Capítulo 2
Hoy se suma otro día más a la trágica vida de Kuroko.
Después de la visita al cementerio, su salud emocional decayó drásticamente. Ya no recibe visitas en su casa, su cuarto lo mantiene cerrado y sin dejar que la brillante luz del sol se cuele por la ventana; ha dejado de comer, y casi siempre suele conciliar el sueño entre llantos. Ha dejado de hablar con Kagami, su intimidad se fue al demonio e incluso ahora duermen en cuartos separados.
Aunque su esposo intenta animarlo, sólo recibe un rechazo inminente; así que prefiere dejarlo sol e irse a trabajar al despacho jurídico.
Hoy le ha llamado Akashi para invitarlo a una reunión, insistió en que sería bueno que asistiera al evento y dejara de darle vueltas al asunto de sus amigos. Extrañamente Kuroko aceptó sin quejas.
Le quitó el seguro a su puerta y entreabrió las cortinas de su habitación, suspiró profundo y dejaron de caer las lágrimas por sus mejillas. Volvió a suspirar y su cuerpo recobró la confianza perdida; se estiró un poco hasta haberse desentumido, miró su demacrado rostro y su delgado cuerpo frente al espejo y decidió tomarse una ducha y luego vestirse con algo cómodo mientras su marido llegaba. Se sentó al filo de la cama, observando por el gran ventanal las agitadas olas del mar y algunas gaviotas revoloteando en los alrededores.
Sus habilidades culinarias no habían mejorado, pero su estómago rugía con fuerza indicando el hambre que sentía; bajo a la cocina a buscar algo para comer, y para su sorpresa en el comedor estaba lo que sería el desayuno junto con una nota de Kagami. Sin dudarlo dos veces, se dispuso a comer y una vez terminado lavó los platos y se sentó en el sofá de la sala.
La casa estaba impecable, todo tan perfectamente acomodado que le costaba creer que Kagami lo hiciera por sí solo, aunque tampoco era para sorprenderse pues antes de que se casaran, el pelirojo vivía solo en un pequeño departamento.
Encendió el televisor y cambió tantas veces de canal hasta encontrar el que quería. Se levantó del sitio y fue a la cocina, sacó algunas cosas del frigorífico, colocó en una mesita los cuchillos y las sartenes y se dispuso a hacer la receta que sugería la TV. Era sencilla, pero con eso podía comenzar y recuperar su matrimonio que estaba a punto de perder.
Las cosas no salieron como él esperaba, pero por lo menos lo cocinado era comestible; miró el reloj de pared y según la nota que había leído, Kagami no tardaba en llegar. Subió sin presa a su cuarto, acomodó su cama y el poco desorden que había y luego la cerró con llave. Caminó al fondo del pasillo y abrió otra recamara; ésta era en la que había dormido tantas noche con su pareja antes de… Bueno, no es necesario recordárselos. Inhaló profundo y se percató de la loción que había usado Kagami esa mañana para asistir al trabajo.
Dejó caer su cuerpo en la cama, pero se reincorporó al instante y corrió hacia donde estaba su ropa, abrió el closet y sacó un traje que le habían obsequiado en su último cumpleaños, se cambió, se colocó una corbata que le hacía juego al tono de su cabello, se puso la sortija de matrimonio y por último se roció con la fragancia que le había dado su esposo en su noche de bodas.