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Wish You Were Here por midhiel

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Wish You Were Here

Capítulo Tres: Sorpresa

Moira tenía otro compromiso esa noche y Charles decidió ir a la ciudad por su cuenta para visitar algún pub. Si las relaciones hubieran estado mejor, habría invitado a Hank, pero después de la discusión esa mañana temprano, no habían vuelto a hablarse el resto de la jornada.

Charles estaba eligiendo las llaves del coche que usaría, cuando Hank se presentó en el umbral.

-Raven está aquí y quiere hablar contigo – fue el cortante anuncio del joven.

Charles guardó las llaves en el bolsillo de su chaqueta.

-¿Raven está aquí?

-Así es, Charles – entró Mystique bajo su fascinante forma azul -. Hank me contó que te inyectas constantemente, que ya no te importan tus poderes y no escuchas a los demás.

-¿Y para eso te llamó? – recriminó Charles burlonamente. Luego sonrió y quiso abrazarla -. Ven aquí, Raven. Bienvenida a casa.

Raven dejó que la abrazara y cerró los ojos mientras tomaba la apariencia humana con la que habían crecido juntos. Adoraba a Charles, él era su única familia. Pero enseguida se alejó y lo miró de frente.

-Hank no me llamó. Vine por mi cuenta porque necesito tu ayuda – suspiró -. Pero nada puedes hacer sin tus poderes.

-¿Qué ocurre? – se preocupó Charles.

Hank tomó la palabra.

-Raven lleva una semana infiltrada en el laboratorio de Trask bajo la apariencia del mayor Stryker. Me dijo que lo hizo para espiarlo y así proteger a sus próximas víctimas.

-¿Trask sigue trabajando? – interrogó Charles sorprendido -. Creí que con los cargos que tiene en su contra, cerrarían el laboratorio.

-Es un laboratorio clandestino que instaló en Brooklyn – respondió Raven -. Hoy llegó su primera víctima y vine porque pensé que desearías ayudarme. Se trata de Erik.

Charles palideció y miró a Hank, que bajó la cabeza.

-¿Trask secuestró a Erik? – contrariado, se pasó la mano por el cabello -. Erik estaba herido – se culpó y con el remordimiento aumentó su ansiedad -. No tenía que haberlo dejado partir. Lo sospeché todo este tiempo . . . él no estaba bien . . .

-Al parecer, sufrió una segunda mutación, según escuché a Trask – explicó Raven. Charles la miró confundido -. No sé de qué se trata pero supongo que Trask sospechaba algo porque lo había estado rastreando desde hacía varios días. Disfrazado de Stryker, me muevo con total libertad dentro del edificio y puedo escuchar sus charlas con los demás científicos que trabajan para él. Esta mañana envió a cinco de sus hombres, todos militares echados del ejército, para que capturaran a Erik. Lo encerraron en una habitación a la que solo Trask tiene acceso. …l mismo le realizó los exámenes y concluyó que Erik había sufrido una segunda mutación muy importante.

-Tenemos que sacarlo de aquí – decidió Charles con firmeza y preocupación.

-A eso vine, pero sin tus poderes será más complicado de lo que creí – advirtió Raven.

Charles cambió drásticamente de actitud. Abandonó su espíritu melancólico y sufriente, y se volvió dinámico y resuelto. Un solo vistazo de Hank le sirvió para darse cuenta de que ahora se lamentaba como nunca el haberse inyectado la noche anterior.

-No tengo mis poderes pero tengo mis piernas – resolvió Charles con su actitud de líder -. Pronto, Raven, llévanos la laboratorio donde sea que esté. Hank, no puedo detener a nadie mentalmente pero tú sí puedes pelear como Beast. Además tienes la inteligencia para fabricar cualquier artefacto electrónico. ¡Rápido! – salió de la habitación y enseguida brincaba por los escalones -. ¡Dios mío, Erik! Que no te haya pasado nada.

Mystique recuperó su forma cerúlea y tanto ella como Hank lo siguieron.

Charles había elegido el coche con que llevara a Moira a cenar. Era de color oscuro y no llamaría la atención en una zona nocturna poco iluminada como el sitio donde estaba instalado el laboratorio. …l conducía, tratando de concentrarse en la carretera y no desesperar. En un relampagueo, su egoísmo y su autocompasión se habían esfumado. Es que esa corazonada por la salud de Erik había sido intensa y él, envuelto en sus lamentaciones, no había querido hacerle caso. Una segunda mutación. Se preguntaba qué nueva habilidad Trask había encontrado en su viejo amigo. Sin embargo, lo que lo aterraba era que Erik estuviera en manos de ese científico demente. Si lo habían capturado esa mañana, tal vez Trask no habría tenido tiempo de torturarlo, o, tal vez, sí había tenido el tiempo suficiente para asesinarlo. Charles presionó el volante y parpadeó cuando las luces de un camión casi le hicieron perder el control del coche.

-Charles – amonestó Raven asustada. Estaba sentada a su lado, mientras que Hank reparaba el artefacto electrónico con el que había entrado en el Pentágono, en el asiento trasero -. ¿Estás bien?

Charles asintió y volvió a concentrarse.

-Lo siento – suspiró.

-Te ves alterado – observó la joven -. ¿Quieres que conduzca yo?

-Ya estoy mejor – reconoció Charles y se lo notaba más relajado -. Así que esta nueva misión tuya, proteger a los mutantes de los experimentos de Trask, ¿cómo se te ocurrió? Conociéndote, supongo que trabajas sola.

Raven sonrió con picardía.

-Nunca fuiste bueno mintiendo, Charles. Lo que quieres saber en realidad es si lastimé a alguien para obtener mi posición. Stryker está en un lugar seguro, no te preocupes porque no está ni herido ni asesinado. Tomé su lugar porque es la única persona en quien Trask confiaría su vida y, por ende, sus secretos.

-¿Qué hay de su familia?

-No has cambiado – suspiró Raven con nostalgia -. Todo este tiempo te las pasaste sintiéndote la víctima del mundo, pero tu corazón sigue siendo noble, ¿cierto? Preocuparte por los demás fue siempre tu debilidad y tu fortaleza. Su familia está bien. Cuando Stryker decidió trabajar para Trask de manera clandestina, le dijo a su esposa que partiría en una misión secreta al extranjero y no le dio más datos.

-Escogiste muy bien tu blanco – felicitó Charles y observó por el espejo retrovisor -. ¿Cómo van las cosas por allá, Hank?

-Ya casi termino.

-Charles – interrumpió Raven -. Quizás debamos llevar a Erik a un hospital, pero dado que la policía lo busca, si no está grave, lo mejor sería que se alojara en tu casa.

-Nuestra casa, Raven – corrigió Xavier -. También lo pensé y es la mejor solución.

-¿Te autocompadeciste todo este tiempo para no sufrir por él? – indagó la joven.

Hank dejó el artefacto y miró hacia adelante, interesado por la respuesta.

Charles estuvo un rato en silencio antes de contestar.

-Alguien me aconsejó con mucha sabiduría que debía aceptar mi dolor para tener esperanza. Sin embargo, todavía no tuve la valentía para aceptarlo.

-Después de que te dejé en la playa, yo me marché con Erik – recordó la joven -. Hasta que nos separamos en Dallas, él se mantuvo encerrado en sí mismo. No me decía nada pero me daba cuenta de que sufría y mucho. Te extrañaba, Charles. De hecho, cuando reclutó a Emma, le dijo que lo hacía para que ella llenara el vacío que tú habías dejado en su vida.

-¡Qué romántico! – se mofó Charles -. Mira, Raven. Vamos a ayudar a Erik pero, por favor, no vuelvas a tocar el tema de nuestra relación.

Raven no habló más, Hank estaba demasiado concentrado para dirigir la palabra. En silencio, Charles entró en la ciudad y la joven lo guió hacia el laboratorio clandestino.

••••••••••••••••••••••••••

Erik aullaba de dolor. Detestaba gritar, especialmente ahora que tenía a Trask a su lado insistiéndole que nombrara a Charles, pero no le quedaba alternativa. Su rostro estaba mojado de sudor y de lágrimas. Estiraba las muñecas amarradas en un intento infructuoso por librarse del sufrimiento y solo conseguía magullarse más. Esta vez el ataque había sido más fuerte que otras veces. El vientre se le había abultado tanto que habían tenido que desabrocharle el cinturón y la migraña era tan intensa que estaba a punto de perder el conocimiento. Era una forma escalofriante y patética de morir pero Erik no delataría a nadie.

-Una vez más, señor Lehnsherr – le habló Trask suavemente al oído -. Esto puede acabar pronto, puedo ayudarlo. Solo dígame quién es esa persona y me encargaré de que venga a acompañarlo.

Erik rechinó los dientes para no gritar pero el dolor era insoportable y soltó un chillido. Uno de los colaboradores se acercó con una jeringa que contenía un sedante, mas Trask le hizo un gesto para que se deshiciera de ella.

-No sea obstinado – suspiró el científico -. ¿Qué gana sufriendo así, prolongando esta agonía innecesaria?

Erik respiró profundo y abrió los ojos humedecidos. El sufrimiento no se alejaba. Esperaba que la jaqueca lo hiciera perder el conocimiento y así aliviarse, pero el dolor era tan potente que no le permitía desvanecerse. Iba a morir. Sentía que no podría resistir cuarenta y ocho horas más.

De repente, las luces se apagaron y encendieron al instante. El sistema para prevenir incendios se averió y el agua comenzó a llover del techo.

Disgustado, Trask se apartó de Erik.

-¿Qué está ocurriendo?

Stryker entró.

-Señor, hubo una falla en el sistema eléctrico del edificio. Es necesario evacuar el lugar.

Trask se acomodó las gafas, nervioso. El mayor insistió.

-Señor, es necesario que salga – miró en dirección a la camilla donde tenían sujetado a Erik, que continuaba gimiendo -. Yo me encargaré personalmente del prisionero, señor.

-Es un paciente, mayor – explicó Trask, recuperando la compostura -. Yo no tengo prisioneros. ¿Usted mismo se encargará de que el paciente sea puesto a salvo?

-Sí señor.

-Iré a ver qué sucede afuera – decidió el científico y tras echar una última mirada en dirección a Erik, se marchó.

Cuando ya Trask estaba lejos, Stryker fue hasta la puerta e hizo una seña a Charles para que entrara.

-Hank ya regresó al coche y nos está esperando frente a la salida principal – informó Xavier -. Como lo sospechamos, la gente está abandonando el edificio por la salida de emergencia.

-Hay que sacar a Erik de aquí – dijo Stryker. Ahora que estaban solos, Mystique se relajó y los ojos del militar se tornaron amarillos -. No tenemos mucho tiempo.

Charles se dirigió a la camilla. Erik había dejado de gemir pero continuaba con los ojos cerrados. Charles le pasó la mano por la frente sudorosa.

-Tranquilo, Erik – susurró -. Vinimos a rescatarte.

Erik sintió que los síntomas disminuían. Estaba tan adolorido que le costó reconocer la voz, finalmente abrió los ojos y se encontró con la persona que más deseaba ver en ese momento.

-¿Charles? – musitó débilmente -. Charles . . .

-No te esfuerces – pidió Charles, acariciándole el pelo -. Tranquilo, Erik. Calma tu mente. Vamos a sacarte de aquí enseguida. Ella es Raven, no Stryker, y me buscó para que la ayudara a liberarte. Ya estás a salvo.

-¡Ayúdame! – suplicó. Tomó la mano de su amigo y se la llevó a su vientre -. ¡Por favor! No hagas nada, solo mantén tu mano aquí.

Charles notó lo abultado y duro que se encontraba su abdomen y temió que Trask le hubiera inyectado alguna droga dañina.

-¿Qué te hicieron? – se angustió.

Erik volvió a cerrar los ojos. Se estaba sintiendo mejor y el alivio era inmenso. Respiró hondo y apretó con suavidad la mano de Charles sobre su vientre.

-Por fortuna no me hicieron nada – contestó entre jadeos -. Ya te explicaré que me pasa. Por favor. No quites tu mano todavía. La necesitó allí, te necesito, Charles.

Charles creyó que Erik deliraba pero al ver su expresión de alivio, mantuvo la presión sobre su estómago.

Bajo la apariencia de Stryker, Raven le hizo un gesto de impaciencia.

-Hay que salir de aquí ahora.

Charles apretó el brazo de su amigo para que le prestara atención.

-Tenemos que marcharnos ya. Trask puede regresar en cualquier momento. Voy a ayudarte a levantarte, sin quitar la mano de tu barriga, ¿de acuerdo? – Erik asintió, mientras que Xavier le desamarraba las muñecas -. ¿Puedes levantarte? – Erik volvió a asentir.

Charles le pasó un brazo por su cuello y sosteniéndolo del vientre, lo empujó para que se sentara. Raven se encargó de desanudarle las sogas en los tobillos. Con dificultad, Erik se incorporó en la tabla y con más esfuerzo, consiguió bajar las piernas hacia el suelo. Mystique pasó el brazo libre de Magneto a través de su cuello y con Charles hicieron soporte para que Erik pudiera ponerse de pie.

-No quites la mano de allí – pidió Lehnsherr a Charles, señalando la que seguía apoyada en su abdomen.

Raven los guió hacia la única puerta que daba a un largo pasillo. Se oían las sirenas de emergencia y a los lejos, en otra habitación, se veía a los científicos acomodando papeles y guardando frascos dentro de unas cajas.

-Allí está la salida – apuntó la joven.

-Mayor – la voz serena de Trask resonó a sus espaldas. Los tres voltearon y Raven trasformó su mirada en la del militar -. Quiero que lleve al paciente hasta la ambulancia. Yo me trasladaré con él.

-Sí, señor.

Trask se disponía a guiarlos hacia la salida de emergencia, pero dos ayudantes suyos se le acercaron con muestras y carpetas. Raven, Charles y especialmente Erik suspiraron con alivio al ver que el científico seguía a sus colaboradores.

-Esta es nuestra salida – murmuró Raven, mientras pasaban por la puerta contraria.

Trask notó el desvió.

-¡Mayor Stryker! ¿Qué está haciendo?

La energía se cortó pero esta vez no volvió a encenderse. Con la mano que le quedaba libre, Raven encendió una linterna y aceleraron el paso.

Afuera, dentro del auto, Hank los esperaba con el motor encendido, masticándose las uñas.

-¿Por qué demoraron tanto? – reprochó, mientras sus amigos abrían la puerta trasera para acomodar a Erik.

-Trask nos interrumpió – explicó la joven, todavía disfrazada.

-¿Les sirvió mi última intervención? – sonrió Hank con orgullo y vio que el edificio continuaba a oscuras -. Con el sabotaje que hice, tardarán horas en recuperar la energía.


Terminaron de acomodar a Erik. Charles subió después, sin apartarle la mano del vientre, y luego Raven se sentó en el asiento del acompañante. Inmediatamente la joven recuperó su apariencia azul. Hank arrancó el coche.

Erik jadeaba, ya aliviado, y apretó la mano de Charles sobre su barriga. Su amigo notó que se encontraba menos hinchada y se estaba ablandando.

-¿Qué te hizo Trask? – demandó Xavier, mirándolo a los ojos.

-Trask no pudo hacerme nada – resopló Erik y añadió enigmático -. Fuiste tú quien me lo hizo, Charles.

-¿Qué estás diciendo?

-Te lo explicaré cuando estemos en tu casa – contestó Magneto y ya seguro y reconfortado, cerró los ojos y se recostó en el asiento para descansar -. Vine a Nueva York para encontrarte y, por fortuna, me encontraste tú. Necesitamos hablar a solas, viejo amigo. Tú y yo.

Frunciendo el ceño, Charles se reclinó y miró hacia adelante para evitar a Erik. No tenía ganas de platicar esa noche porque no tenía ganas de discutir más con nadie.

-Raven oyó a Trask decir que habías sufrido una segunda mutación – opinar Hank para aliviar la tensión en el ambiente -. ¿De qué se trata?

Erik mantuvo los ojos cerrados y murmuró, casi vencido por el sueño.

-Se lo explicaré a Charles cuando estemos a salvo.

Charles quiso apartar su mano del vientre, pero Erik se la sujetó.

-No – susurró -. Mantenla allí. Solo mantenla.

A Xavier no le quedó más alternativa que obedecerlo.

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