Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Proyecto vida por Wan chan

[Reviews - 52]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola chicos! Ha pasado un tiempo desde que actualicé la última vez, pero ya estoy de regreso, con esta historia.

En lo que corresponde a este capítulo y al que le sigue, veremos un flashback de toooodooo lo que pasó después de la guerra hasta poco antes de que los chicos se convirtieran en “mamás” (Upss un poquis de spoiler sobre el siguiente capítulo jeje)

Solo pido que esta parte de la historia lo tomen totalmente como FICCIÓN ya que, a pesar de que leí demasiado y hay un montón de términos que no entendí (vamos, estoy en mis XV primaveras) la fisiología humana es muy específica y complicada al mismo tiempo :C (no me maten plis).

Por cierto, pido una enorme disculpa por barrios errores en la historia, como principiante aun no sé manejar y distribuir bien el tiempo en el fic (oups) pero, aun asi, espero siga siendo entendible a pesar de que las cosas vayan un poco (demasiado) rapido.

¡En fin! Espero disfruten de este capi tanto como yo de escribirlo.

Capítulo 3. En búsqueda de la esperanza.
Parte IV. Proyecto: vida.

 

El laboratorio era del tipo básico. Gracias a la guerra no contaban con la tecnología de punta que tenían antes en Los Ángeles, teniendo que mudarse abruptamente a Inglaterra.

La junta de los científicos era pesada y aburrida. La enorme pizarra era llenada con información que ninguno desconocía; aun así, a muchos no les importaba lo que dijera en lo más mínimo, pero que una mujer estuviera al frente, de hecho, era humillante.

Formulas, nombres largos y complejos, fisiología, química, bioquímica, biología… el cuerpo humano.

Es arriesgado.

Fueron las palabras de uno de los viejos científicos.

La joven doctora frente a ellos detuvo su explicación para voltear a verlo. Su despampanante cuerpo embelesó a más de uno, sus ojos color verde claro como el de las jóvenes hojas de los arboles miraron retadoramente debajo de sus lentes con un armazón color rosa.

– Es todo lo que podemos hacer para recuperar a la raza humana. Esta guerra nos está extinguiendo, y los estudios han demostrado que las mujeres estamos quedando infértiles – sentenció.

Nadie volvió a decir nada hasta que una duda surgió en el aire.

Si las mujeres se vuelven infértiles ¿podría este experimento volverlas fértiles de nuevo?

Alexandra no contestó, pero los murmullos de sus supuestos colegas le molestaban.

En hombres.

Fue todo lo que dijo, y las quejas y maldiciones a su persona no se hicieron de esperar. La tacharon de feminista extrema, la llamaron loca y alguien le dijo que quería jugar a ser Dios.

Pero ellos no entendían la ciencia pura.

El pequeño grupo descartó de inmediato su idea. Buscarían nuevas formas para volver fértiles a las mujeres y a sus tierras después de la gran guerra. Ellos sabían que todo ese martirio estaba a punto de terminar pues muchos de los más grandes científicos habían cooperado con la creación de armas estilo nucleares que lanzaban epidemias controladas contra los países que se levantaron en armas.

Bombas que liberarán de nuevo al Ántrax, la peste bubónica y el Ébola.

¿Quiénes se creían ellos para tacharla de querer ser Dios si esos imbéciles destruirían la vida de millones de personas?

Eran unos malditos con doble moral.

Sus furiosos pasos la llevaron hasta su pequeña oficina, de inmediato tomó todo lo que necesitaba. Probaría suerte en otro lado.

El resultado fue el mismo.

Ningún hombre se sometería a un tratamiento hormonal o a una operación para cambiar su físico.

Las puertas que ella trataba de abrir se cerraban en su cara cuando mencionaba hacia quienes iba dirigido el proceso.

Nadie merece ser tratado como conejillo de indias, lo sabía perfectamente, pero para su mala suerte ya no hay animales con los cuales experimentar, y los pocos que habían estaban protegidos por la ley. Aunque si le preguntaran su opinión, los nuevos grandes líderes eran los que necesitaban ser parte de su proyecto como sujetos de prueba.

Tenía todo previsto; la forma en la que su medicamento sería administrado, la farmacocinética y la farmacodinamia que eso conllevaba, incluso los posibles efectos adversos. Solo necesitaba luz verde para que su proyecto fuera puesto en marcha, un simple patrocinador, pero todos sumían sus cabezas en cómo arreglar a las mujeres y en donde detonarían las grandes bombas.

Pero solo tal vez no había llegado su momento.

Terminó de un trago su café cargado y la radio con una suave estática inundaba lo solitario de su diminuto departamento.

Enormes pilas de libros en su suelo que fácilmente le llegaban a la cadera, sus paredes tapizadas por las páginas llenas de información en la cual se basaba toda su investigación con diagramas y un sinfín de fórmulas que solo alguien conocedor del tema sabría interpretar.

El sofá tenía su almohada y una cobija arrugada, evidencia de que esa era su nueva cama y el testigo de sus noches de desvelo.

Tecleo un par de cosas más en su laptop antes de que un correo le fuera notificado.

Doctora Alexandra García:

Nos complace que haya escogido nuestra empresa para la elaboración de tan detallado experimento. Agradecemos su participación y preocupación por el mundo entero; pero nos vemos en la penosa situación de rechazarla debido al riesgo que conlleva el mismo experimento.

Sabemos que en el pasado se han realizado infinidad de cambios de sexo, sin embargo, ninguno de tal escala.

Que tenga un buen día.

Empresa Rakuzan.

Chasqueó sus dientes con fuerza antes de cerrar molesta su portátil. Sus manos se entrelazaron y descanso sobre sus nudillos el puente de su nariz. Sus labios temblaban con fuerza aguantando las lágrimas que amenazaban con salir de sus orbes.

Se rendía. No tenía ninguna idea de que procedía ahora.

“… Interrumpimos la transmisión para un nuevo aviso de suma importancia. Bombas han explotado en los países bajos y Nueva Delhi. Se especula que la Alianza potencial ha dado la orden para terminar con todo est…”

Alex arrojó su taza contra el aparato haciéndolo callar. Su enojo aumentaba a cada momento, y el espacio tan reducido donde se encontraba solo la hacía sentir como un león enjaulado.

Cubrió su cuerpo con su chaqueta y salió caminando dando zancadas; necesitaba tranquilizarse, pero el paisaje tan deplorable que le ofrecía la ciudad no ayudaba en nada.

La guerra había reducido considerablemente a las personas, las cuales eran forzadas por sus países a participar en el acto bélico. Pero no con eso la basura alrededor se reducía, cada día que pasaba, los contenedores y vertederos eran atiborrados de desechos. Y sin gente para limpiar las calles y todas huyendo por su vida y escondiéndose, no había nadie que se dedicara a tal tarea.

Las pantallas en una vieja tienda de electrodomésticos llamaron su atención, la reportera anunciaba el nuevo movimiento de la Alianza potencial. Varias personas que estaban alrededor de la chica en la pantalla celebraban el acontecimiento. Muchos de ellos levantaban sus armas en festejo.

Personas alrededor de la misma Alex mencionaban su agrado y satisfacción ante la nueva noticia.

No más guerra.

No más muerte.

Al fin paz.

Pero ¿Por cuánto tiempo?

Colérica, golpeo el enorme vidrio que la separaba de la pantalla. Dio media vuelta y metió sus manos a la chaqueta antes de regresar a su departamento con el mismo ritmo de zancadas que antes.

En la pantalla, la reportera anunciaba algo importante:

“19 de febrero de 2024, marcado en la historia como el día en que la tercera guerra mundial terminara dando paso a un nuevo mundo”.

 

-/-/-/-/-/-

 

Exhaló el humo del cigarrillo perezosamente.

Los resultados de una prueba sobre la fertilidad en la tierra estaban en sus manos.

Negativo.

Por más que trataran de darle vida a un puñado de tierra era prácticamente imposible. La muestra traída era de los países donde las bombas habían explotado; la cantidad de Ántrax aun reservado en la tierra era sorpréndete. Las empresas pensaban que invertir su dinero en tierra contaminada y volverla a la vida era buena idea.

Ilusos.

Nuevos estudios habían lanzado que la contaminación se propagaba como una plaga, la lluvia ácida que era traída desde los países infectados se distribuía con rapidez, afectando a las zonas saludables.

Se rumoreaba que incluso las personas que fueron por las muestras mostraron síntomas de la enfermedad cinco días después de que pisaran tierras contaminadas.

Las empresas que patrocinaban al laboratorio demandaron que se pusiera un bloqueo en donde las personas sobrevivientes al ataque no pudieran pasar y se les prohibiera ingresar a otros países por temor a ser contagiados de alguna de las enfermedades.

Pero todo se mal interpreto.

Países que nunca tuvieron contacto con tal catástrofe eran rechazados por las autoridades de aduana. Cualquier cosa que se exportara hacia los países restantes de la Alianza potencial eran regresados con el pretexto de estar contaminados; las personas eran separadas por nacionalidades y aquellas más cercanas a las zonas de ataque eran retiradas del lugar y devueltas a su país.

Era evidente la desesperación en los lugares “sanos” por evitar el efecto boomerang.

Las cosas se comenzaron a poner tensas en el mundo.

Todo empeoró cuando se dio a conocer que Nueva Delhi había sido convertida en un campo de concentración debido a la cuarentena obligatoria demandada por los países ganadores, al cual, los noticieros bautizaron el país del Nuevo Ántrax.

Incluso en los países con personas de otras nacionalidades eran denigradas o tratadas de manera diferente. Las personas se volvían más raciales cada nuevo día. Hasta que simplemente un día llegaron olas de inmigrantes a probar suerte en buenas tierras, topándose con un enorme muro. Todos y cada uno de ellos fueron cazados como animales, el gobierno mandó a reprogramar todos los robots existentes en su arsenal para detener todo aquel que no se encontraba registrado en su base de datos; también fueron excluidos en áreas lejanas a las importantes ciudades de Japón e Inglaterra.

Fueron levantando enormes muros a sus alrededores, dándoles la oportunidad de vivir en su país.

Los noticieros fueron la fuente importante de distribuir los acontecimientos. Haciendo una comparación con lo que pasó en Nueva Delhi hace menos de dos meses, llamarón a esos lugares los campos de los marginados.

Solo había pasado medio año desde el día del fin de la guerra.

Alex le dio una última calada a su cigarrillo antes de tirar la colilla al suelo y pisarla con su tacón.

– Si sigues así terminaras por morirte, el trabajo te consumirá de mala manera –.

– Esos imbéciles del consejo prefieren hacer caso a ideas inútiles como esta, que a la mía con muchas más bases científicas… dime Harasawa ¿Qué tengo que hacer para que mi trabajo sea reconocido? –.

El pelinegro la miró con un semblante pensante, caminó hasta ella recargándose a un costado y mirando el grisáceo cielo que cada vez era más continuo verlo.

De su bata sacó una cajetilla de cigarros y colocó uno en sus labios invitando uno a Alex quien no rechazó la oferta. Encendió primero el de ella y después el suyo. Una nube de humo gris salió de los labios de Harasawa.

– Haz que funcione –.

– Eso es obvio. Solo necesito a alguien que me patrocine y a un sujeto de prueba ¿te gustaría intentarlo? –.

Katsunori sonrió un poco – no gracias, pero creo que puedo ayudarte con el patrocinio –.

Alex alzó una ceja. Estaba segura que ya había gastado todas sus oportunidades y ya había preguntado en todas las empresas que conocía y en las que le fueron recomendadas.

– Hay alguien en Japón dispuesto a cooperar con quien sea con tal de traer vida a este mundo –.

Un nudo se formó en la garganta de la rubia. Un pequeño rayo de esperanza para su proyecto era puesto a su alcance y no dudaría en tomarlo.

Miró a Harasawa con una enorme sonrisa en sus labios – Por favor, haz que esto pase, Harasawa -.

El pelinegro de cabello ondulado sonrió a la rubia. Haría lo que fuera por su colega, ya que admitía que, a pesar de ser un proyecto muy peligroso, tenía un punto claro y especifico. Confiaba en Alex, ella era realmente inteligente, había analizado hasta el último posible efecto en el candidato, y había un gran porcentaje de que funcionara.

Y si era así, tenían la posibilidad de repoblar el planeta y mejorarlo con una nueva generación.

 

-/-/-/-/-/-

 

Cualquiera que haya disfrutado de un viaje, aunque sea por negocios, hacia Japón antes de la guerra, tenía un buen recuerdo el cual guardar.

El aeropuerto en Inglaterra era un caos.

Las personas gritaban unas a otras, los soldados custodiaban celosamente cada entrada a los aviones, los equipajes eran olvidados y otras cosas eran robadas.

Alex mantenía abrazada con fuerza su maleta. Todas las cosas que necesitaba para exponer su proyecto en Japón se encontraban dentro de ella.

Si alguien decía que las personas en el mundo se estaban acabando debía ser una mala broma, la concurrencia del lugar era abrumadora. Había que hacerse de espacios para caminar entre tanta gente.

Lo peor de la situación fue cuando tuvo que hacer la compra de los boletos.

Fue una semana de trámites. Llenó demasiados documentos para su gusto. Permisos de viaje, otro donde explicaba el porqué de su vuelo, uno más donde debía de haber una persona que conociera al otro lado del mundo que pudiera corroborar su documento anterior, incluso había anexado un resultado de laboratorio donde se demostraba que estaba limpia de agentes infectantes y un documento expedido por el país afirmando que estaba libre de enfermedades. Fue una locura total.

Pasajeros con destino a Japón, favor de abordar por la puerta 34. Pasajeros con destino a Japón…

Suspiró aliviada cuando al fin estuvo sentada en su lugar. Su cuerpo cayó rendido en su asiento, junto a ella estaba Harasawa, gracias a él fue que pudo tener el papel de alguien que diera fe de que ellos iban a estar siendo vigilados por alguien del país las veinticuatro horas del día.

–Todo esto es una locura – mencionó Alexandra.

– Solo es cuestión de soportarlo. Mejoraremos todo –.

Alex sonrió y Harasawa le devolvió el gesto.

Japón fue un nuevo caos.

Comenzaron a separarlos por nacionalidad y después por sexo. Alex terminó lejos de Harasawa, en un pequeño apartado de mujeres estadounidenses. Los soldados flanqueaban el lugar donde se encontraba.

Al fondo se podía ver una enorme fila donde estaban revisando papeles.

Alex perdió el miedo y se acercó al primer soldado que vio, para ese momento agradeció infinitamente haber obligado a Harasawa enseñarle japonés.

– Disculpe, me gustaría saber por qué tardan tanto –.

No obtuvo respuesta, pero ella fue insistente.

– Disculpe –.

– A tu lugar, inmigrante –.

Alex entró en cólera. Ella no había hecho nada malo como para ser llamada o tratada de esa manera.

– Solo quiero saber a qué se debe que nos retengan aquí –.

– Que te alejes –.

El soldado había levantado su mano dispuesto a golpearla, pero antes de que diera el golpe Harasawa intervino tomando su brazo. A su lado se encontraba una mujer de largos cabellos negros y una expresión estoica. Ella se acercó al soldado y extendió un papel.

– Ella me pertenece – dijo con voz seria – si me entero de que le tocaste un solo cabello, serás relevado de tu puesto –.

El soldado leyó el documento y después se alejó.

– Será mejor irnos de aquí – sugirió Harasawa.

La mujer de cabellos negros los guio hasta un automóvil estacionado frente a la entrada del aeropuerto.

Alex miraba por la ventana el deplorable paisaje que ofrecía Japón, desde que ella recordaba el país siempre había sido elogiado por su perfecta estructura y su alta tecnología, sobre todo, por su ordenado estilo de vida.

Ahora solo había escombros y basura por donde pasaban, sepultando a tan prospero país. Los grandes y brillantes carteles llenos de luces ahora solo eran un recuerdo en una vieja postal.

– Doctora Alexandra García, un gusto en conocerla. Yo soy Masako Araki, seré su colaboradora con este proyecto –.

Solo recibió un par de parpadeos desconcertados.

– Al parecer no está enterada. Ya no tiene que volver a presentar ante nuestros ejecutivos su proyecto. Harasawa me envió sus archivos y gracias a lo detallado de su investigación pude valerme por mi misma para explicar todo. Es un trabajo sorprendente. La empresa Yosen será la encargada de darnos el suministro suficiente y la posibilidad de disponer del dinero que necesitemos para sacar lo más pronto posible el proyecto, a cambio de ver pronto los resultados. Cualquier cosa que necesite solo pídalo –.

De nuevo no hubo palabras, Alex estaba completamente sorprendida. Harasawa a su lado levantó el pulgar en aprobación y ella dio un pequeño golpe en su hombro.

La verdad es que estaba emocionada por esta gran oportunidad.

Sin embargo, hubo algo que la incomodaba y su expresión cambio drásticamente.

– Un sujeto de prueba – susurró, pero con la suficiente fuerza para ser escuchada por la pelinegra.

Masako alisó su pantalón negro y acomodó su saco negro – podemos arreglar eso, pero necesito que seas tú quien hable con estas personas –.

 

-/-/-/-/-/-

 

Era unos cuantos exsoldados. Algunos se notaban jóvenes, de alrededor de los diecinueve años, otros más grandes casi llegando a los treintaicinco. Justo el rango de edad que necesitaba para hacer funcionar el proyecto.

Todos daban un aura de salvajismo y odio. Varios se notaban cansados y otros tenían marcado en su rostro el pánico que al parecer habían vivido de diario, algunos de ellos parecían mantenerse siempre en alerta.

Alex dio un par de pasos frente a ellos, ganándose miradas desagradables y expresiones nada decentes en las caras de algunos cuantos.

Fue directa y contundente. No dejó absolutamente nada de lado. Habló acerca del proyecto que se tenía planeado, de las dificultades y de las posibles consecuencias. En el peor de los casos el sujeto de prueba podría morir.

Ninguno seria juzgado sobre si aceptaban o no. Pidió aquellos que aceptaran se quedaran en la habitación y el resto saliera por la puerta. Cuando menos se dio cuenta el lugar estaba completamente vacío.

Era obvio que ninguno de esos hombres que habían peleado durante la guerra se sometería de nuevo a un montón de tratamientos y dolor físico. Lo único que deseaban era descansar de tanta tortura.

– Yo lo haré –.

La sutil voz al fondo del pequeño cubículo le hizo dar un pequeño salto en su lugar.

No se había percatado del chico de cabellos grises al final.

– Las complicaciones son muchas ¿estás seguro de eso? –.

– Creo que he vivido cosas peores que esa. Además, no tengo nada que perder ni a nadie a quien abandonar –.

– Ya veo. Necesito que llenes estas formas. A partir de que firmes, serás solo un animal de experimento –.

– No es tan diferente de lo que era antes –.

En unos minutos todos los apartados estaban llenos con la información del chico.

– Bien, será un gusto trabajar contigo, Chihiro Mayuzumi –.

 

-/-/-/-/-/-

 

La primera vez que Mayuzumi despertó en la camilla de la clínica, Alex estaba a su lado. Monitoreaba con cuidado cada uno de los signos vitales del de cabello gris. No dejaría que su sujeto de prueba sintiera incomodidad alguna y por supuesto, no se daría el lujo de fallar en su experimento. Así que se había propuesto a vigilar de cerca al chico.

Alex cuestionó a Chihiro hasta en lo más básico.

– ¿Te duele algún sitio? –.

– El abdomen –.

– Es normal después de la operación ¿Algún otro dolor que reportar? –.

– Ninguno –.

La rubia volvió a apuntar en su tablilla, una última revisión a las maquinas conectadas a Mayuzumi y a la nueva marca en su cuerpo, después se iría para dejarlo descansar.

– Mayuzumi, ¿Por qué escogiste ayudar con esto? – la duda la asaltó de repente. Su curiosidad le hizo soltar esas palabras sin pensarlo dos veces.

– Nadie más iba a hacerlo –.

– Sabes que pudiste haberte ido ¿Cierto? Cualquier otro pudo haber sido seleccionado –.

– Realmente no importa lo que pase conmigo ¿O sí? Solo soy alguien remplazable, además, ¿realmente piensa que alguien más iba a aceptar tal cosa? –.

Alex no dijo nada. Salió de la habitación mordiéndose el labio inferior.

Es difícil trabajar con humanos. Al menos los animales no le hacían sentir tan miserable y no le contestaban. Solo al final de un experimento fallido o cuando el sufrimiento de sus pequeños cuerpos era más de lo que podían soportar, daba fin a sus vidas. Eso la hacía sentir como una sucia asesina. Pero trabajar con un humano es diferente, siempre existe el riesgo de hacer una conexión con la persona.

Y siempre se mentalizaba en no caer en ese error.

 

-/-/-/-/-/-

 

La primera inyección no se sintió como Alex le había explicado.

De hecho, la misma rubia se había sorprendido de que los efectos pasaran casi desapercibidos por Chihiro. Y lo mismo pasó con las siguientes tres aplicaciones.

Entonces llegó la cuarta y con ella ciertos de cambios, al principio imperceptibles, pero conforme la medicación seguía siendo administrada, fueron más notorios.

Cuando menos se dio cuenta, simplemente un día un dolor insoportable se estableció en el vientre de Mayuzumi. Las ondas en los aparatos se movían con frecuencia de manera descontrolada. Los gritos se ahogaban en su garganta y otros tantos lograban escapar de su boca.

– ¡Haz que se detenga! ¡Alex! – gritaba Mayuzumi.

Era imposible lograr hacer que se quitara de su posición fetal. Lagrimas mojaban sus mejillas y la expresión en su rostro demostraba cuanto sufría.

Cuando el episodio de dolor cesó, Alex se acercó a la camilla donde estaba Mayuzumi. Todo el tiempo se mantuvo observándolo a través del espejo que cubría tres cuartas partes de una pared.

– Lamento no darte algo para el dolor, pero es necesario para el proyecto. Ahora, por favor describe como se sentía ese dolor –.

Los ojos grises de Chihiro se posaron por un segundo en la doctora, eso le bastó para darse cuenta que ella no era una despiadada sin corazón. Alex lo veía con cierta tristeza, ella sabía que, pese a sus grandes expectativas sobre el experimento, el único que sufriría sería el sujeto de prueba.

Un suspiro surcó los labios de Mayuzumi, se removió en la camilla y explicó. Su dolor fue uno que se irradiaba de su operación hacia todo su cuerpo, un dolor que lentamente iba en aumento, el cual al principio era soportable, pero mientras más pasaba el tiempo, más doloroso se volvía.

Un dolor que lo atacaba de repente, como si jalaran su cuerpo hacia adentro obligándolo a doblarse.

Alex anotó. El sufrimiento de Chihiro le dio lo que buscaba, los síntomas eran claros.

– Ese fue un dolor tipo cólico, un dolor que las mujeres sufrían a menudo durante el periodo de menstruación – los ojos de Chihiro se ampliaron de sorpresa – has pasado un mes bajo observación, recibiendo el tratamiento hormonal diariamente y fuertes dosis por vía intravenosa cada semana – hizo una pausa para volver a escribir un par de cosas en su tablilla – esto está resultando, Mayuzumi. Gracias –.

Una sonrisa sincera se mostró en sus labios. Realmente todo estaba funcionando y más rápido de lo esperado. Agradecía con todo su ser a Chihiro.

Masako entró a la habitación con una nueva ronda de medicamentos para Mayuzumi. El chico aceptaba su destino y sin pretextos tomó de un trago las pastillas y dejó que Araki inyectara su brazo con el coctel de hormonas.

 

-/-/-/-/-/-

 

Lo sabía perfectamente.

Su cuerpo ya no era como el de antes.

Su piel era más blanca y tersa que antes, sus labios se sentían más carnosos, su manzana de Adán había reducido su tamaño, sus pezones se aclararon un poco tomando un color levemente rosado incluso se habían puesto más sensibles, podía sentir como sus caderas se ensanchaban solo un poco y como sus testículos habían involucionado, incluso su voz se volvía más sutil.

Su cuerpo ya no era suyo.

Sus ojos miraban hacia el techo mientras Alex inspeccionaba entre sus piernas. La posición ginecológica era realmente molesta y vergonzosa.

Los dedos enguantados de la rubia entraban por su ano, buscando el nuevo orificio en su intestino. La otra mano de Alex palpaba su vientre, y entre los dos hacían presión en su útero artificial.

Se sentía asqueado de sí mismo.

– Todo va bien por el momento. El desarrollo y la maduración del órgano son estables ¿Cómo te sientes, Mayuzumi? – no había malas intenciones en la pregunta, ni siquiera buscaba una respuesta específica para la investigación.

Después de tantos meses, Alex y él habían comenzado a enlazar esos vínculos que la rubia se negaba a tener.

Pero al final cedió.

Chihiro se había convertido en más que en un simple sujeto de prueba. Ella le contaba sus problemas y lo que había tenido que pasar para que su proyecto al fin fuera aceptado. Él le contó su pasado, las batallas que vivió, sus experiencias, su oscuro pasado como un perro del gobierno.

Ambos hablaban con sinceridad que se quedaron prendidos el uno del otro. Para Chihiro, Alex era como una hermana o prima; para Alex, Chihiro era un pequeño hijo, una pobre alma que llegó a sus manos para ser salvado de la pesadez de vivir solo en el mundo que se pudría cada día más.

Y ella lo estaba maltratando.

– ¿Ya soy una mujer? – cuestionó con voz apagada. Las hormonas le disparaban sus emociones de maneras que ni siquiera él sabía podría sentirlas. Unos días estaba feliz, en otros triste o melancólico. Llegó un punto en que mientras platicaba y reía con Alex, de repente empezó a llorar sin razón alguna.

Alex arrojó los guantes al cesto de basura y lavó sus manos, indicándole que podía volver a sentarse normalmente – Nunca serás una mujer. Yo misma hice los preparativos para que los hombres se sientan todavía así. Jamás dejarás de ser hombre, Chihiro, solo te volverás especial –.

Los delgados dedos de Alex pasaron por su mejilla y él sonrió. Confiaba plenamente en ella.

Pero ninguno de los dos pudo predecir lo que se avecinada.

Araki dejó un manojo de hojas y carpetas en el escritorio de Alex. La rubia tomó la hoja que se encontraba en la cima y leyó las enormes letras rojas de la hoja: Ultimátum.

– ¿Qué significa esto Masako? –.

– Lamento ser portadora de malas noticias Alexandra, pero estamos a poco de cumplir cuatro meses de estar trabajando en el proyecto, y aun no hay resultados concretos. Los jefes están molestos, y buscan un avance rápido. De ser posible que sea antes del primer aniversario del fin de la guerra –.

– Chihiro aún no está listo. No puede procrear todavía, su órgano reproductor aun es como el de una niña de trece años –.

– Entonces aumenta la cantidad de hormona estimulante y haz que madure de una vez –.

– Hacer eso es un error y lo sabes –.

- Ahora es cuando debería de ingeniárselas, doctora. Si no tenemos más resultados positivos, este proyecto se termina –.

Alex se levantó de su silla, colocando las manos sobre el escritorio enfrentando cara a cara a Masako. Ambas mujeres trataban de imponerse a la otra con solo la mirada. Alex defendería a Chihiro con uñas y dientes, literalmente si era necesario.

El teléfono interrumpió la presión en el ambiente. Alex contestó y de inmediato salió corriendo a donde se encontraba Mayuzumi.

Los dolores volvían a atacar el cuerpo de Mayuzumi, pero esta vez los gritos desesperados del chico inundaban el por completo el cuarto. Las máquinas registraban un aumento intenso, peor que el de otras ocasiones.

Las sabanas se impregnaban de su saliva y lágrimas. Un reflejo de vomito tras otro silenciaban a Mayuzumi por segundos, entonces devolvió el almuerzo sobre la cama. Sus manos se aferraban a la almohada entre sus brazos.

Para Alex era hora de intervenir.

Mandó a que lo sujetaran con fuerza y administraran analgésicos por intravenosa, en cuestión de minutos Chihiro se controló volviendo a respirar con regularidad.

Los brazos de Alex rodearon a Mayuzumi con preocupación. No necesitaba explicaciones, sabía que el cuerpo de un hombre no se acostumbraría tan rápido a ese tipo de dolor. Había cometido un grave error al involucrar hombres, tal vez aún era tiempo de mandar todo al carajo y dejar a Chihiro en paz.

Pero eso no sucedería.

Masako se acercó a apartarla de un jalón. La pelinegra se había dado cuenta de lo cercanos que ambos se habían vuelto. Eso no iba a ser nada beneficioso para el proyecto.

– Si no hay buenas noticias para antes el aniversario del fin de la guerra, será mejor que te vayas despidiendo de todo esto, Alexandra –.

Dio media vuelta sobre sus talones apartándose de tan deplorable escena.

Escuchar de nuevo el ultimátum le bajó el ánimo a la rubia, moldeando su cara en un gesto de inseguridad y molestia. Para Chihiro era la primera vez que veía de esa manera a Alex, y no se quedaría con los brazos cruzados.

– Tres meses – mencionó Mayuzumi a Araki – tres meses más y tendrás un producto –.

Los brazos de Alex se estrecharon otra vez alrededor del chico. Ella misma se sorprendió de que él dijera tal cosa.

Los labios de Masako se arquearon en una fina sonrisa antes de desaparecer por la puerta.

– ¿Por qué dijiste eso? –.

– Ella quiere a alguien funcional, y estoy dispuesto a darle lo que quiere. Solo dime, ¿Cómo vas a comprobar que esto funciona? – señalo a su vientre.

Alex alzó su mano y acarició su mejilla con cuidado.

– Con un producto vivo. Con un bebé –.

 

-/-/-/-/-/-

 

La vida de Masako Araki era perfecta. Su vida junto a su esposo Katsunori Harasawa era perfecta.

Ambos eran científicos y se conocieron en un proyecto nuevo antes del inicio de la guerra. Después de un par de citas y algunas cosas en común, y mucha insistencia por parte de Harasawa, ella accedió a formalizar su relación y años después a contraer matrimonio junto a él.

Su vida de esposos solo duró dos semanas.

La guerra dio inicio y ambos fueron reclutados por sus diferentes compañías en diferentes partes del mundo.

Yosen tenía su sede principal en Japón, y Touou en Inglaterra.

La larga distancia no era para ellos un problema, pero la presión social y la carga de trabajo para ambos los fue hundiendo poco a poco hasta terminar en discusiones por medio de video llamada.

Todo ese tiempo dentro de las frías y lujosas instalaciones de Yosen volvieron a Masako una mujer dura. Los varones de la comunidad científica en todos lados no permitirían que una mujer fuese mejor que ellos, incluso las pocas mujeres que destacaban no permitían que otras fuesen iguales que ellas.

“De seguro no éramos el uno para el otro”. Se excusaba Masako, pretendiendo que lo que había pasado entre ella y Harasawa solo fue momentáneo. Un capricho de la juventud.

Disolvieron su matrimonio, hundiéndose más en sus vidas como científicos. Hasta que la guerra tuvo su final tan abrupto.

Masako se sentía en cierta parte aliviada. Había finalizado todo, posiblemente pudiera tener una nueva oportunidad de estar cerca de Harasawa, pero el mundo estaba en su contra.

Los viajes a otros países estaban prohibidos, la población se hundía en un vaso con agua, cualquier cosa era un inicio de una nueva pelea verbal o de golpes. Ya no había suficiente tolerancia.

Las hojas en su mano le indicaban que la infertilidad la había alcanzado. Su idea de formar una familia se había esfumado como los rayos del sol.

Había construido en todo este tiempo un muro contra la sociedad, para evitar que sus sentimientos fueran golpeados o manejados. Olvidó la idea de volver a juntarse con Katsunori, pero no esperaba que él la buscara.

Un proyecto de fertilidad.

Era lo que el pelinegro le ofrecía después de tantos años de no hablar con él. Muy en el fondo de su frio corazón, había la esperanza de que Harasawa le hablara para otras cosas.

En su correo solo había dos mensajes, el primero de la empresa donde le dejaban claro que pronto no sería necesario su trabajo y un segundo mensaje de Katsunori con un archivo adjunto.

Descargó el archivo adjunto. Al abrirlo, la pantalla de su computadora se llenó de información acerca de lo que Harasawa le había comentado.

– Es interesante -.

– Por supuesto que lo es, todo está explicado con detalle. Masako, esto es el futuro… -.

Los ojos negros de Masako leían todo con cuidado, absolutamente nada había sido olvidado o pasado por alto.

- ¿Masako? -.

- Déjamelo a mí -.

Cortó la video llamada de mala calidad y prosiguió su lectura.

Cuando terminó eran más de las tres de la madrugada. El proyecto de Alexandra era lo que se necesitaba para repoblar la tierra, para que las familias tuvieran descendientes y preservaran la raza humana. Ese proyecto era lo que necesitaba para que no le quitaran sus privilegios en la empresa.

Estuvo encerrada durante horas en su departamento, y cuando comprendió y entendió todo a la perfección, presentó el trabajo a los inversionistas.

No.

Fue lo primero que dijeron. Pero Masako era más persistente, más contundente, con una labia sorprendente; y después de varias palabras, tenía a toda la mesa directiva firmando el contrato, con la indicación de que tuvieran resultados lo antes posible.

Y ahora estaba en su pequeña oficina, leyendo los viejos archivos adjuntos que Harasawa le había enviado, revisándolos con detalle. En su escritorio, tres carpetas color beige, una de ellas abierta, mostrando la fotografía de un chico rubio. En la parte más inferior del documento ponía en letras japonesas torpes como las de un niño de primaria, pero legibles “no me importaría probar”.

Una efímera sonrisa se apoderó de los labios de Masako. Solo debía esperar un par de semanas más.

- Eres una madre sobreprotectora, no es de una niña… ya es completamente funcional… - mencionó como si Alexandra estuviese frente a ella.

Notas finales:

¡¡Espero realmente lo hayan disfrutado!! Y que las neuronas que se me quemaron hayan sido sacrificadas de buena manera.

Esta vez no dejaré un “adelanto” sobre el siguiente capítulo como lo he estado haciendo en los anteriores, no al menos uno bien elaborado jajaja.

¿Cuántas perdidas puede soportar un humano?

Para Mayuzumi el amor no es una opción.

Capitulo 3. En búsqueda de la esperanza.
Parte V. Bebé.

Porque ese chico… siempre fue usado.

 

¡¡¡NOS VEMOS!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).