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El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

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Notas del capitulo:

Ok, oficialmente a una hora de que termine mayo traigo el capítulo mensual que prometí ._.

Siento mucho que esto haya ocurrido, pero fueron meses cargados de muchos proyectos y no tuve tiempo para nada más.

Ciertamente parece que me he olvidado del fic pero les aseguro que todos los días pienso en como seguir el capítulo o escribo algo (aunque sea de renglón en renglón... ya se imaginarán porque me toma tanto tiempo XD)

Bueno, de momento aquí dejo el capítulo y nos vemos en las notas finales.

Luego de eso el conde tomó al bebé y se alejó tan silenciosamente como había llegado, a mi lado ahora se encontraba una bandeja llena de comida. Había carne, fruta, pan fresco, agua, un poco de vino… con gran impaciencia me llené la boca, tragando precipitadamente y atragantándome de cuando en cuando.

 

Entonces sin estar seguro de la razón, mis lágrimas comenzaron a escurrir por mis mejillas sin que yo fuera capaz de detenerlas. Me sentía devastado y tan miserable como pocas veces antes me había ocurrido.

 

¿Y ahora qué? ¿Qué era lo correcto? ¿Cómo debía hacer frente a esto que me estaba consumiendo lentamente?

 

Había devorado cuanto alimento se  encontraba en la bandeja.

 

Ahora me parecía que mi estómago iba a reventar después de la desenfrenada ingesta y aún así, extrañamente seguía sintiendo un enorme vacío por dentro, a tal punto en que me encontré incapaz de detener mi lastimero gimoteo; necesitaba desahogarme de alguna manera o quizá terminaría por enloquecer antes de lograr salir de aquella pesadilla.

 
Una vez más terminé recostado contra la tierra, envolviéndome cual capullo con toda la tela del vestido y cómo si todas mis energías se hubieran drenado con cada lágrima, caí rendido en aquel ansiado sueño. 


Mas tarde,  sin saber exactamente cuánto tiempo había transcurrido, desperté por el ruido de la puerta que se abría. Una mujer bajita, regordeta y ya entrada en años avanzaba hacia mí, llevando en brazos a Andy y no pude estar más sorprendido por lo que veía ya que al haberlo entregado al conde jamás espere que lo regresaran a mí.

 

— Gracias por cuidar de él —dije nada más recibir a Andy. 
— Me temo que no me pagan por cuidarlo, así que no esperes que me ocupe de él; me limitaré a venir algunas veces a lo largo del día para alimentarlo y eso es todo  —aseveró aquella mujer con el mismo entusiasmo de alguien condenado a morir.

— Comprendo… entonces, gracias por hacérmelo saber —intenté sonreír en vano, pues para entonces ella salía del sótano sin dar respuesta alguna…

  
Miré al bebé que nuevamente yacía en mis brazos y suspiré cansado; ya me parecía que sólo por el hecho de tener que ver a esa mujer todos los días las cosas se complicarían, no obstante era un pequeño sacrificio por el bienestar de Andy… y literalmente sería pequeño en comparación con lo que aún estaba por venir, ya que justo aquella tarde comenzó mi labor como "sirviente" de la casa Midford…


Así, tras la visita de la nodriza, otro emisario del conde fue responsable de dictarme las órdenes dejando en claro que tendría que cumplir cuanto ofrecimiento se les ocurriera y como “gesto de buena voluntad” podría tomar dos comidas diarias...

 

Sin poder evitarlo y de alguna extraña manera, terminé convertido en algo parecido al sirviente de los sirvientes; pues si bien, en un inicio tenía tareas muy especificas como encargarme de mantener relucientes las escaleras o los pisos; no tardaron en darse cuenta de que se agotaban menos si me asignaban todo su trabajo, y en algún punto del camino tuve que comenzar a lidiar con aquellos que no satisfechos con que les resolviera la vida querían venganza por la humillación que había significado mi victoria en el duelo delante del conde.

 

Día a día la carga de trabajo seguía en aumento, sin contar que durante el breve tiempo que me permitían para comer también debía ocuparme de Andy, aseándolo y lavando las pocas prendas con las que contaba.

 

A pesar de todo, esos momentos eran bastante agradables; el solo hecho de pasar un breve tiempo con Andy en el exterior me hacía sentirme casi feliz, rodeado de árboles, un pasto verde y una fuente, podía relajarme un poco y dejar que mi mente volara a lugares remotos. Fue entonces cuando entre mis vagos pensamientos noté que ya habían transcurrido varios días desde la última vez que había visto al conde...

 
¿Quizá había sido una semana?

 

No era como que estuviera extrañándolo, pero… tal vez era a causa de ello que sus sirvientes estaban haciendo lo que les venía en gana.


Sin prestar demasiada atención a este hecho varios días más pasaron y pronto me encontré preguntándome si sería mejor enloquecer en la solitaria oscuridad del sótano o tener que soportar a toda esa gente que gustaba de complicarme la vida. 


¿Estaban poniendo mi tolerancia a prueba?

Tal parecía que sí y las cosas llegaron a su límite cuando decidieron ponerse de mutuo acuerdo para boicotear mi esfuerzo. Esa tarde me sentía molido tras cumplir con las tareas que se me habían impuesto y finalmente me dirigía a la cocina en busca de mi ración de "comida", siendo que todos ya se encontraban sentados a la mesa.

 
— ¿Qué haces aquí? —cuestionó el más viejo de todos ellos, dejando salir en el proceso trozos de comida a medio masticar.

— Creo que es bastante obvio que vengo por mi cena —respondí sin intención de ocultar la molestia, pues a esas alturas del día toda la amabilidad se me había terminado.

—Entonces será mejor que regreses por donde viniste porque aquí no hay nada para ti —agregó sin la menor perturbación.

—¡¿Qué?! —insistí sintiendo una punzada de enojo.

—¿Acaso eres sordo? Dije que no hay comida para ti, ve y termina de limpiar las escaleras, hasta que no aprendas a realizar tus tareas como es debido no habrá más comida para ti —sentenció sin dejar de devorar lo que aparentemente era un jugoso trozo de carne, que me hizo querer saltar sobre la mesa.

 

Aún así tenía claro que nada bueno saldría de ello, eran demasiados como para enfrentarme en “batalla a muerte” por un trozo de carne y sin más opción, salí de la cocina refunfuñando y confundido al no saber exactamente de que se me acusaba. Para desgracia mía no tarde demasiado en averiguarlo… las escaleras que había hecho brillar por la mañana ahora exhibían enormes plastas de lodo seco por doquier. Me sorprendió ver hasta donde habían sido capaces de llegar...

 

Estaba frustrado por aquella situación, molesto, hambriento y con un niño que esperaba por mí bajo el cuidado de una horrible nodriza. Pero ahora que el daño ya estaba hecho no tenía más remedio que limpiar de nuevo si es que pretendía volver a comer. 


¿Cuánto tiempo más tendría que soportar esto?

 
No tenía certeza de nada pues por más que me había empeñado en ello, no conseguía encontrar algún punto débil en la vigilancia que mantenían sobre mí.  Miré a mi alrededor queriendo cerciorarme de ello y no muy lejos del lugar donde me encontraba alcancé a vislumbrar una silueta que al verse descubierta comenzó a moverse.

—¿Qué miras idiota?  ¿Acaso quieres que te parta la cara de nuevo? —cuestionó en tanto se acercaba con claras intenciones de llevar a cabo lo dicho. ¿Pero había dicho de nuevo? Unos pasos más y pude comprobar que era el mismo hombre que me había dado una golpiza en mi primer día aquí justo antes de encerrarme en el sótano…

 
Alarmado por la ahora conocida amenaza, decidí que no quería esperar a ver qué ocurría y tomé un balde que tenía a la mano arrojándole encima toda el agua, cosa que creó una distracción momentánea la cual aproveche para golpearlo de lleno.

 
El hombre cayó aturdido y cuando me disponía a dar un golpe del que no se levantaría, alguien más me tomó por la espalda inmovilizándome al momento. 
—Te tengo —anunció con entusiasmo el hombre que me sujetaba—. Es todo tuyo viejo —y con lo que seguramente fue un enorme esfuerzo, el otro sujeto se levantó ensangrentado y tambaleante; arrebatándome el balde al instante y devolviéndome el golpe con tal fuerza que luego de ello no supe nada más.

  
*

 

Al despertar caí en cuenta de que estaba recostado en una cama cubierto por suaves mantas. Aún confundido por el repentino cambio, intenté incorporarme notando al momento un terrible dolor de cabeza que me hizo volver a posarme sobre la mullida almohada.

 
—No te apresures demasiado o esa herida podría abrirse de nuevo —era la voz del conde que al igual que siempre parecía ir un paso por delante de mí.

—¿Qué me ocurrió? —pregunté un tanto desconcertado.

—Uno de mis sirvientes te golpeo con un balde logrando abrir una enorme herida en tu cabeza... estabas sangrado bastante y creo que de no haber llegado habrías muerto —la tranquilidad en su voz era tal que a pesar del dolor que sentía, me daba la impresión de que mis heridas no eran más que nimiedades.

 

Intuitivamente me llevé una mano hasta la cabeza, buscando aquella herida de la que el conde hablaba y me quedé sin aire al notar que donde usualmente se encontraba mi cabello ahora no había nada.

 
Mi mano siguió su camino buscando eso que me faltaba...  no podía creerlo, mi cabello era tan corto que ni siquiera podía sujetarlo.

 
—Oh por poco me olvido de eso —dijo el conde en tanto yo no conseguía salir de mi asombro—. Es una pena considerando que realmente me gustaba ese cabello, pero he de confesar que esa nueva apariencia te sienta muy bien.

 —¿Qué… estás diciendo? —apenas y podía hilar las ideas… Sentía que iba a reventar de coraje.

—¿Estás molesto? Quizá si hubieras aceptado quedarte bajo mi cuidado nada de esto hubiera ocurrido... —su reproché no podía venirme peor. Era increíble que a este hombre no se le escapara una oportunidad—. Pero nunca es tarde para cambiar de opinión, júrame lealtad y te daré todo lo que desees, ¿quieres la cabeza de los responsables? Puedo traerlos para ti ahora mismo —extrañamente la idea no sonaba tan mal…

—¿Aún si esa lealtad está sustentada en rencor? —inquirí.
—No es precisamente lo que tenía en mente pero ya es un comienzo —refirió con una amplia y reluciente sonrisa.

 
El conde se inclinó lentamente sobre mí, sin dejar de mirarme, como si estuviera pidiendo consentimiento para besarme y sólo un momento después posó sus labios sobre los míos. Permanecimos unidos por aquel extraño contacto durante algunos momentos, rompiendo con mi serenidad al repentinamente deslizar su mano en dirección a mi entrepierna.

 
Mis pensamientos enloquecían sólo de considerar la posibilidad de ser tomado a la fuerza por aquel hombre y sin embargo mi cuerpo me traicionaba al reaccionar desinhibidamente ante su delirante toque.

 

Un gemido se me escapó y el conde se detuvo mirándome un tanto sorprendido, haciéndome sentir todavía más avergonzado…

¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Cómo me iba a explicar esto después? ¿Había decidido entregarme voluntariamente antes de que me tomaran por la fuerza?

 

No tuve tiempo de responderme pues el conde nuevamente me atrapó entre sus labios… la sensación era distinta a la que experimentaba con Allen, pero no por ello resultaba desagradable.

 
Quizá era la experiencia que le daba la edad, o simplemente el exceso de práctica pero aquello se sentía realmente bien... Entonces sin poder contenerme, terminé ensuciando la mano de Albert Midford.

 
—De acuerdo… No sé hasta ha sido real todo esto, pero he de confesar que me tiene encantado esta nueva actitud —afirmó divertido—. Aunque definitivamente tu cuerpo no me ha mentido —dijo mientras jugueteaba con el líquido en su mano—. Hoy te has portado muy bien, así que puedes permanecer en esta habitación todo el tiempo que quieras.

 
Tomó un pañuelo, limpió su mano y  dio media vuelta, saliendo sin decir más… 


Mi mente comenzaba a recriminarme lo que había hecho pero no tenía otra opción. Ya había comprobado que Midford no era alguien que se distinguiera por su paciencia.

 

…Allen, solo quería decirte esto no era una falta a mi promesa de amor... Era un sacrificio necesario para mantenerla intacta...

 

**

 

El paso del tiempo seguía su curso implacable y yo no había sido capaz de recuperar a Emile.

 

Ni siquiera había tenido la oportunidad de organizar un grupo de búsqueda pues cuando los guardias no me vigilaban era el propio Midford quien se mantenía todo el tiempo con la vista sobre mí.

 
Por otra parte, ciertamente me resultaba un gran consuelo que él estuviera tan atento a mí, pues mientras tanto no sería capaz de intentar algo con Emile. No obstante, más allá de este pensamiento, el razonamiento lógico de la situación no reconfortaba a mi angustiado corazón que anhelaba con ansias volver a sostener al adorable rubio.

 
Así, aún cuando ya tenía un motivo suficiente para quitarme el sueño, todavía tenía que lidiar con la presencia de la princesa con quien ahora estaba comprometido por gracia de Albert Midford.

 
Isabella era una chica bastante callada y a pesar de ello tenía la impresión de que optaba reprimir todas esas cosas que quería decir; situación que me favorecía considerablemente ya que no me apetecía ni en lo más mínimo socializar con la usurpadora.

 
Sin embargo, todo eso que se reservaba en palabras me lo decía con su penetrante mirada, la cual había encontrado sobre mí de modo furtivo en más de una ocasión…

 
—Majestad… yo no deseo importunar con mi presencia, así que me retiro —anunció finalmente, luego  de su infructífera espera por entablar una conversación tras la comida.

 
Me ahorré el comentario y suspiré aliviado por saber que no tendría que seguir manteniendo la compostura. Ahora más que nunca anhelaba poder apartarme de todos, necesitaba tiempo para despejar mi mente y una oportunidad para ganarle la partida al conde.

 
Contrario a lo que esperaba, me encontré con que casi a la par en que Isabella salía, Midford la reemplazaba haciendo su aparición a través del umbral.

 

El conde entró igual que si aquel sitio estuviera vacío, tomó un lugar en la mesa y luego se sirvió una copa de vino con gran parsimonia. Bebió de ella y degustó su sabor con toda tranquilidad, interrumpiendo su momento de placer para dirigirme una breve mirada y después volver a sus asuntos con aire despreocupado... 

—¿Es odio eso que percibo en tu mirada? —rompió el silencio al fin, pretendiendo no prestarme demasiada importancia.

—No lo sé, dímelo tú —respondí lleno de apatía, provocando que se dibujara una sonrisa en su rostro.

—Me gusta esa actitud... No dejo de pensar que eres un joven muy prometedor —confesó fingiéndose satisfecho para luego beber de su copa.

—Todavía no has visto nada... Dime, ¿te ha gustado el vino? —cuestioné con mirada inquisidora. Pude observar como enarcaba una ceja y retiraba la copa de sus labios.

—No serias tan mal agradecido como para envenenar a alguien que sólo se ha preocupado por tu bienestar y el de tu pueblo... —aseveró guardando la compostura pero sin ser capaz de evitar una mirada dudosa que iba de la copa a mis ojos.

—Desde luego que no —respondí luego de esperar un momento, en tanto me regocijaba con su reacción—. Estoy seguro de que hay formas más creativas de acabar con seres tan repugnante con tú.

—Me alegra escuchar tan entusiasta iniciativa... Puedo ver porque conseguiste desquiciar a la pobre Carlota —dijo volviendo su cara alegre en una de aparente lastima. 
—Esa mujer era una inútil, me enfermaba su ineptitud y no tengo duda de que haber puesto fin a su miserable existencia es lo mejor que hizo en su vida —aseveré sintiendo como todo el odio que sentía por ella regresaba a mi tan sólo al mencionarla

—Ya veo... —comentó con cierto aire de incredulidad—. Bien, realmente me gustaría quedarme a reforzar este lazo tan… “especial” que se ha formado entre nosotros, pero tengo otros asuntos de los que encargarme. Volveré muy pronto así que esfuérzate por sorprenderme la próxima vez —concluyó poniéndose de pie y despidiéndose a la distancia de forma cordial, provocando que todo en mi interior se revolviera desagradablemente.

 
Estaba fastidiado de él, porque sin perder la elegancia podía hacerme estallar de coraje...

Porque sin importar que tanto me desvelara pensando, no conseguía frustrar sus planes y lejos de ello el que se frustraba más a cada momento era yo.

 

Una semana entera pasó bajo la estricta vigilancia de Midford, que cuidadoso se ocupaba de que no me quedara demasiado tiempo a solas, a menos que esto implicara una molesta convivencia con Isabella. 

Sin embargo, una noche rompiendo su nueva rutina, él desapareció sin decir palabra alguna y supe que mi oportunidad por fin había llegado. 
Burlar a los guardias al servicio de Midford no significó ningún reto y una vez pude moverme con libertad reuní a mis hombres de confianza; aquellos con los que una vez había arriesgado la vida en el campo de batalla. 


Luego de un par de horas conseguí organizar pequeños grupos de búsqueda, los cuales tenían instrucciones para buscar a los mellizos y a un chico de cabello largo y rubio, que probablemente tendría consigo a un bebé...

 
¡Cuanta impotencia sentia al saber que en mi actual posición era todo lo que podía hacer!

 
No restaba más que una lastimosa espera, anhelando el regreso de todos con la misma ansiedad con que las flores esperan el retorno de la primavera. 
A partir de entonces como un cuerpo sin alma, fui movido día a día por una extraña fuerza que me animó a cumplir con mis deberes, fingiendo delante de todos que las cosas marchaban a la perfección. 


Odiaba llevar esta vida... porque a diferencia del resto, estaba obligado a quedarme como el más inútil de los espectadores, mirando como la situación corría frente a mis ojos.

 
Como era de esperarse, Midford regreso pocos días después luciendo un rostro de satisfacción que podía hacer sentir envidia a cualquiera que lo mirase y en mi particular caso no dejaba de inquietarme el hecho de que tuviera algo que ver con Emile...

 
No podía negar que sentía ganas de torturar al conde hasta que me jurara que no había tocado al rubio, pero muy a mi pesar ya no podía darme el lujo mantener mi mente ocupada con ello.

 
El palacio era caos total con gente que iba de un lado a otro, apresurándose para que aquel lugar que a últimas fechas parecía abandonado, tuviera un buen aspecto para el día de la boda con Isabella.

 
¿Cómo iba a salir de esta situación?

 
Quizá tendría que hablarlo directamente con el padre de la princesa y hacerle ver que todo esto era un error...

 

Un error que por razones desconocidas no se le hizo saber sino hasta el último momento. Tendría que hacerle entender que ahora yo era el rey y Midford no me representaba de ninguna manera, sin contar el hecho de que antes ya me había comprometido en matrimonio con mi amigo de la infancia al cual planeaba vestir como mujer probablemente por el resto de sus días...

 

No importaba como lo viera sonaba a que me estaba burlando de Isabella y de su padre.

 
Y mientras continuaba quebrándome la cabeza para encontrar una manera de romper el compromiso, el tiempo se mantenía implacable, amenazando con una boda que irremediablemente se efectuaría.

 
Harto de todo, una tarde me escabullí entre los pasillos del palacio tal y como solía hacerlo antes del regreso de Emile, sólo para volver al bosque, ante la corriente de aquel hermoso riachuelo que había sido testigo de mis momentos alegres y de mis más amargas penas.

 
Tumbado a la sombra de un árbol cedí ante un apacible sueño en el que no tenía que preocuparme de nada. Que sencillo hubiera sido simplemente haberme quedado ahí...

 
Pero me rehusaba a ser un cobarde, pues aún si ahora el dolor me consumía, no me atrevería a olvidarme de todos los bellos momentos que Emile y los mellizos me habían regalado.

 
Y como si dentro de aquel bosque mi maltrecho espíritu hubiera recobrado fuerzas, me incorporé con la firme convicción de que a pesar de que ahora todo el panorama lucia absolutamente oscuro, más allá del horizonte renacía un destello de esperanza.

 
¿Qué tendría que hacer para alcanzar esa débil luz que palpitaba dubitativa? 
Todavía no lo sabía, pero iba a averiguarlo y entonces Midford lamentaría el momento en el que decidió jugar con las personas que más amo en la vida. 

 

Notas finales:

Ok... espero poder mejorar el ritmo de esto. 

Sé que fue han sido capítulos bastante lentos pero bueno, son la antesala para el final n_n

Ojalá les esté gustando, muchas gracias a todos los que se toman el tiempo para leer y bueno... saben que sus comentarios me alegran el día, así que no duden en dejarme alguno.

Nos leemos en el próximo capítulo!!


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