Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

!Hola a todos!

Por fin conseguí regresar luego de cuatro meses y un montón de sucesos desafortunados -.- '' de pronto me parece que la desgracia me sigue jaja

Pero bueno, no es momento de quejarse, les dejo el séptimo capítulo y ojalá que les guste.

Por cierto que quisiera dedicarlo a una lectora que cumple años este martes... ¡feliz cumple talbot! 

y por otra parte quiero disculparme con esta actualización por haber dejado de lado el fic.

De momento los dejo leer y sigo en las notas finales.

El día había terminado y por fin podía encerrarme entre las cuatro paredes de mi habitación…

 

Al cerrarse la puerta tras de mí, era capaz de dejar caer la máscara con la que cargaba y con ella las lágrimas que por más que intentaba no conseguía detener. Hacía ya varias semanas que todo parecía haberse puesto de cabeza y a causa de ello no dejaba de pensar en lo estúpida que había sido al actuar tan precipitadamente.

 

¿Cómo había podido ser tan ingenua como para irme así nada más?

 

Ahora, después de darle muchas vueltas al mismo asunto, me daba cuenta de que si Emile y yo nos hubiéramos casado esto jamás habría sucedido. Entonces él no hubiera tenido el valor para dejarme.

 

¿Cuántas noches no se me habían ido pensando en un futuro que nunca llegaría?

 

Mi corazón vibraba al imaginar lo bello que habría sido un momento en donde Emile y yo cuidáramos amorosamente de nuestros hijos; tal vez dos encantadores niños rubios iguales a su padre.

 

Una realidad que había tenido al alcance de mi mano y que debido a un descuido se me había escapado, ¿era mi culpa o la suya? ¿Quizá de ambos?

Sentía cólera al pensar en lo que dirían mis amigas, tendría que inventar alguna buena excusa para aminorar la humillación a la que Emile me estaba condenando y sin embargo, aún cuando era una de las peores cosas que me habían ocurrido en la vida no podía concebir siquiera la idea de odiar al distraído rubio.

 

Porque me parecía que a cada momento que estábamos separados, mi amor por él crecía más y más, que aquella debilidad que sentía ahora mismo, se transformaba en la fuerza que me impulsaba a seguir con mi día a día; especialmente así como ahora pintaba la situación…

 

A mi regreso un inusual ambiente envolvía la casa, puesto que ni mi amado rubio ni su padre se hallaban en ella; Brandon se comportaba de forma extraña e inclusive la servidumbre parecía estarme evitando. Nadie daba señales de querer aclararme nada, me sentía casi ajena a lo que ocurría y sabiendo que no resistiría semejante situación, confronté a Brandon.

 

Jamás esperé escuchar algo como lo que me dijo esa tarde, mi hermano acusaba al señor Benjamín de ladrón…

 

¿De pronto debía creer que el hombre que nos había cuidado durante tantos años ahora nos estaba robando?

 

Y ya parecía bastante malo cuando agregó que Emile había osado amenazarlo con su espada con tal de escapar con el dinero. ¿Aquel chico distante y tímido había intentado lastimar a mi hermano?

 

Simplemente no podía con algo así; me di la vuelta y me encerré en mi habitación decidida a pensar en que lo que había escuchado era una tonta mentira y que mi hermano sólo intentaba jugarme una mala pasada. Emile y su padre seguramente había salido a atender algunos asuntos y cuando regresaran tendría la más hermosa de las bodas, en donde todos reirían cuando les contara lo preocupada que todo esto me había tenido.

 

Pasaron los días y Brandon no se retracto de lo dicho, del mismo modo ni Benjamín ni Emile aparecieron por la casa. Desesperada acudí a Isaac; el mayordomo siempre había mantenido una relación muy cercana con el rubio y si alguien tenía que saber la verdad sobre lo que estaba ocurriendo era él. Lo busqué por toda la casa y cuán decepcionante me resultó recibir una negativa de su parte al encontrarlo, Isaac alegaba no saber nada sobre el asunto.

 

¿Me estaría mintiendo?

 

No, él no era así, probablemente sólo eran mis nervios que comenzaban a traicionarme. Me di cuenta de que tenía que actuar rápidamente o al que paso que iba pronto terminaría cayendo presa de  mi propia paranoia.

 

¿Pero qué podía hacer? ¿Cómo encontrar a Emile sin que Brandon se enterara? Lo último que deseaba era contrariar a mi hermano y comenzar una riña por algo de lo que aún no tenía certeza. Pasé varias noches dando vueltas al asunto, ideando mil y una maneras para lograrlo; hasta que por fin di con la respuesta.

 

Brandon no me tenía prisionera en nuestra casa y puesto que siempre había gustado de asistir a fiestas y reuniones, eso no tendría por qué cambiar ahora; yendo de un lugar a otro era más probable que llegara a saber algo del rubio que si me quedaba encerrada en mis delirios. Comencé a arreglarme y a salir todas las noches, siendo que de cuando en cuando debía aceptar por acompañantes a mi hermano y al conde Midford.

 

Albert nunca había sido de mi completo agrado y menos aún cuando me percaté de que tenía un extraño interés por Emile; sin embargo debido a que su amistad con Brandon parecía haberse estrechado no tuve más opción que sobrellevarlo, lo cual parecía hacerse más difícil cada día pues pronto me encontré con que ya era un huésped en nuestra casa…

 

—Señorita Helena el desayuno está servido, su hermano y el conde Midford ya la esperan —anunció Isaac como hacía unos días había comenzado a hacer.

—Gracias, bajo en un momento —otro día comenzaba y ya estaba pensando cuál de las invitaciones que recién habían llegado debía aceptar.

 

Minutos después llegué hasta el enorme comedor que lucía triste y vacío con sólo dos personas en él, era ridículo tener espacios tan grandes cuando sólo quedábamos nosotros.

—Buenos días Helena querida, que dicha poder deleitarnos por la mañana con tan encantadora presencia —que tipo más adulador, tenía ganas de darme la vuelta y fingir que no lo había escuchado nada.

— Me halagan sus palabras conde… puedo asegurarle que no hay nada forma más bella de comenzar el día que en compañía de mis dos caballeros favoritos — dije mientras sonreía intentando parecer convincente, tomé mi asiento y volví la mirada a mi hermano en busca de ayuda para desviar la atención de Albert.

Brandon inmediatamente retomó la conversación que había detenido y en tanto el desayuno transcurría me entregué a mis melancólicos pensamientos…

 

—¿Qué dices Helena? ¿Nos acompañas o ya has hecho planes? —preguntó mi hermano justo cuando estaba más distraída, los miré un tanto desconcertada mientras ambos esperaban atentos por una respuesta que sencillamente no tenía.

—Oh, disculpa hermano pero me perdí de la conversación por un momento, ¿podrías repetir tu pregunta por favor? —me sentía avergonzada pero intenté mantener la compostura, no quería que Albert advirtiera que mis sentimientos podían ser tan evidentes. Me preocupaba demasiado lucir vulnerable frente a él y quería mostrarle que por más que lo intentaría no podría usarme igual que a otras tantas mujeres.

—Espero que el motivo no sea el joven Fenette; después de lo que ocurrió no creo que sea digno de los sentimientos puros de una dama —intervino Albert con un dejo de molestia —Pero dejando este pequeño incidente de lado… les hablaba de que el rey está enfermo, así que planeo visitar el palacio real y preguntaba a usted y a su hermano si les gustaría acompañarme.

 

La oferta no sonaba nada mal, además sabía de buena fuente que los bailes que organizaban en el palacio eran algo digno de verse, nada menos de lo que podría esperarse de la corte y su espléndido rey.

 

Estaba decidido, Albert nos dijo que partiríamos esa misma tarde, así que sin pensarlo dos veces empaqué todo lo necesario y me aventuré en busca de algo que pudiera darle un nuevo aire a mi penosa realidad.

 

………………………………………

 

Aún sumergido en un ligero sueño pude percibir el peso extra que se hacía presente en mi cama, me volví perezosamente en busca del responsable. Mi amado pelirrojo estaba sentado a la orilla de la cama y me sonreía a pesar de que sus ojos me decían que las preocupaciones lo estaban consumiendo por dentro.

 

—¿Qué ocurre Allen? —salí de entre las sábanas y arrodillándome a su lado lo abracé suavemente, como si pudiera quebrarse ante el toque de mis manos.

—Los detesto Emi —lentamente recargó su cabeza contra mi pecho y rodeó mi cintura con sus brazos—. No hacen más que complicar mi vida inútilmente —sentí como sus dedos se aferraban con fuerza a la tela del camisón que vestía.

—¿A qué te refieres? —se despegó de mi cuerpo y levantó el rostro buscándome la mirada.

—Ella lo ha convencido de que se casen, la boda se celebrará pasado mañana puesto que su hijo está a unos días de nacer… Esa boda hará una reina de esa ramera y todo por las precipitadas y estúpidas decisiones de un rey moribundo…

—No hables así Allen, él sigue siendo tu padre —insistí, no me gustaba nada escucharlo hablar así, ver como el odio desbordaba en cada una de sus palabras.

—¿Padre dices? Progenitor quizá, porque fue uno de los responsables de darme la vida, pero jamás fue un padre para mí, jamás supo lo que era amar a su hijo; para él no había nada más allá de las responsabilidades que implicaba ser un rey… Fuiste tú quien me enseño lo que era el amor y por ello eres lo más preciado para mí en esta vida, pero por favor no esperes que pueda perdonar todo lo que me han hecho esos dos.

—Ya no sigas Allen, no quiero escucharte hablando así… Anda, sonríe y déjame ver una vez más al dulce chico del que enamoré —Allen sacudió la cabeza y escuché que una risilla se le escapaba, de modo que al levantar la mirada esbozó una hermosa sonrisa para mí —Gracias — sonreí correspondiéndole de inmediato sin titubeo alguno.

—No voy a dejar que ellos nos separen —dijo por lo bajo, se levantó y me dejó sobre la cama—. Necesito que estés listo para cuando regrese por ti, enviaré a Ian y a Mía para que te ayuden —besó mi frente cuál madre preocupada y sin decir una palabra más salió luciendo decidido a lograr lo que fuera que tuviera en mente.

 

Me recosté nuevamente sobre la cama, quedando pensativo sobre lo último que había dicho Allen, sólo me quedaba esperar que no fuera a hacer nada drástico. Rodeé de un lado a otro en la cama en tanto esperaba a que los mellizos aparecieran y por fin después de varios minutos llamaron a la puerta; me levanté tan a prisa como pude, intentando no caer pues estaba completamente enredado entre las sábanas.

 

Abrí la puerta y ahí estaban, Ian sonriente como siempre y Mía luciendo fastidiada al punto de que ni siquiera me dirigía la mirada.

—Buen día señorita Emily, el baño ya está preparado para recibirla, démonos prisa antes de que el agua se enfríe —Ian me ofrecía su brazo y comenzamos a andar por los pasillos siendo seguidos muy de cerca por su hermana. Al llegar entré sin demora y me disponía a quitarme la ropa cuando vi con horror que Mía entraba sin la menor preocupación.

 

—Q- qué… ¿Qué haces aquí dentro? —pregunté intentando moderar mi alarmado tono.

—¿No es obvio? Te voy a ayudar  —respondió rápidamente en tanto se acercaba a mí.

—No… no es necesario que te molestes —alegué nuevamente mientras retrocedía paso a paso.

—No es que quiera “molestarme”, pero el príncipe pidió que lo hiciéramos —de pronto sin dar más aviso se agachó y tomando la parte baja del camisón intentó levantarlo para desprenderme de él, mientras que yo, con ambas manos me resistía a permitir que lograra lo que se proponía—. ¡Deja de comportarte como una niña malcriada! —decía sin desistir.

—¡No! ¡Ya te dije que yo puedo sola! —Inesperadamente me pareció que la chica iba a ganarme, pues el camisón ya comenzaba a subir y sin saber que más hacer me deje caer sentándome sobre la tela para asegurar que no siguiera—. ¡Ian! ¡Ian! ¡Ayúdame! —comencé a gritar desesperadamente.

 

De pronto la puerta se abrió de golpe y el pelinegro entró notablemente exaltado.

—¿Qué pasa? —momentos después el chico se quedó paralizado mirando lo que ocurría—. ¡Mía! ¡Suéltala! ¿Te has vuelto loca? —Ian se lanzó sobre su hermana e intentaba alejarla de mí sin que ella cediera ni un poco, antes de darme cuenta los tres nos encontrábamos forcejeando en una escena de lo más ridícula…

 

Poco después  los tres quedamos sobre el piso completamente agotados, intentando recuperar el aliento.

—¿En qué estabas pensando Mía? Seguro que el príncipe se enfadará si se entera de esto —decía Ian mientras miraba a su hermana con desconcierto.

—Todo es su culpa —alegó Mía en defensa propia y sin dejar de mirarme entornando los ojos.

—Sólo pido algo de privacidad durante el baño, les agradeceré mucho si me dan algunos minutos a solas… yo… no estoy acostumbrada a que alguien más miré mi cuerpo —me excusé con lo primero que acudió a mi mente.

 

Mía  no lucía ni remotamente convencida con mi vago argumento, no obstante su hermano no le quitaba de encima una mirada acusadora que tras algunos segundo hizo que la complicada chica se rindiera.

 

Ya a solas me apresuré con el baño; me pareció un desperdició no poder disfrutar del agua tanto como yo quería, pero tampoco estaba dispuesto a arriesgarme a que Mía sufriera otro ataque de ansiedad e intentara sacarme de la tina por la fuerza. En lugar de ello me apresuré a secarme y me coloque toda la ropa interior.

 

—Ya pueden pasar —y tan pronto lo dije el par de mellizos entró… Nuevamente Ian se había paralizado en la entrada.

—¡Oh por todos los cielos! ¡El príncipe me matará! —de inmediato Ian se giró cubriendo su rostro con ambas manos.

— ¡Vaya, vaya! No deja que yo le ayude durante el baño y permite que tú la veas en paños menores — bufó su hermana molesta.

 

No parecía la gran cosa, pero me estaba olvidando de que debía comportarme como una señorita y que con mi actitud de recién no me hacía más que parecer un desvergonzado cualquiera…

Sin perder un segundo más, Mía se acercó y me ayudó a ponerme el vestido.

Que diferente era éste del anterior, no tenía esa voluminosa falda que me impedía caminar; por el contrario la tela caía recta dándome la suficiente libertad para moverme. Esta ocasión un tenue color rosa se extendía en falda y mangas, en tanto la parte del corsé confeccionada en blanco, se encontraba decorada con diminutos brillantes, colocados uno detrás de otro, como intentando resaltar mi silueta. Un trabajo perfectamente elaborado y que dejaba ver que aquellos que trabajaban para el rey no eran cualquier cosa.

 

Una vez más tuve que confiar mi cabello y rostro a la caprichosa melliza y después de varios minutos me había transformado en una chica de apariencia grácil. Volví a mi habitación y tras la retirada de los mellizos, esperé, esperé y esperé…

 

Completamente aburrido decidí echar un vistazo por el balcón, afuera pude apreciar nuevamente la belleza de los jardines en cuyo centro se levantaba una fuente, donde alegremente jugueteaban las aves. Más allá de eso no había ni un alma en las cercanías…

 

—¿En dónde estás Allen? —un suspiró se me escapó y decidí regresar a la cama para recostarme un rato. Era extraño, ahora que Allen y yo estábamos bajo el mismo techo era como si estuviéramos aún más distanciados que antes; me asustaba la posibilidad de que esto fuera sólo una pequeña prueba de lo que me esperaba.

 

¿Terminaría siendo un estorbo para el pelirrojo? ¿Un juguete del que se cansaría y terminaría botando sin remordimiento alguno?

 

Estaba seguro de que no podría soportar algo así, en especial ahora que me había hecho probar las mieles del amor… inevitablemente las imágenes de la noche que habíamos compartido se agolparon en mi mente y me pareció que la  temperatura de todo mi cuerpo incrementaba.

 

Podía sentir nuevamente ese cosquilleo en la entrepierna y sin detenerme a considerarlo, levanté cuidadosamente la tela del vestido hasta mi abdomen, permitiéndole a mi mano colarse bajo la ropa interior. Un tímido roce hizo que me tensara por completo, pero no fue suficiente y aún cuando me sentía como un total pervertido  comencé a tocar mi intimidad, imitando los movimientos que las manos del pelirrojo habían hecho pocas horas antes.

 

Cerré los ojos fuertemente mientras mis movimientos se hacían cada vez más enérgicos en un intento por satisfacer el deseo que me devoraba.

¡No podía creer lo que estaba haciendo!

 

Entonces sin darme oportunidad a hacer nada la puerta se abrió dejando entrar al pelirrojo…

Ambos nos encontrábamos incapaces de movernos, sin saber que decir, uno por verse descubierto y el otro por lo que acababa de ver.

 

—A-Allen… yo… yo —si antes había sentido mi cuerpo calentarse, ahora me parecía que se estaba quemando a causa de lo embarazoso que resultaba el verme atrapado  en semejante situación.  El pelirrojo llegó hasta la cama sin decir una sola palabra e hizo mi mano a un lado para tomar su lugar…  frotaba lentamente, mirando atento cómo reaccionaba mi miembro ante su maravilloso toque.

 

La vergüenza se transformó en un placer delicioso… delirante… y nuevamente cerré los ojos dedicándome únicamente a sentir; siendo que no era únicamente su mano, pues su lengua también comenzó a pasearse sobre mi cuello avanzando en una tortuosa travesía hasta lograr que nuestros labios se unieran en un desesperado beso.

 

Las abrumadoras sensaciones me hacían jadear sin poder detenerme y pocos momentos después había terminado, respirando agitado y aún con la mano de Allen sobre mi miembro  cubierta por aquel líquido blanquecino.

—Lo… lamento… —dije aún con la voz entrecortada intentando excusar mi pésimo comportamiento.

—Estarás perdonado si te responsabilizas por los estragos de tus acciones —lo miré confundido y sin obtener respuesta alguna. Sus labios a penas rozaban los míos en un irresistible toque mientras mi mano era guiada hasta la intimidad del pelirrojo que aguardaba impaciente por un poco de atención.

 

Cohibido por la lujuriosa mirada encima de mí, inicié un sutil movimiento aún por encima de su ropa y pude ver al pelirrojo cerrar los ojos y apretar los labios conteniendo un jadeo. Me gustaba lo que veía, al parecer yo también era capaz de hacer que Allen perdiera la cordura, así que con el orgullo casi tan erguido como su miembro hice que cambiáramos de posiciones.

 

Una vez arriba titubeé sobre lo que debía hacer, hasta que una mano amiga o más bien dos, llegaron para ayudarme. Con impaciencia el pelirrojo consiguió bajar su pantalón dejándome el camino libre… un sutil roce y un toque más atrevido después, poco a poco conseguí que mi mano recorriera desinhibida la extensión del pelirrojo.

 

Embelesado por la imagen frente a mí, terminé dejándome llevar, siguiendo la pauta que nuestros cuerpos marcaban. Pronto me encontraba inclinándome sobre la entrepierna de Allen y deslizando mi lengua sobre la húmeda punta de su miembro.

 

—¿E-Emi? —escuché que llamaba y sin darle mayor importancia engullí su erección, bajando y subiendo, lenta y rápidamente, presionando con mis labios y provocando que el pelirrojo se removiera debajo de mí. Mojaba su miembro por completo y luego me encargaba de succionar cuidadosamente todo lo que se había derramado.

 

Allen gemía por lo bajo en tanto yo continuaba sin dar tregua a su miembro y mi retribución no tardó en llegar junto con la esencia del pelirrojo que se desbordó por mi boca…

 

Tumbados sobre la cama intentábamos recuperarnos y puesto que la cordura estaba volviendo a mí no tenía idea de cómo mirar a Allen sin sentirme morir de vergüenza.

 

—¿Qué ha sido todo eso Emi? —preguntó Allen  al fin manteniendo su rostro oculto bajo uno de sus brazos.

—Tardaste demasiado en venir… —¿y después?¿ En verdad que era lo que me había ocurrido?—. Creo que comenzaba a extrañarte y… no lo sé, sólo ocurrió… —Allen por fin me miró y la risa se le escapó.

—Definitivamente tenemos que repetirlo —aseveró besándome dulcemente y sin perder la alegre sonrisa.

— ¿En dónde estabas? —pregunté desviándome del incómodo tema, escuché un suspiró por parte del pelirrojo a quién no parecía agradarle la idea.

—Fui a hablar con mi padre, quiere conocerte y venía para que fuéramos de inmediato... Jamás creí que me recibirías de una manera tan singular—afirmó con satisfacción, riendo de nueva cuenta—. ¿Estás mejor? —preguntó incorporándose como si nada; ya de pie me dio un vistazo como asegurándose de que todo estuviera en perfecto estado,  me tomó por la mano y casi a rastras me sacó de la habitación.

—¡E-espera! ¡Allen por favor!—pedía mientras inútilmente me resistía—. No estoy preparado… —súbitamente se detuvo ocasionando que casi me golpeara contra él.

—Luces realmente encantador, así que no tienes que preocuparte por eso —respondió sin darle mucha importancia a mi comentario.

—No estoy emocionalmente preparado para esto —lo miré suplicante en espera de que se retractara y me permitiera regresar a la habitación, pero él no parecía tener intenciones de ceder—. Bueno… a mí… la verdad es que… me asusta la idea de hablar con tu padre —dije tomando su brazo con fuerza.

 

El pelirrojo no dijo una sola palabra, ¿tan indiferente le resultaba lo que yo estaba sintiendo? Levanté la vista buscando alguna explicación y en lugar de ello, sin previo aviso me plantó un beso…

Se separó dejando escasos centímetros entre nuestros rostros y me miró fijamente; no dudé en aceptar la invitación. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y nuevamente comenzó a besarme.

 

—Allen... Allen… —repetía su nombre entrecortado en cada oportunidad que tenía. En cada beso era igual que si fuera hechizado por sus exquisitos labios y podía perderme en ellos sólo con cerrar los ojos, siendo detenido únicamente por los cálidos brazos que me estrechaban.

 

“Allen tenía magia”

 

Lentamente detuvo nuestros besos mientras sus manos se deslizaban por mis mejillas en una suave caricia que me hubiera encantando no terminara nunca.

 

—Me parece que te encuentras mejor —el pelirrojo me miraba divertido a través de  sus vivaces ojos verdes—. Vamos Emi, no retrasemos más este asunto —nuevamente me tomó de la mano, suspiré con resignación y comenzamos a andar por los pasillos, deteniéndonos sólo una vez que estuvimos frente a una puerta de madera hermosamente tallada y varias veces más grande que las demás.  

 

—¿Estás listo Emi? —preguntó casi en un susurro y antes de darme la oportunidad de responder ya estaba llamando a la puerta, inmediatamente lo miré con horror y sujeté su mano aún con más fuerza—. No te preocupes amor, todo va a estar bien —se inclinó y depositó un fugaz beso en mis labios…

 

Estaba rezando porque así fuera, los nervios me comían vivo y podía sentir que mis manos temblaban; cuando la puerta finalmente se abrió fue como si la ansiedad aplastara mi pecho complicándome la tarea de respirar. Una chica se asomó informando de inmediato al rey sobre nuestra presencia, un “hazlos entrar” se escuchó desde dentro y no me quedó más que sujetarme al antebrazo de Allen buscando encontrar en él algo de valor para poder superar la prueba que se me presentaba.

 

Al entrar lo primero que pude apreciar fue una larga alfombra roja que se extendía bajo nuestros pies y al final de ésta un elegante trono  desde donde el rey nos miraba atentamente. Nos detuvimos e hicimos una reverencia esperando las indicaciones del hombre frente a nosotros.

 

—Gracias por haber traído a la señorita hasta aquí, ahora puedes retirarte Allen —sus primeras palabras nos habían dejado desconcertados.

—P-pero padre… —intercedió Allen notablemente sorprendido por lo inesperado del anuncio.

—He ordenado que te retires— replicó el rey, haciendo callar al pelirrojo.

 

En tanto esperábamos por el siguiente movimiento, el ambiente en aquella habitación parecía hacerse más pesado a cada momento; el pelirrojo sopesaba la situación dirigiéndole a su padre una mirada de desprecio y conteniendo el enojo. Me sentí frustrado al encontrarme impotente ante aquella situación, después de todo quién era yo para contradecir al rey.

 

¡Nadie!

 ¡Incluso el príncipe se encontraba atado de manos!

—Allen, voy a estar bien —aseveré en voz baja, intentando tranquilizarlo. Allen me miraba con la preocupación inundando sus hermosos ojos, tomé aire profundamente y lo miré intentando sonreír; no quería ocasionarle más molestias de las necesarias al pelirrojo...

 

No tenia duda alguna de que como actor era pésimo y el semblante de Allen me lo estaba confirmando, no lucía ni un poco convencido con mi farsa.

—Lo lamento Emi, tendré que dejar todo en tus manos —con gran pesar el pelirrojo cedió ante mis palabras y salió de la habitación ignorando por completo la presencia de su padre que no había dejado de observarnos ni por un momento.

 

Incómodo con todo lo ocurrido volví mi atención nuevamente hacia el rey, lentamente levantó sus brazos acercando sus palmas y aún cuando no comprendía el motivo del sarcasmo el monarca ya se encontraba aplaudiendo.

 

—Estoy realmente asombrado… ¿Sabes? Ese hijo mío no ha hecho más que empeñarse en retar mi autoridad durante toda su vida; desafía mis órdenes sin temor alguno, así que cómo decirlo… Me sorprende ver que se ha doblegado sólo por la sonrisa de una señorita. Siempre creí que el muchacho tenía el carácter necesario para gobernar sin problema alguno y después de esto no puedo evitar preguntarme si sigue siendo así —él hombre hablaba como para sí mismo, evidentemente estaba molesto y yo no podía dejar de preguntarme cómo era posible que no llevara en esta habitación más que algunos minutos y ya había conseguido poner en mi contra al rey.

—Le ofrezco mis más sinceras disculpas majestad, no fue mi intención causarle molestia alguna —¡Oh Allen por qué habías tenido que irte! ¿No pudiste ver no soy capaz de lidiar con algo como esto?

—No es necesario que te disculpes, no estás aquí para eso ¿o si? —¿qué era todo esto? ¿Estaba jugando conmigo?—. Por primera vez Allen parece interesado en la idea del matrimonio y ahora más que nunca me intriga saber el por qué, así que comienza a hablar, dime… ¿cuál es tu nombre?

 

Maldita sea otra vez ese asunto del nombre… ¡Qué dolor de cabeza resultaba tejer una mentira! ¿Y ahora a que familia debía inventar que pertenecía? Necesitaba un apellido sin mayor demora…

—Mi nombre… es Emily Havel —de alguna manera no sonaba tan mal y ni pensar en volver a usar Fenette o antes de darme cuenta estaría siendo víctima de mi propia treta.

—¿Havel? No recuerdo haber escuchado antes ese apellido en mi corte —por supuesto que no lo había escuchado antes, sólo fue lo primero en acudir en mi mente y no conseguía recordar en cuál de todos los libros que he leído lo había visto.

—Bueno es que mi padre era de otro país, era un… comerciante —y realmente lo era, aunque estuviéramos hablando en niveles distintos.

—Ya veo, entonces supongo que tu dote será entregada en oro y joyas preciosas ¿no es así? —Perfecto, me había metido en otro aprieto.

—Me temo que mis padres han muerto… y he perdido gran parte de la riqueza… —mentí rogando por que el rey se tocara el corazón y desistiera del tema.

 

No hubo respuesta, el silencio era abrumador y decidí aventurarme a levantar la vista para comprobar que estaba escuchándome.

—¿Cuál es el motivo por el que pretendes casarte con mi hijo? —la pregunta me resultó desconcertante pero la mirada fija sobre mí me confirmó que iba muy en serio.

—Porque estoy enamorada… yo... amó al príncipe y deseo compartir el resto de mis días con él —afirmé absolutamente convencido de cada palabra que pronunciaba.

—¿Entonces a pesar de que te encuentras en la ruina pretendes que crea que buscas un matrimonio por amor? —una sonrisa maliciosa se le escapó al monarca y detrás de ésta una risa burlona—. ¿Acaso tú y Allen pretenden tomarme el pelo?

—Lo lamento majestad, pero no he dicho más que la verdad —reafirmé sintiéndome cada vez más molesto.

—Creí que eras una chica inteligente —aseveró fingiéndose decepcionado—. El amor es un sentimiento inestable, que puede volverse en odio a la menor provocación; es cosa pasajera que disfrutan los jóvenes ilusos. Deberías comprender que jamás consentiré semejante situación, en especial cuando aún es posible arreglar un matrimonio que pueda beneficiar a mí reino— su semblante apacible cambió de un momento a otro, entornó los ojos y me miró con desdén—. Esto ha sido una pérdida de tiempo ¡retírate ahora! —concluyó notablemente enfadado.

 

Lo había arruinado, sentía un vacío en mi estómago y sin atreverme a levantar la mirada una vez más me encaminé a la puerta, encontrando a Carlota tras ésta.

—Emily, querida, no sabía que estabas aquí; creo que será mejor que regrese más tarde  —¿había estado escuchando toda la conversación?

—No hace falta, ya me retiraba —salí y absorto en mis pensamientos caminé sin rumbo hasta que conseguí llegar al jardín, sin tener idea de cómo lo había hecho...

 

¡Tendría que haberle mentido!

 

Haber asegurado que mi familia tenía riquezas y vastos territorios para ofrecer a su reino. ¡Qué ingenuo había sido al creer que convencería a un rey hablándole de amor!

Me sentía estúpido y avergonzado de mí mismo, ¿qué iba a decirle a Allen?

 

Por mi culpa aquel sueño que parecía tan cercano a la realidad se me había escapado de las manos, quizá el destino intentaba decirme que yo no era digno de Allen. Sentado sobre el pasto no dejaba de recriminarme mi estupidez, conteniendo el llanto que pugnaba por salir, lamentando todo aquello que había podido hacer y que no había hecho.

 

Perdí la noción del tiempo antes de preguntarme en dónde estaba Allen, ¿no tendría que haberme estado esperando? ¿Tal vez lo había escuchado todo y decepcionado de mí había decidió que no valía la pena quedarse ahí?

 

De pronto me inquietaban demasiado los motivos del pelirrojo para desaparecer así y me levanté decidido a vagar por los pasillos hasta encontrarlo. Caminaba consumiéndome por la preocupación sin advertir que alguien se acercaba por el pasillo aledaño, siendo sorprendido por la repentina aparición de Ian.

—¡Emily! —aparentemente no era el único sorprendido—. Gracias al cielo que te encuentro aquí, ¿en dónde te habías metido? No sabes lo preocupados que estábamos, date prisa y ven conmigo —obedientemente lo seguí como solicitaba y pronto estuve de nuevo en la habitación que se me había designado.

—¿Qué ocurre? —pregunté aún confuso por todo el misterio en el actuar del mellizo.

—Eso mismo quería preguntarte, no sabes cuánto me preocupé cuando comencé a escuchar todos esos rumores en los pasillos.

—¿De qué rumores hablas Ian? —enarqué una ceja y lo miré todavía más confundido que antes.

—El rey parece haber tenido una recaída en su enfermedad y los rumores te responsabilizan por ello —me había dejado sin palabras, ¿ahora además de tener que renunciar a un matrimonio con Allen tendría que lidiar con ser señalado como culpable de lo que le ocurriera al rey?

—Yo no he hecho nada y no fui la última persona en hablar con él —¿cómo iba a hacer para demostrar que decía la verdad? Estaba en un serio problema.

—Lo sé y si de algo te sirve no creo ni una palabra de todo lo que se dice; sin embargo lo único que podemos hacer por ahora es intentar sofocar el rumor, mientras tanto será mejor que te quedes aquí ¿de acuerdo?—asentí y el mellizo se retiró.

 

Carlota había entrado a ver al rey después de mí, ¿sería ella la responsable de haber iniciado el rumor? ¿Qué le estaba ocurriendo al rey? ¿Y si llegaba a morir antes de que todo se aclarara? ¿La corte exigiría que fuera sentenciado por algo que yo no había hecho?

 

Mientras más le daba vueltas al asunto, más me sentía hundir en mis errores. ¡Pero qué manera tan particular tenía yo para arruinarlo todo!

 

Suspiraba angustiado cuando el pelirrojo entró escandalosamente, envolviéndome en sus brazos casi de inmediato; tal parecía que ya estaba enterado de todo el lío y venía en la mejor disposición de reconfortar mis penas aún cuando todo había sido culpa de mis descuidos.

 

—¿A dónde habías ido? —pregunté afligido, me sentía terriblemente mal e incapaz de mirarlo por lo que terminé escondiendo el rostro en su pecho.

—Me disculpo Emi, no quería dejarte pero alguien quería hablar conmigo y considerando lo que nos espera de aquí en adelante no pude negarme —decía mientras deslizaba sus manos por mi espalda, dando palmaditas a manera de consuelo—. Ian me contó lo del rumor… ya he ordenado que lo detengan y que encuentren al responsable, habrá que castigarlo por divulgar semejante insensatez —sentenció sin titubeos.

—Dime… ¿qué es lo que le ocurrió a tu padre? ¿Va a estar bien? —pregunté sin poder disimular la pesadumbre que experimentaba.

—El viejo se ha esforzado de más estos días, se le advirtió que debía tomarse las cosas con calma y no hizo caso; es una desgracia que todo haya coincidido con el momento en que accedió a recibirte, pero no hace falta que te preocupes, hablé con el médico y ésta dispuesto a ayudarnos a aclarar todo este asunto si es necesario.

—Gracias por todo Allen —una vez más el pelirrojo había sido la luz que me alumbraba en la oscuridad.

—Sabes que haré todo lo que sea necesario para protegerte... por cierto Emi, ¿no tuviste problemas con ese hombre? ¿Dio su consentimiento para nuestro matrimonio?

—Bueno… no me dijo tal cosa, pero… supongo que debe pensarlo un poco más —Perfecto, me sinceraba estúpidamente con aquel al que debía engañar y le mentía descaradamente a la única persona que merecía la verdad.

—Entonces sólo nos queda esperar —dijo el pelirrojo con brillo en los ojos—. Sabía que podías lograrlo, mi amor…

 

¡Era una persona terrible!

¿Cómo podía dejar que mi amado pelirrojo se hiciera ilusiones por algo que no existía?

Sentía asco de mi mismo y aún así tuve que mostrar mi mejor sonrisa, intentando soportar sus mimos y dulces palabras. ¡Cuánto me habría gustado simplemente desaparecer en aquel momento!

 

Horas más tarde seguía empecinado en querer encerrarme y no ver a nadie más hasta tener certeza de lo que ocurriría, no obstante nuevamente me encontraba en uno de esos bailes que tanto detestaba, aburriéndome en mi asiento y pretendiendo divertirme entretanto Allen sostenía mi mano cariñosamente. Soportando mi incómodo vestido y al montón de zalameras personas que se acercaban al pelirrojo intentando captar su atención; un buen rato después vi que el último osado por fin se alejaba e inevitablemente la atención de Allen recayó sobre mí.

 

—Ven amor, es hora de ponerle fin a ese aburrimiento tuyo —se levantó de su asiento y los músico cómplices de las ocurrencias de su príncipe cambiaron la música suave por un melodioso vals.

—No, Allen, detente —inútilmente intentaba convencerlo, negándome incluso a mirarlo con el único propósito de ocultarle mi rostro que para entonces ya sentía arder; pero el pelirrojo no tenía la menor intención de soltarme, por el contrario reía disimuladamente igual que un niño en plena travesura…

 

Y encantado por la simpleza de su actuar terminé en sus brazos, siguiendo el suave ritmo con el que me llevaba; intentando ignorar el ruido de mis molestos pensamientos y concentrándome en disfrutar al máximo el momento que compartíamos, temiendo que mis errores hicieran de éste el último.

 

Al terminar la pieza me sentía un tanto mejor y con gusto habría aceptado bailar un rato más, cuando con horror divisé a Albert Midford acercándose a nosotros. Un impulso por salir corriendo se apoderó de mí y si no lo había hecho, era porque el pelirrojo aún me mantenía pegado a él.

 

El despreocupado conde hizo una reverencia ante el príncipe y sin que yo pudiera hacer algo por evitarlo, había tomado mi mano para besarla…

Ese hombre no mostraba ningún cambio desde que nos habiamos dejado de ver, yo había escuchado su galante presentación, pero no me atrevía a responder y mucho menos a mirarlo; temía que me reconociera y terminara de arruinar lo poco que quedaba en pie de esta farsa. Al ver mi nula reacción Allen había tenido que intervenir por mí… otra vez.

 

—Necesito un poco de aire fresco —susurré mientras me soltaba del pelirrojo, al menos por este día ya había tenido suficiente de ser una carga para él.

 

Frustrado me dirigí al jardín que por enésima vez terminaba siendo el único lugar donde podía estar tranquilo, o al menos eso salí teniendo eso en mente… de haber sabido lo que me esperaba probablemente habría preferido un millón de veces soportar la conversación de mi pelirrojo con Albert.

 

Me aproximé a una de las pequeñas fuentes y me senté intentando controlar mi paranoia; sencillamente tendría que habérmelo planteado antes; sabía de antemano que Albert era muy cercano al rey y si yo estaba proyectando quedarme cerca de Allen era obvio que eventualmente tendría que volver a encontrarlo. Quizá en condiciones normales lo habría visto venir, pero estar cerca del pelirrojo nublaba mi juicio y era igual que si mi corazón hubiera secuestrado a mi cerebro; simplemente no podía evitarlo, Allen ya era todo para mí.

 

—Al parecer después de todo las viejas costumbres no cambian, ¿cierto Emile? —una voz conocida me hizo girarme precipitadamente, cuánto me hubiera gustado comprobar que mi mente estaba jugándome una mala pasada.

—¿Helena? ¿Qué haces aquí? —pregunté aún incrédulo de lo que mis ojos veían; la castaña frunció el ceño molesta y sin previo aviso me abofeteó con fuerza.

—¡¿Acaso pensaste que jamás te encontraría?! —interpeló exaltada y ya con lágrimas cayendo de sus ojos—. Y… q-qué… ¡¿Qué diablos haces vestido así?! —sus manos se aferraban a mis brazos sacudiéndome con fuerza y no pude más que zafarme de su agarre cubriendo su boca en un intento desesperado por evitar que alguien la fuera a escuchar.

—Basta, no levantes la voz, puedo explicártelo todo —decía buscando controlarla y afortunadamente para mí luego de algunos momentos lo había conseguido; derrotada terminó llorando contra mi pecho, coloqué las manos sobre sus hombros y meditaba la opción de alejarla de mí, ¿sería demasiado cruel?

—No tienes idea de lo horrible que ha sido descubrir que el hombre que amo bailaba alegremente de la mano de un príncipe… Emile, desde que te fuiste he estado viviendo en la peor de mis pesadillas y aún ahora no parece terminar—susurraba sin levantar la mirada; no podía evitar sentirme mal por ella, por los sentimientos que decía tener hacia mí y a los cuales no podría corresponder jamás. Ya había vivido en carne propia el rechazo de la persona a la que amas y aún cuando todo había sido una farsa de Allen, no por ello había sido más sencillo de asimilar…

—Lamento haberte ocasionado tantos problemas, pero he de confesar que mi vida tampoco ha sido sencilla en los últimos días —incómodo a más no poder intentaba seguir la conversación sin hacerla llorar de nuevo, no deseaba llamar la atención y terminar metido en un aprieto.

—No tienes que lamentarlo, sólo regresa conmigo —nuevamente me tomaba por los brazos, mirándome suplicante y con los ojos llorosos—. No me importa nada, puedo fingir que esto nunca ocurrió pero por favor regresa a casa conmigo… no puedo vivir sin ti, cada día siento que te amo más —y más lágrimas se derramaron en tanto se abrazaba a mí, suspiré resignado y sin tener la certeza de que hacía lo correcto la abracé a manera de consuelo.

 

La agitada castaña se movía presa de un incontenible hipido que se negaba a dejarla en paz.

—No puedo regresar… por qué yo estoy enamorado y no pienso renunciar a este amor… —entre los arbustos “algo” o más bien “alguien” parecía moverse y en el acto solté a la castaña apresurándome al lugar donde había escuchado aquel ruido, sólo para encontrarme con que ya no había nadie ahí.

—¿Qué ocurre Emile? —preguntó Helena confundida por mi repentino actuar.

—Alguien nos estaba espiando —afirmé apenas consciente de lo que decía, estaba demasiado preocupado por lo que podrían haber escuchado y por quién lo había escuchado.

 

¡Esto no podía estar pasándome!

 

¿Acaso a la vida no le bastaba con ver que los problemas ya me estaban llegando hasta el cuello? Tal parecía que no se detendría hasta verme ahogándome en ellos.

—¡Vámonos Emile! —insistía tomándome de la mano.

—¡No! ¡Y ya deja de decir mi nombre que estás arruinándolo todo! —grité sin detenerme a pensar en lo que decía. No quería decirle algo así, a pesar de todo ella no tenía la culpa de nada, el único inepto aquí era yo; por mi causa a cada paso que daba me estaba alejando más y más del pelirrojo.

—No me voy a ir de aquí sin ti —alegaba tercamente aferrándose con fuerza a mí.

 

¡Qué pesadilla era todo este asunto!

 

—¡Entonces tendrás que quedarte por un largo tiempo! —sentencié molesto y esforzándome por caminar llevándola prácticamente colgada de mí, tenía que regresar cuánto antes al salón, no era que algo fuera a mejorar sólo por ello pero necesitaba comprobar que adentro todo seguía en orden.

 

Y afortunadamente todo lucía en su lugar, a excepción de que Helena no me soltaba; tendría excusarme contando a los curiosos que ella era mi amiga. Acongojado por todo lo que me había ocurrido busqué con la mirada a Allen, encontrándolo al otro extremo del salón conversando animadamente con un grupo de mujeres… varias de ellas abusando del contacto, abrazándose a él de una forma casi tan descarada como minutos atrás lo había hecho Helena conmigo.

 

Al contemplar semejante escena fue como si una chispa se hubiese encendido dentro de mí… sentía mi sangre hervir y podía asegurar que iba a reventar de coraje en cualquier instante. Congelado en el lugar donde me encontraba mantenía mis puños apretados fuertemente y mordía mi labio intentando no gritar para alejar de él a todas esas mujerzuelas que se pegaban a él cual abejas a la miel.

 

Respiré profundamente varias veces, tenía que calmarme y pensar bien las cosas, a estas alturas no podía darme el lujo de causarle más problemas al pelirrojo…

¡Pero por qué demonios no hacía nada por alejarlas él mismo!

 

A paso lento comencé a andar intentando quitarme a Helena de encima sutilmente, la mirada de la castaña se posaba sobre mí de forma casi tan insistente como la mía lo hacía sobre Allen. Ojalá hubiera sido capaz de desviar mi mirada a otro lado…

 

Mis ojos se encontraron un solo instante con los de Allen y no necesité más para que mi frágil estabilidad se quebrara en mil pedazos. La fría indiferencia con la que me miró le puso fin a todo… alegrías y preocupaciones…

 

Pasó su brazo por encima de los hombros de una chica, estrechándola más contra su cuerpo y sus ojos volvieron a mí como cerciorándose de que lo hubiera visto todo; desvió la mirada sonriéndole a la chica que ahora tenía a su lado y dio la vuelta alejándose en medio del ejercito de mujeres que pululaba a su alrededor…

 

 

Notas finales:

Bueno, no puedo dejar de preguntarme cuantos de los que leían hace 4 meses siguen por aqui...

En fin, espero que les haya gustado, recién he salido de vacaciones y por ello me propongo avanzar todo lo que no hice durante el semestre (por lo menos unos 4 capítulos XD) 

¿Les ha gustado? 

Porque he de confesar que después de tanto tiempo de no escribir nada, fue un tanto complicado volver hacerlo ._. 

Intentaré regresar la próxima semana con el capítulo 8, espero sus reviews y nos leemos pronto!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).