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Después de perder por Zhena HiK

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Notas del capitulo:

Muchísimas gracias por el apoyo. La verdad es que pensé que estaba muy aburrido por lo simple que es la historia, pero me han animado mucho con sus comentarios.

Agradezco cada uno. :3 Gracias por tomarse el tiempo en dejarlos. *----* siempre alegran a cualquiera que escriba.

Me dicen qué les parece éste capítulo. El siguiente y último, tendrá lemmon.

—V—

—Estás haciendo trampa, no creas que no me doy cuenta. —se quejó Kise presionando con rapidez los botones del control que tenía en sus manos. Ambos chicos después del desayuno decidieron que lo mejor era entretenerse con la consola de videojuegos que tenía el rubio en su sala.

Kise después de salir como alma que lleva el diablo de la habitación había decidido que se mantendría alejado del toque del moreno. No quería ni pensar en las últimas palabras que le dijo antes de dormirse. “—Si sigues haciendo eso, en lo último que pensaré es en dormir…”

¿Qué quiso decir Aomine con eso? ¿Acaso se había sentido como él ante la cercanía?

Lo peor de la situación, no era el no saber, sino la vergüenza que le daba preguntarle algo a Aomine, no quería malinterpretar las cosas. Su amigo estaba pasando por un momento difícil y estaba vulnerable, él le había ofrecido su casa y su compañía para distraerle y pasar un mejor rato, eso era todo, así que no tenía por qué imaginarse cosas que no eran.

Aomine necesitaba un amigo, y él se comportaría como tal.

—Voy por algo para tomar. ¿Quieres? —ofreció Kise poniéndose de pie ante su actual derrota.

—Se me antojó una de esas bebidas que preparaste ayer.

—¿Esas bebidas de niñas? —dijo divertido, recibiendo uno de los cojines de su sillón directo al rostro.— Ahorita te preparo una.

Y así habían pasado la tarde. Aomine comenzó a beber más de lo que Kise hubiera querido permitir, pero el moreno no le hacía caso y continuaba bebiendo.

—Voy a bañarme, debo irme a casa. —avisó Aomine.

—¿Por qué no te quedas? —preguntó. Kise no deseaba que el moreno se fuera, se sentía bien a su lado.

—Me gustaría pero, necesito ir a cambiarme de ropa y la tuya no me queda. —rió divertido.

—No seas engreído, tampoco eres mucho más alto que yo.

Aomine se puso de pie y miró al rubio que estaba sentado sobre la alfombra donde ambos habían permanecido toda la tarde jugando. Estiró su mano hacia el chico para ayudarle a ponerse de pie.

—No me pondré de pie, eres un par de centímetros mayor solamente.

—Ven —mantuvo su mano extendida hacia el rubio. Éste último se negaba a ponerse de pie, quería estar con su amigo pero evitar cualquier contacto era lo mejor—. No me hagas cargarte, Ryota —regañó en tono juguetón el moreno.

—Aominecchi —murmuró. Ante la mención de su nombre sintió un suave sonrojo que bien se podía adjudicar al alcohol que habían estado bebiendo así que no le preocupó mucho—. Bien, pero lo haré yo solo.

Se puso de pie por sí mismo y lo primero que sintió fueron las manos de Aomine tomarle de la cintura y bajar en un lento movimiento hasta la cadera. Kise sólo pudo cerrar sus ojos al sentir dicha acción, concentrándose en el cuerpo que tenía a escasos centímetros del suyo.

—¿Lo ves? —La voz de Aomine le sacó de sus pensamientos—. Estás mucho más delgado que yo, deberías comer más —Puntualizó, recorriendo sus manos una vez más desde la cadera hasta la cintura del rubio y deslizándolas un poco hasta la espalda—, ¿te sientes bien? —indagó Aomine. Kise parecía aletargado, los ojos cerrados y sus manos sobre los brazos del moreno, su acción en un principio pretendía alejar esos brazos de su cuerpo y al final sólo mantuvo sus manos sobre esas fuertes extremidades que le sostenían.

—¿Te vas a quedar? —Kise se repuso después de unos segundos y la única pregunta que salió de sus labios fue esa. Casi había sido un murmullo. Con suavidad se soltó para no parecer grosero—. Te prepararé otra bebida para que te animes a quedarte aquí. Es sábado, tenemos clases hasta el lunes. —dijo desde la cocina, intentando sonar lo más normal que podía a pesar de que sus manos casi temblaban de los nervios.

—Lo sé, pero…

—Te prestaré mi ropa y lavamos tu uniforme, así nos vamos juntos el lunes. —la sonrisa en el rostro de Kise logró contagiar al siempre malhumorado Aomine, que suspiró sintiéndose derrotado. Con esa sonrisa no podía negarle nada al rubio.

—Bien, pero necesito bañarme y…

—Eso no será problema —dijo comprendiendo lo que su amigo quería decir. Dado que no había ido a su casa después de clase el día anterior, sólo traía la ropa del uniforme y por supuesto la ropa interior que llevaba puesta ese día—. Hace unos meses me regalaron un paquete de bóxers que seguro te quedan bien, son de la marca para la que trabajé, me dieron varias prendas diferentes pero no todo era de mi talla —admitió caminando en dirección a su habitación, seguido de Aomine.

Luego de que el rubio le mostrara varias prendas de diversas marcas que no le habían quedado, Aomine se probó las que parecían más cómodas para andar en casa, y al final sólo se quedó con la ropa interior. Se bañó y salió vistiendo únicamente un bóxer negro que en el elástico traía escritas unas letras rojas con el nombre de la marca a la que pertenecían.

—¿Te molesta si me quedo así? —cuestionó llegando a la cocina, donde el rubio preparaba unas sopas instantáneas para la cena.

—No… no… ¿no te quedó nada de lo que te presté? —Dijo tartamudeando sin querer. Aomine negó con la cabeza en silencio. Kise no apartaba la vista del cuerpo de su amigo, de esas piernas que aún se veían un poco húmedas, subió la vista hasta llegar a las abdominales que se marcaban como si hubieran sido dibujadas por un artista sobre el cuerpo del moreno, el pecho estaba igual de trabajado y no había necesidad de mencionar sus brazos. Una toalla colgaba sobre su cuello y sus cortos cabellos aún goteaban—. Cerraré las ventanas —dijo caminando hasta la sala—, no quiero tener al club de vecinas tocando a la puerta en un rato —mencionó divertido, tratando de cortar la tensión que se formó en su cuerpo después de ver al otro.

El complejo de edificios donde vivía Kise, tenían una vista hermosa hacia la ciudad a través de grandes ventanales en cada departamento y era por eso mismo que había mencionado el asunto de las ventanas. Aunque en verdad lo había hecho para romper la tensión, su propia tensión.

 

—VI—

Pasaron la noche tomando, Kise ya se sentía mucho más mareado de lo que debería admitir, estaba oficialmente borracho. Prepararon mucha bebida, incluso fueron por más vodka antes de comenzar a jugar, fue Kise el que propuso ese juego de cartas en donde el que perdiera tenía que tomar un shot de esa bebida de un color extraño que ahora se estaba terminando.

—Ya perdiste Kise, estás borracho —dijo Aomine, que sólo se sentía un poco mareado pero aún estaba consciente de todo a su alrededor como el día anterior. Kise por el contrario ya no se veía cuerdo—. Vamos a que te duermas.

—No estoy borracho, todavía puedo jugar más… Te voy a ganar, ya verás Aominecchi, en las cartas no eres invencible como en el básquetbol —ante las palabras del rubio, Aomine sonrió melancólico.

—Ya no soy invencible en el básquetbol —contestó ayudando al rubio a caminar hasta la habitación, dejándolo caer sobre la cama y acomodándole bajo la cobija. Le miró unos minutos en los que se permitió acariciar el contorno del rostro ajeno, acomodando unas hebras rubias que le cubrían parte de la frente y una de las mejillas. Kise era hermoso y él no podía detener sus extraños pensamientos.

Lo dejó ahí y se regresó a la sala, prendió la televisión y dejó un canal donde pasaban una película, no supo cuál era o de qué trataba, sólo miró sin prestar atención. Tomó unos cuantos vasos más de la bebida preparada sintiéndose un poco ebrio y se quedó dormido de forma incómoda en el sillón con la televisión alumbrándole el rostro.

 

—VII—

Kise se despertó cuando sintió los rayos del sol darle directo en la cara. El rubio estaba acostumbrado a cerrar las cortinas para que la luz no le despertara tan temprano, pero ésta vez ni siquiera recordaba haber llegado a la cama. Se medio incorporó sobre sus codos mirando alrededor, por un momento no tenía ni la menor idea de lo que hizo el día anterior y por qué sentía ese dolor de cabeza y ese malestar típico de una resaca.

Cuando los circuitos en su cerebro conectaron, giró su vista a un lado y no había nadie ahí, se levantó como pudo y a tropezones llegó hasta la sala donde la televisión aún estaba prendida y el moreno, en ropa interior, estaba mal acomodado en el sillón que no podía contener el cuerpo tan largo del chico.

Lo único que pudo preguntarse Kise fue, ¿qué había hecho para que el otro se durmiera ahí y no en la cama a su lado?

Tomó con ambas manos su cabeza y su expresión de preocupación aumentó. ¡No recordaba nada de la noche anterior!

Estaba a punto de entrar en pánico.

Calma Kise, si hubieras hecho algo que le hiciera enojar simplemente se hubiera ido, no estaría aquí esperándote en la sala —los pensamientos del rubio trataban de tranquilizarle, él mismo se daba explicaciones coherentes a la situación. Luego de darle muchas vueltas al asunto, escuchó que el mayor se quejaba mientras giraba en el pequeño espacio que era el sillón. Esa fue su oportunidad para comprobar si algo andaba mal o sólo se había quedado dormido ahí después de beber mucho—. Aominecchi, ven a la cama, el sillón es muy pequeño y te dolerá la espalda.

Aomine restregó sus manos en la cara, tallando sus ojos principalmente para recuperar un poco la visión.

—¿Cómo amaneciste? —cuestionó viendo al rubio despertarle.

—Con una terrible resaca, ¿y tú?

Aomine no pudo evitar reírse.

—Me duele la espalda —confesó, parpadeando pesado debido al sueño que sentía.

—Vamos a la cama —El moreno se dejó guiar por el rubio y después de cerrar las cortinas dejando el cuarto en penumbras, se volvieron a acostar, quedando frente a frente.

Tras unos minutos en total silencio, Kise no podía ni quería quedarse con la curiosidad de lo que había sucedido la noche anterior. Daiki mantenía los ojos cerrados y estaba justo frente al rubio.

—¿Qué hice ayer? —preguntó en voz baja, sintiendo su cabeza palpitar del dolor.

—Tomar hasta emborracharte, ¿no te diste una idea con la resaca que estás sintiendo?

—No te burles, Aominecchi. En serio, ¿qué hice para que te quedaras en el sillón?

Aomine guardó silencio, no hubo un comentario de burla ni una respuesta sarcástica, mucho menos dijo algo de forma molesta. Kise comprendió que de alguna manera dijo algo que le hizo sentir mal.

—Lo que sea que haya hecho o dicho, lo siento, estaba borracho y no sabía lo que…

—No hiciste nada, es sólo que… —hizo una pausa y Kise estaba a la expectativa, Aomine abrió sus ojos y los fijó en los de color miel que tenía frente a él—. No querías dormirte y yo me sentía cansado —mintió.

No existía una razón válida para explicarle a Kise el deseo que tenía cuando lo recostó en la cama, ese deseo de arrancarle la ropa y besarle cada parte de piel expuesta hasta dejarle marcas por donde pasaran sus labios. Esa fuerza que le decía hazlo tuyo, aquí, ahora.

Cuando levantó a Kise y lo ayudó a caminar hasta la habitación el contacto tan íntimo que tuvo con la piel del chico fue suficiente para encenderle y lograr que cada poro de la piel se le erizara, quería poseer ese cuerpo delgado. Quería a Kise, pero lo quería en sus cinco sentidos gritando su nombre al compás de sus embestidas, lo quería pidiéndole por más. Aomine no deseaba un muñeco borracho que no supiera ni lo que estaba haciendo… quería al ruidoso Ryota Kise clamando y exigiendo más ante cada estocada que le llenara.

Pero ahora que había amanecido no sabía qué hacer. Sentía que en estos momentos Kise no se negaría a nada por la lástima que sentía hacia su patética situación y lo último que necesitaba era sexo por caridad. Sabía que Kise hacía las cosas con la mejor intención, y por eso mismo no se iba a aprovechar insinuando algo como eso.

Estaba dispuesto a esperar, cuando él pudiera superar su estúpida situación entonces trataría algo más con el rubio. Antes no.

 

—VIII—

El domingo prácticamente lo pasaron acostados, sólo se levantaron para comer y después regresaban a seguir vegetando en la cama. El lunes salieron ambos de la casa de Kise y se separaron para tomar el transporte que les llevaría directo a sus respectivas escuelas.

Kise mantuvo un contacto regular con Aomine durante la siguiente semana a través de mensajes de texto y una ocasional llamada, no se pudieron ver ni un solo momento ya que el equipo de Kaijo estaba en la semifinal y el entrenamiento al que eran sometidos era duro y Daiki lo sabía.

Durante el partido de Kise contra el odioso de Haizaki, no pudo evitar sentirse molesto al ver que ese agresivo jugador trataba de lesionar al rubio. Se sentía enérgico, furioso, con ganas de partirle la cara a ese personaje que nunca había sido de su total agrado, sin embargo y a pesar de todas las dificultades, Kise salió victorioso ganándose un pase directo a la semifinal que sería contra el equipo de Seirin.

Aomine se mantuvo a la distancia, en silencio y desde lo alto él apoyaba al rubio aunque no hiciera ningún comentario. Satsuki a su lado hablaba y hablaba sobre los juegos que observaban, él se mantenía callado tratando de no levantar sospechas, no estaba preparado para admitir frente a otra persona que no fuera el rubio, lo mucho que lo deseaba.

Los últimos días no había podido dormir bien, las ojeras bajo sus ojos eran cada vez más notorias, pero ésta vez no eran causadas por su anterior derrota. El mismo que le curó de su insomnio estando en su compañía, ahora en su ausencia volvía a causarle dicho padecimiento. No podía dormir extrañando al rubio, sentía la necesidad de confesarle lo que estaba sintiendo por él, pero se prometió esperar hasta que acabara el torneo, nada debía interrumpir la concentración de Kise en sus juegos.

El día que Kise perdió contra seirin, deseó estar a su lado. El rubio lo había dado todo y aún así su equipo no pudo ganar. Estaban fuera, habían llegado tan lejos pero no pudieron llegar a la final.

Buscó al chico y trató de entrar a los vestidores pero no se lo permitieron. Esperó fuera pero nadie salió.

 

—IX—

—A-Aominecchi. —Dijo sorprendido el rubio viendo a su amigo sentado afuera de la puerta de su departamento.

Era noche, el entrenador había hablado con ellos durante largo rato después de la derrota y luego él se quedó platicando con su capitán y otros de sus compañeros.

—¿Estás bien? —preguntó Kise al ver el rostro de Aomine marcado por las ojeras. Se acercó hasta el moreno y en un movimiento que ni él mismo pensó elevó su mano hasta posarla sobre una de las mejillas del moreno y con su dedo pulgar acarició suave la marca que dejaba ver que seguía sin poder dormir bien.

—Tonto. Eso es lo que yo debería preguntarte. —Dijo Aomine acariciando el cabello rubio y recorriendo su caricia hasta la espalda de Kise, donde ejerció presión para atraer el cuerpo delgado del chico hacia el suyo en un íntimo abrazo.

Kise permitió el contacto, incluso elevó sus brazos hasta pasarlos por los hombros de Aomine, apretándose contra éste.

—¿Te quedarás hoy conmigo? —fue lo único que pudo decir Kise, con el rostro aún oculto en el cuello del más alto.

—No pienso irme a ningún lado, Ryota —murmuró apretando al chico con una mano sobre la cintura de éste y la otra acariciándole el cabello.

Aomine sabía que no había sido el mejor amigo, conocía sus fallas y en el último par de semanas le había dado vueltas una y otra vez al asunto. Cuando jugó contra Kise la última vez se portó como un idiota arrogante –lo cual era su carácter la mayoría del tiempo con todos– aunque no tenía derecho de serlo con él, mucho menos con él.

Entraron a la casa, Kise se notaba cansado y además decaído. Esa era la desventaja de ser el as,porque aunque nadie lo dijera literalmente, toda la carga caía sobre ti. Cualquier juego ganado era porque el equipo se esforzó, pero si perdían, el as no había cumplido con su obligación. Ganar.

Ninguno dijo nada cuando Kise tomó de la mano a Aomine y lo llevó hasta su habitación, tampoco hubo palabras entre ellos cuando ante la mirada del moreno, Kise se quitó la chamarra que llevaba, también la playera y después desabotonó su pantalón. Ryota estaba cansado y lo que más deseaba era dormir.

Aomine no dijo nada, imitó la acción del rubio quedándose en ropa interior, pero antes de meterse bajo las cobijas, le retiró al rubio el pantalón, éste intentó forcejear un poco pero al final cedió quedándose en la misma situación que el moreno. Un bóxer de licra era lo único que les impedía ver en su totalidad el cuerpo desnudo del otro, y peor aún, era la única prenda que no permitía que toda su piel se estuviera tocando.

—Ven aquí —Aomine se acomodó de lado mirando en dirección a su amigo, Kise se había recostado lo más lejos del otro cuerpo que la longitud de la cama le permitió, pero Daiki tenía otros planes y jaló al rubio hasta que la espalda de éste chocó contra su pecho—. Me pediste que no me fuera —Dijo en un murmullo sobre el oído de Ryota—, aquí estoy.

Kise sintió el brazo de Aomine pasar por su cintura, podía sentir el cuerpo del moreno tras él. Despedía un aroma que a Kise le embriagaba, conocía ese olor tan característico de su ex compañero de equipo, siempre había usado el mismo perfume desde que le conocía.

Mantuvo sus ojos cerrados, así podía sentir con mayor intensidad el toque de esos dedos sobre la piel de su estómago. Aomine le sostenía con suavidad pero al mismo tiempo con firmeza, el brazo le rodeaba la cintura y hacía que sus cuerpos se mantuvieran pegados transmitiéndose el calor necesario para calentar al otro…

Esa noche ambos pasaron calor.

No fue mucho lo que tardó el rubio en quedar dormido a pesar de lo bien que se sentía entre los brazos de Aomine. Su cansancio era demasiado.

.:Continúa:.

—¤Žhena HîK¤—

“Vencer sin peligro es ganar sin gloria.”
Séneca

Notas finales:

Nada más queda uno, es un poco más corto que éste pero ya es el final. :3 

Espero les haya gustado. Ya saben que se aceptan críticas de todo tipo mientras sean con el afán de mejorar. 

Gracias~


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