Capítulo Décimo Séptimo
La voz de Akira-san era muy ruidosa en la mañana por opinión de Midorima. Ya que no habían dormido bien la noche anterior y a la mujer se les había ocurrido levantarlos a las 7:30 a.m. Si bien el peliverde tenía un reloj biológico impecable, esta vez no sirvió por acostarse a deshora. Ahora con la manera de despertar tan abruptamente por parte de la madre de Takao, la cual se había dado el lujo de entrar en el cuarto de su hijo y levantarlos como dos niños que necesitan ir al colegio, pensaba que realmente lo que ocurrió en la madrugada, sólo había sido un sueño. “Solo un día, sólo una vez al año” se dijo a sí mismo como recordando la maldición del Rey Celestial.
-¿Me estas escuchando Kazu-kun? – El mayor de los hermanos Takao, estaba que dormitaba, mientras que su madre estaba hablando sirviéndole el desayuno. Midorima no podía culparlo, él estaba igual.
-¿Ah? No, disculpa mamá ¿Qué decías?
-Voy a salir a la escuela de padres con tu hermana, te decía que cuides la casa, puede ser que lleguemos hasta tarde.
-¿Van a salir? ¿Y papá?
-Tu padre salió temprano por un problema en el trabajo, después también se nos unirá en la escuela de padres. Es una tontería, tienes que jugar, ellos le dicen “conocerse”. La vez anterior nos dijo que representemos un animal. Dime tú ¿Qué diablos tiene que ver eso con ser un padre? En tu época felizmente no había esas cosas, pero ahora es obligatorio.
Takao y Midorima escuchaban en silencio, mitad del tiempo trataron de no caer dormidos encima de la mesa.
-Kazu-kun te estoy dejando, hay comida en la refrigeradora. Shintarou-kun por favor cuida a mi hijo y no dejes que haga un desastre en la cocina.
-Ah-ah sí…
La madre de Takao buscó y jaló su cartera la cual ya estaba lista para salir, llamó a Yumi la cual había desayunado antes que ellos, y con un estruendoso golpe de puerta salieron.
Midorima ya no sabía qué hacer, el hecho de escuchar que estarían el resto del día solo ellos dos en casa lo ponía más que nervioso, y parte de su sueño se fue, volviendo a recordar lo que había pasado esa madrugada.
Los besos en un principio tímidos se volvieron más pasionales en poco tiempo, ninguno sabía qué hacer, solo se dejaba guiar por sus instintos. Takao se acomodó y volteó para mirar frente a frente al peliverde, quiso decir algo, pero antes que alguna palabra pudiera salir de su boca, Midorima volvió a tomarla en un fogoso beso. Su lengua se hizo paso en la cavidad del menor y las sensaciones por donde recorrían soltaban cosquilleos por todo su cuerpo como una droga.
El peliverde tuvo miedo que Takao se arrepintiera, que le dijera que había cometido un error y lo dejara, por eso trató de no decir nada y trató que su compañero no dijera nada, si la magia debía romperse que sea a la mañana del día siguiente.
Las manos no se hicieron esperar, Midorima tomaba la cintura del menor y lo pegaba más a su cuerpo. Takao a su vez con los brazos rodeando el cuello del peliverde, lo acercaba más a sí mismo para profundizar el beso, pero para los dos, no era suficiente. Midorima dejó sus labios e hizo un camino de besos recorriendo su cuello, su mano izquierda recorría acariciando la extensión del cuerpo del menor, hasta llegar al comienzo de su camisa. De manera suave y casi sensual, su mano recorría la piel tersa del menor e iba subiendo con una lentitud tortuosa hasta el pecho. Un pequeño suspiro fue soltado por el menor y el autocontrol de Midorima se fue al carajo. Volvió a exigir sus labios con autoridad para darle un beso húmedo, abría los botones de la camisa de Takao con desenfreno y torpeza, por ultimo empujándolo para dejarlo echado sobre la cama y posicionarse sobre él.
Ahora no solo el pecho estaba al alcance de las largas manos de Midorima. Se dio cuenta que no podía sentirlo, no como él quería, así que dejando de besar, jaló con sus dientes la venda de su mano derecha, rompiéndola en el acto.
Esta escena le pareció realmente sexy al menor, nunca había visto a Midorima tan desesperado. Inclusive en los momentos de más presión, siempre lo había visto vendarse o desvendarse los dedos con delicadeza, como cuidando su más preciado tesoro. Siempre le habían gustado las manos de Midorima, grandes con dedos largos, para ser un chico eran muy bonitas y bien cuidadas. También, aparte del Básquetbol, servían para hacerlo vibrar con cada roce.
Se disponían volverse a besar, hasta que un pitido fuerte y molesto retumbó en la habitación. Era la alarma que Midorima había dejado para estar atento a las 3:00 a.m. Ninguno de los dos quería hacer caso a la alarma, pero era tan fuerte y estruendosa que no pudieron evitar separarse e ir a buscarla. Levantándose maldiciendo de la cama, el peliverde encontró el aparato enterrado en su maleta.
-Shin-chan mira, mira.
Si bien la lluvia de estrellas no es como te la muestran en las películas, igual era hermosa. La poca luz a las 3 de la mañana permitía apreciar el cielo con todo su esplendor. Y las estrellas aparecían y desaparecían en el cielo como quien prende luces en el cielo y rápidamente se apagan. Todo el afán en el que estaban antes fue olvidado. Midorima volvió a coger la manta con la que antes estaba se acercó a Takao y lo abrazó tapándolo con la manta, de esa manera se quedaron mirando las estrellas hasta que paulatinamente se quedaron dormidos.
Ahora en la mañana ninguno de los dos había mencionado nada del asunto, el mismo hecho que estén comiendo como autómatas por el sueño el desayuno hacía que no pudiese empezar a conversar nada.
-Ne Shin-chan… - dijo Takao después de pasar el pan con la leche – ¿escuchaste a Oha Asa?
Midorima se levantó de la silla como poseído, y se fue a traer su teléfono. Nunca en sus años de vida que adoraba el horóscopo de Oha Asa se había olvidado de escucharla por las mañanas. Escuchó con atención su horóscopo y escuchó el de Escorpio, se quedó hasta el final para escuchar los consejos adicionales y trazó una ruta mental.
Bajó las escaleras y Takao seguía comiendo su desayuno.
-Hoy vamos de compras…
-Eh?