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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Esta es la primera parte. En unas horas coloco la segunda porque el cap es largo. Y me falta :3

Por ahora me siento muy contenta por su apoyo. gracias a Elias y KuroUsagi. Nuevos lectores. Puedes Kuro Usagi seria genial!!! 

Y a tod@s   por guardar un poquito de su tiempo para leer este humilde fic. Hecho con mucho cariño. Los quiero Un abrazo. 

El rencor contra el amor: La unión hace la fuerza.

Capitulo 17

Conspiraciones

—¡Aja! ¿quién ganó esta guerra? —preguntó Yuuri en tono triunfante.

Estaba sentado a horcajadas sobre su prometido en la cama y además le había tomado ambos brazos sujetándolos por arriba de su cabeza.

Wolfram seguía tratando recuperar la respiración, sobra decir que no estaba en sus planes terminar de esta manera.

Cuando se despertó esta mañana encontró a su atractivo prometido durmiendo encima de él con pierna doblada encima de su cadera y abrazándolo. Sonrió con ternura y hasta se permitió darle un beso en la frente. Pero, al estar en la misma posición desde anoche, comenzaba a sentir el brazo adormecido ya que estaba atrapado entre ambos costados. Intentó despertar a su debilucho hablándole en voz baja sin ningún resultado. Después de lanzar un suspiro de resignación, pensó en emplear la única técnica capaz de despertarlo aunque tuviera el desvelo de diez mil noches, las cosquillas.

Pero el inocente ataque de cosquillas se convirtió en una guerra porque al despertar Yuuri le respondió con la misma moneda. Habían rodado y rodado en la cama siguiendo con la tarea de hacer reír al otro hasta el punto de quedar sin aliento y fue así como terminaron en esa posición. Sus corazones palpitaban más rápido de lo normal debido al esfuerzo físico que habían tenido.

—Ya... ¡suéltame! —exigió, removiéndose.

Yuuri rió triunfante.

—No hasta que aceptes tu derrota —insistió, disfrutando tenerlo de esa manera—. Vamos, Wolf. Acepta que te gané.

Wolfram emitió un bajo y feroz gruñido, desviando la mirada.

—Por supuesto que no. Te dejé ganar que es otra cosa...

—¿No lo harás? —preguntó Yuuri, juguetón, dedicándole una mirada cariñosa y soltando un poco el agarre. Lo conocía tanto que estaba seguro que nunca iba a dar su brazo a torcer.

Wolfram hizo un lento asentimiento de cabeza antes de girar y cambiar posiciones quedando él arriba. Se recostó sobre su prometido con su rostro entre su hombro y su cuello, y finalmente tomó las sabanas para cubrirlos con ellas dando un solemne punto final a la discusión. Todavía era muy temprano y quería disfrutar el tener a Yuuri en la misma cama. Quería dejar mimarse por él.

Sintiendo su aliento caliente contra su cuello y después una traviesa y cariñosa mordida que Wolfram le dio en el hombro, Yuuri aprovechó para acariciarle delicadamente la espalda con las yemas de los dedos, haciendo que se acurrucara más contra él. Wolfram tenía el cabello alborotado y rizado, los ojos con un brillo especial esa mañana y podría jurar que su cuerpo estaba mas cálido que de costumbre. No pudo resistir la tentación de acercarse para besarlo de nuevo. Esa dulce boca que era su adicción. Esto valía más que cualquier victoria.

Wolfram se quedó tumbado sobre su brazo izquierdo, dibujándole círculos en el pecho mientras que Yuuri jugaba con unos mechones de su cabello.

No había besos, no había caricias íntimas, simplemente disfrutaban de la compañía mutua, conversaban sin decir palabra alguna y se besaban con el alma, porque estando en los brazos del otro era como se sentían felices y satisfechos.

Y así se mantuvieron hasta que los traviesos rayos del sol resplandecieron con más intensidad indicándoles que ya era muy tarde. Tuvieron que levantarse, vestirse y arreglar un poco el desorden.

—Quedamos en que iremos al volcán Hefesto para hacer el pacto con el dios Felix —explicó Yuuri antes de salir por el balcón, quería poner al tanto a su prometido. Suspiró pesadamente y agregó—: Solo espero que Gwendal y Waltorana no me estén esperando como custodios a un prófugo.

Wolfram no pudo evitar bufar y soltar una risita. Usaba en esta ocasión su camisón de moños. Extrañamente se sentía mas agotado de lo común, por lo había decidido quedarse un poco más en la cama.

—Asume las consecuencias, debilucho. Si mi hermano descubre que te colaste en la noche a mi habitación después de lo que paso con el capitán Goethe, seguro te dará el sermón de siempre.

Yuuri le dirigió una sonrisa sexy y juguetona antes de que sus labios se curvaran. Se permitió un último acercamiento tomando firmemente de su cintura y pegándolo a su cuerpo.

—Pero valió la pena, ¿verdad?

Wolfram dejó escapar un sonido gutural de su garganta al recordar lo de anoche, cabe agregar que cuando se vio en el espejo pudo notar unas cuantas marcas en su cuello, las cuales se notaban tanto como si quisieran gritar a los cuatro vientos lo que había ocurrido.

—Me debes esta —sus palabras fueron interrumpidas por los labios de su prometido sobre los suyos.

El rubor de placer en sus mejillas no tardó en aparecer cuando sintió como las manos traviesas de Yuuri descendían descaradamente hasta su trasero. Siguieron besándose a un ritmo acompasado hasta que no pudieron más.

—Ahora sí, me voy —dijo Yuuri, dándole a su prometido un ultimo beso en la frente.

—¡Yuuri! —le llamó Wolfram de repente. Él se dio la vuelta y lo miró con expectativa. Wolfram volvió a sujetarle la mano fuertemente, sintiendo de nuevo esa extraña opresión en el pecho.

—¿Que pasa, Wolf? —preguntó Yuuri, notándolo pensativo e inquieto.

—Confío en que todo saldrá bien mañana —contestó—. Pero quiero que me prometas que te vas a aferrar a la vida y que pase lo que pase volverás a mí.

Aunque no entendió la última parte, Yuuri le sonrió con actitud confiada, sujetándolo por los hombros.

—¡Te lo prometo! No te preocupes, todo saldrá bien y también te prometo que tendremos nuestra merecida luna de miel. Pero prepárate, porque no te dejaré salir de la habitación durante todo ese tiempo.

Wolfram carraspeó y desvió la mirada para que no viera su sonrojo al entender el contexto de sus palabras. Riendo maliciosamente, Yuuri partió de regreso al edificio que le correspondía.

Wolfram se quedó allí con el corazón acelerado y un mar de dudas. Después de unos minutos, llamaron a la puerta. Se sobresaltó al estar perdido en sus pensamientos, pero reaccionó enseguida. Corrió rápidamente hasta tumbarse de nuevo en la cama y se arropó hasta el cuello.

—Adelante.

—Buenos días, Alteza.

Wolfram emitió un suspiro de alivio, se trataba de Hilda.

—Buenos días —decidió levantarse e ir al baño para seguir aplicando Majutsu curativo en las marcas de su cuello. Yuuri se las iba a pagar. Cuando no siguiera cayendo bajo sus encantos—. Sabes, por un momento pensé que se trataba de mi padre —le gritó desde el baño.

Hilda rió mientras recogía las sabanas. Cierto, el Maou podía llegar a dar miedo en algunas ocasiones, pero era una persona buena y amable, a ella nunca la había tratado mal en lo que llevaba de trabajar en el castillo.

—De hecho, su majestad Willbert me mando a avisarle que estará ocupado durante todo el día, por lo que no podrá acompañarlo en la comida —anunció cuando Wolfram ya había regresado.

Wolfram pestañeó un par de veces, totalmente extrañado. Desde que había llegado a Antiguo Makoku su padre nunca lo había dejado solo durante todo el día.

—¿Y eso porqué? —preguntó mientras alzaba una ceja.

—Trabajo, firmas de documentos, consultas reales... —comenzó a enumerar.

—Está bien, eso me dará tiempo para platicar tranquilamente con mi madre.

—Su madre es una persona muy simpática además de hermosa —comentó Hilda. Recordaba haber visto la imagen de Lady Cecilie en uno de los salones con acceso restringido del castillo.

—Es única, créeme.

«Nada que ver con Lady Anette» —pensó Hilda.

Wolfram hizo una mueca de resignación.

Su madre energética, cariñosa, exagerada, gritona, un poco pervertida, pero sobretodo muy amorosa. Su madre al fin de tanto y no pudo haber pedido otra mejor.

************************************************

Anette amaneció sola y olvidada en la cama. Anoche su esposo se hizo presente a horas de la madrugada totalmente ebrio. Claramente le escuchó balbucear dormido el nombre de su ex esposa, y en esos momentos los celos la hicieron apretar sus puños sobre las sabanas. Sin embargo, logró contenerse al igual que el impulso de matarlo con sus propias manos, una manera simple y efectiva de ponerle fin a su calvario.

Al despertar, Willbert ya no estaba junto a ella, como si hubiera buscado la manera de evadir sus reclamos. Sonrió perversamente al imaginarse el terrible dolor de cabeza que tendría, y el día que le esperaba ejerciendo los deberes de un rey.

Giró la cabeza a un lado observando de inmediato como la luz del sol brillaba débilmente a través de las cortinas de las ventanas.

Meditó sobre lo que había hecho de su vida, en lo que había logrado gracias a su esfuerzo y dedicación y para ser honesta no supo si sentirse orgullosa o avergonzada, solo estaba segura de que lo que poseía hoy en día, era lo que siempre había deseado.... era lo menos que se merecía.

«Él es tan perfecto para mi» pensaba con autoconfianza mientras lo observaba en las fiestas a las que acudía con solo el objetivo de apreciar su grandeza.

Willbert era más hermoso de lo que cualquier Mazoku tenía derecho a ser. Con su gran altura y porte, cuerpo musculoso y fornido, cabello dorado y aquello hermosos ojos azules. Una mujer hermosa y segura de sí misma como ella, con tanto carisma que hacía que la gente volteara solo para verla dos veces, era sin duda la pareja ideal para ese hombre. Su único obstáculo era que ese hombre había cerrado su corazón.

Muchos rumores se habían extendido acerca de la esposa infiel del rey, su divorcio y las consecuencias que había tenido en su personalidad convirtiéndolo en alguien frívolo y severo. No pudo evitar sentir celos, al mismo tiempo que se preguntaba qué tendría esa en la cabeza al dejar ir un hombre así. Más de alguna mujer había sido rechazada públicamente al intentar seducirlo. Pero si algo le había enseñado su larga vida era que la paciencia era una virtud que tarde o temprano rendía sus frutos y esperó. Nadie puede estar solo durante tanto tiempo y cuando encontrara la posibilidad de acercarse a él, solamente debía descubrir sus deseos cuidadosamente ocultos, y la intensidad de éstos

Años después encontró la oportunidad de tener un acercamiento real con él, aquella oportunidad se le había ofrecido como un regalo de los dioses y era además tan simple que resultaba ridículo, vivir bajo el mismo techo.

Una vez dentro de su entorno en el Castillo Imperial lo merodeó, lo estudió, lo sedujo y engatusó. Se comportaba dulce, amable y algo tímida. Su verdadera naturaleza sarcástica y manipuladora nunca se reveló. Se convirtió en su amiga y confidente. Todo en cuestión de meses.

Fue en una de las muchas fiestas en el castillo. Esa noche, lo instó a beber y beber, finalmente lo arrastró a la cama completamente inconsciente. Le quitó la ropa y ella también se desnudó, se metió a la cama junto a él y tuvieron sexo. No hicieron el amor, simplemente cubrieron una necesidad fisiológica, nunca se miraron a los ojos, sus labios rara vez encontraron, las caricias no fueron delicadas y no hubo palabras de amor, no obstante pudo escuchar los jadeos con el nombre de esa mujer de parte de ese hombre que la tenia loca de amor y pasión.

Como el noble caballero que era, Willbert le pidió una disculpa y le prometió tomar la responsabilidad de los hechos, justo como ella esperaba. Así logró comprometerse con el Maou, Willbert von Bielefeld, ser una reina y tener todo lo que siempre deseó. Se dedicó a ser la esposa perfecta e ideal, como lo fue en su momento con su difunto marido. Todo hubiera sido maravilloso, como un cuento de princesas con un final feliz si tan solo no existiera un problema; que él no la amaba.

Le había dicho que odiaba tanto a Cecilie como odiaba a los humanos, pero a estas alturas no estaba segura de creerse esas palabras. Bastaba con notar la forma en que la miraba para darse cuenta que aún conserva sentimientos intactos por ella.

Y si fuera el caso de todas formas el corazón de Willbert era única y exclusivamente ocupado por una escoria: un maldito engendro.

Tragándose el orgullo y la necesidad de mandar todo a la mierda, escuchaba a su esposo hablar de ese mocoso constantemente, parecía que para Willbert no había otro tema de conversación. Se armaba de paciencia mientras repetía en su mente «No Anette, has pasado por mucho para estar aquí, un malparido engendro no va a venir a intimidarte, ni a quitarte tu lugar»

Y maldijo una y otra vez ese lazo. Si ese bastardo no existiera no habría manera de que esos dos se volvieran a encontrar y todo quedaría en el pasado.

Un rubor de humillación había marcado sus mejillas recordando el desaire que le hizo su esposo anoche cuando interpuso la petición del engendro antes que la suya.

El sonido del cantar de los pajaritos al sol, la llamó al presente. Suspiró pesadamente mientras se pasaba las manos por todo el rostro. Media hora después se levantó de la cama para comenzar su día siendo lo que era: Anette von Zweig, feliz esposa de Su Majestad Willbert.

**************************************************

Cuando Yuuri regresó a la habitación que le correspondía, inconvenientemente se encontró con la única persona que era capaz de darle un sermón de horas respecto a responsabilidades. Su súper velocidad no pudo con la audacia intuitiva de su futuro cuñado, el gruñón.

Por un lado, lo comprendía. Necesitaba hacer el pacto con el dios de los espíritus de fuego y llegar al volcán Hefesto no sería cosa fácil, pero por el otro se preguntaba dónde había quedado el respeto que le debía por ser su rey. Aunque hacía aproximadamente cinco años, él mismo les había pedido a Conrad y a Gwendal que lo trataran con más confianza y eso era precisamente lo que hacía cuando se enfadaba de verdad con él.

Waltorana lo acompañaba. El Noble escuchaba atento aunque se había dirigido a la ventana para correr las cortinas mientras Gwendal hablaba. De vez en cuando intervenía en los regaños y ayudándole a Gwendal a encontrar las palabras.

—¿Me entendió?

Yuuri estaba tan cansado que no escuchó todo el sermón. Su cerebro solo prestó atención a la última pregunta. Inmediatamente su espalda se puso rígida.

—¡Señor, si señor! —contestó automáticamente.

Gwendal suspiró con desgano, cruzó los brazos y miró por la ventana. Waltorana dirigió una fugaz mirada a su Maou, pero no añadió ningún otro comentario.

Yuuri observó a su futuro cuñado, tenía el cuerpo tenso y juraba que ya no cabían mas arrugas en su frente. Se regañó furiosamente por hostilizar al pobre hombre, seguramente estaba preocupado por las condiciones de Pacto de Sangre. Él también lo estaba. Anissina podía llegar a ser una persona extrema cuando estaba al poder y lo peor era que su niña le seguía los pasos, rogó a los dioses que en el futuro Greta no se convirtiera en una maniática de la ciencia.

—Lo siento, cuñado.

Gwendal no dijo nada, pero formó una ademán de sonrisa, aceptando sus disculpas.

Entonces escucharon el toque de la puerta tres veces, y al dar la orden de entrar aparecieron Gunter y Conrad.

—Buenos días, su majestad —saludó Gunter con una sonrisa de oreja a oreja mientras se acercaba Yuuri.

—¡Buenos días! —contestó Yuuri, aliviado.

—Espero que haya tenido un buen descanso —siguió hablando el consejero.

—¿Descansar? no creo que haya dormido demasiado —comentó Gwendal con evidente sarcasmo causando un sonrojo en el Maou.

—Ya, Gwendal. Lo importante es que no me descubrieron —suplicó Yuuri—. Además no puedo dormir bien si no tengo a Wolfram a mi lado. La verdad es que nos hizo bien a los dos... logramos relajarnos y...

Gwendal hizo una respiración profunda en un intento de encontrar la calma. Tejer era lo que necesitaba en esos momentos.

—¡No necesito escuchar detalles! —gruñó.

—Ya, ya —Conrad calmó los ánimos asesinos de su hermano. Sus manos se movían de atrás para adelante para restarle importancia al asunto.

—Ay, Conrad, tu si me entiendes —refunfuñó Yuuri.

Conrad rodó los ojos. No era que le comprendiera, era que ya se había resignado a la pasión exorbitante de sus muchachos consentidos.

—Lo dejaremos por el momento para que se de un baño y se prepare —Waltorana decidió dar por terminaba la discusión—. Lo estaremos esperando en el comedor.

—Claro, claro —Yuuri suspiró mientras colocaba las manos detrás de su cabeza—. Oye, Conrad.

Conrad parecía pensativo.

Le sirves más a su majestad Yuuri vivo que muerto fueron las palabras que Gunter le dijo anoche. Eran las palabras que necesitaba, dichas por una persona que admiraba como su buen maestro de esgrima. En aquel momento sintió como si acabasen de quitarle el gran peso que oprimía su pecho, y aunque el dolor seguía presente, la angustia de saberse culpable había desaparecido.

Había dado un giro total a sus prioridades. Su misión ahora consistía en mantener esa sonrisa en el semblante de quienes amaba, apoyándolos en todo momento. Parecía ser que todo dependía de la victoria de mañana y si no resultaba, estaba dispuesto a ir a la guerra.

—Conrad... —le llamaba Yuuri con cansancio.

Conrad reaccionó por el llamado.

—Dime.

—Gracias por cubrirme anoche, lo malo fue que Gwendal me descubrió en la mañana.

Conrad rió en sus adentros por el simpático puchero que había formado su ahijado en su rostro antes de abandonar la habitación.

********************************************************

Al despertar temprano en la mañana, Willbert tomó un baño, se arregló y salió disparado a la oficina. Los deberes de un Maou incluían la firma constante de documentos y, para joder, su consejero le había informado que saldría todo el día para hacer unas diligencias con su hijo. Aún no se había recuperado de la resaca de la borrachera de la noche anterior pese al alto grado de tolerancia al alcohol desarrollado durante tantos años.

Después de escuchar el toque de la puerta y tras dar la orden de entrar, una sirvienta traía en una bandeja lo que sería su anhelado remedio.

—Con permiso, su majestad— La muchacha primero saludó con respeto, para después entregarle lo que era simplemente jugo de tomate. Algo horrible en la mañana pero efectivo para la resaca.

—Gracias —dijo cuando recibió la bebida.

Dio un hondo suspiro como dándose valor a sí mismo para después beber de un solo trago aquel liquido de sabor intenso. La sirvienta lo miraba con una sonrisa de resignación, poco después recibía el vaso vacío en la bandeja, hizo una inclinación y salió del despacho.

Willbert hizo una mueca de fastidio al contemplar el cúmulo de documentos por firmar que tenía en su escritorio. El papeleo era lo que más odiaba entre sus funciones como Maou, pero ni modo, hoy no estaba Bastian para que lo hiciera por él.

Se levantó de la silla y se permitió observar a través de la ventana. Pudo ver perfectamente a su hijo paseando por los jardines al lado de Cecilie. Estaba tan ensimismado viéndolos hasta que el sonido de la puerta cerrarse lo llamó a la realidad. Se dio la vuelta solo para ver a su esposa de pie con un semblante serio.

—Buenos días, cariño —saludó ella ocultando la felicidad maligna que sentía. Había conversado con algunos gobernadores y como si la suerte estuviera de su parte le dieron información valiosa que podría ayudarle con una pequeña venganza personal.

—Buenos días, querida —contestó Willbert volviendo a tomar su lugar frente al escritorio. Anette se sentó frente a él dándose la libertad de revisar unos cuantos documentos. Eso fue extraño. Siempre había insistido en que eso era trabajo para Bastian y ella solo debía ocuparse de lo social, alegaba que siendo una persona tan carismática las personas se sentían a gusto a su lado.

Tras unos minutos, dejó los documentos a un lado y se recostó contra el respaldo de la silla mientras cruzaba una pierna.

—Tengo información sobre el estado de salud de los participantes que han perdido en el torneo

—Adelante —indicó Willbert, dejando por un momento de firmar documentos.

—Hablé con Alexander von Foster, dice que su hijo Axel se encuentra estable gracias a la pronta intervención de los paramédicos. Harry von Ducke ya fue dado de alta y podrá presenciar la final, por supuesto que apoya a Friedrich. Volker ya está mejor de su brazo, le quitarán el yeso pronto.

Willbert tomaba nota mental del informe.

—Raimond von Luttenberger ya está mejor pero, no sé que tiene en la cabeza se la pasa de aquí para allá con Yuuri Shibuya, y qué decir de Kristal, apuesto a que gracias a ella, ese idiota pudo hacer el pacto con el espíritu del aire, fuentes confiables los vieron salir juntos el día anterior.

Willbert aguardó unos minutos para que Anette agregara algo más, al cabo de unos segundos la habitación se mantuvo en silencio.

—Gracias querida, me alegra que te hayas tomado la molestia de preguntar a los gobernadores sobre la salud de sus respectivos representantes.

—Por algo soy tu esposa, ¿o no? —Anette alzó una ceja—. Nadie más que yo soy es digna de ti, porque yo nunca te traicionaría.

Willbert desvió la mirada de los penetrantes y afilados ojos de ella, por un instante se sintió incomodo hablando de ese tema.

—¿Cómo se encuentra Lukas? —preguntó, desviando la conversación. De repente, Anette permaneció inmóvil, con el rostro serio y unas cuantas lágrimas salían de sus ojos.

—Nuestro Lukas... —comenzó con voz rasposa, luego secándose las lágrimas con sus dedos, sorbió por la nariz—. Es difícil de aceptar pero, tendrá una marca en su brazo por el resto de su vida, no se pudo hacer nada —cambió su tono por uno más rígido—. Mi perfecto hijo tendrá una horrible cicatriz en su brazo y cada vez que la vea recordará aquel maldito día en que fue humillado.

Willbert, sentado en la silla, se había quedado serio.

—¡Quiero venganza! —Anette golpeó la mesa del escritorio con la palma de su mano, loca de furia—. Hazlo por tu propia cuenta, inventa una excusa para enfrentarte a batalla contra él, ¡quiero que lo mates!

Willbert suspiró.

—Deja de hablar incoherencias mujer, es imposible hacer lo que me pides.

Anette sintió cómo la rabia le hacía un nudo en el estómago, un nudo que no paraba de crecer. Bufó con sarcasmo, limpiándose las lagrimas.

—¿Acaso le tienes miedo?... —Lo sabía, estaba jugando con fuego, nunca se había atrevido a hablarle de esa manera. Pero ella había llegado a su límite—. ¿O es que ya te has hecho a la idea de que tu apellido será ensuciado con uno sin clase? —soltó, escupiendo esas palabras con puro menosprecio.

—Anette, detente —advirtió Willbert claramente. En esos momentos estaba reuniendo toda la paciencia que no tenía.

Sin embargo, Anette continuó.

—Te lo dije, compromete a Lukas con tu hijo de una vez, pero no, querías hacer todo un espectáculo. Y ahora ¿qué sigue?, ¿confiar en el patético hijo de tu inútil consejero? ¡Hazme el favor! Si eso quieres por lo menos deberías detener la final y ordenar que automáticamente Friedrich sea el ganador. Inventa alguna tonta regla que diga que es ilegal que un Mestizo gobierne estas tierras.

Si esperaba una respuesta, lo único que recibió fue una mirada fulminante de parte de su marido. Y entonces decidió lanzar su última carta.

—Conversé con los gobernadores y me dejaron muy en claro su postura, Willbert. No van a bajar la cabeza hacia un Medio Mazoku. Están dispuestos a revelarse si algo así llegara a ocurrir. Primero muertos antes de aceptar a Yuuri Shibuya como Rey.

Willbert sintió de pronto el comienzo de una tremenda jaqueca. Colocó los codos sobre la mesa del escritorio mientras se frotaba las sienes. ¡Maldición! Una rebelión. Lo que menos le convenía en estos momentos era tener problemas políticos con los miembros del consejo.

—¡Maldita sea!

Recuerdos aparecieron en su mente: La primera vez que se vieron en castillo Pacto de sangre, el beso que ese infeliz le dio a su hijo frente a sus narices y finalmente el de Yuuri Shibuya inclinándose con desdén frente a él en el coliseo.

Mientras recordaba, Willbert apretaba los dientes y sus ojos parecían encendidos con una fuerza capaz de prender fuego a toda la habitación. Se levantó de la silla de golpe y le dio la espalda a su esposa para ver a través de la ventana.

—¡Maldito Yuuri Shibuya!

—Sí, mil veces maldito —repitió Anette detrás de él—. ¿Quieres alguien así para nuestro Wolfram?, seguro que no —Manipuló descaradamente a su esposo, acercándose para abrazarlo por la espalda y susurrarle al oído: — Acabalo cariño, acaba con la existencia de Yuuri Shibuya con tus propias manos...

 

 

Notas finales:

Next pronto. --> 

Gracias por leer. :3


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