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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Hola.

Yo de nuevo. Je, je. Avisándoles que hay cambios de planes. No van a ser dos capítulos sino tres especiales de lo que pasó antes del nacimiento de Wolfram y todo el problemón. Lo siento por eso. Y por si está un poquito aburrido. Pero se trata de mi Wolf… perdón NUESTRO. Wolfram xDD y no me pude contener  en escribir cada detalle así tal cual.

Y si ponía un solo capitulo iba a ser muuuy extenso créeme. Así que vamos poco a poco.-

Espero sea de su agrado.

Muchas gracias por leer y por lo reviews que. Me animan. Sinceramente-

El prodigio de las Tierras Bielefeld II

Bienvenido, hermoso Wolfram. Planes de destrucción.

Aquella boda real se quedaría grabada en la mente y los corazones de los habitantes, Nobles y plebeyos por igual, entre los eventos más importantes de la historia y como el inicio de una nueva era en Shin Makoku. En aquel suceso la reina lució radiante con un vestido de fina tela de seda color marfil, tenía una amplia falda que caía abierta hasta el suelo, un escote pronunciado pero elegante y un delicado listón en la cintura. Todo el atuendo le sentaba bien a las curvas de su cuerpo; El novio se encargó de mandarle un conjunto de joyas, entre collares y tiaras, de las más exquisitas que se pudieran contemplar, hechas de oro, esmeraldas y perlas. Al futuro consorte de la monarca se le vio excelso con un traje a juego de camisa color oro bajo un chaleco color marfil y pantalón negro, todo complementado con una sexy y hermosa sonrisa, la cual derritió a mas de alguna invitada.

La pareja estaba acompañada por familiares y amigos cercanos en el templo, entre ellos y al lado del novio se encontraba Waltorana y al lado de la novia Stoffel con una sonrisa de oreja a oreja que claramente reflejaba lo complacido que estaba con ese matrimonio. Gwendal y Conrad en primera fila observaban a su madre que lucía radiante y feliz. El templo estaba hermosamente decorado con rosas blancas y rojas, a las afueras ya se habían aglomerado un grupo de ciudadanos esperando ansiosos el anuncio oficial del matrimonio de los reyes. Ese día tuvieron la bendición de Shinou que lo manifestaba con un día brillante y acogedor, y fue la sacerdotisa Ulrike, la encargada de llevar a cabo la ceremonia...

—¿Aceptas a esta mujer como esposa? —preguntó la pequeña sacerdotisa.

—Acepto, y te amaré en la salud y la enfermedad, y lo haré siempre hasta que la muerte nos separe —respondió Willbert con la emoción reflejada en sus ojos la cual su bella Cheri respondía con una sonrisa.

Entonces la sacerdotisa se dirigió a la novia.

—¿Aceptas a este hombre como esposo?

—Acepto —empezó ella, sonrojada y un poco nerviosa—. Y te amaré en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso hasta que la muerte nos separe... —tras decir eso, sujetó con firmeza las suaves manos de su esposo. «Por siempre y para siempre» —pensó enternecida y emocionada.

Willbert levantó con delicadeza la mano izquierda de Cecilie para darle un beso en el dorso y le sonrió con ternura. El momento de la entrega de los anillos había llegado.

—Con este anillo te desposo, Cecilie recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad —dijo mientras deslizaba el anillo por dedo anular. Después ella hizo lo mismo en la mano de su amado Maou de Fuego.

—Willbert recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad...

Cuando la pareja hubo terminado, la ceremonia concluyó. Willbert tomó a su esposa entre sus brazos y le dio un largo beso mientras los invitados aplaudían y celebraban su unión.

Al salir del templo, la pareja real de Shin Makoku, acompañada por familiares y guardias de élite, fue presentada a los habitantes que los saludaban con inclinaciones de cabeza y reverencias.

***************

Habían transcurrido diez meses desde que Willbert se había presentado en el consejo de Nobles de Antiguo Makoku para anunciar su renuncia al puesto, y nueve meses después de la ceremonia de boda.

Durante ese tiempo muchas cosas sucedieron...

La vida era maravillosa desde la perspectiva de la enamorada pareja y para los diez Nobles miembros del consejo de Shin Makoku, esa unión fue el inicio de una época de tranquilidad en el país. Aunque las batallas contra los países humanos nunca cesaban los bandos humanos se veían debilitados al contrario de ellos que tenían a un fuerte eslabón entre sus tropas.

Cuando la situación mejoró notablemente, la pareja real se permitió un tiempo libre. Navegaron en el barco de la reina a una isla alejada del reino para tener momentos de paz e intimidad por unos días.

Los ojos esmeraldas de Cecilie brillaban conteniendo las lágrimas de alegría y su cuerpo entero temblaba de la emoción después de la revisión médica a la cual había acudido por unos síntomas ya conocidos pero de los cuales no estaba completamente segura. Regresaron a Pacto de Sangre con la noticia de la llegada de un nuevo miembro a la familia real.

Willbert cumplió su palabra y al primer mes de embarazo dibujó a su esposa con su radiante y verdadera sonrisa. Así, mes a mes, en la misma fecha la dibujaba quedando plasmado todo el transcurso del embarazo como hermosas obras de arte.

A petición de Cecilie, fue Willbert quien tomó las riendas del país y todos los Nobles estuvieron de acuerdo con la decisión. El consorte de la reina usualmente la molestaba con eso de: "estar huyendo del papeleo, de las reuniones y de todos los asuntos administrativos que como Maou tenía que manejar" Pero le cobraba las horas extras en la noche, mismas en la cuales la reina tenia antojos debido a su embarazo, armaba unos líos fenomenales si no se los cumplía e iban desde cosas comunes como limón o duraznos hasta cosas extrañamente combinables como bocadillos de galletas saladas con queso y caviar mojados con té de naranja. Era gracioso ver al Mazoku de fuego a la medianoche buscando conceder los deseos de su mujer en la cocina. Pero como él mismo se repetía mentalmente: «Todo sea por mi Cheri y por mi bebé» y es que no había otra palabra para describir como se sentía respecto al nacimiento de su primer hijo que no fuera la locura; estaba loco de amor, loco de alegría, loco de la emoción.

********************

Esa noche habían estado haciendo el amor por horas. Benditos los meses de embarazo en los cuales hay un aumento del apetito sexual y él no era nadie para negarse a las peticiones de su esposa.

Ahora, sentado al respaldo de la cama, el atractivo rubio dibujaba a su esposa que mostraba una pancita de cinco meses debajo de un lindo camisón color lila.

Ella estaba impaciente por ver su retrato. Aunque adoraba ver el perfil serio y concentrado de su esposo cuando la dibujaba no podía con la curiosidad de saber cómo se veía ante sus ojos.

—¿Puedo verlo ya?

Willbert meneó la cabeza sin dejar de enfocarse en el dibujo.

—Espera, cielo, un poco más...

Sin esperar un minuto más, Cecilie se colocó sobre su esposo con una pierna a cada lado de su cadera arrebatándole el cuaderno al mismo tiempo, no sin antes darle un apasionado beso en los labios. Lanzó un suspiro dándose valor a sí misma antes de fijar su vista en aquel retrato que claramente reflejaba su abultada barriguita de cinco meses. Como lo había sospechado, su curvilínea figura se había esfumado. Por todos los cielos, solía ser una "Sexy Queen", no podía evitar sentirse cohibida por los cambios de su cuerpo, y eso que lo experimentara por tercera vez. Lo peor era, que esos cambios se harían más notables dentro de tres meses y ahí si parecería un globo terráqueo.

—humm!... —hizo un puchero —Es la realidad ¿cierto?... —exclamó con cierta resignación. Tampoco podía negar que tanto ella como Willbert deseaban la llegada de ese bebé con toda el alma.

—Te ves hermosa a mis ojos Cheri —Willbert sonrió con picardía—. Que no te quede la menor duda, de hecho después de este bebé espero volver a verte así muy pronto.

—¿Eh? —Cecilie le miró con incredulidad—. Espera, espera, cariño. Esto no es tan fácil como se ve. Dame un respiro un tiempo.

Willbert rió ante su reacción

—Perdón. Pero como ya te lo he contado antes, me crie en un internado y estoy acostumbrado a estar rodeado de gente, de todas las edades, por eso quiero una familia numerosa —explicó con suavidad mientras alargaba la mano para juguetear con un rizo del cabello de su esposa.

Cecilie sonrió antes de poner el cuaderno de dibujo sobre el buró y acostarse en la cama, Willbert se apresuró a colocar la cabeza sobre su regazo, como un gatito mimoso, y le besó la pancita a su esposa, sagrado lugar donde se formaba su hijo. Le encantaba sentir las leves pataditas que daba su bebé, imaginaba que sería igualito a él en su manera de ser, tan despierto e inquieto.

—Y ¿Ya has decidido un nombre? —preguntó Cecilie con voz suave mientras le acariciaba los cabellos de aquel que comenzaba a dormitar.

—Si es niña quiero que se llame Mary... —respondió Willbert, melancólico.

Cecilie sonrió con nostalgia, hace pocos meses atrás, su suegra había fallecido, sabía lo duro que había sido para su esposo y para su cuñado, ahora ellos eran los únicos representantes de la familia Bielefeld. Ellos y el bebé que llevaba en su vientre.

—Y si es niño quiero que se llame como mi abuelo.

—Wolfram... —susurró Cecilie al tiempo que le daba un beso en la cabeza—. Me gusta mucho...

Su esposo sonrió ante su declaración.

—He soñado algunas veces con la llegada del bebé...

—¿A si? ¿Cómo te lo imaginas?... yo creo que será parecido a ti físicamente, rubio y de ojos azules.

El consorte negó y fijando su vista a la de ella, le confesó:— He soñado que es idéntico a ti. Justo como lo que yo mas amo en la vida...

Ella se quedó sin palabras ante tan hermosa confesión y lo único que pudo hacer fue abrazarlo fuertemente con el corazón latiéndole acelerado en el pecho.

*****************

Tiempo después...

—Muy bien Gwendal, ahora te lanzaré ataques de fuego y quiero que utilices una barrera en el momento justo ¿entendido? —El aludido asintió totalmente determinado. Willbert hizo lo que antes había advertido y el menor detuvo sus ataques con precisión—. ¡Excelente!

La relación entre esos dos había mejorado notablemente. Willbert había cumplido su promesa de no menospreciar a su hijastro menor, al menos lo intentaba o más bien se mantenían a distancia y eso era lo mejor. Y a Gwendal le comenzaba a simpatizar ese hombre. Debía aceptar que era buen maestro, buen esposo y consorte. Era grato estar con él. Debido a su educación entre la Nobleza, era muy culto y recto. No más fiestas paganas en el castillo como sucedía a menudo cuando ese humano era el consorte de la reina.

—¿Usted cree que pronto aprenderé a controlar mejor mi elemento, lord von Bielefeld? —peguntaba Gwendal, casi sin aliento por el esfuerzo físico de esquivar las bolas de fuego. Su objetivo era volverse alguien fuerte y capaz, pronto tomaría su lugar en el consejo de Nobles, más importante, debía estar preparado para ir al frente de batalla si en un futuro llegara a ser necesario.

El rubio respiraba agitadamente al igual que el menor.

—Vale, primero trátame... con más confianza...te lo he dicho

Gwendal arqueó juguetonamente una ceja.

—De acuerdo, Willbert —Sabía perfectamente que esperaba que le llamara padre. Y si, quizás se le había escapado la palabra "Padre" para referirse a él un par de veces, pero eso no evitaba que quisiera molestarlo.

—Bueno, bueno... —Willbert rodó los ojos y colocó las manos en su cintura—. Vamos bien, con un maestro como yo aprenderás más pronto que lo que tu madre nos regaña por quemar su rosal.

—¿Qué rosal?...

Se escuchó una voz conocida detrás de ellos, ambos pusieron los ojos en blanco y comenzaron temblar para después darse la media vuelta y apuntarse el uno al otro con el dedo.

—¡Fue él! —dijeron ambos a la vez mientras la veían acercarse y hacerlos a un lado solo para contemplar la destrucción de su jardín. Ese par seguía retándose el uno al otro con cosas como: "fue tu culpa" "Usted es el mayor, acepte su responsabilidad"

—Flores quemadas... túmulos de tierra sobre ellas... —masculló la Maou para resumir como había acabado su bello jardín—. ¡Ahora tendrán que arreglarlo entre los dos! ¿Entendido?

Ambos cerraron sus parpados por el tonó rígido que usó la reina y colocándose la mano en la frente como un saludo militar respondieron: —¡A la orden, mi señora!

Cecilie hizo un esfuerzo por reprimir la sonrisa que afloraba a su rostro, ante todo debía parecer estricta y molesta, aunque ocultara el gusto que le daba ver a su esposo y a su primogénito tan unidos.

Al tenerlos de espalda y en cuclillas, se permitió observarlos con ternura.

—Cheri, ya no te enojes amor. No te hace bien, ni a ti ni a nuestro bebé —comentaba el rey quitando las flores marchitas mientras Gwendal desenterraba algunas. Su amada esposa ya mostraba un embarazo de ocho meses.

—¡¡Su majestad, Cheri!!

Dorcascos joven y con cabello se acercó a la rubia. Como siempre tan nervioso y exagerado en su entonación.

—Dime.

—¡¡Dan Heller Weller, está de regreso!!

Willbert se paralizó por unos segundos al escuchar claramente que ese hombre estaba en el castillo. Aunque no habían vuelto a tocar el tema de Dan Heller Weller, parecía estar tan presente como un fantasma en sus vidas. Lo conoció en persona precisamente en una de esas veces cuando llegaba en búsqueda de su hijo para llevarlo a uno de esos viajes a países humanos, pero no se dirigieron la palabra ni siquiera el saludo solo intercambiaron miradas cargadas de desdén. La rabia que lo había apresado desde el primer momento en que notó como Weller miraba a su esposa regresó a él, también había notado cierto nerviosismo en Cheri cuando tenía en frente ese tipo. No quería enfrentarla y decirle lo que había notado. Sentía temor, sencillamente. Temor de lo que ella pudiera contestar. Temor de empezar a hurgar en algo que hiciera aflorar a la superficie sentimientos que habría preferido seguir ignorando.

Entornó sus ojos y apretó la tierra entre sus manos sin evitar recordar las preguntas constantes dentro de su cabeza ¿Por qué ese sujeto seguía tan presente en la vida de su mujer? ¿Por qué tenía que soportar su presencia mes a mes en el castillo? ¿Por qué ese hombre no aceptaba que lo que había abandonado por decisión propia, ahora le pertenecía solamente a él? Todo eso agregado a que era un Humano, un vil y asqueroso humano. La respuesta era sencilla «Un mestizo, el lazo que los une»

Willbert se levantó y giró su cuerpo solo para escuchar a su esposa decir: "Por supuesto, avísele a Conrad que su padre está aquí" y verla comenzar una carrera frenética para recibir a aquel hombre. Entendió porque esta mañana cuando se arreglaba le había preguntado si había visto aquella baratija de collar que hace tiempo le había obsequiado ese tipo.

—No hace más que enviar palomas mensajeras a su hijo cuando se le viene en gana...

La voz de Gwendal lo hizo salir de sus pensamientos. Miró a su alrededor y se dio cuenta que ahora solamente ellos dos estaban en el jardín.

—Mi hermano está bien aquí. No hace nada viniendo como dueño por su casa tratando de recuperar lo que dejó hace tiempo atrás.

—Que hombre tan desgraciado... —masculló Willbert con desprecio, apretando al mismo tiempo sus puños.

********************************

Antiguo Makoku

—¿Retomar el puesto de Maou?

Para Destari von Rosenzweig, la visita del actual Consejero Real no fue extraña en lo absoluto. Llevaba meses insistiéndole en el mismo asunto pero creyó haber sido claro en sus palabras. Su primer hijo, Volker, tomaría el puesto como gobernador del distrito en unos cuantos años y debía comenzar a instruirlo. Además ya había pagado su cuota y quería dedicarse por completo a su familia.

Y para conversar y finalizar de una buena vez ese asunto, había invitado al consejero a tomar el té junto a él en el jardín de su residencia.

—Tal vez si se les muestra una figura ya conocida, los habitantes se sentirán más tranquilos en todo lo que gano tiempo para convencer a Willbert von Bielefeld de que vuelva a su puesto...

—Lord von Moscovicht —le interrumpió con impetuosa calma—. Mi tiempo ha concluido. Estaré encantado en ser miembro del consejo pero no volveré a ser Maou. Como se lo he dicho antes, debo ocuparme de mi familia. Mi tercer hijo nació hace un mes y el pequeño Dimitri ya lo quiso tirar de la cuna... —su tono de voz había adquirido cierto toque de humor—. ¡Son unos pilluelos!

Bastian seguía sin poder comprender el origen de tales expresiones de alegría. Un país entero estaba en peligro de rebelión ¡¿y el jugaba a la familia?! Intentó concentrarse en el tema primordial del porque estaba allí.

—Lo sé y felicidades por el nacimiento de su hijo... pero...

—Los ciclos concluyen y comienzan otros.

—¿A cambio de qué? ¿De la rebelión de los habitantes? —le rebatió esta vez enfadado por haber sido interrumpido por segunda vez—. Shin Makoku se queda con uno de nuestros mejores prospectos después de que nosotros nos encargamos de instruirlo. ¿Explíqueme eso?

Lord von Rosenzweig levantó al cielo sus ojos gatunos por un momento de reflexión. Bastian había tocado un buen punto. Willbert era tan importante para Antiguo Makoku como lo era el "elegido de la profecía" y eso muy pocos lo sabían. Esa profecía tarde o temprano se cumpliría y debían estar preparados para luchar. Por esa razón lo había reclutado hace años, cuando solo era un niño, al escuchar de su asombroso poder.

—Quién iba a decir que por una mujer lord von Bielefeld dejaría atrás lo que tanto deseó ¿No era él el que juró que sería un buen Maou para nuestro país? ¡Pues que cumpla entonces! —Bastian estalló en cólera.— Pero en cambio hace que tengamos que cubrirlo para que el país entero no se entere de que ha perdido a su maldito rey

—Entonces Lord von Moscovicht, ¿Qué piensa hacer? —el ánimo del aristócrata había cambiado a uno más serio y suspicaz.

Bastian no supo que responder y agachó la cabeza. Maldijo en sus adentros el viaje de Willbert a Shin Makoku, si tan solo ese matrimonio no existiera...

Destari rodeó los hombros de Bastian con su brazo y le susurró al oído:— A veces se toman decisiones en base a las consecuencias... no importa si te hacen una persona buena o mala.

****

"A veces se toman decisiones en base a las consecuencias" Eso fue lo último que escuchó por parte de su superior antes de abandonar la residencia en Rosenzweig, no sin antes convencerlo de hacer el papel de Maou por unos cuantos meses más.

Y ahora se preguntaba ¿Qué diablos le quiso decir con eso?

Bastian estaba en su oficina en el Castillo Imperial, sentado ante su escritorio, con los pies encima, y con la silla balanceada hacia atrás. Pensando, analizando, recordando. Buscando una solución. Y la única información que manejaba de Willbert a estas alturas era gracias a las cartas que le enviaba a su mujer...

Como su última alternativa, regresó a la habitación que compartía con Hannah para buscar entre sus cosas las dichosas cartas, tal vez si prestaba atención en algunas partes de estas podría encontrar alguna luz. Las encontró en una cajita de terciopelo roja atadas con un listón, y se sentó en la cama comenzando a leerlas.

Cursilerías, tonterías e idioteces. El enamoramiento hace mal en las personas, las convierte en seres patéticos que juran que el mundo es de color rosa y pequeños mocosos en pañales andan lanzando flechas en tu trasero para reconocer a tu verdadero amor. Una a una fue leyendo las cartas, con una cara de repulsión digna de alguien que ve un cadáver, hasta llegar a las últimas y más recientes, esas fueron las que más le llamaron la atención, en ellas claramente se entendía que "el nidito de amor de los tortolos estaba siendo merodeado por un halcón". Sonrió por eso. En base a las cartas y haciendo conjeturas llegó a la conclusión de que esa era la información que esperaba. Una clave para separarlos. Con eso podría destruir ese matrimonio en solo cuestión de meses.

"A veces se toman decisiones en base a las consecuencias" recordó de nuevo. Esta vez lo comprendió. ¿Qué era peor? ¿Destruir una familia, o dejar que un país entero se vaya a la ruina? La respuesta para él fue muy obvia...

************************************

Shin Makoku, Pacto de Sangre.

Quizás había llegado a un punto en que su límite se había sobrepasado. Esa misma noche, antes de acostarse enfrentó a su esposa con duras palabras.

—No entiendo tu actitud Will —dijo Cecilie con voz resentida

—No, yo no entiendo tu actitud, Cheri —Willbert se dio la vuelta pues en aquellos momentos le daba la espalda—. No puedo creer que permitas que ese hombre venga cuando se le da la reverenda gana.

La agresividad con que había dicho esas palabras la atemorizó pero no se permitió parecer sorprendida ni mucho menos afectada.

—Es el padre de Conrad...

—¡Un hijo que dejó hace años!

—No puedo creer que seas tan egoísta, Conrad merece estar cerca de su padre...

—¿Lo dices por Conrad o por ti?...-

Cecilie prefirió no contestar y Willbert lo tomó como una respuesta afirmativa. Pero la verdad era, que se había quedado demasiado aturdida con sus insinuaciones. ¿Una infidelidad? ¿Con Dan Heller? ¡De ninguna manera!

—¿A dónde vas?... —preguntó Cecilie cuando lo vio acercarse a la puerta.

—Dormiré en otra habitación...

Cecilie, con varios kilos de más debido a su embarazo, se levantó con dificultad de la cama y se apresuró a tomar del brazo a su marido. Él se mantenía con el rostro oculto tras su flequillo.

—No, por favor... no te vayas... el bebé se siente tranquilo cuando tu estas a nuestro lado y yo también...

Willbert lanzó un hondo suspiro al tiempo que se daba la vuelta solo para ver el rostro apesadumbrado de su amada esposa, se golpeó mentalmente por hacerle pasar estos desagradables momentos a solo un mes de dar a luz, pero es que ya no podía más.

—Te juro por mi orgullo que si algún día me llegas a traicionar tan solo una vez bastará para que te deje para siempre.

La expresión de Cheri revelaba lo herida que se sentía por sus palabras. Pero no pudo evitar advertirle aquello por más que se contuvo, no pudo. Wilbert era una persona muy apasionada, y cuando una persona apasionada se sentía traicionada podía expresar el amor en forma de rabia.  

Cuando estuvo más tranquilo, regresó por sus pasos y se acostó en la cama, ella lo siguió de inmediato y se acorrucó contra él, arropándose al mismo tiempo con las sabanas.

—Will... cariño —Cecilie no obtuvo ninguna respuesta, por lo que ella misma le tomó el brazo y lo colocó alrededor de su amplia cintura, y aunque estaba renuente al principio, Willbert comenzó a acariciarle la barriguita, sonrió complacida y le dio un beso en la mejilla—. No tienes porque preocuparte, yo te prometo, te prometo —Repitió con más énfasis—. Que nunca te seré infiel...

Él cerró los ojos mientras inspiraba el delicioso perfume del cabello de su mujer, después fue bajando su cabeza hasta encontrarse con los labios ajenos, y la besó. Ella se entregó como siempre lo hacía, con toda el alma.

**************

Extrañas situaciones sucedieron en Antiguo Makoku, como si la paz que existía en ese país estuviera siendo corrompida. Primero un ataque terrorista en la plaza central del Distrito fronterizo Luttenberger durante un discurso en el cual intentaron secuestrar al gobernador. Los testigos expresaron que los malhechores, pese a ser buenos espadachines, no intentaron utilizar ningún tipo de Majutsu por lo que la guardia civil llegó a la conclusión que se trataba de un ataque de humanos. No se puede utilizar Houjutsu en tierra demoníaca y si realmente eran Mazoku de su país no habrían tenido problemas en atacar con elementos. Pocos días después, un nuevo intento de secuestro se ejecutaba en el palacio del Distrito Aigner esta vez la presunta víctima era la heredera primera en la línea de sucesión Ailyn von Aigner, por suerte los guardias de seguridad lograron impedir que los secuestradores lograran su cometido, quienes lograron escapar cuando debilitaron a los soldados con piedras Houseki, una prueba más en contra de los humanos.

La población entera comenzó a entrar en pánico ante la posibilidad de una invasión a su territorio y las exigencias por ver a su Rey se volvieron tan constantes hasta el punto de no dejarle otra alternativa al consejo que buscar al único que podía controlar esta situación. De tal manera que durante una reunión de consejo, se redactó una carta de carácter urgente destinada a Willbert von Bielefeld, consorte de la reina de Shin Makoku pidiéndole hacerse presente en el país que lo vio crecer.

***************************

—¿Qué es?... —preguntó Cecilie al observar a su esposo leyendo atentamente una hoja de papel al entrar a su oficina.

—Carta de parte del consejo de Antiguo Makoku, piden que me haga presente para arreglar los últimos asuntos antes de mi retiro oficial del puesto como Rey —Willbert se levantó de la silla y se acercó a su esposa, brindándole un apacible sonrisa —. Son asuntos de urgencia...

Ella arrugó el ceño por la vaga explicación.

—¿No lo puedes atrasar? tu hijo está a punto de nacer...

—Dice que será lo último que haré y después seré libre, tomará como unos tres meses nada más, después de eso regresaré para siempre a Shin Makoku para estar con ustedes, sin ataduras, aunque me perdería el parto...

Ella hizo la cabeza a un lado, claramente inconforme. Willbert la tomó por la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.

—Se los debo Cheri, es el lugar donde me crie —explicó apenado—. Están recibiendo ataques por parte de los países los humanos que limitan con el territorio, debo ir a defender la nación que goberné por tantos años.

Cecilie suspiró comenzando a entender la urgencia de la situación. Obviamente no la quería preocupar y por eso no había querido darle esos detalles.

—Por favor, ten cuidado... —pidió suavemente, su esposo la rodeó entre sus fuertes brazos—. Te extrañaremos...—susurró.

*******

Tan pronto como se hizo presente en el Castillo Imperial, hubo una reunión de urgencia del consejo. Recorrió los mismos caminos de siempre dirigiéndose a la sala de reuniones.

En la sala, rectangular, había una gran mesa de roble, la silla frente a la cabecera estaba vacía para que fuera ocupada por él. Al lado derecho se encontraba Bastian, Hannah, Alexander von Foster, Ron von Ducke (Padre de Charles y Harry), y Martin von Zweig y al lado izquierdo Elmer von Aigner (padre de Ailyn y Kristal, para ese entonces con vida) August von Luttenberger y Destari von Rosenzweig. También los acompañaban comandantes del ejército y encargados de la guardia de la ciudad.

Verlos a todos fue muy grato, lo debía aceptar. Fueron tantos años al servicio de aquel país que no podía hacer más que apoyarlo siempre que lo necesitaran y eso era algo que les había dejado muy en claro durante su última reunión.

Todos los ojos se dirigieron hacia Willbert y los Nobles y oficiales se levantaron para hacer una respetuosa reverencia a aquel que seguían considerando como su rey.

—Primero, debemos ponerlo al corriente de la situación, Maje... Lord von Bielefeld —Alexander tomó la palabra.

En seguida, la sala entera se quedó en un silencio incomodo por la forma en que el aristócrata se dirigió a él.

—Su Majestad —Intervino Destari, diciéndole al otro como debía dirigirse a Willbert—. Todavía no hay documento alguno que certifique la renuncia de nuestro querido Maou al trono, así que no veo nada de malo en que nos dirijamos hacia él con ese título.

—Por supuesto —siseó el Noble, dedicándole una mirada despreciativa al aquel que le sonreía con burla.

—Para resumir, su Majestad —Bastian habló esta vez—. Los Distritos fronterizos, Aigner y Lutteberger se han visto asechados por atentados terroristas que van desde ataques directos en la ciudad hasta intentos de secuestro. Creemos que el enemigo a logrado infiltrar humanos entre la servidumbre para llevar a cabo tales objetivos. La situación se hace más delicada tomando en cuenta que no tenemos experiencia con esos tipos de atentados desde hace mucho tiempo y para empeorar no hay un Rey al mando —detalló para presionar—. Tememos por la seguridad de nuestros niños.

Willbert se frotó la frente mientras analizaba la información recibida. Desgraciados humanos que secuestran inocentes, eso ya lo había vivido en su niñez. Esos malnacidos eran capaces de eso y más. Pero no se dejaría vencer, ¿querían guerra? guerra iban a tener.

—Debemos aumentar significativamente el número de guardias en los palacios de gobierno. A partir de ahora, todo aquel que entre al país será registrado. También se llevará un registro de las entradas y salidas del puerto. Esto incluye a todos los civiles, proveedores y comerciantes.

Los presentes no pudieron evitar esbozar una sonrisa complacida ante la determinación y lo acertado de las órdenes del Maou que tanto estimaban. Todo mundo asintió sin decir palabra. Confiaban en lo que él les decía y sintieron como si tenerlo a él como líder era lo que necesitaban para levantar los ánimos.

Una vez finalizada la reunión, los únicos que se quedaron en la sala fueron Bastian y Destari. Ese par tenía asuntos personales que conversar.

—Con que te saliste con la tuya... Mi querido consejero.

El pelirrojo sonrió. Una sonrisa torcida, y malintencionada.

—Créame que lamento mucho haber asustado así a los Luttenberger y a los Aigner, pero no me quedaba otra alternativa.

Destari cerró los ojos y cruzó los brazos.

—¿Qué ha de pasar con nosotros si algún día, Willbert se llega a enterar de que todo esto fue un plan con maña?

Bastian formó de nuevo aquella sonrisa de superioridad en los labios, pero en esta ocasión aún más manifestada y negó burlón con la cabeza.

—Nunca se dará cuenta que fueron mis hombres los causantes de los atentados ni que conseguimos esas piedras de Houseki de manera ilícita, mucho menos que algunos humanos nos hicieran el trabajo sucio por unas cuantas monedas de oro. Descuide Lord von Rozenweig...ahora solamente queda el último paso de mi plan.

Bastian entrecerró sus ojos y un brillo de maldad se podía ver en ellos.

*******

Al salir de la reunión, dos viejos amigos caminaron a solas largo rato cruzando por los pasillos del castillo. Justamente, cuando llegaron a la sala del trono, Hannah abrazó de manera efusiva a su mejor amigo.

—Aunque sea en estas circunstancias, me alegra verte de nuevo, te extrañé mucho Willbert —Le dijo deshaciendo el abrazo y tomándole ambas manos.

—Mi dulce Hannah, también es un gusto volver a verte. Mi bella Cheri muere por conocerte —Suspiró y su rostro adquirió una momentánea expresión de nostalgia—. Va a ser difícil no estar con ella durante el parto de mi primer hijo pero estaré aquí mientras me necesiten.

—Cuando todo esto termine, me daré una vuelta por allá para conocer al tierno bebé, seguramente ese bello príncipe será una bendición de amor.

Willbert asintió complacido con la idea

—¿Y tu como has estado?, ¿Has tenido alguna dificultad? ¿Algún altercado?

Hannah se apresuró a negar

—Por fortuna ninguna...pero esto no pasaba desde hace mucho tiempo, temo por la seguridad de mi Friedrich.

—Descuida, todo esto terminará de una vez por todas y tu hijo y todos los habitantes de Antiguo Makoku estarán bien... —Willbet frunció el ceño con determinación y se acercó a la silla del trono tocándola por un instante, esa silla que durante tanto tiempo fue ocupada por él —. ¡Lo juro!

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"Quiero acariciarte, besarte, tocarte hasta que nuestra piel se funda en una sola ¿pero cómo hacerlo si tú no estás aquí? Quiero ver tu cuerpo desnudo, Quiero ver aquella maravilla, que es mi trueno, es la calma, es la belleza que se palpa, es mi locura..."

Un mes había transcurrido desde que su esposo partiera a esas lejanas tierras y la verdad era que lo extrañaba a horrores, sobre todo en las noches. El frio en esa época era abrumador y lo necesitaba para sentirse calentita. Esa mañana había recibido carta de parte de él cuyas palabras la dejaron enternecida y enamorada, su Will era todo un poeta cuando se lo proponía. Sonrió ampliamente cuando encontró adjunto un dibujo donde claramente se apreciaba con su pancita de nueve meses y una nota que decía: Siempre te tengo presente en mis pensamientos y en mi corazón. Ese sería el último dibujo de su embarazo aunque esta vez no había posado en persona.

El parto estaba próximo, en cualquier momento un nuevo integrante llegaría a la familia. Todos sus pensamientos estaban enfocados al bebé que llevaba en su vientre ya que por fortuna su hermano Stoffel se había encargado de la administración del reino. Lamentaba que su hijo Gwendal no estuviera en Pacto de sangre acompañándola sino en territorio Voltaire, preparándose para tomar su puesto como líder y que Conrad estaba de viaje con su padre.

Tarde o temprano, el periodo de embarazo concluiría dejando consigo a un lindo bebé. Se sentía ansiosa por saber el sexo de su tercer hijo ¿niño o niña? Siendo sincera le convendría que fuera niña. El costoso guardarropa que había arreglado era en un ochenta y cinco porciento de vestidos amplios, con vuelo, mucha blonda y listones. Aunque, si fuera un niño tampoco importaría siempre y cuando fuera un Bishounen. Rogó a los dioses que le concedieran el deseo de que su varón fuera lindo y tierno.

Cecilie se sentó en el sillón de la sala, con algo de trabajo debido a cierta incomodidad que había sentido en su espalda desde tempranas horas del día para después acariciarse con ternura su barriguita. Había pedido una porción de pastel de moras acompañado de té rojo con vainilla. Ciertos lujos que se daba cuando no tenía que mantener la dieta. Dejó la carta sobre la mesita de la sala y esperó. Sintió como un dolor agudo en la baja espalda, empezando desde allí hacia el frente, las cuales se fueron repitiendo por minutos. Tocó de nuevo su abdomen sintiéndolo claramente endurecido y entonces lo entendió: contracciones de parto. Bebé en camino. Mary o Wolfram quería conocer el mundo exterior.

—¿Su majestad Cheri? —una de las sirvientas se hizo presente con la bandeja en manos misma que terminó en el suelo cuando observó a la reina respirar al ritmo de las contracciones.

—El bebé...ya... viene...

Con la ayuda de la sirvienta se puso de pie, y caminó con dificultad directo a sus aposentos. Para ese entonces ya habían dado aviso a la doctora y las doncellas que la acompañarían durante la labor. Todos en el castillo corrían de un lado a otro. Las muchachas llevaban recipientes con agua tibia y pañuelos limpios a cada segundo a la habitación real.

La noticia se había extendido en toda la capital -¡La reina está dando a luz!- se escuchaba en los alrededores.

Mientras en la entrada del castillo un hombre y su hijo regresaban de un largo viaje.

—¿Por qué tanto alboroto? —preguntó el mayor a un guardia, observando las ansias de todo el mundo.

—La reina está dando a luz, Dan Heller sama —explicó rápidamente el soldado.

Esa noticia fue lo mejor que Conrad pudo escuchar en su vida.

—¡Mi hermanito esta por nacer! —exclamó contento—. ¡Vamos Padre! —rápidamente bajó del caballo y corrió, con el corazón latiéndole a mil por hora, ansioso por conocer a su hermanito.

Mientras tanto dentro de la habitación real, tras horas de esfuerzo y dolor.

—¡Cheri sama puje! ¡Puje! —La partera le decía—. Ya casi... ya veo la cabeza, un esfuerzo más.

Cecilie tenía la frente bañada en sudor, sus manos sujetadas a los brazos de un par de doncellas que tenia a cada lado. Gritaba y pujaba a la vez. Ese era el tipo de dolor que solo una madre es capaz de sentir por sus amados hijos. Era difícil, muy difícil salir de esto. Un último esfuerzo le decían, ella trataba de acatar las órdenes de la partera. Su corazón latía rápidamente como si se le fuera a salir del pecho. Escuchó una vez más -¡Puje!- y lo hizo, después el llanto de un bebé y con ello la sonrisa de alivio de parte de todos los presentes. Lo había hecho, finalmente había dado a luz...

Las doncellas se encargaron de limpiar y envolver al bebé en finas telas antes de entregárselo a la orgullosa y afortunada madre. Cecilie seguía agotada, había sido una dura labor, mucho más que en sus anteriores partos.

—¡¿Está bien?! —fue lo primero que Cheri preguntó.

—Sí, Majestad —contestó la partera cargando al bebé envuelto en finas telas blancas—. Es un varón, sano y hermoso.

Cecilie recibió a su hijo con la emoción reflejada. Su sonrisa a más no poder y los ojos cristalinos conteniendo las lágrimas de felicidad. Lo destapó para ver mejor su carita, ¡qué hermoso que era!

—Hermoso Wolfram... bienvenido mi amor —le susurró, se acercó a su frente y le dio un beso.

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El mismo día, los líderes de las familias Nobles se hicieron presentes en Pacto de Sangre para felicitar a la reina y ofrecer obsequios al nuevo integrante de la familia real. Cecilie más repuesta los esperaba en la habitación real, reposando en la cama y con su hijo en brazos. Todo el mundo se tomó ese día de festín. Aristócratas, plebeyos, comerciantes, ricos y pobres celebraban con danzas, canciones y bebida.

La sacerdotisa Ulrike salió del templo exclusivamente para darle la bendición de Shinou –"Este bebé jugara un papel muy importante en la nueva historia en este mundo" -había dicho entre sus letanías.

Todo mundo felicitaba de primera mano a Waltorana en representación de su hermano mayor. El aristócrata estaba que no cabía de la emoción. Su sobrino era todo cuanto quería, una esperanza para su familia. En esa ocasión todos estaban reunidos en la sala, cerca de la chimenea., haciendo un brindis en honor al padre del recién nacido.

Había alguien más entre los invitados. Sus intenciones habrían sido felicitar a la reina y emprender de nuevo su viaje, pero su hijo le había insistido en quedarse un día mas y aunque quiso no se pudo negar, no obstante guardaba la distancia con los miembros de la Nobleza Mazoku que lo veían con malos ojos.

—Dan Heller Weller, ¿Usted aquí? —provocó Waltorana, acercándose a él con una copa de vino en mano. Habían hecho el brindis como se acostumbraba hace unos minutos.

—Lord Bielefeld, debo dirigir mis felicitaciones a usted por lo que veo, el Consorte de la reina no está presente... —respondió Dan Heller con educación—. En hora buena.

—No es como si los hubiera abandonado de la noche a la mañana —El tono sarcástico de Waltorana revelaba la irritación que el tener en frente a ese hombre le causaba—. Mi hermano tuvo asuntos urgentes que atender, asuntos que no hubieran ocurrido si países humanos nos dejaran en paz de una buena vez.

La expresión ensombrecida en los rostros de los presentes, entre ellos Stoffel, Raven, Lord von Radford, y Lady von Roshvell, el modo tan menospreciativo en que lo miraban y el incómodo silencio que se había formado, le indicaron a Dan Heller que no era bienvenido. Quienes tenía en frente no habían olvidado lo de hace años. En esos momentos deseaba defenderse y decirles que lo hizo por su propia seguridad. La familia Weller guardaba un secreto que habría puesto en peligro la vida no solo de Cecilie y de sus hijos sino también del país entero, pero desgraciadamente no podía hacer tal cosa.

—Dejemos esos asuntos a un lado. Un hermoso varón ha nacido de la unión de nuestros apreciados reyes. Es momento de celebrar —intervino Lord von Christ, tratando de apaciguar el ambiente.

Waltorana lo interrumpió con una carcajada arrogante, todo mundo quedó sorprendido y en silencio. El Noble sirvió una copa de vino extra y se acercó de nueva cuenta a Dan Heller entregándosela para que los acompañara a brindar ante la estupefacta mirada de los demás.

—Por supuesto —siseó, viendo al insignificante humano con ojos afilados—. Brindemos, todos juntos. Por la felicidad de los reyes de Shin Makoku, Willbert y Cecilie, y un futuro prometedor.

¡Salud! Se escuchó al unísono en aquella sala.

***************

—¡Salud! —se escuchó a una sola voz.

Tres días después le llegó la ansiada carta donde le informaban que su mujer había dado a luz a un varón. Conforme leía dicha carta sus ojos brillaban aun mas ilusionados y su sonrisa se ensanchaba "Un hijo, su pequeño Wolfram". Su emoción fue tanta que se declaró día de júbilo en Antiguo Makoku. Algunos amigos lo acompañaban en dicha celebración en el Castillo Imperial.

August von Luttenberger, Hannah Lauren y Destari von Rosenzweig lo felicitaban con una sonrisa sincera en sus rostros. En el caso de Bastian, él se mantenía a la distancia e indiferente.

—¡Felicidades! —Hannah lo abrazó—. Serás un buen padre.

—Un varón, campeón. Felicidades —Fue el turno de Destari para atraparlo en un fuerte abrazo acompañado por dos fuertes palmadas en la espalda.

—Un varón, dice que nació sano y fuerte. No por nada es mi hijo —Willbert dijo con orgullo. Y los demás lo acompañaron con unas carcajadas de felicidad.

Mientras escuchaba semejante alboroto por el nacimiento del príncipe, que en su opinión era una exageración, Bastian se acercó sutilmente a un guardia que le hizo una señal desde la entrada de la sala para que lo acompañara un rato afuera.

—Excelencia, una persona desea verlo —informó él con precisión, Bastian hizo un asentimiento con la cabeza y se dirigió a su oficina.

Al llegar a la oficina, el consejero encontró sentado en la silla frente al escritorio a un hombre de unos 35 años de edad, enfundado en una capa con capucha que al verlo llegar se levantó rápidamente haciendo un saludo militar.

—Señor.

—Informe —se limitó a decir, tomando lugar en su silla.

—Se ha cumplido todo cuanto ha ordenado mi lord. Unas mujeres a nuestro servicio han logrado infiltrares exitosamente entre la servidumbre del castillo Pacto de Sangre y han vigilado todos los movimientos de la reina.

—Vamos a lo que nos interesa —interrumpió Bastian—. ¿alguna información del humano de apellido Weller?

El espía sonrió.

—Dan Heller Weller, efectivamente se encuentra viviendo en el castillo, bajo el mismo techo que la reina.

El rostro de Bastian se descolocó del asombro. No podía creer su buena suerte.

—Repítelo.

—Dan Heller Weller y Su Majestad Cecilie están viviendo bajo el mismo techo. Una de nuestras espías ha declarado que escuchó detrás de las puertas que ese humano se quedaría una temporada junto a ellos.

Bastian se levantó de golpe de su silla y se paso las manos por su pelo.

—Entonces, es cierto que le es infiel...

—Bueno, en realidad la habitación asignada para el tipo está muy alejada del de la reina y para estos momentos ella se encuentra recibiendo a todos los invitados, aristócratas y súbditos que llegan a ver a la criatura. —El espía sonrió con ternura—. Yo también he visto al bebé, nunca en mi vida había visto una cosa tan hermosa, su majestad Willbert es muy afortunado...

Bastian alzó la ceja contrariado al ver a su soldado que se había quedado atontado.

—Dichosa la persona que se case con ese príncipe en el futuro, yo estaría encantado de tenerlo como yerno... —Un carraspeó sacó al soldado de sus alucinaciones.

—Que patético eres... —masculló el consejero con un leve tic en el ojo—. En fin, es nuestra oportunidad. Vigílalos por un mes más. Al cumplirse ese tiempo redactas la carta tal y como hemos acordado.

El espía agachó la cabeza. Eso no le agradó nada por lo que lo tomó de la solapa de la camisa y lo acercó cara a cara.

—¡¿Me entendiste?! —El espía hombre asintió—. ¡No me estas respondiendo como se debe! ¡¿Me entendiste?!

—¡Señor, si señor!

—Bien, bien... —Bastian golpeó las mejillas del espía con las palmas de sus manos, a manera de tranquilizarlo—. Eres un soldado, lo que se te ordena, tu lo haces y te quedas callado como una tumba...  

 

Notas finales:

"Quiero acariciarte, besarte, tocarte hasta que nuestra piel se funda en una sola ¿pero cómo hacerlo si tú no estás aquí? Quiero ver tu cuerpo desnudo, Quiero ver aquella maravilla, que es mi trueno, es la calma, es la belleza que se palpa, es mi locura…"*****

Fui abusiva y tomé esto sin permiso que me dejaron en un Review, hace tiempo y en ese momento lo copie y lo guardé hasta encontrar el momento preciso para utilizar tan bellas palabras. Muchas Gracias  a mi buena amiga Princesa Isis2.

Pd: Amaya chan!!! ¿Dónde estás mi niña? Me tienes preocupada. :´(  

Un abrazo fuerte a todos!!! 

 


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