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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Primera parte del pasado de Willbert. Basados en ideas totalmente ficticias del capítulo 41, 50,52 y sobretodo 47 anime.

Muchas gracias de antemano por leer. Bendiciones.

 GRACIAS!!! 

Puedes juzgar según sus actos a una persona si solamente conoces una pequeña parte de su vida. Para entender su manera de proceder, tienes que conocerla desde el principio. A veces las personas han sido marcadas por cicatrices tan profundas que solo necesitan mucho amor y comprensión para sanarlas.

Así fue como ocurrieron los hechos...

*******

El rencor contra el amor: La unión hace la fuerza.

El prodigio de las tierras Bielefeld I.

¿Cómo había llegado allí? No tenía idea. De lo único que tenia certeza era que estaba lejos de su hogar porque a horas de la noche un grupo de expertos espías de algún país humano lo habían secuestrado.

Recordaba que su madre hacía apenas unas horas había estado en su habitación leyéndole un cuento antes de darle un beso en la frente, apagar las velas y desearle buenas noches. Mientras dormía apaciblemente en su cama sintió como colocaban sobre su boca un pañuelo con alguna clase de somnífero que le hizo quedar inconsciente en el acto. Al despertar, se encontraba en lo que parecía ser el cuarto de prisioneros de un barco.

Una luz turbia se filtraba alrededor de la única ventana de esa prisión. Se incorporó de golpe y contempló sobrecogido todo a su alrededor. El lugar era nauseabundo, ratas enormes se paseaban de un lado a otro, había mugre en las paredes y polvo en el piso, pero lo que más terror le había dado era que claramente se sentía un asqueroso olor a cadáver.

Sin importarles que fuera apenas un niño que parecía de la edad de cinco años, le habían colocado grilletes en las muñecas y tobillos. El miedo inundó su inocente corazón imaginándose los más terribles escenarios. Estaba solo y no sabía que planes tenían los secuestradores para él ¿Qué querían a cambio? ¿Dinero? ¿Tierras? ¿Tesoros? ¿Lo dejarían vivo? ¿Lo torturarían?

Incapaz de contener por más tiempo las lágrimas que retenía en los ojos, el niño lloró largo rato en silencio, acurrucado sobre sí mismo sobre esa especie de cama, cubriéndose con unas apestosas mantas. Lloró hasta quedar exhausto y con el estómago revuelto por la náusea no pudo evitar vomitar.

Un gruñido gutural resonó en las paredes y una voz áspera murmuró algo en la parte exterior. Tragó saliva y clavó su vista al suelo que ahora estaba cubierto de vomito durante apenas unos segundos antes de que los secuestradores aparecieran y lo observaran con una cruda sonrisa de satisfacción.

Tras acercarse, uno de ellos habló.

—Parece ser que el señorito ya despertó —El hombre era flaco, a simple vista se notaba que le faltaba un diente, tenía una espesa barba, sus ojos eran afilados y no mostraban compasión.

—Menos mal mocoso —comentó el otro. Éste era gordo y calvo, tenía bigote de candado. Ambos usaban una chaqueta larga blanca con bordes amarillos y dentro de esta un traje militar del mismo color—. Oye, ya nos comenzábamos preguntar si tendríamos que llevarte a rastras hasta donde se encuentra nuestro rey, llevas dormido dos días completos.

Su mente hizo énfasis en la última frase, «dos días». Entonces había pasado más tiempo del que se imaginaba. Sus esperanzas disminuyeron de golpe, ahora podía jurar que estaba muy lejos de casa.

—Déjenme ir...—suplicó el pequeño en un hilo de voz—. Por favor...

—¡Uy si! ¡Cómo no!... —uno de los secuestradores soltó unas estridentes carcajadas— ¿Acaso crees que tienes privilegios solo por ser de una familia Noble? ¿Eh? Para que lo sepas no eres el único aquí, tus demás amiguitos te esperan —gruñó—. Así que será mejor que saques tu trasero de la cama y nos sigas por las buenas.

El niño seguía sin atreverse a mover un solo musculo de su cuerpo. El corazón le latía muy deprisa en el pecho y lo único que deseaba era despertar de esa pesadilla.

—¡¿Que no lo escuchaste?! ¡Levántate idiota! —gritó el otro—. Por tu culpa nos hemos atrasado y nuestro rey espera impaciente.

¿Qué clase de rey tan perverso y ruin manda secuestrar niños que apenas pueden defenderse? Podría ser el del país humano que se mantenía fastidiando sus territorios desde hace un tiempo atrás, de ese del que había escuchado en conversaciones y murmureos tras las puertas, cuando su padre tenía reuniones diplomáticas en el palacio. Todo mundo estaba entrando en pánico por los constantes ataques terroristas de un país llamado Shimaron Mayor.

Después de unos segundos, sintiéndose intimidado por la furia que mostraban esos sujetos, se puso en pie y los siguió con temblorosa determinación. Al bajar del barco descubrió que estaban en una isla. Lo llevaron con un grupo de seis niños que estaban en las mismas condiciones; llorando y temblando de miedo. Los reconoció al instante. Eran sus compañeros y compañeras de clases de historia Mazoku y solían jugar juntos en los jardines del palacio por las tardes.

—No se preocupen, esto no durará mucho tiempo —les dijo el hombre obeso mostrando sus dientes amarillos—. Bueno, eso dependerá de lo que decidan hacer sus padres.

El pequeño que apenas se había incorporado al grupo frunció el ceño y se mantuvo alerta a todo lo que pasaba a su alrededor a diferencia de los demás niños que continuaban llorando. Al pasar las horas la atención iba subiendo, no había señales de que los dejarían ir ese mismo día. Apenas los habían alimentado con pan duro y agua. Ninguno había comido, estaban demasiado asustados para ello.

La figura de un hombre que usaba una ostentosa capa en la espalda y exuberantes anillos de oro en los dedos, de cabello color marfil, con arrugas en la cara y barba se presentó ante ellos acompañado por cinco escoltas. Tenía el rostro tenso y a simple vista se notaba que estaba de mal humor. Era Ruperto Belal I, Rey de Shimaron Mayor (Ancestro del Belal que conocemos)

—Malditos Mazoku. —Miró a los niños de arriba abajo con desprecio—. Seres de larga vida que se creen mejor que nosotros los humanos —espetó, indignado—, ¿les digo una cosa? No son inmortales, si yo quisiera podría ordenar matarlos en este preciso momento.

Algunas niñas se sobresaltaron al terminar de escuchar a aquel hombre, otros tragaron en seco temblando de miedo. Esos inocentes solamente eran víctimas de la maldad de un codicioso humano.

Tras pasearse de un lado a otro con las manos en la espalda, el mayor continuó hablando.

—Sus padres se atreven a llevarme la contraria, quizás debería darles una lección para que se den cuenta que soy capaz de todo. —Y tras decir eso rió a carcajadas—. ¿Quién tendrá los deditos más bonitos? — Preguntó como si estuvieran jugando. Los soldados sonrieron de lado y los pequeños dieron un respingo del susto—. ¡Tomen a ese mocoso de allá!

Su cuerpo se paralizó al ser señalado por ese hombre. Cuando uno de los soldados se acercó a él, el rey cambió de parecer y decidió que fuera el niño que se encontraba a su lado, su amigo Patrick.

La otra víctima fue llevada a rastras hasta quedar frente a ese malvado hombre. El pobre se retorcía tratando de escapar de las garras de esas bestias sin corazón, pero no le dieron tregua.

—Enviaremos uno de tus deditos en un sobre como una prueba de lo que somos capaces de hacer si no aceptan entregarme al Maou a cambio de sus vidas. Deberías sentirte honrado— fueron las últimas palabras del rey de Shimaron Mayor.

Solo restaba esperar lo peor...

Los soldados, tomaron la mano de Patrick con brusquedad y uno de ellos desenfundó su espada. Él cerró los ojos y apretó las mandíbulas en cuanto oía los alaridos de dolor que emitía uno de sus mejores amigos. El horror, la furia y el remordimiento que le había causado presentar semejante crueldad se aglomeró en su corazón como si miles de espinas se le hundieran profundamente una tras otra. Las rodillas le fallaron ante un repentino acceso de debilidad y cayó al suelo.

En ese momento se percató de que tenía que darse prisa y hacer algo por sí mismo. Un gemido entrecortado brotó de sus labios mientras clavaba las uñas en la tierra, lamentándose ser solo un niño incapaz de defender a todos sus amigos.

—¡Oye tu levántate! —le exigió un soldado cuando lo vio en el suelo.

No podía quedarse allí eternamente, tenía que salvarlos. ¡Shinou, dame poder! pidió con toda su alma y corazón sintiendo como era levantado por aquel sujeto.

—Por... favor.... Déjennos ir ¡Basta! —balbuceó, desalentado. Sintiendo su cuerpo temblar y las lágrimas reunirse de nuevo en sus ojos azul cielo. Una fuerza de energía sorprendente comenzó a rodearlo. Los soldados dieron un paso atrás totalmente asustados—. ¡Deténganse!

******************

—¡¡Deténganse!! —gritó, levantándose bruscamente de la cama con la frente bañada en sudor.

—¡Willbert!

Una mujer hermosa, de cabello castaño y ojos color jade lo apretó fuertemente entre sus brazos, ella había acudido a la habitación de su primogénito cuando escuchó sus gritos en compañía de su esposo, el líder de la casa Bielefeld.

El pequeño Willbert lloraba y temblaba al mismo tiempo; esa no fue una pesadilla, fue un horrible recuerdo. Un trauma que no desparecía ni con las terapias psicológicas que recibía.

—Mi niño, ya todo está bien, estas a salvo en el palacio, estas de vuelta con nosotros, mi amor —le decía apartándole de la frente unos húmedos mechones de cabello.

—Recuerda que todos están bien gracias a ti —intervino el hombre de cabello largo y rubio, de ojos azules, tratando de tranquilizar a su amado hijo.

Como olvidar que cuando Willbert imploró poder a Shinou, una extraña energía brotó a través de su cuerpo comenzando a atacar con Majutsu de fuego a los enemigos que huyeron asustados del gran poder que manifestaba dejando a los niños abandonados en la isla. Poco después llegaron los navíos de las fuerzas Mazoku al rescate encontrándolo inconsciente, siendo atendido por los demás niños y fueron ellos los que les explicaron a los mayores que había ocurrido.

—Eres un héroe mi niño, no temas más —dijo su padre, abrazándolo con fuerza.

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Shin Makoku. Territorio Bielefeld. Años después.

Cuatro personas estaban reunidas en la sala principal del palacio Bielefeld, como era costumbre en la tarde, las doncellas les servían el té acompañado con unos pastelillos mientras los aristócratas conversaban de un asunto muy importante y delicado.

Thomas von Bielefeld acompañado de su esposa Lady Mary estaban sentados en los sillones frente a los invitados. Las otras dos personas que estaban sentados en el sofá eran el actual Maou de Antiguo Makoku, Destari von Rosenzweig y su consejero real , August von Luttenberger.

Una vez las doncellas habían salido de la sala, continuaron la conversación.

—Entonces ¿Cuál es su última palabra? —cuestionó Destari von Rosenzweig mientras daba sorbitos al té servido en diminutas tazas de porcelana.

—Su majestad Destari, usted sabe que esto es muy difícil para nosotros —explicó apenado el líder de la casa Bielefeld.

—Sabemos que esto es una decisión difícil, pero les pedimos que reconsideren su respuesta, el pequeño Willbert tendrá un futuro glorioso si ustedes aceptan nuestra proposición de llevarlo a Antiguo Makoku con nosotros —alegó Lord von Luttenberger, que por supuesto tenía una apariencia más joven—. El pequeño será educado y entrenado con los mejores maestros en el internado del distrito Rosenzweig. Les aseguro que con la cantidad de Maryoku que posee él podría llegar a ser el futuro Maou de nuestra nación.

Los rumores del héroe que salvó a sus amigos de las garras de los humanos se habían extendido rápidamente hasta llegar a los oídos del Maou de Antiguo Makoku. Después de tratar el asunto en el Consejo de Nobles llegaron a la conclusión que el podría ser un prospecto idóneo para gobernar, además facilitaría las relaciones diplomáticas entre ambas Naciones de Demonios siendo originario de Nuevo Makoku.

Lady Mary juntó sus manos sobre su regazo, aparentemente pensativa antes de dirigir su mirada a su esposo. Su pequeño aun no era lo suficientemente maduro como para alejarse así de casa, y además todavía tenía secuelas del incidente ocurrido hace años, no obstante los puntos que habían tocado eran de cierta manera tentadores.

—No desaprovecharían la oportunidad ¿Cierto? —habló una vez mas Destari, incitando a ambos padres a aceptar—. Al fin de tanto, el pequeño se los agradecería en el futuro. Tal vez un cambio de ambiente es lo que necesita el pequeño para llevar una vida normal

En este punto, ambos progenitores guardaron silencio, mirando con tristeza el fondo de su taza.

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Willbert empacaba sus pertenencias con rapidez por órdenes de sus padres. No le dieron muchos detalles acerca de la razón por la que aparentemente haría un viaje, pero lo que si se encargaron de recalcarle era que todo lo hacían por su bien. Le habían dicho que podría convertirse en alguien muy fuerte en el futuro y eso bastó para que obedeciera al instante.

Poder, eso era lo que necesitaba. Eso era lo que pedía. Desde que ocurrió aquella desgracia hace años, su único deseo era convertirse en alguien poderoso para que en el futuro cuando sus seres amados estuvieran en peligro pudiera protegerlos con su propia vida si fuera necesario.

—¿Cuando regresaras? —preguntó un pequeño rubio de ojos verdes que se encontraba sentado en la cama de su hermano mayor.

—No lo sé, Waltorana —contestó Willbert mientras empacaba—. Solo sé que iré a estudiar a un internado en el distrito Rosenzweig para convertirme en alguien muy fuerte.

—Espero que sea pronto —rezongó el pequeño con inocente voz—. No quiero que te vayas. Te extrañare hermano.

Willbert con la apariencia de doce años sonrió con calidez y se acercó al pequeño acongojado que parecía de cinco.

—Yo también te echare de menos —Se sentó a su lado para abrazarlo de manera protectora—. Te portas bien, no seas desobediente con papá —advirtió como solo los hermanos mayores saben hacer.

—¡Oye! Tú eres el mas travieso —Las mejillas de Waltorana se inflaron en un lindo puchero. El mayor rió.

—Cuando regrese te contaré como es allá y te traeré muchos regalos —le dijo tratando de animarlo.

El pequeño Waltorana saltó sobre la cama como si fuera un trampolín, totalmente emocionado.

—¡Sí! ¡Gracias Will!

—¡Enano, deja de desordenar mi cama!

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Antiguo Makoku. Distrito Rosenzweig.

El pequeño Willbert llegó al internado donde lo recibieron sus nuevos maestros y compañeros, al principio estaba un poco cohibido al estar solo en un país extranjero. Las personas se acercaban a él y le hacían preguntas acerca de su país de origen, cosas que a ciencia cierta no sabía cómo responder, pero poco a poco se fue acostumbrando a su nueva vida.

El país era hermoso, las estructuras arquitectónicas hacían gala y ostentación de belleza inefable, con jardines majestuosos y soberbios volcanes.

Rápidamente aprendió a controlar su elemento principal que era el fuego dejando impresionados a sus instructores. Los Nobles y el Rey estaban satisfechos con los resultados, reiterando en su mente lo acertado de su decisión al reclutar al pequeño heredero de la casa Bielefeld.

Con su inocencia de niño veía la manera de comportar de ciertas personas de alta sociedad Mazoku en Antiguo Makoku que se apartaban de sus inferiores como si acercarse a ellos o dejar que se les acercaran pudiera robarles la nobleza y la dignidad. Observaba como el poder te hacia acreedor de respeto y virtud y como las tropas de los distritos de las fronteras no dejaban siquiera que un tan solo humano cruzará a su país.

Pasaron los años aquel que parecía un adolescente aprendió a controlar su segundo elemento, el aire, a tan sola una semana de haber hecho el pacto.

El joven participó en varios campeonatos de elementos saliendo victorioso en todos, ganando fama entre los habitantes, entre Nobles y aldeanos que comenzaban a considerarlo como un buen candidato para ser su Maou.

Willbert regresaba a su país de origen en las vacaciones de verano e invierno. Siempre pasaba las fiestas al lado de su familia en Territorio Bielefeld, su verdadero hogar, según sus propias palabras.

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Shin Makoku, Territorio Bielefeld.

Un atractivo joven como de 16 años, alto, rubio, sus ojos color azul cielo, de complexión física musculosa pero sin llegar a la exageración, bajaba de un carruaje después de un largo viaje para pasar una temporada con su familia.

—¡Madre! ¡Padre! —El joven visitante saludó con un fuerte abrazo a sus progenitores.

—¡Oh! ¡Willbert te extrañamos tanto! —Mary llenaba de besos el rostro del joven. Hace años había tenido que reprimir los deseos de partir al país de Antiguo Makoku para suplicar que se le devolvieran a su hijo, pero no podía ser tan egoísta y con el tiempo se dio cuenta que había sido una decisión muy certera ya que poco a poco Willbert fue adquiriendo más confianza en sí mismo y los traumas del pasado habían desaparecido.

—Mi campeón, bienvenido —dijo Thomas, abrazando a su hijo al mismo tiempo que le daba dos palmadas en la espalda.

Willbert sonrió maliciosamente cuando vio a otra personita que lo tenía que recibir, pero decidió jugar un momento con él.

—Madre, Padre ¿Dónde está Waltorana? —se dio la vuelta y les guiñó el ojo haciéndoles entender que estaba bromeando, sus padres rieron—. ¿Dónde está ese enano? Si no lo encuentro no podré darle sus regalos.

Willbert colocó la mano sobre su frente haciendo como quien buscaba con la mirada.

—¡Hermano! Estoy aquí ¡frente a ti!

—Escuchó su voz pero no lo veo. —Siguió buscando y buscando.

—¡Will! ¡Aquí! —decía el niño saltando para que lo mirara.

—¿Eh? ¡Ah! ¡Aquí estas! —dijo haciéndose el sorprendido y dándole un fuerte abrazo a su hermanito— Estas demasiado enano, no podía verte —siguió molestándolo.

—¡Malo! siempre me dices lo mismo, hace mucho tiempo que alcancé tu misma estatura —dijo Waltorana orgulloso, poniéndose en puntillas para simular ser más alto. Pero solo era un niño que parecía de la edad de once años.

El mayor lo miró con ironía.

—Claro, lo que tu digas.

—Algún día dejaras de crecer, pero yo seguiré creciendo porque soy más joven que tu. —Waltorana hizo un puchero pareciendo más tierno a los ojos de los demás.

Willbert sonrió antes de acariciarle los cabellos a su hermano menor.

—¡No hagas eso! —rezongó el menor mientras trataba de arreglar su ahora desordenado cabello.

Con un gesto infantil, Waltorana le sacó la lengua a Willbert, que respondió enseñando la suya.

—Vamos, será mejor que entremos... —advirtió Mary y continuó hablando mientras caminaban—. Te hemos preparado una cena especial Will, no pudimos celebrar contigo tu último triunfo pero...

**************

—¡Hogar! ¡Dulce hogar! —suspiró Willbert al recostarse en la cama de su habitación, después de la cena. La comida hecha en casa siempre te sabe a gloria y la tarta de manzana que horneó su madre fue un manjar de dioses.

Comenzaba a quedarse dormido ya que el viaje fue largo y extenuante y su camita era muy cómoda. Quizá era el ambiente familiar que había en el palacio era lo que lo tranquilizaba. Le llenaba de una paz que no se podía explicar.

Se permitió otro suspiro de placer.

—Hey, Willbert...

La voz de su hermanito intervino su ensoñación. El condenado se había colado a la habitación y se había sentado en su cama, con los zapatos puestos, con total confianza.

—Umm

—¿Son ciertos los rumores?

—¿Que rumores? —preguntó medio dormido.

—De que tú serás el próximo Maou de Antiguo Makoku —respondió Waltorana entristecido. Si eso era cierto, entonces su querido hermano mayor tendría que quedarse definitivamente a ese lejano país.

Willbert abrió sus ojos y miró al techo meditando la declaración de Waltorana. El hecho de que los rumores se habían extendido hasta Shin Makoku le confirmaba sus sospechas, sus maestros le venían diciendo indirectas desde hace unas semanas, cosas como:-«Ya tienes la edad legitima para gobernar» -y eso...

—Así dicen...

—Oye, Will ¿Tu quieres ser un Maou? —habló el menor después de un momento en silencio. Su hermano pareció meditarlo.

Si fuera Maou tendría poder para acabar con la raza que tanto odiaba. Sería un rey que gobernará bajo justas leyes, construiría un país prospero. Uno donde los Mazoku se entrenaran para demostrarle al resto del mundo cual es la raza superior. Sonrió automáticamente al pensar de esa manera.

—Si —contestó la pregunta, después de unos minutos—. Yo quiero ser un rey que sea reconocido por todas las naciones, al que todos teman y respeten, y esta vez no tendré piedad contra los humanos, los acabaré a todos —su rostro demostraba una sola cosa y era determinación.

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Como si hubiese sido una profecía, Willbert von Bielefeld fue nombrado Maou de Antiguo Makoku después del retiro anunciado de Destari von Rosenzweig años después, convirtiéndose en el Maou más joven de la historia en aquellos tiempos.

El Consejo fue seleccionado de manera rotativa y en ese periodo los Moscovicht tenían el honor de ser los siguientes en la lista. El Gobernador de ese distrito, Marchall von Moscovith, que para aquel entonces estaba vivo, eligió a su hijo Mayor Bastian para el puesto.

Años de gloria vinieron después de tal acontecimiento llegando a nombrarse la época dorada de Antiguo Makoku por el reinado de Su majestad Willbert.

*************

Antiguo Makoku, Ciudad Imperial. Años después.

—Majestad, carta para usted desde Nuevo Makoku —le informaba el consejero real entrando a la oficina.

—Gracias, Bastian —el joven de veintidós años en aspecto humano se apresuró a leerla y mientras lo hacia una sonrisa se formaba en su rostro. Su consejero esperaba interesado escuchar las noticias—. Debo ir a Nuevo Makoku para una reunión oficial con el Maou, para reafirmar alianzas.

Bastian arrugó el ceño, incomodo por el anuncio. Antiguo Makoku no podía quedarse sin rey por mucho tiempo puesto que los enemigos podían tomar ventaja de eso y atacar. Estaba convencido que esa relación que tenía su majestad Willbert con aquel país no era nada conveniente para el suyo.

—¿Viajará tan lejos, Su majestad? ¿En cuántos días regresará?

Ante la pregunta de su consejero real, Willbert se recostó en la silla, puso sus pies sobre el escritorio y miró hacia el techo.

—Ummm. —Pareció meditarlo un poco—. Pasaré el verano allá —anunció tranquilamente.

El consejero puso sus ojos en blanco, sin dar crédito a lo que había oído.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué dice?!

—Bastian, denme un respiro ¡quiero unas vacaciones! —Willbert volvió a bajar la cabeza para verlo a los ojos—. Si vuelvo a firmar semejante pila de documentos me volveré loco.

La vida de un Maou no era tan fácil ni glamorosa como se creía. Sobre todo por la parte del papeleo. Además, no había podido acompañar a su hermano desde el trágico fallecimiento de su padre hacía un par de años. Una muerte que se pudo haber evitado si no fuera por la guerra con los países humanos. Su padre había muerto como un héroe de guerra justo como su abuelo.

—¿Y no las puede tomar aquí? —preguntó Bastian, renuente—. Tiene propiedades cerca de la playa, si gusta puedo...

—No cambiare de opinión... —interrumpió Willbert deliberadamente—. Además quiero visitar a mi hermano, el líder de la casa Bielefeld, ni siquiera estuve presente en su nombramiento hace dos años y me niego a seguir distanciado de él

Bastian se palmeó la frente

—¡Santo cielo! , se toma las cosas muy en calma —exclamó cansadamente—. A sabiendas de su situación política.

—¿Ser re-elegido? es obvio que lo considerarían dos veces antes de quitarme del puesto, tengo la simpatía del pueblo. —De repente Willbert cambió su actitud despreocupada por una más seria, Bastian guardo silencio—. Pero sabes... Hay otros aspectos que debo arreglar en mi vida...

—¿Otros aspectos? —preguntó Bastian interesado mientras se acomodaba sus lentes.

—Una familia... —susurró Willbert, casi añorándolo—. Quiero una mujer a la cual amar y cuidar y muchos muchos hijos... —explicaba mientras se ponía de pie y miraba hacia afuera entre la gran ventana de su oficina.

Bastian hizo una mueca de fastidio.

—¡Agh! ¿Hijos? ¿Está seguro? —preguntó renuente mientras recordaba que con el pilluelo que tenía, era suficiente como para saber lo que es un verdadero demonio del desastre.

—Tú tienes suerte. Estás casado con una gran mujer como Hannah, a eso me refiero.

—¡Vaya! gracias por los halagos —se escuchó una voz perteneciente a esa persona que iba entrando a la oficina

—¡Mi bella poetisa!

Willbert se dio la vuelta para correr y abrazar a su mejor amiga, Hannah. Bastian continuó sereno y en la misma posición.

—A ver ¿Qué es eso de tener suerte de estar casado conmigo? —preguntó ella después de ser levantada por los fuertes brazos de su amigo.

—Pues sí, lo siento Bastian, pero si tu no estuvieras casado con Hannah te juro que no lo pienso dos veces antes de comprometerme con ella —bromeó el rubio.

—¡Will no inventes! —Ella le dio una fuerte palmada en la espalda y ambos soltaron soltaron a reír.

El consejero desvió la mirada rápidamente. Tanto Hannah como Bastian estaban conscientes que su matrimonio había sido producto de un acuerdo establecido entre sus padres cuando ellos eran apenas unos niños. Un compromiso por beneficencia. No se amaban en realidad, solo se tenían estima. Pero ambos ponían de su parte para hacer que las cosas funcionaran, sobre todo ella, por el bien de su hijo, de unos seis años en apariencia humana.

—Encontrarás una buena mujer y estoy segura que será alguien tan hermosa y carismática como solo tú te mereces.

—¿Qué fue eso? ¿Una predicción?... ¡Oh mi Hannah ve el futuro! —exclamó el Maou fingiendo incredulidad detrás de una broma—. ¿Dices que será hermosa? O Es que ya viste la lista de candidatas para entrevistas matrimoniales que guarda tu marido entre los archivos reales.

Hannah levantó ambas cejas mientras se colocaba las manos en la cintura

—Con que esas tenemos mi querido rey. No me imagino cuáles serán sus exigencias entonces.

El rey esbozó una breve sonrisa, él sabía perfectamente lo que quería en una mujer.

—No sé, no encuentro esa chispa en ninguna de ellas, ya sabes una que me haga sentirme atolondrado y eso que dicen que se siente como si tuvieras mariposas en el estomago.

—Si existe, ya verás que la encontraras y sabrás en el momento que es la indicada.

Willbert suspiró.

—Tal vez encuentre alguien así en mi país de origen... Uno nunca sabe.

—Caprichoso... —susurró Bastian que había prestado atención a toda la plática.

**********************************

Shin Makoku, Reunión Castillo Pacto de Sangre.

Reforzamiento de tropas, apoyo militar y tratados de comercio fueron algunos de los puntos importantes que los diez Nobles del Consejo y su actual Maou discutieron en la reunión con su majestad Willbert, que en esta ocasión había viajado solo.

Habían estado toda la mañana en la sala de reuniones poniéndolo al tanto de la situación de su país de origen. Shimaron Mayor, el cual tenía una fuerte armada, comenzaba a atacar y ejercer presión en algunos estados fronterizos de Shin Makoku para ganar territorio por lo que pudo entender, pero su atención estaba prácticamente enfocada en una dama que se encontraba sentada frente a él. Era la mujer más hermosa que había visto en su vida, su cuerpo era bien proporcionado, tenía una melena dorada que caía en cascada de rizos definidos, su rostro era fino, nariz pequeña y labios carnosos. Sus ojos, ¡Sus bellos ojos! De Color verde esmeralda profundo, adornados con pestañas largas y pobladas. Definitivamente Hannah tenía poderes psíquicos. Ella era esa mujer que había esperado por tanto tiempo.

—Entonces seguiremos contando con su apoyo en la armada —puntualizó Odile von Wincott, padre de Suzanna Julia y Del Kierson von Wincott.

—Esperamos recibir a los Comandantes que envíen para que instruyan las tropas de nuestros territorios a la prontitud posible —intervino Lord Radford.

—Como lo explicaba Lord Radford, queremos estar preparados ante cualquier ataque de parte de los territorios humanos —decía el lame botas de Stoffel von Spitzweg—. ¿Majestad Willbert?

El mencionado se sobresaltó de inmediato por el llamado del Noble, saliendo del ensimismamiento.

—No hay problema, saben que Antiguo Makoku y Nuevo Makoku son en sí una sola nación, debemos apoyarnos siempre —enunció amablemente sin apartar la mirada de esa persona predestinada para él.

Un carraspeo lo sacó de la ensoñación. Al reaccionar su hermano menor lo estaba mirando con la ceja alzada. Un leve rubor se manifestó en sus mejillas.

—Con esto queda concluida la reunión, Muchas Gracias, su majestad Willbert.

—En nombre de mi país le estamos eternamente agradecidos —Finalizó la hermosa mujer, cuya voz le pareció agradable, casi acariciante.

******************

—Hubieras visto tu cara, estabas ido viendo en dirección a su Majestad Cecilie, te la comías con la mirada. —Waltorana no le dio tregua a su hermano cuando salieron de la junta con comentarios humorísticos acerca su atolondrado comportamiento.

Willbert hizo un mohín de enfado, notablemente sonrojado.

—La última vez que vine un anciano era el rey y ahora resulta que es esa mujer tan atractiva, es normal que estuviera sorprendido —se defendió volviendo a enfocar su vista al cuaderno que estaba sobre sus piernas para seguir sombreando el dibujo hecho a lápiz—. Y quédate quieto.

Waltorana inhaló y exhaló lentamente antes de tomar la misma postura de hace media hora.

Siendo un rey, Willbert apenas tenía tiempo libre para dedicarlo a hacer las actividades que le gustaban como dibujar y pintar, pero cada vez que podía no desaprovechaba la oportunidad de hacerlo; por eso siempre tenía a la mano su cuaderno de dibujo. Y en esta ocasión le había pedido a su hermano menor que fuera su «modelo»

Viéndolo de esa manera se convenció de que Waltorana había cambiado. Había pasado de ser un chiquillo enano a un hombre orgulloso, serio y disciplinado que defendía a capa y espada sus raíces y tenía su misma visión de los humanos, criaturas con un ridículo tiempo de vida que solo hacen estorbo en su mundo. Agrupándolos a todos como una especie vil y traicionera...

Dejando eso aparte, la imagen de la actual Maou de Shin Makoku apareció en su mente; aunque ella estuvo presente en la reunión parecía estar en otro lado y solo intervenía cuando era necesario, se le veía tan cansada y mustia que no pudo evitar preguntarse cuál sería la razón de esa seriedad.

—Ella parecía estar triste por algo —comentó de repente, intentando sacar más información de la bella dama—. Personas como ella deberían sonreír todo el tiempo, así nos transmitirían felicidad a los que estamos a su alrededor... su sola sonrisa seria mi luz cada día.

El otro alzó una ceja y le miró de reojo por unos segundos, lo sabía, sabía que su hermano estaba interesado en su reina.

—Puff, sí que te afectó —se mofó.

—Mi mejor amiga es escritora, quizás se me haya pegado la manera en como a veces habla —Willbert se defendió sin titubear, agachando la cabeza para que no notara su rostro totalmente colorado.

El aristócrata decidió no torturar más a su hermano mayor y darle la información que esperaba, aunque no fuera precisamente lo que él quería oír.

—Bueno es normal que ella este triste, su majestad Cecilie ha pasado por un duro momento, hace poco su esposo la dejó, fue una noche en la que ese humano decidió abandonarla, a ella y a su hijo en común.

El Maou sintió como si una afilada flecha asesina cayera en su pecho y dejó de dibujar de una vez.

—¿C-como? ¿Un humano? ¿Qué no está penado por la ley?

Waltorana cerró los ojos un instante, negando varias veces con la cabeza

—Todos estuvimos en contra pero Shinou dio su aprobación.

Willbert frunció el ceño, maldiciendo a Shinou en sus adentros.

—No creas que fue fácil el tener que soportar su presencia en la corte. Los humanos son tan idiotas e insensibles —Siguió hablando Waltorana con rencor—. Dan Heller Weller, prefirió ser un héroe para los humanos que estar con su familia, se cuentan muchas historias acerca de sus viajes y hazañas pero eso no lo justifica.

El ceño de Willlbert se hizo más profundo.

—Y lo peor es que hubo un producto de esa unión. Un mestizo, ese es el único lazo que los une ahora — Waltorana se sentó al lado de su hermano dando por terminada la sesión de dibujo y continuó—: Creo que ambos viajan de aquí para allá ayudando a pueblos en desgracia.

Willbert entrecerró sus ojos, mientras se mantenía pensativo escuchando a su hermano menor.

—Que en paz descanse el gran Lord von Voltaire primer esposo de la susodicha, espero que desde el mas allá no haya visto lo que le hicieron a la familia que dejó atrás. El pequeño Gwendal, que está próximo a tomar su lugar como líder de la casa Voltaire, no tolera la presencia de ese hombre en sus vidas desde siempre.

—No lo culpo...— susurró Willbert, viendo al suelo.

—¿Y?... ¿sigues pensando en conquistarla? —Waltorana se cruzó de brazos y lo miró escéptico, Willbert se tomó un tiempo para meditarlo.

—Quizás el tiempo lo diga... —su voz se manifestaba entristecida. Finalmente, Waltorana le pasó un brazo sobre el hombro como muestra de apoyo.

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Después de la plática con su hermano menor, Willbert estuvo vagando por los jardines de Castillo Pacto de Sangre durante el resto de la tarde. En su brazo sostenía su cuaderno e instrumentos de dibujo pero ya no tenía ánimos de dibujar, no después de enterarse que la mujer que le interesaba mantuvo una relación con un humano y que solo se rompió cuando ese infeliz la dejó, lo cual significaba que los sentimientos que ella tenía por ese humano podían seguir latentes muy en el fondo de su corazón, y él no estaba dispuesto a ser el tercero en discordia. Tal vez desde un principio no le convenía esa relación y lo mejor era mantenerse al margen, él era lo suficientemente orgulloso como para querer todo, absolutamente todo el corazón de una persona sin compartirlo con nadie más. Ahora ella le parecía tan lejana como si una fuerte barrera se hubiera interpuesto entre los dos.

La luna y las estrellas brillaban con intensidad esa noche, vagando y vagando no se había dado cuenta de lo tarde que era, al percatarse estiró un poco el cuerpo mientras bostezaba. Dormir era lo que necesitaba en esos momentos, quizás mañana olvidaría los sentimientos que este día había despertado la bella Cecilie en él.

Pero el destino es caprichoso e inefable, tanto que te pone a prueba. Frente a tus narices la dulce tentación de la cual intentaba huir, al parecer discutiendo con alguien

—Ya Stoffel ¡Déjame en paz! ¡te dije claramente que no quiero seguir discutiendo eso contigo!

Cecilie corrió. Necesitaba tomar aire, huir de los recuerdos, escapar de los reclamos e indirectas por parte de su hermano ¡de todo!

Willbert la escuchó sollozar y se dio cuenta que estaba llorando; allí, en las afueras del castillo sin importarle el frío que hacía y el hecho que no llevaba abrigo sobre ese entallado y provocativo vestido color rojo que usaba. No pudo evitar preguntarse si estaría así por aquel que la había abandonado, tampoco pudo explicarse porque al considerar tal cosa había sentido un horrible nudo en el estomago.

Se obligó a desviar su atención a otro lado, recriminándose por ser tan débil con las cosas hermosas, tan pronto como hizo eso exhaló con lentitud volviendo a enfocarse hacia ella, ante todo era un caballero y una dama necesitaba cobijarse del frío, no tenia de otra, tendría que acercarsele aunque su tonto corazón no dejaba de latirle aceleradamente.

—Majestad Willbert... —susurró ella, mientras éste colocaba delicadamente su chaqueta sobre sus hombros. Al mismo tiempo se sintió avergonzada, un invitado de honor no debería verla en esas fachas.

—Buenas noches, Su Majestad Cecilie —respondió, observándola con ternura, pero eso solo terminó de avergonzarla.

Por el contrario Willbert solo se preguntaba: ¿Qué clase de bestia sin corazón dejaría a su familia de la noche a la mañana?

Cecilie se limpió las lágrimas y recobró la compostura.

—Discúlpeme, yo...

—No se preocupe, todos en algún momento de nuestras vidas hemos estado al borde de la histeria, esto de gobernar un país no es tan fácil como se cree.

—¿Eh? —Con una sonrisa débil, Cecilie le concedió la razón, aunque no era esa precisamente—. Tiene razón. Algunas veces quisiera ser libre de todo esto.

Willbert había decidido aparentar no saber nada de su pasado para no hacerla sentir incomoda, además ese era el último tema que quería tocar en su primer acercamiento con ella, aparte de lo difícil que seria para ambos. Estaba comenzando a hacerse la idea de que si no podían estar juntos como pareja, quizás podrían ser solamente amigos.

—Comparto su opinión —comentó educadamente.

—Dígame, ¿se ha sentido cómodo en Pacto de Sangre?

Ella le dedicó una sonrisa tan deslumbrante que enredó todos sus pensamientos. ¡Joder! la bella Cecilie le estaba preguntando algo y él no encontraba su voz para responderle ¿Por qué no podía responder con un «si», y seguir su camino? pensó. En cambio solo asintió con la cabeza como bobo.

—Me alegro. Será mejor que entremos, esta helando y gracias a mí, usted se quedó sin abrigo.

—No se preocupe por eso, Cecilie —se apresuró a decir, comenzando a caminar detrás de ella. Cecilie se dio la media vuelta y él detuvo su caminar.

—No use formalismos conmigo, llámame Cheri.

—Cheri...creo que ese nombre te va de maravilla —Ella rió ante su alago—. Entonces lo mismo le pido, llámeme simplemente Willbert.

—Bueno, Will, Que te parece si para calentar un poco nuestros cuerpos tomamos una copa de vino en la sala.

Ante la sugerencia de Cecilie, Willbert no pudo hacer más que reír internamente contestando en su mente «¿Calentar? Mi querida Cecilie, tenerte frente a mí, me calienta automáticamente»

Llegaron a la sala y ella se apresuró a servir las copas, le dio una a su invitado y se sentó en el sillón. Estaban conscientes que no querían tocar temas de política y ninguno se quería inmiscuir demasiado en temas familiares y personales del otro.

Cecilie se mantuvo en silencio durante un momento, observando con fijeza su copa de vino, moviéndola de vez en cuando y suspirando al mismo tiempo, en aquellos momentos sentía cierta compasión de sí misma, estaba agotada; mental, física y emocionalmente acabada. Últimamente no había tenido fuerzas para seguir fingiendo frente a los demás ser la misma Cheri de siempre, aquella que era alegre y espontanea.

Willbert miró a conciencia todo lo que había en la sala de estar, no quería ver demasiado a Cheri, era tan hermosa que estaba haciendo unos esfuerzos sobrehumanos para no desnudarla y empujarla hacia el sofá para hacerla suya. Se golpeaba mentalmente por tener ese tipo de pensamientos, tenía valores morales que cumplir. Además... ¿Qué paso con aquello de amistad? Parecía que su fuerza de voluntad era muy débil.

—Es realmente difícil...

Cuando dirigió su mirada hacia ella, pudo notar que sus ojos estaban llorosos y se mordía el labio inferior en una clara muestra de dolor, y no dejaba de apretar fuertemente la copa con sus temblorosas manos.

Entendió perfectamente que se quería desahogar y la escuchó.

—Todo mundo estuvo en contra pero... yo sentía en mi interior que él era el indicado, y no hice caso a las advertencias...

Cecilie se rió, pero Willbert creyó distinguir cierta amargura en su risa.

—Lo peor son las miradas de lástima que me dedican algunas personas, odio tener que ser la "pobre Cheri" No puedo quitarme el titulo de la reina abandonada.

Willbert no supo que decir por eso prefirió quedarse callado.

—A veces me pregunto qué hice mal —a Cecilie le sorprendió que aún le doliese recordarlo. Que aún sintiese la ausencia de ese humano que tanto amó.

—No fuiste tú. Las cosas pasan por...por alguna razón —fue lo único que a Willbert se le ocurrió decir.

Cecilie bebió el trago de un solo golpe, sirviéndose otro en el acto. Willbert bebía con más calma, esperaba que cambiara rápido de tema antes de comenzar a escupir maldiciones para ese maldito y desconsiderado humano.

—Tengo curiosidad por saber sobre ese cuaderno que traes a todos lados. ¿De qué es?... si se puede saber.

Willbert agradeció enormemente que cambiara el tema, sin embargo, pese a lo ridículo que pudiera sonar no contaba con que la reina se fijara en el detalle del cuaderno. Le abochornaba que ella conociera su faceta artística, pues consideraba que aun le faltaba mucho por aprender, aunque su hermano le repetía que era muy bueno le costaba creerle ya que era una persona muy perfeccionista.

Tragó con dificultad y había empezado a sudar de sus manos, mismas que sostenían con fuerza el dichoso cuaderno.

—Digamos que me gusta dibujar y aprovecho que por fin tomaré unas vacaciones para dedicarme a eso...—logró balbucear.

—¿Puedo ver? —Cecilie dejó la copa sobre la mesita de sala y extendió la mano. A Willbert no le quedó más remedio que entregárselo. Cecilie sonrió antes de comenzar a hojearlo—. Eres bueno, muy bueno.

Willbert sonreía en cuanto la veía tan interesada viendo sus dibujos. Si dejara a un lado el hecho que aun tenía secuelas de un amor del pasado, ella era precisamente la clase de mujer con la que le gustaría compartir el resto de su vida. ¿Tomaría entonces el reto de curar su destrozado corazón? Quizás estaba demasiado desesperado pero la respuesta inmediata fue que si, lo que ella necesita era un hombre que la valorara y ese era él.

—Oye, y si tienes tiempo ¿podrías dibujarme a mí? —pidió entusiasmada, volviendo su vista al rey.

—Te dibujaré a ti en cuanto vea un semblante verdaderamente alegre en tu rostro Cheri, lo prometo.

—Con que un semblante verdaderamente alegre en mi rostro ¿eh? A lo mejor sea un reto muy grande. Te lo advierto.

—Tengo todo el verano para hacerlo —Le guiñó el ojo, la reina se sonrojó—. Además está el hecho de que soy un campeón. No me iré de aquí hasta conseguirlo.

Ella se encogió de hombros y dio una respuesta.

—¡Hecho!

—¿Te gustaría salir conmigo mañana?

Debía ir paso a paso, de alguna manera tenía que hacerla sonreír de verdad, ese era su objetivo, hacerla olvidar poco a poco a ese hombre que le había causado tal dolor.

Se pusieron de pie y se miraron fijamente a los ojos. Quizás eso sería un nuevo comienzo en sus vidas.

Ella alzó su copa al mismo tiempo que él y exclamó:— ¡Brindo por eso!

—¡Salud!

******************

La primera salida se convirtió en una segunda y ésta en una tercera, a ambos soberanos se les veía todo el tiempo juntos y se sorprendieron al descubrir que tenían varias cosas en común. Algunas veces salían al pueblo y otras simplemente se quedaban en Pacto de sangre ya sea descansando bajo la sombra de un gran árbol en el patio trasero o en la sala de estar jugando una partida de ajedrez.

Stoffel los vigilaba a escondidas, si sus instintos no le fallaban el gran Maou de fuego podría convertirse en su futuro cuñado y eso le convenía, por primera vez estaba de acuerdo con el proceder de su hermana menor.

En un abrir y cerrar de ojos pasaron tres semanas. Aun no habían formalizado su relación, no habían tenido un acercamiento concreto como pareja, pero así estaba bien para ambos. Para Willbert este era un momento de prueba, si sus sentimientos eran lo suficientemente fuertes como para tenerle paciencia, entonces no daría marcha atrás... no la dejaría ir por nada del mundo. Para Cecilie era un momento de limpieza espiritual, no más sufrimiento, no más autocompasión. Si la vida le había dado una tercera oportunidad se la jugaría, pero sería la última vez...

*********

Después de tres semanas tendrían una cita más, podría ser la última o la definitiva. Willbert tenía que partir de regreso a Antiguo Makoku ya que había pasado el tiempo límite de libertad, Bastian estaba presionándolo enviándole cartas de forma continua, mismas que no se molestaba en contestar.

Si esta vez confirmaba que los sentimientos de ella hacia él estaban cambiando, daría el siguiente paso. No había sido fácil tenerla tan cerca y no besarla estos últimos días, pero quería que ella se sintiera motivada a hacerlo y en ese momento la recibiría con todo el amor que tenía guardado solamente para ella.

La esperaba ansioso en la salida del castillo, tenía ya ensillados dos caballos, los cuales acariciaba de vez en cuando para calmar su nerviosismo.

—Will —La reina apareció luciendo una blusa blanca de botones, pantalones negros, botas altas, y guantes en sus manos. Su cabello era amarrado por una cola alta—. ¿Así estoy bien para salir?

— ¡Estas perfecta! —Willbert se sonrojó por la frase que podía malinterpretarse como algo atrevido—. Di-digo para salir, tu ropa es cómoda para lo que vamos a hacer hoy...

—¡Ah! Montaremos a caballo —Entendió Cecilie porque esta vez él le había pedido que dejara los vestidos y usara ropa más cómoda.

—Sí, ¡Vamos! —La tomo de la cintura y la ayudó a subir al corcel para después montar al suyo que era de color blanco.

Cabalgaron hasta llegar al lago de Shin Makoku, disfrutando el aire puro y la paz que se sentía alejándose por unos momentos de todos los problemas que los agobiaban.

—Esto es hermoso... — comentó Cecilie ensimismada viendo el horizonte.

—¿Te gusta así? —le preguntó el Maou obteniendo de inmediato su atención—. Yo quería que vieras otra faceta de este lago, si me lo permites claro. ¿Puedo cambiar un poco el lago del país que gobierna, Majestad?

La reina asintió curiosa, Willbert la tomó de la mano para acercarse más a la orilla.

—Quédate aquí.

Él entró al agua y su cuerpo comenzó a brillar. Cheri lo veía atentamente. Willbert colocó las manos al fondo del agua haciendo majutsu de aire, poco a poco las aguas se fueron solidificando por el frio aire convirtiendo el lago en una especie de pista de hielo.

Los ojos de ella brillaron intensamente, todo parecía tan mágico en unos pocos segundos que no lo podía creer. Se necesitaba mucho Maryoku para hacer que un lago completo se solidificara.

—Hermoso —susurró colocando una mano sobre su pecho.

El Maou se dio la media vuelta y le extendió la mano a su amada para que lo acompañara al centro del lago hecho pista de hielo.

—Cheri, ¡ven!

—¿Eh? Pe-pero nos deslizaremos y caeremos al suelo...

El rey rió, y aquellos sexys y azules ojos brillaron en suspicacia.

—¡De eso precisamente se trata!

Willbert avanzó con fuerza sobre el hielo deslizándose hermosamente y dando un giro en los cielos. Eso prácticamente la había dejado boquiabierta.

—¡Ven, es divertido! —propuso por una segunda vez y una nerviosa Cheri aceptó—. ¿Confías en mi? — susurró cerca de sus labios, ella asintió perdiéndose en esos cielos profundos.

La tomó de las manos y avanzo junto a ella bailando en la fría plataforma al compás de una música inexistente. Sentían la brisa sobre sus rostros, se sentían libres, sentían como si podían volar. Decidieron ese día dejar atrás las traiciones, las obligaciones, los problemas. No ahora, tal vez ya no mañana, el tiempo lo dirá, por ahora solo eran ellos dos. Un nuevo amor, una nueva oportunidad para creer que una persona te puede amar para siempre, una manera de curar las cicatrices del alma.

Él la tomó de las dos manos viéndose de frente y comenzó a girar, poco a poco la velocidad aumentó hasta el punto de cerrar sus ojos con fuerza para no marearse.

—Will... ¡No lo hagas! —Cecilie sabia que esto iba a acabar mal, con más de alguna caída, pero no le importó, se estaba divirtiendo mucho—. ¡Will! AAAH

Como era de esperarse, cayeron acostados sobre la fría superficie, Willbert sobre Cecilie. Ambos reían a carcajadas por tan patético final.

—Creí...creí que sabias patinar... —comentó divertida la de cabellos rizados debajo del cuerpo del galante Mazoku de fuego.

—Hace mucho que no lo hacía, aunque nunca intenté algo como eso... —confesó él, ahora comenzaba a sentir su cuerpo frio, una debilidad conocida por los demonios de fuego—. Creí que me iba a salir artístico.

—Estas temblando...

Willbert negó con la cabeza.

Ella rió, frotando cariñosamente sus manos contra los brazos de él

—No fue una pregunta, fue una afirmación... ¿Puedo intentar algo para que te sientas más cálido?

—Dime que podría hacer mi cuerpo entrar en calor...

Poco a poco sus rostros fueron acercándose al tiempo que cerraban sus ojos, él acarició sus labios contra los suyos para luego alejarlos, quería que ella lo deseara, que le suplicara tomar su boca con ansia y frenesí, aunque ganas no le faltaban. Los ojos de la reina se abrieron entre sorprendidos y molestos solo para ver la sonrisa socarrona de su hombre. Ella hizo un puchero antes de rodear sus brazos alrededor de su cuello y darle un exigente, ardiente y hambriento beso en los labios deseando únicamente que se intensificara.

Su Maou de fuego le dio todo por cuanto quería, era tan apasionado y vigoroso que supo que nunca lo dejaría ir de sus manos. Willbert era su nuevo amor, ya no había rastros de aquel amor del pasado, simplemente existía el respeto y cariño.

*************

—Quiero muchos fuegos artificiales, durante toda la noche, ¡Por Shinou! Mi hermana se casará con el poderoso Maou de fuego ¡faltaba más!

Stoffel no había parado de dar órdenes a los encargados acerca de cómo quería que se realizaría la boda real de Willbert y Cheri a tan solo una semana. Estaba decidido a echar la casa por la ventana. Tener a semejante personaje como cuñado era todo un honor, sin contar con la ventaja de tenerlo en las tropas para defender a la nación, ningún país humano se atrevería a irse en su contra, no si sabían quién era el gran Willbert von Bielefeld. Y no solo él estaba maravillado con la noticia, sino también el resto de los miembros líderes de los territorios de Shin Makoku que aceptaron el matrimonio sin poner ninguna objeción.

Detrás de Stoffel la sonriente y enamorada pareja los seguía caminando rápidamente por los corredores del castillo Pacto de Sangre.

—¡También flores! Quiero muchas flores ¿cierto cuñado? —Stoffel se dio la media vuelta para atrapar en un abrazo fraternal a su próximo y muy apreciado miembro de familia.

—Si, ¡auch!

Willbert se sobó el brazo después del frenético y efusivo apretón que le dio Stoffel. Cecilie estaba a punto de soltar una carcajada, en esos días se le veía más radiante y hermosa que nunca, sonreía a más no poder y de vez en cuando se le encontraba ensoñadora. En conclusión: Totalmente enamorada.

Willbert volteó a ver a un lado y encontró a una personita que había conocido hace unos días atrás, al parecer entrenando en el patio de armas. Quería tener un acercamiento verdadero con él. Estaba consciente que no se casaría solo con una mujer sino con una familia y era su responsabilidad mantener una buena relación con los hijos de su esposa que en teoría serian también suyos.

—¿Will? —Cecilie se extrañó al notar que su prometido se había quedado atrás, él la tomó de la mano y se alejaron un poco del resto de las personas.

—Necesito hacer algo importante —susurró él, acariciando el suave y perfecto cutis de su amada—. ¿Te encargarías del resto tu sola?

Ella miró ensimismadas esos hermosos ojos azules y asintió para después recibir un sutil beso en los labios, al cual se entregó complacida hasta que les faltó el aire.

**********

Juró que algún día se vengaría de aquel sujeto, ¡Jamás lo perdonaría! El que se hacía pasar por su amigo escondía detrás del disfraz de una oveja a un lobo que solo tiene hambre de gloria y poder. Aquel día había sido uno de los más terribles de su vida, cuando ese sujeto abandonó a su madre de la noche a la mañana. Lo único que quería hacer era matarlo con sus propias manos por ser tan canalla.

¡Traidor! ¡Sínico! ¡Mentiroso humano! Cuando comenzaba a confiar en ti... tu...

—¡Oye, oye! Tranquilo, campeón.

La voz de una persona a sus espaldas evitó que destruyera el muro que tenía en frente con Majutsu de Tierra. Gwendal chasqueó la lengua al ser interrumpido de esa manera en su entrenamiento y se dio la vuelta para verlo a la cara.

—Majestad... —saludó fríamente, haciendo una leve inclinación a regañadientes.

Willbert se enterneció al ver el semblante tan serio y rígido del primogénito de su prometida. De cierta manera se recordó a si mismo cuando lo único que quería hacer era volverse más fuerte.

—¿Majestad? —repitió y se pasó una mano por el cabello—. No necesitas ser tan formal conmigo, eres el hijo de mi prometida lo cual significa que serás mi hijo en un futuro muy cercano.

Gwendal rodó los ojos con sarcasmo, estaba harto, Ya no confiaba en los adultos, sabía muy bien que solo era cuestión de tiempo para que este sujeto que tenía en frente también los abandonara.

—Preferiría mantener la distancia con usted, si no le importa. Mi Lord —Dedicándole una fría mirada, Gwendal agregó—: Y usted no puede venir e intentar ocupar el lugar al alguien importante en mi vida.

En ese punto, Willbert le dio la razón.

—Escucha Gwendal, amo a tu madre y por tanto amo todo lo que tenga que ver con ella. Solo te pido una oportunidad para acercarme a ti ¿Qué dices?

—Me preguntó cuánto tiempo durara esta farsa —siseó el menor con rencor—. Todos dicen lo mismo cuando intentan acercase a mi madre pero cuando se enteran que tiene un hijo mestizo se apartan de ella como si mi hermano fuera un monstruo.

Willbert negó varias veces con la cabeza

—No te preocupes. Soy consciente de eso y estoy preparado.

Gwendal colocó sus manos detrás de su espalda y comenzó a caminar en círculos alrededor del mayor.

—Entonces, su majestad —le dijo cara a cara, a manera de retarlo—. ¿Está dispuesto a aceptar ese hecho, sin menospreciar a mi hermano menor? Porque a decir verdad de usted no me lo creo.

Vaya, su futuro hijastro tenía agallas, eso le gustó. Se permitió esbozar una sonrisa y el pequeño Gwendal frunció el ceño.

—Lo haré —dijo con determinación y el menor le miró atónito—. El tiempo te demostrará que soy sincero. —Se plantó cerca de él y le extendió la mano—. ¿Hecho?

Gwendal dudó uno segundos pero finalmente aceptó tomar su mano.

—Más le vale, que cumpla su palabra...

Willbert sonrió complacido. El chiquillo que tenía en frente no tenía una imagen paternal y él estaba dispuesto a asumir ese rol.

—Cariño...

La voz de Cheri hizo que desviara rápidamente la mirada hacia ella.

—Hay alguien que te quiere conocer...

Detrás de ella estaba un pequeño castaño de ojos color marrón. Él debía ser Conrad. Era su primer acercamiento pues no lo había conocido debido a que el pequeño estaba de viaje con aquel sujeto. Parecía nervioso al estar frente a su presencia, Cheri se encargó de tranquilizarlo cargándolo en brazos.

Así que, él era el medio mazoku, parecía ser una criaturita inofensiva, tenía una carita inocente y mirada amable. En su vida no había tenido mucho contacto con esa raza. Le agradecería enormemente si quitara sus manitas de los pechos de su amada, esos que pronto le pertenecerían a él.

—Hola pequeño... —bien, lo primero era tratar de interactuar con esa criaturita, aunque el muy consentido solo se arrimó más a su progenitora. Le envió una mirada de auxilio a Cheri claramente diciéndole «Ayúdame con él»

—Conrad, mi vida, éste señor será mi esposo próximamente.

Antes las palabras de su madre, Conrad puso una cara de tristeza. Tenía la esperanza de que sus padres volvieran a estar juntos algún día, sabía que su padre aun amaba a su madre porque a veces lo encontraba suspirando mirando la luna y las estrellas con una melancólica sonrisa.

—Madre... —dijo Conrad con inocente voz, sacando de su bolsillo un obsequio—. Mi padre te manda este collar, dice que su piedra le recordó el verde tus ojos.

El rostro de Cheri se descompuso obviamente avergonzada y qué decir del de Willbert, Gwendal no soportaban contener risa que le dio la reacción de su prospecto a padrastro.

Willbert miró a un lado encontrando Gwendal cruzado de brazos y también curvó sus labios en una sonrisa de burla claramente retándolo a tener paciencia con su hermanito

Si... claro... esto sería pan comido... decía.

***************

Antiguo Makoku, Ciudad Imperial.

Con una sonrisa de oreja a oreja, Hannah leía una y otra vez la carta que le había enviado su amigo donde le contaba con detalles cómo habían sido sus vacaciones en Shin Makoku. En cada una de las cartas le describía a su «hermosa Cheri» con suma delicadeza y amor. También describía a sus hijos, el serio Gwendal y el amable Conrad. Casi se va de bruces cuando leyó que el pequeño era un mestizo y que aun así su mejor amigo trataba la manera de llevarse bien con él. Sonrió conmovida después de reflexionar que este podría ser el inicio de una nueva era para el mundo demoníaco.

Ella estaba feliz de que su mejor amigo fuera feliz. Por el contrario, el concejo de Nobles de Antiguo Makoku estaba totalmente en contra de la renuncia Willbert como soberano de su país. Le habían pedido que reconsiderara la idea de renunciar a su puesto, y aclarado que aceptarían gustosos a la reina y su familia si era eso lo que le preocupaba, mas la respuesta mandada por correo fue clara:

"Me siento muy feliz viviendo en Shin Makoku al lado de mi esposa y los hijos que he adoptado como míos, además aquí están mis raíces y mis tierras, es hora de hacer algo por ellos..."

Sintió como le arrebataban con brusquedad la carta de sus manos, arrugó el entrecejo y volteó a ver a esa persona tan maleducada reconociéndola con frustración, su esposo tenía que ser.

—Regrésamela.

Batian hizo caso nulo a su exigencia y dispuso a leer la carta, ensombreciendo su mirada con cada línea que leía.

—Mierda... un país entero se queda sin soberano y él se la pasa de lo mejor como si no le importara...

—¿Qué acaso no pueden elegir a otro? Hay muchos candidatos —alegó Hannah, levantándose de la silla del escritorio.

—Como se nota que una mujer no entiende de política— siseó él. Hannah le miró ofendida—. El pueblo se niega a aceptar otro soberano, están haciendo huelgas en las calles. Al único que aceptaran como rey, es Willbert.

—Pe-pero... ¿Cómo han hecho hasta ahora para calmar a la población? Se supone que Will lleva ocho meses de ausencia.

—Tácticas mujer, les hacíamos creer que su Maou estaba en la guerra que Shin Makoku mantiene con Shimaron Mayor, como es originario de ese país hasta se sintieron orgullosos los muy ineptos. Pero el tiempo de espera se ha terminado y ahora exigen ver de nuevo a su querido Rey —había cierto menosprecio en su entonación, era debido a la envidia que sentía por él.

Hannah se mantuvo seria y determinada.

—Pues tendrán que decirles la verdad y elegir a otro Maou, Willbert encontró su lugar en el mundo, uno donde es feliz. Ha sido muy claro, no piensa regresar.

Pese a todo lo que hubiera imaginado, Bastian rió antes de acercase a ella y plantarle un beso en los labios, un beso que le supo a nada. Ella ladeó su cabeza para no seguir con aquel acto que la tomó por sorpresa.

—¿Quién será según tú el próximo Maou? Dime mi amada esposa.

Hannah titubeó nerviosa

—Pues, Alexander por ejemplo... o Charles... aunque es muy joven es muy fuerte o tal vez...

—¿Martín?...

Ella cerró la boca y agachó la cabeza.

—Cualquiera que sea, el pueblo se nos vendrá encima, No quieres poner en peligro la integridad de ninguno de los que has mencionado ¿Cierto? —La castaña negó apesadumbrada, Bastian frunció el ceño y continuó hablando con rigidez—: Entonces mantente callada, esto no nos conviene a nosotros tampoco, un cambio de gobierno significa cambio de administración y no hay nadie mejor que mi persona, para manejar los asuntos del Maou.

«No quiero perder mi puesto, debo hacer algo para evitar esta tragedia nacional»

 

 

Notas finales:

En el próximo cap.

Un viaje forzado

-Carta desde Antiguo Makoku, piden que me haga presente para arreglar los últimos asuntos antes de mi retiro del puesto como Rey- explicaba Willbert con la hoja de papel en sus manos.-

-¿No lo puedes atrasar? tu hijo está a punto de nacer… - replicó inconforme Cecilie.

-Dice que será lo último que haga y después seré libre, tomará como unos tres meses nada mas, después de eso regresaré para siempre a Shin Makoku para ahora si estar con ustedes, sin ataduras, aunque me perdería el parto… - la cara resentida de su esposa no le gusto para nada- Se los debo Cheri, es el lugar donde me crie, les tengo mucho cariño…

Una mentira

Firma: Anónimo”

-¿Que significa esto?- espetó fuertemente el blondo rey tirando con furia la carta sobre la mesa

-¿Es una carta?...- repuso el pelirrojo con un toque de indiferencia.

-Léela…-ordenó inmediatamente – ¡QUE LA LEAS! – gritó

Y otras cosas más… 


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