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El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

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Notas del capitulo:

Hola a todos!! n_n

El día de hoy me encuentro particularmente alegre por el simple hecho de que después de largos meses he conseguido un espacio para concluir el capítulo que se empolvaba en mi escritorio.

¡Casi había olvidado lo feliz que me hacía escribir! XD

Lo crean o no tuve una enorme carga escolar que a penas y me dejaba tiempo suficiente para dormir, muchas cosas de lo que hice fueron un esfuezo en vano, pero que se le va a hacer...

Para no exterderme demasiado, aquí corto el rollo y continuó en las notas finales!

 

Hacía falta ver cuán impaciente podía ser Albert Midford, pues el tiempo que supuestamente me había otorgado para “asimilar” su nueva decisión fue tan corto como un suspiro. De esa manera sólo un día después, luego de la hora del almuerzo un carruaje nos esperaba listo para partir y así, muy a mi pesar no me quedó más opción que acatar la nueva orden.

 
Midford, Andy y yo viajando en un mismo y reducido espacio... era definitivamente lo último que se me hubiera pasado por la mente, pues como resultado de ello el ambiente dentro de aquel estrecho espacio se sentía tenso y por demás incómodo; si acaso aquel hombre me obligaba a sostener una conversación probablemente mi escasa cordura se iría volando y terminaría por enloquecer…

 

Sin embargo, más allá de lo que esperaba y aún cuando Midford ocasionalmente me miraba con una sonrisa socarrona, supo respetar mi silencio y la privacidad de mis pensamientos, cosa que agradecí muy en el fondo; pues si bien era difícil ignorar el peso de su mirada siempre podía concentrar toda mi atención en el camino, que para suerte mía era lo suficientemente atractivo como para hacer más amena la situación.


Fue así que  resignado al lento transcurrir del tiempo, me convertí en testigo involuntario de la belleza de un paisaje que jamás creí llegaría a contemplar.  Todo en aquel majestuoso bosque que se erguía a las orillas del camino, transmitía una armonía que me dejó sentir la paz interior que juré se había ido para no volver; sobre el azul cielo, ya bailoteaban algunas pequeñas nubes blancas como la nieve y de apariencia suave y esponjosa, las cuales acompañaban a un sol que presuroso seguía su camino hacia el oeste, regalándonos un  amable y cálido resplandor que inspiraba a sostener con fuerza la esperanza de que todo iba a mejorar.

 

¿Realmente sería así?

 

Mis pensamientos siguieron imparables un rumbo hasta entonces desconocido y antes de darme cuenta, ya estaba suspirando otra vez, lleno de melancolía al recordar aquel primer viaje que había hecho en mi vida y al cual, irónicamente, también me habían llevado por la fuerza.

 

Inevitablemente el rumbo de mis pensamientos desembocó en aquel pelirrojo que hacía que se agitara mi respiración… y comenzaba a perderme en una dulce ensoñación cuando sin previo aviso Midford se levantó para cambiar de lugar, abriéndose un espacio en el asiento en donde Andy y yo nos encontrábamos.

 

El primer pensamiento que asaltó mi mente, fue aquel que maldecía a ese hombre al no poder ser más inoportuno por interrumpir mi recuerdo con Allen y a causa de ello sentí como una chispa de fastidio se encendió dentro de mí revolviéndome el estómago.

El asiento ya me parecía bastante estrecho como para tener que compartirlo con alguien que no era ni remotamente cercano a mí. Aquel gesto era poco natural y el conde no lucía cómodo en la nueva posición que por sí mismo se había obligado a adoptar, así que no pude evitar entornar los ojos al mirarlo sin comprender exactamente que pretendía.


—Me sentí solo en aquel enorme asiento —respondió divertido al adivinar mi pensamiento—. Además me estaba aburriendo, ¿qué tal si me ayudas a recrearme un poco? —sugirió acercándose hasta dejarme acorralado.

 —Ah... ya veo…  ¿Qué tal si relato una historia? —respondí fingiendo no darme por aludido, logrando únicamente que Midford se echara a reír.

 —No es una mala propuesta… pero no era lo que tenía en mente —dijo al fin, sujetándome suavemente por el mentón para intentar besarme. Lamentablemente para él, había conseguido reaccionar lo suficientemente rápido como girar el rostro consiguiendo evitarlo.

 
Midford me miraba notablemente sorprendido, lo que me hizo recordar que era muy probable que no estuviera acostumbrado a que lo rechazaran… fue inevitable sentirme intimidado al considerar el tipo de consecuencias que mi desaire podría traer.

 
—Vaya, vaya, todo este tiempo no he hecho más que cuidar de ti y del bebé, ¿y aún así no recibo ni una pequeña muestra de agradecimiento? —dijo fingiéndose dolido.

—En primer lugar, no tendrías que molestarte si no nos hubieras obligado a dejar el palacio —respondí molesto ante el panorama que me pintaba, en donde ahora él parecía ser víctima de las circunstancias.

 —¡Tienes razón! Al final del día eres un prisionero y hasta ahora no he sabido de ninguno que haya llevado semejante vida de lujos.

 
Su mirada se mantenía fija sobre mí, como esperando a que terminara de deliberar tras sus irrefutables argumentos. No había manera de salir bien librado, así que cuidando de no molestar demasiado a Andy que viajaba en mis brazos, me acerqué a él y lo besé.

El conde no se veía nada conforme ante el desabrido roce que le había regalado y tras un instante ya se encontraba posando sus labios nuevamente sobre mí, repitiéndolo de forma intermitente igual que si buscara incitarme, cosa que estaba muy lejos de suceder.

 
Cansado de los vanos intentos por hacerme cooperar se las arregló para tomarme con la guardia baja e introducir su lengua en mi boca, aumentando el ritmo del beso hasta el punto de dejarme sin aliento. Su mano viajó desde mi mejilla hasta llegar a mi nuca buscando mantener la cercanía y fue sólo al percatarme de hasta qué punto pretendía llevar las cosas, que entre forcejeos conseguí separarme de él.

 
—Basta… estás aplastando al bebé —dije en tanto inútilmente pretendía retroceder en aquel  asiento que ya no tenía más espacio por ofrecer.

—Deja que yo me haga cargo de él —respondió rápidamente acercándose de nuevo a mí.
—¡No! Además no pienso hacer nada más en un espacio tan incomodo como éste —me excuse sin dejar de empujar al empalagoso Midford.

—¿No crees que es excitante? —insistió relamiéndose los labios de forma sugerente.

 

 ¿De verdad pretendía seducirme así? Rodé los ojos fastidiado de todo el asunto y tras un par de intentos más, por fin se rindió.

 

—De acuerdo, pero has de saber que cuando estemos en casa no me conformaré con un simple beso —sentenció cruzándose de brazos enfurruñado y cerrando los ojos como dispuesto a dormir. Sólo me quedaba esperar que mantuviera su palabra el resto del camino.

 
Así, por fin, luego de otra complicada maniobra había conseguido ganar unos minutos más, ¿con qué cara podría volver a mirar a Allen si me acostaba con Midford? ¿Cómo era que de pronto estaba siquiera considerando la posibilidad? ¿No era que yo odiaba a aquel hombre?


Las siguientes horas nos vimos obligados a detenernos para dejar descansar a los caballos y para comer algo, siendo que esto último fue más una exigencia de Andy que nuestro propio deseo o necesidad.  Después de todo cuanto más tiempo nos detuviéramos más largo se haría el viaje y aún así me consolaba ver que el cielo mantenía su clara luminosidad, por lo que no debíamos temer que la lluvia nos fuera a frenar más de lo que el propio camino ya lo había hecho.

 
De vuelta en el carruaje, Midford fue perfectamente capaz de comportarse y con el estómago lleno terminó por quedarse dormido al igual que Andy, dándome la sensación de que podría tener algo de paz en tanto ambos permanecieran en los brazos de Morfeo.

 

Sin más que hacer que seguir observando el camino, pude darme el lujo de admirar la puesta de sol y el enigmático esplendor que ofrecía el claro que atravesábamos, siendo que todo aquello parecía digno de la más magnífica de las obras de arte.

 
Me sentía afortunado por poder presenciar aquello, especialmente considerando las condiciones en las que me hallaba, y si bien, en un principio me había parecido raro que Midford me permitiera viajar observando el camino en lugar de vendarme los ojos o algo parecido,  ahora comprendía que eso daba igual pues yo no era un alguien que conociera mucho del mundo y ciertamente no tenía ni la menor idea de dónde me encontraba, aunque si tenía certeza de algo era de que estaba muy muy lejos de Allen...

 
Ya entrada la madrugada y con la luna haciendo gala de toda su magnificencia, conseguimos llegar a una casa pequeña, pero que a diferencia del lugar en donde me habían mantenido no era ni ligeramente discreta al derrochar lujo por doquier.

                                                                                                               
Las puertas principales permanecían abiertas de par en par y los sirvientes de la casa ya esperaban para recibir a su señor. Cubrí a Andy con una manta y rechazando la ayuda de Midford bajé del carruaje para avanzar entre los sirvientes que hacían una reverencia dando la bienvenida al conde.

 
—Bienvenido mi señor, nos alegra mucho tenerlo de vuelta —llamó al fin una anciana que parecía ser la encargada de toda la gente que habíamos visto antes.

—También me alegra estar de regreso luego de tanto tiempo Mary —Midford miró a aquella mujer y sonrío en lo que me pareció una expresión de genuina alegría—. Quiero que conozcas a alguien, su nombre es Emile Fenette y será nuestro invitado de honor —dijo de pronto, volcando la atención de todos los presentes sobre mí.

 —Es un placer conocerlo señor Fenette, mi nombre es Mary y soy el ama de llaves, espero de corazón que disfrute de su estancia  aquí; por nuestra parte le aseguro que daremos nuestro máximo esfuerzo para que así sea —la anciana frente a mí hacia una leve reverencia mostrando  una amabilidad que no esperaba encontrar en aquel lugar.

 —Agradezco mucho esta cálida bienvenida —dije intentando devolver el gesto con la misma alegría y tristemente fallando en el proceso, pues sin importar que tan bien me trataran no podía pasar por alto que Midford me mantenía en ese lugar contra mis deseos.

 
Sin más que hacer nos condujeron hasta las habitaciones, de manera que luego de un agotador e incómodo traslado, Andy y yo podíamos volver a tendernos sobre una cama suave y acogedora, en donde dormí hasta que la luz del día me despertó pocas horas después.

 
Me apetecía dormir al menos hasta que alguien me llamara avisando que el desayuno estaba listo, pero al percatarme de un horrible aroma a mi lado y tras comprobar que provenía de Andy, no tuve más opción que levantarme y ocuparme de cambiarlo antes de que el pequeño se pusiera más irritable de lo que acostumbraba por las mañanas.

 
Luego de ello cambié mi ropa apresuradamente y mientras hacía mi mejor intento para distraerlo de un inminente llanto, salí casi corriendo en busca de la mujer encargada de apaciguar su hambre; rogando para que ésta  ya se encontrara esperando por nosotros en el comedor como usualmente hacia.

 
Descendí las escaleras apresuradamente… ¡y de pronto recordé que no conocía aquella casa!

—¡Buenos días señor Fenette! —el ama de llaves entraba por la puerta principal saludándome alegremente—. ¿Ha dormido bien?

 —Buenos días Mary... He dormido realmente bien, gracias... y disculpe si me estoy precipitando, pero necesito saber  en donde se encuentra nodriza de este bebé —pregunté teniendo la sensación de que estaba saltándome la cortesía que debía exhibir en todo momento.

—No estoy segura pero si lo desea iré a buscar en las habitaciones —sugirió la anciana tan amable como antes.

—Me apena mucho esta situación pero realmente se lo agradecería —dije a la par en que me inclinaba en una breve reverencia.

—No hay ningún problema señor Fenette, ¿qué le parece si me espera en el comedor? —dijo a la par en que me señalaba la dirección por la que debía continuar y sin más la mujer se retiró.

 

Meciendo suavemente a Andy y cerciorándome de que todo estaba en orden con él, comencé a andar sin prestar atención a lo que me esperaba delante. Tarde fue para pretender dar un paso atrás cuando me percaté de que ya me encontraba en el comedor y de que mi presencia resultaba inapropiada para la acalorada discusión se llevaba a cabo.

 

—¡No entiendo que… —la frase no llegó a su fin, pues frente a mí Brandom se había quedado tan sorprendido de verme, como yo mismo me sentía por verlo a él—. ¡¿Qué significa esto Albert?! —preguntó de inmediato el descolocado castaño.

—Escucha Brandom, lo mejor será que te retires ahora mismo —decía Midford como intentando sacarle la vuelta al cuestionamiento.

—¡¿Él es la razón de que me hayas hecho a un lado?! —insistió Brandom luciendo muy alterado y justo en ese momento volvieron a mi mente aquellas imágenes en las que los cuerpos de esos dos se fundían al calor de la pasión, haciendo que un desagradable escalofrío me recorriera de pies a cabeza—. ¡Prometiste apoyarme! —reprochaba el furioso castaño.

—¿Apoyarte dices? —repitió el conde a modo de burla—. Brandom, te presente a los hombres más importantes de la corte, inclusive te lleve hasta el palacio para que tuvieras oportunidad de relacionarte con la familia real, ¿y qué has logrado? Tú no necesitas apoyo, necesitas a alguien que haga todo por ti… Quizá me equivoqué y vi un potencial que no tienes, así que no estoy dispuesto a perder más tiempo contigo —concluyó con aire presuntuoso, logrando que el rostro de Brandom enrojeciera hasta el punto en que parecía que el castaño iba a estallar.

—Pérdida de tiempo… ¿y qué me dices de él? —insistió mirándome con rabia contenida.

—La manera en que uso mi tiempo y mis asuntos con Emile no son de tu incumbencia —respondió Midford con desdén.

—¡Estás equivocando tu elección Albert! Él no vale nada —dijo Brandom volviéndose a mí—. ¡Si no hubiera sido por mi familia tú y tu padre habrían muerto entre las miserables y nauseabundas calles de las que salieron!— gritó al fin dejando escapar su irá, en tanto desenvainaba su espada velozmente y se arrojaba sobre mí sin previo aviso.

 

Como un completo idiota me quedé paralizado ante aquella situación, viéndome incapaz de responder al ataque por sostener a Andy en mis brazos y sabiendo que no me sería posible esquivar aquella espada me giré en un intento por proteger al bebé. Sólo un momento después el estruendo del metal me hizo volver la vista encontrando a Midford delante de mí, bloqueando aquel ataque y salvando nuestras vidas.

 

—Suficiente Brandom, te vas ahora por tu propio pie o me veré obligado a acabar con tu inútil vida en este momento.

 

El castaño miraba al conde lleno de incredulidad, pero igual que si tuviera la certeza de que la amenaza no se había pronunciado en vano, se tragó el enojo y enfundando la espada nuevamente dio media vuelta para retirarse sin decir una sola palabra más.

 

Luego de ello el silencio se adueño de nosotros y sin estar seguro de cómo seguir, opté por tomar asiento en el diminuto comedor, haciendo mi mejor intento por fingir que nada había ocurrido.

 

—Bueno, creo que un agradecimiento por mi heroica labor no hubiese estado mal —dijo Midford mientras se sentaba frente a mí.

—No hay nada que agradecer —respondí despectivo desviando la vista—. Realmente no estoy seguro de si era mejor la breve agonía de la muerte que me ofrecía Brandom o la vida de prisionero a la que me sometes tú… —el conde que hasta entonces había estado jugueteando como siempre de pronto se mostró descolocado ante mis palabras. Todo indicaba que lo había tomado por sorpresa y pasó un largo instante antes de que el brillo de sus ojos se ensombreciera y de que sus facciones se tensaran reflejando algo que a primera vista me sugirió desilusión.

 

No iba a soportar un desayuno así, entonces me levanté y siguiendo el mismo camino que había recorrido antes volví a la habitación en la que había dormido, pidiendo a la servidumbre que mi comida y la nodriza fueran enviadas a la misma.

 

Cuán grande fue mi sorpresa  al comprobar que mis caprichos realmente habían sido consentidos y más aún al descubrir que no volvería a ver a Midford el resto del día... Ni el siguiente par de días...

 
Resultaba por demás extraño que en una casa tan pequeña como aquella realmente no lo hubiera visto por casualidad, era como si él fuera un paso por delante de mí evitando todos los sitios por los que podíamos llegar a encontrarnos y mientras tanto era perfectamente capaz de jugar a ser el dueño y señor de aquel lugar.

 
Realmente no podía entender a que se debía esta nueva actitud que me permitía hacer y deshacer a voluntad...

 
Y casi comenzaba a disfrutar la extraña sensación de “libertad” cuando se decidió a aparecer por el comedor justo para la cena, de tal manera que me fue imposible disimular el disgusto por verlo nuevamente, pues inevitablemente su presencia terminaba por recordarme cual era mi lugar en todo aquello.

 

Se quedó mirándome durante algunos momentos, pretendiendo que la curiosidad me incitara a hablar, sin embargo hice uso de todo mi control para resistir la tentación, y tras su fallido intento, negando con la cabeza en un gesto de resignación finalmente optó por tomar la iniciativa.

—Mmm... Creí que estos días serían suficientes para estabilizar tu mal humor pero creo que he subestimado la situación —comentó con humor, intentando iniciar una conversación para la que no me sentía dispuesto—. Está bien si no quieres hablar, sólo escucha; no pretendía que Brandom te hiciera pasar un mal rato —¿qué estaba diciendo? Mis cejas se enarcaron sólo al escucharlo—. Si, sé lo que dije antes acerca de que sólo eres un prisionero, pero has resultado un gran entretenimiento, así que en compensación te he preparado una sorpresa que estoy seguro te encantará —concluyó luciendo casi emocionado.

—Bien, realmente no sé si sentirme ofendido u halagado...

—Bueno eso es decisión tuya querido Emile, pero ya está todo listo, así que mañana partiremos tan pronto salga el sol —anunció con gran entusiasmo.

—¿De qué estás hablado? Hace pocos días que estamos aquí ¿y pretendes hacernos viajar nuevamente? —por más que me esforzaba no lograba comprender que era lo que pasaba por la mente de aquel hombre.

—¡Oh, casi lo olvidaba! Me apena un poco la situación pero ya que nuestro destino es una sorpresa esta vez no permitiré que des ni un vistazo fuera del carruaje.
—Realmente no me sorprende... ¿que sigue? ¿Me llevarás atado y dentro de un saco enorme? —Midford había estallado en ruidosas carcajadas, inclinándose sobre sí mismo, incapaz de contener la risa.

—Deja de ser tan fatalista pequeño —decía limpiándose el rastro de una lágrima—. Te prometo que no soy el despiadado villano de esta historia —... y sin duda el aire despreocupado con el que lo decía hizo que mi convicción vacilara por algunos momentos. Después de todo… ¿de qué otra forma me podía explicar que Andy y yo siguiéramos con vida? ¿Qué aún no me hubiera tomado por la fuerza?

 

A la mañana siguiente, efectivamente cumplió con hacernos subir a un carruaje cuyo destino sólo él conocía y así dio inicio otro viaje que se llevó gran parte de la tarde consigo, siendo que esta vez la nodriza viajaba con nosotros con el único objetivo de evitar detenernos a causa del bebé.

 
Vencido por el aburrimiento y tras haber rehusado las conversaciones con Midford termine cayendo presa de un profundo sueño del cual fui despertado por el agudo llanto de Andy que en brazos de la nodriza se removía molesto. Ya me disponía a intervenir cuando observé que Midford tomaba al bebé en brazos y comenzaba a mecerlo suavemente.


Todavía adormilado me obligué a mirar con mayor atención para comprobar que no me estaba equivocando y alarmado repentinamente sentí el impulso de arrebatárselo temeroso de que le hiciera daño tan pronto yo le quitara la visita de encima. Pero consciente de que aquello sería una pequeña declaración de guerra, me contuve decidido a observar un poco más.

 
Para sorpresa mía, Andy se calmó muy rápido y pronto se acurrucaba contra el pecho de aquel hombre que no resistió la tentación de regalarme una mirada burlona en respuesta a la evidente desconfianza que le estaba mostrando.

 
No fui capaz de recuperar el sueño, mi mente estaba hecha un lío pues no dejaba de pensar que lo había juzgado de precipitadamente, o en verdad que sabía cómo jugar conmigo.


La noche había caído cuando finalmente el carruaje se detuvo. Midford se apresuró a salir sosteniendo aún a Andy e insistiendo en ayudarme a bajar como si de una dama se tratase… No pude seguir prestando atención al conde cuando me percaté de que frente a mí se desplegaba una visión de antaño, mostrándome esa casa que una vez nos había recibido a mi padre y a mí. La casa de los Lowell.


Y a un costado del carruaje Isaac y Helena me observaban con un rostro lleno de incredulidad. No entendía que era lo que estaba pasando pero sin ánimos de detenerme a pensarlo, corrí hacia Isaac y lo abracé, feliz de volver a sentir un calor familiar, y un momento después dejando de lado todo lo pasado también abrace a Helena.

—Emile, ¡cuánto me alegra verte de nuevo! —decía la castaña sin dejar de sujetarme con fuerza.
—También me alegra, creí que nunca volvería a verlos —confesé sin estar seguro de hasta dónde podía dejar ir la lengua. Volví la mirada y tras de mí, Midford que observaba pacientemente, se acercó y con singular elegancia saludó a Isaac y Helena.

 

Me sentía en verdad muy feliz por aquel reencuentro que parecía cercano a lo imposible o al menos así fue hasta que a la castaña se le ocurrió abrir su enorme boca.

 
—Estoy muy contenta de que finalmente hayas recapacitado —comentó provocando el desconcierto en mí—. Dime qué fue, ¿el matrimonio del rey o la noticia del próximo alumbramiento de su hijo?

—¿Qué? —repetí resistiéndome a aceptar el hecho de que había escuchado las palabras rey, matrimonio y alumbramiento juntas en una misma frase—. ¡¿De qué estás hablando?!

Esta vez Helena era la que parecía no comprender lo que estaba ocurriendo, lanzando una mirada interrogante a Midford, cuya silenciosa respuesta parecía cargada de una y mil maldiciones contra la castaña.

 —¡Vaya! —exclamé antes de sentir que se me iba la voz a causa de la ira que sentía.
Sin preguntar más entré en la casa, percatándome de como se desvanecían mis ganas de... ¡Todo!


Me sentía profundamente dolido... Confundido... No podía ser cierto. Simplemente no concebía que Allen realmente hubiera roto nuestras promesas y me negaba rotundamente a creer algo que hubiera salido de la boca de Helena.

Delirante por mis propios pensamientos que fluían desbocados, sólo pude pensar en preguntar a Isaac. Él era el único que podía ponerle fin a la duda que me consumía y me apresuraba a volver a la entrada cuando me encontré de frente con ellos, todos luciendo apremiados por el extraño rumbo que las cosas habían tomado.

—Isaac, quiero hablar contigo a solas.

 —Espera Emile, yo puedo explicártelo todo —intervino Helena, renuente a dejar que me llevara a Isaac.

—¡No! —grité y por un instante desvíe la mirada hacia el conde, preguntándome en qué momento Midford me detendría con alguna convincente amenaza; sin embargo desentendiéndose simplemente me dejó hacer y sin más discusión Isaac comenzó a seguirme a otra habitación.

 
—¿Qué es lo que ocurre Emile?

 —Eso es lo que quiero saber Isaac, confío plenamente en ti, así que por favor responde, ¿es cierto que el príncipe Allen contrajo matrimonio? —Isaac seguía confundido pero aún así accedió a responder.

 —Es cierto, luego de que desapareciste el príncipe tomó su lugar como rey, anunciando el matrimonio y pocas semanas después desposo a la ahora reina.

—¿Y qué hay del nacimiento del futuro príncipe?  —insistí buscando desesperadamente algo a lo que aferrarme.

—También es cierto, pero aún no entiendo que tiene que ver todo esto contigo, no sé qué hacías aquel día en el palacio vistiendo cual señorita, ¿intentabas acercarte a alguien? No me digas que ... ¿Estabas enamorado de la princesa? —un largo suspiro se me escapo con desgano al escuchar la casi certera deducción de Isaac.

 

Negué con un simple movimiento de cabeza.

—Si todo lo que dices es verdad entonces ya no tiene caso seguir hablando de esto…

—Escucha, estoy seguro que desde que saliste de esta casa las cosas deben haber sido muy difíciles y te puedo jurar que aquí no ha sido diferente…

—Lamento haber vuelto aquí sólo para complicarlo más —dije interrumpiendo a Isaac que me miró con reproche.

—Déjame terminar por favor, lo que quiero pedirte es que no hagas esto Emile… No te empeñes en cargar tu solo con todo el peso, quizá en el palacio perdiste un amor pero aquí nos tienes a Helena y a mí. Te conocí cuando eras todavía muy pequeño y no tienes idea de cuánto te he llegado a querer en todos estos años, eres como el hijo que nunca tuve y te puedo asegurar que cada cosa que te ocurre me duele, así que no me obligues a ver cómo te destruyes a la sombra del rencor y la tristeza —Isaac se había acercado hasta mí y me había abrazado a manera de consuelo.

—¡¿Y que se supone que haga Isaac?! No sé cómo enfrentarme a esto, no es sólo tristeza… es un enorme vacío… ¡siento que se me va la vida! —admití finalmente rompiendo en llanto ante la desesperación.

—Te comprendo Emile, sé lo terrible que es el dolor que te aqueja…

—¿Qué debo hacer Isaac? —murmuré entre lágrimas incapaz de separarme ni un poco de él.

—Dale tiempo al tiempo y abre tu corazón a las personas que te quieren, a las cosas nuevas que te ofrece la vida… —Isaac me obligó a levantar el rostro y a mirarlo por algunos momentos—. Emile, eres un jovencito extraordinario así que no te rindas, aún si hoy el dolor te parece asfixiante, te aseguro que tarde o temprano la herida habrá sanado y podrás volver a apreciar las cosas más hermosas de esta vida.

 

Pasó un largo rato antes de que fuera capaz de contener el llanto y en todo momento Isaac se mantuvo a mi lado, reconfortándome en la calidez de sus brazos. Quizá mi padre ya no estaba, pero ahora comprendía que era cierto que no me había dejado completamente solo, aún tenía a alguien que sinceramente se preocupaba por mí.

 

Y de aquella forma el dolor provocado por la traición de Allen parecía disminuir ligeramente permitiendo que la lucidez volviera a mi pensamiento, de manera que después de darle vueltas a la situación durante toda la noche fui capaz de ofrecer una disculpa a Helena durante el desayuno de la mañana siguiente. Quise pretender que todo podía iniciar de nueva cuenta,  cuidando esta vez de hacer las cosas como era debido.

 

Me prometí que sin importar lo que tuviera que hacer conseguiría encerrar el amor por Allen en lo más profundo de mi ser, donde no fuera necesario volver a saber de ello. Todavía tenía que cuidar de Andy y ahora contaba con el apoyo incondicional de Isaac y con la renuente amabilidad de Helena que aún cuando había aceptado poner empeño para que nuestra relación mejorase, no terminaba de resignarse a que la propuesta de matrimonio se había terminado en definitiva.

 

Varios meses pasaron y todo parecía ir mejorando tal y como había prometido Isaac, era cierto que cada sonrisa que mostraba me implicaba un esfuerzo por demás agotador, pero poco a poco el caos de mi interior comenzaba a encontrar un orden. Tarde comprendí que sin importar cuanto lo intentara no iba a ser capaz de olvidar a Allen, pero me di cuenta de que a partir de lo que tenía con él podía comenzar a construir una nueva vida, en la que fuera capaz de sobrevivir por cuenta propia.

 

La vida que llevaba se volvió bastante nómada puesto que aún cuando disfrutaba quedarme en casa de los Lowell las visitas sorpresa de Brandom me habían obligado a escapes frecuentes antes de que el castaño pudiera percatarse de mi presencia. No deseaba crearles problemas a Helena y a Isaac, así que constantemente me mantenía viajando, llegando al punto en el que fue imposible llamar hogar a un solo lugar.

 

Y así, con el correr del tiempo el único asunto que me quedó pendiente fue uno cuya retorcida personalidad me había obligado a pensarlo dos veces antes de acercarme de nuevo a él. Albert Midford se mantenía muy al pendiente de mí, sin embargo desde el día en que habíamos llegado a la casa de los Lowell no volvimos a cruzar una sola palabra fuera de lo necesario y no dejaba de sorprenderme cuan frío podía ser cuando se lo proponía.

 

Lo cierto era que ya estaba cansado de la farsa y no paso mucho antes de que me convenciera de que también podía mejorar las cosas con él, después de todo y aún si no había sido de la manera más amable, ya formaba parte de mi vida.

 

Aquella tarde habíamos dejado la casa Lowell para terminar refugiándonos en una pequeña cabaña internada en lo profundo del bosque. Un lugar por demás agradable para pasar un par de días y en donde podía dedicarme a cuidar de Andy que no paraba de gatear de un lado a otro divirtiéndose al verme hacer un montón de caras ridículas.

 

Luego de un largo rato jugando, el pequeño había caído rendido y no tuve más que cubrirlo para que durmiera como el angelito que era. Para entonces Midford se distraía escribiendo, probablemente alguno de esos poemas que nunca me había animado a leer, y tuve que tragarme el nerviosismo para ser capaz de interrumpir su aparentemente interesante pasatiempo.

 

—Midford —llamé intentando sonar lo suficientemente seguro.

—¿Qué ocurre? —respondió sin levantar la vista del papel.

—Quiero que hablemos —no pasó un instante cuando ya tenía su fría mirada sobre mí, haciéndome sentir que era una estupidez esto que estaba intentando—.  Bueno, realmente lo que quiero es ofrecerte una disculpa… Sé que me he portado como el más grande de lo ingratos, has hecho por mí más de lo que merezco y es por eso que estoy muy arrepentido… quisiera que por favor comenzáramos de nuevo —concluí mientras le extendía mi mano esperando que aceptara mi poco convincente oferta.

 

La cara de Midford se convirtió durante algunos momentos en una extraña mezcla de sorpresa e incredulidad, aquel hombre suspiró y levantándose de su asiento comenzó a andar para dejarme de lado.

—Iré a dar una vuelta, volveré más tarde así que no hagas nada estúpido —dijo en tanto se disponía a salir.

—Comprendo —dije dándome la vuelta para alcanzarlo y obligarlo a detenerse, y sin dar oportunidad a que dijera una palabra más me lancé contra sus labios. Durante un instante el contacto se mantuvo, hasta que Midford manifestó su rechazo empujándome por los hombros y dejándome confundido ya que definitivamente era lo último que esperaba a de su parte.

—Escucha, no sé qué es lo que pretendes con todo este jugueteo pero no hagas cosas de las que luego te puedas  arrepentir —su evidente renuencia me hizo titubear por un momento pero me recordé a mi mismo que si daba un paso atrás ahora, todo estaría arruinado y haciendo uso de toda mi voluntad decidí que iría hasta las últimas consecuencias.

—¿Quién ha dicho que me voy a arrepentir? —insistí sosteniendo firmemente su mirada, en tanto comenzaba a desprenderme de mi ropa en señal de buena fe.

 

Midford abrió la boca sin llegar a articular palabra, se llevó una mano a la frente negando repetidamente y terminó por darse la vuelta apresurándose aún más hacia la puerta…

 

Todo parecía indicar que había perdido su interés en mí, ¿qué había hecho mal esta vez? ¿Quizá sólo le resultaba atractivo cuando estaba resistiéndome?

El ruido del pestillo de la puerta me hizo prestar atención nuevamente sólo para darme cuenta de que Midford volvía a mí lentamente, recordándome la cautela con que un felino se acerca a su presa.

—No voy a tolerar ningún tipo de interrupción —anunció finalmente ante la obvia confusión que debía estar exhibiéndose en mi rostro.

Lentamente su mano se deslizó hasta que consiguió que su brazo rodeara mi cintura por completo, atrayendo nuestros cuerpos cada vez más. Y sin perder un instante, sus labios se dieron a la tarea de ir directamente a mi cuello en donde depositaban pequeños besos, dejando escapar de cuando en cuando su cálido aliento que logró hacer que todo mi cuerpo se estremeciera.

 

—Pero que encantador —dijo tan pronto notó mi reacción—. Anda, porque no me ayudas un poco —pidió mientras tomaba mi mano para llevarla hasta su miembro, en donde sin soltarme comenzó a marcar el ritmo que deseaba.

 

No podía creer lo que estaba haciendo, me sentía avergonzado por tocarlo de una manera tan descarada y aún así me deje llevar, siguiendo el movimiento que me habían impuesto mientras intentaba distraerme con un nuevo beso en el que Midford demandaba mayor atención.

 

Nuestras lenguas se tocaban y montaban juntas una danza acalorada, que nos obligó a separarnos de forma intermitente en busca de un poco de aire. La mano de Midford había llegado hasta mi nuca y ahora aferrada a mí mantenía el control de beso, dirigiéndome a fin de profundizar en mi boca tanto como le era posible y en medio de todo ello, pude percatarme de que la entrepierna del conde se endurecía notablemente, siendo que no pude evitar separarme para darle un vistazo al resultado de mi trabajo.

 

—Lo has hecho realmente bien —dijo besándome nuevamente—. Pero todavía no es suficiente…

 

Apenas y me había dado cuenta de que Midford ya se encontraba tomando asiento y esperando por mí; no tuve más que tragar saliva intentando acallar mis pensamientos que pretendían recriminarme por estar arrodillándome entre las piernas de aquel hombre al que una vez había dicho odiar más que a la vida misma.

 

Tras deshacerme de los obstáculos en el camino por fin tuve a mi disposición aquel miembro que se erguía frente a mí, húmedo y deseoso de atención, por lo que sin esperar más lo metí en mi boca, encontrándome incapaz de abarcarlo por completo de una sola vez. Torpemente succioné desde la punta y luego poco a poco conseguí adaptarme a su tamaño… a su sabor… tolerando que a cada momento fuera más profundo, dejándome sentir aquella carne palpitante contra mi garganta.


Aquel miembro entraba y salía de mi boca, dando oportunidad a que deslizara mi lengua por todo lo largo y ancho que era, succionado el exceso de saliva que ya lo recubría y la cual había adquirido un sabor salado.

  
—Es... suficiente…—dijo Midford esforzándose notablemente para que su voz no se entrecortara—. Ven aquí —palmeó su regazo invitándome a subir.

 

Rápidamente terminé de desnudarme y me enredé entre los brazos del conde comenzando a besarlo con desesperación al sentir como su hombría se frotaba contra mí, provocándome para dar el siguiente paso.

 

Midford me observaba complacido sin dejar de juguetear, enfocando esta vez su atención sobre mis pezones los cuales lamía con indecencia, mientras hundía algunos de sus dedos en mi entrada, haciéndome sentir todavía más frustrado y dejándome sin más remedio que tragarme el orgullo.

 

—Por favor... Mételo... ya —pedía suplicante entre jadeos, siendo que Midford me ignoraba aferrándose a chupar mis pezones, provocando que mi desesperación aumentara—. ¡Ah! —estaba por reprocharlo nuevamente cuando se me escapo un gemido al sentir como la punta de su miembro se introducía en mí sin previo aviso.

 —Vamos, suplica por más... —decía mientras seguía penetrando más y más profundo, deteniéndose para dejarme sentir por completo como era llenado por su hombría.

 —¡Ah!—los gemidos se me escapaban mientras que me  aferraba  a sus hombros en medio de un delirante placer que me hacia olvidar hasta mi propio nombre—. Al... Más... —repetía sintiendo como sus estocadas incrementaban su ritmo. Las manos del conde se sujetaban a mi cadera con fuerza, guiando su intenso vaivén y justo un momento después, tras una oleada de placer, sentí como me desvanecía siendo únicamente detenido por sus brazos.

 
Cuando abrí los ojos nuevamente me encontraba recostado y con mi cuerpo siendo cubierto únicamente por una delgada manta; frente a mi podía ver toda la ropa regada por el piso, la puerta cerrada y aquel lugar en perfecta calma.


—¿Te encuentras mejor? —la voz del conde venía detrás de mí, sobresaltándome al creer que no había nadie más conmigo.

—Sí… ya estoy bien —respondí avergonzado al recordar lo que habíamos hecho.

—Se que han sido días difíciles…  debió ser demasiado esfuerzo el de hace un momento —me volví a mirarlo y en su rostro ya se pintaba esa sonrisa suya que tanto me solía irritar, pero que ciertamente ya había comenzado a extrañar—. ¿Esto fue una respuesta a las acciones del rey en los últimos meses?

—No, hablaba enserio cuando dije que quería comenzar de nuevo… es por ello que me tomó tanto tiempo.

—Ya veo… dime, ¿qué planeas hacer ahora en adelante? —la confusión me invadió a causa de su pregunta y pronto el conde me dedicaba una sonrisa—. No estoy seguro de en qué punto dejaste de ser mi prisionero, pero te ofrezco quedarte a mi lado con todos los beneficios que ello implica... Se mi compañero —concluyó plantando un breve beso en mis labios.

—Quieres decir... ¿como un amante? —pregunté todavía perplejo por lo que había escuchado, provocando una risilla que no esperaba.

—Realmente no dejas de sorprenderme... El pequeño Emile quiere cortar las alas del gran Albert Midford —entonces por fin comprendí lo que le hacía tanta gracia, pretendía que yo fuera uno más del montón y no pudo molestarme más la idea, si estaba esforzándome tanto para que todo funcionara definitivamente no sería para tener un amante ocasional.

—No es necesario que renuncies a todo lo que tienes, siempre puedo retomar la propuesta de matrimonio que le hice a Helena —el rostro del conde se deformó en una mueca que dejaba ver claramente la molestia y que anunciaba mi próxima victoria.

—De acuerdo mi pequeño, consentiré tu capricho, de cualquier forma ya estaba aburrido de la rutina de seductor —dijo posicionándose sobre mí y deslizando sus manos por todo mi cuerpo en el preludio de nuestro primer encuentro como amantes.

 

***

Los meses habían transcurrido rápidamente desde que el embarazo de Isabella se había anunciado y ahora esperaba en mi habitación dando vueltas de un lado a otro intentando calmar la ansiedad que comenzaba a dominarme.

 

Y no muy lejos de donde mantenía mi ir y venir, se encontraba Ian sentado en la cama mirándome impaciente y lleno de incertidumbre. El nacimiento de ese bebé resultaba realmente significativo; el reino podría tener un nuevo príncipe, mi familia aseguraría su legado en el poder y más importante todavía, el nacimiento de un niño era el equivalente a la libertad de Mia.

 

—¿Crees que todo esté bien? Han tardado demasiado —dijo al fin Ian regresándome a la realidad.

—No lo sé, pero no podemos hacer nada más que esperar —me era indiferente si Isabella moría en el parto, tal y como había ocurrido con mi madre, pero rogaba con todas mis fuerzas para que ese bebé fuera un varón saludable, capaz de llevar la pesada carga que representaba ser heredero a la corona.

 

Luego de algunas horas el aprendiz del médico por fin me traía noticias, dejándome saber que como habíamos deseado el recién nacido era un varón y afortunada o desafortunadamente la madre ya se recuperaba sin mayor problema.

 

Pero ahora teníamos lo que Midford había exigido a cambio de regresarnos a Mia y eso era todo lo que importaba, especialmente después del rotundo fracaso que había resultado de  enviar unos cuantos grupos a la búsqueda. Lo que esperábamos que lograran probablemente era un milagro pues solo unos cuantos hombres debían recorrer enormes distancias con suma discreción para encontrar a Emile y Mia, antes de que en Midford pudiera despertar la mínima sospecha...

 

—Vamos Allen, tenemos que encontrar a ese maldito y hacer que nos regrese a Mia —antes de que pudiera decir algo el preocupado mellizo ya me obligaba a salir de la habitación.

—De acuerdo, pero si las noticias ya han llegado a sus oídos quizá encontrarlo no sea sencillo —dije previendo el comportamiento del conde con intención de preparar a Ian para una posible decepción.

 

Nos apresuramos para recorrer el palacio, revisando cada uno de los espacios que frecuentaba el conde, pero extrañamente no había ni pista de su presencia.

 

¿Estaba jugando con nosotros nuevamente?

 

—¡Majestad! —llamó de pronto uno de los guardias—. En la puerta... Algunos hombres insisten en verlo... —no necesite mayor explicación para asociar la posibilidad de desastre con Albert Midford, de manera que bastó una mirada para que Ian me siguiera el paso en la carrera que había emprendido.

 

Nada más llegar el barullo sobresalía haciendo imposible ignorar lo que ocurría; todos los guardias permanecían rodeando algo que a la distancia no puede distinguir y muchos de ellos ajenos aún a mi presencia ya sopesaban la posibilidad de ocultarme la situación para ver si más tarde podían sacar provecho de ello.

 

—¿Qué es lo que está ocurriendo aquí? —pregunté llamando la atención de todos en una especie de recordatorio sobre cómo funcionaban las cosas aquí, logrando que los soldados rápidamente recobraran el orden.

—Majestad, hace poco ha llegado ese carruaje, pero el hombre que lo trajo aquí se negó a mostrar el interior hasta que usted hubiese llegado —informo a regañadientes uno de los guardias, que hasta hacía poco parecía ser parte de los revoltosos.

 

Me volví para comprobar la situación encontrando a un chico no mayor que Ian y al hombre del que hablaban, ambos exhibiendo una mirada llena de puro terror.

—¿Qué tienen que decir al respecto? —cuestioné intentando mantener la calma, por mi bien y por el de Ian que parecía comenzar a irritarse por todo el misterio.

—Majestad, por favor perdónenos, no somos más que humildes campesinos —dijo el hombre arrojándose al suelo tan pronto me acerqué a él—. Yo no tengo nada que ver con esto, pero se llevaron a mi mujer e hija y amenazaron con asesinarlas si no traíamos este carruaje para usted —confesó el hombre rompiendo en llanto, mientras que intentaba mantener la súplica.

 

Su aspecto en general gritaba que realmente era un hombre que vivía del campo, si estaba o no relacionado a Midford era algo que no podía saber, pero consciente de lo complicada que era la situación decidí que tendría que confiar en que fuera un campesino honesto.

 

—De acuerdo, todo estará bien ahora —dije ayudando al hombre a ponerse de pie, recibiendo una mirada llena de sorpresa. Rápidamente busqué entre todos los hombres que había a nuestro alrededor, eligiendo a los dos que a simple vista lucían más confiables —Quiero que lleven a este hombre de vuelta a su hogar y puesto que ha cumplido al traer el carruaje hasta aquí, antes de dejarlo asegúrense de que su familia este de vuelta con él.

 

Sin más que hacer el campesino se retiró siendo escoltado por los guardias que le había designado. Para entonces Ian ya esperaba al lado del destartalado carruaje impaciente por abrirlo, una mirada bastó para que los guardias forzaran la pequeña entrada, dejando salir un penetrante y nauseabundo aroma que nos hizo retroceder a todos.

 

Tuve que echar mano de todo mi control para no arrojar mi cena de una bocanada, en tanto me mantenía atento a la imagen frente a mí. Tres bultos blancos reposaban frente a nosotros, el guardia tomo la daga que llevaba en la cintura y rápidamente desgarró la tela que tal como el aroma sugería, ocultaba un cuerpo cuya carne negruzca dejaba ver la descomposición.

 

¿Qué se suponía que significaba aquello? El cuerpo era sencillamente irreconocible y me hallaba concentrado en mis cavilaciones cuando de pronto vimos que uno de los bultos se movía. El guardia retrocedió asustado, por lo que aprovechando el momento, subí al carruaje presa de mis impulsos y olvidándome momentáneamente del terrible olor arrebaté la daga para desgarrar la tela, encontrando lo que tanto habíamos buscado.

 

Repentinamente Mia se encontraba reposando en mis brazos, atada de pies a cabeza. Sus ojos casi carentes de vida intentaban fijar su mirada en mí, por lo que la ayude quitando de su frente su apelmazado y sucio cabello. Con enorme cuidado corté la mordaza, en tanto el guardia liberaba sus manos y pies, dejando ver las marcas que sugerían que había pasado varios días de esa manera.

 

La melliza abría la boca intentando hablar, pero las palabras no conseguían abandonar su boca; quise hacerle saber que ahora todo iba a estar bien, sin embargo su desesperado hermano ya me la arrebataba de los brazos, cargándola igual que si de una pieza de cristal se tratara.

 

—¡Necesita ayuda! ¡Llamen al médico! —gritó Ian nada más puso un pie fuera del carruaje y apresurando el paso desapareció dentro del palacio, en busca de auxiliarla como yo lo había hecho con él hacía algún tiempo. Sin pensarlo demasiado bajé del carruaje sintiendo el frescor del aire devolverme a la vida tan pronto golpeaba contra mi rostro.

 

Me sentía mareado y por más que lo intentaba no conseguía poner en orden mis ideas, mucho menos encontrar una explicación a lo que estaba ocurriendo. Habíamos pasados meses enteros buscando a Mía y de pronto sólo aparecía en el palacio junto con algunos putrefactos cadáveres.

 

En cierta medida y de una manera por demás retorcida Midford había cumplido su palabra al devolver a Mia tras el nacimiento del nuevo príncipe, ¿pero qué era todo esto? ¿Por qué repentinamente el conde había desaparecido? ¿En dónde estaba Emile?

 

No podía dejar de pensar en que quizá desde un inicio el principal objetivo de Midford había sido arrebatarme a Emile, entonces todo el chantaje que había implicado mi matrimonio no era más que una ganancia inesperada que había surgido por el camino…

 

¿Si el conde estaba entregando de esta manera a Mia, acaso me estaba diciendo que Emile y yo no nos volveríamos a ver? Aturdido por mis propias dudas trastabillé algunos pasos, incapaz de controlar la furia y la desesperación que se apoderaba de mí nublándome la vista.

 

Sentí ganas de romper todo a mí alrededor, de salir corriendo a encontrarlo y tomar su vida sin remordimiento alguno… Después de todo él lo había hecho de nuevo.

Ese hombre había jugado con nosotros para apaciguar su aburrimiento y ahora que se había cansado, nos estaba haciendo a un lado, llevándose consigo al ser más valioso que había en mi vida.

 

 

 

Notas finales:

Ya habrán notado que es un capítulo un poquito más largo que lo acostumbrado y es que resulta que la ocasión anterior comenté que sería el capitulo final.

Si bien no había tenido tiempo de pensar un final adecuado creo que la presión de mis asuntos personales me llevó a escribir un final horrible y que terminé por envíar al bote de basura XD

Había demasiadas cosas al aire y se evidenciaba por demás la prisa con que lo había escrito, entonces decidí comenzar de nuevo y pues el resultado fue este capítulo que desde luego no es el final.

Según lo que tengo previsto ahora si el siguiente sería el último jaja pero no me aventuro a asegurar nada puesto todavía no he comenzado a escribir y no quisiera que quedara un capitulo enorme solo por verme forzada a terminar en una última actualización.

En fin, como siempre les doy las gracias a aquellos que sigan el fic, especialmente si lo han hecho desde sus inicios hace ya algún tiempo XD y bueno, les agradeceré todavía más si acaban de alegrarme el día con algún review n_n


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