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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Por eso prefiero no prometer. Dije lunes y es Miércoles en la noche. ¡Rayos! Mil disculpas.

Aclaración: Hubo muchos errores en el capitulo pasado. Lo primero: Tomando la edad de Wolfram al inicio de la serie tiene 82 años, en el fic tiene 90 han pasado 8 años en el mundo de los demonios. Segundo: se mencionó que Yuuri tiene 18 años, pero al pensar en la edad de Yuuri lo hice considerando la edad que tiene en la tierra. Porque si se considera los años que ha pasado en el mundo de los demonios pues tiene más. Eso sería todo. Perdón.

Agradecimiento a: Yana.

http://www.youtube.com/watch?v=_c6QqV1M9uU

El soundtrack es opcional, solamente es para darle emoción a la escena.

Muchas gracias por sus comentarios. Un abrazo. 

—Quien desee hacer un pacto conmigo, deberá luchar contra mí con el objetivo de quitarme este anillo que cuelga de mi cuello.

La petición del dios del fuego había sido clara y precisa. Ahora Yuuri tenía la decisión en sus manos.

La dinámica que le había propuesto parecía ser tan simple que hasta podía ser tomada como un simple juego: Quitarle el anillo que cuelga de una cadena alrededor de su cuello y listo; obtiene el derecho de hacer un pacto con él. Pero al mismo tiempo, estaría aceptando o rehusándose a pelear contra un dios. Había escuchado que Félix era el más fuerte entre los dioses de los elementos y, aparte, se encontraban en sus dominios. Nada alentador. Entendió con mas claridad la actitud nerviosa de Ariel hace unos minutos.

Se había preparado mentalmente para cualquier tipo de pruebas excepto esta. Pero no tenia de otra pensó—o más bien se resignó a ese hecho— al tiempo que exhalaba un leve suspiro. Parecía ser que la lucha contra el fuego penetrante, contra las llamas ardientes, sentenciaba ahora su presente.

Una parte dentro de sí, se sentía excitada con la idea de controlar los cuatro elementos. Con ello podría ganar una batalla contra Friedrich, de quien estaba seguro, también buscaría controlar los cuatro elementos.  Ahora más que nunca tenía claro que debía ganar la competencia. Tenía una razón más por la cual ganarla y había hecho consciencia de ella después de la plática con Ariel y Dimitri en la posada. 

Capitulo 19

El comienzo de la profecía.

—Parece que alguien se está echando para atrás. — habló Felix con un toque de humor en sus palabras. Yuuri se sobresaltó ligeramente y lo miró con aire de sorpresa, haciéndole reír de manera divertida. —Te lo repito una vez mas ¿Aceptas el reto? —Un silencio le siguió a esa pregunta así que cambió su actitud tolerante por una más fría y dijo en tono ofendido:—He sido convocado para nada. Que desperdicio de tiempo…

—Lo haré—contestó con determinación apreciando como Felix, quien flotaba en el aire en su forma espiritual, lo miraba sorprendido.

Yuuri echó un vistazo a sus acompañantes, quienes se habían mantenido callados y pensativos durante todo ese tiempo, y les dedicó una sonrisa  que transmitía confianza. Algunos le correspondieron la sonrisa, como Ariel, Waltorana y Gunter otros se mantuvieron neutrales—Dimitri y Gwendal—.

—Yuuri…—susurró Conrad quien se sintió orgulloso de su ahijado, asintiendo de manera positiva a su respuesta. Una vez más, recordó a su hermano menor contándole, con los ojos resplandecientes, lo valiente y fuerte que había demostrado ser durante la competencia.

El dios del fuego empezó a reír, haciendo que Yuuri se volviera a enfocar en él. Sus carcajadas eran claramente de excitación.

—Tienes agallas, mocoso— Descendió del cielo y poso sus pies al suelo para comenzar a caminar alrededor joven azabache; éste mantuvo su postura firme —Dime tu nombre —exigió de repente.

—Yuuri Shibuya.

—¿Shibuya?…—frunció en entrecejo pensativo —No me suena familiar, ni siquiera parece un apellido…¿De qué distrito eres?

— No soy originario de este mundo. Mucho menos de este país—Contestó sin titubear— Yo vengo de la tierra. Mi apellido si es común allá- de hecho hay una estación con mi apellido— murmuró solo para sí.

El dios se detuvo justo en frente de Yuuri; éste tragó saliva, pero le sostuvo la mirada. Parecía que su respuesta, lo había desconcertado.

—Repítelo…— exigió de nuevo de manera inquieta— Repite lo último con más detalles, eso de que vienes de ¿Dónde?

—Soy originario de la tierra, hijo de padre Mazoku y madre humana. ¿Algo más que desea saber?— lo retó con su actitud aparentemente confiada.

Félix se había quedado literalmente sin palabras, creyó haber escuchado erróneamente y su única reacción fue sacudir la cabeza. ¿Un mestizo con Maryoku? ¿Desde cuándo?

—Tú no tienes Maryoku, eres un Medio-Mazoku— le espetó, en un tono cargado de escepticismo.

—Por eso le pedí que lo verificara por usted mismo—le rebatió— Solo así se podrá convencer de que no se trata de una broma, ni de hacerle perder el tiempo.

Felix chasqueó la lengua y sin mediar palabra, extendió ambas manos para colocarlas sobre la cabeza de Yuuri y examinar su Maryoku. Un aura de energía color anaranjada resplandeciente brotó sobre ellos y ambos cerraron los ojos. Gunter, Waltorana, Conrad, Gwendal, Ariel y Dimitri los veían atentos, de pie en una línea frente a ellos.

Felix se alejó bruscamente de Yuuri. Su cuerpo tembló ligeramente y abrió sus ojos sorprendido, casi perplejo.

En ese momento, Ariel miró a Dimitri, confirmando sus sospechas.

—¿Y bien?— se aventuró a preguntar Yuuri.

Las cosas han cambiado— respondió, recuperando la compostura. En su interior estaba feliz pues había encontrado al elegido. Aliviado al mismo tiempo puesto que presentía que el mal estaba cerca de manifestarse.

Cuando Yuuri vio que el dios del fuego le sonreía ampliamente, se sintió más tranquilo, le empezaban a temblar las piernas al hablarle de esa manera a un dios que de paso le sería de gran ayuda. Sentía temor de que en cualquier momento se negara rotundamente a aceptarlo como usuario por el simple hecho de ser un mestizo.

Pude sentir que si tú logras derrotarme, obtendrás tu cuarto y último elemento. ¿No es así? —Yuuri asintió y él advirtió: — Pero no cualquiera puede ser capaz de manejar tanto poder. Solo el elegido puede controlar los cuatro elementos. Si no lo eres y osas intentar controlar un poder que no te corresponde, por tu vanidad y soberbia; Si no tienes un corazón puro, te convertirás en una bestia. —Entrecerrando sus ojos, hizo la pregunta más importante — ¿Estás dispuesto a correr el riesgo?

Yuuri asintió una vez más y agregó:

—Efectivamente, ya me lo habían advertido.

Recordó que Shinou ya le había explicado sin darle mayores detalles acerca de que era el elegido. Aimeth lo había aceptado ya como tal. La “prueba” que le había pedido ella acerca de tirarse al vacio solo se trató de una broma, pero al mismo tiempo parecía estar inquieta por algo: “Un largo camino por recorrer” había dicho.-Y a decir verdad, aun le quedaban muchas dudas al respecto. ¿Qué se supone que significa ser el elegido?

—La verdad, aun no entiendo eso de ser elegido—confesó y se tocó el corazón— Solo sé que algo en mi interior me motiva a seguir adelante.  

Ariel se llevó una mano al pecho y lo miró con ojos enternecidos —Majestad Yuuri— susurró en voz baja.

Félix exhaló un suspiro de desconsuelo. Bastaba con observar la inocencia en esos ojos negros para darse cuenta que apenas era un jovencito que estaba aprendiendo de la vida. ¿Estaría consciente de la gran batalla que se aproximaba, o de la gran responsabilidad que tenía en sus manos? Parecía ser que no, entonces no le quedaba de otra más que de hacerlo tomar la decisión con sus propias manos.

Cerró los ojos por un instante y musitó: —La respuesta es sencilla de encontrar, pero primero en una batalla me deberás derrotar.

El resto de los presentes miró al dios del fuego con gesto de sorpresa. ¿Acaso la propuesta de la pelea seguía en pie? La respuesta fue clara cuando lo observaron levantar las manos liberando un gran poder y del cono volcánico surgir una especie de pista de batalla hecha de roca. Después del leve temblor que se sintió en los alrededores del volcán, Félix caminó hacia el centro de la plataforma.

Mientras el dios del fuego se alejaba dándole la espalda, Yuuri le escuchó decir:

—Y mientras nuestros cuerpos y nuestras armas se baten en una ardiente pelea, piensa en la respuesta a esta pregunta: ¿Estás realmente preparado para tomar en tus manos, la responsabilidad de tener tanto poder?

Yuuri alzó la vista, inquieto. El dios del fuego le había preguntado algo que muchas veces había considerado en el pasado pero en otro contexto: “¿Estaba realmente preparado para ser Maou?” Nadie podía decidir si lo estaba o no, lo único que podía hacer era poner su mayor dedicación y esfuerzo para hacerlo bien.

Ariel y Dimitri le habían hecho tomar consciencia de los retos que como Maou de Antiguo Makoku deberá enfrentar en un futuro. Lo primero que tenía que hacer era liberar a la gente de ese país del sufrimiento y del rencor que el pasado sofocado por las guerras dejó en sus corazones. Se había convertido en un capricho personal, si se toma en ese sentido, pero quería hacer entrar en razón a los habitantes de Antiguo Makoku, a los miembros del consejo e inclusive a su propio suegro, quitarles esos tontos prejuicios y convencerlos, con hechos, de que se puede vivir en armonía en este mundo, como lo hizo con la gente de Nuevo Makoku y los países humanos de las alianzas.

Poco después, los demás se acercaron a él para darle unas últimas palabras de aliento.

—Su majestad.— Waltorana colocó una mano sobre su hombro, apoyándolo de manera silenciosa.

Gunter entrelazó sus manos sobre el pecho y con su manera tan característicamente escandalosa exclamó:

—¡Suerte Heika! Ahg!  ¡Desearía poder luchar en su lugar!

—No tendrías ni la más mínima oportunidad contra un dios—le dijo Gwendal a Gunter y después volvió a ver al más joven —Yuuri ha hecho cosas de las cuales no lo creíamos capaz.—Esta vez lo trataba con mayor confianza— Y a pesar de que muchas veces tuve dudas sobre tu fuerza y valentía, ahora estoy convencido de que si alguien puede vencer a un dios, ese eres tú.

Yuuri miró a Gwendal sorprendido y lleno de gratitud, y éste solo soltó un gruñido, como para disimular las anteriores palabras de alabanza.

Dimitri y Ariel también se acercaron al grupo. El pelirrosa le dedicó una mirada cargada de confianza.

—El dios Félix fue claro con la última pregunta, piense bien en su respuesta y en las razones de dicha respuesta. Aunque no lo parezca, eso es lo más importante.

Yuuri asintió a lo que le habia dicho Ariel y después volvió a ver a su padrino que se mostraba preocupado, con el pensamiento ausente.

—¿No me dices nada Conrad?

Él reaccionó y enfocó su atención en Yuuri y el resto que también lo estaban mirando. Todo este tiempo había estado recordando al viejo Yuuri, ese chico asustadizo del cual poco rastro quedaba. Su corazón le había empezado a pesar como una piedra sintiendo un extraño presentimiento.

—Confiamos en ti, Yuuri…—obligó a sus labios a sacar una sonrisa tranquilizadora, de apoyo y de manera sorpresiva agregó:— sabes que, la vida no pone las cargas más pesadas en las espaldas de aquellos que pueden llevar ese peso.

Yuuri asintió a sus palabras, al mismo tiempo que notaba, con regocijo, que su padrino por fin había dicho correctamente una frase. “Ya era hora”—pensó con ironía.

—Bien, ¡aquí voy!— exclamó mientras comenzaba a caminar hacia la pista de batalla dejando atrás a sus amigos. Escuchó los aullidos (o sonidos) de Morgif durante el trayecto y alzó una ceja, advirtiéndole al mismo tiempo: —Esta vez no es una chica… no me falles— la espada aulló de nuevo.

Félix ya lo estaba esperando, en una postura con las piernas separadas y los brazos cruzados. Su actitud denotaba impaciencia, pero inquietud era lo que sentía. Cuando miró a Yuuri tomar su lugar al otro lado de la plataforma, una sonrisa curveada apareció en sus labios.

—El objetivo sigue siendo quitarme el anillo —explicó por última vez, mostrándole la cadena de la cual colgaba dicho anillo— Pero no creas que será tan fácil…

Al escuchar lo último, Yuuri desenfundó su espada y la extendió frente sí, esperando escuchar algo más de parte de su adversario.

—Te daré veinte minutos para lograr el objetivo, si no lo logras en el transcurso de ese tiempo, todo estará perdido…

—Así que hay límite de tiempo también…—murmuró Yuuri para sí mismo, sujetando la empuñadora de su espada con más firmeza.

—El tiempo corre en tres-dos-uno… ¡Ahora!

Yuuri se lanzó con su espada contra Félix. Éste lo esquivó rápidamente y saltó hacia adelante.

El dios del fuego alzó una mano y una ráfaga de fuego apareció sobre ella, misma que fue lanzada a Yuuri. El Maou utilizó majutsu de tierra para formar una barrera de roca y evitar el colapso.

—Si sigues a la defensiva nunca lograras acercarte a mí—advirtió, burlándose de él— Recuerda que el objetivo es quitarme el anillo… ¡tienes que atacar!

Yuuri frunció el entrecejo y se lanzó de nuevo contra el dios corriendo a una velocidad impresionante. Al llegar frente a él, saltó al mismo tiempo que extendía su mano y con la yema de sus dedos tocaba el anillo por apenas unos segundos, pero, sorpresivamente, Félix lo tomó por la rodilla y lo hizo girar dos veces para después lanzarlo lejos.

—¡Yuuri! ¡Su majestad! — exclamaron alarmados todos a la vez.

Ariel cerró los ojos y los apretó con fuerza con ambas manos para evitar ver como Yuuri se estrellaba en el suelo. Cuando los abrió de nuevo, pudo volver a respirar con tranquilidad pues al parecer, había utilizado la habilidad del viento para volar y evitar la caída.

Yuuri volvió a tocar suelo firme y a tomar posición de ataque.

Félix ensombreció la expresión de sus ojos, causando en Yuuri más temor que cuando se enfrentó cara a cara con su suegro reclamando por su prometido. El dios apretó sus puños con fuerza y gritaba estrepitosamente mientras su cuerpo comenzaba cambiar a un tamaño colosal haciendo que su contrincante diera unos pasos hacia atrás.

Yuuri se paralizó del miedo y tragó con dificultad. Lo había olvidado, los espíritus pueden cambiar de tamaño a su antojo. Se limitó a permanecer mudo, estudiando cada uno de sus movimientos. ¿Qué podría hacer? Era un medio-mazoku contra un dios.  ¿Por qué no podía ser tan fácil como cuando hizo el pacto con Ghob y Aimeth? Lloriqueó. En ese momento las palabras de Aimeth “Me podrás llamar al campo de batalla”  hicieron eco en su mente y trajeron consigo una esperanza.

Un medio-mazoku contra un dios no es parejo, pero una diosa contra un dios tiene mayores probabilidades de ganar.

Yuuri adoptó una actitud confiada, sonriendo abiertamente. Los demás observaban a la expectativa.

—Lo había olvidado, tú nunca dijiste que tenía que hacerlo yo solo.

Alzó su mano al cielo y un aura de energía color azul comenzó a surgir de su cuerpo. Sus ojos negros se alargaron y sus pestañas se volvieron más crespas, su cabello le creció hasta los hombros y su altura aumentó unos centímetros. En definitiva, había cambiado a forma Maou. Entonces gritó invocando a la diosa del Aire:

—Aimeth, espíritu del Aire, espíritu de la sabiduría, tú que eres niebla, tú que alzas tu vuelo por los vientos implacables, escucha mi llamado ¡Manifiéstate!

En una poderosa ráfaga de viento que hizo agitar el magma que yacía en las profundidades del volcán, y en su total divinidad apareció la diosa Aimeth. Con su provocador traje que dejaba expuesto los atributos de su cuerpo, sus hermosas alas de hada, su larga cabellera rubia y su mirada perlada

—Aquí estoy a sus órdenes, amo…—susurró ella de manera sensual, estirando al mismo tiempo sus brazos como quien despierta de un largo sueño.

Dimitri silbó un piropo y Ariel frunció el ceño, celoso.

—Aimeth, ayúdame a detenerlo— indicó Maou Yuuri— Nuestro objetivo es quitarle el anillo que cuelga de su cuello.                  

La diosa asintió.

¿Félix? —Lo reconoció la rubia de manera incrédula— Mou! Cariño mío ¿Por qué atormentas a mi amo? ¿Sigues con este ridículo desafío? —se mofó al tiempo que colocaba sus manos en su cintura — Acéptalo como usuario de una vez, lo sabes ¿cierto?... —dijo refiriéndose a que Yuuri era el elegido—Esto no es más que una pérdida de tiempo

Su nueva contrincante sonrió maliciosamente. Félix apretó los labios y trató de asesinarla con la mirada.

—Mejor que tu tonta prueba del beso apasionado, mujer y no es como si quisiera servirle a un cobarde.

Maou Yuuri hizo un gesto lleno de indignación por lo último que había dicho él mientras lo veía volver a su tamaño normal. Parecía que el dios del fuego esperaba ver cómo trabaja en equipo con Aimeth. Pues si eso quería, eso tendría, y esta vez sentía más ganas de dejarlo callado de una vez por todas.

Gunter pareció recordar un detalle. “Podrás usar mi elemento según creas conveniente” eso había dicho Ghob durante el pacto, lo único que su majestad Yuuri estaba inconsciente en esos momentos. ¿Tal vez?

—¡Majestad!— comenzó a gritar para llamar su atención, y por fortuna, Yuuri giró su rostro en su dirección. Los que estaba a su lado lo observaron extrañados por su repentina intervención— ¡También puede llamar en presencia al espíritu de la tierra, Ghob! ¡Hágalo! ¡No tiene mucho tiempo!— advirtió.

Yuuri miró a Aimeth y ésta asintió dándole a entender que en efecto podía hacer lo que Gunter le decía.

—¡Perfecto!— exclamó contento, mas ayuda, más probabilidades de ganar. Bajó las palmas de su mano al suelo y un aura de energía color verde surgió de la tierra— Espíritu de la tierra Ghob, tú qué haces correr los siete metales de las venas de la tierra, tú qué haces crecer fuerte todo lo que germina ¡Escucha mi llamado!

Un fuerte temblor hizo que Ariel se sujetara de los fuertes brazos de su esposo. Los otros hicieron maniobras para mantener el equilibrio.

De las profundidades del suelo surgió Ghob, el dios de los espíritus de la tierra, anciano de larga barba, vestido con una túnica color café, atada con un cinturón de cobre, y sus brazos y piernas con armaduras de metal. Y un báculo de madera en su mano.

Tú me has llamado, aquí estoy— su voz era totalmente penetrante, ronca como un sabio anciano.

Félix lanzó una mirada de impaciencia al nuevo trío y lanzó un bufido.

—Adelante, Yuuri Shibuya, por mi puedes llamar a un ejército si quieres, pero si no tienes confianza en ti mismo, nunca lograrás siquiera acercarte a mí.

Yuuri frunció el ceño y apretó al mismo tiempo sus puños. 

—Pero alguien inteligente sabe que ante un rival tan fuerte como tú no puede obtener la victoria solo—Aimeth y Ghob sonrieron ante su respuesta.— Al lado de los dioses, obtendré la victoria.—agregó.  

En los labios de Félix apareció una sonrisa lacónica.

Te quedan cinco minutos—anunció.

—¡Usted puede Majestad Yuuri! — gritó de pronto Ariel. Esa exclamación de ánimo fue imitada por los demás:

—¡Vamos Majestad! ¡Solo cinco minutos!

Al terminar de escuchar, Aimeth supo que era hora de intervenir y hacer lo que su amo le había ordenado. Se lanzó contra el dios del fuego que no bajaba la guardia, con agiles movimientos. Estaban luchando en una zona volcánica muy densa y la diosa comenzaba a sentir los estragos que el calor hacia con su poder.

Aimeth golpeó con su rodilla el estómago de Félix, pero éste detuvo la patada entrecruzando sus brazos frente sí. Ella dio un giro hacia atrás dándole paso al gran dios Ghob para atacar.

—¡Trágate esto Félix!— exclamó y lanzó una tormenta de rocas hacia él, mismas que fueron fácilmente desintegradas por el fuego ardiente que lanzó Félix de su báculo en forma de serpiente. Detrás de ese ataque, Yuuri apareció con espada en mano de manera sorpresiva, estaba a corta distancia y podía rajarle el estomago de un solo golpe, pero de nuevo lo esquivó.

El tiempo corría en su contra, ahora solo le quedaban tres minutos. “Maldición” pensó Maou Yuuri desesperadamente, tras eso, extendió su mano hacia el cielo y creo unas sorprendentes y colosales serpientes de agua. Agua contra fuego chocaron, Félix lanzó un ataque de fuego con la forma de un ave fénix contra las serpientes de agua de Yuuri.

Todo mundo gritó y buscó refugio entre las rocas ante tal impacto; deslumbrante y al mismo tiempo estrepitoso.

—Aimeth, Ghob, ¡los tres a la vez! — ordenó Yuuri con el fin de no dejarle escapatoria a su contrincante. Ambos asintieron con la cabeza.

Nadie se dio cuenta de que de las aguas que había creado momentos antes el Maou se comenzaba a manifestar una silueta.

Aimeth corrió a la derecha de Félix; Ghob a su izquierda y Yuuri hacia al frente todos con tridente, báculo y espada respectivamente en mano con el fin de rodearlo.

—¿Olvidan que no tengo a nadie por detrás?— murmuró con una mueca de burla que le duró poco.

—Yo no estaría tan segura de eso. — dijo una voz a su espalda.

Felix miró sobre su hombro, luego agachó la cabeza y vociferó un nombre: —Atziri.

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Templo Imperial

Hirish y Agnes ya se encontraban en la cima de una de las torres del Templo Imperial. Dentro del templo el imponente dragón dormía, encerrado en un campo de fuerza oscuro.

Hirish contempló con la mirada esas tierras sagradas. El aire golpeaba sus mejillas y movía su cabello mientras veía el comienzo del atardecer que llenaba de tonos marrones todo lo que alcanzaba su vista. Hace cinco mil años había estado cerca de conquistar este mundo pero hubo alguien que se interpuso en su camino. Esta vez, no sería así, había regresado más fuerte que nunca. Tenía un nuevo aliado, un dragón alado que se alimentaba de Maryoku, aparte de todas las demás creaturas del inframundo que lo apoyaban.

Sonrió con complacencia al saberse vencedor. Por fin, después de tanto tiempo, su venganza estaba comenzando.

—Es hora— declaró y levantó ambos brazos al cielo.

Este era, el comienzo del fin

Un pueblo ubicado en las cercanías del Templo Imperial estaba animado por las voces de los niños, de los vendedores, campesinos y demás habitantes en la plaza. Formaba parte de un conjunto de pueblos relativamente autónomos con un sistema de gobierno que rara vez iba más allá de un nivel local. No formaban parte de ninguno de los siete distritos, sin embargo se mantenían al tanto de lo que acontecía en la capital y aceptaban a Willbert von Bielefeld como Maou desde hace años atrás.

En el pueblo había un bullicio como ningún otro se había visto en años, gracias a las noticias que se extendían rápidamente acerca del campeonato de elementos, llenando de tensión el ambiente. El tema del día era la batalla por la corona entre un Noble del distrito Moscovicth y un Medio-Mazoku de nombre Yuuri Shibuya. Se hablaba de la posibilidad de ser gobernados por “el mestizo” y eso les asustaba, por ignorancia más que por las consecuencias.

—He oído que el mestizo es muy poderoso ¿sabes? —Decía una mujer a su amiga en el mercado— Dicen que puede controlar horribles criaturas, y que no tiene piedad con su adversario.

—Escuché de una fuente muy confiable que el lord de Zweig acabó postrado en cama después de la batalla que sostuvo con ese mestizo— secundaba otra que se metió en la plática—Es malvado, si no lo aceptamos como rey, nos mandará a ejecutar a todos. —le dio más énfasis a la última frase

Una de ellas soltó un grito de espanto—¡No quiero ser gobernada por alguien de esa calaña!—chilló.

 

En los pasajes de las calles, los niños jugaban con espadas de madera, fingiendo luchar contra el “Maou de las sombras”  quien según ellos era el villano. Muchas de sus batallas terminaban con el Maou postrado en el suelo y rindiéndose ante el bueno, que era representado por Friedrich.

Por otra parte, los hombres regresaban, irregularmente temprano—antes del atardecer— de sus jornadas a sus hogares donde ya los esperaban sus esposas y sus hijos. El tema en discusión era el mismo.

—Si un mestizo llegara a gobernar estas sagradas tierras, estaríamos dejando atrás todo lo que en el pasado nos hicieron los humanos— decía el hombre recibiendo los sagrados alimentos en la mesa. Su mujer se limitaba a estar callada pues al mismo tiempo estaba atemorizada— Esos seres que ni deberían existir. Este mundo nos pertenece a nosotros, los Mazoku pura sangre, somos el origen y fin de estas tierras— exclamó con orgullo, llevándose el puño al pecho.

La mujer asintió.

—Que los dioses escuchen muestras suplicas y no dejen que ese tal Yuuri Shibuya gane la competencia— y diciendo esto, corrió hasta una cuna hecha de madera donde reposaba su hijo y lo cargó en brazos.

 

—¿Estarías dispuesto a ir a la guerra?— le preguntaba un guardia a otro, mientras bebían una cerveza en la caverna del pueblo.— Ya sabes, muchos en la capital no se quedaran de brazos cruzados ante la amenaza de que un mestizo tome la corona.

El otro guardia hizo una seña para que el primero se acercara a él. Había sido participe de las semifinales y se había enterado de muchas cosas.

Pasó una mano sobre su hombro y le susurró al oído:

—Ya hay gente que muestra apoyo para con ese Maou de Shin Makoku, gente de Luttenberger, de Aigner y de Zweig. Algunos Nobles del consejo también lo apoyan. El país está dividido, y si nos enfrentáramos contra él nos estaríamos enfrentando también a países humanos con los que tiene alianzas. Los humanos tienen piedras Houseki, estaríamos en desventaja

—¡Maldición!— exclamó golpeando la mesa con su puño pero a esa exclamación le siguieron gritos de terror en las afueras.

Los dos guardias se levantaron de sus sitios y atravesaron la puerta doble de la caverna hacia el exterior quedándose perplejos ante lo que sus ojos veían: Todo mundo, niños, ancianos, jóvenes y adultos corría de un lado a otro buscando refugio ante una oleada de oscuridad.

Ambos alzaron la cabeza y observaron el cielo. El sol ya había desaparecido. Se estaba poniendo muy oscuro, demasiado incluso para tratar de movilizarse.

—Esto está mal… muy mal…—murmuró uno de los guardias, por decir algo.

—¡Esto ni siquiera es normal! ¡Idiota!— le dijo su compañero— ¡Vamos, debemos evacuar a la gente!

Un repentino temblor, tan intenso que les impedía incluso dar los pasos sin titubear, asustó a sus caballos que relincharon y patalearon. Ambos se volvieron a ver con el miedo reflejado en sus rostros- En realidad no sabían que hacer-

Mientras permanecían paralizados, una repentina ráfaga de viento se comenzó a sentir acompañado de truenos y relámpagos.

—¡Esto es el fin del mundo! — se escuchaban entre los gritos y lamentos.

—¡La profecía! ¡La profecía! — repetían los ancianos.

En seguida se levantaron unas nubes de polvo. Uno de los guardias reprimió un estornudo y alzó la mirada.

—Steven, debemos dar aviso al rey…

—¡…! — el más joven de los guardias se limitó a escuchar las ordenes de su superior.

—Mi abuelo me contaba esta historia cuando era pequeño. ¡Él me decía la verdad! ¡La profecía es cierta! —explicaba— “Un campo de energía oscura rodeará una buena extensión de tierra. Creaturas horripilantes invadirán el mundo y destruirán todo a su paso. Solo tenemos una esperanza, ¡el elegido!”

Mientras le contaba esa historia, los techos de las casas salían disparados al cielo, y los rótulos de las tiendas se movían de un lado y a otro. Lo siguiente que sucedo los dejó literalmente sin respiración:

Entidades de todos tipos comenzaron a surgir de la nada. Criaturas mitológicas: centauros—ser con cuerpo de caballo y el torso, brazos y cabeza de hombre, arpías, minotauros—monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro— también enormes dragones, serpientes, topos, águilas formados de elementos como agua, fuego, tierra y aire.

—¡Mierda!— exclamó el mayor, sacando su arma de la funda y corriendo para defenderse de  una de las bestias— Steven ¡Huye de aquí! ¡Dale aviso al rey Willbert, él sabrá que hacer! —gritaba mientras luchaba contra el minotauro que amenazaba con devorarle el resto del brazo derecho. Reprimió un alarido de dolor e insistió una vez más:— ¡Toma tu caballo y huye de aquí a todo galope! ¡No mires hacia atrás!

—¡Pe-pero!...

El joven soldado estaba prácticamente en shock. Se limitó a abrir los ojos de par en par cuando una arpía se cruzó en su camino. Por fortuna, su superior lo defendió con su espada.

—¡Soldado! ¡Es una orden!—insistió— ¡Obedezca!

—¡No quiero dejarlo solo aquí! ¡Tenemos que proteger a la gente!— Por encima de sus cabezas la oscuridad aumentó de tamaño hasta convertirla en una nube negra.

—Ya no hay esperanza para nosotros, quedaras atrapado en el campo oscuro si no te mueves en este instante ¡Ya no tendrás escapatoria!

Finalmente, el joven sollozó y llevó su temblorosa mano hacia su frente. 

—A la orden, mi capitán. 

Montó a toda prisa el caballo y salió del pueblo al galope por el camino polvoriento que bordeaba las colinas en dirección al Castillo Imperial. A ese paso, llegaría a su destino al anochecer. Intentó ignorar los alaridos y gemidos que se escuchaban detrás de él, sobre todo el de su querido capitán, cuando exhalo su último aliento de vida.

Cuando dejó de ver oscuridad, ordenó a su caballo dar la vuelta para contemplar por última vez aquel pueblo que dejaba sumido en la perdición.

—Que los dioses se apiaden de nosotros…—musitó con un nudo en el corazón.

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—Toma el anillo amo— le dijo una hermosa mujer a Yuuri.

Su piel era pálida con un toque color celeste, su cabello era larguísimo hasta los tobillos de color azul oscuro. Usaba un vestido de seda color beige. En su cabeza usaba una tiara en forma de picos. Sus ojos eran de color verde-aqua. En sus manos tenía un báculo en forma de serpiente marina. Bella en verdad.

Yuuri extendió el brazo y arrancó la cadena, por fin pudo tener entre sus manos el anillo de diamante negro del dios Félix.

Los demás se acercaron a la pista no pudiendo aguardar por más tiempo. Sus rostros manifestaban alegría ante la victoria del rey. Sin embargo, Ariel y Dimitri no esperaban las mejores noticias y se limitaron a mantenerse en silencio.

—¡Yuuri! ¡Majestad!

Los labios de Yuuri formaron una sonrisa completa cuando volvió a ver a sus amigos. Todo mundo se enfocó en los cuatro espíritus que ahora estaban en frente formados en una línea.

 

Aimeth, Ghob, Felix, Atziri. Los cuatro dioses de los elementos, Aire, Tierra, Fuego y Agua y frente a sus magnificas presencias un joven cuyo corazón puro lo hacía acreedor de dominarlos a su complacencia.

—¿Quién eres tú?— preguntó Yuuri al espíritu con aura azul.

—Me llaman Atziri y soy tu espíritu del agua.— Yuuri no supo cómo reaccionar y se limitó a quedarse callado y al mismo tiempo confundido. —Yo siempre he estado contigo, desde el principio, cuando bebiste del agua que te dio la sacerdotisa del bosque, mi fiel servidora.—le explicó.

—¿Por qué no supe de ti antes?

Atziri sonrió un poco, sólo una inclinación final de sus labios.

—Había permanecido oculta en ti porque nunca invocaste mi nombre o mi presencia — cambió su actitud tranquila por una llena de tristeza— Pero las circunstancias me han obligado a hacerme presente en esta ocasión— los demás dioses bajaron la cabeza por un instante antes de escuchar la sentencia final—. El momento ha llegado, el principio del fin.

Ghob asintió con la cabeza, Aimeth dio un respingo, Félix frunció el entrecejo, todos entendieron  perfectamente a que se refería.  

Por instinto, Ariel sujetó la mano de su esposo, él sabía que algo malo iba a suceder, y sentía temor.

—La prueba ha terminado, compañeros. Nuestro elegido ha demostrado saber trabajar en equipo— Atziri se dirigió a los tres dioses. —¿Cierto? Félix…

—Pero nuestro amo me debe una respuesta —advirtió él.—No podemos obligarle a cargar con esa gran responsabilidad a menos que él mismo lo decida.

Yuuri intentó tomar la palabra, pero Atziri lo interrumpió con un gesto con la mano.

—Antes de responder, debes saber la profundidad de la pregunta que el dios del fuego te ha hecho.— advirtió— Esto ya no se trata de una simple batalla, ahora tienes otro enemigo más fuerte y más destructivo.

Escúchame atentamente Yuuri Shibuya, noble y valiente Maou. Esta historia que contaré fue real y se volverá a repetir… la decisión de aceptar el desafío, está en tus manos…

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Los espíritus vivimos en un mundo parecido al de los humanos y los demonios. Allá hay bosques, lagos, montañas, volcanes, templos y castillos, así como criaturas de distintas especies. Nuestro mundo está dividido en cuatro reinos: Aire, Fuego, Tierra y Agua ** Vivimos en relativa armonía unos con otros, no importa a que elemento permanezcas. Nuestro diario vivir se resume en acudir al llamado de los Mazoku cuando invocan nuestro nombre y es allí cuando, de una y otra forma, nos manifestamos, ya sea en presencia o representados a través de nuestros elementos.

Pero hubo alguien que quiso destruir esa paz y con ello marcó el inicio de una profecía cargada de sufrimiento, dolor, pena y llanto.

Su nombre era: Hirish.

Hirish surgió como un espíritu de fuego. Durante muchos años acudió al llamado de quienes invocaban su nombre y su poder. Se comportaba como cualquier otro habitante del mundo espiritual. Era amable y educado.

Con el paso del tiempo, Hirish comenzó a codiciar un puesto en el trono del reino del fuego alegando que era lo suficientemente fuerte como para ser un dios. Orgulloso de sus logros, se presentó ante el dios del fuego Félix, y su corte y exigió que el puesto le fuera concedido de inmediato, pero no recibió el apoyo requerido y se le negó. Hirish se enfadó tanto al no lograr lo que se proponía, que casi destruye el templo con su furia. Sin embargo, los espíritus de fuego lograron apagar su sed de destrucción después de una ardua batalla en la cual le hicieron entrar en razón y todo quedó en el olvido, pues sus ofensas fueron perdonadas.

Hirish comenzó a considerar la idea de que si no podía gobernar el mundo espiritual, por lo menos podría conquistar el mundo de los demonios. Manipuló entonces a un demonio con un corazón vanidoso y lleno de maldad e intercambió su cuerpo con su alma. Ese era el inicio de su plan.

Así, con la compañía de los espíritus y creaturas que si lo apoyaban, comenzó a invadir Makoku.

Guerras lideradas por Hirish, en compañía de creaturas como Sátiros, minotauros, centauros, arpías y otras entidades se llevaron a cabo. Numerosos grupos de hombres corrían a encontrarse con el ejercito de Hirish desde direcciones opuestas blandiendo espadas y lanzando flechas y, en cuestión de minutos, se decidía la victoria; los perdedores se quedaban tendidos en el suelo cual lago de color rojo mientras los vencedores seguían su camino a la completa invasión.

Hirish se complacía mientras los cuerpos desechos de quienes luchaban en su contra yacían ante él.

Con la perdición que dejaba a su paso sus fuerzas aumentaban.

El más joven y audaz capitán del ejército Mazoku, un muchacho que inspiraba una enorme lealtad en sus hombres, no estaba dispuesto a dejarse vencer. Su cuerpo albergaba una enorme cantidad de Maryoku y podía hacerle frente al terrible enemigo.

Durante la última batalla, el ejército de espíritus y creaturas de Hirish se contaban en miles y se abalanzaron con furia sobre los Mazoku sin piedad. Todo en apenas unas cuantas horas.

La fuerza y valor del ejercito Mazoku apenas pudo con la furia de las criaturas de las tinieblas. Los soldados se enfrentaron a una masacre, mientras el joven valiente luchaba cara a cara contra el mismísimo Hirish.  Estaba dispuesto a todo con tal de no dejar que la maldad dominara a su mundo, incluso si debía ofrecer su propia vida a cambio. El joven valiente rogó a los dioses que le concedieran el poder necesario para acabar con su enemigo y esa suplica marcó el inició de un milagro.

Los cuatro dioses de los elementos escucharon sus plegarias. El corazón valiente y bondadoso del joven había ganado su voluntad. El cielo se dividió en dos y surgieron los dioses de los elementos Aimeth, Felix, Ghob y Atziri, descendiendo para acompañar al joven valiente en su batalla. Hirish fue vencido y desterrado al inframundo junto a sus criaturas a través del portal que el joven capitán abrió con su poder, pero prometió que algún día volvería para buscar venganza.

Por desgracia, la cantidad de Maryoku que el joven utilizó extendió sus límites y falleció a los pocos minutos de haber ganado la batalla, dejando una terrible soledad en quienes le amaban y en los que lo apreciaban como un héroe.    

Conmovidos por la trágica situación, y alarmados al mismo tiempo con la amenaza de Hirish, los cuatro dioses guardaron el alma del muchacho en una cajita de cristal hasta el día en que alguien con la misma esencia y corazón puro la mereciera. Una persona que buscara la paz y la armonía en este mundo.

Surgió después una profecía que decía que el elegido tendría que luchar contra un poderoso dragón alado con cuatro cuernos en la cabeza, que representaban los cuatro elementos lo cuales podrá manejar. El elegido junto con los dioses, tendrían que destruir tanto al dragón como al mismísimo Hirish en una batalla épica contra miles y miles de seres del inframundo.

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—Ese eres tú, Yuuri Shibuya, poseedor del alma de Suzanna Julia von Wincott. Corazón puro y sincero que busca la paz entre las naciones. Que no buscas dominar con tu poder sino hacer el bien a los demás, aun si ellos te echan la espalda y te menosprecian.

—¿Y-yo?...— atinó a decir Yuuri, experimentando una punzada aguda de ansiedad.

—¡…!— Después de escuchar el relato de la diosa del agua, todo mundo se quedó callado, meditabundo y apesadumbrado.

Algunos sentían la garganta apretada, algo como amarga después de enterarse de una trágica noticia y otros como Ariel su boca salada por las lágrimas que derramaban. Preguntas sin respuestas vinieron después de unos minutos, asimismo temores al considerar que la historia se repitiera tal cual por segunda ocasión. El joven leyenda murió después de la última batalla ¿Ocurriría lo mismo con Yuuri? Pidieron en sus corazones que no fuese así.

Yuuri se había quedado sin reacción alguna. Parecieron solamente calar unas cuantos hechos en su mente: Podría morir en el intento por salvar este mundo.

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En ninguna parte de su cerebro había considerado la idea de morir en manos de un ser de la calaña del dios del inframundo, mucho menos en una guerra.

Si se pudiera elegir como morir y en qué lugar, deseaba que su muerte fuera como dormirse y no despertar, en Shin Makoku, aquel lugar que tanto había llegado a amar. Sus restos serian sepultados en aquel agujero sombrío que es cubierto por tierra y rocas en un acto solemne.

Miedo a la muerte ¿Quién no la tiene? Además, le había prometido a Wolfram no morir, no por ahora.

Y, para ser honesto, deseaba vivir un poco más; aun le faltaban cosas por hacer: cumplirle la promesa de matrimonio a su demonio de fuego, amarlo y cuidarlo hasta más no poder, compartir momentos memorables al lado de su madre, su padre, su hermano. Quería hacer las paces con su suegro. Quería aprender más de sus cuñados, de su consejero, del resto de sus amigos. Quería ver crecer a su Greta, verla convertida en una mujer y aunque se le partiera el corazón, entregarla frente al altar a la persona que ella eligiera amar.

La decisión estaba en sus manos. Él era la única esperanza, alguien que nunca se había considerado capaz de liderar un ejército ahora tenía la misión de liderar a cuanto guerrero y soldado se uniera a su causa.  De lo que estaba seguro, era de que estaba dispuesto a todo, incluso a morir, para proteger a los suyos. Ya no era un cobarde. Si algo había aprendido a lo largo de su camino, era que si vives con miedo todo el tiempo te privas de muchas cosas buenas que tiene la vida.

Ya no lo pensó por más tiempo. Un sentimiento inexplicable e irracional se apoderó de su espíritu. Su corazón se sentía excitado, incompresiblemente animado. Sentía que podía hacer cualquier cosa que se propusiera.

Lucharía con todas sus fuerzas y no se dejaría vencer, y no estaba dispuesto a morir, todavía tenía cosas que hacer en el mundo de los vivos.

—¡Lo haré!—exclamó con decisión, y todos los ojos se enfocaron a él.— En mi interior siempre supe, que tenía que protegerlos a todos, a toda costa.

—¡Su majestad! ¡Yuuri!

Conrad, Gunter, Gwendal y Waltorana intentaron intervenir, pero éste levantó la mano pidiendo silencio y les dedicó una sonrisa sin ningún rastro de mentira pero si llena de gratitud.

—Descuiden, mis amigos. —Les dijo— No pienso morir aun. La historia no se repetirá de la misma manera. Habrá una victoria, será de nosotros, pero no moriré.

Yuuri contempló a su corte y vio a unos hombres que hacían esfuerzos sobrehumanos por tratar de estar en su lugar. Sus palabras sonaban estúpidas, como tontas esperanzas de un joven inexperto, pero las había dicho de corazón.

—Entonces, que así sea — exclamó Atziri, conmovida por sus palabras.

Los cuatro dioses de los elementos se arrodillaron sobre una pierna con el puño en el corazón.

—Seré la fuerza de tu amor puro y sincero y prometo proteger a aquellos que amas — exclamó Aimeth.

—Seré la madurez y la sabiduría que has alcanzado con esta decisión y prometo que tu nombre será recordado para la posteridad— exclamó Ghob.

—Seré la valentía y el coraje del fuego penetrante que yace en tu interior— exclamó Félix.

—Y yo como agua, seré la pureza de tus sentimientos. Tu alma sincera, jamás será vencida por la oscuridad.— exclamó Atziri suavemente.

Los cuatro dioses exclamaron a la vez: —Oh elegido, tú que eres pasión, sabiduría, valor y pureza. Confiamos en ti para la salvación de este mundo y te ofrecemos nuestro poder para luchar juntos en contra del mal.

Y asi, a profecía había dado inicio.

Los otros, se acercaron a Yuuri con palabras de ánimo y él las aceptó calurosamente, aceptando sus abrazos y repartiendo amplias sonrisas.

Esta historia continuará. 

Notas finales:

 

Bueno. Disculpas de nuevo por la confusion, y tambien por el retraso

No hay adelanto, pero si estará un poco más interesante que este. (u_u)zzzz que fue mucho bla bla. el otro ocurriran unas situaciones mas interesantes. 

Las pesadillas de Wolf eran una predicción ¿Cuál será el destino de su amado?

Volveremos al castillo imperial con Cecilie, Willbert, Annete, Wolfram. Faltan muchas cosas que resolver por ahí.

Gracias por leer. Bendiciones. 


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