-Debiste pensar en eso antes de abandonarme… ¡Incluso en Svartalfheim!-volteó a mirarle, encarándolo con el ceño fruncido, sus ojos con un fulgor de odio disfrazando el dolor de verse desplazado una vez más por un extraño
-Pero Loki…-quiso negar pero se vio interrumpido abruptamente
- ¡Pero nada! ¡Me abandonaste! ¡Me dejaste a mi suerte durante todos estos años! Así que no me vengas con tus estúpidos sentimentalismos baratos que no te creo nada-el odio una vez más se hizo presente en su voz, cosa que le hizo doler el pecho-déjame morir, Thor… será mejor así, por fin tendré paz…-su voz ahora era solo un murmullo bajo
-No Loki… ¡No lo permitiré!-en un impulso lo abrazó fuertemente contra sí, parecía como si ambos tuvieran sus cuerpos puesto que pudo apresarlo entre sus fuertes brazos, sin querer soltarlo
- ¡Suéltame Thor! –exclamó Loki más que molesto intentando zafarse sin tener éxito, su hermano era más fuerte que él en ese aspecto- ¡mi muerte es inevitable! ¡Y yo…!- ¡yo te odio! Pensaba decir pero no pudo por las palabras del rubio
-Te amo Loki-soltó de golpe, haciendo que el menor dejara de revolverse en sus brazos, con sus orbes esmeraldas abiertas en sorpresa, algo más brillosas que de costumbre-perdoname Loki, he sido un estúpido y no negaré que tienes razón por que no es así, te abandoné, cuando prometí protegerte siempre, de todo y de todos pero no lo hice… perdoname-la voz se le quebraba pero el sentimiento era fuerte, tanto así que más que el abrazo lo que lo retenía ahí eran sus palabras-por favor… ven conmigo…-lo separó un poco para verlo a los ojos, notando que había causado estragos con sus palabras
- ¿Para qué quieres que vaya contigo? Al final me dejarás…-bajó la mirada sin poder seguir apreciando esos posos azules que lo confundían
-No te dejaré Loki, lo prometo, está vez… no te dejaré-la convicción estaba tatuada en sus palabras así que no tuvo más remedio que volver a mirarle-vuelve a casa conmigo…-
- ¿Qué quieres de mi? –su voz cansada denotaba en lo más profundo la aceptación de sus palabras, ya no podía perder nada más
-Dame tu mano…-susurró con sus ojos clavados en los ajenos, algunas lágrimas rebeldes habían abandonado sus parpados y corrían libremente por sus mejillas sin importarle, eran prueba de la verdad, pudo apreciar apenas un par cayendo de los hermosos ojos de su príncipe, lo abrazó con solo una mano para colocar su diestra cerca de su pecho
Dejó que esas dos lágrimas siguieran su recorrido desde sus ojos hasta su mandíbula, con las manos temblorosas aceptó el abrazo del mayor y dirigió su mano izquierda al pecho del rubio, entrelazando sus dedos con los ajenos sintiendo un ligero apretón en su mano mientras era apegado fuertemente contra él, haciendo que escondiera su rostro entre el cuello y hombro del otro, cerrando los ojos con una increíble calma que jamás había sentido, parecía similar a la de su amada madre pero a la vez distinta, el cariño era distinto, así que se entregó…
Un profundo suspiro de relajación y su cuerpo desapareció entre los brazos ajenos, haciendo que el collar que traía puesto Thor, la gema resplandeciera apenas visible para al termino de unos segundos dejara de emitir luz quedando de un hermoso color verde esmeralda.
Thor lo supo en ese justo momento, lo había conseguido y solo quedaba volver por el mismo camino y marcar de una u otra forma para volver ahí cuando estuviera despierto, corrió de vuelta a la única salida que había visto, echando un vistazo al cuerpo de su amado en el frío y maloliente suelo aun con la sangre brotando de sus heridas apenas en un goteo, no fallaría, volvería por él.
Siguió en línea recta por lo que le pareció una eternidad hasta el final donde observó una luz, recordó las palabras de Eir y supo que no debía dirigirse ahí, sin embargo lo hizo, la sorpresa fue tal cuando descubrió al ente creador de esa luz tan potente que lo cegaba y cálida que lo guiaba, se detuvo a varios pasos de esa persona, de nueva cuenta sus ojos se llenaron de lágrimas a consciencia, con la alegría, el dolor, el cariño y la pena arremolinándose una vez más en su corazón.
-Hijo…-la dulce y suave voz de esa hermosa mujer le hizo volver en sí
-Madre…-apenas si fue un susurro que no creía su madre hubiera escuchado, pero lo hizo ya que le regaló una hermosa sonrisa
-Ven aquí…-extendió sus brazos en una clara invitación a abrazarla que el rubio no dudó ni un segundo
- ¡Madre! –se lanzó a sus brazos estrechándola con cariño y culpa-lo lamento tanto… si yo no hubiera traído a la mortal tú y Loki todavía estarían aquí-lloró en sus brazos, recibiendo el consuelo en una simple caricia en sus rubios cabellos
-No te tortures más, hijo mío… he venido aquí para ayudarte-lo alejó un poco para verlo a los ojos-te ayudaré a marcar el lugar en este extraño planeta…-
Ahora que lo analizaba mejor, observando a su alrededor podía observar un planeta oscuro y frío con edificaciones en ruinas por causa de alguna batalla o quizá un agente externo, dos lunas en el cielo, un sinfín de estrellas en el firmamento acompañadas de nebulosas de colores rosáceos, jamás había estado en un lugar así.
-Madre, ¿pero cómo? –no entendía absolutamente nada, se alejó de sus brazos completamente y la miró fijamente
-Coloca tu mano aquí-indicó señalando el piso, en una roca de un distintivo color violeta
-Bueno…-se acuclilló para posar su mano en el objeto, sintiendo una extraña energía emerger de este
-Muy bien…-ella hizo el mismo movimiento, lucía el mismo vestido que en aquel fatídico día, solo que sin la horrible mancha de sangre adornando su costado, colocó su mano sobre la ajena, apretando hacia abajo contra esta
- ¿Y ahora? –ladeó la cabeza sin saber que más hacer
-Cuídalos hijo mío… jamás te apartes de su lado, quiérelo, ámalo… nunca le hagas olvidar el amor que le tienes… protegelos…-le dijo con seriedad para al final regalarle una sonrisa suave en consuelo, esa no sería la última vez que se verían-dile a tu padre que lo amo y está haciendo lo mejor por sus hijos, jamás lo olvidaré y lo estaré esperando cuando sea el momento-
Dicho aquello, de nuevo la luz lo envolvió dejándole un vacío en el pecho pero la sensación de que cuando fuera el momento la volvería a encontrar en su largo camino a la paz.