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El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

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Notas del capitulo:

Hola nuevo a todos!!!

Faltando menos de una hora para que termine el domingo conseguí concluir el capítulo 12!!!

Me alegra decir que después haberme atrasado un poco con el capítulo pasado he conseguido cumplir la actualización de esta semana XD

En fin, espero les guste.

 

Por la mañana desperté, encontrándome con que el otro lado de la cama estaba vacío; alarmado me giré buscando a Allen y recuperé la calma sólo cuando visualicé que se hallaba frente a la ventana, luciendo perdido en sus pensamientos.

 

—¿Allen? —llamé en voz baja intentando no despertar al bebé que yacía a mi lado.

—Buenos días mi amor —respondió con una sonrisa que me pareció bastante forzada.

—¿Qué ocurre? —pregunté preocupado, ignorando el saludo por completo. El pelirrojo torció la boca con molestia al verse descubierto y luego se acercó para sentarse nuevamente en la cama.

—¿Qué hay con ese bebé? —preguntó dejando al fin al descubierto lo que meditaba.

—No podemos regresarlo a Carlota, correría peligro —dije ante lo que me pareció obvio, pero algo no andaba bien. Allen no estaba respondiendo con su habitual alegría y tampoco parecía estar considerando mis palabras como usualmente hacía antes de cumplir mis caprichos.

—No podemos quedarnos con él —agregó desviando la mirada, aún cuando su voz se mantenía firme. El pelirrojo se levantó y dio un vistazo al pequeño; siendo que en su mirada pude percibir el desprecio—. Ese niño debe irse junto con su madre…

—Pero Allen, después de lo que ocurrió anoche él está prácticamente sólo —alegué poniéndome de pie, buscando por primera vez enfrentar al pelirrojo.

—¿Y qué más da? ¡Es el hijo de esa mujer, no hay razón para ayudarlo! —objetó elevando más su tono de voz.

—¿Pero qué dices? ¡Es sólo un indefenso bebé! —repliqué sin poder ocultar la molestia en mi voz.

—Ahora lo es, pero lleva su sangre en las venas y un día cuando menos lo esperes nos dará una puñalada por la espalda —insistió Allen, manteniéndose a la defensiva ante cualquiera de mis comentarios.

—Tanto odias a Carlota y has comenzado a actuar igual que ella —una severa mirada se posó sobre mí y casi podría jurar que a Allen le había pasado por la mente la idea de hacerme reaccionar con un golpe—. Ella te odia a ti porque eres hijo de la mujer que según ella le robo el amor del rey; te juzgó por algo que tú no hiciste y jamás se dio la oportunidad de conocer la maravillosa persona que eres… ¿No te das cuenta de que también estás juzgando a este niño por algo que no ha hecho?

—Vaya… ¿tanto te importa ese bebé? ¿Tanto que puedes atreverte a confrontarme de esa manera? ¡Haciendo una comparación como esa! —protestaba Allen luciendo dolido.

 

A veces realmente me desconcertaba darme cuenta de que el pelirrojo podía comportarse de una forma tan infantil…

 

—No… Allen, por favor no digas eso —pedí abrazándolo—. No es eso… sólo que… tu sabes que aquellos que me dieron la vida no me quisieron, sin embargo tuve la suerte de encontrarme a dos encantadoras personas que me amaron y cuando veo a este niño no puedo evitar pensar que la vida me esta ofreciendo la oportunidad de devolver el favor cuidando de él —admití levantando la vista, queriendo comprobar si mis palabras habían surtido algún tipo de efecto en Allen.

 

Él suspiró, aún con la negativa pintada en el rostro y a pesar de ello me abrazó con esa misma ternura con que acostumbraba tomarme. —No creo que sea lo mismo Emi… —dijo apoyándose contra mí—. Puede que no te haya conocido cuando eras un bebé pero eras el niño más encantador que había visto en mi vida, todo en ti proyectaba un aire de inocencia… de pureza… sencillamente me parecías un ángel.

—Todos los niños nacen con la pureza de un ángel, si él tiene nuestro amor y cuidados un día sabrá agradecerlo debidamente. —El silencio se hizo presente, sorprendentemente esta ocasión el pelirrojo se negaba a ceder—. Está bien, no hablemos más de esto —Allen se separó bruscamente de mí, mirándome contrariado—. No quiero que una discusión me separe de ti, ciertamente quiero ayudar a ese bebé pero no a costa de nuestro amor… tú eres lo más importante para mí.

 

Allen se tomó su tiempo antes de limitarse a asentir como respuesta, aún luciendo confundido y momentos después, haciendo efectiva mi propuesta de dejar de lado la discusión, nos entregábamos a un apasionado beso, poniendo fin a la pequeña brecha que se había abierto a causa de nuestros pensamientos que comenzaban a diferir.

 

El obstáculo estaba superado… al menos de forma momentánea y gracias a ello, Allen retomó sus atenciones conmigo, ayudándome a colocarme un vestido bastante sencillo, pero que no podíamos dejar pasar por alto sólo por mantener esta farsa… Sólo por aparentar ser una dama digna de ir al lado del deslumbrante pelirrojo.

 

Una vez listo, entregué al bebé a una nodriza para que lo alimentara y nos dispusimos a desayunar en medio de un comedor cuya cálida aura parecía ir enfriándose poco a poco. Nadie había dicho una sola palabra y la interrogante reflejada en los rostros de los mellizos se hacía cada vez más evidente, puesto que no alcanzaban a comprender lo que ocurría; más no hacía falta poseer un gran intelecto para darse cuenta de que todo se debía a Allen, que a diferencia de otros días parecía disperso e inquieto. La usual calma que gobernaba su bello rostro se había ido…

 

Mi pobre pelirrojo estaba consumiéndose ante la idea de tomar venganza contra la mujer que se había encargado de complicarle la vida durante tantos años.

 

—Es hora Emi —. Anunció levantándose precipitadamente, provocando la sorpresa en los mellizos, que aún sin saber a qué se refería Allen, se levantaron dispuestos a seguirlo.

—De acuerdo —di el último trago a mi copa y sujetándome de su brazo comenzamos a andar rumbo a la habitación de Carlota.

 

No pude evitar un raro cosquilleo en mi estómago que parecía ir en aumento conforme más nos acercábamos, supuse que algo así debía sentirse un verdugo cuando por primera vez se dirigía en busca del infeliz condenado.

 

Mi respiración se aceleró y antes de notarlo ya me aferraba con gran fuerza al brazo del pelirrojo, que consciente de ello volvió su atención sobre mí.

—¿Estás bien? —preguntó mostrando un atisbo de preocupación en su mirada.

—Sí… yo… lo siento —dije disminuyendo un poco la fuerza del agarre.

 

Una vez llegados a nuestro destino, al igual que la noche anterior, los guardias nos habían permitido el acceso tan pronto habían vislumbrado que el pelirrojo se acercaba. Al entrar lo primero noté fue la oscuridad que se mantenía en aquel lugar debido a las gruesas cortinas que permanecían cerradas; dando la impresión de que si dábamos un paso más seríamos tragados por aquella inmensidad en donde parecía gobernar la nada.

 

Inmediatamente Mía se dio a la tarea de correr las cortinas dejando entrar los cálidos rayos del sol que afuera resplandecía con fuerza. Y aún tratando de acostumbrarme a la luz, fui capaz de visualizar en la cama a Carlota que aún yacía bajo sus mantas; un instante después Allen se acercó y sin consideración alguna tiró de ellas descubriéndola por completo y aún así no obteniendo reacción alguna.

 

—¿Carlota? —me acerqué moviéndola un poco bajo la atenta mirada de los demás. Su brazo cayó pesadamente quedando colgado por la orilla de la cama y no pude evitar estremecerme cuando su helada piel hizo contacto conmigo—. E-está… muerta —tragué saliva con dificultad y busqué con la mirada a mis acompañantes cuyos rostros exhibían una mezcla de sorpresa e incredulidad como la que supuse estaría mostrando yo mismo.

 

Allen hizo una señal a Ian y como si con eso le hubiera hecho un pedido completo, el mellizo salió corriendo.

—Que mujer más cobarde —murmuró con arrogancia, destilando en cada palabra el odio que sentía por ella. Allen parecía en verdad molesto así que no me atreví a acercarme demasiado.

 

Todo indicaba que encontraba por demás frustrante el hecho de que Carlota hubiera escapado a sus planes, aún si su manera de hacerlo no había sido la más acertada. No obstante, mientras que yo me ocupaba en adivinar los pensamientos de Allen, en la puerta de la habitación ya comenzaban a aglomerarse las curiosas miradas de la servidumbre y de varios guardias que se acercaban para saber a qué se debía tal alboroto.

 

Nada bueno podía salir de ello, ahora sólo sería cuestión de tiempo antes de que la noticia corriera, cual si la estuviese llevando el viento.

 

¿Cómo íbamos a manejar esto?

 

Tan pronto como la situación comenzó a sobrepasar los límites de lo tolerable, el exasperado pelirrojo pidió a todos volver a sus labores y justo en ese momento el médico apareció, dándose a la tarea de examinar con toda calma el cuerpo que aún yacía en cama. Momentos después el anciano confirmó lo que ya todos veíamos desde lejos.

 

—Esta mujer murió envenenada… —y el hombre siguió explicando a Allen algunos detalles de cómo había probablemente sucedido aquello, pero ya no me detuve a escuchar. Era obvio que ella lo había hecho, nadie más tenía acceso a ese lugar… y pensar que probablemente lo había hecho después de que Allen y yo saliéramos de su habitación…

 

No podía evitar sentirme mal por ella, había pasado gran parte de su vida buscando un amor que no hizo más que lastimarla y hundirla en el más oscuro de los abismos. Todo parecía indicar que una vez que has saltado al abismo no hay más que una salida y Carlota se había forzado para encontrarla, sin siquiera mirar atrás, dejando todo y a todos…

 

Entonces a mi mente acudió el recuerdo del bebé. Los demás discutían entorno a Carlota y aprovechando que nadie me estaba prestando atención, sutilmente me alejé para buscar a la nodriza que tendría que estarlo cuidando. Me encaminé rumbo a la estancia principal y ahí la encontré, luciendo desesperado puesto que el pequeño lloraba sin dar señales de querer detenerse.

 

—Lamento haber tardado tanto —dije quitándole al bebé de sus brazos y acunándolo contra mí—. Puedes retirarte y no te olvides de volver más tarde.

—Como usted diga señorita Havel —respondió la mujer con mala cara.

—Gracias por tu ayuda, en verdad te agradezco mucho que hayas cuidado de él —la mujer se volvió a mirarme sorprendida, abriendo sus ojos exageradamente como si fuera la primera vez en la vida que alguien le agradecía; simplemente asintió y se retiró muy a prisa.

 

Definitivamente ver la reacción de las personas antes gestos tan naturales como un agradecimiento me hacía pensar que todos los nobles eran un montón de engreídos sin educación ni respeto por los humanos.

 

Una vez a solas en aquella estancia, me dediqué a mecer suavemente al pequeño en mis brazos y poco después por fin conseguí calmarlo; me enternecía bastante verlo así… Era tan pequeño, frágil e indefenso…

 

Acerqué mi dedo para tocar su mejilla y al sentirme, me atrapó con sus manitas, aferrándose con fuerza mientras que yo jugueteaba intentando soltarme…

 

—No te preocupes, yo voy a cuidar de ti —susurré para no molestarlo y besé su mejilla sintiendo su tibia piel contra mis labios—. Pero que lindo eres pequeño… —¿Cuál era su nombre? ¿Acaso tenía uno? No había escuchado que Carlota se dirigiera a él con algo que no fuera “bastardo”… ¿Qué nombre sería bueno?— ¿Qué opinas de Andrew? —le pregunté como si en algún momento él fuera a responder—. ¿No crees que es un nombre bonito? Sabes recuerdo una historia que contaba la vida de un chico llamado Andrew, él era inteligente, atractivo y de corazón bondadoso… creo que tú serás cómo ese chico algún día, cuando crezcas. Estoy seguro que serás un gran hombre… pero por ahora está bien si te dedicas a dormir — insistí riendo al darme cuenta de que ya hablaba solo pues el bebé dormía tranquilamente en mis brazos manteniendo su pequeño pulgar en su boca.

 

Aquella vista me trajo un raro sentimiento de melancolía.

 

No alcanzaba a comprender como la vida podía ser tan cruel, ¿por qué un niño debía cargar con sentimientos de odio y rencor cuando hacía tan poco que había llegado a este mundo?

 

—No tenías que haber salido corriendo sólo para venir a cuidar de ese mocoso —la voz de Allen me sacó de mis pensamientos y pude observar que se encaminaba hacia mí entornando los ojos con molestia.

—Sí que tenía, o no hubiera dejado de llorar —respondí fingiendo no darme por aludido con su hostil actitud hacia el bebé.

—Emile, ¿cuál es el punto de dejarlo al cuidado de una nodriza si tú tendrás que estar tras de ella todo el tiempo? —preguntó cruzándose de brazos en forma altanera frente a mí.  

—Bueno ella parecía estar teniendo algunos problemas…

—Entonces buscaremos a una mujer más capaz —respondió sin dejarme terminar.

—No es eso, más bien creo que Andy no se siente cómodo con extraños —insistí torpemente y sin detenerme mucho a pensar en lo que estaba diciendo.

—¿Andy? ¡¿Le has dado un nombre?! —cuestionaba estupefacto el pelirrojo—. Emile, estás levando muy lejos todo esto, hasta ahora he consentido cada uno de tus caprichos, pero esta ocasión realmente me estás poniendo a prueba —Allen resoplaba como si intentara dejar ir su enfado de forma gradual para no explotar de un momento a otro. En verdad que este asunto parecía afectarlo bastante.

—No te enfades por favor… ¿Al menos podemos intentarlo algunos días? Si las cosas no funcionan bien, entonces te prometo que yo mismo seré quien busque un hogar para él.

—No puedo creerlo… Sabes, de pronto me da la impresión de que sacas demasiado provecho de este amor que siento por ti… —a su frío semblante por fin asomó un poco de calma—. No vas a desistir ¿cierto? —dijo llevando su mano hasta su frente en tanto seguía negando, dejando ver un atisbo de resignación—. Puedo aceptar tu propuesta y soportar esto por algunos días, ¿pero estás seguro de que si esto no funciona serás capaz de cumplir con tu parte?

—Te lo prometo —sonreí dando por concluida una discusión en la que nuevamente había salido victorioso…

 

Los siguientes días me empeñé en aprender todo cuando la nodriza me enseñaba para cuidar de Andy; los días resultaban agotadores y ni hablar de las noches, pues el bebé acostumbraba despertar a altas horas de la madrugada. Lloraba insistentemente obligándome a levantarme para alimentarlo y pasearlo en mis brazos, hasta conseguir que nuevamente conciliara el sueño.

 

Allen, que se había negado a dejar de dormir conmigo, sufría todas las noches por aquel llanto que sin consideración alguna se dejaba escuchar durante largo rato y que algunas veces resultaba más difícil de controlar que otras; sin embargo, de acuerdo a lo que me había dicho no escuché ni una sola queja, aún cuando era por demás evidente que el pelirrojo deseaba ser capaz asesinar al pequeño sólo con su mirada.

 

Un par de días después, parecíamos estar comenzando a acostumbrarnos a la presencia de Andy; incluso los mellizos que en un inicio se habían mostrado renuentes a acercarse a él, manteniendo una especie de solidaridad con el sentir de Allen, no tardaron en ceder y comenzar a buscarnos en sus ratos libres sólo para jugar con él.

 

Esa misma tarde, en tanto cuidaba de Andy, permanecía en el jardín sin más que hacer, disfrutando de la vista y del agradable ambiente que rodeaba aquel pacífico lugar; justo  cuando las puertas tras de mí se abrieron dejando entrar a Allen que venía e  compañía de los mellizos, los cuales me rodearon sin demora, ocupándose de mimar al bebé y exhibir para él un montón gestos infantiles.

 

No pude evitar reír, pues me hacía mucha gracia ver como los chicos frente a mí se convertían en un par de niños empeñados en divertir al pequeño que parecía observarlos con gran atención.

—Luces realmente adorable —dijo Allen que hasta el momento se había mantenido distante, casi ajeno a la situación.

En respuesta sonreí felizmente. —¿No crees que está sería una buena oportunidad? —el pelirrojo levantó una ceja sin comprender lo que le decía. Entregué al pequeño Andy a los mellizos y me levanté llevando a Allen conmigo, obligándolo a alejarnos un poco de todo el barullo de los chicos. Me detuve cuando me pareció que el lugar era el adecuado y ambos nos sentamos sobre el paso, tomé algo de aire y me dispuse a terminar con lo que le quería decir—. Me refiero a criar a un niño, sabes que por más que yo quiera es imposible que te de un hijo, ¿no sería una buena oportunidad para formar una familia?

—¿Acaso alguna vez te lo pedí? —el comentario parecía haber irritado a Allen—. Escucha Emile, no es que en algún momento no me hubiera hecho ilusión la idea de tener un hijo, pero cuando decidí que dedicaría mi vida a ti deseché esa idea por completo, ¿lo entiendes? Ni siquiera tengo que detenerme a pensarlo, te elegiría toda la vida por sobre cualquier posible hijo que pudiera tener —el pelirrojo se arrodilló frente  a mí y tomó mis manos entre las suyas, besándolas tiernamente y apoyando luego su mejilla contra éstas.

—Lo entiendo… y créeme cuando te digo que también te elegiría sobre cualquier otra persona…

 

Y no tendría que hablarse más del asunto, por lo visto Allen no iba a aceptar jamás que nos quedáramos con el pequeño Andy, esta ocasión la sangre había sido un factor que a pesar del esfuerzo no había sido capaz de superar. Me dolía pensar que iba a dejarlo a su suerte, ya que aún buscando una familia para él no tenía ninguna garantía de que fueran a amarlo; pero ya lo había dicho…

 

Elegiría a Allen por sobre todas las cosas y aún si esta ocasión mis palabras tenían una consecuencia que escapaba a mis manos iba a cumplir con dejar al bebé.

 

Hice que el pelirrojo soltara mis manos y lo abracé, regocijándome al sentir que sus brazos también me rodeaban, estrechándome y haciendo que todo a nuestro alrededor desapareciera durante unos instantes. Cerré los ojos y apoyando mi cabeza contra su hombro esperé…

 

¿Qué esperaba?

 

No estaba seguro… quizá encontrar en aquel abrazo el valor para dejar a Andy, quizá convencerme de que Allen tenía razón y estaríamos mejor siendo sólo dos…

 

El pelirrojo buscó separarse un poco y se disponía a besarme cuando escuchamos que los mellizos se acercaban corriendo, sólo para entregarme a Andy que había comenzado a llorar.

—No hemos hecho nada, sólo parece que se ha impacientado y comenzó a llorar sin más —dijo Ian con un gesto que delataba lo avergonzado que se encontraba.

—Se que no ha sido su culpa —respondí sonriéndole al mellizo para tranquilizarlo—. Probablemente este molesto porque quiere dormir…

—Tal vez sea eso… quizá deberíamos imitarle e ir a dormir más temprano hoy —agregó Ian recuperando su buen temple.

—Por cierto Emi… ly… —llamó Mía, que por alguna razón parecía tener algún problema desde que había descubierto que era un hombre y ahora lucía incómoda cada que tenía que dirigirse a mí—. ¿No te gustaría probarte tu nuevo vestido? —preguntó sin siquiera mirarme.

—¿Otro vestido? No lo necesitaba —repuse enfurruñado por pensar en tener que hacerme con tanta tela inútil.

—Claro que lo necesitarás —respondió Allen riendo y palmeando suavemente mis mejillas.

—Mañana tienes que estar muy elegante para la coronación de nuestro nuevo rey —soltó Ian de golpe logrando que mis ojos se abrieran desproporcionadamente—. Mandamos a hacer un vestido para ti coordinado con el traje que usará Allen.

—¿Es mañana? ¿Por qué no lo sabía? —cuestionó dejando de lado el asunto del vestido.

—Bueno Emi, estos días has estado muy ocupado y realmente no había tenido oportunidad de decírtelo, además mañana planeo aprovechar la ocasión para anunciarle a todos nuestro compromiso.

—Oh Allen, no sé qué decir… me parece que estoy soñando… —y era verdad, ¡todo estaba sucediendo tan rápido!

—Entonces sólo piénsalo así… Después de mañana todos nuestros sueños se harán realidad —Allen me dio un fugaz beso y me abrazó de nuevo. Como pude crucé mis brazos para tomarlo también, sin ser capaz de salir de mi asombro.

 

De alguna extraña forma nuestros retorcidos planes parecían estar saliendo a la perfección, después de mañana podría pasar el resto de mis días al lado de Allen sin que nadie pudiera impedirlo. Aquella ocasión en que el pelirrojo había propuesto la idea me había parecido de lo más descabellado, pero ahora que veía el rumbo que tomaban las cosas, estaba seguro de que no podíamos haber acertado más.

 

Aquella noche Allen me pidió que dejara al bebé a cargo de los mellizos, pues quería que tuviéramos una velada sólo para dos. Y efectivamente, después de la cena, ambos nos dirigimos a la habitación añorando únicamente la compañía del otro…

 

 Como los obstinados amantes que éramos pretendimos festejar anticipadamente por nuestra “victoria”; fue así que entre besos y caricias, nuestros cuerpos se fundieron una vez más, haciendo difuso el inicio de uno y el final del otro; imitando con cada parte ese sentimiento de amor que nuestros corazones compartían, dejándonos creer al unísono de nuestros latidos que éramos uno mismo.

 

No nos detuvimos hasta quedar completamente agotados… porque no me parecía suficiente… el tiempo que compartíamos, el aliento que intercambiábamos, el toque sobre su piel, sus labios que parecían hervir al contacto con los míos… y la mirada en sus hermosos ojos que terminaba de confirmarme que no era el único que se sentía así.

 

Aferrados el uno al otro reafirmamos nuestros anhelos y más profundos sueños, bajó la pálida luz de la luna que era la única que había presenciado cada uno de nuestros, velando por un amor prohibido, que a pesar de ello era tan puro como el sentimiento mismo…

 

—Emi, despierta cariño —un beso en mi mejilla y un delicado movimiento en mi hombro intentaban hacerme abrir los ojos—. Vamos perezoso, hoy será el día en que nuestras vidas cambien para siempre —sus labios nuevamente se posaron sobre los míos en un beso largo que parecía introducir en mí toda la motivación que me faltaba para salir de la cama.

—El día en que cambien nuestras vidas, ¿eh? —no sonaba nada mal y dejando que el pelirrojo se separará de mí, me levanté para comenzar con el conocido ritual lejos de Allen, pues él también tenía que prepararse, aún si su sola presencia bastaba para complacerlos a todos.

 

Salí de la habitación y me dirigí al majestuoso baño que ya esperaba listo para recibirme; sin más demora me sumergí en el agua y disfruté de la placentera sensación, en tanto el calor del conseguía adueñarse de mi cuerpo.

 

Cerré los ojos un momento y todo parecía tan normal, quizá para mí podía parecer un día más, pero no lo era, esté debía ser un día especial y prueba de ello era que todos en el palacio parecían haber perdido la cabeza, pues corrían de un lado a otro, transportando cosas, terminando de limpiar, encargándose de que todo luciera perfecto y estuviera a la altura del chico que en unas horas más sería coronado. Ese encantador pelirrojo que fascinaba a todo el pueblo y que seguramente gobernaría con gran sabiduría…

 

Después de un largo rato, abrí los ojos y escuché que llamaban a la puerta.

—¡Adelante! —grité sin la menor intención de moverme de mi lugar. Ian entró acompañado de  su melliza, ambos preparados para ayudarme con todo lo que faltaba y luciendo como nunca los había visto.

 

Mía llevaba un precioso vestido azul que le sentaba a la perfección. Su cabello iba recogido en un peinado que lucía bastante complicado y el maquillaje en su rostro hacía que su belleza resaltara por encima de aquel conjunto que la complementaba. Ian, por su parte,  vestía un largo saco azul que hacia juego con el vestido de su hermana. Una camisa blanca, un pantalón negro y botas, hacían que el atractivo del mellizo sobresaliera más de lo normal.

 

Ian se adelantó, dejando atrás a Mía, que de forma cortés desviaba la mirada en tanto su hermano me ayudaba a salir del agua. —¡Vaya chicos! Lucen realmente bien esta mañana, muy elegantes—exclamé al fin, notando como Ian agachaba la cabeza, avergonzado ante el cumplido.

—¿Eso crees? Espera a que terminemos contigo —exclamó Mía en lo que me pareció una frase de dudoso significado, esbozando una  forzada sonrisa de aspecto bastante tétrico.

—Ah… ¿y en dónde está Andy? —pregunté dirigiéndome a Ian, en una súplica para que distrajera la atención de su melliza.

—No hace falta que te preocupes, lo dejamos durmiendo en tu habitación, date prisa y regresemos con él —intervino nuevamente Mía, sin dar oportunidad a que su hermano respondiera.

—Ya veo, gracias chicos —les dediqué una sonrisa de medio lado y los mellizos devolvieron el gesto cordialmente.

 

No tardamos en llegar a la habitación y efectivamente, tal como lo había dicho Mía, el bebé dormía al centro de la cama encerrado entre una muralla de almohadas. Andy se encontraba sumamente tranquilo… Mía e Ian parecían haber hecho un gran trabajo cuidando de él. Luego de comprobar que todo estaba en orden, me tomé algunos minutos a solas terminando de secarme y colocándome toda la ropa interior que los mellizos se habían encargado de preparar para mí.

 

Poco después recibía la ayuda de ambos para colocarme aquel pomposo vestido rojo, que según lo que Ian había dicho iba a juego con el traje que usaría el pelirrojo, después de todo sería la primera vez que nos presentaríamos ante los ojos de los demás como una pareja formal.

 

De  pronto me acechó un extraño nerviosismo… a diferencia de Allen yo no era nada hábil cuando de conversar se trataba y tendría que enfrentarme a buena parte de los nobles que seguramente estarían ávidos de interrogarme para conocer más detalles de mi relación con Allen, sólo para satisfacer su morbosa curiosidad y aliviar un poco el aburrimiento que probablemente asediaba  sus vidas.

—¿Qué ocurre Emile? —¡Oh por lo visto Mía solo tenía problemas para llamarme por mi nombre cuando estábamos en presencia de Allen—. Tus manos tiemblan —informó como si yo no fuera consciente de que mi cuerpo ya comenzaba a traicionarme.

—Habrá demasiada gente ahí fuera, no sé si voy a ser capaz de enfrentarme a eso —admití sintiendo como me faltaba el aire para hablar, ¿era mi imaginación o no podía respirar tan bien como de costumbre? Me daba la impresión de que mi pecho estaba siendo aplastado y a causa de ello mi respiración era insuficiente.

—Pues más te vale que seas capaz, cómo pareja del rey tendrás que acostúmbrate a estar rodeado de muchas personas —respondió Mía con ese tono frío que parecía estar sólo reservado para mí. Fije mis ojos en el espejo y pude ver que la cara de la melliza reflejaba cierto arrepentimiento… ¿Realmente era así?—. Sólo relájate y actúa natural, no vale la pena intimidarse por esa gente tan repugnante —agregó un momento después, en medio de una sonrisa y palmeando mis hombros en un gesto bastante amistoso.

—Ella tiene razón, no tienes que preocuparte, Allen estará contigo todo el tiempo y nosotros iremos detrás de ustedes, no dejaremos que nada malo te ocurra —Ian secundaba el argumento de su hermana y aún cuando me daba cierto aliento saber que ellos me estarían acompañando no podía dejar de pensar que si en algún momento llegaba a estropear las cosas sería sobre mí en quien pesaran las miradas de todos los presentes.

—Gracias chicos, en verdad les agradezco su apoyo…

 

Nuevamente me encontraba absorto en el espejo y pude comprobar que Mía había hecho un gran trabajo, de pies a cabeza hasta el más pequeño de los detalles había sido cuidado. Extrañamente a diferencia de la primera ocasión en que mi miré con esta apariencia ahora no me había provocado una exaltación, pero no podía terminar de creer que podía lucir exactamente igual que una de esas chicas que asistían con tanta ilusión a los bailes en palacio.

—Bueno iré a avisarle a Allen que estamos listos —comentó Mía, encaminándose a la puerta y dejándome con su hermano un momento después, me giré para mirar a Ian y esté me devolvió la mirada un tanto confundido.

—¿Todo en orden? —preguntó Ian ladeando la cabeza en un gesto que me pareció muy tierno.

—S-Si, claro —¿qué estaba haciendo? Distracción… Si, necesitaba una distracción… ¡Andy! Me acerqué a la cama y bajo la atenta mirada del mellizo tomé al bebé cuidando de no despertarlo—. Será mejor que alcancemos a Mía, ya que todos estamos listos no tiene caso esperar, ¿cierto?

—Tienes razón… —y ya me dirigía a la puerta cuando un golpeteo se escuchó al otro lado de ésta.

 

Enseguida la puerta se abrió sin esperar por una invitación para entrar y se hizo presente el arrogante conde Midford que venía seguido por varios hombres, los cuales nos rodearon de un momento a otro.

Ian golpeó a uno de ellos y parecía que una batalla campal estaba por desatarse en plena habitación cuando una afilada daga se posó sobre mi garganta, amenazando con hundirse por completo si Ian insistía en oponer resistencia.

—Yo lo pensaría mejor si fuera tú —dijo el conde, logrando que el mellizo desistiera de su intento por defenderse—. Sujétenlo —tras estas palabras Ian fue inmovilizado y un instante después por la puerta entró otro sujeto que cargaba a Mía, la cual iba completamente inconsciente.

—¡Maldito! ¡¿Qué le has hecho a mi hermana?! —gritaba Ian intentando zafarse entre inútiles forcejeos.

—No seas tan ruidoso, ella está bien… digamos que sólo dormirá por un rato —afirmó el conde entre risas.

—¿Qué significa todo esto? —pregunté incapaz de hacer nada para ayudarlo, sintiéndome el más grande los ineptos.

—Vas a venir conmigo Emile —susurró a mi oído de manera que sólo yo pudiera escucharlo. ¿Pero cómo había pasado esto? ¿Desde cuándo lo sabía?—. Déjame contarte algo… por todo el palacio y aún en los exteriores hay hombres esperando por una sola de mis órdenes para asesinar a nuestro amado soberano, lo cuál sería una pena considerando que justo el día de hoy será coronado rey… Sin contar que también me desharé de esos molestos mellizos y del pequeño que llevas en brazos… La elección es tuya querido…

 

¿Qué la elección era mía? ¿Qué clase de broma era ésta? ¿Me iba a quitar todo lo que me importaba sin más?

 

—¿Y entonces? ¿Me deshago de todos? —insistió presionando más su pecho contra mi espalda y lamiendo mi mejilla bajo la atenta mirada de Ian.

—No, iré contigo pero por favor no les hagas daño…

 —Eso es lo que quería escuchar, todos apresúrense, no queremos llegar tarde al gran acontecimiento ¿verdad? —el conde me echó por delante y manteniendo la daga contra mi espalda me hizo avanzar por el pasillo de la derecha y sólo pude ver cómo se llevaban a Ian y a Mía por el lado contrario.

 

Aprisa avanzamos entre los pasillos, doblando una y otra vez para cambiar de dirección, moviéndonos entre lugares en donde no había ni una sola persona a quien pedir ayuda; hasta que finalmente conseguimos llegar a una salida en donde ya nos esperaba un carruaje.

—Escúchame bien Emile —me giró bruscamente y me sostuvo con gran fuerza entre sus brazos provocando que Andy despertara, sin embargo cuando por primera vez esperaba que llorara con todas sus fuerzas, resultó que se quedó completamente callado, observándome con sus ojitos muy abiertos. El conde me tomó por el mentón y me obligó a mirarle mientras sus ojos se posaban en mí con gran severidad— Si sabes lo que te conviene no intentarás ninguna estupidez, soy un hombre de palabra y si acaso no cumples con la tuya te prometo que te arrepentirás.

 

Giré la cabeza bruscamente, liberándome de su mano y sin más me empujó para que subiera al carruaje. Apenas había asomado la cabeza dentro cuando una mano me atrapó y presionó fuertemente un pañuelo contra mi nariz, intentaba no respirar pero después de forcejear queriendo soltarme me quedé sin aire y fue inevitable.

 

Todo se hacía borroso, la fuerza en mis brazos se desvanecía y sentí como el bebé se resbalaba de mi agarre…

 

¿Por qué?

 

¿Era así como la vida le daba significado a las palabras de Allen?

 

¿Era así como nuestras vidas iban a cambiar para siempre?

 

Allen… Sólo quería estar a tu lado…

 

Pero el sueño había terminado ¿no?

 

 

 

 

Notas finales:

Ya es algo tarde, así que no he tenido tiempo de revisar por segunda vez, si encontraron algún error espero me disculpen XD y me avisen para corregirlo en dado caso jaja

Bueno, esta semana regreso a clases y por lo que sé me espera un montón de trabajo. Intentaré no atrasarme con las actualización y terminar esto lo más pronto posible que ya faltan pocos capítulos (o eso creo XD).

De verdad espero que les haya gustado.

Les agradezco por seguir el fic y por dejarme sus comentarios que me hacen muy feliz n_n

Nos leemos de nuevo pronto!!!


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