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Doce Veces Después de Hades por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Maestro, padre, protector y consejero. Lo había sido todo...

Solitario, entre las montañas y la cascada, doscientos treinta años de acuáticos silbidos. El reflejo en el muro cristalino que formaba el agua, le devolvía la imagen de un hombre encorvado, que los años le habían quitado la juventud y galanura. A él no le importaba, pese a todo, aquella era su misión en la vida, pero la soledad de dos siglos, carcomía cualquier voluntad.

Athena lo guiaba, Libra lo guiaba, ambos no lo dejaban flaquear, pero las conversaciones con las estrellas eran más tristes aun. Shion se comunicaba con él a través del cosmos, pero sus obligaciones lo mantenían ocupado durante largas jornadas, incluso pasaron cien años sin saber del otro… Y ya iban por los treinta y contando… Dhoko sospechaba que aquellas conversaciones tampoco se volverían a dar, no podía decirlo abiertamente, pero su amigo ya no estaba entre ellos…

Y sin Shion, ¿Qué quedaba? La completa soledad. El, alguna vez joven, Dhoko de Libra, derramó la primera lágrima después de más de doscientos años.

                                  

Esa mañana un ruido que no correspondía al de las montañas retumbó en la serenidad del lugar. Dhoko optó en primera por ignorarlo, pero conforme el día pasaba, ese extraño llamado se hacía mayor. Bajó del risco donde se mantenía meditando la totalidad de sus días, y siguió el sonoro sendero. Lo que vio, lo llamó como el regalo de los Dioses.

Una pequeña canasta de mimbre contenía en su interior a una niña recién nacida, se le notaban algunos cabellos negros, y en cuanto abrió sus ojos, unas grandes bolitas azules le saludaron. Dhoko elevó su mirada al cielo, y su estrella brilló.

 

 —Gracias—recitó.

 

La bebé dejó de llorar en sus brazos, el anciano maestro acarició su rostro escuchándola cantar, eran sus risas de felicidad.

 

 —Shunrei te llamarás—Aquella niña sería su adoración.

 

**

 

 —Sí, estoy listo para todo, ¡con tal de volverme fuerte!—gritó el muchachito oriental. Una risita se escuchó detrás.

 

 —Vamos Shunrei, no te burles—Le dijo el anciano maestro.

 

 —Shunrei—repitió el muchachito oriental.

 

 —Así es, ella vivirá con nosotros, espero puedan llevarse bien.

 

¿Que más podía pedir el Santo de Libra, sobreviviente de la antigua Guerra Santa? El tiempo necesario para poder verlos crecer…

 

Dhoko fue feliz durante su vida. Tener a Shiryu le recordaba a Tenma. En aquel momento al Santo de Pegaso lo consideró un hermanito. Ahora Shiryu era más su hijo y protector, y a quien le encomendaría el cuidado de la persona más importante para los dos; la bella Shunrei.

 

“Shunrei siempre reza por ti, y te espera en los Cinco Picos, mantén tu fortaleza Shiryu”

 

Se despidió el maestro.

 

“Shunrei, cuida de Shiryu y se feliz a su lado, y con eso seré inmensamente feliz hija mía, os quiero”

 

Escuchó en su corazón la niña.

 

**

 

Se encontraba sentado frente a la gran cascada, en Cinco Picos. Los días habían avanzado rápido y él todavía se sentía que no encajaba, no se sentía preparado para dejarlo ir.

 

 —Maestro…

 

Shiryu sostenía el bastón que acompañó a Dhoko a lo largo de su vida, aquel pedazo de madera emanaba un cálido cosmos, las remanencias del chino.

 

El Dragón había sido convocado junto a sus hermanos de Bronce, un tiempo antes de que los Dorados se reunieran con Athena. Seiya, Hyoga, Shun e Ikki, mantuvieron el juramento de lealtad hacia su Diosa, y se retiraron, Shiryu también lo había hecho, pero Saori le pidió que se quedara, que debía preguntarle algo más todavía. Cuando todos los Dorados ingresaron a la Sala del Patriarca, no se sorprendieron de ver al discípulo de Dhoko ahí, el tema sería comunicarle la noticia.

 

Ciertamente el joven se mostró sorprendido por estar ahí, y algo inquieto, en esa Sala faltaba alguien importante.

 

 —Shiryu, te he pedido que te quedes por una razón importante—dijo la Diosa—con gran pesar debo comunicarte que tanto el Patriarca Shion, como tu maestro Dhoko, han decidido quedarse en el reino de los muertos, descansando en Elíseos—hizo una pausa, por causa de la gran conmoción en el Dragón—sabes que su última voluntad fue entregarte su Armadura… Shiryu, de ahora en más, serás un Santo Dorado.

 

 —Diosa Athena, respetaré la voluntad de mi maestro y trataré de honrar su memoria—dijo el de cabellos largos.

 

Pero a pesar de que aquello había sucedido hacía dos años, todavía no pisaba el Santuario ni el Templo que debía custodiar.

 

 —Al maestro no le gustaría verte triste aquí Shiryu—Le habló Shunrei llegando a su lado.

 

 —Shunrei… todo lo que soy se lo debo al maestro, fue el padre que no tuve—dijo derramando una lágrima.

 

La joven se sentó a su lado y con la delicadeza que siempre llevó consigo, limpió la lágrima, luego le dio un beso en la mejilla.

 

 —Y es por eso mismo que eres digno de seguir su legado, deber ir al Santuario y ocupar tu lugar, eres un Santo de Athena, eres un Santo Dorado.

 

 —No quiero dejarte sola…

 

 —Nunca estaré sola, estarás conmigo de igual manera, y el maestro me protegerá  desde el firmamento. Pero nunca me moveré de este lugar, es mi hogar y donde fui feliz, con el maestro,  quien fue también mi adorado padre y contigo, mi adorado Santo.

 

Shiryu le sonrió, y besó los labios de la joven Shunrei. Eran unos muchachos todavía, y les faltaba crecer, pero estaban juntos y se tenían el uno al otro. Y sobre todas las cosas, se amaban…

 

 —Te amo Shunrei, gracias por estar a mi lado siempre.

 

 —Es donde pertenezco mi amado Santo.

 

Dhoko había sido su maestro, su padre, su protector y consejero. Lo había sido todo. Para ellos no sólo quedaba el recuerdo de su gran persona, su bastón, y el cálido cosmos que aun emanaba de él… Si no, un gran legado detrás de él.

 

**

 

Shiryu caminaba por los salones del séptimo Templo, sus compañeros lo trataban como un igual, sintiendo que después de todo, ese era su lugar.

 

Shunrei, rezaba desde el risco hacia las estrellas.

 

El llanto de un bebé comenzaba a perturbar nuevamente los sonidos de las montañas de Lushan.

Notas finales:

Gracias por leer.

Sin más, será hasta el proximo capitulo.


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