Capítulo Segundo
El entrenamiento ese día había sido agotador como siempre, los senpais acostumbrados no parecían tan agotados y obviamente también Shintarou. Takao desfallecía en la banca en donde le habían permitido acostarse para recuperar el aliento, todos los demás se alistaban para ya retirarse excepto él y el peliverde. Este último siempre se quedaba hasta más tarde entrenando sus tiros. El más agotado le gustaba mirar los tiros, y tratar de adivinar en cuál de todos, Midorima empezaría a fallar, últimamente acertaba mucho. Takao tenía muy en consideración a Midorima, pero no siempre fue así. La primera vez que lo conoció le pareció un tipo antipático con el cual no se podía tratar, pues las amplias referencias de revistas, entrevistas y demás que se habían realizado al peliverde no le habían dejado hacerse una opinión propia acerca del nuevo As.
Los primeros días, Midorima hizo lo que quiso y puso en condición que lo dejaran entrenar por separado cuando lo necesitase para poder practicar sus tiros. El ojiazul molesto por el favoritismo observaba todos los movimientos del mayor, se dio cuenta de sus hábitos los cuales eran bastantes fijos. Por ejemplo observó la obsesión casi enfermiza que tenía por vendarse los dedos, reconocía que sin estos obviamente el tirador de Teiko no era nadie, pero desvendarlos, hacerle manicure y volverlos a vendar, eran para él una tontería. Observó que cada mañana revisaba su celular y muchas veces no iba por el camino que habitualmente tomaba para ir a su casa, más tarde se enteró que eran para comprar un artículo de la suerte. Y sobretodo se dio cuenta que se quedaba hasta muy altas horas de la noche entrenando solo. Si bien había pensado que en la generación de los milagros eran solo monstruos súper talentosos, omitió la parte que también dependía de su esfuerzo. Este descubrimiento no hizo otra cosa que aumentar paulatinamente la admiración del menor por aquel tipo de gafas. Descubrió que el más alto era algo torpes sin lentes, muchas veces demoraba, Takao había atribuido este carácter a que el mayor no quería asistir a los entrenamientos porque eran poca cosa. Un día el entrenador lo mando a buscar y lo encontró al costado del fregadero tanteando con la mano el suelo, al parecer se le habían caído las gafas y no podía encontrarlas. La escena se le antojó jodidamente divertida y no pudo evitar tener compasión del pobre ciego.
Entonces llegó a la conclusión, su compañero no era arrogante, solo no sabía cómo comunicarse con los demás, era poco honesto con muchas cosas y sobre todo era impresionante.
-Hey Midorima.- le llamó la atención mientras este intentaba acertar algunos tiros.
-Mn?
-Desde ahora te llamaré Shin-chan.
-Eh? No soy un niño, llámame como todos lo hacen.
-No quiero ser como todos los demás. Shin-chan!
-Takao!! – la furia del mayor se reflejó en el tono en el que dijo su nombre. Lejos de intimidarse el otro continuó.
-Shin-chan, Shin-chan, Shin-chan!!!
Ese día acabó con los dos muy cansados, uno por haber corrido queriendo atrapar y estrangular al otro que huía con gran habilidad. Desde entonces Midorima sería Shin-chan y su amistad empezó a crecer. Midorima se abrió más a los demás y aumentado con el juego de Kuroko, podíamos ver una gran transformación. Pero no era el único que había cambiado, Kazunari experimentó cambios a su manera. Dejó de ser tan prejuicioso, le gustaba ser bromista sobre todo si podía hacer enojar al tsundere de su amigo y se volvió más cariñoso. La gran mayoría se tomaba la personalidad del menor con ligereza, porque era muy extrovertido pero no veían o no querían ver que su espacio personal solo podía ser invadido por una persona… Shin-chan.
Si bien abrazaba o se colgaba de amigos o colegas estos contactos solo duraban menos de 1 minuto, en cambio podía estar horas hablando con el de lentes en la misma posición y al parecer ninguno de los dos advertía esta cercanía. Abrazos, roces, algunas veces Takao apoyaba su cabeza en el hombro o en el regazo de su amigo, nunca fue retirado de su lado y esto solo daba pie a que se siguiera acercando más y más peligrosamente.