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El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

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Notas del capitulo:

Hola que tal!

Paso a dejar la actualización mensual XD

—¡Emi! —el grito de una vocecita aguda me había hecho despabilar y noté al instante que Andy había llegado corriendo tan lleno de entusiasmo como de costumbre, saltando directo a mis brazos en medio de tiernas risitas.

—¡Andy, te extrañé mucho!—dije mientras depositaba un beso en sus coloradas mejillas—. Dime, ¿te has divertido?

—¡Mucho! ¡Papi me llevó a dar un paseo en un caballo enorme y luego fuimos a… —mirando fascinado a Andy terminé por perderme en medio del relato, pues el pequeño hablaba y hablaba haciendo todo tipo de gestos graciosos en tanto describía un recorrido que parecía sacado de un cuento, ¡no dejaba de sorprenderme cuánto había crecido!— …Además prometió que me llevaría de cacería, ¿verdad papá? —nada más escuchar sus últimas palabras mi atención volvió drásticamente a lo que el pequeño decía con ojos llenos de emoción, dirigiéndose al hombre que tanto adoraba y que recién hacía su aparición dedicándole una sonrisa de complicidad.

—Con que piensan ir de cacería... —repetí incapaz de disimular el disgusto.

—Vamos, no tiene nada de malo —dijo Al despreocupadamente, siendo que para entonces ya tenía al pequeño Andy aferrándose a una de sus piernas.

—Tiene sólo cinco años—insistí haciendo mi mejor esfuerzo por mantener la serenidad.

—De hecho está por cumplir seis y realmente no tiene porque ser tan terrible, puedes ponerlo como que iremos a conseguir una fabulosa cena —una sonrisa infantil apareció en su rostro y una vez más me pregunté por qué demonios no podía tomarse nada en serio—. Además la cacería es de lo más común entre los nobles y no enseñarlo ahora podría dejarlo en desventaja —argumentaba el conde intentando sacarle la vuelta al conflicto.

 

Irritado por no tener nada que replicar me negaba a retirar el reproche en mi mirada; ciertamente me había dejado incapaz de responder pues estaba consciente de cuán ciertas eran sus palabras y a lo lejos había logrado recordar a mis padres varios años atrás, discutiendo por hacerme parte del trabajo en el campo y con mi madre aferrada a que yo aún era muy pequeño… definitivamente tenía que rendirme a lo que era inevitable.

 

Resultaba irónico ver que los papeles habían cambiado y ahora me encontraba ahí sobreprotegiendo a un niño ansioso por comerse al mundo, ¿quién era yo para detenerlo? Probablemente su propia madre habría accedido gustosa ante la petición del pequeño. Suspiré al verme derrotado.

 

—De acuerdo, pero sepan ambos que no me olvidaré de que no me han tomado en cuenta antes de hacer esta promesa y estaré esperando una compensación por ello —concluí con fingida indignación mientras que ambos asentían.

—Andrew, deja que yo me encargue de esto —dijo Albert dirigiéndose sólo al niño, igual que si yo no pudiera escucharlos—. Ve a tu habitación y repasa la lección de hoy— concluyó sonriendo cariñosamente en tanto palmeaba la espalda de Andy, quien con obediencia había asentido para salir corriendo del lugar—. Bien, ahora que estamos solos ya puedes dejar salir todo lo que estabas conteniendo —y aún cuando Albert parecía estar esforzándose  por conservar la compostura no pasó más de un instante antes de que rompiera en carcajadas bajo el peso de mi mirada.

—¿Ahora te burlas de mí? —cuestioné ya únicamente fingiéndome ofendido, pues cualquier seña de enfado se me había esfumado al ver como Andy y él se cubrían las espaldas mutuamente.

—Desde luego que no… --insistía negando efusivamente con la cabeza—. Sabes que sería incapaz de algo así —respondió intentando recuperarse y de un momento a otro, dejando de lado cualquiera que hubiese sido el propósito inicial de la conversación, se posó a mi lado sonriendo amablemente, tan risueño como si nada más en la vida tuviera importancia.

 

Llevó su mano hasta mi mejilla y la deslizó en una suave caricia, pasando por mi cuello  y hasta terminar jugueteando con algunos mechones de cabello.

 

—Me gustaba tu cabello largo —dijo mientras acariciaba mi nuca en forma provocativa—. Creo que deberías dejar que crezca de nuevo…

—Cierra la boca —concluí buscando la manera más sutil de retirarme antes de caer en su juego de nueva cuenta. No obstante sus labios ya se posaban sobre los míos y sus manos se ocupaban de apresarme para cuando pretendí emprender la huída…

 

*

 

Luego de un rato ambos reposábamos bajo las sábanas, agitados tras un intenso encuentro; uno de esos momentos en los que simplemente perdía la cabeza de la mano de mi versado amante. El mundo se volvía tan simple como entregarse a las sensaciones y no había lugar para nada más… no preocupaciones, no problemas y no sufrimiento por antiguos amores… aún si ello implicaba cargar con el peso de la culpa más tarde.

 

Me removí inquieto al pensar que cinco años habían pasado en un parpadeo y no por ello habían sido más sencillos.

 

Después de la propuesta de Al, todo en mi interior se había convertido en un completo caos. Me encontraba confundido no sólo porque él parecía ser la causa de mis problemas, sino también la solución.

 

Algo me decía que debía andar con cautela, no confiar en él y no olvidar que había sido el responsable de separarme de Allen; pero tampoco era que pudiera ignorar todas las atenciones que tenía con Andy y conmigo, la forma en que nos cuidaba y procuraba… fue sólo cuestión de tiempo antes de que terminara desarrollando una extraña simpatía por el galante conde.

 

En algún punto del camino su personalidad seductora y su físico atractivo ya no me resultaban tan molestos como antaño. Consciente de que había perdido a Allen, sólo convirtiéndome en amante del conde había logrado encontrar el refugio que mi maltrecho corazón necesitaba y aún cuando pensar en tomar a Albert como reemplazo me resultaba imposible, en aquel momento había sido el impulso para poder seguir adelante.

 

Descubrí que aquel hombre era diferente de lo que había pensado, porque él veía la vida de una forma práctica, disfrutando de lo que el momento le ofrecía y luchando con gran empeño para obtener todo aquello que deseaba, aún si sus métodos no eran los más adecuados…

 

Y fue así que decidí ser su amante, porque él era el único que conocía la razón de mi sufrir y porque ahora era el único capaz de nublar mi mente al hacerme el amor. Poco después, negándome a agregar otro secreto a la lista, terminé por comunicárselo a las únicas personas importantes que me quedaban. Isaac, no había reaccionado nada bien y lejos de ello había intentando en innumerables ocasiones hacerme desistir; no obstante, y sólo al notar que realmente no daría un paso atrás, terminó por aceptarlo en nombre de la amistad que teníamos.

 

Por otra parte a Helena no le había resultado “tan sencillo”. La chica Lowell había derramado un mar de lágrimas y había suplicado desesperadamente por una oportunidad que nunca llegó. Ella no lo entendía y se negó a hacerlo durante un par de años, luego de los cuales finalmente terminó resignándose y aun cuando no parecía aceptarlo del todo, al menos tenía la impresión de que había comenzado a otorgarme su perdón.

 

Comprendí que quizá ella estaba pasando por lo mismo que yo. No era que el dolor que sentíamos por esa persona amada e inalcanzable hubiera desaparecido, pero el tiempo y las circunstancias nos habían obligado a desistir y aceptar que las cosas nunca serían como nosotros deseábamos.

 

Y quizá este último pensamiento fue el que más tiempo me tomó comprender ya que tan sólo escuchar un rumor referente a Allen bastaba para que mi voluntad se tambaleara y sintiera ganas de salir corriendo a buscarlo. Fue una pena con la que tuve que cargar solo y en silencio, por lo que en ocasiones me parecía que enloquecería ante la aplastante urgencia que tenía de sentir su calor de nuevo… de decirle cuánto lo amaba.

 

No obstante, las habladurías nunca me dejaron olvidarme de la realdad y se aseguraban de ponerme los pies en la tierra cada que me recordaban que él ya tenía una esposa e hijos… No podía más que obligarme a desoír a mi corazón.

 

Y a la par en que me esforzaba por conciliar mis deseos internos, tuve que lidiar con la agitada vida que Albert me había impuesto al mantenerme corriendo entre estancias temporales; no pasábamos más de un par de días en un mismo lugar por alguna razón de la que ni siquiera tenía completa certeza.

 

Nos tomó cerca de tres años estabilizarnos y para ello había sido necesario abandonar el reino en un largo viaje que al menos a Andy y a mí nos había permitido iniciar una vida distinta.

 

Albert no había cambiado ni una pizca al paso de los años. Podía desaparecer por días enteros debido a sus turbios negocios y aún cuando el pelinegro me creía ignorante de ello, sabía de sobra que también gustaba de sus furtivas aventuras con amantes casuales.

 

Pero extrañamente y a pesar de todo había resultado ser el maravilloso padre que yo no había logrado ser aún con todo mi esfuerzo y debido a ello no había tenido el valor de desmentir a Andy cuando éste comenzó a creerlo su padre. Ambos parecían realmente felices teniéndose el uno al otro y aquello fue suficiente para reconfortarme durante algún tiempo, pues si bien no podía tener a Allen al menos mi privación estaba teniendo un lado amable.

 

**

 

Las siguientes horas habían transcurrido sin que realmente les prestara mucha atención y sólo me vi obligado a volver a la realidad cuando Andy pedía agotado que le lleváramos a la cama.

 

Al se había disculpado diciendo que tenía algunos pendientes por atender y luego de eso se había encerrado en una habitación que usaba para escribir o trabajar sobre asuntos de los que yo no estaba enterado. Sin más remedio tomé al niño en brazos y lo llevé hasta su habitación, arropándolo y metiéndolo bajo las cobijas mientras me preparaba para contar la acostumbrada historia antes de dormir.

 

El cuento había comenzado y Andy me escuchaba con gran atención cuando de pronto un ruido llamó nuestra atención… ¿era un cristal roto? Con una sola señal pedí a Andy que se mantuviera en silencio y con paso sigiloso salí de la habitación para acercarme a la escalera y tratar de dar un vistazo.

 

Un momento después alcancé a ver pasar a dos hombres que avanzaban con gran cautela. Alarmado volví a la habitación de Andy y miré por la ventana encontrando por lo menos a cinco hombres más que parecían muy concentrados en su tarea de vigilar.

 

—Andy levántate —pedí casi en un susurro—. Quiero te mantengas muy callado, ¿de acuerdo? —el niño únicamente asintió sin atreverse a decir nada más.

  

Subí a Andy a mi espalda y a toda prisa bajé las escaleras encerrándome en la primera habitación que se me había cruzado. Tomé una silla y aseguré la puerta esperando que nadie me hubiera visto u oído, deseando contar con algo de tiempo para poder saber si quiera que demonios era lo que estaba pasando.

 

¿En dónde estaba Albert?

 

Recorrí aquel espacio con la mirada, pretendiendo dar con algo útil y al fallar en la búsqueda no me quedó más que optar por abandonar el lugar e ir en busca de ayuda. Quizá algún amigo de Albert, la familia que cumplía para nosotros las funciones de la servidumbre… ¡Alguien que pudiera darnos una mano o cuando menos encargarse de cuidar a Andy para que yo pudiera moverme con soltura!

—Tenemos que salir de aquí Andy —dije a la par en que intentaba tomar al pequeño en brazos, el cual sorpresivamente se resistió.

—¡No, tenemos que ayudar a papi! —pedía sonando desesperado y comprendí que no saldría nada bueno de intentar llevármelo por la fuerza. Seguramente lograría llamar la atención lo suficiente como para que nos capturaran.

—De acuerdo, cálmate por favor cielo… Veamos… Quiero que te escondas mientras que yo salgo a buscar a Al.

—¡No! —gritó de pronto luciendo bastante irritado, provocando que me sobresaltara y le cubriera la boca al instante, volviéndome temeroso hacia la puerta esperando lo peor—. ¡No me quiero quedar solo! —había gritado Andy liberándose tras el forcejeo.

 

No pude evitar paralizarme por un momento, sorprendido por la repentina desobedeciencia de Andy.

 

—¡Hey, creo que he escuchado a alguien aquí! —de un momento a otro la puerta comenzó a moverse ante la insistencia de aquel que pretendía entrar—. ¡Maldición, esta atorada, vamos a echarla abajo! —gritaron desde fuera y sin detenerme a pensarlo más abrí una ventana y salí prácticamente arrastrando al niño que montaba una rabieta en el momento menos adecuado.

 

—¡Andy, guarda silencio! —murmuré mientras daba un tirón a su brazo, conteniéndome para no darle una bofetada en correctivo e intentando hacerlo callar antes de que todos supieran en donde estábamos—. ¡Si no te tranquilizas ahora nos atraparan antes de que podamos ayudar a papá! —sentencié ya fastidiado y de pronto como si hubiera mencionado las palabras mágicas, el berrinche se detuvo dejando lugar únicamente a un hipido apenas audible; al parecer había dado justo en el clavo.

 

Apresuramos el paso y rodeamos la casa manteniéndonos ocultos entre los arbustos; moviéndonos con gran sigilo bajo el cobijo de la penumbra y puesto que la forma más rápida de volver eran las ventanas, sin detenerme a pensarlo demasiado rompí una de ellas dando un par de codazos al cristal antes de que éste reventara en múltiples fragmentos.

 

Con gran dolor comprobé que varios de ellos habían terminado enterrados en mi brazo, logrando que la sangre comenzara a correr a lo largo del antebrazo con gran calidez y bajo la situación en la que nos encontrábamos no pude más que balbucear algunos maldiciones y seguir adelante tratando de no prestarle demasiada atención al dolor.

 

Tan pronto saltamos por la ventana me percaté de que nos encontrábamos en la habitación anexa a la biblioteca personal de Albert y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que el conde estaba tumbado contra su escritorio cubriendo su hombro izquierdo. Andy no había perdido un solo momento antes de arrojarse llorando desesperadamente sobre el cuerpo inerte.

 

Nuevamente me había quedado helado ante aquella escena que no esperaba ver. Titubeé sin tener claro que debía hacer, ¿estaba muerto? no lo sabía y no tenía tiempo para seguir perdiendo pues la puerta del lugar no paraba de sacudirse resistiendo a la ofensiva de nuestros atacantes; entonces todavía aturdido me acerqué para comprobar su estado, justo cuando débilmente había conseguido abrir los ojos.

 

Suspiré con alivio al verlo despertar y me arrodillé frente a él notando al instante que la herida en su hombro era realmente profunda.

—¿Qué demonios hiciste esta vez Al? —cuestioné intentando ocultar el temor que había comenzado a sentir al ver que la situación se nos iba de las manos.

—Sólo háganme un favor y escapen ahora —respondió evadiendo mi pregunta, pretendiendo hacerse el fuerte.

—No digas estupideces —y no dispuesto a escuchar sus palabras me las arreglé para levantarlo… Era demasiado pesado, aún si ponía todo mi esfuerzo en llevarlo estaba seguro de que no íbamos a lograrlo; no obstante tampoco podía dar media vuelta y dejarlo morir a manos de quien quiera que estuviera buscando ajustar cuentas.

 

Si lo pensaba no podía dejar de repetirme que la vida se estaba burlando de mí, pues no contenta con que permaneciera al lado de Albert, ¿ahora tendría que morir intentando salvarle la vida? No pude evitar que una sonrisa boba se me escapara por semejante ironía.

 

—¿Por dónde deberíamos ir? —cuestioné, volviendo mi atención a la puerta que de forma intermitente se quejaba por el maltrato que estaba recibiendo.

—El librero… una sección es falsa —y señaló la parte baja del mismo pues tal parecía que articular una sola palabra implicaba un esfuerzo titánico. Lo ayudé para que se agachara y sin estar muy seguro de qué había movido logró que la última sección del librero se abriera mostrando un pequeño pasadizo.

 

Sin perder más tiempo lo empujé dentro junto a Andy al escuchar que los golpes contra la puerta se hacían cada vez más fuertes; realmente iban a tirar la puerta.

 

—¿Algún arma? —pregunté sintiéndome cada vez más exaltado.

—Bajo… el escritorio —alcanzó a decir y casi por reflejo cerré la pequeña puerta del librero dejándolo encerrado. Un golpecito se escuchó a manera de reclamo y luego nada, probablemente creyendo que escaparía.

 

Sintiéndome un tanto aliviado al saber que ahora Andy estaba con Al, me agaché buscando bajo el escritorio y encontrando una espada corta, justo en el momento en que caí en cuenta de que el golpeteo de la puerta se había detenido.

 

Salí decidido a comprobar qué había ocurrido cuando algo fue colocado sobre mi cabeza, un pequeño saco quizá. Alguien me sostenía fuertemente intentando someterme…

 

¡Que estúpido había sido! Tan ocupado había estado con la distracción que representaba la puerta que me había olvidado por completo de la ventana por la que habíamos entrado.

 

Con gran rapidez mis manos fueron atadas por alguien más, en tanto que yo no dejaba de forcejear para soltarme, consciente de que si me atrapaban sería el fin de Al y probablemente de Andy. Si había llegado tan lejos como para entrar en la casa no iban a tocarse el corazón frente a un niño, ¿o sí?

 

Tristemente no hubo resultado y nada parecía estar por cambiar hasta que alguien me empujó…

 

Mi cabeza había golpeado contra algo realmente duro, me sentía aturdido y los sonidos a mi alrededor parecían hacerse cada vez más lejanos. Mi consciencia se desvanecía y confundido como estaba, terminé siendo vencido por la enorme pesadez que me invadía.

 

***

 

Asomado a la ventana repasaba mentalmente mis planes para el próximo viaje, todo estaba listo y tan pronto la luna llegara a su punto más alto partiríamos.

 

De pronto la puerta me distrajo con un suave golpeteo y momentos después se abría dejando entrar a Ian, el cual tan pronto vio la ropa dispersa sobre la cama movió la cabeza en negativa.

—¿De nuevo? —insistió ante lo obvio.

—Si

—¿Por cuánto tiempo?

—No lo sé, quizá un par de meses

—Allen, ya basta, ¿cuál es el punto de mantener esta búsqueda que sólo te está haciendo daño? —cuestionó esta vez notablemente afectado.

—Para ti es muy fácil decirlo porque Mía está con nosotros, ¿no? —el mellizo frunció el ceño ante el peso de la verdad—. Tú no puedes entenderlo Ian —suspiré resignado.

—Tienes razón, quizá no entiendo la manera en que te sientes, pero sé que esto no le está haciendo bien a nadie, ¿no ves que la vida te dio otra oportunidad? Tienes hijos que te quieren, un reino próspero, súbditos leales… nos tienes a Mía y a mí, ¡¿no es suficiente?!

…¡Abre los ojos de una vez! Ya han pasado cinco años, es muy probable que estés buscando a un muerto y si Emile aún está con vida… quizá no le importó regresar, entonces, ¿si él pudo volver la vista a otro lado porque tú no puedes?

 

El exasperado mellizo seguía mirándome enfadado y para entonces no pude más que cerrar los ojos e intentar despejar mi mente para no golpearlo por su falta de tacto al hablar de algo que dolía tanto.

 

—Retírate… por favor —y eso fue lo único que pude decir antes de sentirme perder el control.

 

¿¡Cómo se atrevía!?

 

Luego de todos los sacrificios que  había hecho para lograr su bienestar y era así como me pagaban…

 

Pero no era que yo no lo hubiera notado, hacía ya un par de años que había comenzado a percatarme de como los mellizos dejaban de ser esos cómplices incondicionales que habían sido durante su infancia.

 

Ciertamente estaba obsesionado con encontrar a Emile o lo que quedara de él… quería cobrar venganza y no me importaba si para ello tenía que ensuciarme las manos. No obstante la búsqueda no había rendido frutos y cansado de la espera decidí ponerme al frente de los pequeños viajes cuya frecuencia aumentaba al paso de los años casi a la par de mi desesperación.

 

Quizá al fin y al cabo tenían razón, tal vez en algún punto y sin haberlo notado siquiera había enloquecido.

 

Entonces no podía culparlos…

 

Pero era algo que estaba seguro tenía que hacer porque aún cuando tenía a los mellizos y a mis hijos no parecía suficiente…

 

Yo no estaba completo…

 

Luego del regreso de Mía mi ánimo no había hecho más que empeorar hasta límites insospechados, la incertidumbre que me provocaban las incomprensibles acciones del conde no habían sido más que el preludio de lo que se convertiría en mi infierno terrenal.

 

De alguna manera Midford se las había arreglado para desaparecer llevado consigo cualquier posibilidad de encontrar a Emi. Todos los planes se habían ido por la borda y ahora mi realidad era tan distinta a lo que alguna vez había imaginado, que casi me parecía que era una broma cruel del destino.

 

La única luz en toda aquella oscuridad definitivamente eran mis tres hermosos hijos que ajenos a las circunstancias que nos rodeaban lograban alegrar mi día tan sólo con una sonrisa, entregando su cariño sin exigir nada a cambio y siendo tan inocentes como sólo ellos sabían

 

Fue por ello que si en algún momento me había planteado hacer todo a un lado y renunciar a la corona para dedicar mi existencia a la búsqueda de Emile y Midford, ahora me encontraba incapaz de hacerlo porque no soportaba la idea de dejarlos abandonados a su suerte…

 

Sin embargo era incapaz de desistir en mi búsqueda, porque mi alma sólo había conocido la paz al lado del rubio y me negaba rotundamente a olvidarme de aquella felicidad que me había hecho tocar el cielo.

 

¿Él seguía con vida? ¿Aún me amaba?

Las preguntas acechaban a mi mente como demonios en ocultos en la penumbra; alentándome a buscar al único que podía responder a ellas. Sólo podía esperar que el rubio perdonara todos mis errores y me diera otra oportunidad de protegerlo y de amarlo.

 

***

 

Esa noche la cena había transcurrido en un inquietante e incómodo silencio. Ian y Mía parecían bastante indignados al ver que mis planes seguían su curso. Isabella todavía no había dicho nada, pero en sus ojos se encendía esa chispa de intuición que sugería que se mantendría muy atenta a mis movimientos.

 

Y en medio de esa insoportable situación los niños eran los que más parecían sufrir, manteniéndose muy callados, comiendo casi sin querer ser notados. No podía dejar de preguntarme si tendría que hacer una pequeña intervención en su favor, pero consciente de que en un descuido podría alentar la curiosidad de Isabella decidí dejarlo pasar.

 

De pronto, interrumpiendo mis cavilaciones, una de las doncellas de la servidumbre llamó a la puerta, anunciando su presencia y acercándose a mí con suma discreción para notificarme que uno de mis hombres solicitaba verme con urgencia.

 

Volví la mirada y descubrí que todos los presentes me miraban expectantes, como esperando una explicación que no iba a llegar.

—Me disculpo, pero debo atender un asunto con urgencia  —dije antes de que alguien se atreviera a abrir la boca y casi a la par apresuré la retirada, ansioso por saber que me esperaba tras aquellas puertas.

 

Efectivamente uno de mis hombres me esperaba en la habitación designada para las reuniones concernientes secretamente a Emile. Tan pronto hice mi entrada el hombre se arrodilló y saludó respetuosamente, exhibiendo finalmente un dejo de satisfacción en el rostro.

—¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué me has hecho venir con tanta urgencia?

—Majestad, los encontramos…

 

 

Notas finales:

Bien, esta vez seré muy breve.

Espero haya sido de su agrado  n_n

Gracias por leer y nos vemos en el siguiente capítulo!


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