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El Amor Después por clumsykitty

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EL AMOR DESPUES.



Capítulo 15. El Campeón.


La limusina corría en silencio sobre la carretera, con el vidrio bajo, el CEO de la Corporación Kaiba miraba el mar que aparecía ante sus ojos. El día estaba tranquilo aunque un poco frío pues ya se anunciaba el invierno. Sus cabellos se mecían con el aire que se colaba por la ventanilla. Miró su reloj, aún tenía tiempo antes de reunirse con unos clientes al otro lado de Ciudad Domino.

Ya eran dos días que Joey Wheeler no aparecía en su oficina, como era su costumbre, para avanzar en el proyecto que nombraron “La Mariposa”, con reticencia de Seto. Le había llamado a su celular pero estaba apagado. Tampoco en su casa contestaba. En ambos había dejado un mensaje para pedirle que se comunicara, pero Joey se negaba a parecer. La culpa ya embargaba al ojiazul. El rubio estaba molesto y tenía razón. Un momento de desequilibrio le había costado el acercamiento de Joey, que de seguro pensaba que él era la causa de su rechazo. Por eso había decidido visitarlo, antes de que las cosas fueran a empeorar. Sabía que en la bodega lo encontraría. Tenía que decirle algo muy importante.

Si acaso podía.

La mañana siguiente a esa noche desastrosa, Seto había intentado formular aquellas palabras que le decía al Faraón sin esfuerzo alguno pero que siempre le habían sonado falsas y sin emoción, esta vez pensando en Joey. Desafortunadamente, ese torturante dolor se hacía presente nublando su razón y casi provocándole un infarto. Ya tenía la certeza de que era el anillo el que de cierta manera le impedía pensar en el rubio de esa manera, pero él era un genio y un ser humano por arriba de la media como para dejarse vencer por las limitantes de Atemu.

Lo que sentía por Joey se hacía más latente cada día.

-Llegamos, Señor Kaiba –anunció Jubei.
-Gracias –contestó bajando de la limusina.

Se abrochó el abrigo, el aire era más frío cerca del mar. Con delicadeza, tocó la puerta, pero no hubo respuesta. Insistió una vez golpeando con un poco de fuerza con el mismo resultado. Tomó la manija. La puerta no tenía llave. Abrió y con cautela se introdujo en la bodega.

Todo estaba callado y la casa estaba limpia y ordenada. Había un aroma de comida que venía de la cocina. El estudio estaba con las luces prendidas y la cámara lista, Joey debía estar trabajando en ellos, pero no se veía en ningún lado.

-¿Se te perdió algo, Kaiba? –se escuchó de pronto la voz de Joey que provenía de la parte superior.

Seto volteó hacia él, el rubio aún tenía los moretones y cortadas en el rostro. Al verlo, se sintió más culpable. Pero el otro le veía con desenfado, caminando hacia las escaleras con las manos en los bolsillos del pantalón.

-Te pregunté si se te había perdido algo, Kaiba… -volvió a hablar con tono frío.
-Bueno, te has ausentado en la oficina y…
-Ah, ya veo. No te preocupes. Todo va bien, pero nada tengo que hacer por el momento contigo. De hecho, ya nada –replicó Joey bajando las escaleras- Puedes estar tranquilo, ya no te molestaré más.
-No, no entiendes, cachorro –trató de dialogar el ojiazul- lo que pasó…
-Vamos, Kaiba, ya deja de ser un idiota. A ti te gusta manipular a la gente hasta que obtienes lo que deseas y luego las desechas como si fueran basura. Eso es natural en ti. Pues bien, este perro ya hizo su trabajo.
-¡No, Joey! Por favor –suplicó. Le dolía la indiferencia del rubio.
-Vete de mi casa. No quiero problemas. Una perrera no es sitio para el Tesoro del Faraón –dijo sarcástico el otro- ¡Oh, déjame adivinar! ¿Quieres jugar con la mascota, no?

Esas palabras ofendieron a Seto, que sin pensarlo empujó a un desprevenido Joey que se tambaleó hacia atrás.

-¡Ya cállate y escúchame!
-¡Eres un idiota Kaiba! –gritó el rubio regresando hacia él.
-¡Basta, Joey! –exclamó el ojiazul sacudiéndolo por los hombros- ¡Estás equivocado!

El rubio se zafó de sus manos y tomó a Kaiba por el cuello para besarlo con violencia. El contacto violento hizo sangrar el labio inferior del ojiazul; éste se retorcía en un esfuerzo de alejarse de Joey, que mordía y atacaba sus labios sin piedad.

-Es así como lo quieres ¿no? –le preguntó fuera de sí- Que te tomen a la fuerza. Por eso te gusta tanto tu Faraón…

Seto palideció ante la actitud de Joey y buscó de nuevo liberarse, pero el rubio lo arrojó con fuerza hacia la mesa, haciéndolo trastabillar. Tomándolo por los cabellos, lo giró boca abajo y pasando su mano hacia su cuello lo sujetó mientras Joey buscaba con la otra la hebilla de su pantalón.

-¡No! ¡Joey, por favor! ¡No! –pedía el ojiazul con desesperación al ver sus intenciones.

Con arrebato, Joey se arrancó el cinturón y comenzó a desabrochar su pantalón, mientras con sus piernas separaba las de Kaiba que trataba de levantarse de la mesa sólo para ser azotado de vuelta en ella. Lágrimas de miedo brotaron de los ojos azules del castaño al sentir la mano libre de Joey serpentear por debajo de su cuerpo buscando los broches de su abrigo para dirigirse luego a los de su pantalón.

Igual que todas las veces, una opresión se hizo sentir en el corazón del ojiazul. Terror de una experiencia ya conocida. Y por partida doble. Primero ese vacío en su mente, luego la memoria de los ultrajes de Atemu. Tinieblas invadían su razón que se revolvía buscando algo que no hallaba.

Joey levantó su abrigo sobre su espalda.

-¡Joey! ¡Por favor! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Por favor detente! –gritaba suplicando- ¡LO LAMENTO! ¡JOEY! ¡NO ME LASTIMES MAS, POR FAVOR!

“¡No me lastimes más, por favor!”

Como un relámpago, la imagen de Seto en el suelo empapado en sangre y lágrimas, golpeó la mente de Joey que se detuvo en seco.

“¡No me lastimes más, por favor!”

Había repetido las mismas palabras. Volviendo en sí, se dio cuenta de que Seto lloraba aterrorizado con la mejilla pegada a la mesa y sus puños tan apretados que sus nudillos estaban blancos. Sus ojos cerrados con el ceño contraído y su labio inferior sangrando en un hilillo. La mano que le sujetaba por el cuello había marcado ya la delicada piel de Kaiba pero eso no era todo…

Temblaba incontrolablemente presa del dolor clavado en su corazón y de aquel que sabría que vendría.

Joey sintió como si una tonelada de piedras cayera sobre él en ese instante. Estuvo a punto de hacer un daño peor que hace cinco años. Seto había ido a buscarlo, a buscarlo y trato de lastimarlo de la peor manera. Rompiendo a llorar, abrazó al ojiazul que tembló aún más.

-¡Oh, Dios! Lo siento Seto, lo siento, losientolosientolosiento… -repetía una y otra vez besando su sien. Sus lágrimas caían en la mejilla de Kaiba-… perdóname… perdóname. No fue mi intención. Ya no llores, por favor koneko, ya no llores…

Cuando Joey lo abrazó, Seto creyó que iba a lastimarlo pero al sentir sus labios temblorosos besarlo y las lágrimas en su rostro, se dio cuenta de que Joey le murmuraba algo. Estaba pidiéndole perdón una y otra vez.

-Por favor, amor, háblame.

El rubio estaba recostado sobre él y recargaba su frente en su cuello que besaba con pequeños y dulces besos como borrando las marcas en él. Seto abrió los ojos, Joey tomaba ahora sus muñecas acariciándolas en un gesto de disculpa. Había vuelto en sí. Pero lo que llamó su atención era que le llamaba amor. Esa simple palabra que el ojiazul no podía decirle. Entonces oyó la puerta abrirse y unos pasos dirigirse a ellos. Quiso moverse pero el peso del rubio se lo impedía.

-¡QUÍTALE TUS ASQUEROSAS MANOS DE ENCIMA, WHEELER! –resonó la voz de Mokuba seguida de un repiqueteo.

A Kaiba le dio un vuelco el corazón porque conocía ese sonido. Era un gatillo de pistola. Joey se irguió y Seto con él para comprobar que efectivamente Mokuba apuntaba al rubio con un arma tipo Beretta. El adolescente estaba hecho una furia que no se calmó al ver el estado de su hermano. Preparando el gatillo se dirigió de nuevo hacia el rubio.

-Te dije que si lo lastimabas iba a matarte…
-¡Mokuba! ¡¿Qué crees que haces?! –Seto trató de llamar su atención- Deja esa pistola, por favor.
Joey se separó lentamente del ojiazul mientras alzaba sus brazos sin despegar la vista de la pistola.
-Suelta eso, pequeño. Es muy peligroso.
-¡Bastardo miserable! –resopló Mokuba, acercándose a Joey- No vas a vivir un día más.
-¡Mokuba suelta el arma ahora! –gritó Seto desesperado- Moki, escúchame…
-¡NO! Esto era para el Faraón pero el desgraciado de Joey se me adelantó. Nadie va a herir de nuevo a mi hermano. ¿Entendido, perro?
-¡¿Qué?!... ¿Para Atemu? Moki no… no entiendo –balbuceaba el ojiazul confundido y asustado.
-Ese maldito ya me había hartado Seto, no podía soportar un día más sólo observando como te trataba. Pero ahora –señaló al rubio- él es quien quiere pasarse de listo.
-Moki… -el castaño estaba desconsolado. Jamás se había puesto a pensar en como estaba tomando su hermanito su matrimonio.

Ante la mirada atónita de los hermanos, Joey caminó hasta Mokuba de modo que el arma apuntara a su pecho. Su mirada estaba llena de dolor.

-Dispara.
-¡No creas que no lo haré! –exclamó aún furioso el chico apretando el gatillo.
-Tienes toda la razón Mokuba –dijo sin dejar de mirarlo- Soy un perro estúpido que estuvo a punto de violar a tu hermano porque estaba loco de celos.
La sombra de duda cruzó fugaz por los ojos del adolescente.
-¿Qué significa eso? –preguntó sosteniendo firme la pistola.
-Aquella noche me enfurecí porque creí que Seto en verdad amaba a Atemu y sólo jugaba conmigo. Me daba rabia pensar que lo prefería aún con la crueldad con que lo trataba, que mi amor no le era suficiente, ni si sacrificaba mi vida por él. ¿Pero sabes algo? Tu hermano vino a buscarme para pedirme perdón cuando debía ser yo el que lo hiciera. Y sabes bien a que me refiero. Seto merece algo mejor. Adelante Mokuba, acabemos con esto.

Mokuba se dio cuenta del error que quería cometer y retiró el arma que Joey tomó rápidamente. Seto corrió a abrazar a su hermanito, besando sus negros cabellos revueltos.

-Moki, no vuelvas a hacer eso ¿entendido? –dijo aliviado y enojado al mismo tiempo- No quiero que te arriesgues de esa manera por mí. Soy yo quien esta a cargo de nuestra familia ¿Lo recuerdas?
-Lo siento hermano –contestó avergonzado- pero no quería que te hicieran sufrir más. Desde que llevamos el apellido Kaiba, no has hecho otra cosa que eso Seto.
-¿En verdad ibas a matar a Atemu?
-Tenía que hacerlo. Él te iba a acabar si seguías así.
-Mokuba –Seto tomó su rostro entre sus manos- prométeme por nosotros que NUNCA vas a retar de esa manera a Atemu. Bajo ninguna circunstancia, hermanito.
-Es que…
-NUNCA.
-Hermano…
-Piensa, Moki ¿Qué hubiera ocurrido si matabas al Faraón, eh?

El adolescente se echó a llorar mientras su hermano mayor lo consolaba de la misma manera como cuando estaban en el orfanato. Joey guardó la pistola, acomodando sus ropas y se paró frente a ellos, rozando el brazo del ojiazul.

-Lo siento. Volví a romper mi promesa.
Kaiba lo miró y sacudió la cabeza.
-No, cachorro, no has hecho sino lo contrario. Y has salvado a mi hermano.
-Pero…
-Ningún pero. Me parece que ya son suficientes disculpas por un día ¿No crees?
-¡Diablos! Que si lo creo koneko.
-Cachorro tonto.
-Guau.
-Miau.
-¡Hey! Hablen humano ¿quieren? –intervino Mokuba divertido de ver como se llevaban su hermano y Joey.
-Por cierto, ¿Cómo conseguiste esa arma Mokuba? –preguntó Seto con expresión reprobatoria.
-…uh…
-¿Mokuba?
-… la robé.
-¿Qué? ¿A quién?
-A uno de los guardias de la Corporación…
-/Alguien va a ser despedido.../ Estás castigado todo el resto del año escolar Mokuba.
-¡Seto!
-Incluyendo vacaciones.
-¡Noooooo!
-Koneko, lo hizo por ti –dijo el rubio a favor del chico- Yo también lo haría. /De hecho es una buena idea/
-Joey… -refunfuñó el ojiazul- Estoy tratando de educar a mi hermanito.
-Gracias, Seto –contestó el aludido.
Kaiba revolvió sus cabellos. Reacomodando su traje miró su reloj.
-¿Pasa algo koneko?
-Tengo que irme. Unos clientes me esperan.
-¡Que aburrido! –exclamó Mokuba, sacando la lengua.
-Recuerda que eres el Vicepresidente, hermanito y pronto tendrás que lidiar con esto.
-Para eso se hicieron los asistontos.
-Voy a quitarte el videojuego…
-¡Ah, Joey! ¡Dile algo!
-Vete ya, koneko.
-Pero, cachorro yo quería… -trató de rebatir pero un dedo en sus labios lo calló.
-Luego koneko. Ahora, anda ve.
La manera en que el ojiazul le miró hizo que Joey le tomara de la cintura para besarlo sonoramente.
-¡Oh, no! Porno gay a plena luz del día –se burló el pelinegro.
-Dos años, Mokuba.
-¡Hermano! –gimió el chico mientras salía detrás de él hacia la limusina.
Seto se dio cuenta de que su hermano no tenía intenciones de subirse y lo miró extrañado.
-¿No vienes, Moki? Puedo dejarte en la mansión.
-Eh… no, necesito hablar con Joey a solas.
-Mokuba…
-Te juro que no traigo más armas conmigo –el chico bailoteó girando- No va pasarle nada a tu cachorro.
El ojiazul lo miró fijamente un momento y se metió en el auto cerrando la portezuela.
-En casa. Temprano –ordenó.
-Sí, hermano.
-Que Joey te lleve.
-Está bien –bufó girando los ojos- Mejor di que quieres que lleve a tu amante…
-Despídete de la laptop.
-¡No aguantas nada!
-Nos vemos.

Mokuba esperó a que la limusina desapareciera de la vista para volver a entrar. Joey lo esperaba con los brazos cruzados en la puerta.

-¿Qué es lo que vamos a hablar?
-¿Sabes por qué los conejos tienen las orejas tan grandes?
-Más bien es que tú hablas muy alto, chibi.
-Joey, se que te suena estúpido y que tengo que tragarme mis palabras pero… ¿Cuánto amas a mi hermano?
-No hay palabras para medirlo ni pensamiento para imaginarlo.
-¡Hiac! Odio la retórica. ¿Sabes bien en lo que te estás metiendo, verdad?
-No.
-Lo sabía. No tienes ni idea de cuán infeliz y maldito puede llegar a ser el Faraón si sabe que andas seduciendo a su Tesoro.
-¿Y así pensabas matarlo?
-Vaya, ahora falta que me digas que van a hacer un audio libro de eso. En serio, Joey, los dos sabemos lo que ocurre entre Seto y tú. ¿Y adivina qué?
-Si fuera adivino, tu hermano sería mi esposo ahora.
-Deja de darme vueltas, hay algo que probablemente no sepas. Yo creo que mi hermano nunca dejó de pensar en ti aunque siempre lo ocultó muy bien del Faraón y de si mismo, debo agregar. Me has demostrado que puedes llegar hasta la muerte para protegerlo. Necesitas que te diga algo de Atemu si piensas separarlo de Seto. El no es libre y tendrás que lidiar con eso. ¿Vas a escucharme?
-Adelante –le invitó a entrar- soy todo oídos.
-Pero prométeme que vas a creerme.
-Por mi koneko, lo prometo.
-Eres de lo más cursi –se burló el chico adentrándose en la bodega.
-¡Hey! ¡Estoy enamorado!

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Era un ave. Un halcón.

Planeaba frente a una playa sobre el mar abierto. Había algo aterrador en la manera en que volaba solitario y en las olas que se sacudían, furiosas pero agonizantes. El halcón voló hacia el cielo dorado que se volvió oscuro y frío. La Muerte. La calma absoluta y el olvido infinito. Ese cielo caía inexorablemente sobre el halcón que graznaba herido en la inmensidad de las aguas turbias.

Todo conocimiento, todo sentimiento, memoria y vivencias se colapsaban en un solo sentido de dolor como una concha que se encierra ante el caos a su alrededor. El halcón volando hacia lo insoldable del vacío.

Yugi volvió en sí cuando cayó de bruces sobre el piso de su estudio arrastrando en su caída su teclado y algunos bocetos. Se sentó algo atontado, tratando de respirar con normalidad.

Ese sueño había comenzado no hace mucho y se estaba repitiendo cada vez con más frecuencia. Y ahora sucedía cuando estaba consciente. No entendía por qué le ocurría tal cosa, ni mucho menos que significaba.

/Desearía que Yami estuviera aquí/

El Faraón siempre le apoyaba cuando tales cosas aparecían y no tenía de que preocuparse. Juntos salían delante de cualquier adversidad por imposible que pareciera. Eran un gran equipo.

Pero en este momento Atemu estaba gozando de un éxito como historiador y ponente en el extranjero. Sus conocimientos de Egipto eran invaluables para el mundo de la arqueología.

-Hey Yugi, ¿Por qué estás perdiendo el tiempo? ¿No habías dicho que ya no eras duelista? –preguntó su compañero de trabajo entrando a su pequeño estudio.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso?

Su respuesta fue un dedo señalando su mano que reposaba en su regazo. Yugi la miró para darse cuenta de que también había tirado su monte de cartas que siempre tenía a su lado, pero sujetaba una carta entre sus dedos. El Mago Oscuro.

/¡¿Cómo llegó a mi mano?!/

-Yo…
-Mira, tus asuntos de duelista no me interesan. Toma, te llegó esto en tu correo –dijo extendiendo un papel frente a Yugi.
-Gracias.
-De nada, y apúrate porque tenemos que entregar esto a tiempo.

Yugi leyó el impreso, sus ojos violetas se llenaron de asombro.

From:dgirl@ukb.net
To:mutouy@apach.org

Yugi,

¿POR QUE DIABLOS NO ME HABIAS DICHO QUE JOEY HA REGRESADO?

Ya he hablado con Tristán. Estoy muy enojada con ustedes dos. Nuestro amigo ha vuelto y ustedes no tienen consideración en decírmelo. Sabes bien que no me gustó nada la manera en que Joey desapareció. Serenity me dijo que ella tampoco sabía en donde se encontraba, que tal vez estuviera con una tal Angie hasta ahora. ¿Está comportándose raro? ¿Qué es lo que hace? Hay algo que me inquieta. Un reportero idiota de esos amarillistas me comentó que está tras Kaiba porque al parecer él y Joey están haciéndose “muy amigos” ¿Qué rayos ocurre allá? De cualquier manera, voy a averiguarlo por mi propia cuenta. Pronto terminaremos el ensayo y tendré tiempo libre. Te hablaré por teléfono para decirte la hora de llegada de mi vuelo. Y más vale que tú y Tristán estén allí.

Joey me va a escuchar.

Cuídate,

Tea.


PD. ¿Qué no Joey estaba con Mai?


Yugi, suspiró cansado. Al asunto de sus sueños se agregaba el comportamiento misterioso de Joey. Tristán ya le había comentado que casi no le veía, al parecer tenía algo entre manos que le apartaba de sus amigos.

/Yami, ¿Por qué no estás aquí?/



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