Capítulo Vigésimo
Corriendo por fin logró llegar a la casa de Takao. Puso su celular a todo volumen por si había otra llamada, lo había dejado en silencio sin querer en la mañana, pero ninguna más sonó.
Takao estaba furioso y solo lo miró un poco al momento de abrirle la puerta y de manera seca le indicó que su comida estaba encima de la alacena tapada con otro plato. Antes que Midorima pueda excusarse por su demora, el menor le dijo que estaría en el segundo piso. Con un hambre voraz decidió arreglar los problemas después y se acercó a la cocina a recalentar el plato de comida que le había dejado Takao.
Terminando de comer y habiendo lavado los trastes, Midorima se armó de valor con frases prefabricadas en su cabeza, y según su pensamiento lógico el menor no podría refutarle. Pero cuando fue a su cuarto a intentar excusarse, antes que disculparse, Takao le aventó una almohada con todas sus fuerzas la que dio exactamente en su cara. El dolor antes que por el almohadazo fue porque se le enterraron los lentes en el rostro, cosa que lo hizo enfurecer.
-¡Pero qué diablos te pasa!
-¡Qué diablos te pasa a ti!
-¿A qué te refieres? Venía a contarte lo que me pasó, ¿porque estas tan molesto?
-Siempre… siempre eres tan malditamente puntual y no contestabas cuando intente llamarte, pensé que te había pasado algo.
-en nombre de Oha Asa Takao, ¿en serio un hombre de metro noventa estaría en peligro?
Takao tomando en cuenta la lógica de su compañero, intentó imaginar cómo sería que a Midorima lo ataquen, el promedio en Japón era de 1.70 a 1.73, él mismo superaba sólo por 3 cm el promedio, pero Shin-chan con el 1.95 que tenía fácilmente de un sopapo se cargaba a cualquier persona, por este mismo motivo inspiraba un aura dominante que a cualquiera le daba miedo. Ante esta reflexión lógica no le quedó más que suspirar y sin querer hizo una mueca como si fuese un puchero quedando callado, cosa que Midorima aprovechó para contarle su desafortunado encuentro.
Como pensó, después de un rato relatándole la historia, obviamente omitiendo el hecho que fue a comprar condones sino vendas para los dedos, que cada vez se ponía más inverosímil, Takao terminó burlándose de él por ser muy blando y dejarse llevar en los dramas ajenos. Obviamente como buen caballero, omitió la parte en donde Aomine básicamente explayaba sus sentimientos, después de todo prometió no contárselo a nadie. Takao más animado, jaló a Midorima a la calle.
-¿A dónde vamos?
-A jugar por supuesto. – le dijo mostrándole un balón de básquet
-Acabo de comer
-Vamos no te va a pasar nada.
De esta manera se dejó arrastrar hasta un parque con cancha de básquet. Independientemente de cómo se sintieran los dos fuera de la cancha, cuando los dos jugaban podían olvidarse de todo lo que les rodeaba. Y así empezaron, con la condición que Midorima no abusase de sus encestes de media o cancha entera, jugaron 1 a 1.
-¿¿Midorimacchi??
-Hay Dios no… - Midorima dejó de hacer rebotar la pelota para voltear a quien lo había llamado, pero solo había una persona en todo el mundo quien lo llamaba así.
-Midorimacchi, Takaocchi ¿qué hacen aquí? – “¿que no ves que jugamos básquet?” pensaba Midorima, pero no salió de su boca.
- jugando un 1 a 1 – respondió Takao no haciéndose problemas con el apodo del rubio.
-eh! Juguemos entonces.
-eh? ¿Por qué deberíamos…?
- Juguemos, todos contra Shin-chan! – Midorima se quedó helado, no sabía si todo esto era espontáneo o Takao había planeado vengarse de él.
-Kise ¿Tu qué haces aquí solo?
-Quise traer a Aominecchi, pero no me respondía, llamé a Momoccchi y me dijo que andaba depre por eso no contestaba- el peliverde ya sabía porque Aomine estaría así. Kise levantó los hombros como no entendiendo la situación.
Comenzaron a jugar, y definitivamente una cosa era enfrentarse al ojo de halcón y otra cosa era contra un prodigio de la generación de los milagros. El enfrentamiento era más pesado y más extremo, Kise te obligaba a tomarlo en serio. Hasta que sucedió. Como dice mamá, “No hagas ejercicio después de comer”, ahora Midorima tenía un calambre que no lo dejaba moverse.
A diferencia del Takao de hace unas horas, no se preocupó por él. Junto con Kise lo llevaron a la banca más cercana y ellos dos se pusieron a jugar un 1 a 1. Definitivamente hoy era su día de mala suerte. Jugaron hasta casi entrada la noche, Midorima a la hora ya se había recuperado por completo de su calambre, pero Takao no volteó a verlo ni un momento y siguió jugando de largo con el rubio. Kise ya al rato se despidió diciendo que iba a invadir la casa de Aomine junto con Momoi para poder animarlo. Los dos chicos regresaron a la casa del menor sin decirse palabra.
Midorima tenía un plan B para ese día, y fue alquilar una película de terror. Llegando a la casa, ofreció ponerla para verla juntos. Estando ya acomodados en el sofá, nada podía salir mal. Él había rentado desde antes la película y preguntó bien al gerente de la tienda de que tan buena era, éste le mostró el reverso de la tapa en donde había comentarios por varias revistas famosas alabando el filme. No aguantaron ni la primera media hora, sin necesidad de mucho esfuerzo adivinaron el final de la película. Era un solo de diálogos y situaciones románticas mientras venía un loco tratándolos de matar de manera casi cómica. Lo único que hicieron fue apagar el televisor, y sin darse cuenta ya había anochecido, era hora del lonche, aunque en la casa de Kazunari se cenaba. Takao le indicó que iría al segundo piso para asearse, obviamente por quedarse jugando con Kise. Midorima decidió aprovechar el momento, y sacó la caja de su escondite, la abrió con ayuda de la llave de su casa y sacó lo que allí contenía, velas y un candelabro para centro de mesa además de un objeto que seguía forrado en papel periódico. Llamó a un conocido restaurante Italiano, porque la comida italiana es la clave para estas situaciones se dijo a sí mismo. La persona que le respondió prometió no demorarse más de 15 minutos con su orden. Puso y dispuso todo como quería, la cena llegaría pronto, y ya todo estaba arreglado. No se preocupaba mucho por Takao ya que él siempre demoraba mucho en la ducha, en eso sonó el timbre, pagó de manera apresurada dejándole el vuelto como propina al repartidor, entró y sirvió los platos. Prendió las velas con el encendedor de cocina y llamó a Takao para que bajara.
No se lo esperaba, en realidad, nadie en sus más locos sueños hubiese imaginado que después de bañarse al bajar las escaleras encontraría todo dispuesto como una cena romántica.
-Shin-chan… ¿esto es?
-Siéntate primero… lo que yo…
-¿Qué es todo esto Shin chan?
-…
-¿Una cena de rechazo?
-¿Qué?
-¿En serio te parece divertido hacer esto?
-¿De que estas hablando?
-Ayer tal vez no significo nada para ti y deseas que hoy sea menos traumático para mí, pero en serio no tenías que hacer todo esto… - Midorima dio un golpe seco sobre la mesa.
-No tienes idea de lo que estás diciendo, todo esto lo preparé para ti para…
-¿Para qué? Hoy no dices nada, y encima desapareces, te encontraste con Aomine, con Kuroko y la otra vez con Akashi también. Ahora sale de la nada Kise, ¿están planeando algo?
-Por supuesto que no. Y cómo crees que me siento yo, cuando venía Miyagi a pulularte alrededor. Diablos como deseo aun partirle la cara.
-Miyagi no tiene nada que… - Midorima se acercó en zancadas hacia Takao
-¡Tiene todo que ver conmigo maldición PORQUE ME GUSTAS!
-¿Qué dijiste? – ya se había puesto la soga al cuello, solo quedaba saltar.
-¡que me gustas! Y aquí uno preparándote una cena romántica para decirlo de manera apropiada y tú idiota no lo entiendes.
-Cómo quieres que entienda, si no dices nada en todo el maldito día.
-Por supuesto era para esperar el tiempo adecuado – Takao lo agarró del cuello del polo.
-Por una vez en tu vida deja de ser tan malditamente correcto en todo.
-Te tomaré la palabra – Midorima aprovechando la cercanía del menor, apresó sus labios en un beso demandante, lleno de deseo. Takao ante la sorpresa inicial quiso zafarse pero solo quedaba más enredado en los brazos de Midorima, hasta que decidió ceder al calor que lo embargaba. Las manos inquietas de los dos tocaban todo lo que podían y recorrían desde el cabello hasta la parte baja. Por su deseo de seguir besándose, avanzaron a trompicones en dirección al cuarto de Takao. No importaba nada más, ni el objeto aun envuelto en papel periódico, ni las velas encendidas, ni la cena enfriándose.