Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola de nuevo!

Me paso por aquí luego de una eternidad y bueno sé que esto ya perdió el hilo después de tanto tiempo, pero como tampoco planeo dejarlo inconcluso así que aquí traigo un capítulo más.

Por cierto que quisiera anunciar que según mis cálculos este sería el penúltimo capítulo y sin más que decir doy paso al fic.

 

Varios días más transcurrieron entre las intermitentes visitas de Midford y un rodeo a múltiples posibilidades para salir de complicaciones, incluida la boda que estaba a sólo un par de días de consumarse.

 
Como otras tardes, aquella ocasión vagaba por el jardín, meditando la manera de emparejar mi situación con el conde y  en un breve momento en que la inspiración parecía regresar a mi, caí en cuenta de que antes de poder acercarme al "rey" tendría que hacer caer a unos cuantos peones.

 
Me apresuré a volver a mi habitación en busca de una capa que me ayudara a pasar desapercibido, pues estaba planeando salir al pueblo en busca de la ayuda de algún súbdito... Específicamente en busca de alguien que manejara a la perfección el arte del envenenamiento. Una persona sin escrúpulos que pudiera matar a otros y guardar silencio a cambio de dinero.

 

Luego sería cuestión de tiempo antes de acabar con todos los traidores, ocupando que sus muertes ocurrieran fuera del castillo y mediante distintas formas que no atrajeran la atención del pueblo en busca de un culpable; después de todo Midford tenía una gran cantidad de enemigos, no había manera de que llegaran a mí.

 
Además, ¿quién sería tan osado como para atreverse a acusarme de semejante atrocidad? A mí, el nuevo rey y a quien el pueblo tenía en alta estima desde hacía algún tiempo. Con este tipo de pensamiento en mente y  más decidido que nunca me disponía a salir, cuando escuché que llamaban a la puerta.

 

Sobresaltado arrojé la capa bajo la cama intentando no ser atrapado antes de siquiera haber comenzado.

—¡Adelante! —grité con firmeza, buscando disimular la sacudida que experimentaba mi corazón. 

La puerta se abrió dejando entrar para mi sorpresa a un Ian cuya deplorable apariencia hizo que algo dentro de mí se quebrara. Me inquietó ver que sólo era él quien regresaba, no terminaba de comprender lo que ocurría, pero aún así me acerqué al mellizo y lo estreché en un abrazo que me dejó comprobar que aún si aquello parecía una ilusión, en realidad estaba ocurriendo.

 
— Ian... ¡Me alegro tanto de que estés de regreso! —ese amor fraternal que experimentaba por el pelinegro emergió de golpe,  devolviéndome una sensación de calidez que hacía días no experimentaba por algún prójimo.

—Por qué…  ¡¿Por qué no has ayudado a Mia?! —preguntó el mellizo completamente destrozado… Aquel chico en sus 20 se aferraba a mí como un niño pequeño en medio de un incontrolable llanto, reprochándome por algo que se encontraba fuera de mis manos.

—No me preguntes eso Ian —respondí intentando conservar la calma para no perturbarlo más—. Todos ustedes son igualmente importantes para mí... Yo no tengo idea de que es lo que ha ocurrido aquí, pero el hecho que tú hayas sido el primero en volver no me es menos valioso.
—Pero ella... está sufriendo —entonces sus palabras acompañadas de aquel insistente hipido me hicieron recordar lo apremiante que era rescatarlos a todos, pues sólo ahora me hacía consciente de que Ian tenía toda la razón ya que había experimentado el sufrimiento en carne propia, a diferencia de mí que inútilmente me limitaba a imaginar por lo que estarían pasando.

—Te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para traer a Mia de regreso. 

 

Pocos minutos después de la repentina llegada del mellizo uno de mis hombre de confianza se presentó, encargándose de detallarme lo que había implicado el traer a Ian de regreso. Todo parecía indicar que Midford era más astuto de lo que jamás se me había ocurrido; pues no sólo había tenido la inteligencia de elegir escondites realmente perfectos, sino que mantenía presos a Emile, Ian y Mía en lugares distintos; probablemente lo suficientemente alejados el uno del otro como para tener tiempo de actuar en caso de que algo se saliera de control.

 

Se me había informado que todos los que habitaban aquel lugar habían muerto al aferrarse a cumplir las órdenes del conde y a pesar de ello era muy probable que a estas horas ya estuvieran enterados de las bajas en sus filas. Quizá la atención que Midford mantenía sobre mí se duplicaría ahora que habíamos tenido nuestra primera victoria; no dejaban de rondar por mi mente el tipo de complicaciones que resultarían de esto, pero tampoco podía pasar por alto que ahora que el pelinegro estaba de regreso mi primera tarea era atenderlo.


Ian parecía un tanto desubicado, lucia más delgado de lo normal y considerablemente afectado por la noticia de ser el único de regreso. Estaba molesto y se resistía a cooperar conmigo, no obstante, consciente de la situación me apresuré a llamar al médico para tratar las heridas que aún se encontraban abiertas.


Luego de ello lo hice tomar un baño caliente, ordené que le llevaran la comida hasta la habitación y al terminar lo obligué a recostarse para descansar un poco de lo que seguramente había sido una terrible experiencia. Me debatía entre quedarme con él o dejarlo a solas, sin embargo, no podía negar que temía que al sentir la soledad fuera a cometer una imprudencia y sin más opté por sentarme en la cama a su lado y compartir algo de tiempo después de todo lo ocurrido.


—Ian, ¿cómo te sientes? —pregunté intentando iniciar una conversación, viendo frustrado mi propósito puesto que la respuesta no llegaba. Por un momento creí que se había dormido, sin embargo no tardé en descubrir que simplemente no quería responder; quizá ni siquiera me había escuchado, después de todo su mirada parecía extraviada en algún punto más allá de aquella habitación.

 

El silencio seguía interpuesto entre nosotros y no dejaba de preguntarme que debía hacer para ayudarlo; ¿cómo podía apoyarlo cuando yo también me encontraba completamente enredado en el mismo problema?

 

—Yo… Jamás en la vida había sentido tanto dolor —respondió al fin luego de una larga espera, haciéndome preocupar todavía más que antes—. Quiero decir, Mia siempre ha estado a mi lado. Sólo de pensar en lo que debe estar pasando… daría mi vida por verla en libertad y desearía que la hubieras encontrado a ella primero… —su voz se apagaba lentamente y sólo pude ver como apretaba las sábanas entre sus puños, temblando a causa de la enorme fuerza de la que estaba haciendo uso.

—Te comprendo mejor de lo que crees —suspiré con pesadez al palpar nuevamente mi propio dolor.

— Ese maldito… ¡Quisiera asesinarlo con mis propias manos!

—Lo sé —insistí tratando de hacerle saber que no era el único que se sentía así.

—¡Y entonces por qué no haces nada! —gritó furioso incorporándose de golpe, logrando desconcertarme con su comportamiento. Obviamente estaba realmente dolido por la pérdida de su melliza.

—No he hecho nada porque no puedo hacerlo. Midford sabe lo importantes que ustedes son para mí y todavía tiene las vidas de Mia y Emile como garantía de que cumpliré sus ordenes sin rechistar —los ojos y boca del pelinegro estaba completamente abiertos, seguro que ahora podría comprenderlo mejor.

 

Y si acaso no era así, sólo un momento después llamaban a la puerta y sin esperar mayor invitación el conde hizo su galante aparición delante de nosotros. Nos dirigió una sonrisa y con una reverencia saludó manteniéndose a los pies de la cama.

—¡Cuánto me alegra ver que su majestad nuevamente muestra interés por algo! —comentó luego de ver que no obtendría un saludo de nosotros.

—No estoy de humor para esta farsa, así que por qué no te apresuras a decir lo que necesitas —tras escuchar mis palabras Midford negó con la cabeza como reprobando mi comportamiento.

—Allen, ¿sabías que la paciencia es una virtud? Iba a regresarte a ese chico después de tu matrimonio, sólo tenías que esperar un poco más… ¡Ah, pero que impetuosa es la juventud! —exclamó en un gesto por demás teatral—. Pero no te preocupes, estoy aquí para enseñarte todo lo que necesitas saber para ser un gran rey.

—¡Cierra la boca bastardo! —gritó Ian adelantándose a mi respuesta y provocando que la molestia asomara al rostro del conde. Crucé mi brazo frente al mellizo indicándole que se detuviera y Midford nuevamente recuperó la sonrisa.

—¡He tenido suficiente! ¡Estoy cansado de todo esto y he decidido que esa boda no se llevará a cabo —sentencié sin titubeos, sabiéndome dispuesto a hacerme responsable de las consecuencias que pudiera traer con el reino vecino; creyendo ingenuamente que ése sería el principal problema.

—¿De verdad? Es una lástima que pienses así, aunque personalmente no tendré ningún problema en acabar con las insignificantes vidas de tus amigos; y ya que estás tan empeñado en recuperarlos puedo envolverlos y entregártelos cuando me lo pidas —ofreció sin el menor reparo.

 

Realmente me costaba creer que podía hablar de asesinarlos sin sufrir alteración alguna… ¿Acaso él no era humano? ¿Acaso sabía lo que eran los sentimientos?

Me había dejado sin palabras y mi determinación se tambaleaba amenazando con derrumbarse en cualquier instante.

 

—¿Y bien? ¿Debería dar la orden ahora mismo? —me preguntó obligándome a regresar a la realidad.

—No —inevitablemente volví la vista hacia Ian buscando encontrar un poco de apoyo moral, cosa que ni de cerca se reflejaba en el pelinegro que yacía cabizbajo.

—Bien, créeme cuando te digo que esta es la elección más sabia que podrías hacer —Midford dio media vuelta y se encaminaba a la puerta cuando se decidió a darme un último vistazo—. Allen, hasta ahora he sido muy paciente contigo, pero has de saber que todo tiene un límite así que sólo te lo diré una vez, si vuelves a intentar algo en contra de nuestro acuerdo te prometo que no voy a titubear al tomar las medidas necesarias para hacerte respetarlo.

 
La amenaza ya había sido lanzada y con esto mis manos estaban completamente atadas.  Jamás se me hubiera ocurrido que siendo un rey me encontraría a merced de alguien más; si pretendía seguir con el plan de deshacerme de todos sus guardias tendría que actuar con gran cautela pues en este punto un paso en falso tendría consecuencias fatales y eso era algo que no me podía permitir.

 

—¿Qué harás ahora? —preguntó Ian sin siquiera levantar la mirada y probablemente más afectado que antes. Quise llevar mi mano hasta su hombro, sonreír y decirle que todo iría bien. Que de alguna manera nos las arreglaríamos para burlar a Midford y recuperar a Emile y Mia, pero era consciente de que sería la mentira más grande que jamás había dicho.

—¿Qué debería hacer? Esto se me ha escapado de las manos —reconocí en medio de una lastimera risa que intentaba ocultar mi debilidad.

—No lo sé... Yo podría ser egoísta y decirte que hagas lo que ese infeliz te pide para que nos regrese a Mia, pero al final me queda claro que cual sea la decisión que tomes, serás tú el que cargará con la mayor parte de las consecuencias.

—Eso no me dice nada Ian, aún así quiero que sepas que ya es tarde para volver atrás y no pienso permitir que Midford sepa lo que es la tranquilidad hasta que nos regrese a los nuestros —en ese momento Ian por fin me miró a los ojos, reflejando en sus oscuros iris un atisbo de esperanza.

—Entonces lo diré así, tendrás todo mi apoyo en lo que decidas hacer, pondré mi vida en hacer que Mia y Emile regresen y si algo llega a salir mal te prometo que compartiremos la desgracia a partes iguales —la presencia de Ian transmitía una fuerza que nunca antes había visto, aún cuando su mirada dejaba ver todo el dolor que lo carcomía por dentro. No tenía duda alguna de que ese niño que había recogido años atrás, ahora era un hombre en el que podía confiar y en el que podía apoyarme a fin de no derrumbarme en los peores momentos.

—Bien dicho —concluí forzando una sonrisa al tener nuevamente la sensación de que las cosas no estaban  del todo perdidas.


El destino probablemente ya se había puesto en marcha, así que nosotros no nos íbamos a quedar atrás. Los siguientes días logré reunir nuevos grupos para intensificar la búsqueda y a la par en que ellos trabajaban Ian y yo nos ocupamos de comenzar a limpiar el palacio, eliminando para ello a los leales seguidores de Midford usando métodos tan sutiles como el envenenamiento en donde no era necesario ensuciarnos las manos, o bien, algunos más directos como emboscadas que terminaban en combate cuerpo a cuerpo.

Dos semanas pasaron cuando las bajas comenzaron a hacerse notorias, Ian y yo planeábamos nuestro siguiente asalto cuando el sastre real apareció recordándome que el tiempo se había terminado.

 

Esa tarde, el viejo sastre se había presentado únicamente con el propósito de mostrarme la ropa que tendría que usar durante la ceremonia nupcial y realizar los últimos arreglos a la misma; despertando en mí la ansiedad que de alguna manera lograba apaciguar al ocuparme de asesinar a los hombres de Midford.

 

—Después de todo él sigue ganando, ¿no? —me dejé caer pesadamente en la cama consiguiendo atraer la atención del mellizo.

—No lo veas así Allen, estoy seguro de que tú sabes mejor que nadie que a veces es necesario perder algunas batallas para ganar las guerras. Éste es un sacrificio con el que tendremos que aprender a lidiar —decía Ian mirándome lleno de compasión.

—¿Crees que Emile pueda entenderlo? Temo que no me conceda su perdón —insistí reconociendo al fin eso que tanto me atormentaba.

 —No lo sé, pero es seguro que él te quiere así que siempre puedes apelar a ese amor —respondió sonriendo amablemente. 

 

Mi encantador amigo y amante; él era el principal motivo por el que me aferraba una búsqueda que cada día parecía más inútil. El recuerdo de nuestro amor avivaba la llama dentro de mí, dándome la fuerza para mantener la compostura cada vez que debía encarar a Albert Midford; pero extrañamente esos sentimientos que un principio eran un incentivo que podía casi palpar, ahora se tornaban lentamente en una cortina de humo que me hacía sentir confuso y desolado ante la ausencia del rubio.

 

Esa noche tras despedir a Ian quedé solo en mi habitación; viéndome de pronto asediado por mis propios temores. Por la mañana una boda me esperaba y tenía muy claro que al dar ese paso no podría volver atrás, entonces por primera vez en mucho tiempo me quebré ante las circunstancias e incapaz de seguirme conteniendo, di rienda suelta a un mar de lágrimas que escaparon silenciosas deslizándose sobre mis mejillas y muriendo sobre la almohada.

 

No conseguía entender por qué mi vida tenía que ser así, ¿acaso dios no estaba enterado de que lo único que quería era dedicarle mi existencia a Emile? ¿O era tal vez que no estaba de acuerdo con nuestro amor?

 

Sentí odio hacia ese dios que no nos comprendía y hacia la vida que no había hecho más que romper nuestro dulce idilio… y aquella noche lloré hasta que el cansancio se apoderó de mí, sumiéndome en un profundo sueño en dónde por primera vez pude contemplar al amor de mi vida, que sentado en el jardín disfrutaba de la brisa con una semblante lleno de calma, tal y cómo lo recordaba.

 

Emile se había percatado de mi presencia y me sonreía tiernamente llenándome de satisfacción, sin embargo el rubio todavía parecía fuera de mi alcance y como si aquel sueño proyectara la realidad no había sido capaz de acercarme a él.

Al despertar me sentía cansado y sin ganas de abandonar la cama, sin embargo, Ian se había tomado la libertad de levantarme anunciando que un ejército de sirvientes me esperaba fuera con el propósito de ayudarme a lucir como mi posición lo exigía, especialmente en un día tan “importante”.

 

Con desgano salí de la cama y me quedé sentado a la orilla de ésta, repasando mentalmente todo lo que había ocurrido en la noche. Por un momento casi me había olvidado de que Ian seguía a mi lado esperando a que me decidiera a terminar de despertar y tan impaciente como siempre carraspeó llamando mi atención antes de externar lo que pensaba.

—Allen, no quisiera que me tomes estas palabras a mal, pero si no te sientes de buen humor al menos deberías intentar disimularlo un poco o darás una mala impresión a todos y eso no es digno de un rey, ¿cierto? —el mellizo me miraba con preocupación. Suspiré con pesadez y resignado a cumplir con lo que el deber dictaba me levanté dispuesto a cooperar para que todo fuera sin problemas.

 

En un pestañeo pocas horas de la mañana se habían esfumado cual si de un instante se tratara y pronto nos encontrábamos en dirección a la enorme iglesia en donde cometería la estupidez más grande de mi vida.

 

El carruaje avanzaba lentamente en medio de las multitudes; todo el pueblo parecía haberse reunido para semejante ocasión y así, desde el campesino más pobre que observaba a las orillas del camino, hasta el noble más adinerado que esperaba pacientemente sentado dentro de la iglesia, acudían a presenciar la victoria de Midford sobre la familia real.

 

Al entrar en la iglesia pude constatar que ésta se encontraba completamente llena y que los presentes eran nada más y nada menos que las personas más adineradas del reino. Caminé por el centro esforzándome por mantener una apariencia solemne y sin prestar demasiada atención a las miradas curiosas que se posaban sobre mí, llegué hasta el altar en donde pocos minutos después me hizo compañía Isabella, portando un vestido que derrochaba lujo por todos lados y que sin duda acentuaba el encanto de la chica, de manera que al pasar iba atrapando las miradas de los varones… cosa que realmente no podía importarme menos.

 

Volví la vista a todo aquellos que se encontraban cercanos al altar, siendo que no me sorprendí al encontrar al conde que con singular alegría se mezclaba a la perfección entre los asistentes; sólo logré encontrar un poco de tranquilidad cuando de un vistazo conseguí hallar a Ian, que a pesar del disgusto que le provocaban la mayoría de los nobles había asistido para ayudarme a aminorar mi pesar.


Luego de lo que me pareció una eternidad la ceremonia llegó a su fin y yo apenas era consciente de lo que había ocurrido, aunque sinceramente lo prefería así. Tenía la impresión de que si le prestaba un poco más de atención a lo que estaba haciendo terminaría por reventar y renunciar a todo para salir corriendo a buscar al rubio por mi propio pie.

 

Pero no fue así y poniendo todo mi empeño en ello, reanudé el recorrido hacia el carruaje llevando a Isabella sujeta a mi brazo y fue al salir de la iglesia que me vi obligado a salir de mi ensoñación cuando el rey Enrique, padre de la ahora reina, se presentó ante mí con una humildad que simplemente no esperaba de alguien con su posición.

 

Ciertamente el hombre se distinguía del resto por el aire majestuoso que irradiaba y que lo delataba con brillo propio y aún así fue inevitable el desconcierto que experimenté ante el despliegue de amabilidad de aquel hombre, que alegremente nos había felicitado a ambos por el matrimonio. El encuentro fue breve y me dejó con la sensación de que aquel hombre no representaría un obstáculo en mi relación con su hija… me consoló saber que al menos tenía una cosa menos de la que preocuparme.

 

Tras ello seguimos con la caminata hacia el carruaje que nos condujo de vuelta al palacio en donde  un gran festejo dio inicio, obligándome a fingirme satisfecho con el convenio realizado y con la bella mujer que ahora tenía por esposa.

 

La tarde me había parecido más larga de lo usual y llegó un momento en el que cansado de mantener las apariencias me recluí en el ostentoso trono que una vez había sido de mi padre, rehusándome a cruzar una sola palabra con nadie, incluida desde luego a la nueva reina que ocupaba su lugar en un trono más pequeño justo a mi lado.

 

Me desesperaba al verme constantemente asediado por la idea de tener a Emile conmigo y no poder hacer nada, simplemente no conseguía sacármelo de la mente ni por un segundo, o al menos fue así, hasta que descubrí la magia tras las bebidas que cortésmente me ofrecían. Luego de innumerables copas, las cosas a mi alrededor perdían su tinte trágico, repentinamente tenía la sensación de que todo me era indiferente y por primera vez en todo el día una sonrisa sin sentido comenzaba a dibujarse en mi rostro.

 

Mantuve un excelente humor el resto de la noche y una vez que terminó el banquete, con la mayoría de las personas retirándose de vuelta a sus hogares, llegó el momento que durante todo el día había estado evitando pensar. Isabella y yo pasaríamos nuestra primera noche juntos, me sentía mareado y aún así, en mi cabeza no dejaba de repetirse que al final todo esto era parte de mi deber. Ian ya lo había dicho, sería mi pequeño sacrificio en el camino para recuperar lo que nos habían arrebatado.

 

—Yo... Este es el día más feliz de mi vida - dijo Isabella sacándome de mis cavilaciones. La miré intentando encontrar algo en ella que no me hiciera repudiarla, después de todo sólo había sido una pieza más en el retorcido juego del conde—. A... ¿Allen? - llamó nuevamente, dudosa de si era correcto dirigirse a mí con ese nombre, sonrojándose ante la mirada fija que mantenía sobre ella.

 
No respondí, me parecía que el efecto del vino comenzaba a desvanecerse y todavía no me apetecía congeniar más de lo estrictamente necesario. Pero una vez más el peso sobre mi nombre me exigía dar un poco más, así que de un solo movimiento me posicioné por encima del esbelto cuerpo de Isabella, observándola directamente siendo testigo de cómo sus mejillas enrojecían.

 

La chica estaba hecha un manojo de nervios, pero indiferente a ello, acerqué mis labios a sus mejillas en un suave roce, como queriendo encontrar en ellas consuelo a mis penas. Cerré los ojos y por primera vez probé aquellos labios que delataban su inexperiencia al intentar seguirme el ritmo.

 
Tímidamente rodeó mi espalda con sus brazos y pude sentir como toda ella temblaba bajo mi cuerpo, dejando que su aliento se escapara chocando contra mi piel. En aquel momento no podía pensar en nada que no fuera Emile, porque aún cuando intentaba no era sencillo ignorar el hecho de que el cuerpo que mis manos recorrían era completamente distinto.

 

Sus brazos frágiles, sus manos pequeñas, su pecho abultado y su voz aguda que se escapaba entre gemidos no dejaban de frustrar mi imaginación; pero consciente de que el sacrificio hasta ahora había sido demasiado como para arrepentirme me las arreglé para terminar nuestra  noche de bodas justo como era esperado.

 

**


Andy dormía plácidamente su siesta de medio día, mientras que yo aburrido de todo miraba por la ventana, envidiando a todo y todos los que se encontraban fuera de las murallas que cercaban la casa; porque aún si ahora no nos faltaba nada no podía olvidar el hecho de que más allá de las comodidades aquella habitación seguía manteniéndome prisionero del conde.

Incontables fueron las veces en que miré hacia abajo preguntándome si sería capaz de sobrevivir a una caída como esa. Quizá las probabilidades no eran tan malas pero la gran pregunta era si para entonces todavía estaría en condiciones de escapar.

 

Además ese escape implicaría abandonar a Andy... Suspiré frustrado resignándome a que quizá muy pronto Allen vendría por nosotros.

 

¿Estaría pensando en mí tanto como yo en él?

¡Cuanto lo extrañaba! Cerré mis ojos aspirando profundamente el aire fresco que chocaba contra mi rostro, pensando que tal vez la brisa me traía el mismo aire que había respirado mi amado pelirrojo.

 

Cansado de envidiar lo que estaba fuera cerré la ventana, corrí las cortinas y dejando la habitación en completa oscuridad me metí a la cama abrazando a Andy con intensión de hacerle compañía el resto de la tarde.

 

Varios días más pasaron siguiendo lo que pronto se convirtió en rutina. Todo indicaba que el conde nuevamente estaba fuera pues hacía demasiado tiempo que no lo había visto.

¿A cuántos ingenuos más habría embaucado durante el tiempo que yo llevaba en esta casa? Por más que lo intentaba no conseguía explicarme cómo soportaba vivir así. Seguro que al final del día no era tan agradable descubrir que tu vida era tan banal y que no tenías a nadie importante en ella…

 

—¿Puedo entrar? —preguntó el conde que para entonces ya tenía medio cuerpo dentro. No pude evitar mirarlo muerto de miedo por lo repentino de su entrada. Me parecía haberlo invocado con el pensamiento y no resultaba nada agradable la sorpresa que me llevaba—. Lamento haberte asustado, prometo llamar primero la próxima vez —dijo entre risas. Extrañamente parecía de un magnífico humor y por alguna razón que no estaba seguro de comprender, me tranquilizó bastante—. ¿En dónde está el pequeño?  
—Ah… La nodriza se lo llevó para alimentarlo —comenté sintiéndome un tanto incómodo ahora que había notado que sólo estábamos los dos.

—Ya veo, ¿sabes? He estado pensando las cosas y creo que lo mejor es que te saque de esta casa.

—¿Qué? ¡¿Por qué?! —alterado por la noticia había perdido el control de mi voz y casi estaba gritando para cuando me di cuenta. ¡No podía hacerme esto ahora, si nos movíamos de aquel lugar la posibilidad de que Allen me encontrara se hacía menor!

—¿No es obvio? Los sirvientes aquí no te soportan y puesto que hay ocasiones en que no puedo cuidar de ti, me sentiré más tranquilo si están en otro lugar —¿cuidar de mi? ¡Si claro!—. Iremos a mi casa y te prometo que todo será mucho mejor que aquí.

 

¡Maldita sea!

Este sujeto era completamente impredecible. ¿Qué estaría tramando ahora?

 

—No quiero ir a otro lado —dije en un murmullo, como si mis pensamientos se me hubieran escapado en palabras. Un incómodo vacío se sentía en mi estómago, mi corazón se aceleraba lleno de temor y tuve la sensación de que a cada momento que pasaba Allen estaba más y más lejos de mí. Era algo muy familiar que me decía que nada de esto iba a terminar bien. Miré al conde lleno de confusión y el hombre suspiró en tanto negaba con la cabeza.

—Esto no está a discusión querido mío, te daré algo de tiempo para que lo asimiles pero ya es un hecho que nos iremos de aquí —y sin decir nada más salí de la habitación dejándome más inquieto que nunca.

 

 

Notas finales:

Espero que a pesar de todos los contratiempos de esta historia aún haya lectores a los que les agrade XD

Agradezco a los que dediquen un poco de su tiempo a este fic y a los que muy amablemente decidan dejar review.

De momento sería todo y nos leemos de nuevo en el capítulo final!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).