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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.



Capítulo 13. Aprendiendo.


El estudio estaba inundado de papeles tirados en el suelo, libros y revistas esparcidos por doquier, entre golosinas y aparatos electrónicos. En el escritorio no cabía ya ni un alfiler: una laptop, cuadernos, hojas sueltas, impresora, teléfono, tazones de frituras y varios pisapapeles.

Mokuba meneaba pensativo su lápiz mientras recostaba su mejilla con la otra mano, cruzando sus piernas en la silla. No podía concentrarse en su tarea. Estas dos últimas semanas todo se había vuelto de extraño a surrealista. Primero su hermano abatido por la noche anterior a la partida de Atemu a N. Y. y luego esas salidas misteriosas “de trabajo”. El no era ningún ingenuo, sabía que se trataba de Joey Wheeler, ya que en varias ocasiones le escuchó decir a Seto su nombre por teléfono. Y una que otra vez le pareció oír que le decía “cachorro” en vez del “perro” con el que solía llamarle. Además su hermano parecía estar en las nubes. La otra vez tuvo que patearlo en plena junta para que prestara atención a sus ingenieros. Seto parecía una colegiala enamorada.

/Y eso es lo que me preocupa/

No quería volver a pasar por se infierno otra vez ni mucho menos volver a ver a su hermano mayor sufrir como lo hizo.

Aunque lo cierto era que Seto sonreía más a menudo que con el Faraón presente. Estaba más animado en el trabajo y sobre todo pasaba más tiempo con él haciendo todo lo que a Mokuba le gustara. No era que se quejara, pero Seto y él compartían el tiempo como lo hacían de antaño.

Antes de conocer a Gozaburo.

Golpes en la puerta lo sacaron de sus meditaciones.

-Mokuba ¿Puedo pasar? –llamó del otro lado su hermano.
-Uh, claro Seto.
La puerta se abrió dejando pasar al ojiazul que suspiró al ver el desastre en el estudio.
-¿Aún no terminas tu tarea?
-… eh… no… es que…
-Quiero que la termines ahora antes de que me vaya.
-¿A dónde vas? –preguntó extrañado Mokuba, era media semana y Seto no acostumbraba a salir de noche- ¿Con quién?
-Yo soy el hermano mayor, Moki. Ahora a tus deberes.
-No hasta que me digas a dónde vas y con quién.
-TAREA –espetó el ojiazul sentándose en el pequeño sofá- AHORA.
-Dime…
-Mokuba…
-¿Por favor? –suplicó, cambiando de táctica- porfavorporfavorporfavorporfavor…

A pesar de los años, Mokuba aún seguía usando esos ojos como platos y llorosos para chantajear a Seto. De hecho, había perfeccionado la técnica y su hermano no tuvo más remedio que rendirse.

-Está bien.
-¡Yay! –exclamó el chico saltando de su lugar para sentarse a los pies de su hermano como si fuera a contarle un cuento- ¿Y bien?

Kaiba solo lo miró estupefacto, Mokuba sabía como obligarlo a hacer algo sin darse cuenta del momento en que había cedido a sus ruegos.

-Primero contéstame algo, Moki ¿Por qué tanto interés? Es sólo un proyecto de la compañía…
-Sí, como no. Si eso fuera cierto te hubieras ido desde la torre de la Corporación. Has venido a cambiarte de ropa porque es algo muy diferente a una junta o una reunión, ¿verdad?
-¿Has pensado en ser detective? Eres muy intuitivo, hermanito –replicó el ojiazul- Sí, he venido a cambiarme pero para estar más cómodo, nada más.
El chico sonrió maliciosamente.
-Claro… entonces puedes decirme que vas a usar… para estar más “cómodo”.
La sonrisa y la mirada pícara de Mokuba empezaron a poner nervioso a Seto.
-Eh… bueno…
-Hagamos algo mejor. Te acompaño a tu recámara y te cambias. Así yo te digo si vas a estar cómodo o no.
Cuando Mokuba quería ser malvado, lo era. Estaba convirtiendo sus palabras en una tortura.
-¡No! Termina tu tarea Mok-
Pero el chico ya estaba en la puerta de su estudio listo para salir.
-Vamos hermano. No vas a querer que se te haga tarde ¿verdad? –inquirió saliendo de su estudio obligando a su hermano mayor a seguirle.

Seto casi corrió para alcanzarlo en su habitación. Mokuba estaba sentado en su cama y había abierto su clóset.

-Adelante –le animó.

Había abierto la boca para decir algo, pero nada se le ocurrió. Con un leve sonrojo se dirigió a su guardarropa y se dio cuenta de que no estaba seguro de que usar pero pedirle ayuda a Mokuba sería delatarse y le había dicho que era un proyecto para la compañía.

De cierta manera así era.

-Si me dices a dónde vas te podría aconsejar, hermano.
Mokuba le había tendido de nuevo una trampa.
-Está bien, está bien. Ganaste. Voy a un club con Joey Wheeler ¿Contento?

El adolescente solo estalló en carcajadas y Seto tuvo que esperar ofuscado a que se calmara y recobrara la cordura –la poca que tenía-.

-Uf…jaja… lo siento Seto… jeje… es que… debiste de ver tu cara… jaja… lucías como mis compañeras de clase cuando un chico las invita a salir –contestó Mokuba secándose las lágrimas de risa- de película.
-La misma cara que tú pones cuando sales con la tal Sam –replicó triunfante el ojiazul.

Eso acabó con las risas de Mokuba que se paró frente al guardarropa de su hermano, buscando algo adecuado.

-¿Te invitó a bailar? –preguntó casualmente. Seto quería guerra y la iba a tener- ¿O sólo a beber algo?
-Eh... pues… solo dijo que iríamos a un club…
Mokuba sacó un pantalón negro de piel y una camisa azul oscuro.
-Toma.
Kaiba levantó una ceja divertido.
-¿Quieres que me ponga esto?
-Bueno, había pensado en sólo una gabardina, pero puedes resfriarte…
El sonrojo en su hermano mayor no se hizo esperar.
-¡Mokuba!
-Ah, perdón. Me olvidaba que sólo es un “proyecto” –dijo divertido- pero estoy seguro que Joey se sentirá muy cómodo con verte vestido así –señaló las ropas con aire inocente- o más bien debería decir que incómodo porque creo que sus pantalones se sentirán apretados cu- ¡hmpf!

No pudo terminar la frase porque Seto le tapó la boca alarmado de lo que estaba escuchando.

-Voy a hablar seriamente con esa Sam. No sé que te está enseñando.
El chico se quitó su mano riendo.
-Ella no me ha enseñado nada, pero tú si tienes que aprender algo, Seto.
-No me digas. Tú, hombre de mundo ¿Vas a enseñarme?
-Sip. Ahora cámbiate… ¿A que hora te dijo Joey que venía por ti?
Punto para Mokuba, Kaiba ruborizado.
-Eres…
-Un amor, ya lo sé, hermano. Ahora ve y ya arréglate, que quiero terminar “mi tarea”
-¿Y se puede saber que tiene que ver con mi ropa?
-Oh, ya te enseñaré.

Minutos después, Seto salía del baño enfundado en los pantalones ajustados y una camisa que acentuaba muy bien su cintura y pecho.

-¿Contento? –preguntó serio el ojiazul.
-No, ven acá –indicó Mokuba- así no.

El adolescente remangó hasta sus codos la camisa y abrió los botones lo suficiente para revelar un poco de su cuello y pecho, además de sacar la camisa del pantalón para soltarle uno de los botones finales. Así, buscó unas botas que hizo calzar a su hermano y lo paró frente al espejo. Observándolo por un rato, revolvió un poco los cuidadosamente cepillados mechones castaños.

-¡LISTO! –exclamó gozoso el chico ante su obra maestra.
-¿Qué? Moki…
-No, nada de Mokis. Cuando te invitan a bailar, debes ir vestido así. No como sueles ir a las juntas Seto. Tienes que lucir ardiente.
Punto otra vez para Mokuba.
-¡No voy a una cita!
-¡Ay!¿Cómo se me olvida? Es un “proyecto” –le guiñó pícaro- ¿Así le dice Joey a tu trasero?
Jaque Mate.
-¡Mokuba! –gritó Seto rojo hasta las orejas- ¡Esto es inaudito!¡No voy a una cita!¡Y Joey no tiene nada que ver conmigo!
Bono extra.
-¡Ajá!¿Ahora es Joey? –preguntó el chico rematando a su hermano.

Las palabras se ahogaron en la garganta del ojiazul, pero antes de que la culpa brotara. Mokuba le sonrió abrazándolo.

-Mereces ser feliz, hermano y si Joey lo hace, yo no voy a impedirlo. Sólo quiero que lo pienses bien. Podrás ser un campeón de Duelo de Monstruos, podrás ser el CEO de la Corporación Kaiba, hasta podrás ser llamado el Dragón Ojiazul… pero eres un asno en esto de las relaciones amorosas.
-Gracias, Moki, y gracias por el cumplido –dijo Kaiba abrazando también a su hermano.
-Es la verdad –replicó desde su pecho- No sabes nada de romance.
-Y supongo que tú sí.
-¡Claro! Verás: yo creo que debes ser difícil para Joey o él pensará que nada más quieres un rato de diversión y para mí que ese endiablado rubio quiere una relación más duradera contigo o no sería tan persistente.. o idiota, no sé que es mejor.
Seto rió sonoramente ante las palabras de Mokuba.
-Juraría que hemos cambiado de cuerpo.
-Ya quisieras…
En ese instante tocaron a su puerta.
-Señor Kaiba, el Señor Wheeler está aquí.
-Gracias Wilson, ya bajo –respondió el ojiazul para mirar a su hermano- Mokuba, yo quería decirte…
-No es necesario Seto, lo sé. Te acompaño –respondió tomándolo de la mano.

Joey no se esperaba la imagen que tenía ante sí. Seto vestía unos pantalones que delineaban muy bien sus piernas y sus caderas. La camisa pegada a su torso dejaba entrever una fina piel, que de ser un perro de verdad, habría jadeado de emoción. El ojiazul estaba total y absolutamente sexy.

-¡Hola Joey! –la voz del Kaiba menor fue un balde de agua fría.
-Buenas noches, Mokuba –saludó intranquilo. Su última plática con el chico había sido espantosa y no había terminado de buena manera.

Pero el adolescente se acercó muy jovial a saludarlo y mientras Seto rodeaba el jeep para subir, Mokuba aprovechó para tirar del brazo del rubio de modo que pudiera susurrarle al oído.

-Si lo lastimas, te mato.

Y sin más se dio media vuelta a la Mansión no sin antes despedirse de su hermano. Joey tragó saliva.

Mokuba era tal vez más peligroso que Seto y Atemu juntos.

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La ira de un dios no distingue mortales o inmortales.

Todo avanzaba con mayor rapidez de la que podía soportar pero más despacio de lo que deseaba. El tiempo y el espacio no existen en el mundo de los Dioses. Hubiera robado las antiguas invocaciones del museo pero eso implicaba perder más tiempo del que podía. Sus manos tenían grandes ampollas de sostener aquel sello protector y juraría que algunas de ellas comenzaban a reventarse.

Horus es inmune al dolor.

Tenía la sensación de que su cuerpo vibraba a causa del ritmo vertiginoso y torturador de una visión divina que estaba martilleando su mente que se resquebrajaba como si fuera un rompecabezas de millones de piezas.

Pero aún no veía lo que él deseaba.

Faltaba, sabía que faltaba.

Horus estaba poniendo a prueba su espíritu, si fallaba, Anubis le arrebataría el alma y lo mandaría al infierno de las sombras y el dolor eterno donde descansaba su antiguo amo.

La visión sólo acababa de comenzar. No iba a lograrlo.

“Regresarás ¿Verdad?”

Ryou estaba esperándolo en casa. Su hogar. Hogar es donde habita el corazón y el suyo vivía en un chico albino de ojos tiernos.

El zumbido que plagaba sus oídos aumentó. Un graznido. Horus estaba furioso. No iba a permitirle fisgonear en sus asuntos celestiales. La luz divina del omnipotente dios comenzó a quemar su piel y hervir su sangre. Su cuerpo mortal no resistiría tal embate. Había sido una tontería retar directamente a un dios egipcio para robarle la visión que únicamente tenía derecho a ver el Faraón. Sólo la sangre divina de Ra tenía la entereza para comprender algo de magnitudes infinitas y atemporales.

“Regresarás ¿Verdad?”

Siempre había que mejorarse a sí mismo. De eso se trataba el reto de la vida. Si había robado antes los Artículos del Milenio, las Cartas de Dioses Egipcios y la vida de poderosísimos sacerdotes era un insulto para sí el no robar ahora una visión de Horus.

Apretando sus dientes, Bakura apretó el sello que encarcelaba el Ojo de Horus para robar la visión que Atemu había vislumbrado antes de volver a la vida. Todos sus recuerdos y sensaciones se despedazaban ante la entrada cegadora de esa premonición. Pero obligó a su corazón a resistir, pensando únicamente en la sonrisa de su pequeño e inocente niño.

“Regresarás ¿Verdad?”

/Voy a regresar. Voy a regresar./



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