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Doce Veces Después de Hades por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Espero lo disfruten.

Ire corrigiendo tambien los capitulos anteriores, a medida que suba los siguientes, ya que encontré varios errores que no me gustan que esten ahí.

“Yo no soy mi cuerpo; soy más. Yo no soy mi habla, mis órganos, el oído, el olfato; eso no soy yo. La mente que piensa, tampoco soy yo. Si nada de eso soy, entonces, ¿quién soy? La conciencia que permanece, eso soy”.

 

Un diecinueve de Septiembre de 1970, en Bihar, al este de la India, cerca del Rio Ganges, nacía un niño, al que llamaron el enviado de Dios. Su padre, proclamó blasfemias y desgracias al cielo, su madre, fallecida en el parto, no pudo siquiera ver a su hijo ni el asombro de toda la población: un hindú, rubio, de ojos celestes como el cielo, y de una blancura que asemejaba el Himalaya.

A la casa llegó un hombre envuelto en una capa y que sólo dejaba entrever sus ojos negros. Dijo que venía por el niño, y su padre temeroso de más desgracias, y destrozado por la muerte de su mujer, se lo entregó sin vacilar.

El hombre de la capa lo llamó Shaka, en honor a los sabios budistas.

La Constelación de Virgo brillaba intensamente, el guardián de la sexta casa zodiacal, la de la Virgen, había nacido.

 

Shaka se crio en un Templo budista, situado a pocos kilómetros del Rio Ganges, fue allí donde sostuvo su entrenamiento, y su conocimiento. Su maestro le enseñó todo acerca de la meditación y el lenguaje, le habló de la iluminación, le habló de Athena y Grecia, de los Santos y la Armadura.

 

Pero el niño en su interior llevaba un gran pesar, ver a los peregrinos bañándose a la orilla del río, donde flotaban cuerpos muertos… Celebrando la muerte, le entristecía. Es por eso que permanecía gran parte del día orando, meditando, y lamentándose por aquellas almas.

Su maestro le explicaba que la muerte, no era más que un cambio, como el nacer, o crecer. Que todo en éste mundo cambiaba, nunca nada permanecía igual, por lo que lamentarse por la muerte, era igual que lamentarse por nacer o crecer, que no debería sentir tristeza por aquellos que mueren. Lo instruyó en la vida más allá de la muerte.

 

A los siete años, cuando alcanzó la verdad en la iluminación, se le fue entregada la Armadura de Virgo, y lo encomendaron al Santuario.

Fue su propio maestro quien se la entregó. Ese hombre era Siddhartha Gautama: Buda.

 

Prodigio entre las mentes de su época, a los tres años ya hablaba perfecto el griego, por lo que no le fue difícil adaptarse a la lengua madre ateniense.

El mismísimo Sumo Pontífice fue a su encuentro, y lo llevó consigo, le habló de Athena y sus compañeros, de la misión en la Tierra, y la fuerza del cosmos.

 

El primer tiempo lo pasó en la soledad de su Templo, meditando como venía haciéndolo toda su vida. Los demás Santos también habían arribado al Santuario después de sus entrenamientos, por un corto periodo, la paz reinó en aquel sagrado lugar.

 

Se privaba de la vista para concentrar y poder expandir su cosmos al momento de abrirlos, pero eso no le evitaba sentir las presencias de quienes transitaban por su Templo.

 

 —¿Qué es ese punto?—la vocecita le llegó. No se inmutó, meditando el responder o no.

 

 —Se llama Bindi…

 

 —¿Para qué sirve?

 

Demoró un buen rato en responder, no queriendo hacerlo realmente. Tal vez si guardaba silencio, su visitante se marcharía, cosa que no sucedería.

 

 —Allí se ubica el Ajna, el sexto chakra… es un gran poder, que te revela la verdad del universo.

 

 —A mí me parece un ojo en la frente…

 

Shaka curvó sus labios, tan errado no estaba su interlocutor.

 

 —Así es, se conoce como el tercer ojo, el ojo de la verdad absoluta.

 

 —¡Oh! ¡¿Tienes tres ojos?!

 

 —¡Milo! Me dejaste hablando solo—.Una tercera voz se sumó.

 

 —Disculpa Mu… ¡Es que él tiene tres ojos!—dijo el pequeño Escorpión asombradísimo de su descubrimiento.

 

El pequeño lemuriano observó al dueño del Templo, quien ya incomodo, deseaba que se retiraran lo antes posible.

 

 —No seas tonto Milo, eso no es un ojo de verdad, es un símbolo que los budistas usan para concentrar la verdad en su interior—le explicó el peli lila. Shaka se asombró que alguien más lo supiera.

 

 —¡Jo! Bueno es que como dijo tercer ojo.

 

 —Vamos, Camus ya se nos adelantó, y llegaremos tarde con el maestro Shion.

 

 —¿Dónde van?—preguntó el rubio. Ambos lo observaron.

 

 —Mi maestro nos lee sobre los conocimientos de las estrellas ¿Quieres venir?

 

 —¿Quieres que vaya?

 

 —Claro—Shaka sonrió y se puso de pie para seguir a sus compañeros…

 

Durante ese mencionado periodo de paz, el pequeño rubio fue conociendo a sus compañeros, algunos eran alegres, escandalosos, otros eran reservados y calmos, algunos con ciertos aires de perversión, pero fue uno de ellos quien llamó su atención. Él, siendo instruido durante su vida por los caminos de la meditación e iluminación, poseía la capacidad de ver la verdad de las personas a través de sus apariencias, y éste Santo estaba tremendamente perturbado por un aura maligna que lo rodeaba, sintió escalofríos y miedo, presintió que algo sucedería…

 

Supo admitir que aquellos días de paz, fueron buenos… Pero su presente era inigualable.

 

¿Qué debía sentir? ¿Qué debía confesar? O simplemente ¿Qué debía hacer?

Reproche, rencor, ira, celos… Esos sentimientos mundanos no le correspondían, él, el ser Iluminado, el ser más cercano al Patriarca… Shaka nunca confesó lo que ese titulo ostentaba, por una simple razón; a él no le importaba y Saga no lo recordaba.

¿Privaciones? Austeridad, calma y meditación… Dieciséis años de su vida los llevó a cabo… renunciar a los placeres frívolos, ausencia de carne, existencia de poder… El llamado a la Sala del Patriarca, no debía representar más que los ceremoniales informes de las misiones realizadas, ese día el informe final concluyó en un lecho… La Virgen ya no existía.

El Santo, fiel sirviente, nunca objetó un porqué, cuestionar a la autoridad, era cuestionar todo cuanto él era, Shaka se privó de otras cosas, equilibrando así la existencia que le arrebataban, cuando en sus entrañas se perdía la dignidad…

 

¿Amor? No, simple cumplimiento, de allí que nunca hubo arrepentimiento. Era un secreto, sí, pero sólo le correspondía a él, y sólo a él.

 

Shaka no lo mencionaba, no lo recordaba como tal, Saga era un desdoblado y triste personaje por aquellos tiempos, en una lucha interna que le costó la vida a cambio de la paz. El hindú se sintió feliz por la persona que alguna vez fue Saga, y no por quien lo tomaba en arrebatados orgasmos… Al fin y al cabo… Él también había gozado.

 

La noche en que los renegados regresaron al Santuario, Shaka sintió escalofríos, no por verlo, insisto, nunca hubo amor, y su corazón pertenecía completamente a otra persona. Aun así, sabía que había llegado el momento de enfrentarlo. Y lo hizo.

No hubo perdones, no hubo disculpas, Shaka supo, Saga jamás estuvo enterado de lo que su perverso ser ultrajo en él. Y curada la “herida” se percató del dolor interno en su alma, en la de Saga y la de los otros dos, Athena debía luchar, él la protegería… Lo demás es historia harta conocida.

 

Shaka de Virgo juró lealtad a su Diosa, y al Santuario. Regresó a su Templo y limpió su alma.

Quien lo ayudó en el proceso fue su amigo, Mu. Junto a él logró la serenidad que el pedazo de alma manchada necesitaba, el secreto no se tocó, nunca lo haría, y es que ese Shaka ya no existía, ¿para qué rebuscar en el fango?

 

Mu de Aries le tendió la mano, y él la sujetó con fuerza. Eran sólo cinco Santos los que quedaron en el Santuario, después de la batalla de las Doce Casas, por lo que debían estar más unidos que nunca. Fueron esos tiempos tortuosos de Guerra en Guerra, que su corazón forjó el amor que Mu le brindaba. No sabía como expresarlo, no sabía como manejarlo, no conocía el amor como tal, como hombre…

 

Shaka hoy se encuentra en su Templo, más específicamente en la cocina. Té humeante, dos tazas, una persona que lo abraza por detrás.

¿Quién lo hubiera pensado? Mu era todo pasión, debajo de ese rostro sereno.

 

 —Buen día.

 

 —Buen día, iba a llevar el té a la cama.

 

 —Déjalo, prefiero beberte a ti...

 

Shaka sonrió, giró y abrazó al lemuriano.           

 

La bebida ambarina tendría que esperar… Dorado y lila se volverían a mezclar mientras ellos se entregan a lo que Shaka describió como el nirvana.

Notas finales:

Espero les haya gustado. Hasta el proximo capitulo. 

Gracias por leer.


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