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Proyecto vida por Wan chan

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Notas del capitulo:

Vacaciones a nada de terminar y yo en la prisión llamada “casa de la abuela”… creo que ya tengo kilitos de mas… bueno, espero poder actualizar pronto, pero no desesperen… después de la calma viene la tormenta.

¡Disfruten del capítulo!

Capítulo 2. Dejar atrás y caminar.
Parte VI. Emociones en una noche.

 

La oscuridad de la noche bañaba cada rincón de aquella comunidad. Alumbrados bajo la pequeña cantidad de luz de la luna las personas se guían por sus manos y diminutas lámparas que no son tan llamativas. La hora de dormir se acerca, un toque de queda impuesto por los mismos habitantes cuando la oscuridad prevalece.

Las finas luces del punto verde son emanadas por velas, y gracias a ellas puede verle con un poco más de claridad, delineando el rostro contrario con una suavidad y paciencia nada característico de él. Una persona con la reputación de solo actuar en vez de pensar, pero en ese instante la figura frente a él que le sonríe con amabilidad y dulzura hace que cambie todo aquello por una paz inimaginable. En respuesta se acerca, posando los labios sobre lo más alto de la curvatura de aquel vientre hinchado que alberga una nueva y diminuta vida.

El susurro de sus palabras le inunda los oídos volviéndole el hombre más feliz del mundo, pero cuando levanta la vista puede ver el rostro preocupado y con miedo. Se acerca, posando su frente sobre la otra mientras pasa sus dedos morenos entre la cabellera castaña del chico.

-Tengo miedo –menciona Sakurai con una voz temblorosa mientras mira los intensos ojos azules de su pareja.

Aomine le mira seriamente frunciendo un poco el entrecejo, posando sus labios sobre los contrarios y besándole con cariño –Te prometo que te protegeré, a ti y nuestro a hijo-.

Obtiene una sonrisa por parte del castaño junto a un abrazo. La sonrisa de Sakurai se esfuma cuando Aomine deja de verle y apaga la vela para poder descansar. Si, tiene miedo y más por la personita que crece en su interior.

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La pequeña flama danza al ritmo del viento que intenta apagarla.

El frio comienza a helarle la carne y para contrarrestarlo tantea con la mano hasta dar con la cobija y usarla para cubrirse el cuerpo entero, haciendo un espacio en la cama para poder tenerle a un lado en cuanto el otro apague la vela.

Kagami se sube a la cama, atrapando a Kuroko con sus brazos y lo abriga con un abrazo procurando transmitirle calor de esa manera. Con amor besa su frente, mejillas, la punta de la nariz y finalmente sus labios; mirándose fijamente al final de aquel juego de besuqueo. Los azules orbes de Kuroko hipnotizan a Kagami. Siempre le han parecido hermosos, como un par de piedras preciosas, sintiéndose dichoso de ser él el dueño de esa mirada amorosa.

Un último beso en los labios, casto y puro como su amor antes de cerrar los ojos y tratar de descansar para los siguientes días tan ajetreados que les esperan.

Ambos disfrutan de ese breve silencio, no necesitan tantas palabras para comunicarse. La confianza en ambos es tan sorprendente que incluso llegó a causar envidia.

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Kise mira fijamente la calle, aquella cabra traviesa le llamó la atención cuando vio que comenzó a brincar graciosamente. Era curioso ver eso.

Instintivamente lleva su mano a su vientre muy a penas visible. Frunce levemente el entrecejo, su hijo puede que le dé problemas, no muy graves, pero si algunos. Y es que él no es de los que se queda sentado como damisela al peligro. Para nada. Vivió al igual que muchos de ese lugar una guerra y, al igual que muchos de ellos participó en ella.

Un guerrero formidable con una puntería que daba envidia. Claramente no es de los que se queda a esperar como el resto, aunque está bien que Kuroko tenga lo suyo y sea jodidamente bueno en eso del espionaje, y Sakurai compita claramente con Hyuuga por el mejor puesto a francotirador, incluso Takao tiene mejor vista que Izuki, toda esa adrenalina y ansiedad por tomar un arma y disparar se esfumaron cuando fueron seleccionados y casi secuestrados para ser productos en nombre del proyecto.

Al principio se negó, pero después de pensarlo bastante accedió solo por una razón y era la fantasiosa idea de tener un bebé de, en ese entonces, su jefe de escuadrón: Kasamatsu Yukio.

Le encantaba ese carácter serio y frio, el porte maduro que tenía cada que tomaba decisiones drásticas. Para Kise era la persona perfecta y un tanto distante de alcanzar. Recuerda que cada que esos ojos casi azules se posaban en él, instintivamente una sonrisa de modelo se dibujaba en los labios del rubio y en respuesta obtenía la ley del hielo. Tal parece que a Kise el amor probablemente le hizo un poco débil e idiota.

Pero pese a que las esperanzas de Ryouta en ocasiones pendían de un hilo, Kasamatsu aceptó darle aquello que tanto anhelaba. Cuando ambos se enteraron de que el proceso de gestación estaba en marcha, Kise fue el más emocionado. Yukio era y seguía siendo una persona de carácter firme y seco a pesar de ser un futuro padre.

-Oye Ryouta, debes de dormir. Sabes cómo son las cosas aquí y será mejor que descanses-.

Sus palabras le hacen sonreír tontamente, porque aunque Kasamatsu no sea muy expresivo con eso de los sentimientos, Kise sabe que Yukio se preocupa por él y que tiene una extraña manera de expresárselo. Y el beso en la frente antes de dormir es más que suficiente, claro ya que tiene un poco de Kasamatsu creciendo en su interior.

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-¿Y? –la amplia sonrisa picara se muestra en su rostro. Le gusta que su novio le haga chequeos todo el tiempo, es una buena escusa  para tener algo de contacto físico en ese sitio, aunque sí han tenido intimidad después de todo está hinchado hasta su límite cargando a su hijo.

-Estas bien Takao, ahora duérmete –Midorima se aleja, guardando las cosas en el botiquín respectivo, dejando todo listo para mañana y solo meter las cosas a los transportes e irse de ese lugar.

Un puchero en el rostro de Kazunari le dice que no está para nada feliz y que quiere de su novio algo más que simples roces con el frio estetoscopio –venga Shin-chan, un poco de eso no nos hace daño… y además tengo ganas-.

Midorima le reprende con la mirada, las hormonas de Takao aumentaron de golpe por el dichoso embarazo y en cuanto el pelinegro tiene oportunidad se ofrece sin chistar al peli verde.

Pero la experiencia de Midorima siempre es la que se niega. No quiere causar problemas al bebé y lastimarle en un mal movimiento, además, Takao está casi a nada de sacar a su hijo.

El parto no es problema, pero Midorima tiene miedo de errar mientras está recibiendo. Nunca en todo su estudio durante la guerra tuvo que recibir a un bebé, y la única vez que presencio un parto la mujer murió y el pequeño nació muerto. Se siente de repente indeciso y con miedo, prefiere curar heridas de guerra, brazos amputados, piernas desgarradas, quemaduras de tercer grado que atender un alumbramiento.

Además ¿Cómo demonios va a hacer eso? En todos sus libros de medicina y en la experiencia jamás se ha elaborado un parto en un hombre. No es normal, ni siquiera natural. ¿Qué va a hacer? ¿Cómo lo va a hacer? No puede decir que en ese momento lo sabrá porque sería una vil mentira. El peso del resto de sus compañeros recae en sus hombros, es el único médico que les acompañará, y aunque cuenta con el apoyo de Mayuzumi que ejercerá como enfermero, él se llevará un poco de la peor parte.

Es por eso que tiene miedo de aquel futuro incierto.

Su mirada se posa en un dormido Takao, la respiración tan pasiva le hace sentir que todo aquello se esfuma. Su pequeño retoño crece en la persona que más ama, así que no puede dejar que nada malo les pase.

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Se acomoda perfectamente entre sus piernas pegando su espalda con el pecho contrario. Le agradan sus tres centímetros de diferencia en la estatura, hacen que su cuerpo se embone bien al del otro. Su cabeza descansa plácidamente en el hombro mientras sus cabellos rojizos acarician la mejilla provocándole cosquillas.

Voltea lentamente proporcionando un beso en la mejilla. Furihata pasa sus manos debajo de los brazos contrarios, abrazándole cálidamente. Akashi se deja, si no fuera por Mayuzumi y Himuro estuviera solo en esa cama odiándose a sí mismo, y en un pensamiento egoísta se mataría a la primera oportunidad que tuviera. Si, lo ama con locura y pasión.

Suspira y se relaja mientras Kouki le mece con movimientos suaves, susurrándole al oído aquella canción que ambos se la pasaban cantando cuando eran estudiantes de instituto. Cuando lo único que les importaba era el gastar su tiempo en juegos de baloncesto y teniendo citas clandestinas a las espaldas del padre de Seijuurou, huyendo tontamente de los guardaespaldas del pelirrojo.

Akashi sigue la letra de aquella melodía mientras Furihata le besa el hombro y el cuello con algo de sensualidad. Sonríen, cantan juntos el coro mientras sus cuerpos se siguen meciendo al ritmo de la canción y sus manos se entrelazan con ese amor infinito que tanto se tienen.

-Sei… sabes, me gustaría verte en unos meses más… quiero ver cómo crece tu barriga-.

Una risa rompe el armonioso silencio –eso se arregla –Akashi se aleja y toma una almohada colocándola debajo de su ropa y acomodándola para que se vea como una de las pancitas que vieron cuando llegaron.

Furihata ríe con ganas. Las irregularidades que se forman en la ropa le dan gracia, mucha más que el hecho de ver a Akashi tratar de ser gracioso. Limpiándose las lagrimitas causadas por la risa, Kouki le toma del brazo, jalándolo para poder estar acostados cerca uno del otro. En susurros le pronuncia cuanto le ama y cuanto quiere estar con él. Le recuerda todos sus sentimientos y el cómo sería su vida sin él. Lentamente se acerca para besarse con amor mutuo y volver a tararear junto a Seijuurou aquella canción tan melosa.

Kouki guarda silencio un momento contemplando los dispares ojos de Akashi quien sigue tarareando aquella cancioncita. Furihata mueve los mechones de cabello a un costado y le habla en un susurro –cásate conmigo-.

Akashi para de cantar de repente, una propuesta tentadora que le hace sonreír bobamente –por supuesto-.

Ante sus ojos un pequeño anillo de plástico sacado rápidamente de uno de los bolsillos del castaño. Akashi reconoce ese juguetito, un recuerdo de la última cita que tuvieron en un local de videojuegos; el anillo fue lo único “costoso” que pudieron conseguir con los puntos que ganaron.

-Yo Furihata Kouki, te tomo a ti Akashi Seijuurou como mi esposo. Prometo amarte, cuidarte y respetarte, en la salud y en la enfermedad; durante la guerra o fuera de ella, hasta que la muer…-.

Akashi le interrumpe posando sus dedos sobre los labios –no, lo último no –un suspiro marcado ante la sonrisa del castaño –acepto-.

Coloca con cuidado el anillo en el dedo anular mientras se besan cerrando un extraño pacto que ellos mismos entienden.

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Un silencio nada incomodo llena el sitio, acompañado de ligeros susurros de sueño y descanso. Al salir el sol comenzará una nueva etapa en sus vidas, y un pequeño paso para mejorar la humanidad.

Un sollozo rompe la armonía del momento, seguido de un gemido lastimero lleno de dolor e impotencia.

Koganei llora en la soledad del techo, acompañado del silencio y la oscuridad de la noche. Se abraza a sus rodillas con fuerza, ocultando el rostro entre sus brazos y dejando salir sus lágrimas con abundancia. Necesita despejarse, sacar todo el dolor que tiene en el pecho y en sus pensamientos o no podrá ser de mucha ayuda por la mañana.

De repente siente una mano tocarle la cabeza y cuando levanta la vista puede ver a Fukuda y Kawahara a su lado, ambos con un par de lagrimas en los ojos. Están con él, acompañándolo en su tristeza, poniendo el hombro para que llore lo cual hace de inmediato.

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Suspira profundamente, tan profundamente que el aire que expulsa suena con un poco de fuerza. Levanta su mano y toca la puerta un par de veces antes de escuchar la voz cuestionando quien es al otro lado de la puerta.

-Soy Izuki, ¿puedo entrar?-.

Ni bien termina de hablar Chihiro le abre la puerta y hace una señal con la cabeza de que entre.

El garaje no es muy amplio. En su mayoría solo hay refacciones por todos lados, grasa y aceite que manchan el suelo. Lo único decente es un antiguo sofá impecable casi al fondo del lugar, aunque la almohada y la desordenada cobija desaliñen un poco.

Mayuzumi toma asiento en una silla mientras termina de arreglar un extraño chaleco que tiene bastantes compartimentos para sus navajas -¿necesitas algo?-.

La saliva pasa en sonoramente por la garganta de Izuki. Tratando de mantener la voz firme menciona el nombre de Himuro, haciendo que Chihiro le vea seriamente y comprenda por donde va el asunto –solo quiero saber cuál es tu relación con él-.

-Himuro es un ex soldado. Es bueno en lo que hace y lo traje conmigo por eso. Además él se ofreció a cuidar a Akashi y a Furihata-.

-Sabes bien que eso no es lo que quiero saber-.

Ambos se miran con cierto desprecio, frunciendo el entrecejo de manera amenazante y ese extraño sexto sentido de supervivencia encendido por si acaso al otro se le ocurre hacer un movimiento de más.

-Ninguna. No tenemos nada que ver. Así que siéntete libre de menearle el trasero en el rostro, seducirlo, hacerlo tu novio, amante o lo que sea-.

Para Izuki aquel insulto le hace hervir la sangre, pero no se rebajara al nivel de Mayuzumi, se las cobrará después. Sin más se va antes de ser dañado en el orgullo de nuevo. Odiaba tener que lidiar con ese tipo aunque estuviera en su naturaleza ser amable con las personas. Pero antes de irse Chihiro le detiene con palabras.

-Oye Izuki. Te daré un consejo, si tanto lo quieres demuéstraselo… y ponle una correa con bozal, es molesto escucharle hablar-.

Izuki se retira después de soltar una sutil risa y pensar con algo de odio: “el que necesita el bozal es otro”.

Tiene que calmarse y volver con Himuro para poder charlar un rato antes de que la mañana llegue. No puede evitarlo y siente a su corazón palpitar con ganas al estar frente a la puerta. No escucha mucho ruido por lo que deduce que está solo.

Tatsuya ha estado limpiando su arma desde que Kawahara le dejó solo cuando le explicó cómo es que llegó a ese lugar, durante su relato mencionó la muerte de Mitobe y pudo distinguir sorpresa y algo de tristeza en el chico quien salió después de un rato. Tiene el arma pulcra y reluciente. En ese instante se siente un tanto inútil y solo. Ciertamente desagradable. Se preguntaba internamente que estaría haciendo Chihiro en ese momento, cuando un par de golpes a la puerta le llaman la atención junto con la voz de Izuki llamándole casi insistente. Abre con pesadez quedándose en la entrada – ¿Sucede algo?-.

La vista de Izuki se pierde en Tatsuya un momento. El insistente palpitar de su corazón le molesta tanto que ni siquiera puede escuchar sus propios pensamientos –me preguntaba si podía quedarme con ustedes-.

Himuro le mira sorprendido, y aquel dulce rubor en las mejillas contrarias no se le pasa desapercibido –en realidad me encuentro solo-.

-Oh vaya. Entonces será mejor que me retire y te deje descansar-.

-Está bien, acompáñame si quieres-.

Ambos entran a aquella habitación inundada por la oscuridad. Sin tantear Izuki se sienta en la cama junto a la de Himuro quien se sienta frente a él retomando su actividad de alistar su pistola. El silencio levemente incomodo entre ambos, roto en ocasiones por el ajuste del arma metálica.

De nuevo Izuki se pierde en el contrario con un montón de ideas rodándole la cabeza, planea el cómo soltar las palabras de un “me gustas”. Sin soportar más se pone de pie haciendo que Tatsuya gire su cabeza para verle. Shun se odia tanto en ese momento pero tiene que hacerlo, ponerle la dichosa correa que Mayuzumi le ha dicho y evitar que desviara sus ojos a alguien más.

-Me gustas Himuro –suelta de golpe sorprendiendo al otro completamente. Sabe que Himuro ha bajado la guardia y aprovecha esto para robarle un beso. Avergonzado Izuki se aleja caminando hasta el otro lado de la habitación, sin decir nada más se retira del cuarto para caminar un rato y reflexionar, dejando a un Tatsuya choqueado.

Himuro se levanta y sale yendo contrario al camino que ha tomado Shun. Siente un nudo en la boca del estómago. Aquel beso le hace sentir extraño y su cabeza le da vueltas. Admite internamente que tiene a Chihiro y le gusta, pero no sabe porque Izuki está llamándole la atención de manera sorprendente, tanta que prefiere estar con él. Todo se le hace jodidamente estúpido y confuso.

Sin darse cuenta ha llegado frente a la puerta que da al garaje, sabe perfectamente que Chihiro está detrás de esa puerta. Tiene de repente que tomar una decisión entre algo que ciertamente no tiene casi nada de experiencia, y es que le amor para él no es nada más que pasajero, una calentura momentánea y algo en lo que se desperdicia el tiempo. Incluso antes de la guerra pensaba de esa manera, pero ahora tiene que decidir entre el chico de mirada fría o el de radiante sonrisa. Vaya estupidez.

Tal vez, solo tal vez si habla con Mayuzumi pueda arreglarlo. Al fin y al cabo Chihiro se sigue comportando de aquella arisca manera. Quiere sentir que aún le queda una oportunidad con el chico y que puede enamorarle y porque no, enamorarse.

Entra sin pedir permiso sin siquiera fijarse en el cómo deja la puerta.

Mayuzumi se levanta frunciendo el entrecejo pero antes de que pueda hablar Himuro le abraza –sonará estúpido, pero dime algo romántico-.

Un bufido pasa por los labios de Chihiro – ¿Qué se supone que te tengo que decir? – Le aleja casi empujándolo –no me abraces, que molesto –un chasquido de dientes y mirada de desprecio –deberías de alejarte de mí –menciona más que nada para ponerse un alto y dejarle a Izuki el camino libre.

La respuesta que no buscaba, de repente el pecho le duele y aquel nudo en el estómago se intensifica mientras su cabeza le punza. Está molesto pero no quiere decírselo con palabras. La filosa lengua de Chihiro le refutará todo lo que diga, prefiere ahora actuar que hablar.

Himuro le atrapa de inmediato, acercándose lo suficiente para poder besarle sin piedad alguna. La húmeda boca y lo caliente del aliento le incitan a pasar su lengua sobre la contraria, iniciando una extraña danza entre ellas mientras se rozan entre sí. Le empuja hasta dejarle en el sofá sin cuidado alguno. Le toma de nuevo, besándole sin piedad la boca.

Chihiro pelea, pero su fuerza no es suficiente como para quitarle de encima. La posición en la que Tatsuya lo tiene no es la adecuada para lograr hacer cualquier movimiento. Entonces su cuerpo vibra al sentir como Himuro comienza a tocarle íntimamente, queriendo excitarle a toda costa para poder tener acceso a algo mucho más interesante.

-Hi-Himuro… basta…-.

Sus palabras no tienen valor alguno en ese momento, sobre todo cuando un nuevo beso le roba el aliento. Gemidos ahogados y movimientos bruscos. Tatsuya rasga la ropa contraria en un intento por quitársela, usando la tela para callarle.

El ruido del forcejeo aumenta, Chihiro está consciente de que es eso. Él no quiere, pero Tatsuya realmente se ve con las ganas de hacerlo suyo aunque sea por la fuerza. Violación, así es como se le llamaría a esto que está viviendo.

Izuki pasa caminando, fantaseando imaginariamente con ese fugaz beso que le robó a Himuro. Ese chico realmente le gusta, demasiado. Entonces es bajado de aquella rosa nube de golpe, deteniéndose en el instante que ve entre abierta la puerta que da directo al garaje lo cual es extraño ya que Mayuzumi es un maniático de la perfección y la privacidad. Con lentitud se asoma, abriendo con cautela para evitar los rechinidos de la vieja madera. Y entonces solo así puede ver a la perfección lo que sucede en aquel lugar; Himuro besa con cierta pasión el cuello de Mayuzumi mientras, a los ojos de Shun, ambos se tocan de manera obscena.

Gemidos suprimidos, movimiento constante y el incesante rechinido del antiguo sofá. No puede ver muy detallado aquella escena, pero sabe que existe cierta unión intima entre ambos, hablando de manera carnal.

No soporta seguir viendo aquello y se retira con la imagen de Mayuzumi arañando a Himuro y este marcándole el cuello y el ritmo de las embestidas.

Camina con pesadez hasta el techo pensando en que estar solo es mejor, pero el ver ahí a Koganei con los ojos rojos hace que su ira disminuya. Se sienta a un costado suyo, tan junto a él para evitar el frio que se siente en ese instante. Izuki suspira a lo que Koganei le voltea a ver.

-¿Todo bien?-.

-No te preocupes Koga, no quiero molestarte con mis problemas mientras tú estas así por Mitobe-.

-Ahh… no tienes porque ser así. Le he llorado tanto que hasta mis lagrimas ya se acabaron –una sonrisa algo forzada se posa en sus labios –cuéntame ¿quieres?... necesito distraerme un rato. Posiblemente me aburra y me duerma-.

Las risitas de ambos irrumpen el silencio, pero es Izuki quien termina antes y se pone de manera seria de nuevo –sabes… hay gente muy mentirosa –menciona con odio –me alegra que tu no seas así Koga-.

Shinji le sonríe ampliamente y le abraza, no cree que sea buena idea escarbar mucho en ese tema que de seguro pone más de malas a su compañero. Por ahora es hora de descansar y esperar a que mañana no sea un día de desgracias.

Notas finales:

La verdad creo que este capítulo me quedó muy rosa, y eso que yo no soy de las que escriben cosas lindas… aunque me gusto. Si alguien se pregunta cuál es la canción que tararean Akashi y Furihata, la verdad no sabría decirles, pero después de escuchar el repertorio de canciones de los 80’s y 90’s en la casa de mi abuela, ese Lionel Richie capta la atención. Si me pidieran ponerles una estaría entre “Hello” y “Say you, say me”.

En el siguiente capítulo:

El odio es una repulsión hacia algo o alguien, la ira es el enojo hacia algo o alguien llevado el sentimiento hacia la venganza. En esta vida no hay ser humano que no experimente ambas.

Mayuzumi siente odio.
Izuki siente ira.

Capitulo 2. Dejar atrás y caminar.
Parte VII. Decisión sin corazón.

Porque ese chico... escogió sin saberlo.

¡Nos vemos!


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