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Wish You Were Here por midhiel

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Wish You Were Here

Capítulo Ocho: Pasiones

Terminada la cena, Hank regresó al departamento y Charles llevó a Erik en taxi a recorrer el centro de la ciudad. Regresaron tarde. Hank había dejado la silla de ruedas en la suite y cuando llegaron, Charles la acomodó junto al lecho para poder usarla a la mañana siguiente.

Erik fue a disfrutar del jacuzzi antes de dormir. Charles se echó en la cama a leer.

De repente, Erik salió del baño con solo una toalla en la cintura.

-¿Te olvidaste de algo? – preguntó Xavier.

Erik bajó la mirada hacia su abdomen y se lo masajeó con suavidad. Charles notó que estaba ligeramente abultado y literalmente saltó de la cama.

-¿Otra vez las molestias? – se preocupó. Se suponía que estando juntos, ya Erik no tendría que sufrir más, además, ya habían pasado dos semanas y el embrión tenía que haberse implantado.

-No – replicó Erik -. Solo creció.

Charles llegó y apoyó su mano. No era la hinchazón dura de las veces anteriores sino una figura esférica y blanda. Quedó estupefacto y alzó los ojos asombrados hacia los de Erik.

-¡Dios mío! Está comenzando a notarse.

-Ni yo lo puedo creer – contestó Erik.

Sin contener las lágrimas, Charles lo abrazó. Quiso exclamar que era algo maravilloso pero no le salió la voz. Erik le devolvió el abrazó y apoyó los labios sobre su pelo. Estaba tan emocionado como él. Permanecieron abrazados un buen rato. Luego, Erik descartó el baño en el jacuzzi y se metieron juntos en la cama.

Al abrazarlo por la espalda como cada noche, Charles sintió por primera vez las ganas de hacerle el amor. Comenzó a besarle los rizos que apenas se formaban en su pelo bien cortado y Erik cerró los ojos. La boca sobre su cabello le provocó un cosquilleo especial. Entendió la intención y sintió que anhelaba lo mismo. Luego Charles le acarició el vientre y, de a poco, descendió la mano hacia sus genitales. Erik no abrió los ojos sino que apenas se sacudió y soltó un gemido bajo.

Entusiasmado con su respuesta, Xavier le acarició el miembro y comenzó a recorrerle la lengua por la nuca. La virilidad de Erik comenzó a endurecerse y Charles volvió las caricias más suaves para acrecentar su placer. De pronto, Erik lo tomó de las muñecas y con un movimiento ágil, lo hizo rodar con él hacia el otro extremo del colchón. Charles quedó abajo. Se miraron con lujuria y deseo.

Sin mediar palabras, Erik bajó la cabeza para atrapar sus labios. Se besaron apasionadamente y, entre los chasquidos, volvieron a fundirse en un abrazo. Las erecciones de uno y de otro se desarrollaron por completo y Charles sintió la de su amante endurecida contra el vientre. Erik se apartó un poco para observarlo. Las pupilas azules de Xavier transmitían un deseo irrefrenable.

Sosteniéndose con una mano sobre el colchón, Erik atrapó la erección de su compañero y se la llevó hacia su propia cavidad. Charles se agitó y comenzó a respirar hondamente. De a poco, con meneos suaves, Erik consiguió que lo penetrase. Se miraron nuevamente. Las pupilas de ambos pedían a gritos amarse y gozar.

Sin más comunicación que las expresiones de uno y de otro, Charles se balanceó despacio. Erik cerró los ojos con fuerza y abrió la boca. Entusiasmado, Xavier colocó dos dedos dentro de ella, y Erik los lamió y saboreó con gusto. Luego Charles atrapó con la mano libre, el miembro erecto de su amante y siguió acariciándolo suave y constante. Magneto le mordió los labios de la emoción y Charles sonrió. Pero la sonrisa se le esfumó enseguida con las sensaciones que su miembro le transmitía dentro de Erik.

Charles apartó los dedos de la boca y volvieron a besarse. Entre jadeos y chasquidos, las emociones aumentaron hasta que el gozo estalló dentro de sus cuerpos. Erik alcanzó primero el clímax y echó la cabeza hacia atrás, soltando un grito. Charles lo siguió y llenó el interior de su amante con su propia simiente. Necesitaron aspirar y respirar varias veces para recuperar el aliento. Cuando pudieron enfocarse, se contemplaron. Los dos sudaban y sonreían. Charles movió a su amante con cuidado para quitar su miembro, y Erik se arrojó de espaldas en el colchón. No estaban cansados sino satisfechos.

Charles permaneció contemplando el cielorraso y al voltear la cabeza, vio que Erik lo miraba con dulzura. Conmovido, le pasó el brazo a través del cuello y lo empujó suavemente hacia él. Erik acomodó el rostro contra la mejilla de Charles y cerró los ojos. Xavier le besó la frente.

-Gracias – susurró Charles antes de cerrar también sus párpados.

-¿Por qué? – murmuró Erik, sin abrir los suyos.

-Por hacerme feliz.

Erik sonrió. En toda su vida, nadie le había hecho un cumplido semejante.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••

A la mañana siguiente, Hank fue a buscar a Meg Sullivan al aeropuerto. La muchacha era dos años mayor que él y se conservaba igual. Se saludaron como viejos amigos, tomaron un café y él la llevó al departamento.

Los futuros padres la esperaban impacientes. Charles no se había inyectado para conservar sus poderes y leerla porque quería estar seguro de poder confiar cien por ciento en ella. A pesar de ser una vieja amiga de Hank, la situación de Erik y la persecución de Trask lo hacían tomar todas las precauciones. Por su parte, Erik parecía más calmado. Después de que Charles entrara en su mente, había comenzado a dominar sus emociones y aunque ya no tenía el control absoluto de antes, al menos no se sentía más tan extraño.

Meg Sullivan resultó un encanto de persona y para tranquilidad de Charles, la leyó sincera y se dio cuenta de que no los traicionaría con Trask ni con nadie. Examinó a Erik en una de las recámaras y concluyó que el embarazo se desarrollaba bajo los parámetros normales de una gestación masculina. Tenía un mes y medio, y el embrión ya se había implantado. Tanto el padre como la criatura estaban sanos y le recetó descanso y algunas vitaminas.

Charles respiró aliviado y apretó la mano de Erik.

Meg guardó sus elementos.

-¿Cuál es tu mutación? – se interesó Magneto.

-Bueno – los miró Meg con una sonrisa -. Esta es mi apariencia humana, pero puedo conseguir esto – y su piel mutó a un color verde. Los ojos se le volvieron amarillos y redondos, y a los costados de las orejas se le formaron branquias -. Mi ambiente natural es el agua. Soy una sirena sin cola de pez.

-Asombroso – murmuró Charles.

Meg recuperó inmediatamente su forma humana.

-Desarrollé esta apariencia para poder desenvolverme en la tierra – reveló -. No requiere mucha concentración y me permitió estudiar y progresar aquí.

-Hank nos comentó que tomas tantas precauciones porque otros mutantes que atendiste desaparecieron – declaró Erik directamente -. ¿Qué les pasó?

-Desde hace unos siete años, algunos mutantes masculinos han desarrollado la capacidad de gestar – explicó Meg -. Varios acudieron a mí pero más tarde desaparecieron de la faz de la Tierra, todos antes de la fecha de parto.

-¿Escuchaste hablar de Bolivar Trask? – indagó Erik.

-Desgraciadamente sí – contestó Meg -. ¿Piensan que él está detrás de todo esto? – ambos padres asintieron -. Yo sospecho lo mismo.

-Piensas que los secuestraron para investigarlos – dijo Charles.

-Torturarlos, masacrarlos y quién sabe lo que hizo con las criaturas – opinó Erik.

Meg asintió. A Charles se le hizo un nudo en la garganta.

-Muchos amigos nuestros desaparecieron – comentó Magneto.

Meg se puso triste.

-Lamento informarles que atendí a uno de ellos.

-¡Dios mío! – murmuró Charles y se pasó la mano por el cabello.

Erik pasó saliva.

La doctora cerró los ojos y cuando los abrió estaban bañados en lágrimas.

-No quise decírselo a Hank porque habían sido grandes amigos. Tampoco sé si decírselo a ustedes.

-Llevo años buscando amigos que simplemente desaparecieron – confesó Charles con tristeza, no se atrevía a leerla la mente -. Me ayudarías si me dijeras de quién se trata.

Meg miró a Erik, que solo asintió.

-Sean Cassidy, conocido como Banshee.

Charles bajó la cabeza y se apretó los ojos para no llorar. Ese niño que él y Erik habían buscado en un acuario con un chillido tan potente, que le permitía volar. Un joven candoroso y travieso, Charles aún recordaba su miedo a morir cuando quería incitarlo a mantenerse en el aire con las ondas de sus gritos.

Erik recargó la espalda contra una mesa. Recordaba cómo lo había empujado para que se animara a emprender el vuelo, cuánto se habían reído con Charles, y lo feliz que se había sentido Sean al conseguirlo. Pero le había guardado recelo porque cuando tenía que saltar al océano no dejó que se le acercara. En cambio, Charles sí. Charles había sido el mentor de todos aquellos jóvenes talentos, y Sean, como los otros, le había tenido una confianza ciega.

-¿Cuándo lo atendiste? – quiso saber Charles. Tenía la voz cortada -. ¿Cuándo desapareció?

-Lo atendí a comienzos del año pasado, tenía un mes y convivía con su pareja. Ambos dejaron de comunicarse conmigo seis meses después.

-¿No pudo ser que simplemente hubieran buscado a otro especialista? – preguntó Charles con esperanza.

-Banshee es uno de nuestros hermanos desaparecidos – Erik le cortó la ilusión -. Entonces, estaba preñado y Trask lo capturó.

-No sé qué decirles – suspiró Meg -. Lo siento.

-Lo importante es que a partir de estos casos tomaste precauciones – trató de consolarla Erik, y aunque estaba calmado, Charles sentía su furia contenida con mucho esfuerzo -. Te agradezco que hayas venido a atenderme.

-El placer es mío – contestó la doctora, asintiendo -. Hank es mi amigo y haría lo que fuera por ayudar a sus amigos.

••••••••••••••••

Por precaución, Charles borró de la mente de Meg la información del departamento antes de que se fuera. Ambos padres quedaron aliviados luego de saber que el embarazo marchaba perfectamente y quitarse las dudas. Pero la noticia de Sean los dejó aturdidos. Erik quiso salir a caminar un rato ara tranquilizarse y Charles optó por encerrarse en la biblioteca a leer.

Erik se vistió con pantalones elásticos que había traído provisoriamente, y salió a la calle con las manos en los bolsillos de la chaqueta. Era un día soleado que auguraba una tarde cálida, ideal para un paseo. Eso había planeado hacer con Charles luego de que él despertara de la siesta.

Primero Magneto pensó en recorrer las calles que rodeaban el edificio, pero terminó optando por tomar un taxi que lo llevara al Monumento a Abraham Lincoln. Subió los escalones, recordando la partida de ajedrez que once años atrás había jugado con Charles en ellos. Rememoró las ilusiones que habían tenido en ese tiempo. Charles estaba convencido de que si ayudaban, los mutantes se integrarían a la sociedad sin problemas, mientras que Erik no era tan optimista. Hacía poco que habían reclutado a Sean, un adolescente travieso y enamoradizo en ese entonces. Erik trató de recordar en cuáles escalones habían estado y se sentó con las piernas extendidas.

Otra vez las emociones empezaron a desbordarlo, solo que en esta ocasión eran de furia y venganza. Así como se había desquitado con Shaw, quería que Trask pagara lo que le estaba haciendo a su gente. Se sentía enojado, rencoroso y enceguecido. Sabía que cuando regresara al departamento, Charles leería su estado y querría calmarlo. Pero él no tenía intenciones de tranquilizarse. El odio y la sed de venganza lo habían acompañado durante su juventud y no le eran sentimientos ajenos. Consideraba que Sean y los demás mutantes masacrados se merecían un vengador que hiciera justicia y Erik Lehnsherr acababa de adjudicarse el papel.

Pensó que Charles le aconsejaría que serenara su mente y continuaran protegidos. Pero Erik no estaba acostumbrado a protegerse sino a atacar. Cuando su rencor surgía, se convertía en una fiera y Trask acababa de despertar a ese monstruo. Sin darse cuenta, se acarició el vientre y notó el abultamiento. Erik era consciente de que llevaba una vida, cuya única protección eran las precauciones que él tomaba. No podía exponerla al peligro. Sin embargo, quería traerla a un mundo justo y sentía la obligación de luchar por conseguirlo. Sabía que Charles se opondría pero consideraba una misión vengar a los mutantes y asesinaría a Trask en nombre de su hijo.

Suspiró imaginando la pelea que tendría con Charles. Le plantearía su postura y Charles trataría de rebatirla. Sería una lástima ya que apenas ayer habían vuelto a hacer el amor y habían despertado esa mañana tan unidos como once años atrás.

Erik bajó a buscar un taxi para regresar al departamento. ¡Dios! Charles leería sus intenciones apenas lo viera. Era una pena que ya no tuviera más el casco por si intentaba meterse en su mente para forzarlo a cambiar de opinión. Por el futuro de su relación, esperaba que Charles no se tomara tal atrevimiento.

Entró en la sala. Hank todavía no volvía del aeropuerto. Fue a la biblioteca y golpeó.

-¿Charles? – al no recibir respuesta, abrió la puerta.

Charles estaba de pie, sosteniendo una botella semivacía de whisky, y la mirada perdida de un ebrio. En el piso estaba arrojada la jeringa con los restos del suero que se había inyectado.

-Volviste – lo saludó, pasándose la mano por el pelo.

-¿Te inyectaste otra vez? – Erik no daba fe a lo que veía -. ¡Estás borracho, Charles!

-¿Qué te importa? – fue la respuesta brusca.

Erik sintió decepción y asco. Charles se le acercó mientras bebía un sorbo directo del pico. Se detuvo, pegado a él. Erik tuvo que refrenar las nauseas por el olor a alcohol y le alzó el brazo para que soltara la botella. Pero Charles la aferró con ganas.

-Te has vuelto idéntico a tu madre – lo reprendió -. ¿Qué te pasa, Charles? ¿Así escapas de los problemas?

-Soy idéntico a mi madre porque compartimos el ADN – explicó Charles con sarcasmo. La voz le salía pastosa -. Eso lo sabe hasta un niño de primaria.

-No puedo creerlo – murmuró Erik desencantado -. Eres la sombra del Charles Xavier que conozco.

-Te dije que solo creías conocerme, pero yo había cambiado – le recordó. Dio media vuelta y fue a arrojarse en el sillón, mientras bebía otro trago. Se pasó la mano por los ojos y comenzó a llorar -. Tenías razón, Erik. Me escondí en lugar de protegerlos. Fingí ser alguien que no era y dejé que los capturaran y torturaran. Me volví un cobarde y los abandoné a todos: a ti, a Angel, a Emma, a Azazel, . . . a Sean. ¡Sean está muerto por mi culpa y era apenas un niño!

-¿Y la solución es drogarte y emborracharte? – recriminó Erik.

-¿No entiendes? – sollozó, apretándose la cabeza -. ¡Las voces no me dejan en paz!

Erik llegó hasta él y se inclinó. Lo tomó de las manos y lo miró directo a los ojos con compasión.

-Esta no es la solución y lo sabes – le habló suavemente. Charles volvió a restregarse los ojos -. La culpa te impide concentrarte y dejas de ser tú. No importa lo que digas, comprobé en esta semana que sigues siendo el Charles de siempre: noble, abnegado y sabio. ¿Qué hubiera hecho sin ti, Charles? Te culpas de lo que le sucedió a Sean pero a mí me salvaste la vida y me devolviste la esperanza. No todo es oscuro. ¿Dónde está tu fe?

Charles se sacudió hasta liberarse, y se levantó para apartarse de él.

-¡Toda mi vida es una maldita mentira! – gritó -. ¡Fingimos amarnos, fingimos entendernos porque tuve que comenzar a inyectarme por tu jodida culpa, Erik!

Erik se puso de pie. Estaba lívido de furia.

Charles bebió lo que quedaba y siguió arrojando leña al fuego.

-¡Yo te salvé la vida! – rió con sorna -. ¡Cierto! Y dos veces, maldita sea. ¡Maldijo el día en que te rescaté del agua, Erik! ¡Si te hubieras ahogado como el estúpido que eras, no necesitaría drogarme para caminar! ¡No tendría culpa de nada! Sería feliz, ¿me oyes? ¡Sería jodidamente feliz!

Solo el poco respeto que le quedaba, impidió que Erik lo volteara con un golpe. Todo el metal del departamento tembló. Hizo un esfuerzo inmenso por refrenarse y enfiló hacia la puerta. Al pasar junto a Charles, lo empujó para que le cediera el paso. Charles cayó pesadamente sobre una silla que había cerca.

Erik se marchó con un golpe de puerta, que hizo temblar los cuadros de la biblioteca.

Charles siguió arrojado en la silla, riendo y llorando.

Cuando Hank regresó dos horas después, se encontró con un Charles desmayado en su propia borrachera, y Erik ya se había marchado lejos.

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Nota: Me deben odiar por lo que le hice a Banshee pero necesitaba un personaje cercano a ellos, y me pareció el más adecuado. Perdón.

Por cierto, más adelante, habrá noticias de la criatura que tuvo, y en el siguiente hay noticias del que espera Erik.

Midhiel

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