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Marioneta De Cristal por Satan666

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Notas del capitulo:

Espero que les agrade esta historia, es completamente original. Fue editada, por lo que si la seguías hace unos años, te recomiendo que las vuelvas a leer. 

  Si me quieren apoyar en wattpad también subo mis historias en la plataforma.    https://www.wattpad.com/user/karenvruz  

También hice un trailer para esta historia en la plataforma de tiktok, espero les guste.    https://vm.tiktok.com/ZMeykhEHp/  

Mis otras historias están en proceso de edición. 

Capítulo XXIII. (Inesperado)

POV Adrián

Adrián en el lugar de los Red K discutiendo su posición con los halcones; M y Adrián hablando fuera del lugar de los halcones; los halcones salen a trabajar; Santiago le advierte a Adrián que sabe su secreto.

Su aliento era una mezcla entre el cigarro, la menta y el ron. La cabeza comenzó a darme vueltas, como si estuviera borracho. Por más que lo intente no pude apartar la mirada de sus ojos, que apenas se veían con la poca luz de la única lámpara frente al lugar de los halcones, a simple vista era el típico callejón horrible al que ninguna persona consiente se metería para caminar por la noche,pero ya no me causaba ningún tipo de terror, porque ahora era parte de los peligros que formaban parte del lugar, a los ojos de cualquier persona. No deje de sentir que era el lugar correcto y el momento justo.

El frío y la ansiedad eran las últimas de mis preocupaciones, no quería que él escuchara mi corazón, que latía con tanta fuerza como si fuera a salirse de mi pecho en cualquier momento. No me paso desapercibido el hecho de que desvió la mirada en dirección al lugar dónde indico que estaba la persona que nos vigilaba. Fue entonces que regresede forma abrupta a la realidad, preocupado por la identidad del vigilante que sin lugar a dudas presencio toda la escena.

— ¿Nos sigue viendo? – Susurre.

— Sí, pero si quisiera hacer algo ya lo habría hecho.

— Tengo que irme. – Intente apartarlo.

— ¿A dónde piensas que vas? – No me dejo moverme.

— Tengo que ver a alguien, además si me quedo aquí temo que vuelvas a hacer lo que hiciste. – Sonrío con los labios, parecía estar satisfecho con sus acciones y mis reacciones.

— No puedes huir siempre de mí, te guste o no seguiré aquí.

— Mi vida es lo suficientemente complicada ahora mismo.

— Lo sé.

— ¿Lo sabes?

— Adrián, se cómo moverme bien por aquí, nada se me escapa. – Desvié la mirada.

— Entonces...

— Entonces aunque hayas elegido tu camino, quiero darte la oportunidad de tener más opciones abiertas. – Toco mi barbilla.

— Yo no puedo hacer esto. – Puse las manos sobre su pecho.

— Nada en esta vida está dando por hecho, salvo el hecho de que todos nos vamos a morir en algún momento. – Lo mire.

— ¿Qué es exactamente lo que quieres?

— Déjame cuidarte.

— Puedo cuidarme solo.

— Lo sé, soy perfectamente capaz de ver tu potencial, pero hay cosas que se te van a escapar de las manos y yo me puedo hacer cargo de ellas. – Me dejo moverme.

— ¿Solo debo acceder a que me cuides?

— Es todo lo que quiero.

— Muy bien.

— Vamos, te dejaré cerca de la persona que necesitas ver.

En otro momento no hubiera permitido que me llevara, por el hecho de que implicaba demasiadas cosas con las que no estaba dispuesto a lidiar, pero el hecho de que alguien se estuviera dando el trabajo de vigilarme me hizo sentir nervioso, como si me hubieran visto desnudo. Sé que la víctima del acecho pudo haber sido M, a fin de cuentas no sé qué tantos enemigos tiene o qué tipo de trabajo hace. Sin embargo, comencé a cuestionarme que tan cuidadoso había estado siendo mientras me movía por la zona roja, cada vez que entraba de un territorio a otro.

La inestabilidad con la que vivo es insana y sé que tarde o temprano me veré forzado a quedarme con unsolo bando. Me parece que es momento de comenzar a tomar decisiones desagradables.

Recosté la cabeza sobre su espalda todo el camino y estuve agradecido de que no me hiciera preguntas, no estaba seguro de lo que era prudente responderle o no, aunque algo me dijo que la ausencia de preguntas se debía al hecho de que ya tenía todas las respuestas. Se limito a dejarme lo bastante cerca como para que tuviera que caminar mucho y advirtió que me buscaría pronto. Estuve a punto de preguntarle para dónde se dirigía, pero no lo hice, tampoco estaba seguro de recibir una respuesta. Los hombres de pocas palabras, no dice más de lo necesario.

Entre al lugar de la forma más silenciosa que pude, procurando que no repararan en mi presencia, porque aunque sus horarios siempre variaban en cuanto a su trabajo del día, algunos podrían estar durmiendo. Pude identificar un par de rostros conocidos en la sala y otros nada familiares, pero salude con la mano rápidamente para dirigirme a la habitación de mi novio. No me pasaron desapercibidas las miradas de recelo de los que no se me habían hecho conocidos, supuse que era lo normal, a nadie le gustan los extraños.

Puse la mano sobre la puerta para empujarla y entrar, cuando una voz con un acento bastante marcadose dirigió a mí de manera abrupta. Lo mire, era un chico al menos cinco centímetros más alto que yo, de tez morena, ojos marrones y una barba que apenas comenzaba a salir, no me paso desapercibida la dureza de su mirada, como si estuviera listo para matar a alguien de inmediato.

— ¿Quién eres tú? – Pregunto.

— ¿Y tú? – Mi contra pregunta pareció irritarlo.

— ¿Qué pretendes hacer aquí? – Me fulmino con la mirada.

— Esta es la habitación de mi novio.

— ¿Qué? – No pareció poder creer lo que le dije o no me pudo entender.

— Yo soy el novio de S. – Estaba a punto de contestarme, pero una tercera voz nos interrumpió.

— Adrián ¿En qué momento llegaste? – Me pregunto Daniel.

— Acabo de llegar. – Pude notar que el chico de tez morena no dejaba de verme como si quisiera hacerme desaparecer y me pregunte porque hasta que recordé la perforación en mi oreja y la posible confusión en su cabeza.

— No está, se fue a trabajar con Oliver y Bruno, aunque creo que ya están por regresar.

— Entonces los voy a esperar afuera, debo hablar con todos sobre un tema un poco importante.

— De acuerdo, y por cierto ¿Qué haces allí parado Brahma? – Así que ese era su nombre, lo mire.

— Nada.

— Adrián es parte de nosotros, no es el enemigo, así que deja de mirarlo así o te van a patear el culo. – Brahma dudo un poco, pero finalmente se aparto de nosotros.

— Parece una persona interesante. – Le dije.

— Vas a ver muchas personas nuevas por aquí.

— Lo sé, estuve investigando con el enemigo.

Me senté en el sofá de la sala que ahora estaba desocupado, para esperar a todos y poder hablar con ellos, aunque no sabía exactamente que decir o como expresar mis inquietudes. Me gire y en ese momento el dije de la cruz salió de la camisa y me hizo recordar todo lo que paso con M, no podía dejar que algo así ocurriera de nuevo, por mi bien estar mental y el de todos los que se involucren conmigo. Pero sé que la razón de que no me moleste del todo que este cerca, es que no es difícil hablar con él.

Los chicos llegaron unos cuarenta minutos después, para ese momento estaba prácticamente dormido y babeando sobre mi brazo, el primero en verme fue Oliver, que como siempre corrió a saludarme como si fuera su persona favorita en el mundo. Ronald me saludo con la mano y mi novio me dedico una mirada que no supe interpretar, pero se sentó a mi lado.

— No me dijiste que vendrías.

— No tienes celular. – Le recordé.

— Es cierto. – Desvió la mirada.

— ¿Qué pasa? – Lo mire fijamente.

— Nada, no es importante ¿Cómo te sientes? Me hizo falta verte. – Se que me está escondiendo algo.

— Han sido días complicados y por eso vine a hablar con todos ustedes, no estoy seguro de si debo o no regresar con los halcones. – Todos dejaron lo que estaba haciendo y concentraron su atención en mí.

— ¿Paso algo malo? ¿Te descubrieron? – Me pregunto Ronald.

— No, pero cuando venía para acá pude ver a una persona vigilándome, no tengo la menor idea de quién haya sido, la realidad es que tuvo más de una oportunidad para atacarme, pero no lo hizo.

— Si alguien te está vigilando, nos podemos encargar de eso sin ningún problema. – Dijo Oliver.

— La cuestión es que no sé si se trate de alguno de mis amigos, y no estoy dispuesto a hacerles daño para quedar bien parado. – Suspire.

— No te preocupes, podemos descubrir quién es y al tener una identidad decidiremos qué hacer. – Me tranquilizo Ronald.

— Creo que he estado siendo imprudente durante este tiempo o tal vez solo abuso de mi suerte, no vine durante estas semanas porque el trabajo nos consume por completo y sé que eso es lo único que me hizo no facilitar el trabajo de la persona que quiere saber lo que hago.

— Mis fuentes me dijeron que están reuniendo información sobre nosotros, los miembros nuevos y los planes que tenemos a futuro. – Dijo Ronald, asentí.

— Intentan conseguir información por todos los medios posibles y aunque no han hecho el trabajo tan rápido como quieren, hay progresos, los voy a mantener al tanto de eso.

— Ronald ¿Qué piensas sobre su situación? Podemos encargarnos de quién lo esté vigilando, pero no sabemos si esa persona este dirigiendo todo lo que ve a terceros. – Pregunto Daniel.

— Lo sé, creo que la situación se está poniendo un poco complicada, pero ¿Tus amigos se han comportado de forma distinta o inusual estos días? – Me pregunto Ronald, alternando miradas entre Daniel y yo.

— No puedo decir que se estén comportando totalmente como siempre, pero siendo justo, tampoco he pasado tanto tiempo con ellos como para asegurarme.

— S ¿Qué piensas? Estás muy callado. – Le pregunto Oliver, también me di cuenta de ese detalle, pero no quise mencionarlo, hablaría con él tan pronto como pudiéramos estar solos.

— Sé que es difícil por el momento, pero intenta soportar un poco más, nos beneficia el saber cómo se mueven y sus planes antes de investigar y eventualmente te sacaremos de ese lugar, con excusas o sin ellas, todo depende de cómo te sientas en ese momento, quiero que estés seguro de que es lo que quieres hacer.

— Entonces supongo que solo debo regresar a ser un halcón, por un tiempo indefinido.

Estaba amaneciendo cuando terminamos de hablar y se despidieron para dormir algunas horas antes de tener que salir a trabajar, entre con S a la habitación sin saber muy bien que decirle, porque seguía actuando algo extraño. Me recosté sobre la cama y cuando sentí su peso a mi lado, me gire para poder mirarlo, hizo lo mismo y nos mantuvimos así por varios minutos, sin decir absolutamente nada, pero realmente no me importo ya que el simple hecho de poder estar de esa forma, era suficiente para mí, sin embargo su voz me tomo desapercibido.

— Aplaste el celular con la mano, esa noche. – Susurro, como si fuera a regañarlo por lo que dijo.

— ¿Esa noche?

— Después de verte con ese sujeto, de verdad quise bajar para alejarlo de ti, pero la situación era complicada en esos momentos, así que aplaste el celular con la mano, estaba molesto.

— Espera ¿Te refieres a esa noche en la cueva? – Asintió.

— No suelo explotar fácilmente, suelo ser bastante prudente cuando estoy trabajando y los impulsos no me dominan, casi nunca.

— ¿Estabas celoso? – Pregunte con cuidado, arrugo la frente.

— ¿Cómo se sienten los celos? – Su pregunta me tomo desprevenido.

— Te duele el pecho, sientes como si te estuvieran quitando lo que más te importa o lo que más deseas tener, eres capaz de hacer cualquier cosa por dejar de sentir eso, porque es insoportable. – Lo mire a los ojos.

— Nunca antes me había sentido de esta forma, es nuevo para mí y solo me sorprendió el hecho de que me dominaran emociones que no fuera capaz de poder controlar.

— No tienes que sentir celos de nadie, yo soy parte de ti y eso nunca va a cambiar.

— La realidad Adrián es que no podemos estar seguros de nada más que la muerte, pero yo quiero estar contigo, para siempre. – Me miro.

— No voy a ir a ningún lado. – Tome su mano y entrelazamos los dedos.

— Pero puedes sentir afecto por otras personas.

— Nadie me importa más que tú. – Le asegure.

— El hilo que nos une esta brillando con fuerza, es rojo sangre.

Cuando me desperté ya no estaba a mi lado, sabía que tenía que hacer un trabajo con los demás que no tomaría todo el día, pero no pude evitar sentirme decepcionado. No tuve la voluntad de pararme de la cama en todo el día, solo lo hice cuando mi vejiga estuvo a punto de explotar y después cuando comencé a sentir hambre. No había mucha comida en los gabinetes de la cocina por lo que con los que estaban dando vueltas como yo por el lugar, decidimos pedir comida para llevar. Terminamos ordenando comida china, pasta y unas pizzas.

Me quede tirado en el sofá hasta el final de la tarde, solo pensando en cualquier cosa con o sin importancia, sabía que tenía que volver porque los demás se preocuparían por mí, pero no quise irme, porque quería un poco más de tiempo con mi novio. Y cuando por fin volvieron, tome la iniciativa de abrir la ducha, lo metí en la habitación para que ambos nos diéramos un baño y cuando terminamos me puse una de sus camisas y un pantalón holgado bastante cómodo.

Tome su mano cuando se recostó a mi lado y me presione mis labios con los suyos largos segundos, suspiro complacido y recosté mi cabeza sobre su pecho, no me quede dormido de inmediato, pero cerré los ojos mientras lo escuchaba hablarme de lo que habían hecho en el trabajo. Menciono que en cuanto tuviéramos la oportunidad me presentaría a unas cuantas personas que me sería beneficioso conocer en la zona roja. Yo pensé que por el simple hecho de estar con él, ya tenía beneficios en la zona roja, pero nadie podía saber eso.

Cuando me desperté estaba solo de nuevo y supuse que había tenido que ir a trabajar, por lo que me dispuse a levantarme para buscar mi ropa y cambiarme, aun con mi poca disposición de hacer algo. No quería irme, pero sabía que si no regresaba los chicos se alteraría o se preocuparían más de lo debido, y lo peor que podía pasar es que me buscaran por toda la zona roja. Estaba por salir de la habitación mientras amarraba una liga en mi cabello, cuando encontré una nota de mi novio que decía solo dos palabras, que hicieron que mi corazón latiera con fuerza,Te amo.

La tome para ponerla en mi bolsillo y salí por el pasillo, hasta la entrada principal, salude a todos los que encontré en mi camino hasta que pise la calle. Lo primero que note es que el día estaba bastante claro, por lo que el sol me hizo mantener la mirada en el suelo, camine de esa forma y en la siguiente cuadra reconocí la moto de la misma persona que me dejo hace un día. Levante la cabeza y me encontré a M fumando sin dejar de mirar en mi dirección.

— ¿Te sientes mejor? – Pregunto, pude notar el cansancio en sus ojos.

— Si, hice todo lo que tenía que hacer y es hora de volver.

— Vamos. – Tiro lo que restaba del cigarro al piso y se subió a la moto.

— ¿Me estabas esperando? ¿Cómo sabías a qué hora volvería?

— Yo sé muchas cosas Adrián. – Me subí también y arranco.

— De verdad eres un hombre que causa intriga. – No podía verle el rostro, pero imagine su sonrisa, la misma que forma cada vez que se siente un poco satisfecho con lo que le digo.

— ¿Te causo intriga?

— Si no se la causas a alguien, necesito saber sus secretos. – Se rio.

— Voy a responder todo lo que me preguntes, menos lo que considere ser poco prudente.

— De acuerdo, entonces ¿Cuál es exactamente tu trabajo?

— Soy un asesino experto. – Mi cuerpo se estremeció ligeramente.

— ¿Cómo es que te apareces todo el tiempo y nunca logro darme cuenta?

— Porque ese es mi talento, no puedo ser percibido, no fácilmente.

— Debes ser un problema para tus enemigos.

— Ellos me llaman "El asesino silencioso."

— Supongo que debería tenerme miedo, pero no lo tengo.

— Eres un chico inteligente, deberías tenerme miedo. – Susurro, y en ese momento llegamos al lugar de los halcones, detuvo la moto y me baje.

— Sé que no me vas a hacer daño.

— ¿Y cómo estás tan seguro?

— Porque ese es mi talento, darme cuenta de las cosas cuando son obvias. – Sonrío.

— A mí tú me pareces más intrigante. – Saco otro cigarro y lo puso sobre sus labios para encenderlo.

— No hay nada en mí que sea realmente interesante.

— Todo el mundo piensa así de sí mismo, pero debes mirarlo desde una tercera perspectiva.

— Supongo...

— ¿Esas son todas tus preguntas?

— Tengo muchas más, pero puedo ir preguntándotelas poco a poco ¿No?

— Tienes razón, no pienso ir a ningún lado. – Me miro fijamente y sus ojos negros no cambiaron su intensidad, aun con la luz del sol.

— ¿Por qué me miras así? ¿Quieres que te bese otra vez? – Puse los ojos en blanco y puse las manos sobre su pecho para empujarlo sin fuerza.

— No, gracias. – Sonrío con los labios y soplo el humo del cigarro sobre mi rostro.

— No hagas nada imprudente si no estoy.

— ¿Debes irte?

— Tengo un pequeño trabajo del cuál debo encargarme.

— Entonces te veo después. – Toco mi barbilla con la mano.

— Intenta no pensar mucho en mí. – Puso el cigarro en mi mano y no me dejo contestarle porque arranco la moto y desapareció por la calle, gruñí por lo bajo y apague el cigarro, pero en lugar de tirarlo al piso lo guarde en mi bolsillo.

Entre al lugar de los halcones justo después de darle un último vistazo a la calle y me encontré con Jacobo, que parecía estar nervioso por algo, y aunque eso me pareció ligeramente sospechoso, no hice preguntas sobre ese detalle, solo me recordé una vez más tener una conversación con ellos. Estaba seguro de que mi ropa estaba impregnaba con una mezcla de olores de cigarros que aunque no fume, cualquier persona pensaría que sí y por eso me mantuve en una distancia prudente de él.

— ¿Qué haces? – Le pregunte.

— Acabo de levantarme, solo me dirigía a la cocina por un poco de café, lo necesito ¿Estabas en la zona azul?

— Si, estaba solucionando algunas cosas, por eso no vine ayer.

— Entiendo, espero que se hayan solucionado. – Intento sonreír.

— Más o menos...

— Bueno, imagino que debes estar cansado, sube y date una ducha.

— ¿Luce muy mal mi aspecto? – Me mire la ropa.

— No realmente, pero hueles extraño.

— Mejor me baño y por cierto, necesito hablar con ustedes, me parece por su habitación un poco más tarde ¿Está bien?

— Claro que si, Adrián. – Esta vez su rostro se mostro comprensivo, era el Jacobo de siempre.

— Nos vemos más tarde.

Subí las escaleras y no entre a la habitación, pase de largo hasta el baño para sacarme cualquier clase de olor que tuviera encima, lo último que quería que pensaran los demás es que ahora fumaba a escondidas, como si estuviera cometiendo un delito. El baño estaba hecho un desastre, por lo que tome las toallas que estaban en el piso y las puse en una pequeña mesa vieja con cajones que usualmente era para poner jabones y papel. Deje salir el agua de la ducha y me saque la ropa para meterme, maldije cuando el frío me hizo estremecer de pies a cabeza, no había esperado que calentara.

Me tomo un poco más de tiempo del usual porque me lave el cabello y me asegure de eliminar muy bien los rastros de cualquier indicio para ellos que les demostrara que no había estado realmente en la zona azul. Cerré el agua y puse una toalla alrededor de mi cintura, tome toda mi ropa y me dirigí a la habitación. Entre y no encontré a Darío por lo que supuse estaba en alguna de las salas con los demás.

Me puse un pantalón deportivo negro y una camisa negra, puse todas las armas en su respectivo lugar y la nota y el cigarro en un cajón.Me sacudí el cabello antes de amarrarlo, tome los converse y me los puse en el momento exacto que entro Bruno en la habitación.

— No sé dónde está. – Le dije antes de que pronunciara palabra.

— De hecho te estaba buscando a ti. – Lo mire.

— ¿Te sientes mal?

— Muy divertido, surgió algo y tenemos que trabajar, vas a conducir.

— Bajo en un momento. – Asintió y se fue.

Deje escapar un suspiro, poco dispuesto a tener que salir para trabajar y tome las llaves de la camioneta que estaba a mi cargo. La había estado conduciendo durante las últimas semanas, le tome el gusto a eso. Baje a la sala encontrando a Bruno, George, Jacobo, Darío, Camilo, Benjamín y Santiago, el último me miro con mala cara, pero lo ignore.

— No vamos a entrar todos. – Le dije a Bruno.

— Benjamín y Camilo se van a ir en moto. – Asentí.

— Pero si aquí está el desaparecido. – Dijo Darío, sin dejar de lado un gesto dramático, poniendo una mano sobre mi hombro.

— Estaba solucionando algunos problemas. – Dije lo suficientemente alto como para que George también me escuchara.

— Si están listos vamos saliendo, les diré lo que haremos en el camino. – Dijo Bruno, así que todos salimos para seguirlo.

Me subí a la camioneta y puse el aire acondicionado, espere a los demás y cuando se subieron le puse el seguro a las puertas, Bruno se sentó a mi lado y los demás atrás. Lo mire esperando que me dijera que ruta tomar, me indico las calles por las que tenía que salir para llegar a la autopista, así que me puse en marcha, mientras él comenzaba a explicarnos el tipo de trabajo que nos habían pedido hacer.

— Entonces buscamos el paquete y nos aseguramos de que llegue perfecto.

— ¿Y si nos interceptan a medio camino? – Pregunto Darío.

— Benjamín y Camilo van a encargarse de cualquier situación inesperada y si las cosas se salen de control ustedes se van a hacer cargo.

— Entendido jefe.

— ¿Debo cruzar por esta calle? – Le pregunte.

— Si y después gira para la izquierda.

Después de pasar la autopista llegamos a una zona bastante comercial y no fue difícil darse cuenta de que era una zona llena de discotecas, bares y restaurantes para personas adineradas, recordaba vagamente el lugar, así que supuse que en algún momento de mi vida lo visite con alguien, pero por mucho que intentara recordar con quién, no pude hacerlo. Gire hacía donde me indico y baje hasta el último piso de un estacionamiento bastante oscuro, me costó estacionarme, pero lo hice.

Nos bajamos y seguimos a Bruno por un ascensor hasta el quinto piso, en el que se supone encontraría a la persona que le entregaría el paquete que debíamos llevarle a nuestro cliente. Mientras él se ocupaba de eso, nosotros vigilamos atentos el lugar, los pasillos y a todas las personas que entraban y salían. No tarde en darme cuenta de que la mayor parte eran adolescentes vestidos tan formales como casuales. Así que supuse que estábamos cerca de un club.

No me di cuenta el momento en el que Santiago se paró a mi lado, hasta que hablo, pero incluso antes de que entendiera sus palabras, una fuerte señal de alarma hizo que mi cuerpo se estremeciera.

— Conozco tu secreto.

— ¿Disculpa?

— Se lo que haces, con los dos bandos. – No pude evitar abrir los ojos.

— ¿Qué estás diciendo?

— Te he estado siguiendo, no importa lo que digas, porque sé todo.

— Santiago. – Dije su nombre entre dientes.

— No, no intentes persuadirme, porque tan pronto como consiga decirles todo y que me crean, estarás acabado. – Se aparto.

— Maldita sea. 

Notas finales:

Les agradezco por leer, espero que disfruten esta historia. Preguntas, dudas y sugerencias en los comentarios.


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