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Una y otra vez por azumicard

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Transcurrieron los días restantes, que resultaron ser una tortura para John. Le tomó tiempo asimilar la triste noticia; la pérdida de sus hijos, sumado a eso el ultraje considerado como una traición a Sherlock. En forma de protesta no comía absolutamente nada, solo bebía agua cuando tenía sed. Estaba recostado todo el tiempo pensando en Sherlock, como consuelo recordaba todos los momentos de felicidad que compartió con su amante; tiempos donde reinaba la tranquilidad en sus vidas. Lloraba en las noches incansablemente al recorrer con sus manos el vientre vació, tan vacío como su alma. Miraba como su vida terminaba convirtiéndose en una terrible pesadilla. Muy temprano por la mañana recibió la visita de Magnussen, al verlo prefirió voltearse; el hecho de verlo traía a su mente esos recuerdos dolorosos y su sangre hervía de ira. El motivo de su presencia fue porque le informaron que John se rehusaba a comer, entonces vino a constatar su condición física - Todavía no he jugado lo suficiente con usted, necesito una presa saludable, no un montón de huesos inservible- Lleva la manzana a la boca de John, pero no la abre, insiste sin resultado. Cansado de la actitud obstinada del doctor, le empuja hacia el piso con la intensión de abusar de él, pero desiste cuando ve esos ojos vacíos; estaba muerto en vida. Sale furioso de la habitación.


Por la noche, las puertas de la mansión se abrieron de un extremo a otro para recibir a los invitados más distinguidos de todo Londres. Uno de las tantos automóviles lujosos se estacionó frente a la entrada, de ahí descendió una pareja. Cuando entraron al salón todas las miradas se posaron en ellos; captaron la atención más que otras personas. La belleza de la dama no tenía comparación, el vestido ceñido al cuerpo definía bien sus curvas y caminaba a lado de su pareja. El caballero también era tema de conversación entre la multitud, en especial entre las mujeres que no despegaban la mirada en él. El ambiente ostentoso incomodó al acompañante de la joven, pero ella le convenció mediante palabras para continuar con la reunión. Él realiza una mueca de disgusto y retoma esa sonrisa encantadora; su mejor arma de seducción. Entre la multitud logran visualizar a su objetivo; está rodeado de varios diplomáticos; acercarse sería una tarea difícil. La pareja conformada por Irene y Sherlock se unen al baile de salón; era una de las opciones en lograr llamar la atención de Marnussen. Así el detective hizo gala de sus habilidades como bailarín, dirigió a la dama durante todo la pieza. Los espectadores quedaron maravillados por la fluidez del baile de ambos; una conexión intima se podía percibir. Dejaron la conversación para observar a la pareja bailar, esta reacción no fue ajena al grupo de Magnussen. Concluida la pieza, él mismo se dirigió a ellos.


— Mucho gusto, mi nombre es Charles Augustus Magnussen. Me honra su presencia...


— Soy Bennett Dempsey - se apresura a responder - y la dama presente es la señorita Allison Morrison.


— Disculpe mi atrevimiento, permítame decir que su acompañante es una dama muy hermosa - besa su mano - Me honra su presencia -sonríe mirando a Sherlock-me gustaría que disfruten la velada-hace una reverencia y se retira.

 

La velada transcurre como otra cualquiera, hasta que los músicos detienen la música y dan paso a las palabras del anfitrión que estaba en el escenario. Los invitados hacen silencio y mantienen la atención al frente. - Agradezco la presencia de cada uno de ustedes. Esta noche organice este baile oficial para que conozcan a mi prometido- La cortina se abre dejando ver al doctor Watson completamente cambiado como si fuera una persona distinta. Lo toma de la mano para presentarlo en sociedad, no se inmuta besar su mano ante la atenta mirada del público que no duda en aplaudir. Al costado del salón, Sherlock queda impresionado por lo que sus ojos acaban de ver, hace puño con sus manos. En el momento que se dispone a ir, es detenido por Irene.


— La boda se realizará dentro de dos semanas y por supuesto todos los presentar están cordialmente invitados. Quería mantener la noticia en secreto, sin embargo las circunstancias me obligaron anunciar este importante acontecimiento – sonríe.


— Brindemos por la feliz pareja –uno de los invitados con una copa en la mano habló y todos los invitados imitaron la acción

 

—No puedo esperar más tiempo –Sherlock se dispone abrirse paso entre la multitud, pero Irene se interpone y lo coge del brazo.


— Si quieres ver con vida al doctor es mejor que te calmes. Todo a su tiempo

 


Mientras conversan, Sherlock posó su mirada al frente, a pesar de poseer una vista obstaculizado podía entrever la imagen de Magnussen desaparecer entre la multitud. En medio de la conmoción Irene conduce a Sherlock al baño de varones; el menos frecuentado. Parados uno frente al otro, ella se sube el vestido hasta la altura del muslo y saca un arma. En el momento que Sherlock toma la pistola del cuerpo de la mujer, un caballero entra al lugar y observa la escena sospechosa. Para disimular Irene rodea con sus brazos el cuello del detective y lo besa. El intruso se disculpa y sale apresurado.


— A partir de aquí nos toca trabajar por separado – dice Sherlock


— Tendrás alrededor de 15 minutos para buscar al doctor, aprovecha al máximo cada segundos en recorrer los dos niveles de la mansión y no permitas que hieran ese cuerpo tuyo. Yo me encargo en distraer a Magnusen.


— Es suficiente tiempo

 

 

Ya en la habitación Magnussen tira a John a la cama y le arranca el precioso traje de etiqueta. Se sintió ferozmente atraído hacía él, quería tomarlo de una vez por todas. Poco a poco su mano bajaba, lenta y peligroso hacia la entrepierna del doctor - Esta noche será la pre luna de miel- se relame mientras lame su cuello. Las fuerzas abandonaron el cuerpo de John a la vez su juicio, al dejarse tocar otra vez por esas manos sucias – donde estas Sherlock… - preguntó en un susurro, cerró los ojos y una lágrima resbaló sobre su mejilla. El ataque es interrumpido cuando tocan la puerta y desde afuera informan a Magnussen; la persona que estaba aguardando había llegado. Molesto deja a presa semidesnudo, acomoda su traje y sale del lugar.


En el segundo piso Sherlock logra recorrer el lugar sin ser visto, subió un piso más y cuando vio el panorama que le esperado, tuvo que retroceder. El pasadizo esta infestado de lacayos uniformados, entrar sin un plan previo era una misión suicida. Su mente buscaba alternativas, recarga el arma y avanza sigilosamente. Oía los pasos más cercanos a su derecha, calculó el tiempo estimado y disparó a las dos de ellos. Debido al ruido los demás corren hacia el origen de los disparos. Sherlock había calculado que le quedaban otros tres metros de distancia hasta llegar a la entrada de la habitación. Esta vez sus cálculos fueron erróneos, de pronto se sintió desprotegido al ver a los hombres acercándose. Una bala se estrelló en el cuadro sobre la cabeza del detective y después una lluvia de balas estallaban a su alrededor. Contraatacó mientras buscaba protección entre los muebles, logró reducir el número de atacantes a solo dos.


El crujido de dos cargadores vacíos sustituyó al ruido de los disparos. Ensordecido, captó la señal obvia; el enemigo está recargando municiones. Le bastó esos escasos segundos para acabar con la vida de ambos. En medio del enfrentamiento, recibe un disparo que roza su brazo y otro en la pierna. Producto de las heridas, llega a la habitación con dificultar, fue necesario realizar varios disparos para forzar la cerradura. Cuando la puerta se abrió, una ráfaga de aire helado sintió recorrer por todo su cuerpo. Dio la impresión que sus ojos buscaban señales de un intruso, pero la habitación estaba desolado. Entonces la mirada de Sherlock se posó de inmediato en el centro del lugar, donde había una cama, estilo victoriano, sumamente ostentosa. Camina lento, cada paso lo llevaría al encuentro predestinado, remueve la fina tela que cubría el mueble y encuentra a John tirado boca abajo, sobre la cama.


Se precipitó hacia su amante, y lo estrecho entre sus brazos tensos, obviándose por completo la herida de bala que tenía. Sus cuerpos se entrelazaron, como si en años no se hubieran visto. John corresponde ansioso, olvido el dolor y el miedo. Se aferró a la espalda de Sherlock y cerró los ojos y los volvió a abrir, comprobando así que no se trataba de un estúpido sueño o alucinación como aquella vez. De pronto el detective apretó los labios contra los de John, dejándose llevar por un beso largo e impulsivo. Y las lágrimas resbalaban sobre sus mejillas, al fin sería rescatado del infierno que le tocó vivir, los tres días más espantosos de toda su vida. En medio de tan conmovedor reencuentro, la mente analítica de Sherlock le dice a gritos que esta obviando un detalle importante. El contacto físico, permitió confirmar el estado físico de Jhon y también el vientre plano. Eventualmente rompe el abrazo, a pesar de comprender la inverosímil realidad, quiso preguntar.


— John... que significa esto... – no encuentra respuesta, solo el gélido silencio que se transformó en un sonido ahogado.


— Él… - llora abrasando- el desgraciado de Magnussen los saco de mí, para después matarlos con sus propias manos-le mira rompiéndole el corazón- aprovechó mi descuido…. Y los mat..mató... mató a mis pequeños-grita desesperadamente.

 

Sherlock oyó las palabras, pero apenas lo asimiló, haciendo caso omiso del insignificante detalle; John habló en plural. Sus labios sensuales estaban extrañamente relajados, los hombros caídos, los ojos mansos y obedientes. Era como si hubiera adoptado la reacción de otra persona, había realineado todos los músculos de su cuerpo para aceptar la situación. El resentimiento, ira y la angustia habían sido aplacados bajo una frialdad profunda.


— Yo… lo siento John... llegue demasiado tarde


— Sácame de aquí - le suplica sin soltarlo-por favor Sherlock...llévame lejos de este infierno; no soporto estar aquí ni un minuto más.


— Tranquilo, pronto nos iremos

 

En ese momento, tenía que tragarse el dolor u otro sentimiento, debía enfocar su atención en tranquilizar a John que era un mar de lágrimas y su cuerpo no dejaba de temblar. Encontró en los firmes brazos de Sherlock, una profunda calidez y por supuesto la seguridad que siempre sentía al estar con él. De una manera, sus miedos fueron anestesiados por el contacto físico. El rostro de John quedó estrujado en el pecho de su amante, permaneciendo a su lado silencioso.

La sensatez le había exigido quedarse ahí con John. Sin embargo el torbellino de emociones obstruyó su mente analítica; pudiendo más que la prudencia. Su respiración parecía más profunda, se sentía como una fiera salvaje a punto de cazar y disfrutar la sangre de su próxima presa. Una sed de justicia y desquite emergieron de las profundidades. El brillo de la mirada de Sherlock se transformó por una que desprendía fuego e ira.


— Tendrás que esperar por mi regreso aquí. Necesito saldar cuentas pendientes… - le besa en la frente y recarga el arma - Vendré por ti -.


— ¡Sherlock no me dejes por favor...no!-grita- ¡no me dejes!!


— Necesito que me esperes aquí, no tardare mucho. No comete el mismo error dos veces - Limpia sus lágrimas. Podría haberse quedado con él hasta el fin de los tiempos, pero el rencuentro fue breve. Enseguida aprovecha el abrazo de despedida para sedarlo - Lo siento John... -.

 

 

Antes de retirarse, se despide de John con un beso en la frente, acaricia su rostro. Sus ojos azules parecían iluminados por un fuego nuevo, similar a las llamas del infierno. Contuvo la rabia empuñando la pistola, frente al cuerpo de su amante juró cobrar venganza por la muerta de su hijo. A paso firme recorrió ese pasadizo regalo de cadáveres y a unos metros de distancia percibe señal de vida que es arrebata por un disparo certero en la cabeza, propinado por Sherlock. Experimenta la sensación más satisfactoria; arrebatar la vida. Estaba bordeando los límites de la racionalidad. Las imágenes espantosas nublaron su visión. Entre tanto Magnussen terminó su reunión mucho antes de lo planeado, ya que quería retomar su encuentro con el doctor Watson; el solo hecho de pensar que estaba aguardando su presencia aumentaba su excitación. Despidió a su invitado de honor hasta la salida y se dispuso a regresar, en ese trayecto Irene lo intercepta.


— Estaba buscándolo señor Magnussen. No tuve la oportunidad en hablar de negocios con usted a solas


— Concederé un poco de mi tiempo para atenderla señorita Morrison – se dirigen a su despacho, ubicado en el segundo piso. En el trayecto Magnussen se detiene y voltea - Me preguntaba en qué momento iba actuar señorita Irene Alder, ya me estaba aburriendo - la acorrala


— No logre engañarlo, lastima pero... - mientras hablaba, con destreza logra sacar el sedante escondido en sus prendas- Es muy confiado... buenas noches señor Magnussen-


Sacó rápido la jeringa de su pierna, era demasiado tarde, sintió como los ojos se cerraban. Lo último en ver fue la sonrisa victoriosa de la mujer que no desaprovechó el momento para aplastar su rostro contra el piso con desprecio. Transcurrió el tiempo y de a poco va recuperando el conocimiento. Su vista era borrosa en el primer intenta, tuvo que pestañar en dos ocasiones hasta que sus ojos recobraron visibilidad absoluta. Se da con la grata sorpresa que sus manos están atadas a la silla donde está sentado, lo mismo sucedió con las piernas. Levanta la mirada y de inmediato reconoce el lugar; la habitación donde tuvo cautivo a John. Al frente de él se encontraba Sherlock sentado, como si fuera un gánster a punto de cometer un crimen. Conservó esa mirada frívola e intimidante.


— Era tan obvio que me capturarían -sonríe irónico- tardaste en salir de tu escondite, mientras esperaba tu presencia, el doctor Watson,me brindó un excelente entretenimiento durante estos días. Ya entiendo la razón porque le sobreprotegía; su cuerpo es un manjar exquisito; ninguna mujer podría ofrecer tal placer como él

 


El detective se mantiene callado mientras que la boca de Magnussen salía palabras provocadoras, queriendo causar más daño de lo que ya había originado con sus perversas manipulaciones. Llegó un punto donde Sherlock calló esos ladridos innecesarios y ruidosos. Disparó dos veces cerca de él, sin embargo no fue motivo suficiente para silenciarlo. Habló de todo sin importarle nada, solo deseaba continuar su discurso elaborado especialmente para Sherlock, quien vuelve a disparar.


— El próximo disparo podría terminar en su cabeza… - con una voz profunda habló – Pero, sería una muerte muy fácil, no cree. Usted nunca ha sentido el miedo en su vida, se ha valido de su poder para mantenerse protegido. Ahora que está indefenso puedo ver claramente que no tiene intensión de experimentar esa sensación repudiada por la mayoría de personas. Me complacerá ser el encargado de infundir eso en usted.


— No me siento intimidado, al contrario, siento curiosidad por saber que hará cuando se entere las cosas que hice a su adorado doctor Watson - sonríe cínicamente- Le diré, sobre esa cama poseí el cuerpo del doctorcito muchas veces, tantas que perdí la cuenta.


—…Disfrutare matarlo lentamente - habla mientras camina hasta llegar a él. Golpea su rostro, logra partirle la boca.


— No dejaba de gritar las veces que lo embestía y…-recibe un golpe directo al estómago antes que continué narrando detalles-… Me corrí dentro de él incontables vec... – otro golpe lo silencia. Enseguida Sherlock lo agarra de los cabellos y le propina un rodillazo rompiéndole la nariz.


— No quiero escuchar mierda saliendo de tu boca - se arrodilla para establecer contacto directo. Empuña una navaja, la abrió con chasquido delante de su cara - Estas preparado para gritar... siempre tuve curiosidad por diseccionar un humano, ya que tengo la oportunidad, la aprovechare - realiza un corte en el cuello, sin comprometer ninguna arteria.


— Qué ingenuo es usted… -respira con dificultad – para ser un brillante detective, no se percató de un detalle… detalle que es visible en el cuerpo de su amante.

 

 

Efectivamente, Sherlock desconocía la existencia de un segundo hijo, antes de caer en coma, sabía que sería solo un hijo. Permaneció inmóvil un largo momento, experimento una sensación de vacío dentro de su ser; un trozo de él fue arrancado. Lo siguiente fue colocarse de espaldas. El impacto fue tan grande que no proceso la información enseguida. Parado ahí, en un remolino de confusión, sintió que una puerta se abría dentro de él… como si se hubiera derrumbado un umbral mítico. En un solo instante las sombras inciertas cubrieron todo su ser, quedando sumergido en un estado nunca antes experimentado. Se extinguió la flama de sus ojos, dando paso a una mirada vacía, no tenía vida. Por primera vez codiciaba sed de venganza, utilizó la cacha de la pistola para dejarlo inconsciente.


A Magnussen le dolía las brazos, pero más la cabeza por el duro golpe que sufrió. Cuando despertó, se encontraba arrodillado, con la boca cubierta con cinta adhesiva. Cada muñeca estaba sujeta y le había alzado casi hasta el punto de descuartizarlo; oficialmente se convirtió en el prisionero de Sherlock Holmes. La bestia estaba de pie a su lado. Magnussen tenía el rostro parcialmente ensangrentado, alzó la vista con expresión irritada, que dio paso a otra de preocupación al ver varios instrumentos en el suelo; sabía que iba suceder. Cerca de él, se encontraba Irene Alder, parada sin la mínima preocupación, al parecer sería una espectadora.


— Por fin despierta, creí que nunca lo haría. Permaneciste desmayado por mucho tiempo, estaba empezando a aburrirme - retrocede cuatro pasos, sus ojos parecían dos rendijas negras cuando examinó al prisionero - No crea que voy a contenerme por la presencia de una dama, al contrario, ella será participe de esto. Estoy ansioso por comenzar - dibuja una sonrisa malévola.


— Porque no inicias con un pequeño: muestra y aplica - Irene coge una tenaza.


— Buena elección... voy a utilizar todas estas cosas en ti, antes de que mueras - Sherlock amenaza con palabras y a través de la mirada - Creo que empezare con esto - empuña un taladro eléctrico.

 


Presiona el botón de encendido. Poco a poco el artefacto se va aproximando peligrosamente hacia la altura de su hombro derecho. El ruido infernal anunciaba lo inevitable, provoca que Magnussen mantuviera los ojos bien abiertos. Pero cuando la broca del taladro atraviesa la primera capa de la piel, le obliga cerrar los ojos al instante; producto del inmenso dolor. Los gritos regresaban a su garganta porque su boca estaba sellada, lo único que hacía, era emitir sonidos de quejidos. Sin remordimiento, Sherlock continuaba introduciendo el objeto dentro del cuerpo de su prisionero. Cuando realizó el daño suficiente, retiró el taladro y selló la herida con dos pedazos de cinta adhesiva; un desangrado innecesario arruinaría la diversión. La dolencia era insoportable, tanto que Magnussen perdió la conciencia por varios minutos.


— ¡Despierte! - grita Irene, mientras golpea el rostro con una fusta - no te desmayes, aún no terminamos. El juego recién acaba de comenzar-.


— Te va encantar esto…- Sherlock camina hacia él, sosteniendo un alicate – ya he utilizado esta herramienta, en alguno de mis experimentos.

 

 

La siguiente herramienta resultó ser astillas de bambú. Una tras otra clava filosas astillas de bambú dentro de los dedos del prisionero a través de la punta de la uña del dedo. En el proceso de martillado, la uña del dedo es arrancada completamente. Como la base de la uña del dedo es extremadamente sensible El dolor causado es excesivamente agudo que ni siquiera se pudría describir. En medio del proceso, la mujer utilizó la fusta para mantener levantada la cabeza de Magnussen. Sin embargo a causa del dolor era difícil mantener los ojos abiertos. La sangre que brotaba de las heridas, eventualmente formó un pequeño charco que se unió con la sangre de la otra lesión del hombro. Al final quedaron mutilados brutalmente cinco dedos.


— ¡Oh!... esa mano es inservible en su estado actual – dijo Irene, después le propinó un sonoro golpe en el rostro – Ya le advertí; está prohibido desmayarse. Soporte un poco más… sea un digno enemigo hasta el final.

 

A continuación, Sherlock apareció entre las sombras, empuñando el tercer objeto. La luz reflejaba el brillo de la hoja filuda de la espada; una adquisición valiosa de Magnussen, que se convertiría en su verdugo.

— Simplemente hay que eliminar esa mano, la cual se atrevió ultrajar el cuerpo de MI AMANTE – sin previo aviso corta el brazo dañado – tranquilo, creo que puedo detener el sangrado – utiliza un soplete - … vaya, si que eres resistente. Así podemos continuar.

 

De un solo tirón retiró la cinta adhesiva de su boca, bañada de saliva. El propósito de esta repentina acción de Sherlock, fue para iniciar el interrogatorio. Las dos primeras preguntas no tuvieron respuestas, solo el sonido de la respiración irregular de Magnussen. Cuando se dispuso a hablar, no lo hizo para responder las preguntas sino para detallar el modo como mató a los hijos de John y Sherlock. Fue preciso en sus palabras, no desperdició ningún segundo porque fuerzas lo abandonaban.


Era suficiente saber que sus hijos estaban muertos, pero con la reciente confesión; atrajo su atención sorprendentemente. Con una mirada de crueldad, Sherlock se aproximó sin despegar la vista en el vulgar asesino de sus hijos. A poca distancia murmura unas palabras y empieza a disparar sin parar; una tras otra las balas perforaban el cuerpo de Magnussen. Agresivo y despiadado fue el ataque que la sangre salpicó la pared, el rostro del detective, también las prendas. El sonido de los casquillos resonaba y al cabo de unos minutos cesó; llenó de balas el despreciable cuerpo de Magnussen. No le quedaba ninguna bala, Con escuchar aun así Sherlock continua apretando el gatillo insistentemente. Sin previo aviso Irene se acercó a él para bajar el arma.


—Se acabó, está muerto.


En un mar de sangre terminó la habitación, las paredes estaban adornadas por manchas de sangre, era prueba de la magnitud de crueldad hacia el prisionero. Sherlock deja caer el arma, se queda callado con la cabeza agachada, mira al costado y camina hacia John, quien estaba recostado inconsciente en la cama de lado. Sintió como sus piernas perdían fuerzas y cayó al piso arrodillado, coge la mano de su amante y lo aprieta.


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