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Y se fue el amor por lizergchan

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 Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle, la serie “Sherlock” pertenece a la BBC. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson y otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene Slash, angustia y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Resumen:Sherlock despertó solo en la cama, como había estado sucediendo en los últimos meses. Después del sexo —si es que llegaba a suceder—, John se levantaba nada más terminar, se daba un baño y se iba a su antigua habitación, dejando al detective con el corazón roto y sintiéndose como una vulgar ramera.

 

 

Beta: Lily Black Watson.

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Y se fue el amor

 

 

 

Capítulo 13.- Nuevo comienzo

 

 

 Sherlock fue trasladado a Barts; sentía las contracciones en intervalos de 30 a 20 minutos y aún no había comenzado a dilatar, pero ya la fuente se había roto.

 

 Todos los familiares y amigos de Sherlock se encontraban en la sala de espera, incluso Antonio, que, con su mano izquierda inutilizada, poco podía hacer para ayudar, pero daba gracias a Dios por la presencia de sus compañeros (principalmente de los Griffin).

 

—Espero que todo salga bien —dijo mamá Holmes, ella y su esposo habían llegado a Londres la noche anterior y se estaban quedando en casa de su hijo mayor.

—Sherlock está en las mejores manos, se lo aseguro, señora Holmes —dijo Antonio con sinceridad y era cierto, los médicos que estaba con Sherlock en ese momento eran los mayores expertos en embarazos masculinos.

 Antonio se mordió el labio inferior, sintiéndose nuevamente inútil. Se sobresaltó al sentir la mano de Molly, sobre la suya, apoyándolo.

 

 John no estaba mejor que el español; todo él era una maraña de sentimientos. Pronto sería padre, ¿qué le deparaba el futuro? Su relación con Sherlock era incierta, pero al menos ya no era tan… imposible como en un principio.

 Sus miedos de humano, fueron reemplazados por unos instantes por sus temores de médico. Sabía que el parto sería mucho más complicado que uno normal, los hombres no estaban adaptados, ni biológica, ni anatómicamente para tener bebés y sin embargo, Sherlock y otros individuos más, de alguna forma, habían logrado ir contra la naturaleza y lograr tan prodigioso milagro.

 Había infinidad de cosas que podían complicar un embarazo (y que John sabía, por sus pláticas con aquellos especialistas),  y podían ser aún más graves en un hombre. Una hemorragia, descompensación y otras miles de cosas que John se obligó a ignorar.

 

 

 James se presentó en la sala de espera para informarles que subirían a Sherlock al quirófano, pues, lo someterían a una cesárea.

 

—Debes estar con él, apoyar a Sherlock y a los bebés —dijo James, no miraba a John sino a Antonio, quien aún pensaba, era el padre de los mellizos.

 

 El hispano miró a su colega y luego a Molly; él había estado hablando con Sherlock acerca del parto y, aunque, el detective consultor no estaba del todo seguro, le pidió que John le acompañara durante el alumbramiento, era lo lógico.

 

—El doctor Watson debe estar con Sherlock en este momento —para los que no sabían la verdad relacionada a los mellizos, aquellas palabras les resultaron extrañas.

—Pero, muchacho, tú eres el padre… —dijo James, completamente seguro de sus palabras, pero la negativa de Antonio lo descolocó.

—John Watson es el padre. Conocí a Sherlock cuando ya estaba embarazado —reveló el hispano mientras posaba una mano en el hombro de Watson, queriendo infundirle valor, algo que en ese momento, necesitaban los dos —. Lo prometo, les contaré todo cuando todo esto pase, así que, por el momento…

 

 James suspiró pesadamente, pero asintió con la cabeza, sonriendo; él era después de todo, el más comprensivo del equipo de médicos; la peor, sin duda era Emily; Antonio, rezaba poder sobrevivir a su furia.

 

 

 

 Luka le dio instrucciones al anestesiólogo que los asistiría en la cesárea. Sus compañeros se estaban preparando, al igual que las dos enfermeras que, por el momento, estarían en su equipo. El hombre esperaba ver a Antonio, sabía lo difícil que le resultaría a su amigo tener que permanecer del otro lado, pero no tenía opción, con su mano izquierda inutilizada y su pronta paternidad, su juicio se vería comprometido. Sonrió al escuchar la puerta abrirse, seguro de que se trataba del español, sin embargo, no fue así.

 

— ¿Qué hace él aquí? —Dijo Luka con rudeza, observando a la persona que había entrado en compañía de James, al que miró de inmediato, demandando una explicación —. ¿Dónde está Antonio? Él es el padre y debe estar con su pareja en el momento del nacimiento.

—El doctor Watson va a acompañar a Sherlock —respondió el mayor, mientras se preparaba para ayudar en la intervención.

—Soy el padre —Luka frunció el ceño, no aceptaba tal respuesta, pero tuvo que tragarse su enojo; tenía que estar listo para el momento en que tuviera que atender a los bebés.

—Después arreglaremos esto —dijo el nórdico. Pasó junto a John, chocando contra él a propósito; Wyss era ligeramente más alto que Sherlock y la fuerza hizo que Watson se fuera para atrás, pero no cayó al suelo, pues James lo atrapó.

—Lo siento,  Luka es algo… especial, cuando se trata de Antonio. Eran los únicos extranjeros al cuidado de mi hermana y son muy unidos —le explicó el hombre —. Vamos, tus hijos deben estar listos para nacer.

 

 

 Sherlock ya se encontraba preparado. Aunque no lo admitiera, tenía miedo; los dolores, no eran el verdadero problema, Lin había descubierto que uno de los bebés tenía el cordón umbilical alrededor del cuello, algo que no estaba en el último examen. El detective temía por su hijo.

—Relájate, todo saldrá bien —le aseguró Emily, sonriendo tras el cubrebocas. —Tus pequeños saldrán airosos de esta. Después de todo, llevan tu sangre.

 John entró en compañía de James cuando el anestesiólogo comenzaba su trabajo. Lin sería la encargada de la cesárea, Emily la asistiría, mientras que Luka examinaría a los bebés en cuanto nacieran y James documentaria todo el proceso. Cuando las dos doctoras se dieron cuenta que era Watson el que entraba y no Antonio, intercambiaron miradas, pero ninguna hizo comentario alguno, ya habría tiempo para eso después.

 

—Bien, comencemos —dijo Lin tomando el bisturí, preparada para realizar el corte.

 

 

 

 

 Mamá Holmes daba vueltas de un lado a otro, preocupada por su hijo y sus futuros nietos. Los partos gemelares ya de por sí conllevaban un riesgo mayor; su hermana había pasado por uno, desgraciadamente, hubo complicaciones y uno de ellos había muerto. Rogaba a Dios que eso no pasara con Sherlock… no estaba segura que su pequeño fuese capaz de soportar una pérdida así.

 

—Todo saldrá bien, mami —le aseguró Mycroft, quien hacia un estupendo trabajo ocultando su propia preocupación.

 

 

 La cesárea  era una simple operación de rutina, después de todo, Lin había realizado cientos de ellas en mujeres a lo largo de los años y unas treinta en hombres, convirtiéndola en la mayor experta a nivel mundial; había escrito un libro sobre el alumbramiento de donceles. Un hombre en estado, no podría desear mejor especialista que ella; pero un parto masculino era siempre peligroso, no importaba el sinfín de precauciones que se hubiesen tomado durante la gestación, la amenaza de muerte de la madre o el producto estaba siempre latente.

 

 Cuando el monitor de signos vitales comenzó a sonar insistentemente, indicando que la presión de su paciente caía; Lin se preocupó, pero no se alteró, después de todo, tenía a una de las mejores cirujanas a su lado; pronto, entre ambas especialistas, lograron contener la emergencia.

 




 John casi tiene un infarto al escuchar al aparato sonar, tenía tanto miedo; quería empujar a las dos mujeres y hacerse cargo él mismo de la cesárea, pero se contuvo; no tenía experiencia en partos comunes, mucho menos en partos de varones, podría matar a Sherlock o a los bebés. Pudo volver a respirar, cuando el sonido del aparató cesó, únicamente para ser reemplazado por el llanto del primer bebé.

 

—Bienvenida al mundo, Sherly —dijo Emily al tiempo que le pasaba la niña a su hermano, para que Luka la revisara.

 

 John sonrió, algunas lágrimas escaparon de sus ojos. Observó a Sherlock, deseando preservar en sus memorias la expresión de su amado, sin embargo, este mantenía los ojos cerrados, aún no reaccionaba después de la pequeña crisis.

 

—Está bien. Es fuerte, está bien —le aseguró Emily, sin embargo, la sombra de la preocupación matizaba su rostro. Algo estaba mal, lo supo en el momento en que Lin extrajo al segundo bebé.

 

 El niño no lloraba y el color de su piel era azulado. Luka le quitó el bebé a su compañera y se apresuró a realizarle los primeros auxilios; John observó el proceso desde su posición, todo parecía ir en cámara lenta.

 

 Su bebé, su hijo, era apenas un poco más grande que una sola de las manos de Luka. John volvió a sentirse impotente; era tan difícil estar del otro lado, del lado de los familiares del paciente.

 Luka había demorado unos segundos en reanimar al bebé, pero a John le resultó eterno; el llanto de Anthony se dejó escuchar, débil, pero constante.

 

Sherly había nacido pesando un kilo quinientos gramos, algo bajo, pero normal en un bebé de su condición, mientras que su hermano, a penas y alcanzaba el kilo doscientos; los pulmones de Anthony también presentaban problemas. El niño permanecería en la incubadora bajo vigilancia constante, hasta que Luka lo considerará adecuado.

 

Sherlock despertó adolorido; mareado y fatigado a causa de la anestesia. Se llevó una mano al vientre, sintiéndolo vacío. Tardó un momento en recordar, ¡cierto!, sus hijos ya habían nacido.

 

—No te toques demasiado. Los puntos podrían abrirse —dijo John. Acababa de entrar a la habitación.

— ¿Dónde están?

—La enfermera traerá a Sherly para que puedas conocerla, pero deberás esperar hasta mañana para ver a Anthony.

—Quiero hablar con Antonio —algo malo le pasaba a su hijo, lo sabía, por ese “instinto materno”; De la Rosa le había explicado durante su primer examen, que existía una alta posibilidad de problemas en la salud de los bebés a causa de los nulos cuidados durante los primeros meses de embarazo.





 Lin le había advertido sobre aquel golpe ocasionado fuera de Baker Street, y le pidió que guardara absoluto reposo, pero luego sucedió el secuestro de Antonio y una gran cantidad de estrés.

 

 Antonio le llevó a ver a su hija; era tan pequeña, tan frágil; tenía una pelusita rubia como cabellera, aun no se le distinguía el color de ojos, pero Sherlock secretamente esperaba que fueran parecidos a los de John. Estuvo con la niña una hora, aprendiendo de Luka, la manera correcta de alimentarla.

 Sherly debía permanecer en la incubadora por lo menos una semana para tener el peso de un bebé nacido de una mujer.

 

 Anthony era una historia aparte; necesitaba de medicamentos y un cuidado constante durante las siguientes semanas, además, existía la posibilidad de desarrollar alguna enfermedad crónica o incluso sufrir alguna discapacidad, pero su hijo era fuerte y Sherlock sabía, que vencería cualquier obstáculo.

 

 

 

 

 Antonio contempló la iglesia; no había estado ahí desde… bueno, no había estado nunca en esa parte del edificio y prefería olvidarse de la parte en la que sí estuvo. Hizo la señal de la cruz sobre su pecho antes de sentarse en la banca más cercana a la puerta; la misa acababa de iniciar.

 

 Había decidido usar un disfraz para no ser descubierto; no quería ni imaginarse el escándalo que se armaría si la gente se enteraba que estaba visitando el lugar donde estuvo cautivo.

 

—Hijos míos —dijo Ángel a la mitad de su sermón —, me gustaría que me ayudaran a rezar por la familia de un buen amigo mío; sus sobrinos nacieron hace dos días y uno de ellos está grave. Oremos por la salud del pequeño Anthony.

 

Antonio sintió que se le oprimió el corazón, ¿Ángel pedía por la salud de su hi… sobrino?

—Bastante conmovedor, ¿no le parece? —Antonio se sobresaltó al escuchar a la mujer anciana (que hasta ese momento no había visto), la dama le sonrió —. El padre ha estado pidiendo oración por el niño y su familia desde hace dos días.

 

 Antonio tuvo deseos de llorar, pero en lugar de eso, se concentró en orar; le pidió a Dios por la salud de Sherlock y de sus hijos: ofreció su vida a cambio de ellos, cualquier cosa estaba dispuesto a dar por el bienestar de su familia.

 

 Al concluir la misa, Antonio aguardó a que todos los feligreses se retiraran. Ángel se encontraba en la sacristía, donde le esperaba.

—Gracias por las oraciones —Ángel le sonrió con cariño.

—Sé que Dios escuchará nuestros ruegos. Ten fe, amigo mío —Antonio asintió por la necesidad de hacerlo; tenía tanto miedo, por Anthony, por Sherly y por Sherlock, incluso por él.

¿Qué sería de su amigo si su hijo fallecía? Sherlock podía gritar a los cuatro vientos que era un sociópata, que no tenía sentimientos, pero la verdad es que sus emociones eran, incluso más profundas que el común de la gente.

Sí Anthony moría o él o Sherly sufrían de alguna manera, Sherlock no lo soportaría.

 

— ¿Cuándo sabrán si el niño vivirá? —Antonio suspiró.

—Está respondiendo bien al tratamiento, aun así, Luka, está preocupado por el tiempo que pasó sin oxígeno; ya ha descartado un posible retraso, aunque no descarta alguna enfermedad crónica —Antonio se llevó una mano al cuello, con gesto adolorido. Estaba exhausto, las dos últimas noches las había pasado en vela, cuidando de los mellizos, pero principalmente de Anthony; en ese tiempo, su lazo con Sherlock se había hecho más fuerte y las asperezas entre John y él dejaron de existir, ahora se podría decir que eran amigos.

— ¿Cuándo fue la última vez que dormiste o comiste?

—Dormí un par de horas hace rato, ¿comer? No lo recuerdo —fue el turno de Ángel para suspirar.

—Vamos, la señora Alana hizo un delicioso pastel de pollo.

—Gracias, pero no tengo hambre…

—No te estoy preguntando, vas a comer conmigo —Antonio estaba tan cansado que no pudo oponerse y terminó comiendo todo  cuanto le pusieron en el plato.

—Todo saldrá bien, ya lo veras —Antonio asintió, sólo rogando a Dios porque así fuera.

 

 

….

 

 

 Las semanas pasaron; Sherly fue dada de alta a los ocho días de nacida, pesando dos kilos. Anthony tuvo que esperar casi un mes para lo sacaran definitivamente de la incubadora y poder ir a casa. Luka se había propuesto hacer hasta lo imposible para salvar al niño y lo había logrado.

 Cuando la emergencia pasó, los médicos se dieron el tiempo para reñir a Antonio por el engaño, en especial Luka, quien había tomado por el cuello a su amigo y dado una serie de coscorrones, algo muy infantil.

Todo estaba perdonado.

 

 

— ¿Qué harás ahora? —preguntó John mientras mecía a Anthony. Sherlock estaba en su habitación, alimentando a Sherly.

—Luka ha insistido en que me mude con él —sonrió el español —, quiere revivir nuestros días de estudiantes.

— ¿Por qué no con Molly?, ¿ya son pareja, no?

—Llevamos poco más de tres semanas y no me parece apropiado pedirle algo así, al menos no por ahora.

 

 John observó al hispano, seguro que él no había tenido sexo con Molly (de hecho, Sherlock ya lo había mencionado).

—Deberé llevarme a Ben —suspiró Antonio —, pobrecillo, él y Sherlock están tan encariñados, pero Anthony puede desarrollar alguna reacción alérgica a su pelo.

—Sherlock no estará feliz con eso —comentó Watson, él fue testigo de cómo el detective trataba al minino (mucho mejor que a cualquier otro ser vivo), pero era por el bien de su hijo.

—Bueno, al menos algo bueno saldrá de esto —dijo Antonio sonriendo. John le miró confundido —. Ya no tendrás que compartir el sofá con Ben.

 

 John entrecerró los ojos, pero no dijo nada; la verdad, muchas veces Ben, lograba empujarlo fuera del sofá y debía dormir en el suelo, en una ocasión, intentó quitarlo, pero el minino comenzó a maullar como si lo estuvieran lastimando, cuando Sherlock salió a ver que sucedía, el gato se acercó a él, cojeando de una pata (maldita bola de pelos manipuladora), Holmes se había enojado tanto que no le habló en tres días.

 

— ¿A Luka no le molestará?

—No. Teníamos una hermosa gata de angora cuando estuvimos en América, ya era algo mayor, pero Luka era el que más le quería —Antonio sonrió —. Cada vez que pasaba por alguna tienda de mascotas, le compraba algún juguete o golosina.

 

 

 Hablaron un rato más, compartiendo una buena taza de té. John tenía el día libre en la clínica y Antonio aún estaba en periodo de recuperación (órdenes de Emily), Anthony ya dormía tranquilo en su moisés.  Mientras hablaban del paciente más raro que llegaron a tratar; Sherlock se dignó a salir de la habitación con la niña, un poco separada de su cuerpo.

 

—Se ensucio —dijo Holmes e inmediatamente, Antonio hizo intento de tomar a la bebé, pero John se lo impidió; todo ese tiempo, Sherlock se las había arreglado para no tener que cambiarle los pañales a ninguno de sus hijos, siendo el español el que (con dificultar a causa de su mueva condición de diestro), siempre la mayoría de las veces, terminaba haciéndolo.

—Sherlock, debes aprender a cambiarles los pañales —dijo John, con el tono que normalmente se usaría, para hablarle a un niño. — ¿Crees que Antonio va a estar ahí para atender a los mellizos? No son sus hijos.

 

 Antonio frunció el ceño, porque esos niños podían no llevar su sangre, pero los amaba como si fuesen sus hijos.

— ¿Qué tal si tiene trabajo o está con Molly? —Sherlock se encogió de hombros.

—A Emily y a Molly no les importará.

 

 John frunció el ceño. La niña se removía incómoda en los brazos de Sherlock, finalmente, comenzó a llorar. Suficiente, no iba a dejar que sus sobrinos sufrieran por la tozudez de sus padres; tomó a la niña y se fue a cambiar el pañal de la pequeña. Holmes sonrió victorioso.

 

 

—Sherlock, no puedes depender de Antonio o de mí para cambiar a los niños. Tienes que aprender a hacerlo tú.

— ¿Por qué? Antonio hace un estupendo trabajo —dijo el detective al tiempo que cargaba a su otro hijo. Anthony era más pequeño que Sherly y más frágil, pero Holmes estaba seguro que sería un hombre fuerte más adelante.

—Sherlock, no puedes depender siempre de Antonio, de la señora Hudson o de mí para cambiar a los niños —John hizo una pausa, era obvio que no estaba avanzando —. Haz visto cosas… desagradables para la mayoría de personas: cadáveres putrefactos, desmembrados, ¡incluso los guardabas en la nevera! Cambiar un pañal sucio no debe ser gran cosa para el único Detective Consultor del mundo.

 

 John sonrió al notar la expresión de Sherlock, esa, que Holmes pone cuando ha decidido hacer algo.

 La oportunidad para Sherlock de cambiar un pañal, llegó pocos minutos de finalizada la discusión; Antonio había salido por un llamado de Luka (al que seguro le invitaría una cena en el mejor restaurante de Londres, por ayudarlo a escapar de la discusión). La señora Hudson tampoco estaba y John sólo lo asistiría, más no pensaba hacerle el trabajo sucio.

 

 Sherlock colocó al bebé en el mueble que Antonio había comprado para tal propósito.  John estaba a su lado, observando atentamente cada movimiento del detective.

 

—Debes quitarle los adhesivos y pegarlos sobre ellos mismos, para que no se peguen en la piel de Anthony —dijo John —. No quites el pañal todavía, sólo levántalo y pon una toallita en el pene.

 

Sherlock hizo lo que Watson le indicaba; quitó los adhesivos y abrió el pañal; el olor fue tan pestilente para la sensible nariz de Holmes, que tuvo que dar un paso atrás. Anthony observaba a su papá con curiosidad mientras se chupaba una de sus manitas.

 

— ¿Qué sucede? —habló John sonriendo con burla.

—Eso es asqueroso —Watson rodó los ojos.

—Sherlock, has manipulado cadáveres en avanzado estado de putrefacción, ¿y te molesta un pañal sucio?

— ¡Eso huele peor! —se quejó Sherlock.

—Espera a que todos en mi blog se enteren que el “gran” Sherlock Holmes, le teme a un simple pañal sucio.

 

 Picar el orgullo de Sherlock podría ser algo peligroso, pero efectivo. El detective se acercó a su hijo nuevamente, quien comenzaba a inquietarse, no pasaría mucho antes de que se pusiera a llorar e irremediablemente su hermana (que dormía en su cuna) se le uniera.

 Sherlock tomó una gran bocanada de aire, se acercó al niño y siguió las instrucciones de John al pie de la letra; cuando llegó el momento de limpiar la popo (de un aspecto, olor y color asqueroso), de las nalguitas de Anthony, un poco de aquella sustancia pegajosa se quedó en su mano, ocasionándole arcadas, que pudo disimular. Al terminar su gran hazaña le entregó el bebé a John y se fue corriendo al baño. Watson sonrió.

 

—Parece que papi no tiene un estomago tan fuerte como creía, ¿verdad? —dijo John a su hijo, pero éste se encontraba bastante entretenido chupando su puño como para hacerle caso al adulto.

 

….

 

 

 5 de febrero del 2015, los mellizos cumplían seis meses. Sherlock estaba sentado en la alfombra de la sala, con sus dos hijos frente a él, ambos rodeados de almohadas para evitar que pudieran lastimarse. Holmes les mostraba algunos juguetes (cortesía de los abuelos Holmes y del tío Mycroft). La vida de Sherlock había dado un giro de 360° desde que supo de la existencia de los mellizos; no tenía tanta libertad para ir a resolverle la vida a los incompetentes de Scotland Yard, pero al menos tenía a John y en ocasiones a Antonio y a Luka, que se había invitado a sí mismo para hacerlo.

Contrario a lo que muchos pudiesen pensar, Sherlock disfrutaba de la paternidad y no le importaba —al menos no tanto—, no poder correr por las calles de Londres persiguiendo criminales, pasar noches en vela, estar días enteros sin comer o si quiera moverse, fumar o tocar el violín a las tantas de la madrugada; aunque a sus hijos les gustaba las piezas que él había compuesto para ellos, debía respetar su horario  de sueño.

 

 La risa de los mellizos lo sacó de sus pensamientos. Sus hijos jugaban con los peluches de calavera que John les había dado como primer regalo.

 

— ¿Les gusta?, ¿pueden decir cráneo? —los niños balbucearon intentando pronunciar la palabra, pero sólo fueron capaces un: “a-a” y luego aplaudieron, riéndose de su gran trabajo.

 Sherlock siguió enseñándoles cosas, tratando de que dijeran alguna palabra.

 

—Aunque sean tus hijos, son aún muy pequeños, Sherlock —dijo Antonio. Era usual que el español se pasara por Baker Street, al menos un par de horas todos los días, a veces Luka lo acompañaba, ansioso por poder participar en alguna “aventura” o simplemente para examinar a los mellizos.

 

 Sherlock observó detenidamente a su amigo. Zapatos negros de marca, recientemente comprados, pantalón tipo sastre de color azul marino, cinturón blanco y camisa de un suave azul pastel. También había arreglado y cortado su cabello el día anterior. Sus lentes incluso eran del color de su camisa.

 

 

— ¿Cuándo se lo propondrás? —Antonio pareció sorprendido por unos segundos, pero luego sonrió.

—Aún me sorprendo con lo fácil que lees a las personas —sonrió el español mientras cargaba a Sherly, quien parecía feliz de estar en los brazos de su tío.

—Sólo observo lo obvio.

—Se lo pediré hoy, durante la cena.

— ¡Aburrido!, ¿es que no tienes imaginación? —se quejó Sherlock. —Pensé que eras diferente.

 

Antonio ahogó su risa.

—Bueno, es en realidad, la llevaré en ferry a Paris, pasaremos todo el día visitando lugares interesantes de la ciudad y finalmente, cenaremos en Le Ciel, he reservado su mejor mesa con vista a la Torre Eiffel, el anillo irá acompañado del postre.

 

 Sherlock asintió con la cabeza; no era una cita tan espectacular como cuando le pidió a Molly ser su novia, pero, suponía que ella estaría encantada con la sorpresa de Antonio.

 

Continuará…


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