cansado de la situación, me levanté y apoyándome en la pared comencé a andar con el pie que tenía sano.

 

Si bien tuve que poner un considerable esfuerzo en mi labor, había comprobado que tenía la capacidad de moverme por mí mismo consiguiendo llegar hasta la puerta,  justo cuando ésta se abrió de golpe enviándome directo al piso.

 

— ¡Oh, por todos los cielos! —Era la inoportuna Helena, que nada más llegar ya me estaba haciendo perder los estribos—. Lo lamento tanto, ¿estás bien Emile?

 

“¡¿Te parece que me encuentro bien?!” quise gritar para desahogar mi enojo, sin embargo debía admitir que la caída había sido realmente dolorosa y ahora mi pierna punzaba dejándome incapaz de pensar en algún buen insulto para ella.

 

— ¿Q- qué demonios pasa contigo? —bufé por lo bajo.

—Discúlpame Emile, no quería hacerte daño —decía en tanto me ayudaba a levantarme echando mano de todas sus fuerzas—. ¿A dónde se supone que ibas en este estado? —preguntó dejándome otra vez sobre la cama.

—Eso no es de tu incumbencia —respondí aún enfurruñado.

—No deberías hablarle así a tu prometida —replicó con una sonrisa que me dejó con la boca abierta.

 

¿Estaba loca?

 

— ¡¿Qué?! Ya te he dicho que amo a otra persona —insistí aún estupefacto.

—Lo sé querido, pero ese amor que dices sentir no tiene futuro y cuando te des cuenta de ello estaré esperándote con los brazos abiertos —concluyó luciendo muy satisfecha de sí misma.

—Has perdido la cabeza… —por más que lo intentaba no podía concebir como había llegado a esta nueva actitud; afortunadamente antes de que todo fuera más lejos la puerta se abrió dejando entrar a Ian, que tan risueño como siempre venía para entregarme una vara larga que asemejaba a un báculo y que había conseguido especialmente con la finalidad de que pudiera apoyarme y andar por mí cuenta.

 

—¡Vaya! ¡Muchas gracias Ian! Eres realmente muy amable —agradecí con una de mis mejores sonrisas.

—Lo que sea por ayudarte y me disculpo por no haber venido antes… ¿quieres salir? —preguntó tímidamente, como si estuviera pidiéndome algo contra las reglas, lo cual me hizo bastante gracia.

—Por supuesto —asentí alegremente. Cualquier cosa estaba bien con tal de mantenerme lejos de Helena y así fue que prácticamente ignorando la presencia de la castaña, Ian me ayudó a levantarme y salimos de la habitación para comenzar a andar por los pasillos.

Nos dirigíamos al jardín cuando escuché que había un gran barullo por el sitio y curioso decidí averiguar qué ocurría, siendo seguido de cerca por el mellizo que al parecer estaba dispuesto a cuidar cada uno de mis movimientos. 

 

—No pienso tolerar tus insolencias ni un día más —escuché la voz del pelirrojo tan pronto crucé el umbral.

— ¡No puedes echarme así, tu padre jamás habría consentido algo como esto! —reprochaba Carlota, que a pesar de gritar enfadada, lucía una expresión de desesperación e impotencia. Obviamente estaba consciente de que se encontraba completamente vulnerable frente a las decisiones de Allen—. ¡Emily! —llamó advirtiendo al pelirrojo de mi presencia—. Querida, es una pena que tengas que ver esto, pero seguro que después de ello tienes un poco más claro el tipo de hombre que es el príncipe Allen… echando a la calle a la mujer que su padre amaba y a un bebé que es su medio hermano.

 

Carlota cubría su rostro en tanto lloraba luciendo desconsolada y haciéndome sentir pena por la situación en que se encontraba.

—Allen… ¿no podría quedarse? —pregunté casi en un susurro, provocando que el pelirrojo me mirara ofuscado.

—Emi, ¿estás escuchando tus palabras? Esta mujer es la principal responsable de que nuestras vidas peligraran hace poco; pudo habernos matado sin remordimiento alguno, ¿y aún así quieres que se quede?

—Bueno… tienes razón, pero el bebé no tiene la culpa de nada y si los echas de aquí, él será el primero en sufrirlo. Por favor Allen, al menos hasta que el bebé sea un poco más fuerte —pedí viendo como el pelirrojo se debatía entre complacerme o librarse finalmente de aquella mujer que tanto odiaba.

—Maldición… —Allen permanecía tenso igual que si su cuerpo fuera a reventar de un momento a otro—. Escucha bien Carlota, dejaré que te quedes sólo por tu condición de madre, pero no esperes llevar la vida de una reina. Serás una prisionera en tu propia habitación y si llegas a intentar algo, te prometo que nada ni nadie me detendrán de hacerte pagar por todo… ¡Vámonos de aquí! —dijo levantándome en sus brazos y sacándome del lugar al instante.

 

“Gracias querida” escuché antes de que abandonáramos el pasillo y un par de guardias tomaran lugar fuera de aquella habitación.

 

El pelirrojo me llevó de regreso a mi estancia y me depositó nuevamente en la cama que ya comenzaba a detestar…

—Gracias —dije mientras me abrazaba a él.

— ¿Sabes que sólo lo hice por ti verdad? —preguntó Allen apoyándose en mí. Simplemente me limité a asentir en tanto me dejaba mimar por el pelirrojo.

—Quédate conmigo —pedí mientras me recostaba y extendía los brazos para recibirlo.

—Cariño, estoy muy ocupado —decía mientras que contradictoriamente se posicionaba sobre mí, dejándome atraparlo en un abrazo.

— ¿No puede esperar? —pregunté rozando nuestros labios, provocándolo para que me besara.

—Mmm… Tienes razón… Al demonio con todo —dijo riendo antes de hacerme girar, para que yo pudiera quedar por encima de él.

 

Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda, como dibujando formas extrañas a lo largo de mi cuerpo. Siguió su recorrido al llevar sus caricias a través de mis piernas, logrando que me estremeciera al percatarme de que sus dedos comenzaban a ascender por mis muslos.

 

Me incliné sobre él, acortando la distancia entre nuestros rostros; cerrando los ojos para dedicarme a sentir su embriagante aliento; sus labios húmedos que sólo al contacto podían abrumar mi mente por completo.

 

Mi cuerpo seguía sin dudar el ritmo que el pelirrojo marcaba, casi actuando por instinto, acoplándose a Allen entre jadeos y gemidos; logrando en cada movimiento la más perfecta de todas las uniones.

 

**

 

Dos días pasaron y todos en el palacio habían adquirido un humor terrible, incluso Allen estaba más irritable de lo normal y todo a causa de la falta de sueño.

Llevamos dos días en los que no hacíamos más que escuchar el insistente llanto del hijo de Carlota, que únicamente parecía callarse cuando comía y cuando dormía, cosas que desafortunadamente para nosotros no ocurrían con  tanta constancia como deseábamos.

 

Por mi parte, la pierna que tenía lastimada comenzaba a mejorar y me era más sencillo desplazarme,  razón por la que buena parte del día la pasaba siguiendo a Allen a fin de permanecer a su lado el mayor tiempo que me fuera posible y él tan encantador como siempre, solía dejar sus deberes de lado para consentirme.

 

Era así que completamente satisfecho apenas y notaba al bebé que estaba destrozando los nervios de todo el mundo. Tenía más claro que nunca que el amor que Allen y yo compartíamos me tenía tan abrumado que no podía ver más allá de mi propia nariz.

 

Sin embargo una tarde al deambular felizmente por los pasillos fui capaz de escuchar el llanto desesperado del bebé, que parecía destrozarse la garganta en cada alarido que daba; preocupado decidí cerciorarme de que todo iba bien y así fue que tras convencer a los guardias de que Allen me había enviado, logré el acceso a aquella habitación que había comenzado a fungir como prisión de la ex amante del rey.

 

— ¿Qué ocurre Carlota? —pregunté nada más entrar, viendo que ella yacía en su cama enfurruñada, mientras que su hijo se encontraba llorando al otro extremo de la habitación.

— ¡No lo sé! ¡Ya me tiene harta y para colmo no hay nadie que venga a hacerse cargo de él! —gritaba molesta, apenas haciéndose escuchar en medio del llanto del bebé.

— ¿Hacerse cargo? Pero que estás diciendo, ¡tú eres su madre, así que este niño es tu responsabilidad! —y aún tras el reproche a Carlota no parecía importarle en lo más mínimo, así que tomé al bebé en brazos y comprobé que todo estuviera en orden—. ¿Ha comido ya?

—Si —respondió de mala gana.

—Ya está bien, no hay razón para llorar pequeño angelito —le decía en tanto lo mecía suavemente tratando de calmarlo y pocos minutos después el bebé dormitaba pacíficamente en mis brazos—. ¿Ves? No ha sido tan difícil, sólo quería lo que todos… un poco de amor —ella me miró casi con desagrado—. ¿Es que no quieres a tu hijo? ¿Qué ha pasado con esa ilusión que tenías hace poco?

—Murió junto con el rey… ¿cómo puedo querer a un bastardo? —bramó dejándome atónito  ante semejantes palabras y provocando que el bebé comenzara a llorar de nueva cuenta.

— ¡Eres el mundo para este pequeño! ¿Qué importa lo demás? —repliqué mientras mecía al niño intentando tranquilizarlo, obteniendo por parte de Carlota una sonrisa llena de cinismo.

—No cabe duda de que eres muy noble y estás llena de esa jovial ingenuidad… pero déjame decirte algo. Todo eso cambiará algún día, las circunstancias nos forjan como personas y seguro que eso lo sabes muy bien, ¿no es así… “Emily”?

 

No pude disimular la mirada de desconfianza ante la extraña forma en que se había referido a mí. ¿Acaso sabía más de lo que me estaba diciendo? ¿Conocía ella mi verdadera identidad?

 

—Relájate querida,  no hace falta que me mires como si quisieras tirarme por la ventana… no es como que se lo fuera a decir a alguien más... —concluyó como hablando para sí misma.

— ¡¿Qué?! —pregunté alejándome de ella bruscamente.

—Nada —respondió con una sonrisa, ¿debía descubrirme por completo a fin de averiguar lo que estaba ocultándome? No quería precipitarme una vez más y arruinarlo todo; a fin de cuentas ella probablemente seguía queriendo deshacerse de Allen y de mí, por lo que no había razón para terminar de confirmarle algo que pudiera usar en nuestra contra—. Lo que quería decir era que no siempre fui la mujer que ves ahora, al igual que tú un día fui una chica enamoradiza, capaz de entregarlo todo por el hombre al que amaba. Dime, ¿qué tal si en disculpa por lo de hace un momento te cuento una vieja historia?

—…… —esta mujer era realmente complicada. No podía dejar de preguntarme si no era lo mejor dejar ese lugar cuanto antes.

—Anda y toma asiento querida, prometo no hacerte daño —insistió renovando la sonrisa en sus labios.

 

***

                                                                                                             

Como ya sabrás soy hija de la familia Dublón; una familia de sangre noble y que a pesar de ello nunca tuvo una presencia importante en cuanto a cercanía con la familia real se refería.

 

Mis padres eran personas por demás simples y conformistas, puesto que nunca hicieron nada por conseguir más de lo que ya tenían y eso me resultaba por demás patético; pero ya que fue la familia en la que crecí no había mucho por hacer. Toda mi infancia la dediqué a estudiar arduamente con el único objetivo de superarme a mí misma, ya que estaba convencida de que era el primer paso para salir de esa mediocridad que tanto parecían disfrutar mis padres.

 

Tuve que esperar varios años antes de que ellos comenzaran a llevarme a los banquetes a los que asistían, en donde si bien no había muchos chicos de mi edad, había un montón de oportunidades para arreglar un compromiso que me permitiera llegar a obtener la grandeza a la siempre me supe destinada.

 

Pero sabes… la vida no siempre concede los caprichos  y es por ello que en uno de los tantos bailes a lo que mis padres eran invitados, un día tuve la fortuna, o más bien la desgracia, de conocer al padre de tu amado Allen; Edward que en aquel entonces sólo era el joven príncipe del reino.

 

Un chico amable y bien parecido, de cabello y ojos oscuros, de humor fresco y por demás sincero. El día en que me encontré con él, apenas y podía creer que fuera un príncipe, pero por alguna razón simplemente no fui capaz de quitarle la vista de encima. Algo en él me resultaba increíblemente atractivo y no sabía qué era.

 

Entonces fue que mis objetivos cambiaron por completo; superar al resto ya no me importaba, sólo quería estar junto a Edward y fue así que por primera vez todos mis esfuerzos se centraron en ganar la simpatía de otro ser humano. Lo mejor de todo era que no lo hacía nada mal y realmente fue sencillo ganarme al príncipe.

 

Con el tiempo poco a poco la amistad que había nacido de forma tan espontánea fue fortaleciéndose y nos volvimos realmente cercanos; él conocía mis más profundos pensamientos y de igual forma me había convertido en su confidente, de manera que constantemente estaba dando lo mejor de mí a fin de reconfortar el frágil corazón del príncipe.

 

No paso mucho, antes de que notara que Edward se encontraba en cada uno de mis pensamientos y eso terminó por afectarme en demasía puesto que cada que nos encontrábamos para mí era más difícil mantener una distancia prudente…

 

Era más difícil no hablarle de mis sentimientos y soportar la espera entre cada nuevo encuentro.

 

Fue así, que una ocasión al llegar de visita, lo encontré tomando el té con otra chica, una que exhibía una sonrisa poco natural, pretendiendo ser linda sólo por agradarle a Edward. No pude soportarlo; de un momento a otro perdí el control y la abofeteé, tomando al príncipe conmigo y casi lo obligándolo a salir de aquella sala por la fuerza.

 

Una vez lejos de aquel lugar no supe que hacer; dentro de mí temía que Edward me aborreciera por la forma en que me había comportado, así que ni siquiera me atreví a mirarlo. Sólo me detuve cuando escuché que él reía divertido… a él le había hecho gracia mi forma de actuar…

 

No sabía que pensar de su reacción, pero me sentía feliz por saber que no había arruinado lo que teníamos. Además sin importar que le había ocasionado problemas por el trato que le había dado a la chica, él no se enfado conmigo; después de ello fui capaz de tomar el valor para confesarle mis sentimientos.

 

¿Y sabes qué?

 

Él me correspondió.

 

A partir de ese día cada visita estaba llena de palabras dulces, de abrazos y caricias. Estaba absoluta y locamente enamorada, creía que si él me amaba entonces nada más importaba en la vida.

 

Perdíamos el tiempo visualizando como podría ser el resto de nuestras vidas juntos, él no se cansaba de repetirme que haría todo lo posible para convencer a los reyes de que nosotros nos casáramos, decía que si yo no era su esposa no lo sería nadie más y como la estúpida chica que era lo creí todo…

 

Una tarde en la que habíamos acordado encontrarnos como usualmente lo hacíamos, ocurrió que Edward llegó con el ánimo particularmente decaído. Jamás hubiera imaginado que iba a decirme que sus padres por fin lo habían comprometido en matrimonio; ese día lloré de forma desconsolada, sabía que no había nada que yo pudiera hacer contra la decisión del rey… sabía que era el deber del hombre que yo amaba y era algo que había tenido muy claro desde el primer momento en que confesé mis sentimientos.

 

Sin embargo Edward tuvo la osadía de prometer que me seguiría amando aún después de casado. Él insistía en que la mujer que sus padres habían escogido para él únicamente cumpliría con ocupar un lugar como reina, con dar a luz a los herederos de la corona, pero que su corazón seguiría siendo mío, por lo que me pidió que aceptara ser su amante y que le prometiera que jamás me apartaría de su lado.

 

Lo prometí… y como habrás visto cumplo mis promesas muy en serio…

 

Maldije al tiempo por seguir corriendo y por hacer que el día en que se consumaría el matrimonio de mi amado llegara. Al lado de mis padres tuve que asistir, haciendo un gran esfuerzo por mantener la compostura, a pesar de que por dentro estaba destrozada.

 

Aquel día fue la primera vez que vi a la mujer que sería la reina. Su nombre era Diana y era una pelirroja de aspecto delicado y ojos verdes cual esmeraldas; una belleza en verdad impresionante, sin embargo lejos de admirarla no podía más que sentir un enorme repudio por ella.

 

La chica tenía un encanto natural, con el que parecía conquistar a todo aquel que se le acercaba y todos los invitados parecían realmente adorarla, así que lo único que me mantuvo en ese lugar fue Edward que aún llevando a esa chica a su lado mantenía su atención sobre mí, exhibiendo una mirada de culpa que me hacía sentir todavía más miserable de lo que ya era.

 

Después de aquel día, efectivamente tomé mi papel como amante y buena parte de mi tiempo la pasaba en el palacio, manteniéndome cerca de Edward incluso bajo los pretextos más estúpidos. Sabía de antemano que Diana sospechaba lo que había entre nosotros, pero no me importaba; todo lo contrario, me regocijaba sólo de saber que era yo quien poseía el amor del rey, aún cuando ella llevaba la corona sobre su cabeza.

 

Diana jamás dijo una palabra del asunto, inesperadamente resultó ser una chica enfermiza y bastante sumisa, siendo que optó por mantenerse al margen de nuestra relación, cosa que para mí no era suficiente, su sola existencia me hacía odiarla.

 

Mi dicha duró sólo un año… ¡Un miserable y corto año!

Y luego todo comenzó a cambiar, Edward cada día se veía más distante de mí, se excusaba de verme con cualquiera de sus deberes, cada que nos encontrábamos estaba de un humor terrible y por fin llegó el día en que me pidió que no nos viéramos nunca más.

 

Me confesó que se había enamorado de Diana y puesto que no quería lastimarla más de lo que ya lo había hecho, lo que lo mejor para ambos era terminar con todo de una buena vez. Y sin darme la oportunidad de poder decir nada se fue, dejándome incapaz de comprender como había ocurrido algo así.

 

¿Te das cuenta lo fácil que cambian los sentimientos de una persona, Emily?

 

Después de ese último encuentro comencé a creer que la vida ya no valía nada, porque ese amor en el que había depositado todo mi ser ahora me estaba dando la espalda. Fue así que encerrada en mi casa  perdí la cuenta del número de ocasiones en que por las noches reemplacé mis oraciones para pedir a Dios que pusiera fin a su vida.                                             

 

Inevitablemente la monotonía me alcanzó, dejándome sentir que todos los días iba a morir de dolor y a pesar de ello, no fui capaz de odiar a Edward, porque él era el amor de mi vida. No obstante mis padres creían que mi vida debía continuar y fue así que me prometieron en matrimonio a un duque de excelente reputación, de modo que aún con el corazón destrozado fui delante de un altar del brazo de otro hombre.

 

Enrique era el nombre de mi esposo; un hombre atento, cariñoso y amable; atractivo y en la flor de su juventud. Un hombre del que podía enamorarme, pero al que sólo ignoré puesto que Edward era el único para mí.

 

Tuve una oportunidad para comenzar de nuevo, pero la rechacé y el pobre hombre consternado por no poder ganar mi simpatía se mantenía yendo de un lado a otro, siempre ocupado por negocios, intentando centrar su atención en algo que no fuera la indiferencia de su esposa.

 

He de admitir que las pocas veces en que me encontraba de humor la situación llegó a parecerme bastante graciosa.

 

Pero no duró mucho, Enrique estaba destinado a la desgracia y en uno de sus tantos viajes fue asesinado; nunca supe realmente cual fue el motivo detrás de su muerte, o quiénes eran los responsables; pero tampoco era que en verdad me importara. Muy por el contrario era un obstáculo menos en mis pensamientos hacia Edward.

 

Tras un breve recuento me hice consciente de que aún sin mucho esfuerzo había logrado muchas de mis ambiciones, me convertí en duquesa y me hice con mi propia fortuna sin tener que mover un solo dedo y sin tener que haber sacrificado nada. Después de todo no haber albergado sentimientos por mi esposo fue lo mejor, de otra forma habría sido un duro golpe ver como la vida me arrebata a otro hombre, ¿no crees?   

 

Un par de años más pasaron y Dios parecía sonreírle nuevamente a la familia real, pues la enfermiza Diana que no había conseguido darle hijos al rey durante varios años debido a su débil constitución, un buen día quedó encinta, haciéndome sentir que sería consumida por mi propio odio. No podía creer que la vida estuviera concediéndole tanta dicha.

 

Todo el reino se alegró al saber que el primogénito del rey venía en camino, hubo una gran celebración y por todos lados no se oía algo que no fueran los buenos deseos hacia la pareja real y a la criatura que estaba en camino.

 

Pero como sabrás la felicidad no es algo eterno, entonces nueve meses después mis plegarias fueron escuchadas y ocurrió que Diana murió al dar a luz… En ese momento tuve que hacer un gran esfuerzo para no enloquecer de felicidad.

 

Sin embargo Dios no había sido tan benévolo conmigo, ya que aún cuando esa mujer había muerto tendría algo que siguiera recordándome que ella había sido la responsable de hacerme la persona más infeliz de este mundo.

 

Allen es el vivo retrato de su madre. Posee ese mismo cabello rojizo, esos ojos verdes, ese aire de inocencia…

 

Creí que el pequeño sería un gran estorbo en mis planes por recuperar a mi amado, pero cuan grata fue la sorpresa que me llevé al descubrir que esas mismas características que hacían a Allen tan parecido a Diana, eran la razón de que su padre lo repudiara.

 

No fue un reto en sí acercarme de nuevo a Edward, pero reconquistarlo fue otra historia. Él conocía mis intenciones, pero seguía aferrado al amor que sentía por su esposa muerta; así que pasaron varios años antes de que él volviera a fijarse en otra mujer, estaba completamente sumido en la tristeza y a causa de ello parecía haberse vuelto un hombre frío.

 

Luego, cuando logró por fin parecía haber superado su pérdida resultó que tomó a las mujeres por pasatiempo. No era que lo hiciera públicamente, pero estoy segura que buena parte de las mujeres de la corte pasaron por su cama y eso me llevó a enfrascarme en una gran frustración.

 

Era evidente que no le importaba ni un poco lo que yo estaba sintiendo.

 

Y sabía que tampoco podía dejarme llevar por mis celos, montando una escena como había exhibido durante nuestra juventud. Entonces desesperada decidí recurrir a la única manera que prometía ser efectiva para alejar a esas mujeres de Edward.

 

Comenzar a usar a mis conocidos en la corte a fin de chantajear a todas aquellas que se acostaban con el rey, una manera bastante efectiva de frenar su desvergonzado comportamiento ya que todas eran mujeres casadas y bastante preocupadas por mantener su reputación y su nivel de vida.

 

Fue así que di el último paso para hundirme en lo más profundo del vacío en el que me había adentrado desde hacía muchos años. Los hombres que me ayudaron exigieron todo tipo de paga, oro, joyas preciosas, mantener una relación de amantes…

 

Y aún cuando la mayoría de ellos me causaba asco, estaba dispuesta a todo por ver a Edward libre de nuevo. Muchos años pasaron antes de ver mi objetivo concretado y entonces nuevamente pude volver a entregarle mi amor al rey.

 

Si bien es cierto que nunca volvió a ser lo mismo, yo fui feliz a su lado.

 

Pero el tiempo me había alcanzado antes de que me diera cuenta de ello y Allen se había convertido en un enorme obstáculo del cual no había estado al pendiente durante demasiado tiempo. Para cuando quise hacerme cargo de él ya fue muy tarde y una vez más estoy pagando el precio de mis errores.

 

****

 

—Allen no tiene la culpa de nada —dije atrapando su atención de inmediato—. Si tu alma se envenenó fue por tu propia causa, Allen no te hizo nada, ni siquiera la reina fue culpable. Todo fue a causa de tu propia envidia —sentencié levantándome para depositar al bebé en donde lo había encontrado.

—Ya veo… Supongo que tienes razón —dijo volviendo a esbozar una fría sonrisa, aún cuando la melancolía asomaba a sus ojos—. Le agradas a ese bebé —dijo de pronto desconcertándome por el giro que estaba dando la conversación—. Te agradeceré mucho si acaso quisieras seguirme ayudando a cuidarlo.

 

No quise saber nada más del asunto, ya había escuchado demasiado y sin dar mayor respuesta di la vuelta saliendo de la habitación.

 

¿Por qué me había quedado a escuchar esa historia?

 

Ahora mi mente estaba completamente revuelta, mi cabeza dolía y me sentía desesperado por hablar con Allen. Necesitaba de su consuelo para quitarme el amargo sabor de boca que Carlota me había dejado. 

Notas finales:

Bueno, este capítulo cubre la actualización de esta semana, estaré escribiendo el 11 y haré todo lo que pueda por tenerlo listo antes de año nuevo.

Pff no puedo creer que haya pasado un año tan rápido ._.

Pero bueno, como sea, les agradezco a todos por leer y seré muy feliz si deciden dejar algún review XD

De cualquier forma les deseo a todos que tengan una feliz navidad y nos leemos en la próxima actualización!!! ^w^/


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