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Wish You Were Here por midhiel

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Wish You Were Here

Capítulo Catorce: Inconvenientes

Charles fue a la recámara para prepararse para dormir y Erik, a la de Edward ya dormido para arroparlo. Tardó más de lo conveniente y cuando ya Charles se estaba preocupando, regresó. Xavier notó enseguida que se encontraba perturbado, pero prefirió que él mismo se lo confesara en lugar de leerle la mente.

Erik se cambió y ya en pijamas se sentó en la punta del lecho.

-¿Qué ocurre? – indagó Xavier.

Erik permaneció en actitud reflexiva antes de contestarle.

-Cuando llevaba a Edward en brazos, pensé en Sean. Imaginé lo que habría sufrido en el cautiverio, su desesperación y su temor por Edward. Si Raven no te lo hubiera traído, quién sabe la clase de destino que lo hubiera esperado.

-Pero Raven nos lo trajo – le recordó Charles -. Edward crecerá ahora feliz con nosotros.

Erik lo miró. Estaba muy angustiado.

-¿Qué sería de nuestros hijos si algo así llegara a ocurrirnos a nosotros, Charles?

Charles estiró el torso todo lo que pudo para abrazarlo.

-Es entendible que te sientas tocado por la situación de Sean estando embarazado también tú y en el último mes, pero nuestra situación es diferente.

-Por supuesto que sé que es diferente – aseveró Erik, molesto porque Charles no lo entendía -. Sé que estoy a salvo pero no puedo dejar de pensar que Sean no lo estuvo.

-Entonces – susurró Charles reforzando el abrazo -, lo que sientes es empatía y compasión por Sean, Erik. Emociones muy humanas y comprensibles en tu estado. Te compadeces de Sean, que pasó con angustia por lo mismo que estás pasando tú en armonía. Su situación fue muy diferente a la tuya, trágica y desesperante. Te compadeces porque tienes sentimientos y adoro eso de ti.

Por instinto, Erik quiso responderle que no era cierto, sin embargo, se dio cuenta de que Charles tenía razón.

Xavier continuó.

-Por eso me alegra de que Raven nos lo haya traído. No pudimos salvar a Sean pero esté donde esté, podremos ayudarlo cuidando de Edward, que es lo que él hubiera deseado más que nada en el mundo, ¿no lo crees?

-Habrá pensando mucho qué iba a ser de su hijo – reflexionó Erik con tristeza.

-Seguro que lo habrá hecho – Charles deshizo el abrazo y lo tomó de las mejillas para que se miraran a los ojos -. Pero se sentirá feliz y aliviado si el niño vive con nosotros.

-Sí – consintió Erik.

Charles le apoyó las manos sobre los hombros y lo empujó con suavidad para que yaciera boca arriba. Luego se ubicó él encima, con cuidado para no aplastarle el vientre, y le besó los labios.

-¿Sabes qué es lo que más placer me provoca de estar acompañándote todo el tiempo? – preguntó Xavier insinuante. Erik lo miró esperando la respuesta -. Poder hacerte el amor cuando lo desee.

Erik sonrió, feliz con la propuesta provocativa. Charles se bajó los pantalones y ya tenía el miembro erecto. Entre besos y caricias, se hicieron el amor una vez más.

•••••••••••••••••••••••

Charles recordaba sonriendo cuando Raven le pedía que le leyera la tesis para dormirse apoyada en su pecho. Ahora era Erik quien se dormía en esa posición mientras él leía un libro de genética de publicación reciente.

Había pasado una semana desde el cumpleaños de Edward. Habían preparado un festejo familiar los tres, y habían comido pastel de chocolate rodeados de globos y alegría.

Aunque el libro estaba entretenido, Charles bostezó y pronto cerró los ojos relajado mientras acariciaba el pelo de Erik.

De pronto la radio anunció la transmisión en directo de la declaración de Trask durante el juicio. Charles abrió los ojos y al moverse, Erik se acomodó dormido.

-La especie mutante convive camuflada entre nosotros – dictaminó el científico con su tono neutro -. Puede ser su vecino, el compañero de colegio de su hijo, su compañero de trabajo, cualquiera. Bajo la apariencia de una persona común y corriente se esconde un mutante. Ustedes me dirán que son seres humanos como nosotros pero ellos no se consideran como tales. Nos llaman “homo sapiens” despectivamente y se consideran un estadio superior en la evolución de nuestra especie. Algunos no esconden sus deseos de dominación, otros son más sutiles. Damas y caballeros del jurado, si mis métodos les parecieron violentos, deberían conocer lo que los mutantes hacen o piensan hacer con nosotros y con nuestros hijos y nietos. Nadie está a salvo . . .

-Apágalo – ordenó Erik.

Charles extendió el brazo para presionar el botón y se hizo silencio.

Erik cerró los ojos y se acurrucó para seguir durmiendo tranquilo. Charles suspiró tan hondo que la cabeza de su amante se elevó y descendió. A medida que pasaba el tiempo, comprendía que a pesar de haber vencido a los centinelas, la gente como Trask continuaba siendo un peligro para los mutantes y aunque no quería admitirlo, a veces se preguntaba si no hubiera sido una buena acción que Raven u otro lo hubiera asesinado.

Xavier se horrorizaba de sus propias ideas, él era un hombre que pregonaba la paz pero la realidad le recordaba la frase incisiva de Erik años antes: “La paz nunca fue una opción”.

Se frotó la sien. De pronto, captó que Erik se había alterado. Soñaba que Trask lo había secuestrado otra vez y la horrible sensación se mezclaba con los recuerdos de Auschwitz. Charles le acarició la cabeza y entró en su mente para tranquilizarlo. De a poco, Erik fue sosegándose y sin despertar, recuperó la calma y continuó soñando.

Charles lo empujó con suavidad para acomodarlo sobre su pecho. No quería confesárselo a nadie para no preocupar a Hank ni menos a Erik, pero tenía miedo. Según Meg, el embarazo marchaba perfecto y era poco probable que se presentaran complicaciones pero aún así estaba nervioso. Sin embargo, sus temores no podían ayudarlo y decidió hacerlos a un lado y continuar con la lectura.

••••••••••••••••••••••••

-Mira, Eddie, allá está Charles – incitó Hank al niño a dar sus primeros pasos en la cocina.

La silla de ruedas se encontraba a menos de dos metros. Sin soltar una galleta que estaba comiendo, Edward extendió los brazos, alzó la pierna en alto y se lanzó hacia los brazos de Charles, que lo recibió y cargó en sus rodillas.

-¿Erik no va a bajar a desayunar? – preguntó Hank, dispuesto a preparar el café.

-Todavía está durmiendo – explicó Charles, mientras le quitaba unas miguitas de la cara -. No descansó bien anoche. El peso le molesta.

-Bueno, todo su calvario debe terminar a principios de noviembre – comentó Hank y sacó las cuentas -. Estamos a once de octubre y eso le deja unas tres semanas.

-Así es – suspiró Charles, que a pesar de estar ansioso, no podía dejar de pensar en el trajín que implicaría la preparación y el parto en sí -. La semana entrante vendrá Meg a quedarse con nosotros y hará los últimos arreglos con sus conocidos en el hospital. Sigue en Viena, ¿cierto?

Hank asintió.

-El congreso durará hasta el sábado. Yo me ocuparé de prepararle la casa de huéspedes para hospedarla.

Charles se lo agradeció y miró sonriendo a Edward.

-Cuando acabes esa galleta, irás a bañarte, jovencito.

Erik entró en la cocina. Tenía una expresión de preocupación y dolor.

-¿Qué ocurre? – preguntaron Xavier y Hank preocupados al mismo tiempo.

Erik se mordió el labio.

-No me siento bien – contestó cansino y miró a Charles -. Creo que van a nacer pronto.

Hank apartó a Edward de Charles para que rodara la silla hacia Erik.

-¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? – indagó Charles. En un segundo, pasó revista a la mente de su amante y descubrió que había despertado con dolores y se había encontrado con las sábanas mojadas. Era probable que hubiera roto aguas. Sintió que lo mejor era tranquilizarse para tranquilizarlo -. Regresemos a la habitación – sugirió con calma -. Acuéstate y Hank te preparará un té caliente.

Erik asintió. Estaba asustado pero la calma de Charles le inspiró confianza. Subieron juntos en el ascensor y Xavier lo acompañó, cambió las sábanas mojadas y lo arropó. Desafortunadamente Meg seguiría en Viena al menos dos días más y si abandonaba el congreso, no llegaría a Nueva York hasta dentro de diez horas. Erik se acomodó de lado, mirando a Charles. No se atrevía a decirle el miedo que sentía aunque sabía que igual el telépata podría leerle la mente.

Charles se acercó a la cama. Le apretó la mano para confortarlo y lo sintió atemorizado e inquieto. El metal de la recámara vibraba tenuemente.

-¿Puedes sentir si los niños están bien? – indagó Xavier.

Erik asintió sin hablar, mientras se acariciaba el estómago.

Charles le masajeó los dedos.

-Enseguida vendrá Hank con el té. Lo beberás despacio y tranquilo. Luego nos comunicaremos con Meg para que nos recomiende a qué especialista llevarte ahora y a qué hospital. No tengas miedo, Erik. Todo saldrá bien.

-Si algo llega a pasarme . . .

-Nada va a pasarte – cortó Charles con convicción -. Estuvimos juntos todo el tiempo y tu cuerpo terminó de desarrollarse, Meg ya nos lo aseguró. Las probabilidades de que algo se complique son mínimas. Todo va a salir bien.

Erik cerró los ojos. Se sentía demasiado vulnerable. Desde que supo del embarazo, se había hecho la idea de que tarde o temprano debería dar a luz, pero una cosa era imaginarlo y otra que el hecho estuviera a punto de ocurrir. Además, ahora que era feliz con Charles, temía que una vuelta del destino trucase su felicidad en tragedia. ¿Por qué tenía que ser tan pesimista? Quizás porque su vida había sido complicada y su falta de esperanza en la humanidad repercutía en la ilusión que pudiera tener de una existencia tranquila y dichosa junto con la persona que amaba y sus hijos.

Hank entró trayendo el té. Charles percibió su mente perturbada por nuevas noticias. El muchacho no sabía si comunicarlas delante de Erik y pidió hablar con Charles a solas. Pero Magneto lo detuvo.

-Lo que debas comunicar, dilo delante de mí – exigió -. No trates de esconderme nada como si fuera un niño porque solo vas a enfurecerme.

-¿Qué ocurre, Hank? – pidió Charles que lo dijera allí mismo.

Hank miró a uno y a otro antes de acomodarse las gafas.

-Todavía no pude comunicarme con Meg – explicó -. Hay interferencias en las comunicaciones. Hablé con la operadora y me dijo que no podremos conectarnos con el exterior hasta dentro de un par de horas. También encendí la tele y anunciaron que están pidiendo en los hospitales la nómina de los hombres que estén por dar a luz o lo hayan hecho recientemente. Es una orden que partió de un grupo de conservadores y fue aceptado por el Departamento de Salud.

-Eso significa que la internación y el apoyo tecnológico quedan descartados – analizó Erik. Bebió el té de un solo sorbo y dejó el pocillo sobre la mesa de luz.

Hank se acomodó las gafas otra vez. Se sentía más nervioso que de costumbre.

-Dejé a Edward jugando en el corralito. Iré a ver cómo está y luego prepararé el laboratorio – miró a Erik -. No te preocupes. No esperaba que dieras a luz aquí pero como siempre Charles me recuerda que soy un obsesivo con las precauciones, prepararé todo para un posible parto hogareño.

-Tu obsesión fue de gran ayuda esta vez – remarcó Erik como cumplido.

Hank se marchó.

Charles volvió a apretarle la mano para tranquilizarlo.

-Parece que te saliste con la tuya – sonrió, bromista -. Darás a luz sin homo sapiens molestos, como los llamas.

-Quiero que te inyectes, Charles – pidió Erik seriamente -. Entiendo que quieres confortarme estando dentro de mi mente durante el parto, pero Hank no puede atenderme solo. Nos serás de más ayuda si puedes caminar. Además – se mordió el labio para no sonrojarse -. Quiero que solo tú me veas las partes íntimas.

-De acuerdo – asintió Charles y le apretó más la mano -. Cuando Hank regrese, le pediré que me traiga el suero. Pero antes necesito sentir la mente de los niños.

Erik se recostó para facilitarle el trabajo. Charles apoyó los dedos sobre el costado de su frente y la otra mano sobre la barriga abultada. Cerró los ojos y se concentró. Luego de unos minutos, retiró la mano y abrió los párpados.

-Los dos se sienten sanos y fuertes – comunicó, satisfecho. Erik asintió con alivio -. Ahora quiero entrar en la tuya para tranquilizarte por última vez.

Erik apoyó la cabeza sobre la almohada y cerró los ojos. Charles entró en su mente y le envió serenidad y también su amor. Erik se sintió cobijado con estas emociones y se acurrucó como un niño bajo una manta caliente. Xavier le acarició la mejilla para que abriera los párpados.

-¿Te sientes más cómodo? – preguntó Charles.

-Sí.

Hank tardó un rato en regresar. Había alimentado a Edward, lo había bañado y lo había dejado durmiendo una siesta. Consiguió el suero y Charles se lo inyectó. De a poco, percibió cómo perdía el contacto con la mente de Erik, tranquila gracias a las emociones que le había dado. Cuando sus poderes desaparecieron, recuperó la movilidad de sus piernas y Hank lo ayudó a salir de la silla. Recuperó la estabilidad y con el joven, ayudaron a Erik a levantarse para llevarlo al laboratorio.

•••••••••••••••••••••••••••••••

¡Hola!

¡Llegó el momento! Nuestros amores ya están en el trajín.

Disculpen la tardanza pero estuve híper ocupada y los capítulos que tenía adelantados los subí sin poder escribir los nuevos. Espero les haya gustado y cuando acabe, publicaré el próximo.

Contestaré los comentarios más tarde porque estoy a las corridas.

¡Gracias por el apoyo!

Midhiel

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