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Marioneta De Cristal por Satan666

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Capítulo XLVIII. (Hospital)

POV Adrián

 

¿Puedes explicarme nuevamente cómo casi te rebanaron los dedos? —Volvió a preguntar Oliver y no pude evitar mirarlo con exasperación.

¿Vas a seguirte burlando de mí?

¡Es que no puedo evitarlo! ¡Eres un idiota! —Sonrió, como si me hubiera dicho un halago y no un insulto.

Déjalo en paz, Oliver. A veces en los momentos de tensión solo se actúa por instinto y para salvar a su compañero eso fue lo que hizo.

Gracias Ronald. —Le dije al hombre que tomaba asiento junto a nosotros.

Por favor, no necesitan sermonearme, entiendo perfectamente todo eso ¡Pero él tiene una puntería extraordinariamente espeluznante! Así que no terminó de creerme que se haya ofrecido como sacrificio, en lugar de haberle volado la cabeza. —Suspire.

Oliver, tú voz me está dando dolor de cabeza. —Se quejo S.

Mira a mi novio, que hasta el momento no había intervenido, aun después de toda la historia del viaje y los acontecimientos en el mismo. Tal vez porque sabía que estaba con él… o porque simplemente no le había parecido necesario decir nada sobre el asunto. Cualquiera que fuera la razón, yo me sentí aliviado de verlo con buen humor, a pesar de la irritación por “la voz de Oliver”

Aunque yo más bien creo que se debe a mis pobres intentos de censurar el nombre de cierta persona de todos los acontecimientos en la historia, pero no pude evitar hacerlo un par de veces que considere completamente necesarias. Pero sé que todos los hombres que me rodean son muy detallistas y le prestan atención a todo lo que otro pasaría desapercibido. Palabras, sonidos y gestos.

Son aterradores.

 

De todos modos, ese chico Masato me interesa ¿Dijiste que es bueno con las armas? —Me preguntó Ronald.

Solo pude ver muy poco de su trabajo ese día, pero sus movimientos eran impresionantes y los chicos me han dicho que es el mejor de los Halcones con las armas blancas; incluso el mejor de la zona roja. —Ronald y S intercambiaron una mirada.

Se arriesgaron mucho en ese viaje, aunque admito que su líder es muy inteligente, siempre sabe cómo mover sus cartas. —Dijo Oliver.

Bruno siempre ha sido un hombre de admirar y de temer. —Dijo Ronald. Yo lo mire con curiosidad.

Ya han pasado otras circunstancias en las que los líderes de los bandos se han tenido que reunir para llegar a acuerdos, hacer tratos o trabajar juntos para un fin común aquí. Así que se puede decir que hemos tratado lo suficiente con Bruno, como para saber qué tipo de persona es, aunque confirmamos todo cuando nos comenzaste a hablar de él de forma más personal. —Me aclaro S y dejo caer las cenizas del cigarro que se estaba fumando en el cenicero más cercano.

Exactamente. —Concluyó Ronald y se levanto para ir a buscar algo.

No estoy seguro de que pensar ahora mismo. —Les dije.

Parece que tuviste unos días bastante activos, no debes tener ganas de hacer nada. —Me dijo Oliver y yo asentí sin levantar la mirada de la mesa.

Esto llego ayer. —Le dijo Ronald a S y puso una carpeta sobre la mesa. Mi novio la tomo y saco los papeles para leerlos.

Oh.

¿De qué trata? —Preguntó Oliver, yo también mire con curiosidad.

Es un encargo para deshacernos de alguien, un empresario relevante. —Le paso la carpeta a Oliver y cuando él la tomo yo me incline para ver.

¿Ese no es el dueño de ese enorme centro comercial que está en el centro? —Pregunté.

¿Lo conoces? —Me preguntó Ronald.

Vagamente, creo que mis padres hicieron negocios con él en su momento, el hombre es dueño de varios edificios costosos de la ciudad y creo que también está metido en la industria automotriz. Pero lo último que supe fue que estaba enfermo, no estoy seguro de que tiene, pero es una enfermedad terminal que lo lleva persiguiendo por años, salió en los periódicos hace tiempo.

Aquí dice que la ubicación del trabajo es un hospital.

¿Un hospital?

Tiene sentido si está enfermo ¿No? —Oliver se encogió de hombros.

Espera, pero no tiene sentido ¿Por qué un hombre tan rico fue a parar a un hospital y no una clínica privada? —Preguntó Ronald.

Buena pregunta… hay que averiguarlo.

Creo que dos o tres personas pueden encargarse de este trabajo.

Puedo hacerlo, supongo. —Dijo S.

Yo también quiero. —Dijo Oliver.

Bueno, le voy a preguntar a Daniel si…

¿Puedo ir yo? —Le pregunté y me miro ligeramente sorprendido.

¿Pero ya te sientes bien y en condiciones de trabajar?

Completamente.

Parece que voy a trabajar con mi chico de nuevo. —S sonrió.

Cambio de planes, regreso mañana.

Lo mande y comencé a cambiarme la ropa, aunque no pasaron más de veinte segundos cuando obtuve una respuesta.

¿Todo está en orden?

Suspire y termine de pasarme el suéter negro y holgado de mi novio por la cabeza antes de responder.

Si, voy a trabajar. Para recuperar el ritmo.

Quite la venda de mi mano para limpiar la herida y cambiarla.

Ten cuidado.

 

Apreté los labios y puse el celular en mi bolsillo, me acomode sobre la cama y suspire despacio. Pasaría la noche con los Red K, y mañana nos meteríamos a ese hospital para matar a ese hombre que de todos modos estaba esperando su sentencia de su muerte ¿Quién encargaría algo así?

Me deje caer sobre las almohadas y aspire el aroma de mi novio durante un rato, hasta que escuche la puerta y mire de reojo al intruso y dueño de la habitación.

 

Parece que ya te pusiste cómodo. —Se quito la chaqueta.

Estuve durmiéndome temprano todos estos días, como un lisiado y siento que se me cierran los ojos por el cansancio de no hacer nada ¿Eso tiene sentido?

Sí, tiene sentido. —Él sonrió.

Me quedare aquí hasta mañana.

Entonces duerme, yo me ocupare de que nadie te moleste.

¿No vas a dormir?

Es que Oliver me pidió…

¡Ah! Es cierto, no me tome la pastilla. —No me paso desapercibido el hecho de que sonrió y negó con la cabeza.

No tardaré mucho. —Se levanto y tome su mano antes de que se fuera.

Todavía pienso estar contigo, si tenemos que huir o simplemente tomar otras alternativas. —Le dije, tan serio que me miro a los ojos durante un momento. Puso una mano sobre mi frente.

¿Estás enfermo?

¡Diablos, no! —Lo mire mal y aparte su mano.

Desde que estás aquí ya no existe otra opción para mí. Solo tú. —Me dijo.

¿A pesar de mi egoísmo?

Si, a pesar de tu egoísmo. —Dejo un pequeño beso sobre mis labios y le solté la mano.

No tardes mucho.

No lo haré.

 

Se fue de la habitación y cerré los ojos en un intento de dormirme, pero no pude hacerlo. Solo comencé a pensar en muchas cosas y a darles vueltas en mi cabeza.

Como en Egan…

Me senté frustrado y arroje la almohada a la puerta para golpearla con ella. Aunque eso no desahogo mi frustración y me levante para recogerla y tirarla sobre la cama antes de salir a la sala. Pensé que no estaría nadie vagando por la casa a esas horas, porque todos nos despedimos y los chicos estaban muy cansados; sin embargo no me sorprendió encontrar a Daniel en el sofá leyendo un libro.

Me senté a su lado y aparto la vista del libro para mirarme. Me sentí apenado por interrumpirlo, pero su expresión fue la de siempre y no parecía estar molesto por mi presencia.

 

Los chicos me dijeron que estabas por aquí, pero pensé que no te vería, imaginaba que dormías.

No puedo dormir, estoy inquieto.

¿A qué se debe? —Apoyo una de sus piernas sobre la otra y se inclino.  Como lo suelen hacer los psicólogos y el gesto me pareció divertido en esos momentos.

Vivo en la zona roja ¿No es razón suficiente? —Sonrió.

Tienes razón, pero debe haber algo en especifico que te este molestando.

Tienes razón, son muchas cosas de hecho. No terminaría de contártelas hoy, te lo aseguro, pero entre todas esas cosas, ahora mismo lo que me está afectando es una tontería.

Adrián, yo no te juzgaría. —Levanto la ceja, cuestionando mi confianza en él.

Bien, la verdad es que me pone nervioso el hecho de que S no esté aquí conmigo.

¿Qué quieres decir? Él esta…

Me refiero a que esta con Oliver por allá haciendo algo. —Señale la puerta.

Adrián, déjame ver si entendiendo el problema ¿Tú estás celo…?

¡No! Yo jamás en mi vida he estado celoso de nadie, así que estoy en proceso de negación. Por favor no digas nada.

Adrián. —Pude ver que intento no sonreír.

Lo sé, soy patético ahora mismo ¿No? Mis sentimientos siempre me parecen fuera de lugar cuando estoy aquí.

Espera un momento. Primero, yo no te juzgaría; segundo, nunca he creído que seas patético, solo eres un ser humano; y tercero, los celos son completamente normales, todos los hemos sentido en algún momento y es inevitable sentirse así. Pienso que es un problema cuando se vuelven tóxicos.

¿Y cómo evito eso?

Hablando con él. —Suspire profundamente.

Gracias, lo haré.

¿No hay nada más que te moleste?

De hecho hay muchas cosas dándome vueltas, pero si te las cuento no terminaría pronto.

¿Tienes sueño?

No realmente.

Yo tampoco, vamos por un café y hablemos hasta que tu novio regrese. —No me pareció una mala idea.

 

Nos sentamos con un vaso de café en las manos en ese enorme sofá negro de cuero, sin estar demasiado juntos o separados. Al principio me costó buscar las palabras para comunicarme con Daniel, y él tampoco me presiono, se quedo en silencio hasta que encontré la manera de comenzar a escupir todo lo que estaba reteniendo en mi garganta.

Le dije absolutamente todo: desde mis sospechas con el cadáver, el teléfono en mi habitación, lo que pensaba del hombre que ahora supuestamente estaba muerto, sobre los hombres de Axel que me seguían buscando, sobre Jasper, el último trabajo con los Halcones y finalmente le conté sobre mi sueño. Me escucho en silencio sin interrumpirme, tampoco estaba esperando que me dijera nada; supuse que me estaba ayudando a desahogarme, y me ayudo bastante, porque cuando termine de decirle todo me sentí mucho menos perturbado, como si hubiera compartido parte de mi peso con alguien.

¿Qué te paso en la mano? —Preguntó.

Detuve un cuchillo de carnicero por impulso y casi me cortan los dedos, pero ya no me duele mucho.

¿Por qué hiciste algo tan imprudente?

Estaban por matar a uno de mis compañeros.

Eres demasiado temerario. —Me tomo la mano para revisarla, y se lo permití porque me siento cómodo con Daniel, le tengo mucha confianza.

Esta sanando bien, no hagas presión con esta mano.

Sí señor. —Sonreí con los labios y deje el vaso del café sobre la mesa cuando me lo acabe. Me quede observando las cenizas de los cigarros que estaban sobre el cenicero.

No soy bueno en los temas románticos, tuve algunas relaciones, pero no terminaron muy bien y como soy un Red K, las chicas suelen aterrarse un poco con la idea de acercarse. —Lo mire con interés.

Supongo que es difícil para todos mantener relaciones humanas normales como otras personas. Nunca me mostré interesado por la vida amorosa de mis compañeros, porque la mía es realmente complicada; pero ahora tengo curiosidad sobre qué tipo de personas serian tan imprudentes como yo, para estar con un Red K.

Tú eres un caso bastante especial, de alguna forma le gustaste a todo el mundo desde el principio. Supongo que por el hecho de que venias sin cicatrices o malicias que fueran a perjudicarnos.

Pero ese ya no es el caso. —Le dije y asintió despacio.

Pero le sigues gustando a todos aquí, Adrián.

No sé porque le gusto a las personas, nunca tuve una buena perspectiva de mi mismo o mis talentos. Siempre me vi obligado a hacer las cosas, no estaba seguro de si me gustaba o no hacerlas, como si estuviera programado para ser perfecto. Supongo que se escucha deprimente.

Todos viven su propio infierno: no importa si usas zapatos finos o baratos, eso no te hace especial, de ningún modo.

Yo pienso lo mismo. —Susurré.

No paso mucho tiempo cuando aparecieron S y Oliver por el pasillo, ambos se nos quedaron mirando un momento y me pregunté que estaba pensando mi novio ¿Qué quería decir esa mirada inquisidora? Me levante del sofá y mire a Daniel antes de sonreírle.

Tengo que ir a trabajar, intentare dormir un poco.

No sabía que tenías trabajo, me lo hubieras dicho.

No pasa nada, gracias por escucharme. Buenas noches.

Descansa Adrián. —Me dijo Daniel.

Descansa Oliver. —Le dije antes de tomar la mano de S y meterlo conmigo a la habitación.

 

Me observo sin decir una palabra, imagine que estaba esperando que le dijera algo, pero no lo hice. Me acosté a dormir, y después de unos minutos hizo lo mismo. Me acomode en su pecho y cerré los ojos.

Me desperté por el sonido de un teléfono en la sala, la voz de alguien gritando que apagaran el maldito teléfono y un disparo que hizo reboto en la calle dejando el eco por varios minutos. Me senté de mala gana y frote mis ojos con mucho cansancio. No estaba seguro de cuánto tiempo había dormido, pero probablemente una o dos horas como mucho.

Mire a S y estaba despierto, observándome. Le puse una almohada sobre la cabeza y me levante para caminar hasta el baño.

 

Así no es como le dices buenos días a tu novio —Se recostó en el marco de la puerta.

Tampoco te quedas mirando a tu novio de esa forma por las mañanas. —Le dije cepillándome los dientes.

Estabas quejándote dormido, y estaba preparado para despertarte si tenias una pesadilla.

¿Me estabas quejando? —Lo mire por el espejo y asintió.

No recuerdo que soné. —Susurré.

Entonces no era nada importante. —Asentí y lo mire hasta que se acercó para cepillarse también.

¿Dormiste algo?

Una hora, creo.

¿Vas a poder trabajar así?

Conseguiré despertarme, no te preocupes.

 

Espere que terminara en la habitación y me recostó sobre la cama, apoyando cada brazo a cada lado de mi.

 

¿Listo para hoy? Chico que no me tiene miedo.

Cuando trabajo con los Halcones no me pongo nervioso, pero cuando tengo que trabajar con ustedes si lo hago.

Allá te sientes mucho más relajado por tus amigos, y no sientes que debas complacer a nadie con tu trabajo, porque lo que piense Bruno no te importa, pero si te importa lo que piense Ronald.

Tienes razón.  —Sonrió y se levanto.

Voy a comprar tu desayuno, puedes bañarte primero. —Me senté sobre la cama y lo vi tomar todas sus cosas antes de salir de la habitación.

No me gusta que siempre tengas la razón. —Susurré y me levante.

 

Después de bañarme y vestirme tome mis cosas y salí para la sala, encontré a varios chicos que fui saludando hasta sentarme en el sofá y poco tiempo después me acompaño Ronald. Estaba revolviendo unos papeles y finalmente me entrego un sobre. Lo revise y era un mapa del hospital con otros documentos. Estaban señaladas las salidas de emergencia, ductos de ventilación y las tuberías de lavandería.

 

Por si las cosas se complican cuando estén dentro, intenta memorizar estos puntos. No confió en que hagan un mal trabajo, simplemente es para prevenir su seguridad.

Gracias Ronald.

Vuelve seguro. —Se levanto y yo suspire.

¿Listo? —Me preguntó S antes de entregarme una bolsa con lo que supuse era el desayuno.

Solo te estaba esperando a ti.

 

Tuve que comer para que se quedara tranquilo y después nos subimos a la moto para irnos. Oliver estaba solo en una moto, pero estuve alerta para cuidarlos a los dos, en caso de que pasara algo. Salimos de la zona roja sin percances y llegamos al centro.

Siempre me impresionan las conexiones que tienen los Red K para poder hacer su trabajo, es algo a lo que no termino de acostumbrarme, y sin embargo; disfruto bastante. No fue problema entrar al hospital, porque teníamos los documentos que certificaban nuestro permiso como pasantes. La idea era dividirnos para poder hacer un trabajo mucho más eficiente.

El ambiente era el mismo que de cualquier otro hospital; me embriago ese olor particular del alcohol y las medicinas, que muchas personas odian. Oliver y yo subimos al segundo piso con el supervisor y S se dirigió por su cuenta al sistema de seguridad, con intención de facilitar nuestros movimientos y el trabajo.

Nos cambiamos la ropa, por una que nos entregaron para poder entrar a las habitaciones, una bata médica y mascarilla desechable. Tomamos la decisión de no hablar entre nosotros, por las cámaras de seguridad y cualquier posible oído en las paredes que pudiera perjudicarnos, porque cuando estacionamos, uno de los vigilantes nos miro de manera sospechosa.

Seguimos al hombre por el pasillo hasta la habitación de varios pacientes mayores que necesitaban ser atendidos, y nos dejo solos por un rato. Nunca tuve la necesidad de cuidar a una persona mayor, porque según mis padres, todos mis abuelos murieron mucho antes de que yo naciera. Era la parte que me tenía mucho más nervioso y era la más fácil de hacer. Fue mi primera vez cambiando un pañal, y también espero que la última.

No hicimos más que cosas van al es como acomodarles la almohada, darles de comer y cambiar el canal del televisor. En eso se fue la mañana y dio el primer descanso, que tomamos juntos en la cafetería con algunas enfermeras y farmacéuticos.  Mire la comida con desagrado, pero Oliver estaba comiendo como si nada.

 

¿Ya habías hecho esto antes? —Le pregunté.

¿A qué te refieres?

Atender personas mayores, lo hiciste sin ningún problema, yo estaba lleno de ansiedad.

Cuando vivía con mis padres visitábamos todos los fines de semanas a mis abuelos maternos y paternos. Me acostumbre a tratar con personas mayores, ellos tenían su carácter, pero me gustaba pasar tiempo con todos, son personas que saben mucho, ya sabes han vivido todo lo que nos falta a nosotros. —Se metió un pedazo de pan en la boca.

Espera ¿Entonces siguen vivos? ¿Por qué no regresaste con ellos?

Deben pensar que estoy muerto, mi vida ya esta hecha en la zona roja. Además, no recuerdo dónde viven o como lucen, ya pasaron muchos años. —Lo mire con una mueca en los labios.

Oliver ¿Hay algo que te ate a la zona roja?

No lo creo.

¿Y alguien? —Me miro a los ojos fijamente, con una seriedad bastante inusual. Me pareció estar con un extraño por unos instantes, hasta que volvió a sonreír y negó despacio.

Los chicos solamente.

Entiendo.

Y tú también. —Apreté los labios.

Si de mí depende estaremos cerca siempre. —Le dije.

Nada va a cambiar. —Lo dijo de la misma forma sombría que antes y solo por un instante, sentí que lo mejor era cuidarme de Oliver.

 

Recibimos señales de S en la tarde y para entonces nos habían mandado a cambiar las sábanas en las habitaciones. No le dije nada más a Oliver y él no volvió a actuar extraño, era el mismo de siempre, estaba sonriendo de buen humor. Ya habíamos ubicado la habitación de la víctima y revisamos el horario de las enfermeras para saber cuándo trabajar.

Estábamos desarmados porque el hospital tenía prohibido el uso de armas dentro o fuera de las instalaciones, pero ya sabíamos que hacer para cumplir sin problema, y matar a ese hombre. Por suerte para nosotros, el supervisor era un hombre mediocre al que no le importaba en lo absoluto lo que estábamos haciendo, o si habíamos cometido errores. Fue bastante fácil salir de su vista, y le habíamos sacado la llave del ascensor justo después del almuerzo.

Subimos hasta el último piso, el de las habitaciones privadas. Camine con confianza frente a todas las enfermeras que encontrábamos de paso y cuando llevamos al pasillo correcto, un hombre salió de la habitación de nuestra víctima. Detuvo a Oliver y le puse una mano sobre la boca, para que no hablara, para que respirara. Me miro como si me hubiera vuelto loco, pero no lo solté hasta que ese hombre se fue por el pasillo hasta el ascensor y bajo. Entonces le quite la mano de la boca.

 

Adrián ¿Te volviste loco? —Comenzó a toser.

Discúlpame.

¿Qué te paso?

Ese hombre que acaba de irse es mi padre.

¿Qué? —Ahora me miro sorprendido y fijo la vista en las puertas del ascensor.

Sí, es él. Lamento mucho haber reaccionado así, fue un impuso generado por el susto.

¿Y qué estaría haciendo tu padre aquí?

No tengo la menor idea. Sé que hicieron negocios juntos, pero tal vez sean amigos.

Puede que sea el caso, pero ¿Te sientes bien? Te pusiste pálido.

Estoy bien, vamos a terminar con el trabajo. Búscame lo que necesito.

Si, espera un momento.

 

Me senté en el piso del pasillo y espere que Oliver regresara. No quería que él se diera cuenta de que estaba nervioso y alterado por la presencia de mi padre. Yo escape de ellos, de sus reglas, de su mundo lleno de vanidades y me metí en un mundo de asesinos ¿Qué pensaría si me viera ahora mismo? ¿Me reconocería? Porque yo seguía siendo la misma persona, solo un poco diferente y menos inocente.

Ahora mis manos estaban llenas de cicatrices de guerra. Mi padre probablemente odiaría ese hecho, así como mi traición hacía ellos. Porque algo dentro de mí me aseguraba que ellos ya sabían dónde estaba y lo que era mi vida, por Axel. Esa era una de mis frustraciones, y si lo sabían ¿Por qué estaban tan tranquilos? ¿O no lo sabían? ¿Qué estaban pensando?

 

Adrián, aquí está todo.

Gracias Oliver.

 

Me puse de pie y tome la caja que tenía en sus manos, nos metimos al baño y cerramos la puerta con seguro. Me puse unos guantes quirúrgicos y lo mire antes de antes de proseguir. Prepare la inyectadora con mucho cuidado y cuando termine me gire hacía él para hablarle.

 

Terminare en dos minutos, ve con S y dile que actúe después de ese tiempo, y que si tardo mucho más de cinco minutos en este lugar que no me espere.

Pero Adrián, eso es muy peligroso.

No importa, no me esperen. Es mejor que atrapen a uno solo. —Me miro sin confianza, pero termino asintiendo y cuando salimos del baño nos separamos.

Mucha suerte.

 

Camine hasta la habitación y tras un suspiro empuje la puerta, los termine convenciendo de hacer esto, porque yo era el que menos llamaba la atención de los tres. Y sinceramente, dejar a Oliver a cargo de algo así me produjo ansiedad. Tome la iniciativa porque como dijo S en la mañana, no quiero decepcionar a nadie.

 

¿Enfermera?

La enfermera de turno tuvo un incidente, yo me haré cargo de atenderlo. Soy el doctor Castillo, señor Andrade.

No recuerdo haberlo visto antes doctor, mis guardaespaldas…

No había ninguno en la puerta cuando vine. —Porque S se encargo de ellos media hora antes de que subiéramos.

Disculpe, pero…

No se preocupe, solo será un instante. Soy un doctor joven, pero no soy un novato, no lo terminaré envenenando con arsénico. —Él sonrió con los labios.

De acuerdo, le agradezco, pero ¿Puede por favor verificar que paso con mis guardaespaldas?

En un momento. —No me paso desapercibido el hecho de que dejo caer la mano de la cama y mucho menos que presiono el botón para comunicarse con las enfermeras.

 

Me acerque y saque la aguja de la terapia intravenosa, antes de enterrar la inyectadora y presionarla hasta que desapareció la última gota. Él me miro completamente pálido y sonreí imperceptiblemente con los labios; gesto que no pudo ver por la mascarilla.

 

Si hubiera apretado el botón justo cuando entre tal vez le hubiera servido de algo. Y por cierto, si me apellido Castillo, pero no soy doctor. Mi nombre es Adrián.

¿Qué…?

Lo lamento, de todos modos estaba esperando morir en este lugar.

¡Adrián, espera!

 

Las luces se apagaron y comenzó a sonar la alarma contra incendios, salí de la habitación. Baje corriendo por las escaleras, aferrándome con fuerza para no caerme, me tomo un rato llegar hasta el primer piso, y cuando lo hice todos estaban corriendo con los pacientes desesperados. Supuse que no pasaría mucho tiempo antes de que prendieran el transformador de luz. Pase caminando lo más rápido que pude hasta la salida y cuando tome las puertas de vidrio para separarlas y abrirme paso alguien me puso la mano sobre el brazo.

Me percate de se trataba del mismo guardia que nos había visto mal cuando llegamos. Lo mire como si se hubiera vuelto loco, y me aparte su mano antes de retroceder un paso.

 

No puede salir por seguridad, doctor.

Lo lamento, pero debo salir ahora mismo.

No lo creo. —No pude evitar sentir que ya lo conocía, que lo había visto. Pero no fue hasta que se acercó de nuevo que se prendió un alarma en mi cabeza.

¡Oh, mierda! —Tuve que retroceder con violencia y termine golpeando a algunas enfermeras que estaban saliendo con los pacientes.

 

Era uno de los hombres de Axel, a los que ya había enfrentado en la zona roja. Me doblaba el tamaño y me superaba por completo en fuerza física, por lo que cuando lanzo un golpe, a pesar de que lo evite pude sentir el impacto o la sensación cercana a el mismo. Las personas a nuestro alrededor gritaron y no pude hacer más que correr al estacionamiento para alejarme de los demás.

Escuche un disparo y me tire al piso para arrastrarme bajo un carro, apreté los labios para no dejar escapar una queja por el dolor de la mano. Pude ver sus zapatos y sus pasos cuidadosos por el piso agrietado del estacionamiento. Comenzó a agacharse y tuve que girar por el piso hasta arrastrarme bajo otro carro. Suspire por el esfuerzo y visualice la calle del otro lado, analizando cuando tiempo me tomaría llegar a salvo al otro extremo de la acera sin que me volara la cabeza.

Sé que estás por aquí. —Dijo, lo suficientemente cerca como para que me estremeciera.

 

Cerré los ojos y mentalicé mi muerte, el momento que todo acabará y no me tortura más mentalmente por los problemas de mi vida. No pude, volví a girar para otro carro y esta vez se dio cuenta del movimiento, o tal vez escucho el peso de mi cuerpo girando en el piso, de cualquier modo camino hasta mi ubicación y se agacho con el arma. Me arranque la mascarilla y acumule saliva en la boca antes de escupirle en la cara. Pude escucharlo quejarse y se echó hacia atrás, momento en el que aproveche salir para salir corriendo.

 

¡Adrián! —Me gire buscando de dónde provenía la voz de Oliver, estaba como a ocho carros de distancia.

Me arrojo un arma que atrape un segundo antes de sentir como el hombre me giraba bruscamente hacía él. Se puso pálido cuando me vio el arma en la mano, la levante y todo acabó en un instante.

 

¿Estás bien? Eso estuvo cerca. —Dijo Oliver llegando a mi lado.

Mierda, mi mano. —Me queje.

¿Está abierta la herida?

No estoy seguro.

Vamos, hay que atender eso.

 

S nos estaba esperando en la otra calle sobre la moto, me subí y comencé a sacarme la bata y las cosas que cargaba encima.

 

Les dije que se fueran.

Como si yo fuera a dejarte aquí. —Giro los ojos y lo mire molesto.

Buen trabajo consiguiendo el dimetilmercurio.

No fue difícil, yo tuve que sonreírle a una enfermera.

Ah, mira tú. —Pude escucharlo reír y sonreí con los labios.

Vamos.

Espera, vamos al hospital de la zona roja.

¿Por qué?

Mira mi mano.

Nota curiosa: Lo que Adrián inyecto en el cuerpo del hombre es dimetilmercurio, es la versión más tóxica del metal. Unas gotas son letales y pueden matar a una persona lentamente por envenenamiento.

Ellos no le pusieron solo unas gotas, por supuesto.


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