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Proyecto vida por Wan chan

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Notas del capitulo:

Pues solo por ahora agradecer a los que me dejaron su review y las lecturas... ¡Muchas gracias por su apoyo! me encuentro completamente feliz de que sea ien recivido y sobre todo la pareja crack jajaja sin más... el inicio de esta dramatica historia...


Capitulo 1. Año 2026.

Parte I. Cotidiano.

Seguía esperando pacientemente, realmente no sabía cuánto tiempo llevaba esperándolo. Pero, era lo único que podía hacer después de ver cómo le secuestraban para alejarlo de él. Furihata sabía perfectamente quienes eran y que querían con él.

Suelta un suspiro de frustración, sabe que el padre de Akashi no es el más amoroso, y eso lo demostró cuando él llego corriendo a pedirle ayuda justo después de que secuestraran a Seijuurou. “Ahora es su problema” fue su respuesta. No sabía si lo había dicho por su forma de ser o por el hecho de que no había aceptado su relación con su hijo. Tal vez fue por la razón de que ya no necesitaba un heredero porque sabía que no iba a obtener ninguno, y menos de una relación como esa.

Vaya padre que se cargaba Seijuurou.

Levanta la vista asía el cielo gris y bebe un sorbo de su café. –Oye Sei… ¿Cuánto más vas a tardar?- lanzo la pregunta al aire con cierto tono apagado.

Sacude sus piernas después de levantarse y tirar el vaso en el tacho de la basura. No presta demasiada atención a su alrededor mientras camina, ya que no quiere hacerlo. La basura acumulada en las banquetas, el sonido agudo de las sirenas por todos lados y los camiones de soldados pasando de un lado a otro.

Lleva sus pasos hasta el tren. El encargado grita un “todos a bordo” antes de poder cerrar las compuertas. Se sienta justo en la ventana y mira con detalle el paisaje que se ofrece día a día: las jaulas de inmigrantes llenas de personas, al fondo un  edificio siendo derrumbado por maquinas semi-pensantes y gente tirándose de los pisos de ese mismo edificio antes de ser atrapados por los soldados orientales y ser llevados al campo de marginados.

Si, el campo de marginados. Un lugar a donde el suicido es lo más decente en vez de optar en ir a ese lugar. Un lugar donde la esperanza muere y solo se convierte en el paraíso para aquellos que no están cuerdos.

Furihata suspira. La imagen post-apocalíptica que ofrece la humanidad en ese instante no es de su agrado. Y pensar que hace diez años todo era más verde y colorido, más feliz y armonioso, mas prospero.

El llegar a su estación es solo otra imagen de lo mismo: inmigrantes en jaulas, gente siendo aniquilada por robots, suicidio sin control.

En ese instante camina por la calle. Como siempre, nunca se sabe que te va a tocar vivir ese día, y una fuerte detonación que acababa de suceder al otro lado de la calle solo te hace desear estar en la seguridad de tu casa y no salir por el resto de tu vida. Pero ni modo, así son las cosas en este “nuevo” mundo.

Furihata se levanta del suelo, quitándose el escombro de su cuerpo y limpiando sus brazos. Camina de nuevo, como si eso fuera de lo más normal del mundo.

Llega a su casa y mira a alguien en la entrada: -Himuro, ¿ebrio tan temprano?- pregunta con un eje de sarcasmo que solo hace soltar al otro una risita.

-Solo abre la puta puerta y déjame entrar- menciona con un tono cansado mientras trata de sacar la última gota de licor que le queda.

Kouki le mira con desaprobación pero solo se resigna a hacer lo que dice: -eres un refugiado, debes de cuidarte más… sobre todo por tu enfermedad, ¿no crees?-.

Himuro no contesta, solo deja caer su cuerpo en el sofá y descansar como se merece, no sin antes refunfuñar un poco en contra del castaño, acción que no pasa desapercibida por él: -sabes, deberías dejar de criticarme tanto… di mi vida por mi país y solo así se me paga… mandando al “enfermo” como refugiado solo por ser un buen soldado… sabes… es casi lo mismo que ser un inmigrante, los soldados orientales te miran con malos ojos...

-pero eres oriental, eso te da ventaja- interrumpe Furihata.

Un suspiro pasa por sus labios antes de mirarle con el ceño fruncido: -a ellos les importa una mierda, puedes verte como uno pero cuando les muestras tus papeles y descubren tu nacionalidad… el trato cortes se acaba… ya sabes, el jodido sistema y el nuevo gobierno… que se queden con sus malditas medallas, yo solo quiero lo mío de regreso… “¡Paz al mundo! Enlístate en el ejército americano y sirve a tu país.”- citaba Himuro con un tono lleno de sarcasmo y odio encontrado.

Y ahí iba de nuevo, no es que a Furihata le molestara el hecho de que hablara pestes de la guerra, del trato asía los demás y de la forma de vida actual porque, todas y cada una de las palabras de Himuro eran ciertas. Después de la guerra los inmigrantes comenzaron a repartirse en masa entre las únicas dos potencias mundiales, pero el gobierno solo dio preferencia a los soldados que habían formado parte de la “alianza potencial”, y Himuro se encontraba entre los soldados de Estados Unidos. Pero aun así, eran tratados con cierto desprecio, no importaba que hubieran peleado en el mismo bando, americanos eran americanos y japoneses eran japoneses, y en esa sociedad los papeles hablaban. Ya no existía la llamada “naturalización”.

Por eso si eras un inmigrante, lo mejor que te podía pasar era morir antes de ir al campo de marginados.

-Por cierto…- Himuro se levanta del sofá y se tambalea un poco hasta llegar a la cocina donde se encuentra Furihata –deberíamos de divertirnos un poco- sonríe de manera sugerente al castaño, acercándose hasta pasar su brazo por el cuello y comenzar a olfatearle el cabello.

-Olvídalo, hay dos buenas razones para negarme-

-dímelas-

Furihata se aleja con cierta molestia: -en primera porque estas ebrio y no quiero llevarme así contigo, y en segunda- se acerca, plantando un pequeño golpe y una toalla en conjunto –eres un asco, lárgate a bañar-.

La sonrisa socarrona en la boca de Himuro se extiende, tomando la toalla y saliendo de la cocina para ir directamente al baño: -si me ahogo es tu culpa- grita antes de entrar.

-Es en la regadera, tampoco te quieras dar el lujo de usar la bañera… la humanidad no está como para gastar agua en un ebrio como tu- responde con sarcasmo.

La risa de Himuro inunda el cuarto de baño, sacando incluso una sonrisa de parte de Furihata.

En ese instante el castaño solo prende la televisión, y no es como si hubiera mucho que ver. En su mayoría, los canales han sido invadidos con noticias e informes que solo llenan de mas psicosis a la gente, usado el medio como un método de calma y sucumbir a las personas.

“En otras noticias, se lamente la perdida la persona más joven del mundo. La edad del chico de apenas 18 años 3 meses y 27 días. Esta pérdida nos hace recapacitar acerca del resultado de la guerra biotecnológica, y de la perdida de la fertilidad. También destaca el hecho de que la esperanza de vida es muy escasa y que la humanidad muere con lentitud…”

Himuro apaga el televisor antes de que sigan “metiéndole cosas” a su amigo: -no dejes que eso te perjudique. Anda dime… como te fue hoy en tu monótona vida de esclavo a la sociedad-.

Kouki solo niega con la cabeza, subiendo sus piernas al sofá y poder abrazarse a sus rodillas: -monótono- contesta con voz apagada.

El azabache solo suelta un suspiro y se deja caer en el sofá: -¿fuiste a esperarlo?- cuestiona con seriedad.

Furihata solo se aferra mas a sus piernas, como si de esta manera se pudiera proteger de todo a su alrededor: -si, lo espere en el mismo lugar de siempre… pero no llegó- el tono de voz comenzando a romperse con lentitud, sintiendo incluso llegar al llanto.

Un fuerte golpe le regresa a su cruel realidad, volviendo su vista a Himuro: -no llores, si tú tienes fe que lo van a regresar, así debe de ser… no fue el único al que secuestraron, Taiga también perdió a Kuroko desde mucho más tiempo y Aomine a Sakurai de igual manera-.

Si bien las palabras de Himuro no ayudaban en nada a su autoestima, Furihata sabía que de esa manera era la forma del azabache de demostrarle que lo apreciaba y que quería que alejara esos pensamientos dolorosos de su cabeza. Pero, ¿Cómo dejar de pensar de un día a otro que ya no amas a alguien? No después de pasar casi nueve años de tu vida con esa persona, de vivir una guerra y sobrevivir juntos a ella, de ver como la sociedad se perdía y sumergía en el caos. No, eso jamás.

Himuro acerca su mano a la cabeza de Furihata, sacudiéndole con fuerza y desacomodando sus levemente rebeldes cabellos: -me quedaré aquí esta noche, puedes dormir en el sofá si quieres.

No lo evita y una risa sale de sus labios: -es mi casa, mis reglas y digo que te quedas en el sofá-.

-oh, me provocas… me colaré en tu cama a media noche y te haré cositas- la picardía con la que lo dice solo hace que Kouki ría con fuerza.

-vale vale, tú haces eso y dejo que los soldados orientales te lleven por ebrio al campo de marginados- suelta como sutil amenaza.

Himuro hace una mueca desaprobatoria, como si el chiste de Furihata no fuera realmente gracioso.

-Como sea. Venga quita esa cara de odio y ven que te invito a comer- Kouki se levanta, tomando las llaves y su mochila antes de salir: -¿bienes o te quedas?- cuestiona con una sonrisita a lo que Himuro se levanta como resorte colocándose la camisa y chamarra.

Notas finales:

Espero les haya gustado, la forma de ser de Himuro me facina~ jajajaja y espero sigan dando oportunidad a esta historia.

Sin más por el momento, me despido...

Saludos!! :D


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