Capítulo Décimo Cuarto
Takao aunque no lo mostraba estaba muy nervioso, no sabía si Midorima había llegado a ver a Miyaji, pero no solo por eso estaba inquieto.
Lo que pasó ayer fue algo que nunca pensó que se atrevería a hacer.
Después de despedirse de su madre, y seguir tarareando la canción junto con Midorima, al seguir manejando por esa ruta, entraban directamente al área residencial por donde vivía el peliverde. Si bien la zona era muy tranquila, sólo estaba solo iluminada por los postes de luz, muy poca gente pasaba por allí en la noche y los carros pocas veces se desviaban tanto. Así que en el ambiente por donde manejaba Takao, solo se escuchaba el chirrido de la carreta y uno que otro grillo. Ya se iban acercando a la casa del mayor así que Takao para romper el silencio intentó hablar.
-Hey está toda oscura tu casa, ¿tus padres no deberían estar allí ya?
-Mnn – soltó Midorima como un bufido – me dijeron que no iban a llegar hasta el lunes o martes a más tardar.
-Oh ya veo, aunque ahora que lo pienso no he visto a tu mamá.
-Es normal, ella para siempre de viaje yo tampoco la he visto hace tiempo.
Takao sintió que había metido la pata y había comentado algo de tema sensible con el ojiverde. Pero ya que estaban hablando de eso tan abiertamente, sintió que no tendría otra oportunidad de que Midorima abriera su corazón de esta manera sin que soltara algún comentario tsundere.
-¿No te sientes solo? – Midorima pareció pensárselo un poco, antes de responder.
-No realmente, tal vez antes si, pero ahora ya no.
-¿Ahora no? – Takao dejó de pedalear faltaba solo un metro para llegar a la entrada de la casa Midorima, así que dejó que el carro se mueva por su cuenta.
-No, en las mañanas ya de por si es ruidoso, cuando me recoges o en clase, en la tarde no puedo pensar en otra cosa que no sea básquet y en la noche vuelve a ser ruidoso o suceden cosas extrañas – esto último lo dijo agarrándose el cuello – no tengo tiempo para pensar en algo como la soledad.
Aunque no se lo había propuesto pero Takao sintió ganas de llorar. Independientemente de cuan insensible pudieses creer que era el peliverde, no había manera de que no sintieras nada al escuchar lo que había pasado. Con la carreta ya detenida por completo y sin voltear a verlo comenzó Takao a hablar.
-¿Sabes Shin-chan? Mis padres cuando era niño también trabajaban bastante, en la mañana salían muy temprano y me llevaban a la escuela. Llegaba siempre antes que los otros niños así que tenía que esperar y también esperaba para que ellos me recogiesen hasta muy entrada la noche. Cuando tuve edad de poder ir y venir de la escuela, no los veía en casi todo el día y en verdad me sentía solo. Tal vez por eso me metí en el básquet, necesitaba un lugar en donde quedarme hasta tarde y al llegar a casa no tenga más en que pensar que en dormir.
Midorima se levantó de la carreta en la cual había estado escuchando atentamente y ahora se paró al costado de Takao. Éste último se atrevió a continuar, también parándose.
-Sé que debe ser diferente porque ahora mi madre cesó de trabajar y se dedica a mi hermana y cada vez que llego encuentro a alguien en mi casa, pero aún así da un poco de miedo encontrar la casa con las luces apagadas. Supongo que en parte te entiendo.
Esto último lo dijo con una sonrisa en los labios, la cual se le antojó realmente linda al peliverde. Midorima abrió la boca con la intención de decir algo él también, pero ningún sonido salía. Takao no se dio cuenta de esto y solo se abalanzó a abrazarlo, rodeando con sus manos la cintura del mayor.
-T-Takao…
-Está bien Shin-chan sólo un rato déjame permanecer así. – Midorima no sabía dónde meter el rostro de lo rojo que estaba, se alegraba de que su compañero era más pequeño que él y no lograba verlo. Midorima solo atinó a tocar la cabeza de Takao acariciándolo suavemente, pero retiró la mano casi de inmediato cuando escuchó a su padre desde la puerta de la casa.
-¿Shintarou eres tú? – Takao se había tensado, pensando que el señor Midorima hubiese estado vigilándolos, pero aún así su Shin-chan lo había apartado.
-S-si soy yo. – Takao alzó la vista y vio el sonrojo de su peliverde amigo quien dirigía la mirada lo más que podía a la entrada de su puerta.
-Apúrate y entra
-Si!
Aprovechando la distracción, a Takao le pareció oportuno hacer una travesura. Se puso de puntitas se dispuso a besar el cachete de Midorima. No contó con que este, muy ajeno a la intensión del menor, volteó de porrazo y sus labios se unieron.
Ninguno de los dos sabe cuánto duró realmente ese beso, si solo fue el rose, o se quedaron más tiempo unidos, mientras que sus ojos se miraban y ellos internamente tomaban conciencia de la situación.
-Ah... bueno Shin-chan, nos vemos mañana. Dale mis saludos a tu padre… eh… adiós. – Takao con una velocidad y coordinación de no se sabe dónde, aceleró con la carreta y desapareció entre las sombras del vacío barrio. El rostro de los dos estaba completamente rojo, y cuando pensaron que no eran vistos por nadie, se tocaron sus propios labios como queriendo recordar la sensación.
Cada vez que Takao recordó esto en el día sentía su rostro arder pero lo disimulaba muy bien. Evitó completamente hablar del tema, ya sería tiempo para conversar de eso. Ahora en la calle, pedaleando con la carreta en dirección a la casa del menor para pasar el fin de semana, los dos muchachos no sabían cómo abordar el tema.
-Takao… - el nombrado se tensó cuando escuchó a Shin-chan hablar.
-¿Si Shin-chan?
-Porqué…– el menor se quería morir, ¿cómo le diría un porqué sin confesarse? -…te quedas tanto tiempo con Miyaji?
La pregunta fue como un baldazo de agua fría. ¿Se habría dado cuenta?
-¿A qué te refieres?
-Te quedas más del tiempo encerrado con él, o hoy también te demoraste conversando ¿verdad?
-¿a-ah sí? No me había dado cuenta. No hablamos de nada en particular.
-¿Enserio? – Takao estaba sintiéndose nervioso, así que decidió atacar con otra pregunta.
-¿y porque tan interesado Shin-chan?
-… por nada en particular
-¿Enserio?
-…
Midorima se quedó callado y Takao con felicidad de no necesidad de responder a sus preguntas. Siguió pedaleando con ridícula fuerza hasta su propia casa, hoy se quedaría a pasar la noche. Y por alguna extraña razón el futón que normalmente usaba Midorima, se había extraviado.