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Zodiac por Two_Moons

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! 

Sabemos que el prólogo estuvo algo corte pero creo que esto compenzará, y bastante. 

 

¡Disfruten!

Heed.

Suho cerró su mochila, abrochándola con suaves y acertados movimientos. Estaba un poco llena, sobresaliendo en algunos lados, pero tendría que quedarse así. La distancia que estaban recorriendo era larga y el lugar donde llegarían era significativamente más cálido que su ubicación actual así que necesitaba traer consigo una variedad de ropa. Colgó la mochila sobre su hombro, dejando el cuartel de los Shifters para llevarlo al bote encargado de llevar todo el equipaje, sus botas forradas de piel haciendo ruidos suaves sobre el piso de piedra negra sin brillo debajo de sus pies. A su alrededor, otros Shifters estaban corriendo de un lado hacía el otro llevando hasta la última de sus pertenencias, era obvio que ninguno de ellos había hecho caso a la regla de “sólo traigan lo necesario”. Él no podía culparlos; la mayoría de ellos nunca había estado en un viaje tan largo como este, y la urgencia de traer esto o aquello porque quizás lo necesitaran siempre había sido fuerte.      

Afuera de los dormitorios, el comedor estaba relativamente vacío. Mientras Suho caminaba por las filas de mesas y bancas, el sonido de sus botas haciendo clic cada vez que tocaban el piso era por poco terriblemente alto. Una pequeña figura se encontraba encorvada sobre una de las mesas cerca a la entrada más lejana, su bolso sirviendo de almohada para su cabeza. A medida que Suho se acercaba, la figura levantó su mirada hacia él y cuando lo reconoció, inmediatamente se sentó firme.

“¿No deberías estar llevando eso al barco?” Preguntó Suho, señalando la bolsa de Xiumin.

“Sí, señor, en eso estaba,” dijo Xiumin, quitando una parte el bolso de la mesa haciendo parecer que lo pondría sobre sus hombros. “Yo sólo estaba...”

Él se calló, fijando su mirada en el suelo delante de las botas de Suho. Mientras que cada otro soldado que Suho se había cruzado en le camino estaban emocionados ante la posibilidad de un largo viaje y la oportunidad de probarse en una potencial batalla, Xiumin lucía pálido y retraído, manteniendo preso su labio inferior entre sus dientes.
“¿Qué es?” preguntó Suho. “¿Pasa algo malo?”

“Yo,” Xiumin respondió titubeante. Respiró profundo y dejó que sus palabras salieran, “No creo que llevarme a este viaje sea un movimiento táctico inteligente. Señor.” Paró en el ‘señor’ como si hubiera olvidado por un momento con quién estaba hablando, y movió sus pies nerviosamente.

Suho parpadeo. Él eligió personalmente a los Shifters que irían con él y aunque los generales desaprobaron algunas de sus decisiones, sus compañeros Shifters no lo hicieron. La mayoría de sus guerreros estaban rogando por la oportunidad de pelear, más no de tratar de salir de ella. “Xiumin,” Suho comenzó tranquilamente, “te escogí yo mismo, y no veo ningún problema.”

"Pero," dijo Xiumin, un indicio de desesperación arrastrando en su voz, "Yo no soy un gran Shifter. Apenas puedo mover una cantidad mínima de agua."  

“Tienes habilidades que los otros no tienen, y estas definitivamente serán de mucha ayuda.” Suho esperaba que la seguridad en su tono calmara la ansiedad de Xiumin, pero sólo pareció empeorarla.

“No son de ayuda en estos momentos,” murmuró Xiumin, jugueteando con la insignia plateada en forma de copo de nieve prendada a su pecho; era la misma que todos los Shifters en nivel uno usaban. 

“Bueno,” dijo Suho, sonriendo un poco, “congelar las cosas no va a ser exactamente útil cuando se vive en un glaciar, ¿o sí?” Él puso una mano sobre uno de los hombros de Xiumin y lo apretó ligeramente de manera tranquilizadora. “Todo estará bien, créeme. Con algo de suerte no tendremos ni siquiera que pelear. Ahora,” empujó gentilmente a Xiumin hacía la puerta, “lleva tu equipaje al barco.”

Xiumin agarró su equipaje y lo puso sobre sus hombros y extendió su mano hacia delante. “Llevaré la suya también, señor.”

Suho sacudió su cabeza, “necesito ir hasta allá de todos modos para hablar con el capitán.”

El recorrido hacia los muelles fue silencioso; Xiumin estaba jugando con su mochila, aflojando las correas o apretándolas para que esta cayera sobre su espalda y luego subirla a la altura de sus hombros. Parecía que lo estuviera haciendo por inercia. Ellos acababan de poner un pie fuera del castillo, la repentina transformación de paredes de piedra negras a un blanco nieve brillante momentáneamente los cegó, cuando un general gritó el nombre de Suho.

Suho se giró hacia el hombre, vestido en pesadas pieles grises sobre su uniforme militar, el símbolo de los sanadores, un unicornio, pegado en su pecho. “Necesito discutir algo contigo,” dijo el hombre, algo jadeante por correr a través del campo abierto del castillo donde ahora se encontraban. “Tenemos un pequeño problema con la lista que usted nos solicitó.” Suho asintió, y el hombre dio una palmada. “Bien. Sí. Tú, soldado, lleva la maleta de Lord Suho al barco como un buen chico.”

Suho le dio una mirada penetrante al hombre — sin importar su posición entre los sanadores, él no tenía ningún derecho a ordenar los hombres de Suho como quisiera — pero Xiumin ya se encontraba quitándole el bolso a Suho de sus manos y poniéndolo en su propia espalda. Xiumin dio una rígida reverencia a cada hombre, un poco torpe debido a las mochilas, y luego caminó rápidamente dirigiémdose hacía los muelles.

Suho suspiró. “¿Cuál es el problema?” preguntó, volviéndose hacia el hombre, quien ni siquiera le dio a Xiumin una segunda mirada.         

“La curandera que usted requirió no está apta para viajar en estos momentos,” dijo el hombre. Suho sabía que ese era el lenguaje de los sanadores para “embarazada”, así que sólo asintió. No había manera de que él fuera a llevar a una mujer embarazada a una misión de guerra. “He traído una lista de otros sanadores que podrían ajustarse a sus requerimientos.” El hombre sacó un pequeño pergamino de entre sus pieles y se lo entregó a Suho.

Suho le dio una mirada superficial, cejas uniéndose. La lista era corta, pues bien el número de sanadores competentes que tenían eran pocos. Ninguno de los nombres le era conocido. “¿A quién me recomendarías?” pregunto suavemente, toda su atención puesta principalmente en la lista mientras la leída por segunda vez.

“Nuestro mejor estudiante es Yixing,” el hombre dijo, acercándose y señalando un nombre para Suho. “Es el primero en su clase e incluso ha superado a sus maestros en algunas de sus lecciones.”

Suho lo miró, con frunciendo el ceño. “¿Todavía es un estudiante?”

“Es bastante bueno,” respondió tranquilizadoramente.

“¿Pero está entrenado en batalla?”

“Bueno, para serle sincero, señor, ninguna de las personas en la lista está entrenada para batallar. Usted ya tiene a los que lo están.”

“Me rehúso a traer a alguien que no tiene experiencia práctica a una potencial zona de guerra,” Suho dijo un suspiro. “Pero ante su recomendación, lo haré, al igual que a la otra mujer, Hyorin. Si mal no recuerdo ella es bastante buena en curar quemaduras.”

El hombre lucía como si la idea de dejar ir a dos de sus sanadores de una vez no le hubiese caído nada bien, pero inclinó su cabeza de todas maneras. “Les diré que empiecen a empacar.”

Suho observó al hombre alejarse enérgicamente y pellizcó la punta de su nariz. Ya podía sentir cómo se formaba una migraña en su cabeza y ni siquiera habían zarpado. Se dirigió rápidamente hacia los muelles donde se albergaba la flota de barcos estaba, sintiendo el calor de su cuerpo después de una enérgica caminata luchando contra el frío, aíre fresco a su alrededor. Su aliento saliendo como pequeñas bocanadas de humo blanco, sus botas rozando la nieve que estaba sobre el suelo mientras se desplazaba, observando a los hombres que abordaban el barco que los llevaría a la región de la nación del aire y al corazón de la guerra.

_________

Después de cerrar la puerta del salón de entrenamiento, Tao se despojó inmediatamente de su elaborada túnica, poniéndola en la silla junto a Kris, quedando vestido solamente con una delgada camisa blanca y unos pantalones negros de algodón que eran utilizados debajo de las túnicas. No hacía calor afuera, pero él estaba dichoso de poder quitarse toda esa tela de encima. Las capas lo hacían sentirse ahogado, sin importar que tan liguera fuera la tela. Kris lo miraba con desaprobación, pero Kris nunca había tenido que usar esas cosas ridículas. Él siempre parecía mirar un poco de manera desaprobatoria de todos modos, pero Tao no le prestaba atención. Era imposible practicar Shifting en las túnicas familiares, y Tao lo sabía bien, por lo que Kris tenía que aguantarse.

Este cuarto de entrenamiento era el lugar favorito de Tao para estar. Largo, redondo y destechado, daba la ilusión de privacidad sin hacerlo sentir atrapado. El invierno por fin le había dado paso al sol primaveral y era la primera vez en mucho tiempo desde que Tao había podido entrar allí.

Ya se había estirado, y estaba comenzado a hacer sus ejercicios, su cuerpo ajustándose correctamente, no estaba haciendo Shifting, todavía no, sólo estaba familiarizándose otra vez con sus extremidades, dejando que el sol calentara sus brazos desnudos. “Dios, extrañé esto.” Dijo, luego de dar una voltereta de 360°.

“Sabes, siempre puedes practicar al aire libre,” Kris señaló y Tao arrugó su nariz.

“Pero entonces la gente podrá verme,” dijo. “Y entonces sabrán qué puedo hacer.”

Kris sólo sacudió su cabeza, bajándola de nuevo para volver a leer su libro. Tao sabía que Kris no entendía por qué era tan reservado sobre su habilidad Shifting — todo el mundo sabía que Tao era el Shifter de aire más fuerte, así que cuál era el gran misterio — pero a Tao le gustaba tener un par de trucos bajo su manga. Después de todo, todos sabían lo que el Phoenix podía hacer y miren lo que le pasó a él.

Una pequeña mariposa revoloteaba en el cuarto, su sombra bailando sobre el suelo. Tao podía sentir cómo movía el aire, así que sostuvo el aire alrededor de ella, creando suaves remolinos que la mantuvieron flotando en el aire, apenas estremeciéndose.

Kris pasó una página de su libro sin levantar la vista. “Deja de presumir.”

Tao jadeó, dejando ir a la mariposa. “Sólo quería dejarlo claro. No puedo hacer esto fuera de esta sala, y lo sabes. Ellos me obligarían a hacérselo a las personas.”

Puedes hacérselo a las personas.”

“Sólo porque pueda, no significa que deba hacerlo,” Tao dijo, y formó un suave remolino de viento que arrebató el libro de Kris de sus manos y lo cerró con un chasquido mientras flotaba en el aire perdiendo así la página que Kris estaba leyendo. Kris le dio una mirada penetrante acompañada con un plano estallido de aire que hizo a Tao retroceder, su cabello despeinándose. El uso de sus poderes hizo a Tao sonreír.              

Kris recogió su libro de donde había caído en el suelo con gracia de ofendido. "¿Vas a practicar?" Preguntó. “¿O vas a ser un mocoso?”

“¿No puedo hacer ambas?” Preguntó Tao con picardía, respondiendo la pregunta, y Kris suspiró.

“¿Te das cuenta  de que estamos técnicamente en guerra ahora mismo?” cuestionó, hojeando su libro tratando de encontrar la página en la que había quedado. “La Nación del Fuego está uniendo fuerzas para atacar y pronto marchará hacía nosotros. Esta guerra no tiene causa, ni razón, ellos sólo quieren quemar a nuestra gente y tomar nuestra tierra. Necesitamos estar listos. No puedes simplemente ponerte a jugar por ahí congelando mariposas y esas cosas.”

“Si es tan importante como dices, entonces tú también deberías estar entrenando, en vez de estar leyendo.”

Kris cambió de página, aparentemente buscando todavía su lugar perdido. “Sabes que nunca me estaría permitido pelear, no como un Shifter. Y ya estoy entrenado para una lucha cara a cara.”

“Puedes entrenar de todos modos,” sugirió Tao. “Nadie puede verte aquí.”

“Creo que ya soy lo mejor que puedo llegar a ser en Shifting, Taozi,” respondió Kris y Tao tembló ante el uso del sobrenombre. “¿Cuánto más puedo mejorar en unas cuantas semanas? El Oráculo dijo que el ejército de la Nación del Agua está casi aquí. No voy a dominar nada para ese entonces.”

“No podemos ir a la Nación del Fuego hasta que la gente de la Nación de la Tierra lleguen aquí también, así que tienes tiempo.”

Kris rió, el sonido profundo haciendo eco en las paredes. “Si esperamos por ellos, nunca vamos a partir.”

___________    

 

Kyungsoo se sentía bastante enfadado.

“Padre,” dijo. “Usted no puede simplemente no ir. Usted no puede ni siquiera no responder.”

El Rey de la Nación de la Tierra, vestido de traje y zapatillas, miró a Kyungsoo levemente. “No veo por qué no,” dijo. “Ellos saben que no nos preocupamos por las guerras de otros, tienen muchas agallas para pedir nuestra ayuda siquiera.” 

“Esto no es una simple pelea menor entre la Nación del Agua y una de las islas periféricas,” Kyungsoo dijo, exasperado y enojado. “Esto es la Nación del Fuego tratando de apoderarse de todo. Ahora están yendo a la Nación del Aire, ¿y qué si ellos pierden? ¿Qué haremos cuando la Nación del Fuego esté en nuestra puerta y todos nuestros aliados hayan caído porque no los ayudamos?”

Su padre le sonrió. Era el tipo de sonrisa que le daba a Kyungsoo cuando tenía cinco años y él no entendía por qué su padre no les decía a sus consejeros que se fueran cuando ellos estaban en desacuerdo con sus decisiones. Era una sonrisa que significaba que pensaba que Kyungsoo era muy tierno, pero que claramente no sabía absolutamente nada sobre el mundo. Bueno, jódase, pensó él. Entiendo esto más de lo que usted piensa. 

“Nadie puede atravesar la Cordillera Negra, Kyungsoo, a no ser que les demos permiso. Son muy altas, muy empinadas y los túneles entre ellas parecen un laberinto. Ellos nunca nos alcanzarán. Estaremos a salvo, nos dejarán solos. Y mi pueblo conocerá la paz.”

“¡No puede pretender que nada está pasando! Sólo porque piensa que estamos a salvo no significa que realmente lo estamos. Ellos podrían fácilmente cercarnos, bloquear todas las entradas de suministros y podrían causar el final de—” 

“Kyungsoo,” su padre lo interrumpió. “Algunos de nuestros Shifters no serán suficientes para inclinar la balanza. No voy a ordenar a mi gente, aún cuando sean unos pocos, a morir en una guerra que no nos interesa. Si te importa tanto la Nación del Aire, ¿por qué no vas a ver si puedes ayudarlos tú solo?”

Eso hizo que Kyungsoo se sintiera diminuto. Mordió su labio inferior. Él era el Shifter Superior de la Nación de la Tierra, y podía ser algo valioso, sí, pero él no era el mejor Shifter que tenían. Él era el Shifter Superior porque era el hijo del Rey, no por ser el más fuerte. Y tenía deberes allí, como príncipe, y que no podía dejar atrás. 

Pero la manera en que su padre lo miraba, rostro plácido con una mediana sonrisa, lo hizo querer intentar. Podría dejar sus deberes reales a un consejero por unos meses. Podría, aunque sea, ir a la Nación del Aire como un representante de su nación y decirles la decisión de su padre, así no los dejaría esperando por ellos.

“Está bien,” dijo decididamente. “Iré.”

Su padre parecía ligeramente sorprendido, pero asintió. “Tienes permitido llevar a dos de tus sirvientes contigo, y caballos para andar. No espero que te quedes a auspiciar la guerra, volverás a casa cuando te des cuenta cuán inútil esta completa aventura es.”

Kyungsoo trató de no erizarse. “Volveré,” dijo lentamente, “cuando hayamos ganado.” Se giró sobre sus talones rígidamente, saliendo por la puerta ornamentada, dejando que se cerrara de golpe detrás de él. Se dirigió inmediatamente hacia los aposentos de los sirvientes, parando en el camino sólo para enviar a alguien a los establos con el mensaje de que trajeran su caballo, junto con otros dos, ya ensillados. Si lo conseguía, planeaba irse en una hora.

___________

 

Chanyeol se apoyó sobre la repisa de la ventana, dejando que los rayos de sol calentaran su rostro. Hacía un buen contraste el frío de la armadura elaborada que los generales le insistieron en usar para estas reuniones que ellos creaban donde hablaban de la guerra. No tenía sentido, ni la armadura ni el hecho de que él asistiera a las reuniones. Él no sabía nada acerca de la guerra, no podría liderar una tropa de hombres en caso de una batalla, y mucho menos sabía algo sobre las formaciones del ejército. Una gran parte de lo que se decía en los encuentros se fue de su cabeza, dejándolo con bastante tiempo para pensar sobre otras cosas. Las cuales, para ser honesto, eran las últimas en las que quisiera pensar.

“¿Phoenix?”

Chanyeol se sentó recto sacudiéndose a sí mismo del estupor en el que el sol lo había puesto y tratando de lucir atento. “¿Sí?”

El general barajó unos papeles frente a él, metiéndolos en un folder antes de entregarle una hoja a Chanyeol. “Los territorios menores han acordado enviarnos a sus Shifters Superiores la próxima semana. Esta es la lista de aquellos que vendrán.”

Chanyeol tomó la lista y miró vacíamente los nombres desconocidos. “¿Ellos han accedido a ayudar?”

 “Eso es lo que esperamos que hagan en la reunión.”

“Entiendo,” dijo Chanyeol, poniendo la lista en la mesa y alejándola de sí. “¿Cuándo partiremos?”

Los generales se miraron entre ellos. “Pronto, Phoenix. Necesitamos estar seguros que tenemos las suficientes tropas para asegurar la victoria antes de que vayamos en contra de las otras naciones.”

Chanyeol mordió la uña de su pulgar ociosamente, en realidad sin darse cuenta que lo estaba haciendo. “Me tienen a mí,” dijo, “yo puedo quemarlos a todos hasta hacerlos ceniza.”

“Usted probablemente pueda, Phoenix pero ellos son bastantes en número y preferimos no arriesgarnos mucho.”

Chanyeol alejó su mano de su cara y apretó el brazo de su silla para disimular que estaba temblando. “Yo sólo quiero hacer algo,” dijo.

El general a su derecha tomó la palabra, colocando una larga mano sobre su hombro. “Vengarás los asesinatos de tu familia pronto. La Nación del Aire pagará por lo que ha hecho.” Se escucharon murmullos de aprobación alrededor de la habitación, algunos hombres asintieron con su cabeza.

“Sí,” susurro Chanyeol para sí mismo, “lo harán.”

__________

 

En las Tierras de Hueso, una vasta expansión de tierra seca, agrietada y sin vida ubicada en la frontera sudoeste de la Nación del Fuego, llena de numerosos volcanes y piscinas sulfúricas, un hombre solitario subía un lado de una montaña empinada y desaparecía dentro de una cueva. La luz del lugar era mínima, pero él conocía bien el camino, pisando debajo de sus pies huesos de hombres y animales muertos los cuales le dieron a las Tierras de Hueso ese mórbido nombre. Llegó a una gran cueva, una familiar picazón comenzando en su cuero cabelludo.

“Hey, nena,” murmuró, alargando su mano. Toda la pared frente a él pareció moverse cuando la dragón gigante se despertó, desplegando su cuello haciendo así que las puntas de los dedos del chico tocaran su nariz. “No te va a gustar esto pero creo que tenemos que ir hacia el norte.”

La dragón resopló, el aire se volvió caliente, dejando en la cueva un olor a azufre y humo.

Kai tomó su dedo índice y rápidamente lo metió dentro de uno de las fosas nasales del dragón, lo que la hizo menear la cabeza. Él rio. “Lo sé, a mí tampoco me gusta. Pero algo grande está pasando allá afuera. Yo sé que puedes sentirlo.”

La dragón movió su cola de manera que rozara la parte de atrás de sus pantorrillas. Kai inclinó su cabeza sobre la nariz del dragón, empequeñecido por todo el cuerpo de la criatura. Tres personas podían caber cómodamente sobre su cabeza. “No te preocupes,” dijo. “Volveremos aquí lo más pronto que podamos.”

Sintió la picazón moverse, tomándolo como un afirmativo. Ella le parpadeó con ojos que eren muy inteligentes. Luego había preocupación ahí, empujándose en la periferia de su mente, pero no era un sentimiento suyo. Y un poco de dolor, suyo, siendo empujado hacía él mismo.

Kai trato de no hacer gesto alguno. “Todo estará bien,” dijo, más para él mismo que para ella. “No soy la misma persona ahora. Y no es como si me hubiesen desterrado exactamente. No seré bienvenido pero ellos no me rechazarán. Nos necesitan.”

Una imagen distorsionada de sí mismo montado en su espalda, sus quijadas abiertas y escupiendo fuego, pasó por su mente, y él se echó a reír. "Sí, si ellos me molestan, tú puedes patearles el culo, no te preocupes por eso."

La dragón hizo un pequeño gruñido y Kai supo que era un ruido alegre. Ella comenzó a levantarse, estirándose, y Kai supo que ese era su señal paras salir y esperar. “Nos vemos afuera,” dijo, sintiendo las fisuras intangibles en el aire frente a él y abriendo paso entre ellas. Sólo tomó un momento, un leve cambio de su ser y después estaba afuera, el aire detrás de él mostrando leves grietas distorsionando la vista. Las vio encogerse y luego desaparecer hasta que toda la evidencia de él fragmentándose a sí mismo había desaparecido. Entonces esperó.

Escuchó al dragón venir, incluso antes de verla. No eran tan ruidosos como las personas esperan que lo fueran, considerando sus tamaños, pero ella nunca había podido acercarse sigilosamente hacia él. El cosquilleo la habría delatado aún cuando ella hubiera sido más silenciosa que una tumba. Sus garras resonaban en ese lado de la montaña, haciendo que pequeñas piedras cayeran a los pies de Kai. A pesar de su enorme tamaño, ella logró acomodarse a su alrededor sin él tener que esquivar alguna sus masivas extremidades. Ella era siempre agradecida, casi pisándolo una sola vez, cuando ella todavía era muy joven. En aquel entonces, la pisoteada no lo hubiera matado, aunque de igual manera hubiera dolido.

El hormigueo se encendió, impaciente, y él sacudió su cabeza tratando de despejarla. “Está bien,” dijo. Otro cambio, otra desfragmentación, y ahora él se encontraba en su espalda, sentándose sobre la unión de sus alas, usando la espiga de su cuello para asegurarse a sí mismo. Ella sacudió una de sus alas en fastido, nunca le había gustado cuando él se sentaba allí. Él sólo rio ante su incomodidad. “Tú eres la que querías salir de aquí,” dijo.

Ella se negó a darle una respuesta. Kai se aseguró nuevamente mientras ella se agachaba. Él siempre odiaba esta parte. Ella saltó hacía el aire. Grandes alas impulsándose hacia arriba, ganando miles de metros de altura en cuestión de segundos. Kai podría jurar que algún día su estómago se quedaría atrás. Algunas veces él pensaba que ella lo hacía apropósito. Él no tuvo la oportunidad de reflexionar realmente sobre ello antes de que estuvieran volando en la distancia, la Tierra de Huesos que había sido su casa durante años ahora estaba quedando cada vez más atrás.

El giró su cabeza hacia el norte y se preguntó si Luhan lo había Visto partir.

_______________

 

Luhan levantó su cabeza después de contemplar la clara esfera de cristal en frente de él, una amplia sonrisa en su rostro. “¿Qué es eso que has Visto, Oráculo?” preguntó uno de los asistentes sentados alrededor de él.

“El caminante de las sombras está retornando,” Luhan respondió felizmente, ignorando los repentinos murmullos provenientes de la gente a su alrededor, “y trae un amigo.”

 

Notas finales:

¿Qué tal estuvo el capítulo? Esperamos que bien, ¿ya salieron sus bias en este capítulo? Queremos saber quiénes les gustan desde ya y por qué, nos encanta leer opiniones.

Day y yo estamos felices, nuestros OTPs fueron de cita doble así que casi nos morimos de la alegría aun cuando tenemos mil y un exposiciones para preparar haha. ¿Qué tal pasaron el día de la madre? ¡Felicitaciones a todas! Acá es domingo, así que vi muchas fotos en mi Facebook e Instagram, también vi muchas familias en el restaurante donde estuve hace como una hora donde fui en sandalias (larga historia).

Espero y comenten mucho mientras nos hundimos en todo lo que debemos hacer para la universidad. Si les gusto el fic, ¿recomienden? (me gusta cómo suena cuestionado haha).

¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!

PD: Por si nos quieres stalkear un rato y hablar más con nosotras, estamos en Tumblr (Day, Heed) y Twitter (Heed, Day).

 

Que tenga una buena semana, yo iré a estudiar y leer Sterek :)
Heed. 


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