Todo.
Jade.
Mi ceja derecha, se curvó por la estupidez -dolorosa, sin duda- que acababa de decir la chica que tenía justo en frente. ¿Una excusa? ¿Todo eso porque no había respondido a sus llamados? ¿Se creía Tori que yo era tonta, acaso?
-Vega...- Pero ella siguió, sin darme tregua.
-Es que estaba harta de llamarte sin cesar, y tú estabas aquí, peleando con...- Miró significativamente al perro, quien ladró, dándose claramente por aludido.- Así que pensé que si gritaba alguna tontería -esa palabra caló profundo en mi pecho-, saldrías de casa y por fin me prestarías atención. Además, estoy enferma, son cosas que decimos a causa de las drogas que nos meten allí.- No quería que se notara, sabía que se estaba mordiendo la lengua a cada paso que daba más y más cerca de ella, a lo que mi sonrisa aumentaba. ¿De verdad pensaba que yo me iba a tragar eso? Apostaba mis tijeras a que había más, mucho más.
-Entonces... ¿No te gusto?- Pregunté, haciendo un puchero.
-¿Tú? ¿Gustarme?.- Sacudió su cabeza repetidas veces, y mi sonrisa se acentuó.
-¿Ni un poquito?.- Estaba sumamente cerca de ella, y ella estaba nerviosa, lo veía claramente. Incluso yo lo estaba, pero eso no tenía porqué saberlo.
Ella negó, pero no tan rotundamente como antes.
-Entonces...- Hice una pausa demasiado larga, totalmente conciente.- No te importará si hago esto...- Y me acerqué a sus labios, dispuesto a probarlos de una vez por todas, como tantas veces había soñado, como tantas veces había hecho mientras ambas dormiamos juntas. ¿Qué tan acosadora sonaba eso?.
Pero cuando estaba a punto de rozar sus labios, pensé en Trina y en sus duras palabras, pensé en su madre y en la intención de abandonarlas. Yo no podía hacerle esto a la menor, no podía, porque si algo pasaba entre ella y yo, Trina nos separaría pensando que tomaría a Tori como una chica de una sola noche y luego la dejaría.
“Si tan solo supiera lo que yo cambio cuando estamos solas... en nuestra burbuja...”
Pero estuve todo un año intentando que la mayor de las Vega entrara en razón, pero nada sirvió. En su lugar solo me llevé gritos, estruendos, regaños, palabras que ni yo misma diría y varias amenazas de muerte.
Así que me alejé, ignorando el lloro de mi corazón.
Su cara decayó, y con ello, mi alma.
-¿Por qué haces siempre esto?.- Gimió en un susurro, con los ojos ya llorosos.- ¿Por qué me confundes y luego te alejas?.- Suspiré, tragando duramente. Ella no sabía que yo deseaba ese beso más que nada, que yo la quería como no había querido a ninguna otra persona... Ella no sabía nada, y yo, por desgracia, no podía explicárselo.- ¿Por qué?
Y cuando volví en mi, mi sueño se había cumplido, pero no por mi, Tori había tomado el impulso de besarme. Tenía mi camiseta entre sus manos -aquella que tenía manchas de agua por todas partes- y sus labios estaban pegados a los míos, y yo solo pude disfrutar del momento.
Y fue entonces cuando lo supe. En ese momento, aprendí que yo daría todo por un beso de ella. Mi café mañanero, mis amadas tijeras negras que con tanto afán cariño había atesorado en la mesilla de noche -aquellas que mi abuelo me había regalado antes de morir-. Todo. Y sobretodo, si ella estaba despierta, consciente y participaba -o iniciaba- este acercamiento.
Todo.